Fanfic Piratas del Caribe -Bajo la Espada de Odìn- *Capítulo 29: Negociaciones Hostiles*

                           Resumen de la historia: El capitán Jack Sparrow comete el gran error de ponerse un anillo maldito que lo transformará en mujer y le traerá un sin fin de problemas tanto a él como a quienes lo rodean, amigos y enemigos. Una elección que cambiará la vida y los destinos de todos, en especial del Comodoro James Norrington y el mismo Jack. Esta historia está ambientada después de la primera película y desarrollada durante la segunda y tercera película. Una historia larguísima pero muy entretenida, con drama, humor, acción y romance. ¡Que la disfruten!



*PIRATAS DEL CARIBE: BAJO LA ESPADA DE ODÍN*

TERCERA PARTE: ¿DE QUÉ LADO ESTÁS?


Beckett quiere gobernar el mundo;Morgan quiere asesinar a todos;Jack y jacky quieren ser uno solo;Will quiere liberar a su padre;Isabel quiere vengar a sus padres;James quiere encontrar el perdón. ¿Quién lo logrará?Cont de El Libro del Destino. EL FINAL

Género: drama, amistad, acción, suspenso, humor, romance, violencia, aventura, fantasía, erotismo
Pareja: Jacky Sparrow/James Norrington. Elizabeth Swan/Will Turner
Personajes: Jack Sparrow/Jacky Sparrow, James Norringon, Elizabeth Swan, Will Turner, Hector Barbossa ¡y muchos más!
Calificación: para mayores de 18 años
Cantidad de palabras: variable
Duración: 67 capítulos la primera parte, 57 la segunda parte y 51 la última parte.
Estado: finalizado (Publicada en Fanfiction el 17 de Agosto del 2009 hasta el 21 de Marzo del 2011)
Escritora: Gabriella Yu
Mi estilo: estoy influenciada tanto por el anime, los dramas asiáticos y la literatura universal. Me gusta hacer pasar a los personajes por duras pruebas.
Aclaraciones: Esta historia la escribí hace más de 10 años, es muy entretenida, no se arrepentirán de haber perdido el tiempo en leerla. Le tengo mucho cariño porque fue una rara mezcla que logré hacer con el drama, humor y acción. 
IMPORTANTE: contiene escenas subidas de tono XD


*Capítulo 29: Negociaciones Hostiles*


Las puertas del elegante camarote principal se abrieron para dar paso a
los hermanos Sparrow, quienes fueron introducidos en su interior con muy
poca delicadeza por parte de los soldados que los había escoltado hasta
allí.

—¡Brutos! ¿No ven que espero visitas? ¡Animales! —se quejó Jacky,
blandiendo furiosa su puño al aire.

—Entonces deje de beber, hermanita —le aconsejó su sonriente compañero.

La pirata se volvió inmediatamente hacia él, mucho más enfurecida que
antes y con los brazos en jarra.

—¿Y tú qué te metes, hermanito? ¡Si Norry ni Elizabeth pudieron
convencerme para que dejara el ron, ¿cómo crees que le haré caso a un
patético chiflado y borracho como tú?

—Bueno… Yo sólo decía —sonrió nervioso, alzando las manos como escudo—.
¿Por qué estás tan espinosa ahora?

—¿Y me lo preguntas? El sólo hecho de haber puesto mis pies en este
mugroso barco y pensar que el apestoso de Beckett está aquí, con mi
pobre Norry entre sus cochinas manos, ¡me pone los nervios de punta!

—Entiendo… —Jack se rascó la cabeza, pensativo—. Esta es una situación
un tanto… marrana, ¿no?

—¿Así que los rumores eran ciertos, capitana Sparrow? ¿Está usted
embarazada? ¡Que pena que no sean míos! —se oyó la odiosa, fría y
flemática voz del sujeto odiado en cuestión.

Sorprendidos, Jack y Jacky miraron inquisitivos a su alrededor hasta
toparse con la persona que había hablado, quien no era otro más que Lord
Cutler Beckett, el despiadado enemigo de ambos. Estaba observando
plácidamente hacia afuera a través de una de las ventanas.

