Fanfic Piratas del Caribe -El Libro del Destino- *Capítulo 3: El Encuentro de Dos Gorriones*

                                         Resumen de la historia: El capitán Jack Sparrow comete el gran error de ponerse un anillo maldito que lo transformará en mujer y le traerá un sin fin de problemas tanto a él como a quienes lo rodean, amigos y enemigos. Una elección que cambiará la vida y los destinos de todos, en especial del Comodoro James Norrington y el mismo Jack. Esta historia está ambientada después de la primera película y desarrollada durante la segunda y tercera película. Una historia larguísima pero muy entretenida, con drama, humor, acción y romance. ¡Que la disfruten!



*PIRATAS DEL CARIBE: EL LIBRO DEL DESTINO*

PRIMERA PARTE: PLANES


¡Jack y Jacky se separaron! ¡ahora son 2! ¡Un hombre y una mujer! ¡Doble problemas para todos! ¿Lograrán cambiar sus destinos y el de los demás? Continuaciòn de La Maldición del Anillo de la Calavera. James y Jacky pasan su primera noche juntos...¿pero será la última?

Género: drama, amistad, acción, suspenso, humor, romance, violencia, aventura, fantasía, erotismo
Pareja: Jacky Sparrow/James Norrington. Elizabeth Swan/Will Turner
Personajes: Jack Sparrow/Jacky Sparrow, James Norringon, Elizabeth Swan, Will Turner, Hector Barbossa ¡y muchos más!
Calificación: para mayores de 18 años
Cantidad de palabras: variable
Duración: 67 capítulos la primera parte, 57 la segunda parte y 51 la última parte.
Estado: finalizado
Escritora: Gabriella Yu
Mi estilo: estoy influenciada tanto por el anime, los dramas asiáticos y la literatura universal. Me gusta hacer pasar a los personajes por duras pruebas.
Aclaraciones: Esta historia la escribí hace más de 10 años, es muy entretenida, no se arrepentirán de haber perdido el tiempo en leerla. Le tengo mucho cariño porque fue una rara mezcla que logré hacer con el drama, humor y acción. 
IMPORTANTE: contiene escenas subidas de tono XD


*Capítulo 2: El Pasado de Isabel 2ª Parte: James y Christian*


—Voy a declararme ante James, tío —le reveló inesperadamente Isabel
mientras tomaba tranquilamente su té en una delicada tasa de porcelana.

Christian la miró un tanto sorprendido, dejó la taza de té sobre la
mesita del jardín, se reclinó un poco más sobre la cómoda silla blanca y
miró a su sobrina con una expresión de gravedad inusitada en él.

—No lo hagas —le advirtió—, vas a romperle el corazón.

—Tonterías. ¿Cómo puedo romperle el corazón si lo amo?

—Escucha, tú tienes demasiada ira en tu interior y James no lo soportaría.

Isabel no dijo nada, pero lo observó detenidamente¿cómo podía pensar su
propio tío que ella sería capaz de lastimar a su querido James?

—Estás muy equivocado si piensas así, yo jamás le haría daño a la
persona que amo.

—Te conozco, George, lo lastimarás, ustedes dos no hacen una buena
pareja, él es demasiado soñador para ti y tú eres demasiado brusca para
él. Como amigos¡magnífico!, pero no te garantizo que logren ser felices
si llegaran a vivir como marido y mujer…

—¡Basta! —se molestó—. ¡Creí que te alegraría saber de esto y en cambio
te opones¿Acaso a James le venía mejor casarse con aquella réplica
femenina de pirata¡No lo creo!

—Sé que le hubiera dado felicidad a su sobria vida —le replicó entre
tranquilo y serio. Tomó nuevamente la taza y bebió otro sorbo de té—. A
ti te haría falta amar a alguien así.

—¡Jamás¡Yo amo y siempre amaré a James Norrington¡No habrá nadie más en
mi vida!

Christian sonrió condescendientemente y le dijo:

—Mi querido sobrino, esta conversación no tiene ningún sentido¿acaso
olvidaste que no tienes la libertad de amar a quién quieras? Recuerda tu
promesa de venganza y tu aspecto, ahora eres un hombre y debes actuar
como tal¡NO PUEDES enamorarte de otro hombre!

