Fanfic Piratas del Caribe -Bajo la Espada de Odìn- *Capítulo 28: La Traición de William Turner*

                          Resumen de la historia: El capitán Jack Sparrow comete el gran error de ponerse un anillo maldito que lo transformará en mujer y le traerá un sin fin de problemas tanto a él como a quienes lo rodean, amigos y enemigos. Una elección que cambiará la vida y los destinos de todos, en especial del Comodoro James Norrington y el mismo Jack. Esta historia está ambientada después de la primera película y desarrollada durante la segunda y tercera película. Una historia larguísima pero muy entretenida, con drama, humor, acción y romance. ¡Que la disfruten!



*PIRATAS DEL CARIBE: BAJO LA ESPADA DE ODÍN*

TERCERA PARTE: ¿DE QUÉ LADO ESTÁS?


Beckett quiere gobernar el mundo;Morgan quiere asesinar a todos;Jack y jacky quieren ser uno solo;Will quiere liberar a su padre;Isabel quiere vengar a sus padres;James quiere encontrar el perdón. ¿Quién lo logrará?Cont de El Libro del Destino. EL FINAL

Género: drama, amistad, acción, suspenso, humor, romance, violencia, aventura, fantasía, erotismo
Pareja: Jacky Sparrow/James Norrington. Elizabeth Swan/Will Turner
Personajes: Jack Sparrow/Jacky Sparrow, James Norringon, Elizabeth Swan, Will Turner, Hector Barbossa ¡y muchos más!
Calificación: para mayores de 18 años
Cantidad de palabras: variable
Duración: 67 capítulos la primera parte, 57 la segunda parte y 51 la última parte.
Estado: finalizado (Publicada en Fanfiction el 17 de Agosto del 2009 hasta el 21 de Marzo del 2011)
Escritora: Gabriella Yu
Mi estilo: estoy influenciada tanto por el anime, los dramas asiáticos y la literatura universal. Me gusta hacer pasar a los personajes por duras pruebas.
Aclaraciones: Esta historia la escribí hace más de 10 años, es muy entretenida, no se arrepentirán de haber perdido el tiempo en leerla. Le tengo mucho cariño porque fue una rara mezcla que logré hacer con el drama, humor y acción. 
IMPORTANTE: contiene escenas subidas de tono XD


*Capítulo 28: La Traición de William Turner*


Las palabras de Will habían sido dichas con una frialdad tan inusitada
en él, que dejó a su pobre novia muda de la impresión.

—Pero… ¿qué dices, Will? —comenzó a decir en cuanto recuperó el habla,
aferrándose desesperadamente a su chaquetilla. ¡Aquello no podía ser
cierto!—. ¿Cómo puedes hacerme esto? ¡Tú me amas!

El muchacho ni siquiera se dignó a mirarla a la cara.

—Pues ya no —respondió—. Ahora te odio.

Se quedó boquiabierta, pero logró recuperar parte de su ánimo.

—¡Eso que dices es mentira! —insistió, poniéndose de pie—. ¡Yo aún te
amo! ¡Tuve que engañar a Jack para salvarnos! ¡Para salvarte a ti!

William emitió un pequeño bufido, haciendo un ademán despectivo con la mano.

—Yo no te pedí que hicieras eso por mí —replicó, girando el rostro hacia
el otro lado.

Semejante deprecio tuvo su efecto en el fuerte carácter de la muchacha,
por lo que ésta, aún con los ojos bañados en lágrimas, le propinó un
soberano bofetón, quedando ambos mirándose fijamente a la cara.

—Te detesto —dijo ella al fin.

—¡Bueno, bueno! ¡Vasta ya de tanto dramatismo! —declaró el capitán
Sparrow, levantándose de su silla para dirigirse hacia la pareja
discordante—. Gibbs, llévate a esta especie de mujer traicionera de aquí
y métela en la jaula; ya la dejaremos en la isla en la que quiere
dejarla este buen amigo mío que por fin abrió los ojos y se dio cuenta
de la clase de novia que tenía —le palmeó la espalda, orgulloso de su
accionar.

El contramaestre dudó unos momentos, pero al final, decidió obedecer el
mandato de su capitán.

