Fanfic Piratas del Caribe -El Libro del Destino- *Capítulo 15: La Futura Señora Norrington*

                                                     Resumen de la historia: El capitán Jack Sparrow comete el gran error de ponerse un anillo maldito que lo transformará en mujer y le traerá un sin fin de problemas tanto a él como a quienes lo rodean, amigos y enemigos. Una elección que cambiará la vida y los destinos de todos, en especial del Comodoro James Norrington y el mismo Jack. Esta historia está ambientada después de la primera película y desarrollada durante la segunda y tercera película. Una historia larguísima pero muy entretenida, con drama, humor, acción y romance. ¡Que la disfruten!



*PIRATAS DEL CARIBE: EL LIBRO DEL DESTINO*

TERCERA PARTE: JACKY Y NORRY, UNA PAREJA DISPAREJA

¡Jack y Jacky se separaron! ¡ahora son 2! ¡Un hombre y una mujer! ¡Doble problemas para todos! ¿Lograrán cambiar sus destinos y el de los demás? Continuaciòn de La Maldición del Anillo de la Calavera. James y Jacky pasan su primera noche juntos...¿pero será la última?

Género: drama, amistad, acción, suspenso, humor, romance, violencia, aventura, fantasía, erotismo
Pareja: Jacky Sparrow/James Norrington. Elizabeth Swan/Will Turner
Personajes: Jack Sparrow/Jacky Sparrow, James Norringon, Elizabeth Swan, Will Turner, Hector Barbossa ¡y muchos más!
Calificación: para mayores de 18 años
Cantidad de palabras: variable
Duración: 67 capítulos la primera parte, 57 la segunda parte y 51 la última parte.
Estado: finalizado
Escritora: Gabriella Yu
Mi estilo: estoy influenciada tanto por el anime, los dramas asiáticos y la literatura universal. Me gusta hacer pasar a los personajes por duras pruebas.
Aclaraciones: Esta historia la escribí hace más de 10 años, es muy entretenida, no se arrepentirán de haber perdido el tiempo en leerla. Le tengo mucho cariño porque fue una rara mezcla que logré hacer con el drama, humor y acción. 
IMPORTANTE: contiene escenas subidas de tono XD

*Capítulo 15: La Futura Señora Norrington*


Will Turner aún se encontraba trabajando en la herrería cuando el viejo
Brown, ebrio como siempre, le informó sobre las "buena nuevas" respecto
a la recién llegada, poniendo al muchacho bastante preocupado.

—¿Está seguro de que su nombre era Katrina Watson? —preguntó por enésima
vez.

—Tan seguro como que mi apellido es Brown… —declaró también por enésima
vez mientras se llevaba la botella de vino al gaznate, que era ahora su
mayor afición luego de haber dejado su herrería a manos del responsable
y hábil joven que había quedado bajo su tutela desde que era un niño
hacía ya ocho años.

Tremendamente preocupado, Will miró a su burro —que estaba parado en un
rincón del taller comiendo heno— y murmuró:

—Eso sí que es extraño. Si realmente esa mujer llegara a ser el capitán
Jack Sparrow, estoy seguro de que pronto tendremos graves problemas…

Como si estuviera en total acuerdo con el muchacho (que por cierto tenía
sus buenas razones), el borrico comenzó a rebuznar y a asentir con su
enorme cabeza mientras el joven Turner recomenzaba su laboriosa tarea de
martillar un fragmento de hierro.

"Mañana mismo iré a preguntarle a Elizabeth si sabe algo acerca de esta
descabellada noticia…" —pensó un poco temeroso, pues la celebración de
su boda estaba cerca y no quería que las cosas salieran mal por culpa de
"cierta" persona indeseable.

Para cuando el gobernador Weathervy Swann llegó a su residencia con
claras intenciones de comunicarle a su hija las buenas nuevas con
respecto a la inminente boda del comodoro Norrington —que ya lo daba por
hecho—, Ealizabeth ya se había enterado por medio de su dama de compañía
de la inesperada e imposible llegada de Katrina Watson, y, como era de
esperarse, su preocupación llegó hasta los límites a sabiendas que, la
dama en cuestión, no podía ser otra más que la desaparecida capitana del
/Perla Negra/, Jacky Sparrow. ¡Nada bueno podría salir de todo eso!

—¡Papá! —exclamó muy preocupada en cuento vio entrar su padre al salón—.
¿Es verdad que Katrina Watson apareció en el fuerte buscando a James?

—¡Vaya! ¡Pero qué rápido vuelan las noticias! —replicó su padre mientras
le entregaba su capa al criado—. Es cierto, mi querida hija, es verdad.

—¡P-pero eso es imposible! —insistió mientras seguía a su padre a través
del salón hacia el comedor—. ¡Se suponía que ella jamás iba a regresar!

Para su sorpresa, su padre se volvió con una expresión que mezclaba
tanto la molestia como la extrañeza.

—¡Elizabeth! ¿Pero qué estás diciendo? ¿Qué tiene de malo que ella haya
regresado? ¿Tanto te molesta que el comodoro Norrington vuelva a
comprometerse? ¡Después de cómo lo has tratado, deberías alegrarte por
su felicidad!

