Fanfic Piratas del Caribe -Bajo la Espada de Odìn- *Capítulo 44: Inicia la Batalla Final *

                                          Resumen de la historia: El capitán Jack Sparrow comete el gran error de ponerse un anillo maldito que lo transformará en mujer y le traerá un sin fin de problemas tanto a él como a quienes lo rodean, amigos y enemigos. Una elección que cambiará la vida y los destinos de todos, en especial del Comodoro James Norrington y el mismo Jack. Esta historia está ambientada después de la primera película y desarrollada durante la segunda y tercera película. Una historia larguísima pero muy entretenida, con drama, humor, acción y romance. ¡Que la disfruten!



*PIRATAS DEL CARIBE: BAJO LA ESPADA DE ODÍN*

ÚLTIMA PARTE: LA BATALLA FINAL


Beckett quiere gobernar el mundo;Morgan quiere asesinar a todos;Jack y jacky quieren ser uno solo;Will quiere liberar a su padre;Isabel quiere vengar a sus padres;James quiere encontrar el perdón. ¿Quién lo logrará?Cont de El Libro del Destino. EL FINAL

Género: drama, amistad, acción, suspenso, humor, romance, violencia, aventura, fantasía, erotismo
Pareja: Jacky Sparrow/James Norrington. Elizabeth Swan/Will Turner
Personajes: Jack Sparrow/Jacky Sparrow, James Norringon, Elizabeth Swan, Will Turner, Hector Barbossa ¡y muchos más!
Calificación: para mayores de 18 años
Cantidad de palabras: variable
Duración: 67 capítulos la primera parte, 57 la segunda parte y 51 la última parte.
Estado: finalizado (Publicada en Fanfiction el 17 de Agosto del 2009 hasta el 21 de Marzo del 2011)
Escritora: Gabriella Yu
Mi estilo: estoy influenciada tanto por el anime, los dramas asiáticos y la literatura universal. Me gusta hacer pasar a los personajes por duras pruebas.
Aclaraciones: Esta historia la escribí hace más de 10 años, es muy entretenida, no se arrepentirán de haber perdido el tiempo en leerla. Le tengo mucho cariño porque fue una rara mezcla que logré hacer con el drama, humor y acción. 
IMPORTANTE: contiene escenas subidas de tono XD


*Capítulo 44: Inicia la Batalla Final *


Una vez que Alrun y la Diosa Calypso desaparecieron, la tripulación del
/Perla Negra/ se acercó a la balaustrada para contemplar llenos de
horror el inmenso abismo que se abría frente a ellos y Will y Elizabeth
corrieron a ayudar a levantarse a Barbossa y a Jade respectivamente.
Ambos parecían estar bien a pesar de las heridas y los golpes.

—¡Al demonio con esa bruja! —se quejó Hector mientras se sobaba la
adolorida cabeza.

—No nos ayudó para nada —se quejó el tembloroso Pintel y se volvió hacia
su capitán—. ¿Y ahora qué?

—Nada… —respondió desalentado—. Al final no hay más esperanza.

—¡No! ¡Aún no termina! —exclamó Jade con gran determinación y todos
giraron hacia ella, sorprendidos—. ¡Nos espera un combate!

—¿Estás loca, niña? —se quejó Ana María—. ¡Al frente tenemos toda una
armada contra nosotros! ¡Contra el /Holandés /no tenemos esperanza y
mucho menos contra el Kraken! ¡Sin mencionar a la diosa que nos ha
condenado a muerte!

El resto de los piratas la secundaron. Pelear ahora era una locura.

—¡No! ¡Todavía hay esperanza! —insistió la jovencita, apretando los
puños fuertemente a ambos lados de su cuerpo y temblando de pies a cabeza.

El capitán Hector Barbossa, sintiendo compasión por ella pero
ocultándolo muy bien, se le acercó.

—La venganza no revivirá a tu padre, jovencita —le aconsejó con
firmeza—. Dar la vida por eso no lo vale.

Jade suspiró.