—¡Qué afortunado que no sean tuyos! —replicó Jacky, con voz sibilante.
Odiaba a ese tipo que lo único que hacía era hacerles la vida imposible
tanto a ella como a James.

Beckett ni siquiera se molestó en replicarle.

—Notable. La última vez que vi el /Perla Negra/ estaba en llamas y
hundiéndose entre las olas —dijo.

—Cierra los ojos y pretende que es todo un mal sueño —rebatió Jack con
su acostumbrada ironía—. Así es como logro superarlo.

—Es curioso —siguió diciendo el hombre de comercio con su habitual y
tranquila frialdad—. Sus amigos se ven desesperados. Tal vez no creen
que un puñado de piratas caprichosos derrotarán al /Holandés Errante/…

Haciendo caso omiso a las palabras arrogantes de aquel odioso
hombrecillo, los dos hermanos se dedicaron a registrar toda la
habitación con una gran presteza silenciosa adquirida durante años de
rapiña. Beckett seguía con su discurso, aparentemente inconsciente de lo
que sucedía a sus espaldas.

—… Y como sabemos, la desesperación lleva a la traición… Pero ustedes y
yo conocemos mucho sobre traición, ¿verdad?

Sintiéndose aludido, Jack miró la quemadura con forma de "P" que tenía
en su muñeca, trayendo a su mente penosos recuerdos. Sólo Jacky seguía
afanada en su búsqueda

Beckett se volvió.

—Pueden dejar de buscar, no están aquí.

Jack y Jacky se detuvieron y se volvieron hacia él, cada uno con un
semblante diferente.

—¿Qué? ¿Qué cosa? —preguntó el capitán Sparrow, haciéndose el tonto.

—Dime en dónde está el comodoro Norrington, especie de bacalao inglés
—exigió Jacky a diferencia de su hermano, dirigiéndole una mirada de
advertencia, desafiante. Jack la miró sorprendido.

El Lord sonrió y comenzó a acercarse lentamente a ellos.

—Es un placer volver a verla, capitana Sparrow —dijo—, pero le advierto
que no me gusta nada esa manera que tiene de mirarme… Es la misma mirada
que me dirigió el /almirante/ Norrington cuando nos vimos por última vez.

—¿En dónde está? —insistió la pirata.

—Tanto él como el corazón de Davy Jones están a bordo del /Holandés
Errante/, así que, Jack —se volvió hacia él—, no puedes usarlo como
ventaja para saldar tu deuda con el querido capitán.

—Hasta donde sé —comenzó a decir Jack, paseando tranquilamente por el
camarote, deteniéndose para contemplar una reciente pintura del mismo
Beckett en actitud majestuosa con la bandera de las Compañía de las
Indias Orientales detrás suyo—, esa cuenta ya fue saldada.

—Con tu muerte —replicó Beckett—. Y aún así aquí estás —concluyó con
desagrado.

Jack giró hacia él con el costoso bastón de Lord Beckett en la mano.

—Cierra los ojos e imagina que es un mal sueño. ¡Lo hago todo el tiempo!
—le aconsejó con una sonrisa, y se volvió hacia el cuadro.

—¿Y si Davy Jones se entera de que estás vivo? —rebatió el malicioso
Lord, borrándole la sonrisa en un santiamén.

—¿Y a quién le importa si éste está vivo o no? —intervino Jacky, tan
ansiosa como molesta, ofendiendo a su hermano—. Si no tienes nada más
qué decirme acerca del almirante Norrington, me gustaría irme afuera
para no tener que respirar tu mismo aire, especie de cerdo inglés.

—Está bien —sonrió—. Le permito que salga, ya que su condición así lo
requiere, pero le advierto que no podrá dejar éste barco hasta que el
capitán Sparrow y yo lleguemos a un acuerdo. ¿De acuerdo?

Jacky frunció la boca.

—De acuerdo —y salió rápidamente del camarote. Jack y Beckett se le
habían quedado mirando.

—Discúlpela, pero es que está enamorada además de embarazada —objetó el
primero.

—Es la típica reacción femenina, supongo yo… —opinó el Lord.

—Oye. Dime algo —se volvió hacia el comerciante.