—¿Co-comprometerse otra vez…? —esta vez sí que estaba realmente
sorprendida—. ¡Oh, papá! ¡Te lo ruego! ¡Cuéntame lo que ha sucedido!

Su padre la miró de reojo, y con tono perspicaz, le preguntó:

—… Me imagino que no estarás celosa, ¿verdad, Elizabeth? Si fuera así,
llegaría a pensar que eres una caprichosa…

—¿Celosa de James, yo? ¡Oh, no, papá! ¿Cómo se te ocurre semejante idea?
¡A él lo considero como un gran amigo! ¡Es por eso que me preocupa su
felicidad tanto como a ti!

—Bien, en ese caso, me siento mucho más tranquilo… —se dio media vuelta
y prosiguió con su camino—. La cena ya debe estar lista, cariño, vamos a
sentarnos a la mesa y allí te pondré al tanto de todo lo ocurrido.

Y así, el gobernador Weathervy Swann, luego de que ambos dieran las
gracias por la cena, le contó a su hija Elizabeth sobre la inesperada
llegada de Katrina Watson, su historia respecto a su desaparición, la
pérdida de su padre y de su fortuna, y acerca de la buena nueva sobre el
inminente compromiso del comodoro Norrington con la recién llegada,
dejando al final a su hija mucho más confundida y preocupada que antes.

"¿De dónde habrá salido esa Katrina Watson?" se preguntaba la joven
"Será que Jack volvió a convertirse en una mujer?" "¿Entonces no se
rompió la maldición como todos creíamos?" "¡¿Por qué, si es Jack, quiere
casarse con James?!". Aquella última pregunta era la que más la
mortificaba, las intenciones de Jack siempre habían sido muy oscuras y
egoístas, hasta descabelladas, ¿pero casarse con su peor enemigo? ¡Eso
era increíble! ¡Incluyendo el obvio hecho de que ambos eran hombres!
(Bueno, uno de ellos lo había sido antes). De Jack casi podía admitir
esa posibilidad de semejante idea, pero de James, que lo conocía desde
que era una pequeña, le era totalmente inconcebible.

—Hay muchos que hablan muy mal de Katrina Watson y hasta del comodoro
Norrington —comentó de repente Weathervy, sacando a su hija de sus
pensamientos—, pero con esta maravillosa historia de amor, sacrificio y
perdón, estoy seguro de que todos estarán muy satisfechos y vapuleados
con la noticia.

—¿Y crees, papá, que James y Katrina serán felices con su matrimonio?
¡Son tan diferentes sus temperamentos!

—Eso dependerá de sus deseos de habituarse el uno a la otra, querida. Su
alianza puede resultar beneficiosa para ambos; el carácter despabilado
de la muchacha puede suavizar la seriedad de Norrington y mejorar su
trato; y en cambio la educación, el juicio sereno y el conocimiento que
posee él la beneficiarán a ella. Me encantan la inteligencia y las
opiniones de nuestro querido comodoro, tan sólo le falta un poco de buen
humor, y si tiene la necesaria "prudencia" como para casarse con la
joven Watson, su futura esposa le enseñará a ser tan jovial como ella.

—Con toda sinceridad espero que sea como tú lo dices, papá.

Weathervy se rió de la cara tan seria que tenía su hija al decir aquello.

—¡Hija mía! —exclamó—. ¡Confía en mi juicio! ¡No en vano he vivido todos
estos años! ¡Conozco a las personas mucho mejor que tú! ¡La experiencia
es la mejor concejera en el amor!

Elizabeth esbozó una sonrisa forzada, quería creer en su padre, sabía
que él tenía razón en cierto sentido, pero también sabía que Katrina
Watson no era una persona como las demás, ella no era otra más que el
capitán Jack Sparrow, y, sabiendo esto, restaban muchos puntos al buen
juicio de su padre.

Durante todo el tiempo que duró la cena, Elizabeth no dijo una sola
palabra más, en cambio, su padre hablaba muy tranquilo sobre diversos
temas que nada tenían que ver entre sí, claro está, ocultándole el hecho
de que el doctor Christian Jacobson había sido secuestrado por el
temible pirata Bart "Sangre Negra" Morgan, pues el almirante Jacobson
había prohibido terminantemente que no se divulgara tan terrible noticia
por la población. Debía mantenerse en completo secreto para que la gente
no entrara en pánico al enterarse de que cualquiera podría ser
secuestrado por los piratas en frente de las narices de la Real Armada
Británica de la ciudad.

Mientras trataba de aparentar que escuchaba a su padre, sumida en
profundas cavilaciones, Elizabeth se prometió a sí misma que iría a
hablar con James sobre aquel asunto tan engorroso para poder prevenirlo
lo más pronto posible, y luego, después de contárselo a Will, ambos
desenmascararían a Katrina Watson y averiguarían sobre sus verdaderas
intenciones, claro está, si es que ésta fuera en realidad el capitán
Jack Sparrow, que era lo más seguro.

Más tarde, aquella misma noche, cuando ya se disponía a dormir, la joven
recordó a aquella alocada pareja que se habían presentado a su baile de
máscaras la noche anterior haciéndose pasar como españoles y arruinando
por completo la velada. Preocupada y algo confundida, se durmió con la
vaga e inverosímil idea de que ambos podrían haber sido el mismo capitán
Jack Sparrow.

