Fanfic Piratas del Caribe -El Libro del Destino- *Capítulo 5: En Port Royal, James Norrington*

                                           Resumen de la historia: El capitán Jack Sparrow comete el gran error de ponerse un anillo maldito que lo transformará en mujer y le traerá un sin fin de problemas tanto a él como a quienes lo rodean, amigos y enemigos. Una elección que cambiará la vida y los destinos de todos, en especial del Comodoro James Norrington y el mismo Jack. Esta historia está ambientada después de la primera película y desarrollada durante la segunda y tercera película. Una historia larguísima pero muy entretenida, con drama, humor, acción y romance. ¡Que la disfruten!



*PIRATAS DEL CARIBE: EL LIBRO DEL DESTINO*

PRIMERA PARTE: PLANES


¡Jack y Jacky se separaron! ¡ahora son 2! ¡Un hombre y una mujer! ¡Doble problemas para todos! ¿Lograrán cambiar sus destinos y el de los demás? Continuaciòn de La Maldición del Anillo de la Calavera. James y Jacky pasan su primera noche juntos...¿pero será la última?

Género: drama, amistad, acción, suspenso, humor, romance, violencia, aventura, fantasía, erotismo
Pareja: Jacky Sparrow/James Norrington. Elizabeth Swan/Will Turner
Personajes: Jack Sparrow/Jacky Sparrow, James Norringon, Elizabeth Swan, Will Turner, Hector Barbossa ¡y muchos más!
Calificación: para mayores de 18 años
Cantidad de palabras: variable
Duración: 67 capítulos la primera parte, 57 la segunda parte y 51 la última parte.
Estado: finalizado
Escritora: Gabriella Yu
Mi estilo: estoy influenciada tanto por el anime, los dramas asiáticos y la literatura universal. Me gusta hacer pasar a los personajes por duras pruebas.
Aclaraciones: Esta historia la escribí hace más de 10 años, es muy entretenida, no se arrepentirán de haber perdido el tiempo en leerla. Le tengo mucho cariño porque fue una rara mezcla que logré hacer con el drama, humor y acción. 
IMPORTANTE: contiene escenas subidas de tono XD


*Capítulo 5: En Port Royal, James Norrington*


Habían transcurrido tres meses desde que el capitán Jack Sparrow se
había liberado de la Maldición del Anillo de la Calavera y la capitana
Jacky Sparrow había dejado de ser el tema principal de conversación de
quienes la habían conocido, pero, solamente uno de ellos seguía
manteniéndola en el lugar más dulce de su corazón, sin siquiera
atreverse a olvidar los únicos recuerdos que tenía de ella: el comodoro
James Norrington.

El comodoro, sus hombres, William Turner y Elizabeth Swann habían
regresado a su rutinaria vida de antes en Port Royal al igual que el
almirante Jacobson y su tío en Inglaterra. Will y Elizabeth habían
creído que Norrington cambiaría su forma de ser gracias a las últimas
aventuras (y desventuras) que habían pasado juntos, pero notaron con
desilusión que el regio oficial seguía comportándose como era su
costumbre, rígido e impasible, haciéndose odiar por medio mundo.

Ahora, todo el mundo sabía que había roto su compromiso con la bellísima
Katrina Watson; algunos le dieron la razón a Norrington porque vieron en
ella a una desvergonzada, otros murmuraban a espaldas de James que había
sido una lástima que una mujer lo abandonara otra vez y que posiblemente
él estaría condenado a pasar la vida como un viejo solitario y refunfuñón.

Hacía un mes que el Comodoro James Norrington había salido con toda su
flota de Port Royal con la intención de capturar a los últimos piratas
que navegaban por el Mar del Caribe: Jack Sparrow y Hector Barbossa.
Luego de varias semanas de búsqueda, la flota real británica regresaba a
casa con las manos vacías.

James Norrington permanecía en su camarote mientras el Teniente Gillette
se encargaba de la dirección del navío insignia. Últimamente, el
Comodoro se encerraba en su camarote para estar a solas, y toda su
tripulación sabía la causa: un desengaño amoroso.

En su camarote, sentado frente a un gran escritorio repleto de mapas y
papeles, James observaba tristemente el anillo que había recogido en las
ruinas de la Isla del Cuello Torcido, única posesión de Jacky Sparrow
que le había quedado; su único recuerdo.