—Venga conmigo, señorita Elizabeth —le pidió con amabilidad.

La chica lo fulminó con la mirada y se volvió furiosa hacia Will y Jack
antes de salir del camarote con paso decidido, seguida apresuradamente
por Gibbs. Los demás piratas se habían quedado completamente anonadados
con lo que había pasado, mirándose significativamente entre ellos.

—¡Perfecto! —exclamó Jack, sentándose otra vez en la silla, muy
campante—. Sólo debemos ir a la isla que nuestro querido muchacho quiere
y abandonar allí a la traidora. Luego nos encargaremos de solucionar el
caso urgente de la falta de queso.

Los presentes sólo atinaron a contemplarse entre ellos. ¡Todo aquello
había sido tan inesperado!

Mientras Elizabeth permanecía tristemente encerrada en su jaula,
lamentando el inesperado y duro final de su relación con Will, Nefud
Yidda y su gente se despidieron de los hermanos Sparrow y los demás y
partieron rumbo a su país con la intención de regresar con una flota
mucho más grande para unirse a los piratas y así poder luchar en contra
de la enorme armada de Lord Beckett, Alrun ya había encogido su barco
para quedarse junto a su hija, el doctor Jacobson, Billy y Seagull Hood
(no nos olvidemos de Pirata), en el /Perla Negra/. Tanto Jacky como Will
se pasaron la primera mitad de la tarde caminando de aquí para allá,
cada uno sumergido en sus propios pensamientos y preocupaciones.
Ansiosa, la capitana miró hacia el astro rey y comprendió que a James le
quedaban ya muy pocas horas de vida. ¿Realmente estaría dispuesta a
dejarlo morir si en sus manos estaba la oportunidad de salvarle la vida?
¿Por qué dudaba tanto en decidir su destino? Jacky se afirmó a la
balaustrada y suspiró quedamente. Últimamente no había podido evitar
recordar todos los momentos que habían pasado juntos… ¡Adoraba hacerlo
rabiar! Adoraba la forma en que él la miraba tanto cuando estaba enojado
o la perdonaba por alguna travesura. Adoraba la forma en que se
sonrojaba cuando ella lo acosaba o le decía algún disparate. Él, a pesar
de todas sus debilidades o imperfecciones, era una persona muy segura de
sí misma y también muy persistente en sus convicciones, digno de
admirar. Jacky podía considerar que ahora se encontraba muy bien a bordo
del /Perla Negra/, pero también tenía que admitir que no se sentía del
todo "segura", como si estuviera a la deriva, perdida, sin un timón al
qué aferrarse y sentirse segura del todo… Y ese timón tenía nombre y no
era otro más que James Norrington.

Volvió a suspirar… Faltaban sólo unas cuantas horas para el anochecer y,
desde ese momento todo sería cuenta atrás para James.

—¿Cómo lo encontraré si ni siquiera sé en dónde está? —murmuró, pero
enseguida se hizo la luz en su mente y, sonriendo de oreja a oreja, tomó
su brújula mágica para consultarla, pero…

—¡Tierra a la vistaaa! —avisó el vigía, sobresaltándola tanto a ella
como a Will, quienes volvieron su ojos hacia el "nido de cuervo".

Elizabeth también había escuchado el aviso y se levantó del suelo para
mirar la mencionada isla a través de una pequeña rendija del casco. Con
el corazón a punto de estallarle por el dolor que le causaba el
desprecio de Jacky y la ingratitud de su amado Will, la chica estalló en
sollozos y se cubrió el rostro con desesperación. Por meses había
soportado en silencio la terrible culpa que había sentido por lo que le
había hecho a Jack, alejándose sin quererlo de su querido Will,
dejándole creer lo que él quisiera. ¡Pero jamás hubiera creído que él
llegaría hasta el extremo de pensar que ella estaba enamorada de Jack
Sparrow! Y ahora estaba pagando con creces las decisiones equivocadas
que había tomado en el pasado. Y tal vez se merecía ese terrible
castigo… era de esperar que Jack la despreciara de esa manera, pero que
Will también lo hiciera, eso era algo que no podía soportar.

