Fanfic Piratas del Caribe -Bajo la Espada de Odìn- *Capítulo 31: La Nueva Señora Pirata*

                             Resumen de la historia: El capitán Jack Sparrow comete el gran error de ponerse un anillo maldito que lo transformará en mujer y le traerá un sin fin de problemas tanto a él como a quienes lo rodean, amigos y enemigos. Una elección que cambiará la vida y los destinos de todos, en especial del Comodoro James Norrington y el mismo Jack. Esta historia está ambientada después de la primera película y desarrollada durante la segunda y tercera película. Una historia larguísima pero muy entretenida, con drama, humor, acción y romance. ¡Que la disfruten!



*PIRATAS DEL CARIBE: BAJO LA ESPADA DE ODÍN*

TERCERA PARTE: ¿DE QUÉ LADO ESTÁS?


Beckett quiere gobernar el mundo;Morgan quiere asesinar a todos;Jack y jacky quieren ser uno solo;Will quiere liberar a su padre;Isabel quiere vengar a sus padres;James quiere encontrar el perdón. ¿Quién lo logrará?Cont de El Libro del Destino. EL FINAL

Género: drama, amistad, acción, suspenso, humor, romance, violencia, aventura, fantasía, erotismo
Pareja: Jacky Sparrow/James Norrington. Elizabeth Swan/Will Turner
Personajes: Jack Sparrow/Jacky Sparrow, James Norringon, Elizabeth Swan, Will Turner, Hector Barbossa ¡y muchos más!
Calificación: para mayores de 18 años
Cantidad de palabras: variable
Duración: 67 capítulos la primera parte, 57 la segunda parte y 51 la última parte.
Estado: finalizado (Publicada en Fanfiction el 17 de Agosto del 2009 hasta el 21 de Marzo del 2011)
Escritora: Gabriella Yu
Mi estilo: estoy influenciada tanto por el anime, los dramas asiáticos y la literatura universal. Me gusta hacer pasar a los personajes por duras pruebas.
Aclaraciones: Esta historia la escribí hace más de 10 años, es muy entretenida, no se arrepentirán de haber perdido el tiempo en leerla. Le tengo mucho cariño porque fue una rara mezcla que logré hacer con el drama, humor y acción. 
IMPORTANTE: contiene escenas subidas de tono XD


*Capítulo 31: La Nueva Señora Pirata*


La mano del capitán Seagull Hood se resbaló de improviso de la cerradura
y lo único que logró fue cortarse la otra mano.

—¡Ouch! —se llevó la herida a la boca para succionar la sangre—.
¡Maldita sea!

—¿Está seguro que lo hizo antes? —preguntó el doctor tranquilamente
sentado en una esquina de la celda, contemplando con gran interés los
intentos del pirata por abrir la cerradura.

—¡Por supuesto! ¡Así he escapado un millón de veces de prisión! —se
quejó, volviendo manos a la obra dispuesto a cerrarle la boca a su
detractor.

—Es imposible que haya sido un millón de veces —replicó, llevándose
pensativo el dedo índice a la comisura de la boca—. ¿Cuántos años tiene
usted? ¿30? ¿32? Eso equivale más o menos 11.700 días… y eso contando
desde el día en que nació, y la verdad no creo que haya estado usted
metido en la prisión en ese momento y escapado solo, ¿no es así? así que
deduzco que cuando usted se inició en la carrera de pirata, debió haber
tenido un poco más de 20 años, o quizás menos, que suma el total de
3.700 días, lo cual no concuerda con su teoría de que pudo escapar de
prisión un millón de…¡¿?

Christian abrió los ojos desmesuradamente, ¡Seagull lo estaba besando!

—¡Haaaaaaagggg! —exclamó asqueado, limpiándose la boca con la maga de la
casaca en cuanto el pirata se apartó de él—. ¿¡Acaso se ha vuelto loco!
¡Es usted un imbécil!

—Eso fue para que te callaras, idiota —replicó el otro, escupiendo hacia
un costado para luego sonreírle triunfalmente y volver a su difícil
tarea de abrir la cerradura de la puerta.

Su treta había funcionado, ya que el doctor Jacobson, furioso, se había
quedado completamente mudo, como un silencioso volcán a punto de hacer
erupción.

No suficientemente contento con lo que había hecho, el capitán Hood
volvió su rostro hacia él y le dijo con tono burlón:

—Si se pone un vestido, le aseguro que no habrá hombre que se le resista.

Christian, sintiéndose humillado e insultado, decidió que ya era hora de
defender su hombría y darle su merecido a aquel atrevido pirata, y se
lanzó encima de Seagull para darle una golpiza…, sólo que éste se hizo a
un lado y el buen doctor se estrelló contra la puerta con tanta fuerza
que terminó de romper la cerradura y la puerta finalmente se abrió,
cayendo finalmente al suelo cuan largo era, sorprendido.

—¡Felicidades, doc! ¡Consiguió abrir la puerta! —festejó el capitán—.
¡Vamos a rescatar a las damas! —y salió corriendo de allí, pasando por
encima de su compañero sin ninguna concesión, pisándole la espalda y la
cabeza.

