Fanfic Piratas del Caribe -El Libro del Destino- *Capítulo 36: Primer Raund en la Taberna de Mabel*

               Resumen de la historia: El capitán Jack Sparrow comete el gran error de ponerse un anillo maldito que lo transformará en mujer y le traerá un sin fin de problemas tanto a él como a quienes lo rodean, amigos y enemigos. Una elección que cambiará la vida y los destinos de todos, en especial del Comodoro James Norrington y el mismo Jack. Esta historia está ambientada después de la primera película y desarrollada durante la segunda y tercera película. Una historia larguísima pero muy entretenida, con drama, humor, acción y romance. ¡Que la disfruten!



*PIRATAS DEL CARIBE: EL LIBRO DEL DESTINO*

LIBRO SEGUNDO: EL COFRE DEL HOMBRE MUERTO

SEXTA PARTE: TORTUGA

¡Jack y Jacky se separaron! ¡ahora son 2! ¡Un hombre y una mujer! ¡Doble problemas para todos! ¿Lograrán cambiar sus destinos y el de los demás? Continuaciòn de La Maldición del Anillo de la Calavera. James y Jacky pasan su primera noche juntos...¿pero será la última?

Género: drama, amistad, acción, suspenso, humor, romance, violencia, aventura, fantasía, erotismo
Pareja: Jacky Sparrow/James Norrington. Elizabeth Swan/Will Turner
Personajes: Jack Sparrow/Jacky Sparrow, James Norringon, Elizabeth Swan, Will Turner, Hector Barbossa ¡y muchos más!
Calificación: para mayores de 18 años
Cantidad de palabras: variable
Duración: 67 capítulos la primera parte, 57 la segunda parte y 51 la última parte.
Estado: finalizado
Escritora: Gabriella Yu
Mi estilo: estoy influenciada tanto por el anime, los dramas asiáticos y la literatura universal. Me gusta hacer pasar a los personajes por duras pruebas.
Aclaraciones: Esta historia la escribí hace más de 10 años, es muy entretenida, no se arrepentirán de haber perdido el tiempo en leerla. Le tengo mucho cariño porque fue una rara mezcla que logré hacer con el drama, humor y acción. 
IMPORTANTE: contiene escenas subidas de tono XD


*Capítulo 36: Primer Raund en la Taberna de Mabel*


No existían ni el tiempo ni el espacio alrededor de Jacky, James e
Isabel; era como si el tiempo de sus vidas se hubiera detenido en ese
preciso momento, expectantes de lo que podría pasar a continuación.
Mirándose a los ojos, con los músculos tensos y los nervios de punta,
los tres se quedaron quietos como estatuas de mármol, atentos al más
mínimo movimiento.

El almirante Jacobson fue el primero en reaccionar, y no fue
precisamente muy suave, no, tomó aquello con una calma muy extraña,
pavorosa, como cuando se ve al mar tranquilo antes de la venida de un
tsunami.

—Ahora veo todo con absoluta claridad —comenzó a decir mientras llevaba
lentamente la mano a la empuñadura de su sable japonés—. Ciertamente es
algo tan obvio que me sorprende no haberme dado cuenta de ello con
anterioridad…

Tanto la extraña actitud como las gélidas palabras del almirante
Jacobson inspiraban un enorme miedo a los demás. Aquella calma era el
preludio de un inminente desastre que lograba estremecerlos hasta la
médula de los huesos.

Jacky, lo único que logró hacer, fue sonreír tontamente mientras Annete
aflojaba su presión sobre ella.

—Bueno, pues, si con anterioridad usted no veía claramente, supongo que
con posterioridad ahora usted ve claramente, lo que, claramente indica,
que usted, segura y sinceramente, puede ver claramente lo que es
absolutamente obvio para usted pero que es claramente turbio para
nosotros —fue todo lo que dijo, una sarta de palabras indescifrables,
fruto de su nerviosismo.

James, Isabel y Annete se le quedaron mirando con cara de no haber
entendido nada de lo que ella había dicho, y ésta, mirándolos a todos
con cara de inocencia, agregó:

—Ciertamente veo que lo que dije no ha quedado claramente aclarado, ¿no?

Luego de dirigirle una terrible mirada asesina a la pirata, el almirante
Jacobson se volvió hacia su amigo. Su bello rostro, aunque parecía
impasible, apenas podía contener la terrible ira que reflejaba.

—Dígame con sinceridad, señor Norrington: ¿usted sabía que esta
desagradable pirata se encontraba en este… lugar? —le preguntó con mal
disimulada aprensión.

Terriblemente nervioso y atemorizado, James le dirigió una desesperada
mirada de soslayo a la capitana Sparrow, como si quisiera pedirle alguna
clase de ayuda, pero ella, ignorante del verdadero carácter de Isabel,
no podía comprender el terror que James experimentaba en aquel momento.

Viendo que Jacky nada decía, el ex comodoro se vio obligado a
responderle con toda la sinceridad posible.

—No, almirante; yo no tenía ni la más remota idea de que ella estuviera
en este lugar…

Pero Isabel lo interrumpió poniéndole una mano al hombro y, acercando
sus labios a su oído, le susurró:

—¡Cállate, maldito traidor! Ahora sé por qué viniste a esta isla…
¡viniste a buscar a esa perversa pirata! —lo miró amenazadoramente—.
Luego ajustaremos cuentas sobre esta mala acción tuya, por lo pronto, me
encargaré de que nunca más vuelvas a ver a esa mujer.

Y luego de decir esto, volvió su atención hacia la capitana Jacky
Sparrow, sorprendiéndose por la mirada que tenía aquella, como si ésta
se hubiera dado cuenta de lo que había pasado entre ellos dos.

