Fanfic Piratas del Caribe -El Libro del Destino- *Capítulo 8: ¿Quién se Esconde Detrás de esa Máscara?*

                                              Resumen de la historia: El capitán Jack Sparrow comete el gran error de ponerse un anillo maldito que lo transformará en mujer y le traerá un sin fin de problemas tanto a él como a quienes lo rodean, amigos y enemigos. Una elección que cambiará la vida y los destinos de todos, en especial del Comodoro James Norrington y el mismo Jack. Esta historia está ambientada después de la primera película y desarrollada durante la segunda y tercera película. Una historia larguísima pero muy entretenida, con drama, humor, acción y romance. ¡Que la disfruten!



*PIRATAS DEL CARIBE: EL LIBRO DEL DESTINO*

SEGUNDA PARTE: NO TODO LO QUE SE PLANEA SALE BIEN

¡Jack y Jacky se separaron! ¡ahora son 2! ¡Un hombre y una mujer! ¡Doble problemas para todos! ¿Lograrán cambiar sus destinos y el de los demás? Continuaciòn de La Maldición del Anillo de la Calavera. James y Jacky pasan su primera noche juntos...¿pero será la última?

Género: drama, amistad, acción, suspenso, humor, romance, violencia, aventura, fantasía, erotismo
Pareja: Jacky Sparrow/James Norrington. Elizabeth Swan/Will Turner
Personajes: Jack Sparrow/Jacky Sparrow, James Norringon, Elizabeth Swan, Will Turner, Hector Barbossa ¡y muchos más!
Calificación: para mayores de 18 años
Cantidad de palabras: variable
Duración: 67 capítulos la primera parte, 57 la segunda parte y 51 la última parte.
Estado: finalizado
Escritora: Gabriella Yu
Mi estilo: estoy influenciada tanto por el anime, los dramas asiáticos y la literatura universal. Me gusta hacer pasar a los personajes por duras pruebas.
Aclaraciones: Esta historia la escribí hace más de 10 años, es muy entretenida, no se arrepentirán de haber perdido el tiempo en leerla. Le tengo mucho cariño porque fue una rara mezcla que logré hacer con el drama, humor y acción. 
IMPORTANTE: contiene escenas subidas de tono XD


*Capítulo 8¿Quién se Esconde Detrás de esa Máscara?*


Mientras Will y Elizabeth seguían atendiendo con esmero a los invitados
y, éstos disfrutaban de la fiesta, permanecían ignorantes ente lo que
sucedía en la sala de estar del gobernador de Port Royal. Un plan
maquiavélico se estaba gestando en su interior y un par de inocentes
estaban cayendo redondos en él.

—Ez un enorme placer conocer al excelente gobernador que prezide éste
lugar tan hermozo y paradizíaco —comenzó a adular "Juan de Los
Gorriones" con la intención de sobornar con cumplidos al padre de
Elizabeth, y lo logró espléndidamente.

—¡Oh no! El gusto es mío, señor…

—Juan de Loz Gorrionez, gobernador Swann —indicó a su "hermana"—. Y ella
ez mi querida hermana, Juana de Loz Gorrionez.

La susodicha ni siquiera se movió cuando el gobernador dirigió su vista
hacia ella, pero un buen puntapié de Jack en su tobillo (que nadie notó
excepto un ligero quejido de la agredida) le hizo acordarse de sus
"modales femeninos".

—Encantad…da de conocerlo, gobernador —se inclinó graciosamente ante él,
entregándole delicadamente la mano para que se la besara.

La pobre Jacky tuvo que disimular la cara de asco cuando Swann le besó
la mano, así que tuvo que cubrirse coquetamente con el abanico.

—Este es el comodoro James Norrington —les dijo mientras se los
presentaba—, es el encargado de la seguridad de Port Royal (cosa que
hace maravillosamente), y mi hombre de mayor confianza.

Con un brillo especial en los ojos, Jack le dio la mano al dubitativo
oficial, quien lo miraba fijamente, receloso, como tratando de descubrir
a la persona que había detrás de todo ese maquillaje. Luego, llegó el
turno de presentarse a Jacky, quien no pudo evitar ponerse nerviosa con
el solo hecho de sentir los labios de su "Norry" sobre la piel de su
mano¡a pesar de que llevaba puesto guantes!

Una vez realizadas las presentaciones pertinentes, a la capitana Jacky
le urgía quedarse a solas con su presa, así que decidió llevárselo de
allí y comenzar a ganar la apuesta.

—¡Oh, bien! —comenzó a decir con coquetería exagerada—Zi vozotroz
penzáiz en hablar de negocioz, coza que me aburre de zobremanera, me
guztaría que ezte apuezto oficial me acompañe al zalón de baile para
prezentarme a vuestra hija y a zu prometido —se volvió hacia el
asombrado James—. Y zi usted quiere, comodoro, me encantaría conocer la
caza y hazta bailar una pieza con uzted.

