Fanfic Piratas del Caribe -Bajo la Espada de Odìn- *Capítulo 30: En Manos del Enemigo*

                            Resumen de la historia: El capitán Jack Sparrow comete el gran error de ponerse un anillo maldito que lo transformará en mujer y le traerá un sin fin de problemas tanto a él como a quienes lo rodean, amigos y enemigos. Una elección que cambiará la vida y los destinos de todos, en especial del Comodoro James Norrington y el mismo Jack. Esta historia está ambientada después de la primera película y desarrollada durante la segunda y tercera película. Una historia larguísima pero muy entretenida, con drama, humor, acción y romance. ¡Que la disfruten!



*PIRATAS DEL CARIBE: BAJO LA ESPADA DE ODÍN*

TERCERA PARTE: ¿DE QUÉ LADO ESTÁS?


Beckett quiere gobernar el mundo;Morgan quiere asesinar a todos;Jack y jacky quieren ser uno solo;Will quiere liberar a su padre;Isabel quiere vengar a sus padres;James quiere encontrar el perdón. ¿Quién lo logrará?Cont de El Libro del Destino. EL FINAL

Género: drama, amistad, acción, suspenso, humor, romance, violencia, aventura, fantasía, erotismo
Pareja: Jacky Sparrow/James Norrington. Elizabeth Swan/Will Turner
Personajes: Jack Sparrow/Jacky Sparrow, James Norringon, Elizabeth Swan, Will Turner, Hector Barbossa ¡y muchos más!
Calificación: para mayores de 18 años
Cantidad de palabras: variable
Duración: 67 capítulos la primera parte, 57 la segunda parte y 51 la última parte.
Estado: finalizado (Publicada en Fanfiction el 17 de Agosto del 2009 hasta el 21 de Marzo del 2011)
Escritora: Gabriella Yu
Mi estilo: estoy influenciada tanto por el anime, los dramas asiáticos y la literatura universal. Me gusta hacer pasar a los personajes por duras pruebas.
Aclaraciones: Esta historia la escribí hace más de 10 años, es muy entretenida, no se arrepentirán de haber perdido el tiempo en leerla. Le tengo mucho cariño porque fue una rara mezcla que logré hacer con el drama, humor y acción. 
IMPORTANTE: contiene escenas subidas de tono XD


*Capítulo 30: En Manos del Enemigo*


Los proyectiles de los mosquetes pasaban silbando muy cerca de la cabeza
del capitán Sparrow y lo mismo ocurría con las esquirlas de madera que
se desprendían del casco del /Endeavour/ o de las cabinas cuando eran
golpadas por las balas de cañón escupidas desde el /Perla Negra/. Todo
era confusión a bordo del navío de Lord Beckett, los soldados atacaban
al enemigo pero la rebelión inesperada y un misterioso sabotaje a bordo
los había dejado casi al borde de la derrota. Pero siendo ellos hombres
entrenados para enfrentar situaciones inesperadas, poco a poco
comenzaron a sobreponerse al ataque.

Con asombrosa rapidez y agilidad, además de una increíble serenidad,
Jack evadía todo los obstáculos que se interponían en su huida con su
habitual y extraño andar oscilante, y, mientras pensaba a todo dar en la
mejor manera de escapar de allí, miraba a su alrededor buscando a su
hermana a la que no podía encontrar por ningún lado.

Lord Beckett también subió a cubierta para averiguar lo que estaba
sucediendo, pero, a diferencia del pirata, su serenidad era fría como le
hielo, calculando velozmente en su mente los pros y los contras de la
situación al contemplar la veloz huida del junco de Sao Feng mientras el
/Perla Negra/ cubría su retirada.

Entretanto, a bordo del /Perla/, el pobre Mercer se las estaba viendo
feas con el capitán Barbossa, quien era mucho más apto con la espada que
él. Luego de recibir un soberano puntapié en el estómago, descargó un
fuerte sablazo para obligarlo a retroceder, momento que aprovechó para
lanzarse el mar y escapar de las habilidades guerreras del pirata. Uno
por uno, superados en número y frenesí, los soldados que habían copado
el barco también se lanzaron al agua.