Isabel se quedó petrificada como una estatua al escuchar aquella
verdad¡y justamente era eso lo que él siempre le había advertido que
pasaría! Sonrió entonces, vencida por la sabiduría de su tío.

—Admito mi derrota, tío, tienes toda la razón, como siempre… —volvió a
sentarse y suspiró profundamente.

—Mmm, aunque me gusta ganar en los debates, te confieso que me hubiera
gustado perder esta vez —confesó el doctor.

—De todas maneras —comentó ella mientras volvía a tomar su taza de té—,
le preguntaré si está dispuesto a casarse conmigo. Mañana mismo partiré
hacia Port Royal.

"Tan testaruda como siempre, espero que no se arrepienta más adelante…"
—pensó el doctor Christian Jacobson frunciendo la boca, pues sabía que
James no aceptaría la propuesta de su sobrina porque que éste seguía
enamorado de la desaparecida Jacky Sparrow. Chris no quería admitirlo,
pero tenía miedo de cómo reaccionaría Isabel al verse rechazada por
culpa del recuerdo de una mujer que ni siquiera había existido de verdad.

Mientras esa escena ocurría en Liverpool, otra muy distinta acontecía en
el puerto de Isla Tortuga: el barco pirata bautizado como /Perla Negra/,
había echado amarras luego de haber surcado los mares por varias semanas
en busca de tesoros, aventuras y atracos a navíos incautos. Su
tripulación, como la de cualquier otro barco, bajó a tierra dispuesta a
gastar sus riquezas mal habidas en diferentes placeres. Entre ellos se
encontraba nuestro carismático y querido pirata: el capitán Jack Sparrow.

Mientras éste caminaba a lo largo del puerto con el habitual balanceo de
su cuerpo y de sus brazos, era acompañado por Gibbs y Ana María, quienes
eran parte importante de su tripulación.

—¡Ah¡Hogar dulce hogar! Ya estaba extrañando este nido de perversión
lleno de ratas inmundas¿saben? —comentó el capitán.

—¡Jack! —exclamó Ana María muy enojada poniendo los brazos en jarra—¡yo
vivo aquí!

—Precisamente por eso es que lo digo —le replicó con un gesto de
indiferencia y una pícara sonrisa, a lo que la reacción de la mujer
morena no se hizo esperar, ya que de inmediato se le plantó en frente y
exclamó:

—¡Voy a matarte un día de estos, Jack Sparrow!

—¿Y por qué no hoy?

—¡Uf¡Tonto¡No lo haré hasta que me devuelvas los DOS barcos que perdiste!

—Vaya, entonces no tengo de qué preocuparme —y haciéndola a un lado,
siguió su camino lo más campante mientras Ana María hervía de furia.

—¡Vamos, Gibbs, muévete de una vez¡No quiero que se acabe el menú del
día antes de que llegue a la taberna! —ordenó el capitán Sparrow
mientras le hacía una seña con la mano a su rezagado primer oficial.

—Ya voy, Jack, ya voy… —apenas pudo decir el regordete pirata de edad
media, llevando penosamente sobre él un… ¡TIMÓN!

Mientras Ana lo ayudaba un poco con aquella pesada carga, dijo:

—No lo entiendo, Jack¿para qué nos traemos el timón del /Perla Negra/?

—¡Oh, bueno! Es para evitar que nuestro querido /Perla/ navegue sin mi
extraordinaria presencia, querida mía.

Y meneando la cabeza negativamente, la joven murmuró:

—A veces pienso que estás completamente loco...

Pero, si Ana María hubiera podido ver la cara de disgusto y sorpresa que
puso el capitán Hector Barbossa cuando se encontró con que el /Perla
Negra/ no tenía el timón, habría cambiado de opinión.

—¡Maldito seas, Jack Sparrow! —exclamó muy enojado mientras le daba una
buena patada a la base de madera en dónde había estado el timón—. ¡Esta
me las vas a pagar¡No puedo llevarme al Perla Negra si no tiene /timón/!

Y así, una vez más, el capitán Jack Sparrow lograba evitar que su
contrincante le robara nuevamente su preciado barco pirata.