—¿Conmigo? Pero…

—Nada de "peros", comodoro Norrington —lo interrumpió el gobernador
Swann—. Es su deber acompañar a la dama esta noche hasta que el señor De
Los Gorriones y yo terminemos de hablar de negocios.

—Como usted ordene, Señor —asintió el aludido más por cumplir con su
deber que por propio gusto, aunque no quería admitir que algo, en esa
mujer, le hacía recordar a su amor perdido, Jacky Sparrow.

—¡Oh¡Magnífico! —exclamó felicísima Juana De Los Gorriones batiendo las
palmas y dando saltitos. Entonces, se le acercó a un molesto Jack
Sparrow y le dijo:

—Noz vemoz, hermanito, vos podéiz quedaroz a hacer vueztro aburrido
"negocio" con el gobernador mientraz yo voy a divertirme un poco con el
comodoro… —bajó la voz—. Prepárate a perder la apuesta, "hermanito".

Y bajo la furiosa y preocupada mirada del capitán del /Perla Negra/, la
atolondrada pirata, disfrazada de doncella, se llevó a rastras al pobre
oficial tomándolo de la mano y sacándolo apresuradamente del salón.

El padre de Elizabeth estaba algo sorprendido y escandalizado, miró a su
invitado como pidiendo alguna explicación por la desfachatez de su hermana.

Sonriéndole un tanto nervioso, el aludido comentó:

—Jeh, dizculpe a mi hermana, vueztra excelencia, ella nunca aprendió los
buenoz modalez propioz de una dama de su alcurnia¿sa-zabéis?

Weathervy Swann se preguntó entonces si acaso también Juan De Los
Gorriones no había aprendido esos modales que evidentemente tampoco tenía.

—¡Ejem! —carraspeó—. ¿No le parece si mejor comenzamos a hablar de ese
"negocio redondo" por el que vino aquí?

—Claro, claro. Para ezo he venido… —replicó de mala gana, pues a él
también le hubiera gustado muchísimo ir a divertirse en la fiesta y
tomar hasta el hartazgo.

—Llamaré al sirviente para que nos traiga las bebidas y algo para comer
mientras conversamos… —comenzó a decir el gobernador mientras se sentaba
frente a su escritorio.

—¡Excelente¡Llamadlo¡Llamadlo¿A qué eztá ezperando? —lo apremió mientras
lo obligaba a levantarse y a empujarlo hacia el pasillo para luego tomar
asiento de forma muy poco decorosa con el ánimo renovado después de
escuchar que le traerían bebida y comida gratis. ¡Ya se encargaría de su
"hermanita" más adelante!

-----------------------------------------------------------

Mientras tanto, en uno de los balcones de la mansión Swann, el ama de
llaves de la familia Norrington, Annete Foubert, se encontraba afirmada
a la barandilla. Miraba hacia la hermosa luna perfectamente circular y
plateada que se hallaba suspendida en el centro del oscuro cielo
abovedado lleno de estrellas titilantes. Una profunda expresión
meditabunda en rostro demostraba que algo la preocupaba muchísimo.

El único tema que acaparaba todos sus pensamientos era, sin lugar a
dudas, el del doctor Christian Jacobson. ¿Por qué él se empeñaba tanto
en demostrarle que la amaba? Estaba segura de que así era en realidad,
pero ella jamás había tenido un novio en su vida porque nunca había
estado interesada en nadie. Pero ahora… Ahora no sabía qué pensar, todos
aquellos sentimientos extraños eran nuevos para ella, jamás los había
experimentado. ¿Qué era amar a un hombre¿Cómo se sentía besarlo? Ahora
que lo pensaba mejor¡era ridículo que una mujer de su edad nunca hubiera
besado a alguien¿Tenía miedo?, sí; ¿Estaba confundida?, sí; ¿Estaba
enamorada?, definitivamente, sí, y era eso lo que la aterrorizaba y la
confundía al mismo tiempo.

El ama de llaves emitió una pequeña risita de autocompasión. Era
gracioso, pensaba. Ella, Annete Foubert, quien jamás se había sentido
confundida en su vida, ahora un simple doctor le hacía perder la cabeza.

Se reacomodó sobre la barandilla y llevando la mano hacia su mentón,
nuevamente se quedó pensativa. Se preguntaba si acaso él había notado
que le provocaba ese efecto en ella. Él era un hombre muy inteligente,
tan inteligente como ella¡seguro que ya lo hubiera descubierto! Y aunque
le asustaba tener un compromiso con él, muy en su interior, deseaba
vivir junto con Christian lo que les quedaba de vida y amarlo como nunca
antes lo había hecho.

—La luna está realmente hermosa¿no es así, madame Foubert?

—¡Oh! —exclamó sobresaltada la mujer, dándose de golpe con el doctor a
su lado, apoyado tranquilamente en la baranda. ¡No lo había visto venir!