Mientras tanto, Beckett subió apresuradamente hacia el castillo de popa,
ignorando la batalla que se libraba a su alrededor, y encontró a Jack
Sparrow preparando una "alocada" manera de huir con un requesón robado
bajo el brazo: lo vio enrollar y atar la punta de una soga a la parte
trasera de un cañón ya cargado, lanzar el otro extremo hacia el
mastelero de la mesana, haciéndola pasar de largo para volver a
sujetarla. Jack le dirigió una mirada tan fresca como una lechuga y se
dispuso a encender la mecha del cañón con el chisquero. Cutler,
inteligente y despierto como siempre, adivinó de inmediato lo que Jack
estaba a punto de hacer.

—¡Estás demente! —exclamó entre sorprendido e incrédulo.

Jack volvió su cabeza hacia él y le replicó con una gran sonrisa:

—Y es una suerte, porque sino seguramente no funcionaría —y encendió la
mecha.

El cañón hizo explosión y la bala impactó contra la balaustrada interior
del castillo de popa, atravesándola, justo al lado de Beckett, quien
afortunadamente (para él), se había lanzado hacia el costado un segundo
antes.

Gracias al fuerte impulso retrospectivo del cañón, la soga izó
precipitadamente a Jack hacia arriba y fue lanzado por los aires entre
alaridos y el humo de la pólvora, volando directamente hacia su querido
/Perla Negra/, que estaba ubicado justo al lado del /Endeavour/.
Barbossa y el resto de la tripulación, que habían sido testigos de
semejante acto insano, salieron corriendo en dirección al castillo de
popa en donde posiblemente había caído el desquiciado.

Cuando todos se agacharon sobre la balaustrada para buscar a Jack hecho
papilla en el casco de babor, Hector se volvió y se sorprendió al verlo
acodado tranquilamente sobre una de las farolas del castillo con un
lustroso queso bajo el brazo. La fortuna le había sonreído una vez más
al proveerle un seguro descenso sobre un montón de bolsas apiladas y
repletas con granos de cereal.

—¡Y eso que lo hice sin una gota de ron! Díganme que no me han extrañado
—festejó el sonriente y victorioso capitán.

Barbossa, a diferencia de los demás, maldijo entre dientes la buena
suerte de su contraparte y, envainando la espada, se fue a comandar al
resto de la tripulación para darse a la retirada antes de que el navío
de Beckett se recuperara. Jack, en cambio, se dirigió hacia William
Turner quien inmediatamente fue aprisionado por Pintel y Ragetty por
razones obvias.

—Lleven al perro llorón, sucio y cobarde a la prisión —ordenó entre
enojado y decepcionado—. ¿Has visto a mi hermanita, Gibbs?

—No, Jack —respondió el aludido con cara de extrañeza—. ¿Es que no
escapó contigo?

—Claro que no, por eso te estoy preguntando, sino no te preguntaría
—desafortunadamente para el contramaestre, su capitán comenzó a
divagar—… pero si no te preguntara nada, no me responderías nada porque
nada te habría preguntado, así que si te preguntara algo, me
responderías algo porque algo te habría preguntado, ¿no?

—Eeeeehhhh… Claro —asintió aturdido.

Jack puso los brazos en jarra y frunció el entrecejo. ¿En dónde diablos
estaría su hermana? ¿Estaría quizás a bordo del barco de la Compañía?
¿Viva? ¿Muerta? ¿En manos del repulsivo Lord Beckett? ¿O tal vez se
había ahogado en el mar? Por el bien se sus futuros sobrinitos, esperaba
que ella estuviera a salvo, como sea.

De vuelta en el /Endeavour/, Beckett ya había trazado una estrategia
para volver a capturar los barcos fugados. Había ordenado una búsqueda
exhaustiva de Jacky Sparrow, pero nadie la había encontrado por ningún
lado, era como si el mar se la hubiera tragado.

—¿A cuál navío seguimos? —le preguntó el capitán de la nave, pues ambos
barcos piratas habían tomado rutas opuestas para escapar.