A todo eso, en el poblado de Isla Tortuga, en una de las tantas
habitaciones de un viejo edificio que funcionaba como una casa de citas,
había un sucio y viejo aventurero que se dedicaba a viajar por todo el
mundo en búsqueda de tesoros maravillosos, que se preparaba para pasar
un buen momento de placer con una hermosa mujer que había conocido en
una taberna.

Felizmente acostado en la cama boca arriba con la camisa desabotonada y
las manos detrás de la nuca, esperó con impaciencia a su chica, quien se
estaba alistando en una pequeña habitación conectada al dormitorio.

—Vamos, muñeca, no me hagas esperar más tiempo que estoy ardiendo en
deseos de hacerte mía —dijo ansiosamente el aventurero devenido a caza
tesoros.

—¡Ya voooy, amorcitooo! —le respondió musicalmente una voz femenina que
provenía de la otra habitación, y entonces, una bella mujer morena salió
de allí y se apoyó seductoramente sobre el marco de la puerta—. Ten
paciencia, queridito, que muy pronto te haré ver las estrellas...

—De eso no tengo duda, belleza, ven a la cama y ya verás cómo nos
divertiremos —le dio unas palmaditas al colchón relleno con paja.

Obediente, la mujer se acercó con un andar un tanto extraño y oscilante.

—Creí que ibas a ponerte sexy para mí, preciosura, sigues con esa ropa
vieja de pirata… —comentó el obeso aventurero mientras la veía sentarse
sobre la cama justo al lado suyo.

—¡Oh! Es que se me ha ocurrido que primero deberíamos beber unos
traguitos más de ron para entrar en clima¿sabe? —le propuso mientras
sacaba unas botellas de ron de su raída camisa.

—¡Pero ya hemos bebido suficiente en la taberna! —se quejó el gordo
mientras le colocaba una de sus velludas manos sobre la pierna de la
extraña mujer—. Yo vine aquí por otra cosa…

—¡Oh! Ya sé para qué venimos aquí, porque si no veníamos aquí entonces
no sabría para qué habríamos venido aquí si hubiéramos venido aquí para
saberlo¿sabes? —le dijo mientras le sonreía pícaramente y se quitaba de
encima aquella regordeta mano.

El hombre parpadeó un tanto confundido por aquella sarta de palabras
retorcidas, pero enseguida se rehízo al dirigir su mirada hacia los
hermosos senos de la joven mujer.

—Pues, si ya lo sabes, comencemos de una vez, querida —le propuso
lujuriosamente, e inesperadamente se le lanzó encima y comenzó de
besarla en el cuello.

La mujer comenzó a retorcerse entre sus obesos brazos y a estirar el
cuello para evitar que el sujeto la besara. Resultaba más que obvio que
aquello no le gustaba nada.

—¿Qué pasa, mi amor, no te gusta? —murmuró el asqueroso gordo.

—C-reí que primero íbamos a tomar ron.

—Ya tomé suficiente, si tomo más de la cuenta me dormiré y quiero estar
bien despierto para gozar contigo…

Al ver que no podía convencerlo de beber más para que se durmiera (que
ése había sido su plan original), la singular mujer había tomado una
drástica decisión. Romperle la botella en la cabeza.

Cuando aquel hombre comenzaba a deslizar sus manos sobre el cuerpo de la
hermosa mujer, ésta le agarró la mano y le dijo:

—¿Por qué no cierras tus lindos ojitos por un momento? Te tengo una
sorpresita.

Obediente, el lascivo hombre cerró los ojos y estiró los labios,
esperando la dichosa sorpresa que ella le había prometido, más, lo único
que recibió, fue un enorme botellazo en la cabeza. Pero, para sorpresa
de la joven mujer de ojos delineados, el agredido no se desmayó y sólo
se limitó a pestañear y a mirarla entre sorprendido y enfadado.

—¿Qué intentaste hacer, mujerzuela?

—Esteee… Lo que pasa es que tenías una mosca en la cabeza¡inmensa…!
—sonrió estúpidamente mientras hacía un gesto de enormidad con sus manos
y se levantaba de la cama.

—¿Crees que me voy a creer esa tontería? —el aventurero caza recompensas
comenzó a abalanzarse amenazadoramente hacia ella—. Vine aquí contigo
para divertirme, no para que intentes robarme, perra.