—¿Qué quieres? —lo miró visiblemente molesto por su manera impertinente
de hablarle.

—¿Tienes queso?

—¿Qué? ¿Queso? —parpadeó sorprendido.

Mientras tanto, las cosas no iban mejor a bordo del /Perla Negra/, pues
los hombres de Lord Beckett comandados por Mercer habían comenzado el
abordaje de la nave, apropiándosela como suya ante los ojos de la
impotente pero furiosa tripulación original del barco pirata. Sao Feng
tampoco estaba muy complacido, pues aquello no era parte del pacto que
había hecho con Lord Beckett.

—¡Con mi tripulación es suficiente! —se quejó ante Mercer.

—Eso no importa. Tú trabajas para la Compañía, ¿no lo recuerdas?
—replicó el aludido.

—¡Beckett estuvo de acuerdo en que el /Perla Negra/ iba a ser mío!
—insistió.

—Lord Beckett no cedería el único barco capaz de enfrentar al
/Holandés/, ¿no es así? —rebatió, lanzándole una dura y definitiva
mirada de advertencia, enmudeciendo al jefe chino.

Y cuando Mercer se marchó, Sao Feng fue finalmente golpeado por la
realidad: Beckett no estaba obligado a honrar el Código de los Piratas
y, tarde o temprano, ordenaría que lo procesaran como a cualquier pirata.

Entonces, Will decidió intervenir.

—Hicimos un acuerdo, Sao Feng, el /Perla/ debe ser mío.

—Y así era —respondió el malhumorado jefe chino, y con una señal de su
cabeza, uno de sus hombres golpeó fuertemente el estómago del joven,
siendo inmediatamente aprisionado.

—¡Padre! —intervino la furiosa y decepcionada Jade, parándose frente a
él—. ¿Qué está haciendo? ¡Esto es traición! ¡No es digno!

—No te metas en esto —le advirtió.

—¿Qué no me meta? ¡Pero sí fue usted el que me envió para ayudarles! —lo
miró con fijeza, y a pesar de que sus ojos estaban vidriosos, su
semblante demostraba toda la madurez y el dolor que sentía en su
corazón—. Padre, usted me ha engañado para cumplir sus propósitos… ¿Tal
vez debería recordarle un importante dicho por el sabio Confucio que
dice: "El hombre honesto contempla las cosas desde el punto de vista de
la justicia; el hombre vulgar, desde el punto de vista de su interés"?

Sao Feng torció el gesto con gran disgusto.

—"Las palabras, una vez dichas, son como las montañas" —replicó con la
misma sabiduría—. "Si no es sostenido por un tutor, el árbol joven se
tuerce fácilmente". Hago todo esto por nuestro bien.

Pero Jade era una niña de pensamiento independiente y no era fácil de
influenciar.

—"Donde hay una ventaja, hay necesariamente un inconveniente", mi Señor.

—"Los que tienen la legua demasiado larga se crean una multitud de
enemigos" —replicó él y, haciendo una señal con la mano para que uno de
sus hombres se acercara, le ordenó que se la llevara al camarote de /La
Emperatriz/.

Pero antes de marcharse, fue Jade la que se quedó con la última palabra:

—Recuerda, padre: "Si no tratas bien a los que deberías tratar mejor, no
tratarás bien a nadie".

Sin tomarse la molestia de replicarle, el testarudo Sao Feng la vio
marcharse y, a pesar de que ella se iba de muy mala, seguía manteniendo
su dignidad, cosa que lo llenó de orgullo a pesar del enojo que le había
causado su rebeldía.

En tanto, a bordo del /Endeavour/, Jacky se había dedicado a pasear de
un lado a otro por todo el lugar, logrando cansar a sus vigilantes,
quienes terminaron renunciando a ella y decidieron dejarla en paz,
situación que ella aprovechó de inmediato, introduciéndose sin ser vista
por el pasillo de la cubierta inferior. Su intención era llegar hasta la
cabina de Beckett y escuchar a escondidas lo que allí se decía, pero
grande fue su molestia cuando descubrió que dos soldados seguían
vigilando la puerta.