Luego de haber dado las órdenes necesarias a los hombres que harían la
vigilia en el fuerte y de que la capitana Jacky Sparrow se hubiera
cambiado de ropas, el comodoro james Norrington y ella se dispusieron a
volver a la casa de éste. Viaje que, como el lector podrá ya suponer, no
fue nada tranquilo para el oficial.

Una vez que Jacky entró al carruaje y se sentó en uno de los dos
asientos, James también entró, pero se sentándose en el asiento de
enfrente, quedando los dos mirándose cara a cara. Rápidamente la pirata
se cambió de asiento y se sentó al lado del comodoro, y éste, a su vez,
se levantó inmediatamente y se sentó en el asiento de enfrente.
Sonriente, Jacky volvió a levantarse y se sentó al lado de él, pero él
se volvió a levantar y se sentó otra vez al frente. Así estuvieron por
un buen rato, cambiándose de lugar, hasta que Norrington, cansado y
molesto, la dejó sentarse al lado suyo, así que Jacky, para fastidiarlo,
—cosa que adoraba hacer—, se había sentado muy junto a él, poniéndolo
bastante nervioso.

—Ma-mañana mismo saldré en busca de Jack Sparrow —anunció el nervioso
comodoro luego de varios minutos de estarse en completo silencio.

—¿Cómo? ¿Mañana? —se sorprendió la pirata. No esperaba que James actuara
tan rápido—. ¿Y por qué tan pronto?

Él la miró gravemente, había gran decisión en sus ojos.

—No permitiré que Sparrow siga vivo ni un día más, Jacky, por cada día
que él esté con vida, es un día más de peligro para ti.

Jacky frunció el entrecejo, le parecía inmensamente cursi lo que acababa
de escuchar, pero también la sorprendía la actitud determinante que
había tomado el comodoro por ella. Y, mirando tristemente hacia el piso
del coche, murmuró:

—Entonces, tenemos que aprovechar el poco tiempo que nos queda antes de
que nos separemos…

—¿Cómo dijiste? —inquirió extrañado.

Antes de que James se diera perfecta cuenta a lo que ella se estaba
refiriendo, la pícara y desvergonzada capitana se le lanzó encima para
poder abrazarlo y comenzar a besarlo apasionadamente. Tratando con todas
sus fuerzas de quitársela de encima, Norrington decía:

—¡Jacky! ¡Ya basta! ¿Pero qué pasa contigo? ¡Este no es el momento ni el
lugar para hacer esto!

—Te equivocas —replicó—. Es el momento y lugar exactos para jugar un poco…

Y antes de que el ofuscado comodoro objetara a eso, Jacky comenzó a
hacerle cosquillas por todas partes haciéndolo destornillar de risa por
un buen rato.

Era la primera vez que la pirata lo escuchaba reír se aquella manera y
la atraía irremediablemente. ¡Tenía una risa tan armoniosa con aquella
flemática voz inglesa!

—… ¡¡Y-ya basta….!! ¡¡Y-ya basta, Jacky…, por favor…!! —pedía el
acalorado comodoro.

Cuando Jacky por fin atendió a sus ruegos, lo soltó, dejando al correcto
caballero en un estado realmente lamentable: el tricornio se había caído
de su lugar habitual y la peluca le quedó bastante desalineada al igual
que su uniforme, pero a él se lo veía radiante de felicidad. La pirata
había logrado su cometido: relajarlo.

Sonriente, mientras se acomodaba la despeinada peluca, James le decía
con un tono de alegre reproche:

—Vas a volverme loco con tus impertinencias, ¿lo sabías? ¡Nunca podré
conocerte completamente ni aunque vivamos mil años juntos!

Entonces, Jacky le rodeó el pecho con sus brazos y le dijo mientras
acercaba su rostro al de él:

—Eso será si es que yo me doy a conocer alguna vez, mi querido Norry…

Se miraron. En los verdes ojos del oficial había expresado un amor tan
tierno y ciego, que Jacky no pudo evitar sentir cierto remordimiento
respecto a sus malas intenciones para con él, pero pronto lo olvidó
cuando vio que su "presa" estaba lista para recibirla entre sus brazos,
y eso era algo que no iba a desperdiciar, ciertamente.

Mientras unían sus labios en un profundo beso de pasión, poco a poco la
capitana comenzó a inclinarlo hacia atrás mientras él bajaba lentamente
las manos de su peluca y se aferraba con ellas a la ventanilla y al
espaldar del asiento, consiente de que a Jacky no le gustaba aún que la
tocara cuando estaban juntos, así que dejó que ella tomara la iniciativa
como siempre lo hacía.