—Jacky… —murmuró melancólicamente mientras hacía dar vueltas el dorado
anillo entre sus dedos y se sumergía en los recuerdos del pasado con su
querida pirata desaparecida.

Unos repentinos golpecitos en la puerta le hicieron volver al amargo
presente.

—Adelante —ordenó con voz imperiosa mientras guardaba apresuradamente el
anillito en uno de los bolsillos de su elegante casaca militar.

Respondiendo inmediatamente a ésa orden, el oficial fusilero Murtogg
entró al camarote.

—Señor, pronto llegaremos a Port Royal —avisó.

—Bien. Dígale el teniente Gillette que pronto me reuniré con él en el
puente.

—Sí, Señor —y luego de dirigirle una curiosa mirada, el delgado oficial
desapareció de su vista, dejándolo nuevamente sumido en una profunda
soledad.

Entonces, el comodoro James Norrington suspiró profundamente. ¿Es que
acaso estaba condenado a no encontrar jamás a una buena compañera con
quien pasar el resto de su vida¿Una mujer con quien compartir sus
triunfos y tristezas? Con la joven Elizabeth había planeado una vida
así, pero la había perdido inesperadamente en manos de Turner. Había
resultado muy doloroso perderla, pero luego, el verlos muy felices
paseando juntos por la playa y tomados de la mano, le rompía el corazón.
Y así hubiera seguido sufriendo si no hubiera conocido a la
desvergonzada de Jacky, quien le había mostrado una forma diferente de
amar, una en la que él se había sentido completamente vivo, olvidándose
casi completamente del amor que le profesaba a la bella Elizabeth.

—¿Se encuentra bien, Señor? —le preguntó el teniente al verlo aparecer
por cubierta.

—Me encuentro muy bien, teniente Gillette —le respondió Norrington
mientras subía por las escaleras hacia el puente de mando, con sus manos
entrelazadas atrás de su espalda—. ¿Por qué siempre me hace la misma
pregunta cada vez que salgo de mi camarote?

—¡Ejem! —carraspeó el joven oficial un tanto nervioso—. Bueno…, pues
creo que no tiene nada de malo que le pregunte eso¿verdad? A veces se lo
ve tan triste que no es normal en usted.

James lo observó entre serio y sorprendido¿acaso era tan obvio lo mucho
que extrañaba a Jacky Sparrow?

—Teniente Gillette —dijo—, le agradezco mucho que se preocupe por mi
salud, pero le aconsejo que esas cosas frívolas nunca deben mezclarse
con el deber¿entendido?

—Entendido, Comodoro —asintió el teniente un tanto consternado.

—¿Está todo en orden para desembarcar en el puerto?

—Sí, mi Señor.

—Buen trabajo, Teniente Gillette, pronto estaremos en casa.

—Gracias, Señor.

Sin decir nada más, James dirigió su vista hacia la ciudad colonial de
Port Royal, y mientras su atención se perdía en el hermoso contorno de
la costa, su mente volvió sin quererlo hacia los atesorados recuerdos
que tenía de su alocada pirata. ¿Cómo era posible que él, un respetado y
fino caballero, se enamorara de una mujer pecaminosa que representaba
todo lo contrario al ideal que él había tenido sobre la que sería su
esposa. ¿Cómo entonces se había enamorado de Jacky Sparrow? James estaba
seguro que la Maldición del Anillo de la Calavera tenía mucho que ver
con ello, bueno, en un inicio, porque después, lo que lo había atrapado
realmente de la pirata, era su forma de ser. ¡Ella era tan auténtica! No
había en ella la típica y aparente "domesticidad" de las mujeres de
sociedad, Jacky era salvaje y hacía y decía lo que quería. Pero…
¿aquella relación tan extraña hubiera funcionado si ella no hubiera
desaparecido de su vida?

Luego de media hora, el hermoso navío insignia de la armada había echado
por fin amarras en el ansiado puerto de Port Royal luego de varios meses
de ausencia.

Luego de darle algunas últimas órdenes al teniente Gillette para el
desembarco de los hombres y el cargamento, el comodoro James Norrington
se dirigió inmediatamente en un carruaje hacia la casa del gobernador
con las intenciones de informarle todo lo respecto a la misión.