Arriba, en la cubierta principal, el capitán Hector Barbossa extendió
orgulloso su catalejo para poder observar la isla, pero grande fue su
sorpresa cuando Jack Sparrow apareció y se situó a su lado para extender
triunfante un telescopio del doble del tamaño que el de él. Era
extrañamente curvo, pero indudablemente más largo. Jack, con su habitual
astucia, había unido dos en uno.

Lamentablemente para éste último, la victoria no le sonrió por mucho tiempo.

—¡Ejém! —escucharon carraspear a Seagul Hood, al volverse, se dieron con
la desagradable sorpresa de que éste había extendido su propio catalejo,
uno mucho más largo, de un hermoso y brillante color plateado.

Pero cuando Barbossa y Jack estaban a punto de protestar, el reinado de
Seagull se vino abajo cuando la joven capitana Jade se paró al lado de
ellos y extendió su catalejo que resultó ser mucho más largo que el de
los otros tres, de un color dorado brillante y que ella apenas podía
sostener con sus pequeñas pero insistentes manos.

Aunque los tres sospechaban que la niña no tenía ni idea del sentido
real que había detrás de esa masculina competencia de la longitud de sus
catalejos, no pudieron evitar sentirse heridos en su orgullo masculino.

Jade estaba sonriéndoles triunfalmente cuando vino Ana María y se la
llevó a rastras del brazo.

—¡Niña tonta! —exclamó sonrojada—. ¿Es que no tienes ni una pizca de
cerebro? ¡No puedes ser más ingenua!

Media hora después, Jack, Barbossa, Jade, Seagull, Elizabeth, Jacky,
Cotton (y su loro), Marty, Pintel, Ragetty, Billy, Christian, Pirata (el
perro) y varios piratas chinos habían desembarcado en la isla a bordo de
tres botes, llevando consigo a la condenada para dejarla abandonada en
el lugar

En un principio Jack sólo iba a obligar a Elizabeth a saltar por la
tabla, únicamente vestida con su ropa interior para avergonzarla frente
a los demás (y para deleitarse él también), pero tras la insistencia de
Jade y del propio Will para que primero sondearan la isla en busca de
algún animal peligroso antes de dejarla abandonada, no tuvo más remedio
que acceder a sus pedidos y marchar él también hacia la isla acompañado
por un buen grupo de curiosos y aventureros que se le unieron sin que él
se los pidiera. William no había querido acompañarlos y había aducido
que prefería quedarse en el barco junto a los demás. Jack creyó que el
chico no quería estar presente en el momento en que abandonaran a su ex
prometida, así que lo dejó estar y designó a Gibbs el mando del /Perla
Nagra/.

—¿Estás seguro de lo que estás haciendo? —le preguntó Tía Dalma al
propio Will Turner, atravesándolo con su inquisidora mirada en cuanto
los demás se marcharon.

El chico no pudo evitar ponerse nervioso.

—Ella se lo merece —fue lo único que dijo, tratando de mantener la
mirada fija hacia la isla.

—¿En serio? —sonrió la pitonisa y luego se marchó sólo para toparse un
poco más allá con la guardiana sagrada Alrun.

Ambas mujeres se miraron fijamente, escudriñándose.

—¿Por qué se mete en los asuntos de los mortales? —le espetó la elfo con
su voz tranquila pero imperante.

—¿Acaso no has hecho tú lo mismo? —rebatió Tía Dalma sin siquiera bajar
la guardia.

—Lo mío es diferente —replicó con la misma actitud.

—Y lo creo. Yo nunca utilizaría a los mortales para mi propio beneficio.

—No lo hice para mi propio beneficio —la guardiana pareció molestarse
con aquella acusación—. Yo no saco nada con esto, sólo la seguridad de
mi hija en este mundo peligroso.

La pitonisa sonrió.

—Te creo —le dijo—, pero creo que él debería saberlo.

—Lo sabrá a su tiempo —le respondió, con la misma fría y estoica actitud
de siempre—, como ellos pronto sabrán tu verdadera identidad.

—Y así será —sentenció la misteriosa adivina.