Dando un bufido de fastidio, se pegó de espaldas a la pared. ¿Cómo
podría librarse de ellos? De pronto, su rostro moreno se iluminó y una
sonrisa llena de maliciosa picardía rebeló que se le "había prendido la
lamparita". Volteó a ver a los soldados y sus ojos se iluminaron.

—Bien, que comience la función —murmuró.

E inmediatamente corrió hacia ellos, tomándolos por la solapa de sus
casacas.

—¡Oh, por la gracia de Dios! ¡Deben ayudarme! —suplicó llorosa,
sacudiéndolos histéricamente.

—¡Pe-pero, mi señora! ¿Qué-qué le sucede? —apenas pudo preguntar uno de
ellos.

—¿Qué qué es lo que sucede? —repitió desesperada—. ¡Estoy en un estado
delicado! ¿No se dieron cuenta?

—C-claro, mi señora…, pe-pero no fuimos nosotros —dijo el otro, tan
nervioso y sorprendido como su compañero.

—¡Claro que no fueron ustedes, idiota! —se preguntó por qué Beckett
tenía hombres tan estúpidos.

—¿E-entonces qué desea de nosotros?

—¡Su ayuda! Me he dado cuenta de que perdí la medicina que una buena
matrona me preparó para que no sufriera por mi… condición delicada.
¡Necesito encontrarla!

—Pero estamos de servicio. No podemos ayudarla.

—¡Oh, Dios! ¡Qué mal me siento! —exclamó desfalleciente, ignorando
aquella excusa y llevándose la trémula mano a la cabeza, dejándose caer
melodramáticamente al suelo.

Asustados, los dos hombres se arrodillaron para tratar de reanimarla.

—¡Señora! ¡Señora! —repitió uno de ellos, dándole suaves palmaditas en
la mejilla, desesperado—. ¿Qué haremos? ¡No reacciona!

—¡Lord Beckett nos encarcelará si le sucede algo! —exclamó el otro,
blanco como el papel y temblando como una hoja.

Jacky sonrió en su interior. ¡Que afortunada había sido al encontrarse
con dos soldados tan estúpidos y temerosos como ellos! Gracias a ellos,
su plan iba a salir a pedir de boca.

—… Mi medicina… —susurró extenuada—… Deben encontrarla…

—¿C-cómo es? —preguntó un tanto aliviado al verla de nuevo consiente.

—… Es una bolsita color pardo… Encuéntrenla, por favor…

—¡Muy bien, mi señora! ¡Iré a buscarla de inmediato! —y se fue corriendo.

Ahora Jacky debía deshacerse del otro.

—… Ayúdalo… Será más rápido… —le pidió, mirándolos de una manera tan
suplicante, que el pobre muchacho no tuvo corazón para negarse.

—Como usted desee, mi señora. No se mueva de aquí —y él también se marchó.

La astuta pirata esperó paciente en el piso hasta que desapareció el
sonido de las pisadas, momento en que decidió ponerse de pie,
sacudiéndose el polvo de la falda.

—Idiotas —dijo con desdén—. ¿Por qué siempre te piden no moverte cuando
es obvio que no puedes hacerlo?

Olvidándose de esa cuestión sin importancia, se puso de cuclillas y pegó
su oreja en la puerta, concentrándose en las voces que se escuchaban
detrás de ella.

Como era de esperarse, Lord Cutler Beckett y Jack Sparrow aún seguían
con su reunión para llegar a un acuerdo que los satisficiera a ambos.

—En este momento me perteneces al igual que tu hermana — le decía el
líder de la Compañía de las Indias Orientales—, pero te ofrezco un
trabajo. Un empleo para la East India Company, trabajando para mí.

Jack lo miró de reojo mientras devoraba su ansiado queso.

—Ya hemos andado por esa ruta anteriormente y ambos sabemos cómo te
pones cuando tus avances son despreciados.

—¡Te había contactado para entregar una mercadería a mi nombre y tú
elegiste liberarla! —rebatió furioso, golpeando fuertemente el
escritorio con su puño.

—¡La gente no es mercadería, compañero! —replicó Jack, igualmente molesto.