Una vez allí, en la elegante oficina del gobernador de Port Royal, James
le informó todo lo que había acontecido durante la travesía.

El gobernador Weathervy Swann lo escuchó en completo silencio mientras
Norrington hablaba, observándolo detenidamente, estudiando cada uno de
sus gestos y movimientos, como si quisiera averiguar algo que estuviera
muy oculto en su fiel servidor. Tanto el gobernador como el oficial se
encontraban conversando a puertas cerradas mientras la sirvienta entraba
un momento para dejar el té y galletitas para luego volver a salir, el
primero estaba sentado en un elegante sillón y el otro parado delante de él.

—De modo que no hubo suerte, comodoro Norrington —dijo el gobernador.

—No, gobernador Swann, no pude encontrar a ninguno de ellos y acabamos
por enterarnos de la desagradable presencia del peligroso pirata llamado
Morgan en Isla Tortuga.

—Eso es un problema, pero no creo que ese sucio pirata nos ataque,
Comodoro —le dijo con su acentuado tono inglés—, y no me sorprende que
no encontrara el barco que comandan esos dos truhanes en aguas tan
extensas como estas —dijo tranquilamente el padre de Elizabeth mientras
se levantaba y caminaba hacia el gran ventanal. Él siempre había sido un
hombre muy despreocupado—, recuerde que ya hemos eliminado a casi todos
los piratas menos a esos dos, y me resulta imposible que ese "terrible"
pirata se atreva a venir a Port Royal en donde hay una fuerte armada
británica.

—Le prometo que los atraparé antes de que finalice el año y serán
ahorcados con celeridad, señor —replicó seriamente mientras dirigía su
mirada hacia el elegantemente vestido gobernador, sin moverse en donde
estaba.

—De eso no tengo duda, comodoro Norrington… —miró a través de los
cristales, el día estaba precioso. Weathervy reparó entonces en su joven
hija Elizabeth y en el joven Turner quienes en la lejanía podía vérseles
pasear de la mano caminando por las hermosas playas de la costa—. Se los
ve muy felices¿verdad?

—¿Perdón¿Cómo dice? —preguntó Norrington sobresaltado por aquel
comentario tan fuera de lugar.

El gobernador se volvió.

—Hablo de mi hija y el joven Turner. Están paseando afuera, venga a ver…

Más por obedecerlo que por gusto, James se acercó a la ventana y observó
melancólicamente aquella romántica escena, y sin poder evitarlo, sintió
que la envidia gobernaba su triste corazón.

—Es una verdadera lástima que la simpática señorita Katrina Watson haya
roto su compromiso con usted, comodoro Norrington —comentó suavemente el
gobernador mientras observaba detenidamente a su oficial de más alto
rango—, formaban una excelente pareja.

Sin volver su rostro hacia su Señor, James sonrió tristemente e inclinó
hacia abajo la cabeza, cerrando los ojos por unos momentos, como si
quisiera esconder todo aquel dolor que lo consumía día con día.

—La gente no opinaba igual que usted, gobernador Swann, además, ella
tenía sus razones, y también habían muchos obstáculos infranqueables
para nuestra relación… —miró seriamente al gobernador, pero en sus ojos
se podía adivinar la profunda soledad que lo embargaba—. El destino así
lo quiso y yo lo aceptaré como un caballero.

—"No es bueno que el hombre esté solo"; así reza la Biblia, comodoro, sé
que encontrará a la mujer adecuada para usted.

—Por lo visto, señor, mi destino es el de permanecer solo hasta el día
de mi muerte —se dirigió hacia la puerta, siempre con su andar señorial,
pero antes de salir por ella, se volvió hacia Weathervy Swann y le dijo:

—Ya no deseo que mis asuntos personales estén en boca de todo el mundo,
Señor, no quiero saber más nada al respecto, con su debido respeto. Si
ya no hay nada más de qué tratar, me retiro, Señor. Estoy muy cansado
por la travesía y necesito ir a casa a descansar. Llámeme si necesita
algo de mí.