El doctor Jacobson levantó lentamente su cabeza y la apoyó sobre la
palma de su mano, quedándose mirando cómo huía el retorcido pirata.

—¿Por qué tengo la impresión de que no le caigo bien? —suspiró
profundamente, se levantó, se sacudió el polvo de la ropa y finalmente
se fue corriendo por detrás, pues debía rescatar a Alwine y a su madre
de las peligrosas garras de Sao Feng.

Seagull se había ocultado detrás del umbral de la prisión cuando
Christian lo alcanzó.

—Tenemos compañía —le dijo, señalando a los dos guardias—. Éste es el
plan: tú los entretienes con tu soez y yo los ataco por la espalda.
¿Entendiste?

Christian lo asesinó con la mirada, y ya estaba a punto de quejarse
cuando se escuchó una fuerte explosión seguida de una violenta sacudida
que tiró a todos por el suelo. Una vez pasada la primera impresión, los
dos guardias chinos se levantaron y corrieron hacia la cubierta superior
para averiguar lo que estaba ocurriendo. ¡Aquello no podía ser más
oportuno! así que Christian y Seagull aprovecharon el momento para
buscar a sus compañeras.

—Vaya, esos guardias se salvaron de tus encantos —comentó el descarado
pirata, guiñándole un ojo—. ¿Qué estará pasando arriba? Parece ser que
nos están atacando… —agregó con tono de preocupación.

—No recuerdo haberle hecho algo para que usted me trate así, señor Hood
—se quejó el doctor.

—¿Será una respuesta satisfactoria si te digo que con sólo tu presencia
siento que te aborrezco?

—Muy satisfactoria… —replicó cansadamente.

Sin más ni más, Seagull lo tomó de la muñeca y lo arrastró tras de sí.

—¿Acaso pensaste que con tu antipática forma de ser le caerías bien a
cualquiera? ¡Nada más equivocado que eso! ¡Yo te detesto! Pero debemos
estar juntos para rescatar a las chicas y no puedo hacer nada para evitarlo.

Christian nada dijo, decidió ser más cauto y no utilizar su acostumbrada
forma irónica de hablar con Seagull, pues temía que el tiro le saliera
por la culata.

Afortunadamente, encontraron sin querer el depósito de armas, así que
pudieron armarse con un sable, una carabina y un poco de pólvora cada
uno para poder hacer frente a los posibles enemigos con los que se
cruzarían en su camino. Cosa que finalmente sucedió en repetidas ocasiones:

A medida que iban avanzando por el pasillo, debieron enfrentarse a
varios piratas chinos que intentaron cortarles el paso. Seagull, como
siempre, hizo gala de sus innegables habilidades de esgrima, pero
siempre era derrotado por la espectacular destreza del doctor, quien, a
diferencia del pirata, no mataba a nadie, solamente los dejaba noqueados
en unos cuantos segundos.

—Si se despiertan, nos atacarán —se quejó el pirata.

—No lo creo —sonrió—. Alguien está atacando el barco y por deducción y
lógica, cuando estas personas despierten se olvidarán de nosotros y
correrán a combatir a un enemigo mucho más tangible y peligroso que
nosotros… ¿Cómo alguien, en su sano juicio, ataca primero a un enemigo
que le perdonó la vida y no a un enemigo que seguramente lo matará?

El capitán Hood balbuceó un sinfín de palabrotas en contra de Christian.
¡Cómo odiaba su forma de ser! Y lo que era más… ¡odiaba que fuera más
apuesto e inteligente que él!

—¿Quieres que vuelva a cerrarte la boca? —lo amenazó.

—Inténtelo y ya verá lo que le sucederá —replicó a la defensiva.

Los dos se quedaron mirando con enorme recelo. La natural antipatía que
sentían entre ellos comenzó a transformarse en un odio visceral. Debían
arreglar su asunto cuanto antes… pero ahora no era el momento de hacerlo.

—Vamos a buscar a las chicas —dijo el doctor Jacobson al fin.

No tardaron mucho tiempo en encontrar la celda en donde estaban
encerradas Tía Dalma y Ana María, quienes, una vez liberadas, se unieron
a ellos para encontrar a las demás.

—Le pediré a esa hermosa mujer de cabellos dorados que me de un beso
como recompensa cuando la rescate —sentenció el sonriente Seagull Hood
mientras corrían hacia la cabina del capitán. Ana María, fastidiada,
puso los ojos en blanco.

Christian nada dijo, pero rezaba con todo su corazón porque Alwine y
Alrun estuvieran bien. No se llevaba muy bien con la madre, pero
naturalmente comprendía la importancia de su presencia para la pequeñita.

Cuando por fin llegaron al camarote de Sao Feng luego de derrotar a unos
cuantos chinos en el camino, se dieron con una penosa escena entre un
moribundo padre y una desconsolada hija.