Notando su absoluta entrega, viendo que esta vez no iba a resistírsele,
Jacky supo que, en aquel momento, podría hacerle lo que ella quisiera.
Y, mientras le sostenía la cabeza por la nuca, sonrió para luego volver
a besarlo con mayor intensidad y a comenzar a recorrer parte de su
varonil cuerpo con la mano que le quedaba libre. Apoderándose de su
boca, como si quisiera privarlo de toda respiración, comenzó a
explorarla apasionadamente con la lengua. Su mano izquierda, que estaba
metida entre los pliegues de la casaca y el chaleco, comenzó a bajar
poco a poco hacia la cintura para luego seguir bajando hasta llegar al
trasero de su compañero por primera vez, excitándola. Al sentir aquel
suave y energizante recorrido a lo largo de su cuerpo, James comenzó a
gemir de placer mientras se aferraba con más fuerza a la ventanilla y al
asiento, tirando la cabeza hacia atrás, entregándose a su compañera.
Luego de morder suavemente el labio inferior de su enamorado, Jacky
comenzó a besar y a recorrer con su lengua el cuello del comodoro
mientras presionaba con fuerza las nalgas de éste, provocándole que
diera un pequeño grito de exitación.

—… ¿Alguna vez pensaste en sentir algo así…? —ella le preguntó mientras
recorría suavemente su cuello con los labios.

—… No… —apenas pudo responder.

—… Con Elizabeth jamás lo habrías sentido, ¿sabe…?

James apenas asintió a aquel comentario, pero sabía muy bien que era
verdad. ¡Jamás en su vida había sentido tanto placer con una mujer como
lo estaba sintiendo con Jacky! ¡Ella tenía tanta pasión en sus besos y
en sus caricias que era imposible no entregarse a sus carnales deseos!

En cuanto a Jacky, a ella le encantaba ver cómo se entregaba aquel
hombre a sus caricias, aquellas mismas caricias que había propinado a
sus amantes femeninas cuando antes solía ser un hombre. ¿Pero aquel
pasado importaba ya? Casi nada, lo único que le importaba ahora a Jacky
era sacar el mejor provecho de su femenina situación y tratar de hacerse
con su amado /Perla Negra/, no importaban los sucios métodos que estaba
dispuesta a utilizar.

Justo cuando más embelesados estaban con su momento de pasión, el
carruaje de detuvo tan bruscamente, que echó por el piso a los dos
amantes, para luego escucharse al conductor del carro decir:

—Perdón, comodoro Norrington, pero un sucio borracho se cruzó en el
camino y tuve que frenar bruscamente los caballos. ¿Están bien?

—¡Sí estamos bien! ¡No te preocupes! —exclamó el aludido, un poco
atontado con el repentino golpe y atrapado entre las faldas azules del
vestido de su compañera—. ¡Puedes reiniciar la marcha!

Y así, elegante carruaje volvió a emprender su corto viaje a través de
Port Royal.

Mientras tanto, James intentaba levantarse del piso y liberarse de las
ropas de una hilarante Jacky, pero entonces, con desagradable sorpresa,
pudo ver un par de botellas de ron escondidas entre los pliegues de la
ropa de la pirata.

—¿Me podrías decir qué esto? —preguntó muy molesto mientras sacaba una
de ellas.

La capitana Jacky Sparrow se incorporó un poco para ver aquello, y, con
cara de fingida inocencia e ignorancia, respondió:

—Es una botella. Pensé que lo sabías.

James revoleó los ojos.

—¿De dónde lo sacaste?

—De un lugar en donde hay muchas botellas. Pensé que lo sabías.

El comodoro puso los ojos en blanco, era obvio que le estaba tomando el
pelo.

—Te lo robaste.

—No —se alzó de hombros—, la encontré tristemente sola y desamparada en
una caja del muelle y me decidí a hacer una obra de bien y adoptarla
bajo mi atenta tutela.

—Y me imagino que adoptaste a varias botellas…

—Poseo un corazón bondadoso a pesar de mi pasado como pirata —aclaró con
fingida seriedad.

—¿En dónde las escondiste?

—En mi vestido, como siempre. ¡Es una excelente bodega! ¡Las damas no
saben la suerte que tienen! —le contestó sonriéndole pícaramente para
luego ponerse en una sensual posición gatuna ente el piso y el asiento
del carruaje—. ¿Por qué no vienes a confiscármelas?

—No me tomes por un tonto, sé muy bien lo que pretendes de mí —se puso
colorado tanto por la vergüenza como por el enojo que sentía—. Ya te
dije claramente el otro día, que si vamos a estar juntos, ¡nada de RON!

Jacky bufó esta vez muy molesta y se cruzó de brazos, poniéndose muy
ceñuda. ¿Cómo se atrevía aquel sujeto a interponerse entre su amado ron
y ella? ¡Era inconcebible! ¡Hasta estaba dispuesta a mandarlo por la
borda a él y a sus propios y maquiavélicos planes!

—Eso es causal de divorcio, ¿sabe? —dijo.

—No lo creo. Recuerdo claramente que me prometiste no tomar ron mientras
estuvieras a mi lado, pero… —su serio semblante apenas adquirió un poco
de afabilidad—, también recuerdo que prometimos, que cuando no lo estés,
podrías comportarte como te venga en gana…

La pirata lo miró sorprendida. De aquella promesa y de aquella
proposición hacía ya varios meses que lo habían pactado en un momento de
desesperación y el comodoro Norrington aún lo recordaba claramente, y es
más, él estaba dispuesto a seguirlo al pie de la letra, permitiendo que
ella tuviera una doble vida como esposa de un comodoro y, por otro lado,
como una sucia pirata. ¿Tanto la amaba como para ir en contra de las
leyes de la Corona?