Y se fue cerrando la puerta tras de sí. El Gobernador se quedó unos
momentos mirando fijamente hacia dicha puerta, luego se volvió otra vez
hacia la ventana y miró a través de ella a aquella hermosa pareja de
enamorados, suspirando luego por el pesimismo que había embargado a su
primer oficial, que después de todo, era un buen hombre y lo conocía
desde hacía mucho tiempo, desde que era un jovencito.

Después de salir de la majestuosa casa del Gobernador Swann, el Comodoro
James Norrington se dirigió hacia la playa, dispuesto a saludar a su ex
prometida y a su novio. Claro que no le agradaba mucho el hecho de
verlos juntos porque aún sentía algo muy especial por Elizabeth, pero
ella y el joven Turner eran los únicos en todo Port Royal que sabían de
la verdadera identidad de Jacky y de todas las aventuras que habían
pasado juntos. No había nadie como ellos como para conversar acerca de
la verdad que había en todo aquel enmarañado y extraño asunto entre él y
Jacky Sparrow.

Aunque nunca hablaban abiertamente de aquello, a James le era suficiente
saber que ellos, por lo menos, comprendían su dolor de alguna manera.

—Mira, Will, allí viene James… —dijo la joven de rubios cabellos a la
vez que se detenía junto a su prometido.

—Por lo visto no ha podido atrapar a Jack —comentó el muchacho con una
media sonrisa.

—Creí que con el asunto de la versión femenina de Jack, James
renunciaría a sus intentos de atraparlo y hacerlo colgar, pero veo que
no ha cambiado para nada su actitud.

—Norrington es un militar, Elizabeth, es muy difícil que ponga sus
sentimientos antes que a su deber.

—¡Pero quería tanto a Jacky!

—Pero odia a Jack Sparrow… Ya está cerca, mejor dejemos de hablar de
esto o se molestará, estoy seguro que vino a saludarte.

Ambos jóvenes guardaron silencio en cuanto el Comodoro Norrington llegó
hasta ellos, él se detuvo y los saludó cortésmente.

—Buenos días, Elizabeth. Buenos días, joven Turner.

—Buenos días, James —la hija del gobernador se inclinó un poco a modo de
saludo. Aquella mañana se veía preciosa con su vestido verde manzana de
verano.

—Buenos días, Comodoro Norrington —saludó el apuesto chico—. ¿Cómo le
fue en el viaje?

—Nada productivo, joven Turner, no pudimos capturar a esos pillos.

—Supongo que lo intentarán de nuevo.

—No lo creo, no podemos dejar a Port Royal a merced de otros piratas.

—¿Qué otros piratas? —preguntó la extrañada señorita Swann, pues ella
creía que no había nadie más aparte de Jack y Barbossa.

—Olvida usted a Bartolomé "Sangre Negra" Morgan, Elizabeth.

—¡Oh¡Él¡Es verdad! —exclamó un tanto horrorizada, pues aquel horrible
sujeto casi había logrado asesinarlos la primera y única vez que se
habían encontrado con él.

—¿Bartolomé Morgan? —repitió Will muy preocupado—. ¿Ese maldito aún
sigue con vida?

—Así es, se escapó de prisión el día en que iba a ser ahorcado. Nos
enteramos en nuestro último viaje, gracias a unos informantes, que
Morgan ha estado en Isla Tortuga y que está planeando volver a su mal
oficio de la piratería. Tememos que pueda atacar Port Royal de un
momento a otro si logra obtener un buen barco para atacarnos.

—¿Le ha comentado eso a mi padre?

—Ya está al tanto, pero no cree que Morgan nos ataque.

—¿Y qué es lo que usted cree, Comodoro? —inquirió Will, mirándolo
seriamente.

—Que atacará.

—¿Y qué es lo que planea hacer entonces? —volvió a preguntar.

James lo miró detenidamente por espacio de unos segundos y le contestó
secamente:

—Eso es algo que no debe importarle a un simple herrero, joven Turner,
limítese a sus asuntos y a hacer feliz a Elizabeth —y diciendo esto con
su habitual tono antipático, hizo una breve inclinación de su cabeza y
se dio media vuelta para marcharse mientras que William, muy enfadado,
lo asesinaba con la mirada.

—¿Vas a venir al baile de máscaras que daré el próximo sábado para
celebrar mi compromiso con Will, James? —preguntó de repente la joven
hija del Gobernador, deseosa de hacer las paces entre él y su prometido.