Cutler decidió calmarse. No era propio de él perder los estribos frente
a un sucio pirata como lo era Jack Sparrow.

—No has cambiado —dijo—. Quizás consideres una mejor alternativa… —se
dirigió hacia la mesita de las bebidas y sirvió un par de copillas
repletas con whisky—, una que no requiere absolutamente nada de tu parte
más que información —se acercó a él y le tendió una de ellas.

Jack estaba observando el mapa del Caribe que estaba extendido sobre la
mesa, en cuya superficie de encontraba un ejército de los soldados de
plomo formados en fila y también una hilera de nueve piezas de ocho. El
astuto comerciante las había conseguido a todas.

Miró de reojo al Lord y tomó una de las copas que éste le estaba ofreciendo.

—Información sobre la Hermandad, sin duda —dijo al fin, arrebatándole la
otra copa de las manos y bebiéndosela ante la molestia de su anfitrión

—Lo haré a cambio de una compensación —dijo—: Saldar mi deuda con Jones
—se tomó la otra copa—, y garantizar mi libertad.

—Desde luego —se sirvió otra copa—. Es un justo precio.

—Si tengo ánimos de divulgar… —Jack alzó uno de los soldaditos y lo
observó detenidamente—… ¿qué esperas que divulgue?

Beckett lo pensó unos momentos.

—Dilo todo —dijo al fin en voz baja, acercándosele—: quién es la
Hermandad; dónde será la reunión; cuál es el propósito de las nueve
piezas de ocho…

Mientras tanto, a bordo del /Perla Negra/, observando cómo Mercer tomaba
el control del barco, Sao Feng comprendió que la única opción que le
quedaba era luchar contra la Compañía, mano a mano junto a Barbossa, pero…

El capitán Barbossa advirtió que ese era el momento de actuar y decidió
sacar partido en ello.

—¡Ah! Es una pena que Beckett no honre el Código Pirata, ¿no lo crees?
—le dijo con un marcado tono de ironía, acercándosele—. Porque el honor
no es algo que se vea hoy en día.

Will y Elizabeth, obligados a estar juntos codo a codo, se miraron
significativamente al escuchar aquello, reprochándose amargamente entre
ellos, en silencio.

—No hay honor en permanecer con quien no ha de ganar —replicó el jefe
chino—. Cambiar al bando ganador es sólo un negocio.

—¿Y crees que nuestro bando no saldrá ganador? —sonrió.

—¡Ellos tienen al /Holandés /y ahora al /Perla/! —señaló el barco,
furioso—. ¿Y qué tiene a la Hermandad?

—Tenemos a Calipso —le reveló en un susurro, iluminándosele la cara.

Sao Feng se quedó sin habla, y luego dirigió su vista hacia el sitio en
dónde estaban las mujeres. Incrédulo, se volvió hacia Barbossa y se
burló de sus palabras.

—¡Bah! ¿Calipso? ¡Tan sólo es una antigua leyenda!

—No —negó con la cabeza, sonriendo otra vez—. Tengo a la diosa en
persona, en su forma humana. ¡Imagina! ¡Todos los poderes de los mares
envistiendo a nuestros enemigos! Pienso liberarla… Pero para eso
necesito a la Hermandad —tomó el pequeño objeto que Feng llevaba colgado
del cuello y lo miró significativamente a los ojos—. A toooda la Corte.

Mientras, Jack y Beckett seguían con su reunión de negocios, ajenos a lo
que sucedía a bordo del /Perla Negra/ e ignorando que Jacky los estaba
escuchando a escondidas.

—Tú te quedas con Barbossa —le propuso el capitán Sparrow mientras se
abanicaba tranquilamente con un abanico—, el mono cavernícola y su amigo
del ojo de madera… Y con Turner. En especial Turner —acentuó esto último
con un tono significativo, inclinándose sobre el escritorio de Beckett,
en dónde éste estaba sentado—. El resto me acompañará en el /Perla/ y
los guiaré a la Bahía del Naufragio. Ahí te entregaré a todos los
Señores Piratas en una bandeja de plata y tú me asegurarás mi libertad y
no me entregarás a Jones. Magnífico trato. ¿Ta parece?