No hablaron más, pues la pequeña Alwine llamó a su mamá y ésta se fue
con ella para ponerse a contemplar la belleza natural de la isla, no sin
antes dirigirle una mirada significativa a Tía Dalma.

Mientras tanto, en la isla, ya suficientemente explorada por los Sparrow
y sus compañeros, decidieron que ya era hora de dar por zanjado el
asunto a pesar de las protestas del buen doctor.

—Bueno, mi despreciada traidora —Jack le dio una palmaditas en las
espalda—, hasta aquí llegamos con esta mala relación nuestra y te deseo
toda la mala suerte del mundo en este lugar elegido por tu queridito ex
prometido.

Cada palabra fue como una cuchillada para la pobre acusada, quien
permanecía con la cabeza baja y con las manos atadas, tratando de
sobreponerse al terrible dolor que le había provocado el rompimiento con
Will. Ya nada le importaba, ni siquiera el evidente desprecio de Jack ni
detener los ambiciosos planes de Lord Beckett. ¿De qué servía esforzarse
y seguir adelante si no iba a tener a su querido novio a su lado? Ya
nada tenía sentido para ella si no existía el amor en su vida.

El capitán Sparrow pareció darse cuenta de lo que sentía Elizabeth y se
molestó mucho al comprobar que a ella le importaba más la resentida
relación con su novio que la misma sentencia. Debería haberle elegido
otro castigo, uno mucho peor, pero él no era de esos… ¡aunque le hubiera
gustado serlo!

—Por mayoría de votos, te sentencio a quedarte aquí completamente sola
sin siquiera un alma de compañía —sentenció, y luego agregó con tono
malicioso—, y por supuesto, sin la compañía ni el amor de tu queridísimo
William Turner, querida.

Elizabeth alzó el semblante y lo asesinó con la mirada con los ojos
cubiertos por las lágrimas, y lo escupió en la cara.

—¡Te odio! —exclamó con voz sibilante—. ¡Desde que tú apareciste en mi
vida sólo me has provocado problemas!

El despreciado se limpió el rostro con la raída manga de su camisa y le
sonrió.

—Igualmente, querida… ¡Vámonos de aquí, ya no quiero seguir contemplando
por más tiempo a esta especie de mujer despreciable! —declaró, ansioso
por alejarse de ella, una de las pocas mujeres que había logrado herir
su corazón.

—Yo me quedaré con ella —sentenció el doctor Jacobson, sorprendiendo a
Jack y fastidiando a Seagull, pues éste último también había decidido
hacerle compañía a la joven, más por razones lujuriosos que caballerosas.

—Escúcheme, "señor yolosetodo" o "señor perfecto" —comenzó a decir el
pirata, acercándose cada vez más a él, decidido a hacer valer su punto—,
por votación de la mayoría, ella se queda sola, solita, solitita y
solterita en ésta isla, ¿comprendido?

—No me importa. Yo me quedo —insistió, siempre sonriente.

—¡Ah! ¿Me desobedece, usted?

—Lo desobedezco, señor.

El pirata entrecerró los ojos, cara a cara con el revoltoso doctor,
quien le mantenía la mirada tan fresco como una lechuga. Bufando y
girando sobre sus pies, Jack sintió un fuerte cosquilleo recorrer todo
su cuerpo mientras apretaba fuertemente las mandíbulas y los puños.

—¡Aaaagggh! —gimió en un murmullo—. ¡No puedo mantenerle la mirada! ¡Es
tan atractivamente delicado que me dan ganas de besarlo!... —volteó los
ojos de izquierda a derecha—. ¡Rayos! ¡Que raro sonó lo que acabo de
decir! Nadie tiene que saberlo, o se pensará mal del gran capitán Jack
Sparrow…

Volvió a girarse sobre sus pies, todos sus compañeros lo miraron
extrañado. Sonrió.

—Lo siento, mi doc, pero no puedo concederle lo que desea. La sentencia
ya está dada y ella se quedará sola en esta isla.

—Entonces yo me quedaré con ella —declaró apresuradamente el capitán
Hood, adelantándosele a Christian, quien estuvo a punto de protestar las
palabras de Jack.

Éste lo observó displicente de arriba hacia abajo.