Norrington se detuvo, pero no se dio vuelta para mirarla ni tampoco
pronunció palabra alguna, parecía que la propuesta lo había tomado por
sorpresa y no sabía qué contestar, aparte, claro, que se sentía un poco
humillado el tener que asistir al baile de compromiso de su ex prometida.

—¿Para qué lo invitas, Elizabeth? —dijo Will con tono de desprecio, pues
aún se sentía insultado por la mala actitud de James hacia él—, el
Comodoro Norrington no tiene a nadie a quien llevar, está solo como un
perro.

—¡No le permito que usted hable así de mí, joven Turner! —exclamó muy
ofendido el aludido mientras se daba vuelta para enfrentar al atrevido
muchacho, pero antes de que se trenzaran en una discusión, Elizabeth
Swann se interpuso entre ellos y dijo:

—James puede ir al baile y conocer a alguna buena mujer que lo
impresione¿quién sabe? Podría conocer a alguien muy especial…

El Comodoro y el joven armero la miraron detenidamente, aquella idea
cursi y romántica no podía venir sino de una mujer.

—Iré con la intención de celebrar tu compromiso con el joven Turner,
Elizabeth, pero no tengo ninguna intención de conocer a otra mujer por
el resto de mi vida.

Y diciendo esto, se marchó, dejando a Will y a su prometida mirándolo
muy sorprendidos. Tras verlo desaparecer por un recodo del jardín de la
propiedad de los Swann, el muchacho por fin se animó a hablar.

—Elizabeth… ¿tú crees que...?

—¿…se referirá a Jacky? —completó la chica.

William asintió con la cabeza, ella se quedó mirando aquel hermoso
rostro por unos momentos, suspiró y dirigió su mirada hacia el tranquilo
mar. Las gaviotas volaban felices a través del cielo azul y las nubes
blancas parecían pedazos esponjosos de algodón.

—Creo que él la amaba de verdad, Will, mucho más que a mí.

Entonces, el muchacho también dirigió su vista hacia el lejano horizonte
marítimo, pensando en lo cruel que había sido el destino con el ex
prometido de Elizabeth¿cómo podría haberse enamorado de un Jack Sparrow
convertido en mujer¿La había amado tanto como para renunciar a otras
mujeres?

—Estuve muy mal al burlarme de él… —murmuró entristecido, entonces, su
prometida lo tomó por el brazo, lo miró con gran admiración y reclinó su
cabeza sobre su hombro.

James Norrington no había tomado un carruaje para volver a su casa, pues
necesitaba despejar su mente, caminaba con pasos rápidos y bruscos,
estaba muy furioso, no solo contra Will Turner, sino también contra el
destino cruel que parecía querer burlarse de él una y otra vez en cuanto
a los asuntos del amor. ¿Cómo podría haberse enamorado de esa manera de
Sparrow¡No podía olvidarla por más que lo intentara¡Le rompía el corazón
de sólo pensar que ella ya no existía! Jacky era una desvergonzada,
abusadora, mentirosa y malvada… ¿cómo entonces podía haberse enamorado
de una mujer que ni siquiera lo era¡Ella había sido todo lo contrario al
ideal que él siempre había tenido de una mujer! Pero aún así, la había
amado, la amaba y la amaría para siempre.

En ella estaba pensando cuando llegó a su casa luego de haber caminado
casi toda la colonia inglesa de Port Royal. James vivía en una hermosa y
gran casa de dos pisos digna de alguien de su estatus, en la que él
había soñado traer a vivir a una buena mujer para después formar una
familia.

Cuando llegó frente a la puerta principal, James suspiró, aquel simple
deseo jamás iba a convertirse en realidad, jamás. Abrió la puerta y
entró al recibidor, le sorprendió no ser recibido por la criada o Billy,
su pequeño protegido, quien ayudaba en la servidumbre de la casa por no
poder hacer otra cosa al ser sordomudo. Billy era el único eslabón que
lo unía al pasado, a aquel breve instante que había compartido con Jacky
Sparrow. El muchachito siempre iba felizmente a su encuentro cada vez
que James regresaba de sus tareas oficiales, Norrington no entendía cómo
el pequeño se enteraba tan rápido de su regreso, pero su tranquila y
alegre compañía era un bálsamo para su triste alma, pero ahora,
extrañamente, no había salido a su encuentro.