Pero en vez de que la joven mujer se asustara, ésta exclamó con fingido
terror:

—¡¡Cuidado¡¡Hay una enorme mosca chupa grasa sobre tu cabeza!!

—¡¿Cómo?! —el sorprendido hombre miró hacia arriba e inmediatamente
recibió otro botellazo en la cabeza, y esta vez, cayó completamente
noqueado sobre el suelo de tablones.

Y mirándolo con desprecio, la mujer bufó fastidiada.

—Mira que tener que romperte dos botellas de mi amado ron en la cabeza
para librarme de ti es un completo atropello, debería lanzarte a los
tiburones, pero… —se agachó sobre el gordo y comenzó a registrar sus
ropas hasta que encontró un pequeño libro deteriorado en uno de los
bolsillos de la camisa.

Con sus ojos negros brillando de felicidad, comentó para sí:

—¡Lo tengo¡Jah jah jah¡Pronto me veré liberado de éste sexy cuerpo de
mujer y volveré a ser el capitán Jack Sparrow!

Y así, nuestra querida y esperada capitana Jacky Sparrow, la contraparte
femenina del capitán Jack Sparrow y dueña absoluta del corazón de James
Norrington, se dio media vuelta para marcharse de aquella sucia
habitación, pero, repentinamente, el seducido y traicionado hombre había
vuelto en sí lo suficiente como para atraparla tomándola fuertemente por
la bota.

—¡Perra¡Sólo querías robarme el libro!

—¡Claro, bolsa de apestosa grasa¿Acaso creías que el magnífico capitán
Jack Sparrow querría revolcarse en la cama con alguien como tú?

Y antes de que el furioso hombre se levantara, Jacky le partió un enorme
jarrón en la cabeza, desmayándolo.

—Jarrones, siempre están cuando más los necesito —dijo muy feliz
mientras le daba un buen beso a la base del jarrón roto que aún tenía en
sus manos.

Ahora, al verse libre, la pirata corrió directamente hacia la ventana
para saltar por ella. Pero antes de hacerlo, no pudo evitar despedirse a
su manera:

—¡Acuérdate de éste día como el día en que el capitán Jack Sparrow te
sedujo para robarte y hacerte pasar por un estúpido gordo que solo
piensa con la "cabecita" de abajo!

Y antes de que el caza tesoros se recuperara del todo, nuestra
protagonista saltó por la ventana del primer piso y cayó sobre un pobre
transeúnte, cayendo los dos de bruces al suelo.

Mientras Jacky se levantaba y se sacudía las ropas, el abandonado gordo
la insultaba y la amenazaba desde la ventana del primer piso del burdel.
Haciendo caso omiso a eso, el ex capitán del /Perla Negra/ devenido a
mujer, se dispuso a seguir escapando, pero, las cosas estaban muy lejos
de mejorar, ya que el tipo sobre el cual ella había caído, era alguien
muy conocido por nuestra pirata.

—¡¿TÚ?! —exclamó incrédulo el enorme hombre musculoso en cuanto se
levantó del suelo y reconoció a la mujer que había caído sobre él—.
¡¿Qué demonios haces aquí si yo te vendí al capitán Henry McKinley?!

Al verlo detenidamente, Jacky comprobó desgraciadamente, que aquel
sujeto no era otro que el mismo brabucón que había querido propasarse
con ella la primera vez que ésta pisó Isla Tortuga como mujer,
agregando, claro, el hecho de que la había capturado y vendido como
cualquier mercadería a un tratante de blancas.

Éste hombre se apodaba "Perro Loco".

Con los hombros encogidos, y con un gesto de desagradable sorpresa,
Jacky comenzó a retroceder poniéndose muy nerviosa/a mientras abanicaba
las manos.

—¡Ho-hola¿Co-cómo estás¡Tanto tiempo sin verte! Me gustaría quedarme a
charlar contigo sobre los viejos tiempos, pero lamentablemente no tengo
tiempo para las remembranzas y tengo que dejarte sin mi magnética e
inigualable presencia… —y lentamente comenzó a darse vuelta, para luego
salir disparada/o a través de la concurrida calle.