Jacky, quien era una persona muy observadora a pesar de tener una
personalidad bastante contradictoria, se había sorprendido al notar que,
de pronto, James se había puesto muy pálido en el momento que el
almirante le había hablado al oído, llegando a la conclusión de que éste
lo había amenazado de alguna forma. ¡Su Norry era tan expresivo a pesar
de su naturaleza inglesa y su severa educación militar! Cuando se dejaba
dominar por cualquier clase de sentimiento, ya sea de alegría, enojo,
tristeza, confusión, desilusión o amor, resultaba muy fácil leer su
rostro. Aquello resultaba un tanto extraño, pues Jacky se había dado
cuenta que, de alguna forma, James Norrington había resultado ser mucho
más expresivo que el joven y gallardo William Turner. En el muchacho
podía ver su valentía, su ingenuidad, su ironía, su seguridad, su
voluntad y su amor hacia Elizabeth, hasta poseía una latente y peligrosa
tenacidad, incluyendo una pequeña dosis de violencia, de la que carecía
James, pues a pesar de que éste había sido un militar y había sido
criado con severidad, no era una persona iracunda, sino entregada a su
deber de oficial, a la ley de la obediencia. Will sabía guardar muy bien
sus sentimientos cuando se proponía algo, pero James, de alguna forma,
se dejaba llevar por sus sentimientos. Jacky sabía que Will jamás se
doblegaría frente a la adversidad porque poseía una enorme firmeza de
espíritu, pero James no lo tenía y era por eso que lo movía a actuar la
desesperación en vez de la esperanza.

¿Qué le había dicho aquel desgraciado almirante a su Norry para que lo
atemorizara de esa forma? De cualquier manera, fuera lo que fuera, aquel
hombre no tenía ningún derecho a tratarlo de esa manera, aunque fueran
amigos.

—¿Qué era lo que estabas haciendo detrás de la puerta? ¿Acaso nos
estabas espiando? —acusó Isabel.

Achicando los ojos, la aludida se desembarazó de Annete abriendo los
brazos y la contempló acusadoramente.

—Bueno, pues yo hago lo que quiero en mi isla, /¿savvy?/, así que no
tengo porqué dar explicaciones de mis actos. Más bien yo diría: ¿qué
está usted haciendo aquí? Este no es lugar para almirantes papanatas que
vienen a intimidar a los pobres desgraciados que tratan de vivir
honradamente en este paraíso caribeño.

—¿¡Qué dijiste, sucia pirata!? —replicó muy ofendido el aludido.

—¡Ah! ¿Además de papanatas también es sordo, almirante de agua dulce?
—se burló la capitana del /Perla Negra/.

—¡¿Pero cómo se atreve a hablarme de esa manera?! —replicó Isabel
mientras volvía a tomar rápidamente la empuñadura de su espada japonesa,
resuelta a darle su merecido a aquella irrespetuosa mujer.

James no podía creer que Jacky se había atrevido a insultar a Isabel
sabiendo que ésta era la mejor esgrimista de todo el mundo. Pálido como
un muerto por el temor que sentía al pensar en un posible enfrentamiento
entre su amada pirata y su querida amiga, el pobre oficial pensó en
tratar de detenerlas.

—Disculpen, pero creo que éste no es el momento ni el lugar para
mantener un enfrentamiento… —les dijo interponiéndose entre ellas para
el alivio de Jacky y la exasperación de Isabel.

—¡Quítese de en medio y no se meta en esto, señor Norrington! —exclamó
muy molesta mientras lo tomaba del brazo y lo jalaba bruscamente hacia
la baranda de la escalera, dejándolo más mareado de lo que ya estaba.

—¡Oiga! ¡No tiene ningún derecho a tratar así a mi montura! ¡Lo va ha
estropear! —protestó inmediatamente la pirata, dejando a Isabel y a
madame Foubert con la boca abierta y a James muy colorado por la vergüenza.

—Bueno, creo que tendré que quitar de este mundo su inapreciable
presencia, capitana Sparrow —le dijo el almirante mientras desenvainaba
la espada con los ojos llameantes de furia—. Acabaré con usted como
acabé con aquel grupo de imbéciles que osó en atacarme cuando me dirigía
a este mugriento lugar…

—Bueno, lo de mugriento es cierto, pero aquí sirven el mejor ron de
toooda Tortuga. ¿No es cierto, amigos? —exclamó Jacky con gran alegría
mientras formaba un gran circulo con los brazos y se dirigía a todos los
clientes de la taberna, quienes lo apoyaron a vivas voces.

—¡Ja! ¡Brindo por eso! —fue la poca acertada opinión de James, alzando
alegremente al cielo la botella de ron que tenía en la mano para unirse
al festejo de los demás, pero al ver que Isabel le dirigía una mirada de
censura tan terrible, se vio obligado a desviarle la mirada y beber
disimuladamente un sorbo de ron.

—Bien, basta de tanta charla y acabemos con esto de una vez —dijo el
almirante.

—Esteee… ¿No podríamos seguir charlando para conocernos mejor? —comenzó
a decir la capitana del /Perla Negra/ mientras comenzaba a retroceder
lentamente, intuyendo lo que se le venía.

—No. Y mucho menos ahora que me he dado cuenta de que usted lleva lo que
necesito, y que, para quitárselo, pienso que sería mejor hacerle sentir
el frío metal de mi espada sobre su cuerpo, capitana Jack Sparrow —le
amenazó al darse cuenta de que ésta llevaba en su cinturón la brújula
que tanto deseaba Beckett.

—Preferiría que me lo pida prestado…

—Imposible. Si se lo pido prestado tendré que devolvérselo alguna vez y
eso no está en mis planes.

Al ver que las cosas se estaban poniendo muy feas, puesto que el
almirante estaba dispuesto a degollarla como a una indefensa gallina,
Jacky tragó saliva y comenzó a acariciar la idea de salir huyendo como
una cobarde.