El oficial decidió buscarlo, quizás esta vez el chico no se había
enterado de su llegada¡qué sorpresa le daría entonces! Pero a medida que
iba recorriendo las habitaciones buscándolo, poco a poco su risueño
rostro comenzó a cambiar por la de uno de extrañeza y preocupación:
todo, absolutamente todo estaba mucho más limpio y ordenado que de
costumbre. Frunció el entrecejo, la servidumbre jamás era tan diligente
con la limpieza, aquello era algo que no le estaba gustando nada de
nada, pues significaba que alguien ajeno a la casa estaba allí, y ya
estaba suponiendo quién podría ser, y eso solo significaba muchos problemas.

James llegó hasta el cuarto de la cocina y lentamente acercó su oído a
la puerta para tratar de escuchar algo más que el continuo ajetreo de la
preparación del almuerzo por parte de la cocinera y la servidumbre,
pero, de repente y sin que se lo esperara, la puerta se abrió
bruscamente y Norrington cayó sentado al suelo gracias al empujón que
había recibido por parte de la puerta. Mayor fue la sorpresa del oficial
cuando vio salir rápidamente de la cocina a un desesperado Billy, quien
al ver a su protector, se lanzó inmediatamente a sus brazos para
aferrarse fuertemente a él.

—¡Billy¿Pero qué te sucede¿Qué es lo que está pasando aquí? —preguntas
tontas, James sabía que el chico no podía escucharlo y que difícilmente
le contestaría con celeridad.

—¡Oh¡Ese chico es una desgracia¿De dónde lo ha traído, joven James? —oyó
la autoritaria voz de una mujer que él conocía muy bien.

—¿Na-nanny? —apenas pudo decir de lo asombrado que se encontraba al ver
a una delgada mujer con cara de pocos amigos parada en la puerta de la
cocina—¿p-pero qué es lo que está haciendo aquí?

La mujer a la que él llamaba "nanny", se cruzó de brazos y lo miró de
una manera muy amenazante con su peculiar vista de "halcón", como solía
decir James cuando era pequeño. Esta mujer tenía más de cincuenta años,
era alta y delgada, de carácter fuerte, decidido y era increíblemente
insensible y estricta, jamás se había enamorado y estaba muy orgullosa
de ello. Siempre estaba vestida de negro o gris y llevaba su largo
cabello liso recogido en la nuca, que era de color negro encanecido. Sus
ojos verdes aún conservaban aquella fuerte impetuosidad juvenil que
nunca la abandonaba respecto a las normas de etiqueta de un "buen
ciudadano". Desde su juventud se había encargado seriamente del cuidado
y la educación de James y sus hermanos como su institutriz, para luego
ascender a Ama de Llaves en casa los Norrington. Ella, aunque jamás lo
dijera abiertamente, quería a James y a su hermana como los hijos que
ella nunca tubo y ni quiso tener. Madame Annete Foubert, que así se
llamaba esta mujer francesa, había llegado a Port Royal hacía ya tres
días y se había instalado en casa de su antiguo pupilo, poniendo a todo,
y a toda la servidumbre, en su lugar, ejerciendo su natural don de la
tiranía y liderazgo.

—¿Esas con las maneras de recibir a tu Nanny, jovencito? —le espetó
mientras se inclinaba y tomaba firmemente al joven hombre por la oreja y
lo levantaba del suelo—. Veo que tendremos que empezar de nuevo con las
principales normas de la buena educación, la vida de marinero lo ha
embrutecido, señorito Norrington.

Con una mueca de dolor, el pobre James quiso explicarse.

—¡Ouch! L-lo que pasa es que usted me ha tomado por sorpresa, Madame
Foubert. Nadie me avisó de su llegada…

—Nadie le avisó de mi llegada porque tus padres y yo no queríamos que
tuvieras tiempo de esconder a esa sinvergüenza que tienes por prometida,
jovencito —fue la sorpresiva explicación mientras lo soltaba. James la
miró estupefacto.

—¿Qué¿Qué tengo a una sinvergüenza por prometida¿Esconderla¿Pero de qué
está usted hablando, Nanny? —Norrington y sus hermanos siempre le había
llamado "Nanny", pues le tenían mucho cariño a pesar se su carácter.