Furioso, "Perro Negro" corrió tras ella con la intención de darle su
merecido.

Entretanto, en otro lugar del pueblo, el capitán Jack Sparrow había
entrado a su taberna favorita junto a Gibbs y Ana Maria. Los tres se
sentaron en una de las tantas mesas que había en aquel viejo salón
concurrido por piratas y pescadores, y se dispusieron a almorzar y a
beber opíparamente.

Una vez que les sirvieron el ron, tocino y sopa de pollo, Jack y
compañía se dispusieron a dar rienda suelta a sus voraces apetitos, pues
al pasar muchos días navegando en el mar, no habían probado gran cosa
más que las conservas de carne seca y fruta en conserva.

Pero estaba escrito que no podrían almorzar tranquilamente, ya que un
grupo de hombres y mujeres de diferentes aspectos se habían aproximado a
la mesa en donde se encontraban Jack y sus compañeros. No había ninguna
cara amistosa entre ellos.

—Por fin te encontramos, Jack Sparrow —le dijo uno.

—Ejem… —el aludido, con un pedazo de cerdo a punto de ser introducido a
la boca, bajó la pata y corrigió con un poco de jactancia:

—Capitán, capitán Jack Sparrow, caballeros. ¿Puedo saber el motivo por
el que interrumpen mi almuerzo con sus ilustrísimas presencias?

Entonces, uno de los hombres se acercó a la mesa y bajó violentamente el
puño sobre ella, tan fuerte sonó aquel golpe, que todos los que estaban
en aquella taberna dejaron de comer, beber o charlar para poner toda su
atención en aquella escena. Ana María y Gibbs se miraron con gran
preocupación¿en qué problema se habían metido ahora por culpa de su
capitán? Muy pronto lo sabrían.

—¡Tú me quitaste mi novia! —le respondió muy enfadado el hombre que
había descargado el puñetazo.

—¡Te metiste con mi esposa! —dijo otro.

—¡Me debes dinero! —exclamó un tercero.

—¡Me robaste mi bote pesquero! —acusó otro de ellos.

—¡Comiste en mi taberna y no pagaste! —chilló otro del grupo.

—¡Me sedujiste para robarme una antigua gargantilla de oro que heredé de
mi abuela! —imputó una mujer.

—¡Me estás engañando con otras mujeres! —se quejó otra.

—¡Me quitaste mi juguete! —dijo muy enfadado un pequeño niño que se
encontraba entre los sorprendidos acusadores, quienes, después de
mirarlo con los ojos bien abiertos, miraron a Jack Sparrow con ojos
acusadores. Éste, no pudo evitar ponerse nervioso al notar que Gibbs y
Ana María lo observaban con gran decepción.

—¡Qué bajeza! —exclamó Ana mientras se cruzaba de brazos—. Puedo esperar
todo lo demás de usted¡pero robarle a un niño inocente, capitán Jack
Sparrow¡Debería darle vergüenza!

—"Debería", pero no me da —replicó Jack apuntando hacia arriba con el
dedo índice y sonriendo nerviosamente—. La verdad, es que era un balero
muy bonito.

Un gemido de furia y advertencia se escuchó a su alrededor, algunos se
cruzaron de brazos y otros los pusieron en jarra mientras lo taladraban
con una mirada de fastidio.

—Esteee, yo nunca tuve uno cuando era un niño… —comenzó a levantarse
lentamente el acusado. La mirada de sus denunciantes empeoró.

—N-no se preocupen, les prometo que muy pronto les devolveré el dinero,
las joyas, el bote, las mujeres, mi amor, el juguete y su admiración por
el único e inigualable capitán Jack Sparrow… —les dijo mientras con
preocupación que todos comenzaron a arremangarse las mangas, dispuestos
a darle una buena paliza.

—Nosotros vamos a darte una golpiza "única e inigualable", capitán Jack
Sparrow —aclaró con rabia uno de ellos.

En aquel incómodo momento, sonriendo estúpidamente y sin quitarle la
vista a sus agresores, Jack murmuró por lo bajo a sus compañeros:

—¡Ayúdenmeeee…!

—Lo siento, Jack, pero creo que te lo tienes bien merecido —le dijo
seriamente Gibbs.