Pudo reponerse enseguida y, tragando un poco de saliva, trató de
contestar con un tono lo más natural posible:

—Estoy de acuerdo con eso, monsieur Jacobson.

Christian no llevaba la máscara puesta, así que Annete pudo notar en su
rostro sereno, una pequeña sonrisa; no una de burla, sino una muy sincera.

—Annete… —la miró, sus bellos ojos celestes decían más que mil palabras.

"¡Oh, Dios mío! —Pensó aterrada mientras su corazón comenzaba a latir a
toda velocidad—. ¡Oh, Dios mío¡Va ha decírmelo!"

—Mi querida Annete¿por qué salió usted disparada del salón¿Acaso ya no
soporta mi presencia? … —su tono se volvió triste—. Si lo desea, puedo
desaparecer de su vida con tan solo una orden suya…

—¡Oh, no, no¡Jamás le pediría algo así!

La francesa se mordió los labios de inmediato, refrenando su impulso de
abrazarlo y lamentándose por haber sido tan franca. Nerviosa, comenzó a
retorcerse las manos y a mirar hacia el piso. El doctor, pudiendo por
fin comprender los sentimientos y pensamientos de Annete, la tomó
suavemente de las manos a la vez que él también bajaba la mirada. Sintió
cómo las manos de ella comenzaban a temblar bajo su tacto.

—Mi querida Annete… —repitió dulcemente—¿entonces usted me ama¿Me ama de
verdad?

Ella no respondió, ni siquiera se atrevía a alzar la cabeza, estaba roja
como un tomate. Pero en cuanto pudo dominar sus alborotados
sentimientos, se decidió a no hacérselo tan fácil, aún amaba mucho su
libertad como para dejarla ir.

Alzó la cabeza y lo miró firmemente a los ojos, desembarazándose
bruscamente de sus manos.

—No sé si lo amo, no sé tampoco si usted me agrada realmente, monsieur
Jacobson.

—¡Pero, mi querida Annete¡Es tan evidente! Dígame¿a qué le tiene miedo?

—¿Miedo…? —la pregunta la pilló desprevenida, era como si él le leyera
la mente tanto como ella a la de él—… Yo, yo no tengo miedo.

—Por favor, Annete¿por qué no es más sincera con sus propios sentimientos?

—¡Jah! —exclamó con sarcasmo mientras le daba la espalda—¿Qué sabe usted
de mis sentimientos¡Si apenas acabamos de conocernos hace tan solo unos
días!

El doctor estaba un poco desconcertado, pero como sentía que ella
también lo amaba, no quiso darse por vencido.

—Annete… —comenzó a hablar dulcemente mientras se acercaba a ella y le
colocaba las manos sobre sus delgados hombros—¿acaso no se ha dado
cuenta que tan solo en unos pocos días hemos llegado a conocernos tan
bien como si nos hubiéramos conocido durante toda la vida?

Ella lo miró de soslayo, sabía que él tenía toda la razón, pues ella
también se había percatado de ello.

—Es por eso que no quiero tener nada con usted, monsieur —fue la dura
respuesta de la mujer.

Impactado, Christian bajó los brazos, aquellas palabras se habían
clavado como agujas en su apacible y bondadoso corazón.

Annete siguió de espaldas a él, no tenía el valor suficiente como para
mirarlo a la cara.

—Soy una mala persona, alguien que no tiene corazón. Es por eso que
decidí vivir mi vida sola y jactarme de mi independencia, monsieur
Jacobson, hago lo que quiero cuando quiero… —suspiró tristemente—Alguien
tan bueno como usted no merece a alguien como yo.

—Pero, madame, eso es mentira, en todos nosotros siempre hay algo de
bondad en nuestro corazón…

Annete rió con ganas.

—¡Qué inocente es usted, monsieur¿Aún con toda la maldad que hay en este
mundo usted cree en esa utopía?

—Con toda firmeza, Madame. Y también creo en usted sin lugar a dudas.

Ella calló¿cómo podía negarse a amar a un hombre tan maravilloso¡Si tan
solo tuviera el valor de admitir que lo amaba¡Oh¡Tonto orgullo!

—Márchese, monsieur Christian Jacobson, le sugiero que no pierda su
valioso tiempo conmigo.

—No considero que estoy perdiendo mi tiempo con usted, Annete —replicó
enseguida—. Me marcharé porque es su deseo, pero la estaré esperando en
la playa si cambia de opinión.

Luego de mirarla quedamente por unos instantes, el doctor se dirigió
hacia la puerta para marcharse, pero antes de que lo hiciera, decidió
decirle lo último que le quedaba por decir, algo que quizás ablandaría
el corazón de la francesa.

Se dio vuelta para mirarla.