Sin darle tiempo a nada, el almirante la atacó con un poderoso sablazo
vertical que, si no fuera por la innata torpeza de Jacky Sparrow, logró
esquivar el golpe tropezándose con su propia y flamante falda, chocando
luego contra James tan bruscamente, que la barandilla de madera cedió y
ambos se desplomaron hacia el piso inferior, cayendo sobre una mesa en
donde se encontraban bebiendo unos hombres, haciéndola pedazos y dejando
a los bebedores sentados en sus sillas con cara de consternación por
algunos segundos para luego seguir tomando sus bebidas como si nada
hubiera pasado.

Cuando por fin James pudo reacomodar sus pensamientos, se sorprendió al
darse cuenta de que Jacky se encontraba encima de él, trayéndole remotos
recuerdos de aquel día en que se había visto por primera vez como hombre
y mujer.

—¿Estás bien, Norricito? —ella le preguntó dulcemente mientras colocaba
su mano sobre la sucia mejilla del aludido—. ¿Por qué permites que ese
tipo te trate de esa manera? Yo que tú lo dejaría eunuco la próxima vez
que te tocara…

—¿Cómo sup…?!! —sorprendido, James quiso saber, pero ella lo había
interrumpido besándolo apasionadamente en la boca, dejándolo estupefacto.

Dando un exasperado grito de ira al ver aquella escena tan desagradable,
el almirante saltó desde arriba con espada en mano dispuesto a rebanar
en dos a la atrevida pirata, pero ésta se hizo a un lado en cuanto
escucho el alarido, dejando a James expuesto al peligro.

—¡¡AAAH!! —gritó aterrorizado el ex comodoro al darse cuenta que iba a
ser él quien recibiera el ataque, pero Jacky lo tomó del hombro y lo
jaló rápidamente fuera de la mesa un instante antes de que el almirante
aterrizara sobre ella con el ataque de su espada, partiéndola en dos.

Furiosa por haber fallado, Isabel se puso en pie tan veloz como un rayo
dispuesta a seguir con su ataque, pero grande fue su sorpresa cuando vio
que la pirata se encontraba muy tranquila en la barra de bebidas
tomándose una buena jarra de ron. Exacerbada, se dispuso a recomenzar el
ataque, pero Norrington se plantó frente a ella muy molesto.

—¡Señor, debo elevar una queja contra usted! ¡Casi me mata! —se quejó
poniendo los brazos en jarra.

Dando un bufido de hastío, ella lo hizo bruscamente a un lado mientras
decía:

—¡Bah! ¡Quejas de borracho! ¡Apártate y no me fastidies más!

Y el ex comodoro fue a aterrizar sobre unos hombres de enorme
musculatura que se encontraban jugando a las cartas en una de las mesas.
Enfurecidos por la interrupción de su juego, los cuatro sujetos
decidieron ajustar cuentas con el desafortunado.

Viendo que las cosas se iban a poner muy negras para él y que sus
atacantes parecían más unos mastodontes que hombres, James sacó
inmediatamente su mosquete para defenderse.

—Un paso más y disparo, caballeros —los amenazó con su indiscutible tono
inglés.

Los piratas se miraron entre ellos y luego volvieron su atención hacia
el ex oficial.

—Solamente tienes una bala, imbécil, y nosotros somos cinco —le dijo uno
de ellos.

—¿Cinco? Ciertamente usted no ha tenido una educación muy esmerada que
digamos —comentó con un marcado tono de burla—. Yo solamente veo a
cuatro de ustedes, caballeros.

—Yo creo que te olvidaste de mí —oyó decir a alguien por detrás, pero,
antes de que se diera vuelta, el fortachón que faltaba lo abrazó con sus
fuertes brazos, obligándolo a bajar el arma.

Los demás comenzaron a reírse descaradamente mientras comenzaban a
rodear al ex comodoro mientras se debatía tozudamente entre los brazos
del que lo había capturado.

—Creo que vamos a divertirnos un rato con el cerdo inglés —dijo uno de
ellos.

—Sí, vamos a volverlo tocino… —fue la ingeniosa burla de otro,
provocando inmediatamente las estruendosas risotadas de sus compañeros.

—¡Oh, oh…! —fue lo único que atinó a decir Norrington al ver que
aquellos hombres estaban dispuestos a propinarle una buena paliza.

Mientras tanto, ignorando los percances de su prometido, un inesperado
golpe de espada propinado por Isabel, hizo trizas la jarra de la
capitana Sparrow, sobresaltándola y bañándola con el licor.

—¡No! ¡Mi amado ron desperdiciado! —exclamó Jacky con una mezcla entre
tristeza e indignación mientras se levantaba de la silla y extendía los
brazos para ver cómo el licor se escurría por su cuerpo—. ¿Por qué todos
se la agarran con el ron?

—¿No será porque el ron es un vil licor que saca lo peor de hasta el más
respetable caballero? —rebatió Isabel.

—¡Ajh! ¡Esas son las palabras de Elizabeth! —gritó ofendida—. ¿Es que se
pusieron de acuerdo para hacer quedar mal al ron?

—¿Tiene algún problema con eso, Sparrow? —la amenazó mientras le
colocaba el filo de la espada sobre la garganta.

—Eh… —con las manos arriba y mirando hacia su propio cuello, la capitana
se le pensó mejor—. Creo que, siendo yo una persona ignorante y usted
una persona instruida, podría decirse que tanto usted como yo estamos en
los cierto, de alguna forma, con el ron, a pesar de que usted y yo
tengamos diferentes puntos de vista acerca del ron, /savy?/

El almirante arqueó las cejas un tanto confundido, y, presionando aun
más el arma en contra de Jacky, le dijo:

—No vine aquí para hablar tonterías con usted, Sparrow, vine…

—Capitana —la interrumpió la aludida.

—¿Cómo dice?

—Capitana Jacky Sparrow, así se dice —replicó sonriente con el dedo
índice apuntando hacia arriba para remarcar su aclaración. Pero Isabel
no lo tomó tan estoicamente como lo había tomado Norrington la primera
vez que él y Jack se habían visto por primera vez, ya que tomó
violentamente a la pirata del cabello y jaló su cabeza hacia atrás.