—No se haga el tonto, jovencito, a mi no me engaña, sabe muy bien que
puedo darme perfectamente cuenta de cuándo alguien me está mintiendo.

—¡Pero no sé de qué me está hablando!

—¡Cuide su tono con una dama si no quiere que lo castigue como cuando
era un niño, jovencito!

—…Lo lamento, Nanny, no volverá a pasar… —James bajó la vista, sabía que
debía comportarse como un caballero, así le habían instruido desde
pequeño. Debía tener calma—. Lo que pasa es que no entiendo a lo que se
refiere, yo no estoy comprometido con nadie…

El tono de tristeza en la voz de James, tomó por sorpresa a Annete, ella
no lo demostró, pero, enseguida supo que alguien le había roto el
corazón a su querido "niño".

—El almuerzo ya está listo, señorito Norrington —le dijo mientras lo
escudriñaba con la mirada—, vaya a prepararse, debe estar usted muy
cansado. Hablaremos de esto mañana.

James asintió, pero cuando intentó irse a su habitación, no pudo
caminar, pues el pequeño Billy aún estaba fuertemente aferrado a su
casaca, aterrorizado.

—¿Billy, pero qué te pasa? —le preguntó James un tanto preocupado.

Entonces, temblando como una hoja, el muchachito moreno miró hacia la
mujer con una expresión entre espanto y enojo. James miró a Annete, como
si quisiera pedirle explicaciones.

—¡Oh, vamos¡No te quejes! —dijo ella mientras se cruzaba de brazos—. En
estos tres días has avanzado mucho con las clases que te he dado.

—¿Clases? —inquirió el oficial muy extrañado¿qué clases podría darle
ella a un niño sordomudo?

Desde que Billy se había quedado a vivir con él, había cambiado sus
ropas sucias y andrajosas por otras nuevas y limpias, además, al chico
le encantaba llevar un tricornio negro y sus enrulados cabellos negros
recogidos en la nuca con un lazo negro. De vez en cuando se metía en
problemas debido a su condición de sordomudo porque era mal entendido,
otras veces lograba meterse en problemas debido a las travesuras propias
de un niño de su edad, pero el Comodoro Norrington siempre estaba allí
para protegerlo o regañarlo, pues le había tomado mucho afecto a ese
niño, la única conexión que tenía con Jacky.

—Así es: clases —repitió el Ama de llaves muy orgullosa—. Le estoy dando
clases de comunicación por señas.

—¿Comunicación por señas? Eso no es nuevo, cualquiera se hace entender
mediante señas…

—No sea ignorante, señorito Norrington, me refiero a una Lengua de Señas
creada especialmente para la educación de los sordos. Charles Michel de
I'Epée fue quien la inventó hace poco en París para su escuela de
sordos. Yo la aprendí y ahora puedo aplicar orgullosamente mis
conocimientos a este niño de poco provecho —lo miró con su peculiar
mirada de puñal—, quien es muy desagradecido, por cierto, pero pronto le
dará valor a lo que le estoy enseñando cuando llegue a ser alguien en la
vida.

Billy le sacó la lengua por toda contestación, pero Annete ni se inmutó.

—¿Y cree usted que con eso nos vamos a comunicar mejor? —replicó
irónicamente James—.¡Para eso yo también debería aprenderlo!

Norrington se calló apenas dijo eso, pues se dio cuenta que le había
dado una idea magnífica a su ama de llaves. Ésta lo miraba con ojos
brillantes de placer.

—Vayan a almorzar —dijo—, más tarde comenzaremos las clases y quiero que
ustedes dos estén lo suficientemente descansados como para estudiar.

Y mientras la mujer se marchaba, James y Billy se miraron un tanto
preocupados.

Aquella noche, luego de las clases y la cena, todos se marcharon a sus
respectivas habitaciones para dormir. James, ya en la cama, se
preguntaba por qué el ama de llaves de la casa de sus padres había
venido a visitarlo; ya sabía que era porque se habían enterado de su
compromiso con Katrina Watson. Seguramente alguien que asistió la cena
que había dado el Gobernador Swann en honor de su supuesto compromiso,
había viajado a Inglaterra y puesto al tanto a su familia respecto a la
"desvergonzada" que tenía por novia.