—¿Y qué será de tu bella y salvaje hermana? —le preguntó, jugando con
una de las plateadas piezas de ocho que tenía en su mano.

Jack dejó de abanicarse y sonrió.

—¿Qué interés tienes en ella?

Beckett sonrió perversamente.

—¡Degenerados pervertidos! —murmuró Jacky, enojada con lo escuchado—.
¡Si creen que pueden negociar conmigo, es que no me conocen en verdad!

Mientras tanto, en el /Perla Negra/, Barbossa y Sao Feng estaban a punto
de cerrar su propio trato.

—¿Qué es lo que propone, capitán? —le preguntó el chino al compañero de
Jack, observando fijamente las mujeres y preguntándose cuál de ellas
sería la diosa Calipso.

—¿Qué pago acepta, capitán? —inquirió el aludido, sonriendo.

—Jack Sparrow ya me concedió una especie de pago, capitán Barbossa
—volteó hacia él—, prometió darme todas sus mujeres.

—¡¿Qué? —exclamaron al unísono Elizabeth y Ana María, sorprendidas.
Alrun y Tía Dalma, en cambio, simplemente permanecieron tan tranquilas
como de costumbre, sólo que la Elfo ejerció una suave presión sobre su
pequeña hija, a quien tenía abrazada.

El doctor Christian Jacobson y el capitán Seagull Hood se colocaron
frente a ellas en un vano intento de protegerlas, sin saber que ellos
también entraban en el trato.

Durante unos segundos, Will dudó en defender a su ex novia, pero
comprendió que, a pesar de lo que ella le había hecho, seguía siendo una
mujer a quién debía defender como el caballero que era, no como un novio.

—¡Elizabeth no es parte de ningún trato! —se quejó al fin.

—¡Eso sin duda! —asintió Barbossa.

—Lo digo en serio —insistió Sao Feng—. Jack y yo hicimos un trato y
exijo que se cumpla, sólo así formaré parte de este descabellado plan
tuyo, Barbossa.

La hija del ex gobernador se lo pensó mejor y decidió actuar de inmediato.

—Hecho —asintió rápidamente.

Incrédulo, Will se volvió hacia ella.

—¿Qué? ¡Nunca!

—¡Todo esto es por tu culpa! —lo acusó raudamente, fulminándolo con la
mirada para luego volverse hacia los dos capitanes—. ¡Si así nos
liberan, trato hecho!

—¿Pero cómo te atreves a decidir por nosotras, niña caprichosa? —se
quejó Ana María. Quiso decir algo más, pero Gibbs se encargó de taparle
la boca con la mano.

—¡Shit! ¡Cállate, tonta! ¡Ya veremos cómo sacarte de ésta, pero por lo
pronto debemos tratar de deshacernos de Beckett!

La joven entendió su punto, pero no estaba muy de acuerdo con ello. En
cambio, Alrun y Tía Dalma seguían manteniéndose serenas, como si
supieran lo que pasaría en el futuro. Christian y Seagull se miraron
consternados, ¿es que Elizabeth había perdido la razón al aceptar un
trato como ése?

Pero William todavía no estaba de acuerdo con el trato y con la decisión
de Elizabeth, y estaba dispuesto a hacer valer su punto.

—¡Escucha, Elizabeth, son piratas! —insistió, plantándose frente a ella,
advirtiéndole con la mirada.

—¡Ya tengo suficiente experiencia tratando con piratas como tú! —lo
empujó furiosa, con el dolor de la traición reflejado en sus ojos.

El chico se le quedó mirando por unos instantes, incrédulo, pero
enseguida su semblante cambió y la preocupación de su corazón fue
reemplazado por la ira.

—¡Bien! ¡Haz lo que se te antoje! ¡Como siempre lo has hecho!

—¡Bien! ¡Como tú quieras! —le dio la espalda, cruzándose de brazos.

—¡No! ¡Como tú quieras! —replicó con la misma actitud, volviéndose él
también.

—Bien. Entonces, el trato está hecho —sonrió Barbossa luego de observar
muy divertido todo aquello, volviéndose hacia Sao Feng.