—Para mí, usted es una sucia pirata embustera y no una capitana de
barco, ¿entendió?

—Tan claro como el agua del mar, mi almirante… —y cuando apenas terminó
de decir esto, le tiró a la cara el contenido de la jarra de un bebedor
que se encontraba a su lado, encegueciéndolo el momento justo para huir
del filo de su espada mientras declaraba con tristeza:

—¡Qué mala suerte! ¡Tener que desperdiciar de nuevo mi amado ron! —Miró
hacia arriba mientras extendía los brazos hacia el cielo y exclamó llena
de angustia y pesar—: ¿Por qué te ensañas contra el ron? ¿Qué te ha hecho?

Mientras tanto, Isabel ya había recobrado la vista y se sentía
terriblemente furiosa y avergonzada por haber sido derrotada de esa
manera tan estúpida, así que se lanzó inmediatamente en su persecución
con claras intenciones de rebanarla como un jamón.

Desde ese mismo momento, una enorme batahola se armó por toda la
taberna, pues otros clientes aprovecharon aquel desastre para realizar
sus propios pleitos. Furiosa con el descontrol que se había armado en su
negocio y pensando en todo el ron y los muebles que se perderían por
culpa de aquellos individuos endiablados, Mabel sacó sus mosquetes y
comenzó a disparar a diestra y siniestra hacia cualquiera que intentara
tomar algunas botellas de licor del estante para utilizarla como arma.
Varios cayeron bajo las balas de los mosquetes de la tabernera y otros
tantos se lo pensaron mejor y prefirieron conservar sus vidas.

Viendo que James Norrington estaba a punto de ser golpeado, Jacky se
dirigió rápidamente hacia él y le propinó una terrible patada en la
entrepierna al hombre que lo sujetaba, dejándolo bizco y arrodillado de
dolor en el suelo. Viéndose repentinamente liberado, el ex comodoro
aprovechó el momento para propinarle un buen golpe de puño en la cara
del tipo que iba a golpearlo, lanzándolo de bruces contra unas sillas.

—¡Ja! ¿Eso es todo lo que tienen, piratas de pacotilla? —se burló al
tiempo que Jacky se acercaba sonriente hacia él y lo tomaba del brazo.

—Tú y yo hacemos un gran equipo, /savy?/

James le dirigió una mirada muy poco amistosa y se desembarazó
bruscamente de ella.

—¿Crees que voy a darte las gracias por haberme ayudado?

—Es lo que usualmente se hace en estos casos…

—Pues sinceramente yo no lo considero necesario, capitana Sparrow, ni
tampoco creo necesitar de su ayuda.

La pirata quiso replicarle, pero notó con alarma que el almirante ya la
había ubicado y se dirigía hacia allí con muy malas intenciones, así que
decidió dejar a su malagradecido ex prometido a su aire y marcharse de
una vez para salvar su vida. Pero no se iría sin antes decir la última
palabra y, sin darle tiempo a reaccionar, tomó a Norrington por la
cintura y lo atrajo firmemente hacia ella, besándolo tan efusivamente
que lo dejó bastante atontado por espacio de algunos segundos. Hecho
esto, salió corriendo muy a su manera para intentar escapar de su
irascible perseguidor, dejando a James completamente solo frente a los
hombres que habían intentado darle su merecido y que ahora se acercaban
a él con la clara intención de recomenzar lo interrumpido.

Viendo que las cosas volvían a ponerse mal, Norrington comenzó a
retroceder al tiempo que sacaba su espada para amenazar a los rufianes.

—Un paso más, caballeros, y me veré obligado a acabar con sus miserables
vidas.

Sus atacantes se detuvieron en seco al escuchar eso y, mirándose entre
ellos, prorrumpieron a carcajadas, confundiendo al ex oficial y dándole
la oportunidad a que otro brabucón lo atrapara por detrás y lo inutilizara.

—Bueno, bueno; creo que ahora somos nosotros los que acabaremos con tu
miserable vida, ¿eh? ¡Ahora verás, maldito cerdo inglés! —dijo uno de
ellos, acercándose ferozmente al ex oficial y lanzándole un formidable
puñetazo a la cara, pero éste, gracias a su borrachera y a su decisión
de no recibir aquel golpe que seguramente lo dejaría fuera de combate,
se escabulló de los fuertes brazos de su captor, deslizándose hacia
abajo y provocando que fuera su enemigo quien recibiera el temible golpe
de su compañero, lanzándolo contra una de las mesas y generando una
terrible pelea entre los fortachones y los ocupantes de la mesa agredida.

Aprovechando aquella distracción, James tomó una botella de ron de una
de las mesas y comenzó a caminar a gatas por el suelo para alejarse de
aquellos hombretones, lloviendo sobre él los más formidables
proyectiles: botellas, vasos, platos, sillas, zapatos, patas de palo,
ojos de madera o de vidrio, gallinas, comida, en fin, las cosas más
variadas.

A todo eso, viendo la jarana que se había armado y sin tener ningún
deseo de enfrentarse en batalla con el almirante de fama invencible que
aun no había logrado alcanzarla gracias a los disturbios, la capitana
Jacky Sparrow también se había mezclado entre la multitud andando a
gatas sobre el suelo de tablones, con la esperanza de alcanzar la puerta
de salida y salir huyendo de aquel lugar. No fueron pocos los que
tropezaron con ella, pero el último en hacerlo era un viejo conocido de
Jacky Sparrow, quien había caído de bruces al suelo al toparse
inesperadamente con ella.

—¡Maldito seas! ¿Por qué no te fijas por dónde escapas...? ¿Eh? ¡¡Tú!!
—exclamó muy sorprendido el sujeto de gran corpulencia al darse cuenta
de la identidad del culpable.

Jacky no podía creer lo que veían sus ojos.

—¡¡Perro Loco!! —exclamó—. ¡El que tiene puro musculo y nada de cerebro!
(Claro que por "cerebro" me refiero a la cosita esa que llevas en los
pantalones…) —aclaró con fingida seriedad.

