Mundo Star Wars: Aprendiz de Jedi Volumen 10. EL FIN DE LA PAZ -Capítulo 4-

                                                                 



Antes del “Episodio I”
Antes de "La guerra de las galaxias" La historia de Obi-Wan Kenobi
***
La paz por encima de la ira El honor por encima del odio
La Fuerza por encima del miedo
***
Durante generaciones, los hijos primogénitos de los gobernantes de los planetas Rutan y Senali han sido intercambiados a la edad de siete años.
De esa forma se pretendía fomentar la paz
Y el entendimiento entre las dos culturas, pero ahora esa tradición está a punto de conducirles a la guerra.

Leed, el heredero del trono en Rutan, no quiere regresar a su planeta natal, pero su padre no se detendrá ante nada para hacerle volver.
Qui-Gon Jinn y Obi-Wan Kenobi deben impedir que este conflicto conduzca a un derramamiento de sangre innecesario.
Es el desafío más importante al que se han enfrentado.


Capítulo 4

Desde el espacio, el planeta Senali era como una brillante joya azul. Su superficie contenía tanta agua, que reflejaba la luz y parecía relucir. Mientras la nave planeaba cerca del suelo y se dirigía a la plataforma de aterrizaje de Meenon, Obi-Wan pensó que nunca había visto un planeta tan bonito.

Los mares parecían mezclar mil tonos de azul y verde. Los archipiélagos esparcidos por el agua parecían collares. La exuberante vegetación verde y las flores poblaban las islas y crecían en los embarcaderos de las ciudades flotantes. Muchas de las estructuras se elaboraban a partir de las ramas y las copas de un árbol autóctono de corteza roja y brillante.

Aterrizaron en la real plataforma de aterrizaje y fueron recibidos por varios miembros de la guardia. Los senalitas eran de la misma especie que los rutanianos, pero tenían un ligero tono plateado en la piel debido a las escamas que recubrían sus cuerpos. Eran excelentes nadadores y tenían un extraordinario control de la respiración. Al contrario que los rutanianos, llevaban el pelo corto, y muchos de ellos llevaban diademas y collares hechos de corales y conchas.

Los Jedi y Taroon siguieron a los guardias hacia la residencia de Meenon. Era una construcción grande y no muy elevada que flotaba en las aguas de una laguna verde y profunda. Los guardias les condujeron a un patio interior que se había transformado en un exuberante jardín, con una frondosa vegetación que les tapaba los rayos del sol.

Meenon estaba cuidando el jardín, pero se enderezó y saludó formalmente a los Jedi a su llegada. Llevaba puesta una túnica de algodón e iba descalzo. Una sencilla diadema de conchas blancas rodeaba su afeitada cabeza.

—Es un honor para tener a los Jedi en mi bello planeta dijo.

—Es un honor estar aquí—respondió Qui-Gon. A continuación se presentó a sí mismo, a Obi-Wan y a Taroon—. Nos gustaría ver al príncipe Leed lo antes posible.

—Ah —Meenon contempló la cesta de flores que llevaba en la mano y acarició un capullo—. Hay un pequeño problema.

Obi-Wan notó la tensión de Taroon a su lado.

  ¿Problema? —preguntó Qui-Gon en tono neutro. Meenon alzó la mirada.

—Leed está escondido.

Qui-Gon no reaccionó, sino que contempló cuidadosamente al gobernante. Taroon sacó pecho de manera desafiante.

  ¡Qué sorpresa oír que mi hermano ha desaparecido! Y cuando hables de él, utiliza el título. Es el príncipe Leed. Sé respetuoso.

Meenon se enfureció.


—En Senali no creemos en los títulos. Los títulos generan divisiones. En Senali todos somos iguales, no como en tu planeta de bárbaros.

Los ojos de Taroon centellearon.

—Al contrario que los primitivos, nosotros honramos nuestra estirpe.

Qui-Gon se metió suavemente en la conversación antes de que se convirtiera en una discusión abierta.

—Dices que Leed ha desaparecido. ¿No dijo adónde iba?

—No —dijo Meenon, dándole la espalda a Taroon—. No dónde está. Taroon volvió a colocarse frente a él.

  ¿Podrías jurarlo? —le preguntó con los ojos relampagueantes. Meenon observó a Taroon.

—No necesito jurar. Yo no miento.

Qui-Gon habló un poco más rápido de lo que era habitual en él. Obi-Wan sabía que estaba intentando contener a Taroon sin dar esa sensación.

—Qué mala suerte.

Meenon se encogió de hombros.

—Sabía que veníais. Creo que por eso se esconde. No quiere volver a Rutan.

—No hemos venido a obligarle —dijo Qui-Gon—. Sólo queremos hablar con él.

—Yo le aseguré que si se reunía con vosotros, no permitiría que os lo llevarais a Rutan por la fuerza —dijo Meenon—. Parece que ha hecho las cosas a su manera, a pesar de mi consejo.

—Le buscaremos, con tu permiso —dijo Qui-Gon, mientras Taroon se exasperaba a su lado—. ¿Podemos hablar con la familia que lo adoptó?

—Aquí en Senali vivimos agrupados en clanes —dijo Meenon—. Yo le confié al clan de mi hermana, los Banoosh-Walore. Viven a un kilómetro al oeste, en Lago Claro. Podéis visitarles si lo deseáis.

Qui-Gon asintió.

—Estaremos en contacto.

—Os deseo paz y serenidad —dijo Meenon, mientras realizaba una inclinación.

Obi-Wan podía percibir la ira de Taroon mientras salían del patio y de la residencia de Meenon.

  ¿Nos desea paz y serenidad después de semejantes noticias? —dijo Taroon disgustado—. ¡Se estaba burlando de nosotros!

—Es la fórmula de despedida tradicional en Senali —dijo Qui-Gon con tranquilidad.

  ¡Esto es intolerable! —prosiguió Taroon—. ¡Nos toma por idiotas!


—Tu padre se va a tomar muy mal la noticia —dijo Qui-Gon—. Se va a enfadar tanto como tú.

—Yo no me parezco en nada a mi padre —dijo Taroon con los dientes apretados.

—Me pregunto si Meenon sabe más de lo que dice —reflexionó Obi-Wan.

—Por supuesto que sí —exclamó Taroon—. Todos los senalitas son unos mentirosos. Esto no es más que una maniobra para retrasarnos.

—Espero que el clan de su hermana nos ayude a descubrir algo —dijo Qui-Gon

—. Hasta entonces, guardemos la calma.

Salieron a la brillante luz del sol. De repente, Taroon se dio la vuelta y pateó un arbusto en flor situado junto a la entrada de la vivienda. Lo atacó con frenesí, a puñetazos y patadas. Los pétalos rojos volaron por el aire y acabaron cubriendo el camino.

—Bueno, veo que al menos has heredado el temperamento de tu padre — comentó Qui-Gon.




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