—¿Acaso tiene tanto miedo de amar, Annete¡Tan solo déme una oportunidad
para demostrarle el inmenso amor que siento por usted¡De demostrarle que
usted puede amarme sin ningún temor a lastimarme! … Piénselo bien, por
favor.

Dicho esto, se dispuso a cruzar el umbral de la puerta, pero antes de
que lo hiciera, escuchó a Foubert decir:

—Espéreme en la playa, Christian, le daré mi respuesta en cuanto decida
qué hacer con mi vida.

El doctor Jacobson no tenía idea de lo mucho que le había costado decir
eso a Annete, pero, sin que esta lo viera, ya que seguía vuelta de
espaldas, su rostro se iluminó de alegría.

—La estaré esperando, Annete, siempre la estaré esperando.

En cuanto Christian Jacobson desapareció del balcón, Annete no pudo
reprimir un terrible sentimiento de soledad en su alma; todo el brillo
de la alegría y la esperanza que había iluminado aquel lugar, se había
marchado junto con la presencia de aquel hombre tan bondadoso. ¿Cómo
había podido negarse a su pedido de amor¿Cómo podría vivir sin él lo que
le quedaba de vida¿Vivir sola y amargada por culpa de su orgullo y ciega
independencia¡Tonta¡Más que tonta! Pero…, tenía tanto miedo de amar,
tanta vergüenza de tener que admitir a los demás que bajaba la cabeza
para casarse ¿después de haber hablado tan mal del matrimonio¡Tenía
tanto miedo de herir a ese hombre tan maravilloso! Pero…,¡lo amaba tanto!

—¿Qué es lo que voy a hacer? —se preguntó muy afligida mientras se
reafirmaba a la balaustrada del balcón y se tomaba la cabeza con ambas
manos. ¡Debía tomar una decisión y hacérsela saber a Christian cuanto
antes! Pero estaba muy confundida, muy confundida¿sería capaz de darse
una oportunidad de amar?

------------------------------------------------

A todo eso, la revoltosa pirata, quien estaba vestida como una doncella
española, había llevado al comodoro Norrington hasta el salón de baile
con pasmosa velocidad y no le soltó de la mano hasta que llegaron. La
música y el ambiente alegre del entorno, pusieron a nuestra protagonista
muy contenta y dicharachera.

—¡Me encantan laz fieztaz! —dijo mientras miraba ilusionada a su alrededor.

James, un tanto nervioso por la presencia de aquella mujer tan extraña y
extravagante, (pero atrayente), decidió que al mal paso darle prisa.

—¿Quiere bailar?

A Jacky se le borró la sonrisa en el rostro y miró aterrorizada la mano
que él le tendía. ¡No lo podía creer¡Allí estaba el tonto de Norry
pidiéndole que bailara con él¿Pero qué se había creído¡El capitán Jack
Sparrow jamás bailaba con otro hombre…! Pero por otro lado…, tenía que
ganar la apuesta como sea, costara lo que le costara, lograría hacerse
con el /Perla Negra/, así tuviera que bailar con el mismísimo Lucifer…
Pero Norrington no era Lucifer, era /su/ Norry¡y se lo veía tan apuesto
con ese traje oficial de ceremonia!

La capitana sacudió la cabeza como tantas veces hacía cuando se le
cruzaba un pensamiento similar¿cómo se le ocurría pensar en que el
comodoro Norrington se veía apuesto¡Jack Sparrow era un hombre, por el
amor de Dios¡No podía gustarle otro hombre!

"Esto lo hago por el /Perla Negra/" —se mintió a sí misma/o.

—¡Claro que quiero bailar! —aceptó efusivamente haciendo una típica
inclinación femenina para darle las gracias. (Jacky odiaba esos modales,
pero… ).

Entonces, ambos se dirigieron hacia el centro del salón en donde estaban
bailando otras parejas y se unieron a ellas.

En ese momento, los músicos estaban tocando una hermosa pieza de
/Vivaldi/ llamada "/Las Cuatro Estaciones"./

Todas las parejas se pararon en dos filas enfrentadas, una de mujeres y
otras de hombres, a una distancia de 1 metro más o menos, entonces
comenzaron a danzar al compás de la música luego del saludo inicial con
una elegante inclinación. Con las manos hacia atrás, todos dieron un
paso adelante y luego otro más, quedando frente a frente con su pareja a
sólo unos pocos centímetros de distancia, luego, se hicieron a un lado y
dando un par de pasos más, se situaron en el sitio que había ocupado
antes su compañero de baile. Entonces, todos los danzantes se cruzaron
con el compañero de al lado y, dando un paso hacia delante, las parejas
se tomaron de la mano a la altura de sus rostros y con una mano hacia
atrás, mirándose a la cara, giraron graciosamente hasta tomar sus
antiguos lugares.