—¡¿Cómo te atreves, maldita mujer?! ¡Ahora verás! ¡Ven aquí y te
demostraré de lo que soy capaz de hacerte! —y el hombre que la había
vendido alguna vez al tratante de de esclavas llamado Henry McKinley
cuando Jack recién había comenzado a ser un flamante representante del
sexo femenino, se le lanzó encima mientras su victima intentaba escapar,
tomándola de uno de los pies y recibiendo al mismo tiempo una buena
patada en la cara propinada por la pirata que lo dejó atontado, así que
ella aprovechó aquel momento para escapar de las manos del tratante.

Esquivando a todos y recibiendo algunos pisotones en las manos, la
capitana del /Perla Negra/ se refugió bajo una de las mesas, chocando de
cabeza contra otra persona que había escogido el mismo refugio que ella.

—¡Oye! ¿Por qué no te fijas por dónde vas? —se quejó el otro mientras se
llevaba la mano a la cabeza.

—¡Norry! ¿Pero qué haces tú aquí? —reconoció al hombre con quien había
chocado.

—Escondiéndome, como tú —replicó, tomando otro poco de ron de la botella
que llevaba.

—Yo no me escondo, me oculto —rebatió la pirata, arrebatándola la
botella para darle un buen trago.

—Es lo mismo —refutó, quitándole el objeto de la discordia.

—No es lo mismo —volvió a quitársela.

—Es lo mismo —James le arrebató nuevamente la botella.

—No es lo mismo —el ron cambió de dueño.

—Es lo mismo —y la botella volvió a pasar a otras manos.

—No es lo mismo —rebatió Jacky sacándole el ron de las manos.

—Es lo mismo; ambas palabras tienen el mismo significado —James defendió
su punto tanto como a la posesión de la botella.

—No es lo mismo; ambas palabras se escriben diferente —fue la replica
que dejó al aludido con el amargo sabor de la derrota y sin el ron en
las manos.

—¡Oh! ¡Dame la botella que es mía! —se quejó James luego de unos minutos.

—¿La quieres? Toma —le dijo mientras se la devolvía con una gran sonrisa.

Pero, cuando su feliz dueño quiso deleitarse con su delicioso contenido,
se dio cuenta de que la botella no contenía una sola gota de ron.

Dedicándole una mirada muy poco amistosa a la culpable de aquella
desgracia, protestó:

—¡Pero está vacía!

—Coincido con eso —replicó fresca como una lechuga.

—¡Te lo tomaste todo!

—No coincido ni pizca con eso —replicó sonriente—, tú también bebiste de
ella.

—¡Ya lo sé! ¡Pero tú acabaste con más de la mistad! ¡Era /mi/ ron!
—exclamó dándole más énfasis a sus palabras golpeándose el pecho con la
mano abierta.

Y sin que Norrington se lo esperara, Jacky se abalanzó sobre él y,
tomándolo fuertemente de la cabeza con la manos, acercó su rostro al de
ella y sonrió al notar que James se había quedado duro como una piedra y
la miraba entre asombrado y asustado.

—Podría haber sido /tú/ ron, pero tú siempre me has pertenecido a /mí/,
/savy?/ Dime —le exigió mientras acercaba aún más su rostro al de él,
con la punta de sus narices rozando entre sí—, ¿a qué vino ese almirante
papanatas? ¿Por qué vino a verte? ¿Qué te dijo? ¿Qué quiere?

—No tengo por qué responderle, capitana Jacky Sparrow, déjeme en paz
—rebatió enojado mientras intentaba liberarse de las manos de su
captora, sin mucho éxito.

—¡Ah! ¿Así que ya no nos tuteamos? Interesante… —su picara sonrisa se
tornó un poco cruel, pero con un dejo de tristeza—. Veo que el ex
comodoro Norrington dejó atrás su corazón y volvió a ser el mismo
antipático de siempre.

—¡Tonterías! ¡Yo siempre he sido el mismo! —replicó muy molesto.

—No —fue la cortante réplica mientras sus salvajes ojos negros se
clavaban aún más en los nerviosos ojos verdes de su ex prometido—. Ahora
tu mirada es muy distinta a la que tenías antes; pareces un animal
acorralado a punto de saltarle al cuello a alguien… —acercó lentamente
su boca al de él, tornándose la respiración de ambos muy agitada—. Te
ves perdido… Enojado… Triste… Dime, ¿qué puedo hacer para ayudarte?
Estoy dispuesto o dispuesta a hacer cualquier cosa por verte sonreír de
nuevo, /savy?/

—¡Ja! ¿Y crees que voy a creerte eso? Lo único que lograste hasta ahora
fue destrozar mi vida.

—¿Así que sigues enojado conmigo por algo que no quise hacer a pesar de
haber confesado que te amo hace una hora?

James esbozó una media sonrisa.

—Francamente, capitana Sparrow, me importa muy poco lo que usted sienta
por mí —le replicó sonriéndole sarcásticamente.

Jacky bufó fastidiada, sintiéndose tan furiosa y frustrada al ver que
aquel tonto no dejaba de lado su tozudez y abría los ojos para ver la
verdad, que sentía unas ganas enormes de abofetearlo para hacerlo entrar
en razón, pero, dominando sus sentimientos, lo soltó y se sentó como un
indio al lado de él, con los brazos y las piernas cruzadas, guardando
silencio y con el rostro fruncido.

—Tonto —le dijo al fin.

Sorprendido pero igualmente enfadado, James se sentó al lado suyo y se
cruzó de brazos. Luego de unos segundos de permanecer en silencio, la
miró y dijo:

—Tonta.

—Cabeza de chorlito — replicó Jacky inmediatamente.

—Bruja —rebatió Norrington sin que ninguno de los dos apartara la vista
del otro.

—Cabeza dura.

—Boba.

—Inglés.

—Pirata.