—Bueno, como tú quieras. Pero sólo tendrán derecho a un arma y una bala.
Vámonos, chicos —y giró otra vez, tambaleándose, como será su costumbre.

Tanto Christian, Elizabeth y Seagull se le habían quedado mirando de
hito en hito. ¿Por qué no se había opuesto esta vez?

El capitán Sparrow estaba radiante, mataría dos pájaros de un solo tiro
al deshacerse también del engreído de Seagull Hood.

—Vamos, chicos. Esto hay que celebrarlo —declaró.

—¡Bien! ¡Ron para todos! —exclamó la dichosa Jacky.

Pero cuando apenas habían dado tres pasos, el loro de Cotton comenzó a
gritar y a agitar sus alas con nerviosismo.

—¡Singapur! ¡Singapur! ¡Wah!

Jack y Jacky se volvieron con mirada interrogante hacia la consternada
Jade, quien no pudo hacer otra cosa que alzarse de hombros. Pirata, el
perro, también se encontraba muy nervioso, pues ladraba sin parar hacia
la playa.

—¡Hey! —gritó Ragetty desde la costa, llamando la atención de sus
camaradas apuntando con el índice hacia el lugar en donde el barco
pirata había anclado—. ¡Tenemos compañía!

Y para el desconcierto de todos, descubrieron al junco chino de Sao
Feng, llamado /El Emperatriz/, navegando hacia la indefensa /Perla
Negra/ con claras intenciones de abordarla. Pero las sorpresas no
acababan allí, puesto que los hombres de Jade desenfundaron
repentinamente sus armas y apuntaron con ellas a los tripulantes
originales del barco pirata.

Mirando de un lado a otro, los hermanos Sparrow comprendieron la
peligrosa situación en la que se encontraban. Debían hacer algo al respecto.

—Él es el capitán —dijeron, apuntando por encima de sus hombros al
sorprendido Barbossa, quien revolvió los ojos, fastidiado. Sólo cuando
había graves problemas, él terminaba siendo el capitán.

El castigo de Elizabeth había quedado anulado para su alivio, pero no
para el desilusionado Seagull Hood, quien había imaginado días y noches
de sexo desenfrenado.

Los prisioneros fueron repartidos entre los tres botes con varios
piratas chinos para vigilarlos y amenazarlos con sus armas.

Casi media hora después, cuando ya estaban a punto de subir a bordo del
/Perla Negra/, los prisioneros escucharon alarmados a un gran grupo de
desconocidos festejar con sonoros vítores sobre su cubierta.

—Espero que tengas una muy buena explicación sobre esto, pequeña
sabandija traidora —le espetó el decepcionado y molesto capitán Barbossa
a la joven Jade, quien había abordado el bote junto con él, los Sparrow,
Wai, Su Shi y dos chinos más.

—¡Yo no tengo nada que ver con esto! —se quejó la niña con la cara como
la grana, pues siempre había sido muy expresiva con sus sentimientos—.
¡Mi misión era guiarlos hacia el Fin del Mundo y nada más! —Se volvió
hacia su doncella—. ¡Wai! ¿Tú sabes qué es lo que está pasando?

—No mi ama, no tengo ni idea… —contestó dubitativamente, cosa que no
pasó desapercibida para su ama, quien la atravesó con la mirada, furiosa.

—¡Su Shi! ¿Tú lo sabías también?

El muchacho bajó la cabeza, no podía sostenerle la mirada a su ama.

—Lo siento, mi Señora…

—¿Ustedes lo sabían? ¿Todo este tiempo estuvieron engañándome? —se le
llenaron los ojos con lágrimas y apretó los puños con gran fuerza,
temblando de pies a cabeza por la rabia que sentía—. Mi padre está
detrás de todo esto, ¿verdad?

Los tres capitanes se miraron entre ellos, preocupados. Aquel nombre
sólo significaba problemas muy graves.

Minutos después, los tres botes alcanzaron el casco del /Perla/ y sus
tripulantes comenzaron a subir por la escalerilla, dándose con la
desagradable sorpresa de encontrarse con un gran número de piratas
chinos en su cubierta, quienes mantenían prisioneros a los tripulantes
originales del barco pirata.