Y la armoniosa danza siguió con los mismos pasos repitiéndose una y otra
vez, siendo muy divertida para todos quienes la disfrutaban muchísimo.
Pero la que más se divirtió con el baile, fue la capitana del Perla
Negra, quien no perdía ocasión de acosar al pobre comodoro cada vez que
se cruzaban, ya que, aprovechando su proximidad, le rozaba suavemente el
rostro con la mano, poniéndolo muy nervioso. Pero justo cuando éste
estaba por protestar por la actitud tan descarada de la mujer, ésta se
quedó plantada en un solo lugar dejando de bailar y quedándose muy
quieta mirando con los ojos desmesuradamente abiertos más allá de James.
Asustado, Norrington quiso saber lo que le pasaba.

—¿Le ha ocurrido algo, señorita¿Se encuentra usted bien?

Pero en cuanto se acercó a ella, ésta reaccionó de repente y lo tomó
fuertemente del brazo y se lo llevó a rastras detrás de ella.

—¡No me dijizteiz que eztábamos en el paraízo!—exclamó muy excitada
Juana De Los Gorriones.

El pobre oficial no podía entender muy bien a lo que ella se refería,
pero en cuanto llegaron a la mesa de bebidas, comprendió a que se
refería a eso, pues la invitada española comenzó a beberse, con radiante
felicidad, cada copa que se le cruzaba en frente. Con cara de pocos
amigos, James se cruzó de brazos y esperó estoicamente a que la mujer
terminara de emborracharse. Pero grande fue su sorpresa al notar la
increíble capacidad para soportar la bebida que tenía Juana, pues seguía
tan lúcida como si estuviera tomando agua.

Jacky Sparrow, muy animada por la bebida, de tanto en tanto miraba se
soslayo a su compañero, notándolo cada vez más guapo. ¡Tenía unas ganas
tremendas de fastidiarlo¿Y quién iba a detenerla? Pues, nadie.

Poco a poco la desenfrenada pirata comenzó a acercarse furtivamente al
desprevenido oficial de la marina, quien estaba de espaldas a la mesa
mirando muy entretenido cómo bailaban a las parejas, sin pensar siquiera
en las malas intenciones de su inoportuna pareja. Una vez que estuvo lo
suficientemente cerca de él, miró directamente hacia su "retaguardia" y
pensó que sería muy divertido pellizcársela para ver cómo reaccionaba.
Entonces, ya pensada la maldad, Jacky comenzó a bajar lentamente su mano
hacia su objetivo, mirando de refilón a su victima, quien seguía
inocentemente entretenido con lo que veía frente suyo. Pero, cuanto ya
estaba a punto de lograr su cometido, un saludo inesperado la
sobresaltó, tanto a ella como a Norrington.

—¡James! Veo que estás acompañado¿podrías presentármela? —pidió una
sonriente Elizabeth, quien se había acercado hasta allí con el joven
Will Turner.

—Con gusto —asintió el aludido—. La señorita viene de España y se llama
Juana De Los Gorriones.

—¿De España? —replicó Will un tanto inquieto, pues sabía muy bien que
los españoles eran enemigos jurados de los ingleses.

—¿De Los Gorriones? —replicó también la muchacha mientras observaba
detenidamente a la sonriente mujer haciéndole una venia.

—Sí. De Los Gorriones… —repitió Norrington a la vez que también miraba
significativamente a la portadora de dicho apellido.

Tanto James como Elizabeth tenían alguna noción del idioma español y,
ambos sabían que "Gorrión" en Inglés, se decía "Sparrow".

—Está demasiando pintada¿no crees? —le murmuró Elizabeth a su prometido.

—Sí, es como si estuviera tratando de ocultar algo —le respondió Will
por lo bajo, sin que ambos dejaran de observarla detenidamente.

Sintiéndose muy incomodada por la manera en que los tres la miraban,
Jacky no pudo evitar ponerse nerviosa y algo molesta, así que decidió
ponerse a la defensiva y hacerle pasar un mal rato a los dos.

—¿Uzted ez la señorita Elizabeth Zwann, hija del gobernador Weathervy
Zwann, verdad?

—Así es. ¿Cómo lo sabe?

—¡Oh! Me di cuenta porque vozotroz tenéiz la mizma inteligencia.

—¿Eh? —exclamó sorprendida.

Tanto Will como James estaban sorprendidos, no sabían si tomar eso como
un halago o una afrenta. Pero la hija del gobernador supo muy bien lo
que era y procedió a devolver el ataque, pero Jacky fue más rápida que ella.

—Y zupongo que él ez vueztro prometido… —Sparrow se le aproximó diciendo
todo eso con una malintencionada sonrisa sarcástica y con sus manos
típicamente alzadas a los lados.

—Sí, pero… —Elizabeth no pudo terminar de hablar, pues se escandalizó al
ver cómo la maleducada española se colgaba del cuello de su avergonzado
y sorprendido novio

—¿Eztáiz zeguro de que ella te zerá fiel, muchacho? —Jacky le dijo al
pobre de Will mientras le acariciaba la cabeza—. En nueztro encuentro
anterior os dije que ella oz rompería vueztro corazón.