—¡Padre! ¡Padre! ¡No se muera, por favor! ¡Le prometo que siempre seré
obediente y no protestaré ante ninguna orden que me dé! —gimió la niña,
llorando angustiosamente sobre el ensangrentado pecho de Sao Feng (un
pedazo de madera se le había incrustado en medio del pecho), con
Elizabeth, Alrun y Alwine paradas alrededor de ellos. De las dos, la
elfo era la única que no estaba lloriqueando, solamente se limitaba a
observarlo con frío desdén.

—¡Es mi papá! —gritó alegremente la pequeña Alwine en cuanto vio llegar
al doctor Jacobson—. ¡Él curará a tu papi! ¡Ya lo verás!

Ni lerdo ni perezoso, Christian corrió hacia el herido para auxiliarlo,
pero con un solo vistazo comprendió que no había nada que él pudiera
hacer para salvar su vida.

Al notar aquella oscura expresión en el rostro del doctor, la destrozada
Jade lo comprendió todo en un instante y rompió a llorar desconsoladamente

—¡Hija mía! —exclamó el moribundo, aferrándose fuertemente de la pequeña
mano temblorosa—. ¡Perdona al necio de tu padre! ¡Tenías razón cuando me
dijiste que esas palabras tan sabias!

—No, padre…

—Escucha, hija mía… —gimió cada vez más débil—… Toma el mando del
capitán… Ve en mi lugar a la Caleta del Naufragio…

—No… —negó rápidamente con la cabeza, escondiéndola.

—… ¡Escucha…! —insistió, arrancándose el colgante que llevaba en el
cuello—… Con las piezas de ocho… la liberarás…

—¿Co-cómo…? No entiendo… —levantó la cabeza, perpleja. Su mente embotada
no pensaba en otra cosa que fuera su padre y en su certera muerte.

—¡Sostenla! —mandó casi con el mismo tono imperante que solía usar para
ser obedecido.

La chica dio un respingo y tomó el colgante de un rápido manotazo.

—… Ahora eres la capitana de este barco y una de los Señores Piratas…
—continuó, aliviado.

—¡No! ¡Usted vivirá! —gritó su hija, desesperada—. ¡Usted seguirá siendo
el capitán del /Emperatriz/ y el Señor Pirata!

Furioso y desesperado, Sao Feng bufó y la agarró fuertemente de la mano
que sostenía el colgante y la atrajo bruscamente hacia él, dirigiéndole
una mirada llena de ansiedad.

—¡No te niegues! … ¡Ocuparás mi puesto en la Hermandad…!

—¡Capitán! ¡Estamos rodeados! —lo interrumpió Su Shi, bajando
desesperado por las escaleras sosteniéndose un brazo herido, pero se
paró en seco al ver lo que estaba sucediendo.

—Capi… tán… —murmuró.

Sao Feng volvió lentamente su rostro hacia la impasible Alrun.

—Perdóname, Calipso… —le pidió con todo su corazón, luego volvió su ya
endeble atención hacia Jade y trabajosamente alzó su mano para rozar su
mejilla—… Hija mía… —murmuró débilmente mientras las lágrimas comenzaban
a caer de sus ojos oscuros velados por la muerte—… siempre fuiste… lo
mejor…. de mí…

El brazo del pirata cayó inerte sobre el piso. El temible pirata chino,
el gran amo Sao Feng, había exhalado su último suspiro.

—¡Nnnnnooooooooo! ¡Padreeeeeeeee! —gritó la destrozada jovencita,
estrechando fuertemente entre sus brazos el cadáver de su amado progenitor.

Todos los presentes guardaron respetuoso silencio por recién el
fallecido y por el dolor de la niña. Christian, furioso, le lanzó una
terrible mirada a Alrun, quien ni siquiera se inmutó por eso. Él sabía
que ella podría haberlo salvado con sus poderes, ¿por qué no lo hizo
entonces?

—¡Ama jade! ¿Está usted aquí? ¡Oh! —exclamó sorprendida la recién
llegada Wai, llevándose la mano a la boca—. ¡Amo Sao Feng!

La repentina aparición de la mujer hizo que Su Shi volviera en sí.

—¿Qué fue… lo que dijo? —preguntó lo que ya sabía, pero aún estaba muy
aturdido.

—Acaba de nombrarla capitana… —le respondió Seagull Hood.

Atónita, la pareja le hizo una respetuosa inclinación a su nueva y única
ama mientras Christian trataba de convencerla de que abandonara el
cadáver de su padre antes de que fuera demasiado tarde. Tenía que
liderar a sus hombres ahora que la necesitaban con urgencia para luchar
contra el desconocido enemigo que los estaba atacando.

—Debe honrar el último pedido de su padre —le dijo suave pero
firmemente—. Su gente la necesita. ¡Dé el ejemplo y enorgullézcalo!

Hipeando, la triste muchacha se enjuagó las lágrimas con la manga de su
túnica y asintió obediente con la cabeza.

—Es verdad. Ahora soy la nueva Señora Pirata y debo comportarme como tal
—dijo, irguiéndose con renovadas fuerzas—. Vamos arriba.

Y luego de dirigirle una última mirada de despedida a su padre, la joven
oriental subió rápidamente la escalera seguida por todos sus compañeros.



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