Jade fue la primera en poner sus pies sobre la cubierta, seguida por el
capitán Barbossa y los dos hermanos, quienes trataban de ocultarse
inútilmente por detrás de éste al percatarse ambos de la presencia no
deseada de…

—¡Padre! ¿Qué significa esto? —se quejó la niña, acercándose
apresuradamente a Sao Feng, disgustada.

Sin esperar respuesta alguna, Hector Barbossa la hizo a un lado de
manera muy poco ceremoniosa.

—Sao Feng, no te esperaba… —lo saludó con un marcado tono sarcástico y
una sonrisa irónica—, ¡tu presencia aquí es sin duda una magnífica
coincidencia!

El aludido lo ignoró ya que había divisado algo verdaderamente
interesante acurrucado temerosamente detrás del pirata, mordiéndose las
uñas y mirando de un lado a otro.

Sonrió satisfecho.

—Jack Sparrow… —le dijo, poniéndose serio—, una vez me dedicaste un gran
insulto, ¿no es así?

—Yo no sería capaz —declaró, sonriendo frescamente pero manteniendo a
Barbossa como una barrera segura entre él y su temible enemigo—. Además,
todos cometemos errores, ¿no es así? Para eso se inventó el borrador.

Hector puso los ojos en blanco.

—Eso aún no se ha inventado, Jack.

—¿Ah no? —lo contempló detenidamente—. ¿Y entonces cómo se van a
perdonar y/o borrar los errores cometidos?

De repente, el corpulento Sao Feng sorprendió a todos con un velocísimo
y formidable puñetazo descargado sobre la nariz del endeble capitán
Sparrow, haciéndolo trastabillar.

El adolorido Jack volvió a poner su fracturada nariz en su lugar
emitiendo un pequeño ruido nasal, declaró sonriente:

—Ya estamos a mano, ¿no? —declaró, luego pareció dudar un poco y
finalmente agregó—: Este… una pequeña pero muy importante preguntita…:
¿por casualidad no tendría un poquitito de queso?

—¿Queso? —Sao Feng enarcó una ceja, perplejo; Barbossa volvió a revolver
los ojos.

—Qué idiota… —murmuró Jacky despectivamente. Grave error, puesto que el
pirata chino al fin centró su atención sobre ella y la sacó de un tirón
de detrás del capitán Barbossa.

—¡Vaya, vaya! —exclamó, contemplando con deleite la figura femenina de
Jacky—. ¡Había oído sobre ti, pero jamás me imaginé que fueras tan
salvajemente hermosa!

—Eso es lo malo de la primera impresión —sonrió la nerviosa pirata,
jugueteando con sus dedos—, sólo se puede hacer una.

Sao Feng ignoró sus palabras, simplemente se dedicó a circundarla
lentamente para poder contemplarla palmo a palmo.

—Ya sé cómo puedes pagar tu deuda, capitán Sparrow —dijo.

—Lo que tú quieras —le sonrió complaciente, juntando ambas manos.

—Me llevaré todas las mujeres que tienes a bordo… He podido observar que
tienes un buen grupo… —declaró, dirigiendo su lasciva mirada hacia el
tembloroso pero furioso grupo femenino. Sus ojos de posaron sobre
Christian Jacobson—. ¿Y ése?

—¿Cuál? ¿Ése? ¡Ah! Es un médico muy sabio y hábil, /savvy/? Tan bueno
como el pan y tan fresco como una lechuga —Se acercó para susurrarle al
oído—. Es muy atractivo, /savvy/? Tiene un rostro angelical pero es muy
revoltoso cuando se lo propone… Podría ser un paje encantador, ¿no cree?

—¡Me lo llevo! —declaró.

—¡Excelente! —juntó las manos con entusiasmo. Una malévola idea cruzó
por su mente—. También tenemos una fabulosa ganga —señaló
disimuladamente con la cabeza hacia el capitán Seagull Hood—, es un tipo
muy pesado y creído, pero le puedo asegurar que trabaja como el
verdadero asno que es.

—Me lo llevo también.

—¡Muy buena elección, mi estimado Sao Feng! Puede llevárselos cuando
guste y no nos veremos nunca más. ¿Trato hecho?