—¡¿QUÉ DIJISTE?! —exclamó la joven Swann muy alborotada, mirando a la
española y a Will alternadamente, deseando asesinar a una y ahorcar al
otro. Furiosa, apartó a la atrevida mujer de su prometido y exigió una
explicación creíble a todo eso. Las personas que estaban cerca de allí
y, que pudieron escuchar la alterada exclamación de Elizabeth,
comenzaron a observar la escena con mucho interés. Gratamente
sorprendido y mientras tomaba otra copita de whisky, el comodoro
Norrington se dedicó a mirarlos alternadamente a medida que iban hablando.

—¡P-pero, Elizabeth¡No tengo la menor idea de lo que está hablando esa
mujer! —se defendió el pobre muchacho—. ¡Ni siquiera la conozco!

—¡No me mientas¡Eres un mentiroso¿Cuándo fue que la conociste?

—¡Recién la conocí aquí!

Jacky, divertida con la situación, no pudo evitar echarle mas sal a la
llaga.

—¡Oh¡Qué mentirozo erez! —exclamó sollozante—. ¡Me haz roto el corazón¡Y
penzar que yo vine a evitar ezte compromizo porque tú me habíaz
propuezto matrimonio¡Buuuaaaaaaah! —comenzó a derramar lagrimas de
cocodrilo mientras se cubría el rostro con ambas manos.

—¡¿Lo escuchaste¡Le prometiste casarte con ella también! —lo acusó
Elizabeth completamente histérica.

—¡¡Pero es mentira¡¡Jamás la vi en mi vida¡¡Te lo juro!! —exclamó el
pobre muchacho que ya estaba a punto de crisparle los nervios.

—¡¡Tú eres el mentiroso, William Turner¡Te advierto que esto no va a
quedar así¡Me has insultado a mi y a mi familia!

—¡Oh¡Ezperáiz! —la interrumpió la española interponiéndose entre los novios.

—¿Acabáiz de decir que vueztro nombre ez William Turner? —inquirió
acercándose exageradamente a la pobre chica, quien podía sentir un
extraño aliento a ron de su boca.

—S-sí… ¿Por qué me lo pregunta?

—¡Oh¡Perdonad, queridoz míoz¡Me equivoqué¡Qué vergüenza! —exclamó
mientras ponía cara de palomita inocente y se llevaba ambas manos a las
mejillas.

—¿¡Cómo!? —dijeron al unísono los sorprendidos Will y Elizabeth.

Entonces, Jacky se dirigió inmediatamente hacia el consternado muchacho
y le sacó el antifaz para examinarlo mejor. Se le acercó tanto que el
joven herrero pudo oler algo de ron en ella e hizo una mueca de disgusto.

Luego de observarlo detenidamente por unos momentos, la mujer española
torció el gesto haciendo una negativa con la cabeza.

—No, me equivoqué. Voz no zoiz Zancho, mi ex prometido. Él era mucho máz
apuezto que voz y no tenía cara de eunuco…—se apartó del extrañado
muchacho y los miró a los dos sin un rastro de arrepentimiento en su
embadurnado rostro enmascarado—. Ziento muchízimo haberlez hecho pazar
ezte momento terrible. Con zu permizo, me marcho.

Ya se había dado media vuelta para retirarse, pero, de pronto, se quedó
quieta por unos segundos como si acababa de recordar de algo importante.
Volvió a darse media vuelta y les dijo:

—¡Ah! Me olvidaba. Felicidadez por vueztro compromizo.

Y entonces, Jacky se marchó con una malvada sonrisa en el rostro
llevándose consigo al comodoro Norrington tironeándolo del brazo bajo la
mirada consternada y confundida de los dos jóvenes novios. Ninguno de
los presentes había entendido con claridad lo que había acabado de suceder.

—Creo que nos tomó el pelo, Elizabeth… —pudo decir el muchacho.

—Creo que sí… —respondió la chica algo pensativa.

—¿No crees que su "español" es algo rebuscado?

La joven Swann asintió lentamente.

—Y también su apellido se me hace algo extraño, como si sugiriera algo.

Tanto Will como ella creyeron reconocer a alguien muy conocido bajo esa
fachada de mujer española, pero eso sería demasiado improbable

--------------------------------------------------------

Mientras tanto, en la playa, bajo la pálida luz de la luna, el doctor
Christian Jacobson caminaba lentamente con las manos hacia atrás,
mirando tranquilamente hacia las hermosas estrellas que resplandecían en
el oscuro cielo.