—¡Uf! ¡Está bien! ¡Como tú quieras! —se quejó cediendo a los deseos de
James esta vez—. No tomaré ron mientras esté contigo.

—Me alegra mucho escuchar eso —sonrió agradablemente, advirtiendo que
por fin tenía un mínimo control sobre tan independiente pirata. A la
larga, eso significaba que podrían, más adelante, adecuar sus
personalidades el uno al otro, si ambos estaban dispuestos a ceder de
vez en cuando.

Sentados uno al lado del otro, cruzados de brazos y con una expresión
seria en el rostro de Jacky y una expresión divertida en el de James,
permanecieron en silencio por varios minutos, hasta que, de pronto, el
coche pasó sobre una piedra haciéndolo brincar un poco y provocando que
una de las botellas clandestinas de la capitana Sparrow saliera rodando
por el piso a través de su falda.

Ambos dirigieron una mirada a la inocente botella para luego mirarse
entre ellos con una cara ridículamente atónita. Y entonces, creyendo
Jacky que vendría otra retahíla de quejas por parte de Norrington, se
preparó para mandarlo al diablo; pero grande fue su sorpresa cuando él
comenzó a reírse moderadamente mientras se cruzaba de piernas y se
tapaba la boca con una mano. La pirata no sabía cómo reaccionar a algo
tan impensado en alguien tan serio como se suponía que era el comodoro.

—¿A qué le ve la gracia, comodoro Norrington? —le replicó entre molesta
y divertida.

Dándose cuenta que estaba siendo atrevido, James carraspeó y trató de
mantener la compostura y la risa mientras le respondía.

—Lo que pasa, mi querida Jacky, es que… la cara que pusiste… era muy
graciosa… —Luego de unos momentos, al ver la cara de sorpresa de la
mujer, la miró de soslayo, y esta vez en su voz no hubo arrogancia,
sino, que era un poco triste y sincera cuando dijo—: ¿Creyó que
nuevamente le iba recriminar su vicio por el ron cuando ya habíamos
acordado cómo iban a ser las cosas entre nosotros? Realmente lamento
mucho darte la impresión de ser un completo monstruo… Seguramente me lo
merezco…

Desde un punto de vista femenino, aquella lastimosa confesión provocó
una gran impresión en Jacky. Y aunque su lado masculino deseaba restarle
importancia al suceso, no quería ver aquella expresión de tristeza en el
rostro de aquel hombre tan dispuesto a hacer cualquier cosa por un
pirata a riesgo de poner en peligro su propia vida; y acercándose
lentamente hacia él, le dijo suavemente:

—… Pueda que te lo merecieras por ser tan severo, pero prefiero verte
sonreír antes que verte con esa expresión de triste resignación... ¿/savy/?

Y sorprendió a James con un tierno y afectuoso beso en la boca, sin
ninguna pretensión sexual o fastidiosa, y, cuando separaron sus labios,
sus ojos se encontraron.

—Te amo… —susurró el oficial con sincero afecto mientras la tomaba
suavemente por el mentón.

Aquellas palabras, tan sencillas pero hermosas a la vez, impactaron en
el revoltoso e independiente corazón de la pirata, provocándole una
emoción que hacia mucho tiempo no sentía, y, que no quería volver a
sentir. No queriendo pensar más en eso, Jacky cerró los ojos y procedió
a besarlo nuevamente, pero, justo en ese momento, el carruaje se detuvo,
interrumpiendo aquella romántica escena. Por fin habían llegado a su
destino.

Algo turbados, los dos comenzaron a arreglarse apresuradamente la ropa
en completo silencio; una vez listos, el comodoro James Norrington abrió
la portezuela y se bajó del coche bajo la atenta mirada del conductor.
Luego, James le tendió galantemente la mano a Jacky para ayudarla a
apearse del coche. Sonriéndole muy divertida con ello, la pirata accedió
a su caballerosidad aceptando su ayuda y se bajó.

Mientras caminaban, con la capitana tomada del brazo del comodoro, éste
le dijo con su habitual tono orgulloso:

—Oficialmente ésta también es tu casa, mi querida Jacky —la miró—.
Bienvenida.

La pirata se le quedó mirando por unos momentos, aturdida por aquellas
palabras. ¿Una casa que era suya? ¿Una casa? ¿Un lugar fijo en dónde
vivir? Aquello era muy extraño viniendo de su espíritu libre y
aventurero, desde su niñez no había vuelto a tener un lugar en tierra al
que le pudiera llamar "hogar", siempre el mar había sido su hogar. ¡Y
allí estaba el tonto romántico de Norrington ofreciéndole su propia casa
siendo que antes habían sido tan acérrimos enemigos! Aquella situación
resultaba ser demasiado extraña.

Una vez adentro de la casa, luego de atravesar el hermoso jardincito,
fueron recibidos por el sonriente mayordomo, quien estaba perfectamente
enterado de la inesperada llegada de la señorita Katrina Watson gracias
a los comentarios de los fusileros que vigilaban aquella zona.