Jacky estaba por protestar y Sao Feng también quiso replicar, pero el
desaparecido Will Turner emergió rápidamente de entre los chinos e
intervino.

—¡Déjala ir! —exigió, señalando a Elizabeth, quien permanecía
aprisionada por dos de los hombres del Señor pirata—. Ella no es parte
del pacto.

Todos se volvieron hacia él. A los recién llegados les extrañaba no
verlo prisionero al igual que los demás tripulantes del /Perla Negra/.

—¿De qué pacto hablas, muchacho? —quiso saber el capitán Barbossa.

Pero antes de recibir una respuesta de la boca del aludido, Sao Feng se
volvió hacia sus hombres y ordenó:

—¡Ya oyeron al capitán Turner! ¡Libérenla!

Y entre las risotadas se burla de sus hombres y la mirada de asombro y
consternación por parte de Elizabeth y los demás, ella fue liberada.

—¿El capitán Turner? —murmuró Jack.

—¡Sí! —asintió Gibbs, molesto—. ¡El pérfido traidor se amotinó contra
nosotros! ¡Nos ha venido!

—Necesito al /Perla/ para liberar a mi padre —explicó el joven herrero
con voz decidida—. Es la única razón de que viniera con ustedes en este
viaje.

Y tal como él había declarado, los había traicionado a todos eligiendo
la isla, no para dejar allí a su novia, sino porque Sao Feng estaba
esperándolo allí en su barco de batalla. Y así, con la ayuda de Will y
los piratas chinos que estaban a bordo del /Perla Negra/, Sao Feng había
tomado el barco y a toda la tripulación.

Elizabeth no pudo evitar sentirse contrariada y muy molesta. ¿Cómo se
había atrevido a engañarla de es manera? Se dirigió rápidamente hacia él.

—¿Por qué no me contaste que estabas planeando esto? ¿No tienes idea de
lo doloroso que fue para mí todo esto?

Will le desvió la mirada.

—No es tu pena, es la mía —replicó con un ligero tono apesadumbrado. Su
novia no podía creer lo que estaba escuchando—. Además, tú tampoco me
dijiste nada sobre los tuyos, ¿no es así?

—Entonces ya no tienes por qué criticarme —rebatió dolida—, los dos
somos unos miserables traidores.

Will se le quedó mirando.

—Él quiere el /Perla/ —comenzó a decir Jack, señalándolo con el índice—.
El "capitán Turner" quiere el /Perla/ —agregó burlonamente—. Tú te
sentías culpable —le dijo a Elizabeth—. Tú y tu Hermandad —le espetó a
Barbossa—. Y Jade lo hizo porque era su deber… Creo. ¿Qué nadie fue a
salvarme sólo porque me extrañaba? —preguntó en voz alta, extendiendo
ambos brazos.

Tía Dalma, Gibbs y Ana María revolvieron los ojos. ¡Aquel no era el
momento para una queja así! Aún así, para la felicidad del capitán Jack
Sparrow, Marty, Cotton, Pintel, el monito Jack y algunos otros piratas
levantaron la mano en su apoyo.

—Creo que ya sé con quienes me quedo —declaró con dicha, dirigiéndose
tranquilamente hacia ellos.

Pero no logró ir más allá, puesto que el capitán Sao Feng lo detuvo
tomándolo fuertemente del hombro, atrayéndolo hacia él.

—Lo lamento, Jack —le susurró—. Pero tengo un viejo amigo que quiere
verte antes a ti y a tu hermana.

—No creo poder sobrevivir a más visitas de mis viejos amigos —replicó
sonriendo nerviosamente.

—Lo mismo digo —declaró Jacky.

Haciendo caso omiso a sus quejas, tomó del brazo a los dos hermanos y se
llevó a la balaustrada de estribor y les dijo:

—Ahora tendrán ocasión de averiguarlo.

Y ante la desagradable sorpresa de Jack y Jacky Sparrow, vieron a un
barco que conocían muy bien, era el mismísimo /Endeavour/, el barco
insignia de Lord Cutler Beckett.

—¡Rayos…! —se quejó Jack.

—Norry… —murmuró Jacky.


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