¿Qué tramaba el respecto su ex niñera? No lo sabía con exactitud, puesto
que ella no había dicho nada más sobre el asunto luego de aquella
mañana, seguramente se lo diría al día siguiente. ¡Aquella mujer era
temible cuando se proponía algo!

El Comodoro suspiró tristemente, miró a su alrededor y encontró su
dormitorio más solitario que de costumbre y eso lo conmovió¡había soñado
en tantas ocasiones el tener una compañera!, pero ahora aquel sueño era
imposible, puesto que nadie jamás ocuparía el lugar tan preciado que
Jacky Sparrow había ocupado en su corazón, jamás.

James se levantó de la cama, aquella noche sería una de las tantas que
pasaba en vela por causa de la terrible angustia que lo envergaba por
culpa de la soledad. Se acercó a la ventana y se quedó mirando fijamente
a las hermosas estrellas, su triste semblante se dejaba ver ahora en
todo su apogeo, porque cuando estaba con otra gente trataba en lo
posible de disimular su tristeza.

¿Norrington lamentaba el haberle permitido a Jacky desaparecer
completamente de su vida para que el detestable Jack Sparrow volviera a
ser lo que era? Ciertamente no, pues sabía que ella no le hubiera
perdonado el hecho de no permitirle volver a ser lo que era en realidad,
y él no era hombre de obligar a una mujer lo que no quería hacer. Aún
así, él la extrañaba a horrores: extrañaba su raro olor a ron, sus
sonrisas picarescas, sus agudas observaciones, su oscilante andar que le
había hecho creer varias veces que se caería al suelo, sus acosos, su
inteligencia, sus besos, aquel bellísimo cuerpo al que solo había
abrazado… ¡Oh¿De qué no habría sido capaz de hacer por ella¡Hasta habría
entregado su propia vida si ella misma se lo hubiera pedido! Pero, James
sabía muy bien que Jacky jamás lo había amado como él a ella, siempre lo
había visto como un juguete, del cual se cansaría muy pronto y lo
arrojaría a la basura una vez que ya no le sirviera…

James Norrington al haber renunciado a ella, también había renunciado a
la felicidad, condenándose a sí mismo a la eterna soledad.

Tratando de contener las lagrimas que luchaban por salir de sus ojos,
James sacó el anillo de la casaca que tenía colgada de una percha y se
puso a observarla muy acongojado.

—Jacky… —murmuró mientras las lágrimas comenzaban a rodar por sus
mejillas—, te extraño tanto… ¿porqué me abandonaste?

Annete Foubert, el ama de llaves de la familia Norrington, estaba parada
al lado de la puerta del dormitorio de su joven amo, tratando de
escuchar lo que ocurría en su interior. (Ésta era una de sus debilidades
a pesar de ser una experta en materia de la "buena educación"). Ella
sabía que James estaba muy mal y al oír sus ahogados sollozos pudo
comprobar sus sospechas. ¿Acaso aquella desvergonzada mujer llamada
Katrina Watson era la responsable de su dolor?

"Si vuelves a tratar de verte con mi niño —pensó furiosa mientras
estrujaba un pliegue de su vestido—, voy a darte tal lección que
desearás meterte en un convento…"

Mientras tanto, a varias leguas de distancia de Port Royal, la noticia
de un baile de máscaras realizada por la hija del gobernador, llegó a
oídos de los capitanes del /Perla Negra/, quienes vieron en aquella
noticia, la oportunidad de volver a tener en sus manos al comodoro James
Norrington.

—¿Piensas asistir a ese baile? —le preguntó una alarmada Anna María a
una despreocupada Jacky.

—/Pensamos/, ir a ese baile los dos —corrigió Jack Sparrow con una
malvada sonrisa de oreja a oreja.

—¿Los dos¿Y qué harán los dos si se puede saber, señor? —inquirió Gibbs.

—Divertirnos, claro está, señor Gibbs —contestó Jacky Sparrow, con una
pícara sonrisa en el rostro.

El capitán Barbossa no dijo nada, pero supo de inmediato que aquellos
armarían un gran revuelo en el dichoso baile.

"Hasta podría aprovechar y robar algunas cosillas a los pobres incautos
de Port Royal" —pensó maliciosamente.



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