—Lo mismo digo yo. Arréglatelas solo, nosotros no tenemos nada que ver
con tus fechorías —replicó Ana María mientras volvía a cruzarse de
brazos y poniéndose muy ceñuda.

—Traidores… —murmuró su capitán con cara de fastidio, taladrándolos con
la mirada y con los brazos sueltos a ambos lados de su cuerpo.

—¡A él, muchachos¡Démosle su merecido! —gritó uno de repente uno de los
ofendidos.

—¡Sí¡Que me devuelva mi balero!

Y entonces, todos se abalanzaron sobre el infortunado pirata para
atraparlo y propinarle una severa golpiza. El asustado Jack desapareció
bajo toda aquella turba iracunda. Tan grande fue el amontonamiento, que
ninguno se percató de que el capitán Sparrow salió a gatas por debajo de
ellos y comenzó a dirigirse disimuladamente hacia la puerta de salida.
Hubiera escapado sin ningún problema, pero su huida fue frustrada por un
pobre limosnero ciego que estaba en la puerta, que gritó advirtiendo a
los demás:

—¡Se está escapando por la puerta!

Alertados, todos se volvieron hacia dicha dirección y miraron furiosos
hacia el huidizo pirata. Con una nerviosa media sonrisa, Jack Sparrow se
levantó lentamente del suelo al verse descubierto y murmuró entre
dientes al delator:

—¡¿Qué no eras ciego…?!

Y antes de que la muchedumbre se abalanzara sobre él, nuestro
protagonista se fugó veloz como una gacela a través de la puerta,
seguido de cerca por sus enfadados perseguidores.

Mientras tanto, en el otro lado de la ciudad, la capitana Jacky Sparrow
seguía escapando de sus perseguidores, ya que el hombre al que ella
había robado, también la estaba buscando junto a sus empleados. "Perro
Loco" de igual forma había encontrado a sus amigos tratantes y juntos
comenzaron a perseguirla.

Ahora, querido lector, imagínese una secuencia de imágenes intercaladas
entre sí, teniendo como protagonistas a nuestra singular pareja de
piratas y a sus perseguidores.

Jacky, para librarse de "Perro Loco" y compañía, le dio un buen bofetón
a un pobre burro que llevaba un carro cargado con barriles de cerveza,
el pobre animal, asustado, le dio una tremenda patada al carro,
volcándolo y tirando todos los barriles en contra de "Perro Loco" y sus
amigos. Uno de los siete hombres quedó desmayado en el suelo, los demás
continuaron son su persecución.

Jack, por su parte, no encontró mejor herramienta que un gran panal de
furiosas avispas, que lanzó a sus perseguidores con un buen maderazo.

—¡Si existiera en estos tiempos el Baseball, sería un gran bateador!
—exclamó mientras volvía a emprender la retirada.

Cuatro hombres de la treintena habían sucumbido bajo la furia de
aquellos insectos que salieron de su hogar para defenderlo.

Un poco más cerca del lugar en dónde se encontraba su contraparte
masculino, Jacky Sparrow seguía huyendo de sus malvados acosadores. A
veces la alcanzaban, pero ésta siempre lograba escurrírseles con su
característica habilidad de despiste y evasión. Para la mala suerte de
sus enemigos, la mujer entró al mercado y al pasar por un puesto de
frutas y verduras, tomó lo que estaba a su alcance y comenzó a tirarles
dichos elementos.

Algunos de los hombres cayeron bajo los durísimos cocos, otros
resbalaron con las bananas y otros desafortunados se le llenaron los
ojos de ardientes lágrimas debido a las cebollas y a los chiles extra
picantes que Jacky les lanzaba. Tres hombres quedaron fuera de combate.

Por otro lado, el capitán Jack Sparrow también había llegado hasta el
mercado, siendo él hombre, les fue mucho más difícil a sus perseguidores
alcanzarlo, pero no por eso eran menos peligrosos. Mientras corría entre
los puestos del mercado, el astuto pirata se dio con un gran puesto de
peces y mariscos, a lo que igual que su contraparte femenina, comenzó a
lanzarles todos aquellos productos de mar a sus perseguidores.