—¿Mando a preparar la habitación para la dama, señor? —preguntó el
criado mientras lo miraba con una alegría indescriptible.

—Sí, Charles… —lo miró de reojo un tanto molesto—. ¿Por qué te sonríes
de esa forma tan estúpida?

—¡Oh! ¡Por nada, señor! ¡Estaba acordándome de una metedura de pata de
nuestra desastrosa Jane!

—Bien, pero de ahora en adelante preferiría que te mantengas más serio
en el trabajo, Charles, y dile a Jane que prepare la habitación de la
señorita Watson enseguida; necesita cambiarse de ropa y descansar. Ha
tenido un día bastante agitado.

Asintiendo con pomposidad, el mayordomo se dirigió inmediatamente a la
cocina, pues allí estaban reunidas las otras criadas preparando la cena.

—¡Estoy seguro que el señor se casará esta vez! —les dijo apenas entró a
la habitación.

—¿El señor ya llegó? —inquirió una muchachita pálida y desgarbada que se
encontraba picando unas cebollas que comenzaban a hacerla lagrimear.

—Ya está aquí, Jane. ¿Y a qué no adivinan quién llegó con él?

—¿La joven con quien iba a casarse la última vez? —arriesgó la regordeta
cocinera mientras revolvía una gran olla repleta de deliciosa sopa.

—¡Exacto!

—¡Oh! ¿Es la señorita Swann? —exclamó Jane sorprendida a la vez que se
hacía un pequeño corte en el dedo con el cuchillo—. ¡Ouch!

—¡Tonta! —la recriminó el mayordomo mientas las demás la miraban con
claras intenciones de estrangularla por ser tan mentecata—. ¡Estoy
hablando de la señorita Katrina Watson! ¡Y dice el señor que enseguida
vayas a preparar la habitación de huéspedes para la señorita, así que ya
deja de picar cebollas y vete a hacer algo que no te mate!

—Y cúrate ese dedo, Jane, se puede infectar —le dijo con tono terminante
y majestuoso la señora Kinderhouse, quien era el ama de llaves de la
casa. Cuando la chica hubo desaparecido de allí, la mujer en cuestión,
agregó muy seria: —¿Esa mujer por fin se dignó a visitar esta honrada
casa? No sé cómo no nos enteramos antes que el señor Norrington tenía
una prometida en Inglaterra, casi nunca viaja hacia allá…

—Quizás se conocían desde que eran unos niños y, cuando se volvieron a
ver, se quedaron prendados el uno al otro y se prometieron en casamiento
inmediatamente… ¡Ah! ¡Qué romántico! —exclamó la soñadora sirvienta,
quien permanecía parada en la puerta con las sábanas dobladas que
llevaba a la habitación de huéspedes.

—¡Señorita Hopkings! —la retó la mujer de mediana edad—. ¿Quién le dijo
que participara en esta conversación? ¡Continúe con su trabajo
inmediatamente si no quiere recibir un buen castigo al respecto!

Asustada por la amenaza, la muchacha salió disparada hacia el piso de
arriba.

—… Debo admitir que Jane tiene bastante razón con lo que dijo… —comentó
el viejo y delgado mayordomo.

—Puede ser… —admitió la mujer de mala gana—, pero no confío en una mujer
de la que apenas he oído hablar y mucho menos visto. Iré a presentarle
mis respetos y yo misma sacaré mis propias conclusiones respecto a
nuestra reciente huésped.

Y mientras el ama de llaves salía de la cocina con aire grave y
señorial, la cocinera comentó jovialmente mientras echaba las cebollas
picadas a la sopa:

—¿Qué te parece, Charles? Dentro de muy poco tomaremos ponche para
celebrar la llegada de la señora Norrington… ¡Por fin se nos casará el
señor!

—Me parece perfecto, Louisa, ya era tiempo de que sucediera —replicó
estóicamente.

Ya en la sala principal, Jacky y James habían sido recibidos por el
sonriente y amistoso Billy, quien estaba encargado de la limpieza de la
fina platería, y que, después de la confusión inicial, entendió que su
querida salvadora ahora respondía al nombre de Katrina Watson y que se
iba a quedar para siempre con ellos, llenándolo de felicidad aquella
buena noticia. ¡Por fin estarían todos juntos como la familia que tanto
había anhelado durante toda corta existencia!

Mientras James le explicaba (y aburría) a Jacky sobre cuales eran las
actividades diarias de la casa, entró el ama de llaves para presentar
sus respetos a la recién llegada y avisarle a su patrón que la cena
estaba lista y también sobre la habitación de la señorita Watson.

—Jane, nuestra criada, la ayudará a cambiarse esas ropas por otras más
finas… —le informó a la prometida del comodoro.

En cuanto los cuatro se pusieron en camino hacia el comedor, James, muy
alarmado y preocupado, tomó a Jacky de la mano y la acercó a él para
susurrarle al oído sin que el ama de llaves, que iba delante de ellos,
se percatara de ello.

—… Jacky, por favor, ni se te ocurra ponerte extraña ni sobrepasarte con
la pobre criada. Ella es una muchacha algo falta de sesos, pero su
ingenuidad y larga lengua puede echar por tierra toda tu reputación si
no te comportas como una fina dama…

Haciendo un gesto indiferente, la pirata replicó un tanto ofendida:

—No seas alarmista, Norry, nada me interesa más que estar encima de ti
esta noche.