Él y Sao Feng se miraron complacidos.

Entretanto, Beckett y Jack estaban a punto de llegar al final de su
conversación.

—Jack —comenzó a decir el Lord, levantándose de su silla ante la mirada
desconfiada y alerta del pirata—, ahora recuerdo que tengo la estupenda
brújula que me trajiste y que se supone que apunta hacia lo que más
deseo… —Sacó el mencionado objeto de su bolsillo—. Pero aún no estoy muy
convencido con lo que me señala…

—Apunta hacia lo que más anhelas y no es la Hermandad, ¿verdad?
—inquirió el sonriente pirata con su acostumbrada actitud despreocupada
y desenvuelta.

—¿Y qué es, Jack? ¿Lo sabes? —le preguntó Beckett, obviamente conociendo
la respuesta.

—¿A mí? —sonrió efímeramente—. Muerto, me imagino —aventuró.

—Sí —afirmó Beckett, y le lanzó la brújula a Jack. Ésta la atrapó y se
la devolvió de inmediato.

—Aunque… —comenzó a decir el Lord, abanicándose tranquilamente con su
abanico—, si te liquido, podría usarla finalmente para buscar la Bahía
del Naufragio sin tu ayuda —De improviso, lo apuntó con una pequeña pero
peligrosa arma—. Entonces ya no me harías falta.

—Si me asesinas llegarás a la Bahía y encontrarás una fortaleza
impenetrable capaz de resistir muchos años sitiada—le advirtió el
capitán Sparrow, aparentando tranquilidad mientras rodeaba
cuidadosamente a su enemigo con su particular andar oscilante,
acercándose cada vez más a él y pensando rápidamente en una solución que
le salvara el pellejo— y luego pensarás: "¡Oh! ¡Si tan sólo no hubiera
asesinado a Jack seguro los habría convencido de salir!".

Beckett se le quedó mirando un tanto pensativo. No estaba muy convencido
de las habilidades negociadoras de su posible socio.

—¿Y eres capaz de lograr eso? —preguntó.

Jack abrió los brazos y se echó para atrás, sintiéndose ofendido.

—¡Vamos, hombre! Puedes liquidarme pero jamás insultarme. ¿Es que no me
conoces lo suficiente? —sonrió—. ¡Dime quién soy!

Cutler, confundido, negó lentamente con la cabeza, no tenía idea de lo
que debía decir.

—¡El capitán Jack Sparrow…! —respondió el mismo Jack, decepcionado.

—¡Ah! —exclamó el otro, no muy impresionado.

Mientras tanto, afuera del camarote, los dos soldados volvieron de sus
infructuosas pesquisas y se sorprendieron al no encontrar a Jacky allí.

—Qué raro —dijo uno de ellos—. ¿En dónde estará?

De pronto, se escuchó un ensordecedor estruendo seguido por una potente
silbido y una bala de cañón impactó contra el casco del /Endeavour/,
ocasionando una sacudida tan fuerte que lanzó a Beckett contra la mesa
de los saldados de plomo, tirándolos a todos. Jack, en cambio,
acostumbrado a las oscilaciones, pudo mantener el equilibrio, así que
aprovechó el momento y le dio rápidamente la mano al confundido hombre
de comercio, quien se le quedó mirando bastante sorprendido.

—¡Trato hecho nunca deshecho! —le dijo, y salió huyendo del camarote
como una auténtica liebre en fuga, llevándose consigo el resto del queso
y golpeando con las hojas de la elegante puerta a los dos soldados que
se encontraban afuera, desmayándolos en el acto. Le extrañó no encontrar
a su hermana espiando detrás de la puerta, así que llegó a la veloz
conclusión de que ella ya había puesto los pies en polvorosa.

Siguiendo su ejemplo, él también hizo lo propio, saliendo en sólo unos
segundos a la cubierta principal que se encontraba sumida en un completo
caos y una nube de humo y astillas, con soldados corriendo de un extremo
a otro.

El /Emperatriz/ y el /Perla Negra/, reconquistados por Barbossa y Sao
Feng, habían iniciado su rebelión en contra del /Endeavour/,
disparándoles una andanada de cañonazos.



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