—Avisen al /Holandés. /Ellos perseguirán al /Emperatriz/ mientras
nosotros seguiremos el /Perla/ —respondió siempre impasible, sin quitar
la vista de encima al barco de velas negras que se alejaba cada vez más
de ellos—. ¿Cuan pronto podremos tener al barco listo para la persecución?

—Bien, señor, ya pudimos destrabar el timón y despertar al timonel, así
que supongo que…

No tuvo más tiempo para responder, ya que el mástil mayor que había sido
alcanzado por la bala de cañón que Jack había disparado, finalmente
terminó por partirse por la mitad y caer pesadamente sobre babor ante
los ojos incrédulos y llenos de sorpresa del oficial.

Se volvió lentamente hacia Lord Beckett, pensativo y con la boca
entreabierta.

—¿Cree que él planea lo que hace o lo inventa conforme a la situación?

Había un ligero tono de admiración en la voz del capitán que obligó al
Lord volverse y dirigirle una terrible mirada de furia. Comprendiendo de
inmediato su impertinencia, el nervioso oficial se marchó rápidamente
para cumplir con sus obligaciones.

Cutler, imperturbable y flemático, volteó hacia el /Perla Negra/ que
comenzaba a convertirse en un punto en el horizonte, y maldijo la buena
suerte de su enemigo.

Más tarde, esa misma noche, mientras el /Emperatriz /y el /Perla Negra/
navegaban hacia la Caleta del Naufragio siguiendo cursos diferentes, en
el junco chino se encontraban prisioneras todas las mujeres del /Perla/
incluyendo a Christian Jacobson y Seagull Hood, quienes habían sido
apartados bajo protesta de sus compañeras féminas y encerrados en otra
prisión. La misma Jade había sido confinada junto con la pequeña Alwine
en su camarote para que no pudiera intervenir en los planes de su padre,
habiéndosele prohibido a los guardias no liberarla por más que gritara y
golpeara la puerta.

Luego de obligar a las mujeres a formar fila una al lado de la otra, Sao
Feng pasó revista, escrutándolas intensamente, desdeñando a las menos
atractivas y poniendo mayor interés en las más hermosas hasta que
finalmente lo impresionó la misteriosa belleza de Alrun, quien se
mantenía distante pero a la defensiva ante él.

—Eres bellísima —le dijo, tomándola suavemente por el mentón—. No hay
duda que eres tú a la que tanto busco.

—Ten cuidado —le advirtió ella con su fría y helada mirada—. Podrías
llevarte una gran desilusión.

La tranquila majestuosidad en su voz no hizo otra cosa que convencer aún
más a Sao Feng.

—No lo creo —sonrió, y se volvió hacia dos de sus sirvientes mujeres y
les ordenó en su idioma que prepararan a la Guardiana y a la sorprendida
Elizabeth para una visita nocturna en su camarote. A las demás, iba a
dejarlas como esclavas. También había decidido que el doctor Jacobson
iba a ser su médico personal, Alwine una especie de paje para su hija
Jade y el capitán Hood iba a ser vendido como esclavo en las minas de
jade en el interior de china. Pagarían muy bien por él.

Una hora después, las dos mujeres ya estaban en los aposentos del
capitán Sao Feng ataviadas con ropajes chinos elegantes y maquilladas
admirablemente al estilo oriental, realzando la belleza de ambas, pero
era Alrun la que más destacaba de las dos, haciendo notar su evidente
importancia sobre Elizabeth. Fue entonces cuando el Señor chino ingresó
pomposamente al salón iluminado por velas bajando por una elegante
escalera y recitando un hermoso poema en su idioma natal. Cuando
terminó, golpeó las manos y las sirvientas se marcharon con la cabeza
gacha luego de hacerle una respetuosa reverencia, pues era costumbre de
los chinos cortar la cabeza de la mujer que osara mirarlos a los ojos.

Sao Feng se acercó a una mesita y se dedicó a remover suavemente con una
ramita un cazo de oro lleno de agua y hojas de té bajo la vigilante
mirada de Elizabeth. Alrun ni siquiera se molestó en prestarle atención.