Al escuchar semejante grosería, el comodoro Norrington se calló y se
puso rojo como un tomate, terriblemente avergonzado.

Una vez que la señorita Katrina Watson estuvo lista con su nueva
vestimenta (ya que la que tenía puesta era demasiado rústica y las que
le había entregado James aquella mañana estaban rasgadas
—deliberadamente— y mojadas por ella, no tenía nada más qué ponerse),
bajó a cenar, deslumbrando a todos con su singular belleza y atractivo
de una fina dama de sociedad.

James estaba realmente sorprendido por la capacidad que tenía Jacky de
representar a alguien que no era; la sospechaba mucho más inteligente
que su hermano, puesto que su andar extraño al caminar había sido casi
suprimido por un andar deliciosamente delicado y femenino. Sus maneras
eran atractivas y finas; su hablar, tan cambiado al de antes, era
inteligente y lleno de palabras elegantes y atentas. Él estaba realmente
encantado con aquel cambio tan radical que se había operado en su
salvaje prometida, pero… ¿era eso lo que él deseaba de ella? Ciertamente
no, puesto que lo que lo atraía irremediablemente era la alocada
personalidad de la capitana Jacky Sparrow y no la elegancia y el aplomo
de la señorita Katrina Watson. Aunque admitía interiormente que le
hubiera gustado que Jacky tuviera algo de Katrina en ella misma.

—Te ves hermosa, mi querida Katrina… —la elogió mientras se levantaba de
su asiento y le corría caballerosamente una silla al lado de él para que
se sentara—. Toma asiento, la cena ya está lista y seguramente debes
tener mucho apetito.

Con una leve inclinación de cabeza, Jacky le dio las gracias, y,
mientras se sentaba en el asiento indicado, miró a James con ojos
penetrantes y una pícara sonrisa asomó en sus labios.

—Creo, mi querido James, que tengo tanto apetito que me comería todo lo
que me ofrecieras… Lo que fuera —dijo con un marcado doble sentido.

Pillado por sorpresa, el comodoro carraspeó un tanto nervioso y dijo:

—… A-antes de cenar, debemos dar las gracias a Dios por esta comida…

Tratando de disimular un gesto de incredulidad y desaprensión, la pirata
tomó las manos de James y Billy y se vio obligada a seguir con aquella
tradición de la iglesia anglicana un tanto absurda para su gusto. Luego
de terminada la plegaria, el comodoro Norrington dio comienzo a la cena.

Enorme fue la satisfacción del comodoro al ver que la capitana Sparrow
comía con los cubiertos como si siempre los hubiera utilizado durante
toda su vida.

Aquella velada fue muy entretenida y alegre para todos gracias a la
impetuosidad y vivacidad de la recién llegada; James estaba satisfecho,
Billy radiante y los criados absolutamente embelesados con ella, sobre
todo cuando la joven renovó las gracias y el enorme afecto que le
inspiraba su prometido por haberla perdonado y aceptado como su esposa.
Y así, la capitana Jacky Sparrow había sido completamente aceptada en la
residencia del comodoro James Norrington, augurando una existencia muy
feliz para Katrina Watson. Pero, había alguien más que debía aceptarla,
y ese alguien era la persona que más recelaba de ella: la antigua
institutriz de James Norrington, madame Annete Foubert.

—¿Ya enviaron la cena a madame Foubert? —preguntó de repente el
comodoro, llamando la atención de Jacky.

—Sí, señor, Jane se encargó de eso —respondió el mayordomo, que estaba
parado elegantemente cerca de la puerta presto para cualquier cosa que
desee su amo—. El doctor dijo que muy pronto podrá levantarse de la cama.

—Esas son excelentes noticias, gracias Charles.

—¿Quién es madame Foubert? —inquirió Jacky con curiosidad.

—Fue mi institutriz cuando era pequeño. Ella es una mujer excelente
desde todo punto de vista. Iré a visitarla a su cuarto después de la cena.

Y sin que él se lo esperara, la descarada pirata bajó la mano hasta
ocultarla debajo del fino mantel de tejido blanco de la mesa,
colocándola sobre la pierna del sorprendido comodoro.

—Y luego debes irte a descansar, mi querido James —le dijo con una
malvada sonrisita—, estoy segura de que tendrás una noche muuuy larga
sabiendo que tu amada duerme en la habitación de al lado…

Terriblemente perturbado, el comodoro Norrington dio por terminada la
cena y prácticamente salió huyendo del comedor para ir a refugiarse en
el dormitorio de su querida nanny, a quien ni siquiera le comentó una
sola palabra acerca del regreso de su prometida, pero sí sobre los
temores acerca del pirata que había capturado al doctor Jacobson y la
inesperada partida del almirante en busca de los bandidos y el secuestrado.

Annete, quien ya había recuperado gran parte de su fuerza, se encontraba
sentada en la cama con los brazos cruzados y una grave expresión en su
rostro.

—¿De modo que aún puedo mantener las esperanzas de que encuentren con
vida a monsieur Christian? —preguntó.