Era paciente, y esperaría la llegada de Annete con toda calma para
escuchar su respuesta, fuera la que fuera, él estaba preparado para
escucharla y aceptarla con su acostumbrada estoicidad. Claro que le
gustaría escucharle decir que lo amaba y que deseaba casarse con él,
pero, aquello iba a ser un tanto difícil, ya que había visto el miedo y
la confusión en el corazón de Annete. Quedaba en ella aclarar sus
sentimientos de una vez y llegar a una conclusión.

¡Como le gustaría que ella lo aceptara¡Como deseaba poder amarla¡Como
quería poder hacerla feliz¡Oh, Annete¿Por qué no era capaz de permitirse
ser realmente feliz?

Christian se detuvo y miró hacia el lejano horizonte del mar. ¡Todo
aquel lugar era tan hermoso y paradisíaco¡Era especial para declararse
mutuo amor eterno!

Suspiró, soñando una vida tranquila y feliz viajando por todo el mundo
junto a su querida Annete y pasando sus últimos días juntos en una
hermosa casita de campo en las afueras de Paris o Londres… ¡Estaba
seguro de que por fin había hallado a la compañera ideal después de
tanto tiempo desde la muerte de Marie!

Suspiró de nuevo acariciando aquel deseo tan anhelado, pero entonces,
algo lo sacó de su ensimismamiento y lo volvió a la realidad.

Christian había distinguido a una mujer envuelta en un hermoso vestido
celeste que venía caminando a lo largo de la playa.

A medida que ella se iba acercando a él, el doctor pudo notar que era
una mujer hermosa, casi etérea, angelical; su largo cabello rubio y
ondulado parecía flotar al igual que su vestido casi de princesa. Su
rostro era terso y hermoso, sus facciones eran perfectas, su piel era de
un suave color rosa pálido. Llevaba un abanico de plumas de color
blanco, guantes del mismo color, aros de pluma blanca, un escote
pronunciado que mostraba sus sensuales pechos, un traje celeste bien
ceñido a su cuerpo esbelto y también llevaba en la mano un antifaz
blanco perlado.

Aquella mujer era nada más ni nada menos que era la verdadera apariencia
del almirante George Jacobson: Isabel Jacobson.

—¿Isabel? —preguntó un tanto ofuscado si tío en cuanto la tuvo lo
suficientemente cerca.

La hermosa mujer se detuvo frente a él y sonrió.

—Sí, tío, soy yo.

—¡Oh¡Esto es… maravilloso! —exclamó lleno de felicidad mientras extendía
sus brazos y comenzaba a rodear a su sobrina para poder admirarla
mejor—. ¡Estás preciosa¡Pareces una princesa! No¡un ángel!

La joven mujer se ruborizó, era la primera vez que escuchaba que su tío
le decía cosas tan bonitas.

—Muchas gracias, tío. No quise decirte nada sobre esto porque quería
darte una sorpresa.

—¡Y me la diste, querida! —la miró lleno de orgullo—. ¡Es magnífico
escuchar tu verdadera voz¡Es igual a la de tu madre, querida mía! Pero
dime… —se puso serio—. ¿A qué se debe este cambio¿Acaso piensas ir a la
fiesta vestida así?

Isabel no dijo nada de inmediato, pero su tío puedo adivinar con certeza
sus verdaderas intenciones al mirar directamente a los hermosos ojos
azules de su sobrina.

—No lo hagas… —suplicó.

Pero ante ese pedido tan sincero, la expresión bondadosa y angelical de
la muchacha se transformó en una de fuerte determinación y fiera terquedad.

—No me pidas eso, tío, que estoy decidida a hacerlo.

—¡Pero vas ha destruir la amistad que tienes con James! —la tomó de
ambos brazos, desesperado—. ¡No te arriesgues así, por favor!

—¡¡No!! —se sacudió bruscamente, desembarazándose de las manos de su
tío—. ¡Estás muy equivocado, tío¡James va a ver en mí a la verdadera
Isabel y va a pedirme en matrimonio en cuanto se de cuenta que me ama¡De
eso estoy segura!

Christian comenzó a desesperarse cada vez más, no sabía como hacer para
que su sobrina entrara en razón.

—No será así, mi querida Isabel, él te ve a ti como a su mejor amigo, no
como a una posible esposa. Además… —dudó en decirlo—, tú bien sabes que
él aún sigue enamorado de aquella pirata, de Jacky Sparrow...

Aquel nombre apenas pronunciado con la intención más franca, provocó en
Isabel una furia irracional incontenible y, sin que el doctor Jacobson
se lo esperara, ella lo tomó del brazo y lo empujó con fuerza hacia el
suelo arenoso. Christian cayó de bruces al suelo y, tirado en la arena,
miraba hacia el suelo arenoso con los ojos completamente abiertos, aún
sin poder creer lo que había acabado de suceder.

—Jamás vuelvas a pronunciar ese asqueroso nombre en mi presencia, jamás
—Ella pronunció aquellas palabras con una frialdad terrible, sus ojos
centellaban por la rabia que sentía en su interior.