Varios de ellos recibieron dolorosos apretones de pinzas por parte de
los cangrejos que les lanzaba el pirata (cabe aclarar que nuestro amado
pirata también recibió un "cariñoso" apretón de pinzas en su dedo
meñique), otros se resbalaron cuando pisaron los peces¡y a otro lo atacó
un pequeño pulpo negro que se le aferró a la cara y no quería soltarlo!
Aprovechando semejante escándalo, Jack huyó nuevamente a través de las
concurridas calles de Isla Tortuga, llegando hasta una nueva feria
recién arribada a la ciudad. Una feria llena de adivinadores, cosas
raras, animales y personas extraordinarias.

Pocos minutos después de que éste entrara a los terrenos de la feria,
llegó hasta allí la capitana Jacky Sparrow, quien también entró a dicho
lugar para ocultarse de sus perseguidores. Momentos después, "Perro
Negro", dos de sus amigos, el tipo robado por la pirata y uno de sus
sirvientes, también llegaron hasta allí y entraron inmediatamente. No
pasaron ni cinco minutos que el reducido grupo que perseguía a Jack
Sparrow llegó hasta la feria, y luego de unos titubeos, también
ingresaron al lugar.

En aquella feria tan surrealista, Jack y Jacky (que aún no se habían
encontrado), pudieron hallar diferentes sitios para ocultarse y hasta
disfrazarse, pero sus enemigos siempre terminaban encontrándolos de una
forma u otra obligándolos a emprender nuevamente una desesperada huída.

En el centro de esta feria había una especie de edificación larga y
cerrada, cuyo interior era nada más ni nada menos que un laberinto de
espejos, en el cual era muy fácil perderse y también podía funcionar
como un buen escondite para quien quisiera huir de alguien, y justamente
fue ése lugar que escogieron Jack y Jacky para esconderse de sus
perseguidores.

Una vez adentro, los dos piratas comenzaron a deambular por aquel
extraño y maravilloso lugar. Como ambos habían entrado por las puertas
laterales del laberinto, ninguno de los dos tenía idea de la existencia
del otro. Y debido al fascinante diseño de los espejos —que te hacía
flaco, gordo, alto o bajo—, los capitanes del /Perla Negra/ pronto
olvidaron el motivo que los obligó a entrar en aquel sitio.

—Me parezco a Marty —sonrió el capitán Sparrow al verse en un espejo que
lo hacía verse como un enano.

Siguió caminando.

—¡Uy¡Pero qué sexy me veo! —dijo Jacky al mirarse en un espejo que la
hacía tener una cintura de avispa.

Volvió a andar.

—¡Uf¡Ahora me parezco a Gibbs! —se sorprendió Jack al verse bastante
gordo en otro de los espejos.

Caminó otro poco más, siempre mirándose en los espejos.

—Vaya, ahora me veo como Ana María —bromeo la capitana al verse tan
flaca como un palo en otro espejo.

Y así siguió su camino, siempre mirando hacia los espejos. Caminó un
poco más hasta que se encontró con un espejo que seguramente sería el
mejor de todos, porque sorprendentemente la mostraba a sí misma pero con
el aspecto del hombre que había sido toda su vida.

Jack, muy extrañado, se vio a si mismo reflejado en el espejo pero con
la apariencia de una mujer. Recordaba ese aspecto, era el mismo que
había tenido cuando era una mujer hacía ya varios meses atrás.

Para probar la efectividad de aquella ilusión, ambos decidieron probarla
a su manera:

Jacky levantó el brazo derecho, su imagen masculina también hizo lo
propio tiempo.

Jack alzó la pierna izquierda, su reflejo femenino lo hizo del mismo modo.

Jacky sacó la lengua, su imagen también lo hizo.

Jack se estiró los ojos, su reflejo también lo hizo.

Entonces, ambos decidieron probar algo más arriesgado, quisieron
"meterle los dedos" a los ojos de sus propios reflejos, y en cuanto lo
hicieron…

—¡¡OUCH!! —gritaron los dos al mismo tiempo al sentir el dolor.

Cuando los dos piratas terminaron de refregarse sus adoloridos ojos, se
miraron con gran sorpresa, incrédulos ante lo que veían ante ellos.

—¿Jack? —preguntó Jacky.

—¿Jacky? —inquirió Jack.


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