Silencio. Ninguno de los dos dijo nada, simplemente se quedaron mirando
con una expresión de cierta tristeza y añoranza. ¡Aún si pretendían
detestarse, no podían negar la verdad absoluta de que aún se amaban con
locura!

Con un semblante serio, lentamente la pirata llevó su mano al rostro del
hombre que amaba y le dijo:

—Dime, Norry: ¿te hace feliz estar lejos de mí?

Tratando de eliminar el nudo que se le había hecho en la garganta, James
tomó la mano de su atolondrada capitana sin poder evitar que una lágrima
se escapara de sus ojos verdes.

—… ¿Porqué me engañaste, Jacky? ¿Por qué lo hiciste? —inquirió con voz
temblorosa—. ¿Cómo puedo volver a creer en ti sin temor a ser engañado
otra vez?

—¿En realidad crees que me atreveré a hacerlo de nuevo? ¿A lastimarte?

—Sí —fue la dura respuesta luego de haber guardado silencio por espacio
de algunos segundos—. Aún si pretendes ser sincera conmigo en este
momento, eso no te absuelve de tus otros errores.

—Si consideras que fue un error amarte, con gusto lo cometeré una y otra
vez sin arrepentirme un solo segundo de mi vida, aún si me condenara al
cadalso por hacerlo, /¿savy…?/ —secó suavemente con su otra mano las
lágrimas de su ex oficial para luego comenzar a acercarse a él.

—No tienes idea de lo mucho que te extraño —le susurró—. ¿Por qué no
olvidamos el pasado para volver a comenzar desde cero con lo nuestro…?

—¡No! —se negó rotundamente mientras apartaba su rostro del de Jacky,
sorprendiéndola—. ¿Quieres que olvidemos el pasado para que volvamos a
cometer los mismos errores? ¿Estás loca?

—¡Entonces perdóname y comencemos de nuevo! —rebatió angustiada,
tomándolo por los hombros y sacudiéndolo desesperadamente para hacerlo
entrar en razón.

—¡No! ¡Suéltame! ¡No quiero saber absolutamente nada de ti! —se desasió
de las manos de Jacky y fue él quien esta vez la tomó por las mejillas
para mirarla directo a los ojos—. ¡Por haber hecho una cosa buena no se
puede perdonar una vida de maldad!

Jacky le mantuvo la mirada, pero la suya era por lejos mucho más
tranquila que la de él.

—¿Al decir eso, te refieres a mí o a ti?

—A ambos…

Al escuchar esto, la pirata le sonrió condescendientemente.

—Usted me da mucha pena, James Norrington —le dijo—, lo único que
logrará con su rigidez es que su mente haga pedazos su propio corazón.
¿Se da cuenta de que usted no puede perdonarse ni a sí mismo?

El aludido se le quedó mirando en completo silencio, con la boca abierta
por la consternación. Pero antes de que lograra decirle algo, Jacky lo
empujó bruscamente hacia atrás en el momento justo en que una espada
japonesa partía la mesa en dos y pasaba rasante por delante de la nariz
de nuestra petrificada protagonista, congelándole la sangre.

—¡Uf! ¡Me salvé por un pelito de rana calva! —exclamó, blanca como un
papel, llevándose la mano al corazón. Tan sólo por algunos segundos,
antes de que ocurriera aquel ataque sorpresivo, Jacky había sentido una
especie de alarma en su cabeza, algo que le advertía de un peligro
inminente. Si no hubiera hecho caso a su instinto, ella o James habrían
muerto con aquel ataque.

Pálido como un muerto y sentado en el suelo, James miraba a Isabel como
si hubiera visto a un fantasma. Ésta, como si fuera un ser superior o un
dios pagano, se encontraba de pie al lado de una de las dos mitades de
la mesa, empuñando la espada japonesa a la cual dejaba descansar su filo
sobre el suelo, con sus ojos azules centellando por una enorme furia
escondida en su interior.

—Bueno, bueno —dijo con voz sibilante—. ¿Así que aquí se estaban
escondiendo los dos? —Miró fríamente a su amigo—. Me sigues
decepcionando, Norrington.

—¿Por qué no se ocupa de una buena vez de la capitana Sparrow y me deja
en paz, almirante Jacobson? —fue la dura réplica del aludido,
decepcionando muchísimo a Jacky, quien se le quedó mirando con los ojos
llenos de tristeza.

—Bueno, si eso es lo que quieres… —volvió su atención hacia su presa y
le sonrió maliciosamente, como si disfrutaría cada segundo de ese momento.

"¡Por fin podré concluir mi venganza iniciada hace ya más de veinte
años!" —pensaba—. "¡Mamá! ¡Papá! ¡Hermanito! ¡Muy pronto serán vengados!
¡Finalmente acabaré con el último de los piratas que navegaban en aquel
maldito barco pirata!".

Jacky, al ver aquella expresión de insana alegría en el rostro de su
atacante, supo inmediatamente que debía huir lo más rápido posible. Y
así lo hizo, justo en el mismo instante en que Isabel descargaba un
fuerte golpe vertical con su invencible sable japonés con claras
intenciones de partirla en dos, fallando en su intento.

Entre desilusionada y furiosa, Isabel vio correr a la pirata con su
estilo tan extraño de moverse, ¿acaso se estaba burlando de ella? Muerta
de rabia, procedió a perseguirla por toda la taberna, provocando un
verdadero desastre entre los muebles de Mabel. Jacky, en su intento por
no caer bajo la filosa espada de justicia del almirante, interponía en
su camino sillas, mesas, borrachos, piratas, pescadores, Lidia, Mabel,
Annete, Norrington… pero nada detenía la ira de su perseguidor, quien
destruía o hacía bruscamente a un lado a todo lo que se interponía en su
camino, persiguiendo ciegamente a su presa con el fin de alcanzarla y
darle muerte para así saciar su sed de venganza.