—Mañana a esta hora, habremos llegado a la Bahía del Naufragio y serás
libre… Calipso —dijo el pirata ante la extrañeza de la joven Swann y la
aparente indiferencia de la elfo.

—¿Disculpa? —inquirió Elizabeth, perpleja—. ¿Crees que ella es Calipso?

Sao Feng nada respondió, se lavó tranquilamente las manos en el cazo y
se acercó perezosamente hacia la hija Weathervy Swann… sólo para
descargar un terrible e inesperado bofetón sobre su mejilla,
derrumbándola sobre el piso. Alrun, a pesar de saberse capaz de
defenderse, dio un pequeño respingo de sorpresa ente la brutalidad de su
captor.

—Deberás aprender a cerrar la boca ante tu nuevo amo, mujer —le dijo él
con tono imperante —Luego, manteniendo siempre la calma, se volvió hacia
Alrun.

—Sé que no es un nombre que te agrade de los muchos que tienes, pero así
te conocemos, Calipso.

La hermosa mujer sonrió despectivamente y le sostuvo la mirada, siempre
desafiándolo.

—¿Quiénes me conocen? —preguntó con un ligero tono de burla.

—Lo confirmas —respondió el sonriente y seguro pirata, comiéndose una de
las hojas del cazo.

—¿Confirmar qué? Aún no me ha dicho nada.

El jefe chino se acercó a ella lentamente.

—La Hermandad, no yo, la primera Corte ¡a cuya decisión me abría
opuesto! —gritó, apoyando furioso la palma de la mano sobre una de las
columnas de madera que estaba al lado de la elfo, pero enseguida se
tranquilizó y comenzó a deambular lentamente alrededor de ella—, te
apresaron en tu forma humana para que los mares fueran regidos por ellos
y no por…

—¿Mí? —lo interrumpió con marcado tono irónico. Sao Feng se le quedó
mirando de hito a hito, estupefacto. Sus sospechas, después de todo,
habían resultado correctas.

—Pero una diosa como tú no debe ser nunca esclavizada… —recitó con
serena pasión.

—Bellas palabras para un captor —satirizó—. Más pierden su efecto
murmuradas dentro de una prisión.

—¿Me reprochas mi esfuerzo? —dijo, parándose frente a ella para
contemplarla con sumo interés—. Todos los hombres se sienten atraídos
por el mar por muy peligroso que sea.

—Hay hombres, inmortales y hasta dioses que ofrecen lo que sea en
justificación por sus crímenes —replicó con seriedad. Una mirada
penetrante y solemne que hizo estremecer al pirata.

—Ofrezco simplemente mi deseo… —dijo éste, retrocediendo unos pasos como
si quisiera estar a una distancia prudencial de aquella mujer que
irradiaba semejante poder.

—¿Qué quieres a cambio? —fue la cortante pregunta de la elfo.

—Tus dones, nada más —respondió con ansiedad—… Si deseas dármelos.

Alrun sonrió ante la insinuación de Sao Feng. Lo que él quería, ella
jamás se lo daría.

—¿Y si yo no deseo darlos? —el tono de su voz era una mescla entre el
desafío y la burla.

—¡Entonces los tomaré por la fuerza y aceptaré tu furia! —explotó,
lanzándosele encima como un tigre hambriento, la sujetó por el cuello y
la besó por la fuerza.

Tomada por sorpresa, Alrun exclamó un fuerte gemido de asco y su ego de
inmortal sufrió un gran golpe, sintiéndose usurpada. Ya estaba a
juntando una pequeña bola de poder en su mano para lanzársela al su
atacante cuando Elizabeth se lanzó encima del chino, aferrándose a sus
fuertes hombros y lo mordió ferozmente en la oreja, lastimándosela
seriamente. Furioso y rugiendo como un león herido, Sao Feng se la quitó
de encima con un solo tirón, cayendo la joven de golpe al lado de la
estupefacta elfo, quien se agachó para auxiliarla. ¡No podía creer que
una mortal tan ordinaria como esa chica la había defendido aún a costa
de su propia vida sin siquiera conocerla!