Se dio media vuelta para marcharse, pero su tío, testarudo como ella, no
iba a permitir que se fuera a aquel desafortunado baile para echar a
perder toda su vida y la de su amigo.

Sin levantarse del suelo, la tomó de la falda con ambas manos, deteniéndola.

—¡Isabel¡Por favor¡No lo hagas! —le rogó—. ¡Escúchame¡Vas a arrepentirte!

—¡¡Ya basta!! —Iracunda, ella sacudió la pierna tan fuerte, que volvió a
lanzarlo contra la arena—. ¡Ni aunque me lo pidas de rodillas lograrás
detenerme¡Yo ya soy una adulta y sé muy bien lo que hago!

El doctor Jacobson quiso protestar, pero al leer una terrible mirada de
advertencia en los ojos de su sobrina, se abstuvo de hacerlo.

—No te entrometas, tío —amenazó con voz sibilante—, o nunca más volverás
a estar a mi lado.

Y sin decir nada más, se fue rumbo a la mansión del gobernador Swann,
dejando a su tío sentado sobre las arenas de la playa, cabizbajo y con
los hombros caídos.

Entonces, Christian Jacobson alzó su triste mirada hacia el cielo y, con
el corazón roto, murmuró quedamente mientras las lágrimas comenzaban a
recorrer su rostro:

—El destino está comenzando a delinearse fatalmente para ti, mi querida
Isabel. ¿Por qué siento que ya nunca más volveré a verte como eras antes?

------------------------------------------------------------------

El baile ofrecido por la hija del gobernador, Elizabeth Swann, estaba
llegando a su clímax, muy pronto anunciarían el compromiso y la fecha en
el que se realizaría el compromiso de su hija. Pero hasta que eso se
diera, Jacky Sparrow seguía entreteniéndose con su presa, el pobre
comodoro James Norrington, quien ya estaba al borde de la embriaguez a
causa de su nueva afición a la bebida alcohólica.

Jacky lo miraba de soslayo, muy intrigada por aquella actitud tan
inusitada en él. ¡Se moría de ganas por saber el porqué!, pero sería el
propio comodoro quien le diría la razón, una razón que la sorprendería y
la llenaría de disimulada felicidad.

—Usted les ha jugado una broma muy pesada a esos dos, señora —dijo James
al fin mientras se servía otra copita de Gin—. ¿Por qué lo hizo?

La falsa española se alzó de hombros con indiferencia.

—La pequeña ze cree la gran coza, zupongo que por ezo lo hice…

Norrington se rió de buena gana y murmuró:

—A veces, cuando la miro a usted caminar, actuar y hasta hablar…
—dirigió su vista hacia la capitana, quien lo escuchaba con mucha
atención—, veo en usted a la mujer que más he amado en toda mi vida.

—¿Y-y cómo se llamaba esa mujer? —apenas pudo formular la pregunta de lo
sorprendida que había quedado.

—Jacky Sparrow —fue la esperada pero asombrosa respuesta—. ¿Es un nombre
muy extraño, verdad?

Jacky no contestó, pero pudo evitar ponerse colorada por la ansiedad que
sentía y se volvió hacia la mesa de bebidas para tomar una copa de ron.

—¿Y qué fue de eza mujer? —preguntó sin atreverse a mirarlo.

James suspiró y miró tristemente la copa que tenía en sus manos para
luego beber su contenido.

—Desapareció —dijo—, y nunca más volví a saber de ella.

—¿La extraña? —se dio media vuelta para mirarlo muy interesada.

El comodoro Norrington se quedó unos momentos mirándola con fijeza, como
si realmente le estuviera hablando a la mujer que tanto extrañaba. La
capitana del /Perla Negra/ no pudo evitar pensar que él ya la había
descubierto.

—La extraño cada segundo de mi vida… —se acercó lentamente.

—¿Y-y qué le diría si la tuviera en frente? —Jacky sintió que el corazón
comenzaba a latirle con tanta fuerza que hasta parecía querer salírsele
del pecho.

—… Le diría que, sin ella, mi vida no tiene ningún sentido. Que me hace
mucha falta su alegre e impetuosa presencia para sentirme vivo una vez
más… —se acercó otro poco más—… ¡Y le juraría amarla profundamente
durante toda la eternidad!

Y sin que Jacky pudiera evitarlo, James la tomó de los hombros y la miró
con los ojos arrasados en lágrimas.

—Jacky… —su voz sonaba estrangulada por el dolor y la esperanza—¿eres
tú¿Eres tú en verdad?

Con lo ojos enormemente abiertos, nuestra protagonista se quedó
completamente petrificada por la sorpresa de haber sido descubierta.


También te podría interesar...

ÚLTIMAS ENTRADAS PUBLICADAS

Comentarios

X Queridos visitantes: Únanse a las redes sociales del blog para estar en contacto si algún día es eliminado de nuevo.