Aunque poseía cierta destreza con la espada, a Jacky jamás se le pasaría
por la cabeza tener que enfrentarse con el almirante Jacobson, pues,
como todos los demás, sabía perfectamente cuál sería su triste destino
si lo hacía. Nunca nadie había sabido de alguien que hubiera derrotado
en una lucha de esgrima al invencible almirante George Jacobson.

En un momento dado, Jacky escapó por muy poco de que sus piernas fueran
cercenadas por su atacante, salvándolas al saltar sobre una mesa y
comenzar a brincar inmediatamente hacia otra mesa y luego a otra, sin
detenerse por un segundo hasta lograr poner sus pies sobre las escaleras
y subir por ella con la velocidad de un rayo seguida muy de cerca por el
almirante, quien repartía golpes de sable a diestra y siniestra sin
importarle que algún inocente pereciera gracias a ellos.

Sin detenerse a pensar por un segundo, Jacky se trepó inmediatamente al
pasamano y dio un fabuloso salto hacia el gran candelabro que colgaba
del techo tan solo un segundo antes de que la espada de su contrincante
pasara rasante por detrás de ella. Dando un bufido de frustración,
Isabel se dispuso a dar un formidable salto para atacar a Jacky, ésta
comenzó a balancear el candelabro con el impulso de su cuerpo y, cuando
hubo tomado el vuelo suficiente, se lanzó hacia donde se encontraba
James Norrington, cayéndole encima y quedado ambos tirados sobre el piso.

Con la cabeza dándole vueltas, James pudo reacomodar un poco sus ideas y
se dio cuenta de que Jacky Sparrow se encontraba nuevamente encima de
él. Aquello se le estaba volviendo una muy mala costumbre.

—¿Por qué hiciste eso? ¡Me dolió! —se quejó.

—¡Oh! ¡Vamos, mi querido Norry! No seas tan gruñón… —pasó sus brazos
alrededor de su cuello y, acercando su rostro al de él, susurró:

—¿Es que no te das cuenta de que tú eres el único hombre al que yo me
"lanzaría encima" sin dudarlo?

—¡Oh! ¡Ya bas….!!! —quiso protestar, pero Jacky le tapó la boca con un
efusivo beso, dejándolo impactado y si aliento.

Isabel, al ver eso y se había puesto aún mucho más furiosa y celosa que
nunca, así que saltó por encima del pasamano y aterrizó sobre el suelo,
dispuesta a atravesar con su espada a la infame pirata. Pero, para su
sorpresa, ésta se levantó veloz como un rayo y, obligando a James
ponerse de pie, le colocó una filosa daga en la yugular.

—¡Pe-pero, Jacky! ¿¡Qué demonios estás haciendo!? —exclamó el flamante
prisionero bastante asustado.

—¡Shiiiith! —lo silenció la pirata, aproximando su sensual boca al oído
de Norrington—. ¿Acaso no conoces el dicho: "En tiempos desesperados,
medidas desesperadas?", pues bueno, estoy desesperada y esta es mi
medida desesperada, /savy? /Así que es mejor que te quedes bien
quietecito si no quieres que te pase algo malo.

Tanto Isabel como Annete se encontraban tremendamente angustiadas con el
giro inesperado que habían tomado las cosas, pero, más fría y
calculadora que la segunda, la primera no estaba dispuesta a doblegarse
ante el enemigo, así que se dispuso a atacar sin importarle demasiado la
seguridad de su amigo.

—¡No! —la detuvo madame Foubert aferrándose fuertemente de su brazo al
notar las intenciones del oficial—. ¡Él podría morir!

La aludida la miró despectivamente y le sonrió maliciosamente.

—A estas alturas poco me importa quien muera.

Y luego de aquella asombrosa declaración, se abalanzó hacia Jacky y su
prisionero, dispuesta a eliminar a los dos si era necesario con tal de
realizar su venganza. Pero Jacky, que estaba tan desesperada como ella,
optó por ser mucho más ruda a pesar de que no deseaba hacerlo

—Cuidadito con acercarse más de la cuenta, almirante papanatas —advirtió
la capitana Sparrow mientras doblaba fuertemente el brazo derecho de
James detrás de su espalda hasta hacerlo soltar un pequeño grito de
dolor y mantenía firmemente el filo de la daga en su cuello hasta
hacerlo sangrar mínimamente—, o juro que el ex comodoro tendrá otra boca
para comer…

El almirante pareció dudar un segundo pero enseguida adelantó un paso
para iniciar nuevamente su ataque, pero Annete lo detuvo otra vez.

—¡¡No!! ¡¿Pero en qué está pensando usted?! ¡Esa malvada pirata va a
asesinar a mi niño! ¿Qué pasa con usted? ¿Acaso se ha vuelto loco?
¿Acaso no eran ustedes dos los mejores amigos?

Al escuchar aquellas últimas palabras, Isabel se detuvo en seco,
volviendo hacia ella aquellos preciosos recuerdos de su niñez y su
juventud compartidas con quien había sido siempre su único amigo,
devolviéndole a ésta aquellos hermosos sentimientos de amistad que había
decidido olvidar desde aquel día que James la había rechazado en
matrimonio. El recuerdo de su pequeño amigo interponiéndose
valientemente entre ella y las pedradas de sus compañeros, le hizo
escapar algunas lágrimas de aquellos ojos fríos e insensibles. Y al
mirar a su amigo con otros ojos, otro recuerdo que había olvidado
completamente, volvió a su mente, aquel en que, por primera vez en su
vida, lo había visto llorar.

Todo había ocurrido cuando ella contaba con tan sólo 13 años y James 15,
aún se encontraban estudiando en la Real Academia Naval y recientemente
habían finalizado un examen muy difícil que James había aprobado con la
máxima puntuación, superándola por primera vez.

Un par de días después, el almirante Lawrence Norrington, el padre de
James, había llegado a la Academia Naval anoticiado por la excelente
nota de su hijo y había pedido permiso a los rectores para entrevistarse
con él inmediatamente.