—¿Cómo te atreves a intervenir, pequeña puta? —rugió el pirata chino con
la mano cubriendo su oreja sangrante—. ¡Ordenaré que te quemen los pies
con hierros candentes!

Se acercó a ellas con las manos como garras, bufando furioso y los ojos
llenos de ira, Alrun y Elizabeth se quedaron paralizadas por el terror
durante algunos segundos hasta que la primera recuperó toda su sangre
fría y se colocó delante de Elizabeth dispuesta a defenderla tal y como
ella lo había hecho. Con la mano detrás de la espalda y los ojos fijos
en su enemigo, comenzó a dar vida una pequeña pero poderosa bola de
poder resplandeciente.

—¡Tus dones serán míos al igual que esa mujer salvaje! —exclamó Sao
Feng, a punto de saltarles encima.

—¡Padre! ¡¿Qué es lo que cree que está haciendo? —gritó Jade desde el
último escalón de la escalera, recién escapada de su camarote con la
ayuda de sus espadas gemelas y la temerosa compañía de pequeña Alwine—.
¡Detén ya esta locura!

—Mami… —susurró la asustada niña, mirando anhelante a su madre.

—Alrun… —musitó la preocupada elfo, tomada del brazo de Elizabeth.

—¡Jade! —exclamó el sorprendido Sao Feng, volviéndose hacia ella—. ¿Por
qué estás aquí? ¡No debes meterte en mis asuntos! ¿Cuántas veces te lo
he dicho? ¡Vete de aquí! ¡Te lo ordeno!

—¡No! —se negó, tan testaruda como él pero con lágrimas de dolor en los
ojos tras haber presenciado de la maldad que era capaz de hacer su
padre—. ¡No permitiré que cometas semejante locura así tenga que
enfrentarme contigo!

Sao Feng se quedó estupefacto, su propia hija, sangre de su sangre, se
estaba rebelando contra él para salvar el honor de unas desconocidas.
Con el corazón rebosante de dolorosa frustración, cerró los puños con furia.

—¿Cómo te atreves a desafiarme, niña estúpida? ¡Soy tu padre!

—¿Eres el mismo padre que me mandó a una misión bajo un engaño? —replicó
con los ojos arrasados en lágrimas—. ¿El mismo que ahora encuentro
tratando de lastimar a dos mujeres indefensas? ¿Realmente eres tú,
padre? Entonces, si es así, tendré que detenerte antes de que sea
demasiado tarde para arrepentirse —decidida, sacó las espadas gemelas,
una en cada mano, dispuesta a derrotarlo, costara lo que costare.

El pirata se quedó sin palabras, había comprendido que su hija estaba
más que resuelta. No sabía si admirar su tenacidad o sentirse defraudado
por su traición.

—Bien —dijo éste, desenfundando su espada de hoja oriental y colocándose
en posición de ataque, con una pierna y brazo extendidos hacia
adelante—. ¿Quieres enfrentar a tu padre? Entonces ven y cumple con el
ciclo de la vida.

Jade nada dijo, decidida a detener a su padre, ella también se puso en
posición de ataque con las espadas gemelas cruzadas sobre su cabeza.

La atmósfera del lugar se volvió pesada, un silencio extraño los
envolvió y una sensación sobrecogedora gobernó el corazón de todos. Una
fugaz chispa se encendió en los ojos de los contendientes a punto de
enfrascarse en la legendaria lucha de poderes entre padres e hijos.

Entonces, una poderosa detonación se escuchó desde afuera y Sao Feng se
abalanzó contra su hija con una velocidad inesperada… sólo para
empujarla y recibir él el impacto de la bala de cañón que había
atravesado el casco, lanzándolo al otro extremo de la cabina.

—¡PADREEE! —gritó la chica tirada en el suelo.

El /Holandés Errante/ había encontrado a su presa.



También te podría interesar...

ÚLTIMAS ENTRADAS PUBLICADAS

Comentarios

X Queridos visitantes: Únanse a las redes sociales del blog para estar en contacto si algún día es eliminado de nuevo.