James, quien permanecía a su lado sentado en una silla, movió la cabeza
dubitativamente.

—Lamentablemente eso será muy difícil, madame Foubert, el pirata Bart
"Sangre Negra" Morgan es uno de los piratas más despiadados de todos los
tiempos y...

La seria expresión de la mujer no sufrió ninguna modificación a pesar de
que aquella afirmación la había preocupado terriblemente. Volver a ver a
su querido doctor era prácticamente imposible

—¿Y me dice también que el almirante Jacobson no ha permitido que usted
le ofreciera su ayuda?

—Así es, él no quiere que interfiramos en su venganza —bajó tristemente
la vista—. Desgraciadamente, el almirante George Jacobson es una persona
muy testaruda —Alzó nuevamente su mirada, preocupado por los
sentimientos de su ex institutriz—. Madame Foubert, no sabe lo mucho que
lamento que esto haya terminado tan espantosamente para ustedes dos.
Ojalá yo pudiera hacer algo por cambiar este actual estado de cosas…

—No se preocupe más por eso, señorito Norrington —ella lo miró con
firmeza y determinación—. Ya soy una persona adulta y sé sobreponerme
perfectamente a situaciones como ésta.

—Pero…

—Basta. Que no se hable más sobre este asunto o terminaré abofeteando a
alguien por la enorme impotencia que siento —lo miró con ojos
penetrantes—. Váyase a dormir, señorito James, necesita usted descansar
tanto como yo.

Resignándose a sus deseos, el comodoro salió de aquella habitación,
dejando a una frustrada y entristecida Annete Foubert lamentando el
destino de su enamorado.

—¡Ah! ¡Si yo pudiera ir en su rescate! ¡Aquel maldito pirata se
arrepentiría por haberlo secuestrado! —exclamó furiosa mientras golpeaba
con fuerza el colchón con los puños. Luego, recordando la amable y
burlona sonrisa de su amado doctor y temiendo que jamás volvería a
verlo, Annete se cubrió el rostro para comenzar a llorar amargamente.

Mientras tanto, el comodoro Norrington, un tanto turbado, entró a su
alcoba y encontró a su criado Charles terminando de prepararle la tina
para que su amo se diera su acostumbrado baño antes de marcharse a
dormir. Miró el reloj, eran ya las diez de la noche.

—El baño ya está listo, señor —anunció el mayordomo sacando a James de
sus cavilaciones.

—Gracias, Charles, ya puedes retirarte a tu habitación para descansar,
te llamaré cuando termine.

Y mientras Norrington se sacaba la casaca, antes de que el criado
cerrara la puerta tras de sí, asomó un momento la cabeza y le dijo
sonriente:

—Perdone me indiscreción, señor, pero me enorgullece que por fin haya
encontrado a una dama tan encantadora como lo es la señorita Katrina
Watson. Espero que la dicha del matrimonio sea grande para ambos.

Y cerró la puerta, dejando a su amo en la misma posición en la que lo
había hablado.

—Espero que las cosas sean así… —murmuró.

Una vez que se hubo sacado la casaca, el chaleco, la peluca y los
zapatos, James probó la tibieza del agua con la mano y comprobó que
estaba justo como le gustaba. Entonces se dirigió a la cómoda, y
mirándose directamente a los ojos, comenzó a desanudarse el pañuelo de
la camisa, sorprendiéndose de que estaba temblando de pies a cabeza.

"¡Idiota! —se dijo sintiéndose muy indignado consigo mismo—. ¿Por qué
tiemblas? ¿A qué demonios le tienes miedo? Aunque Jacky esté en mi
propia casa eso no significa que caerás en la tentación apenas la veas
aparecer en camisón".

Pero, por más que quisiera convencerse a sí mismo con aquellos
pensamientos, sabía que Jacky no era una mujer recatada como las demás y
que aquella noche tampoco iba a ser como las demás.

Una vez que se hubo desnudado y puesto un largo camisón blanco, se metió
cuidadosamente a la tina portátil y se recostó a lo largo de ella.

A él le gustaba mucho darse un buen baño algunas noches a la semana a
pesar de que la costumbre habitual de todo el mundo occidental era
bañarse muuuy de vez en cuando. Desabrochándose un poco la camisa, se
aseó con el jabón y luego le echó un poco de aceite aromatizado al agua,
volvió a recostarse en el agua y se colocó un paño remojado con el agua
tibia sobre sus ojos para poder descanar de aquel día tan extraño,
difícil y estresante.

La deliciosa tibieza del agua, el delicado aroma del aceite aromatizante
y la tenue luz de las velas, comenzó a adormilarlo poco a poco.

—… No quiero romper con mis principios… —murmuró antes de caer dormido—…
Quiero tener mi noche de bodas… No quiero tratar a Jacky como si fuera
una cualquiera…

Y se durmió completamente, sin imaginarse siquiera la dura prueba a la
que la capitana Jacky Sparrow estaba a punto de someterlo con una
indeseada visita nocturna.


También te podría interesar...

ÚLTIMAS ENTRADAS PUBLICADAS

Comentarios

X Queridos visitantes: Únanse a las redes sociales del blog para estar en contacto si algún día es eliminado de nuevo.