Nervioso como ninguno, James se encontraba terriblemente pálido y
temblando de pies a cabeza, sintiéndose muy excitado por la inesperada
visita de su padre, deseando con todo su corazón que él lo felicitara.

Notando aquella actitud tan poco vista en su amigo ya que siempre se
mostraba serio y impasible con sus sentimientos, Isabel lo tomó de las
manos y le dijo:

—Ánimo, James. No tienes por qué ser tan modesto, es común que nuestros
padres nos feliciten cuando sobresalimos en algo…

El chico la miró como si se sorprendiera con aquellas palabras, pero
enseguida le sonrió y dijo:

—Tienes razón, amigo. Soy un tonto.

Y se fue de allí rumbo al salón en donde su padre lo estaba esperando.

Isabel estaba tan orgullosa de él, que al imaginarse la escena en donde
James era felicitado por su padre, la llenaba de felicidad.

Pero cuando terminó la entrevista y vio a James salir al patio con al
cabeza gacha, Isabel quiso acercarse a él, pero grande fue su sorpresa
cuando lo vio salir corriendo hacia la costa.

Luego de haberlo buscado por todo el lugar, Isabel lo encontró fuera de
la Academia, parado en la orilla de un acantilado, mirando tristemente
hacia el horizonte. Extrañada, Isabel se acercó a él para averiguar lo
que le había pasado.

—James, ¿qué…? —le dijo una vez que se detuvo al lado de su amigo y éste
volvió su rostro lentamente hacia ella y le sonrió entre lágrimas.

—Mi padre me dijo que estaba muy orgulloso de mí… —las lágrimas
comenzaron a rodar por sus mejillas—, y también me dijo que sin duda voy
a decepcionarlo nuevamente como siempre termino haciéndolo… Dime, ¿por
qué nunca puedo hacer que él se sienta realmente orgulloso de mí? ¿Qué
tengo de malo? ¿Por qué soy tan inútil?

Con los ojos llenos de lágrimas y su corazón adolorido por el
sufrimiento de su amigo, Isabel colocó suavemente la mano en su hombro.

—No, James, tú no eres ningún inútil ni tampoco tienes nada de malo…

—¿¡Y tú qué sabes!? —fue la angustiada réplica de su enojado amigo
mientras se desembarazaba bruscamente de su mano—. ¡Si aquel estúpido
pirata no me hubiera salvado de morir ahogado hace 10 años, yo no
estuviera padeciendo ahora el frío desdén de mi padre! ¡Todo esto es por
culpa de los piratas! ¡Los odio!

Y sin decir nada más y sin permitirle que ella le dijera alguna otra
palabra de consuelo, el jovencito se alejó corriendo con todas sus
fuerzas rumbo a la Academia, dejando a Isabel bastante perpleja y
angustiada, pues él nunca le había comentado los problemas que tenía con
su padre.

—No te preocupes, amigo —murmuró mientras cerraba sus pequeños puños con
fuerza y de sus ojos brotaban lágrimas de compasión—. Yo me encargaré de
que tu padre y todo el mundo te admiren. Te lo prometo.

Ya rememorado aquel recuerdo que había dejado sumergido en el oscuro
abismo del olvido, con el corazón acongojado por la culpa de haber roto
su promesa y lastimado a James diciéndole cuán inútil y perdedor era
hacía tan sólo media hora antes, Isabel, con su mente más allá del
presente, bajó la espada ante la sorpresa de su amigo, Annete y Jacky,
quien esta última decidió que aquel momento era el indicado para huir de
allí y sin decir una sola palabra, se dirigió hacia la puerta junto a su
amenazado prisionero y salieron de la taberna ante la sorpresa de Billy,
quien recién había llegado a ese lugar junto a Alwine y Elena.

El impacto de ver a su querida pirata amenazando a su tutor, pasó los
suficientemente rápido como para que al pequeño italianito se le
ocurriera la idea de seguirlos a escondidas para poder averiguar lo que
estaba ocurriendo entre ellos dos.

—¡Oye! ¿A dónde vas? ¿Y la comida que nos prometiste? —le exigió Elena
al ver que el chico se marchaba corriendo de allí—. ¡Hiciste que te
tomara de la mano, maldito renacuajo sordo! ¡Me las pagarás cuando de
atrape!

—¡Shiit! ¡Cállate! —le pidió Alwine tomándola de la mano y llevándose el
dedo índice a la boca—. Creo que algo está pasando… ¿Por qué no los
seguimos?

—¿Para meternos en más problemas? ¡Ni loca! ¡Jamás, pequeña sabandija!
—se negó cruzándose de brazos.

—Bueno, como tú quieras —le replicó la aludida dirigiéndole una mirada
reprobadora para luego salir corriendo detrás de su amigo, dejando a
Elena únicamente acompañada por su perro llamado Pirata.

—Bien, vete si quieres. Yo estoy mejor sin ti y sin ese apestoso chico
del diablo, ¿verdad, Pirata? —miró al perro—. Tú y yo nos bastamos y
sobramos, ¿no?

Pero cuando apenas terminó de decir esto, el can la miró y luego de
expresar su opinión con un pequeño ladrido, salió disparado detrás de
los chicos, dejando a su dueña completamente sola, quien no tuvo otro
remedio que seguirlos luego de haber proferido una horrenda palabrota en
su contra.

Y mientras la capitana Sparrow y James Norrington se alejaban de allí
seguidos por Billy, sus amigas y el perro, Isabel por fin volvió en sí y
se dio cuenta de lo que había hecho.

—¡Maldición! —dijo—. ¡Esa maldita se me ha escapado por culpa de mis
estúpidos sentimientos! —Miró hacia el frente, sus ojos azules brillaron
con la intensidad de la ira—. ¡Ah! ¡Pero no le permitiré salirse con la
suya otra vez! ¡Vengaré a mis padres aunque tenga que sacrificar a James
para lograrlo!

Ya tomada aquella decisión, Isabel salió corriendo de la taberna en
busca de su enemigo ante la preocupación de Annte.


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