Mundo Star Wars: Aprendiz de Jedi Volumen 10. EL FIN DE LA PAZ -Capítulo 6-

                                                                 



Antes del “Episodio I”
Antes de "La guerra de las galaxias" La historia de Obi-Wan Kenobi
***
La paz por encima de la ira El honor por encima del odio
La Fuerza por encima del miedo
***
Durante generaciones, los hijos primogénitos de los gobernantes de los planetas Rutan y Senali han sido intercambiados a la edad de siete años.
De esa forma se pretendía fomentar la paz
Y el entendimiento entre las dos culturas, pero ahora esa tradición está a punto de conducirles a la guerra.

Leed, el heredero del trono en Rutan, no quiere regresar a su planeta natal, pero su padre no se detendrá ante nada para hacerle volver.
Qui-Gon Jinn y Obi-Wan Kenobi deben impedir que este conflicto conduzca a un derramamiento de sangre innecesario.
Es el desafío más importante al que se han enfrentado.


Capítulo 6

Al principio fue fácil seguir a Drenna. Los senalitas paseaban por los embarcaderos aquel bonito día, y se detenían para adquirir flores o comida en los mercados que había por el camino. Los Jedi y Taroon podían mezclarse entre la gente sin perder de vista a Drenna.

Los Jedi ya se habían acostumbrado a que el suelo no estuviera firme bajo sus pies. Las pasarelas se mecían de un lado a otro con el suave movimiento del mar. Taroon no lo llevaba tan bien. De vez en cuando se tambaleaba y se ponía colorado.

¿Qué clase de planeta construye las ciudades en el agua? —gruñó tras tropezar y estar a punto de caer al mar—. No entiendo cómo aguanta mi hermano en este horrible lugar.

Qui-Gon arqueó una ceja a Obi-Wan en un gesto privado. Obi-Wan sonrió. Sabía lo que estaba pensando su Maestro. En Senali había mares turquesa, jardines en flor y, por lo que parecía, una población feliz y pacífica. Taroon abrigaba el mismo prejuicio que tenían los rutanianos, la mayoría de los cuales no había puesto un pie en Senali desde la guerra que les dividió para siempre.

Pensaban que los senalitas eran unos vagos que no habían creado una cultura o economía esplendorosa, y que vivían únicamente para el placer.

La ciudad flotante se extendía a lo largo de varios kilómetros. Drenna les guió por los puentes y las pasarelas hacia las distintas zonas, algunas con brillantes edificios de varias plantas y otras con excéntricas estructuras que se mecían suavemente en el agua. Cruzaron lilas y filas de embarcaderos con distintas embarcaciones amarradas a la orilla. Cada vez había menos gente, y decidieron retrasarse un poco, lo justo para seguir viendo a Drenna.

Por último, Drenna se desvió hacia uno de los puentes plateados que conectaban la ciudad flotante con tierra firme. Se apresuró a cruzarlo y desapareció por un camino que se curvaba entre un denso grupo de árboles. El grupo la siguió rápidamente.

Los árboles se alineaban junto al camino que seguía la orilla. Las ramas estaban cargadas de vegetación verde, y casi se curvaban hasta el suelo, con las ligeras hojas formando un encaje en la arena. Las sombras de color verde oscuro parpadeaban y, de vez en cuando, un pedazo de mar turquesa aparecía como una visión entre la espesa cortina de hojas.

Qui-Gon empleó la Fuerza para que le ayudara a seguir a Drenna. Tenía que estar pendiente de cada ruido y percibir la perturbación que ella provocaba en el aire al atravesarlo.

Senali era un planeta pequeño, y la mayoría de la población viajaba por mar o a pie. Los Jedi no veían apenas deslizadores u otro tipo de naves moviéndose por el aire. De vez en cuando pasaban pequeños transportes que llevaban mercancías o alimentos.

El camino se dividió en dos carreteras principales y en una tercera senda más

 

estrecha que se perdía entre los árboles. Ya no veían a Drenna. Qui-Gon dudó sólo un instante antes de deducir que había tomado el camino más estrecho.

Obi-Wan seguía de cerca a su Maestro. El sendero se estrechó hasta que tuvieron que avanzar en fila de a uno. El suelo compacto del camino se había convertido en arenilla suelta que les dificultaba la marcha. De nuevo, Taroon tenía problemas para mantener el ritmo.

—Hay más arena en mis botas que en el suelo —murmuró—. ¿Por qué no construye esta gente caminos normales?

Qui-Gon levantó una mano y los tres se detuvieron. Cerró los ojos y escuchó con toda su concentración.

—Ahora está corriendo —dijo sorprendido—. Tenemos que ir más rápido.

Apretaron el paso. Taroon dejó de quejarse y se concentró en mantener el ritmo. El sonido del mar cubría el ruido de sus pisadas en la arena.

Doblaron un recodo y vieron que el camino conducía directamente a la elevada pared de un acantilado. Pero aún quedaba un estrecho trozo de playa para rodearlo. Una ola les mojó los talones mientras sorteaban el acantilado, evitando las rocas repletas de coral afilado que podía cortarles la piel.

Llegaron a una bella cala con una playa que se curvaba como una luna menguante. Estaba rodeada de escarpadas rocas.

La playa estaba vacía a excepción de una figura en la distancia. Qui-Gon tenía razón. Drenna estaba corriendo, avanzando fácilmente hacia el otro extremo de la lejana curva.

¿Sabe que la están siguiendo? —preguntó Obi-Wan mientras se apresuraban de nuevo. Se pegaron a la sombra del acantilado por si acaso ella se giraba.

De repente, Qui-Gon se detuvo. Miró al acantilado y luego al mar embravecido.

—Siempre ha sabido que la seguíamos —dijo—. Tenemos que volver. Taroon miró hacia atrás.

—Mirad eso. La retirada ya está cortada.

Las olas se estrellaban ya contra la escarpada pared. Si intentaban volver, se verían atrapados. La marea era lo suficientemente fuerte como para aplastarles contra las afiladas rocas.

El agua formó de repente espuma alrededor de sus tobillos.

—La marea está subiendo —dijo Obi-Wan.

—Las mareas senalitas son famosas —dijo Qui-Gon, recorriendo la empinada pared con la mirada-—. Las cuatro lunas hacen que sean rápidas y extremas.

Drenna había desaparecido por el otro extremo de la playa. Obi-Wan calculó la distancia y dio un paso atrás cuando una ola de sobrecogedora fuerza le golpeó en las rodillas.

 

Se dio cuenta de que no lo conseguirían.

Taroon llegó a la misma conclusión cuando miró a los Jedi.

¡Nos ha traído a una trampa! —gritó.





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