—Usted tiene razón —le dijo y caminó hacia sus hombres antes de girar
hacia Hector y mirarlo significativamente—. ¿Pero y qué si vale la pena?
¿Acaso no tengo a alguien más a quién proteger? ¿Una persona que
arriesgó su propia vida por la mía?

Por toda respuesta, el aludido se quedó tieso como una tabla, con los
ojos abiertos como platos y las sucias mejillas arreboladas. Will y
Elizabeth no perdieron el tiempo para burlarse de él.

—Bueno, Barbossa, por lo visto ya tienes a una admiradora —dijo el muchacho.

—Eso es. Deberías estar feliz de que alguien como ella te siga los
pasos, ¿no? ¡Qué valiente te viste al tratar de defenderla!

—¡Bah! ¡Ya cállense antes de que los obligue a saltar por la tabla, par
de mocosos! ¿Por qué no se ponen a hacer algo más productivo como por
ejemplo hacer las paces entre ustedes de una buena vez? —replicó.

Derrotados en su propio juego, la joven pareja no pudo hacer otra cosa
que mirarse de reojo y permanecer vergonzosamente en silencio.

Jade sonrió y se volvió nuevamente hacia sus hombres, decidida en
convencerlos. Como su reina, debía infundirles valor.

—¡Escúchenme! —comenzó a decir, caminando con paso decidido entre
ellos—. ¡Escuchen! —intentó treparse sobre la balaustrada de estribor
pero su torpeza no se lo permitió al primer intento, pero logró hacerlo
ágilmente en el segundo y permaneció teatralmente de pie ente ellos—.
¡La Hermandad aún espera nuestra señal! ¡Espera que el /Perla/ los guíe!
¿Y qué van a ver? ¿Ratas cobardes en un decadente barco? ¡O verán
hombres libres y libertad también! ¡Somos hombres libres y lo que el
enemigo verá son el fogonazo de nuestros cañones! ¡Escucharán nuestras
espadas chocando y sentirán todo nuestro enojo! ¡Por el sudor de nuestra
frente! ¡Por la fuerza de nuestra espalda y el coraje de nuestros
corazones! ¡Ahora enarbolen nuestra insignia!

Su discurso había funcionado, la tripulación había quedado completamente
impresionada a su favor.

—Nuestra insignia —asintió Will.

—Nuestra insignia —repitió Ragetty.

—¡Nuestra insignia! —exclamó Pintel.

—Nuestra insignia —dijo Ana María, orgullosa de su joven reina.

—¡Sí! ¡El viento está de nuestra parte! ¡Sólo eso hace falta! —exclamó
el entusiasmado Gibbs a viva voz, contagiando a todos sus compañeros
quienes alzaron sus armas hacia el cielo chillando con frenesí.

Jade sonrió satisfecha y se volvió hacia los capitanes de los barcos más
cercanos.

—¡NUESTRA INSIGNIAAA! —gritó.

Al escuchar aquella impresionante proclama, tanto los Señores Piratas
como sus lugartenientes comenzaron a gritar frenéticamente mientras
izaban sus banderas en lo alto de los mástiles, ansiosos por enfrentarse
al enemigo costara lo que costara sin importar el remolino o el Kraken.
Aquella era la lucha más importante de sus vidas para defender su honor
y libertad ante la dominación e injusticia de un enemigo odiado.

La joven Jade, ya en el castillo de popa, estaba observando con gran
seriedad todo aquel despliegue de heroísmo que ella misma había
provocado cuando el capitán Barbossa, Will y Elizabeth se le unieron.

—¿Quién te enseñó a hablar así, pequeña sabandija oriental?

Ella lo miró.

—Aprendí del mejor.

—¡Bah! ¡Tonterías! —apartó su vista de la de ella para que no notara el
orgullo en sus ojos.

—Gracias por salvar mi vida, señor Barbossa —insistió la chica.

—No me lo agradezcas, niña boba. Sólo… me tropecé —se volvió con cara de
pocos amigos—. Pero te advierto que si no tienes más cuidado la próxima
vez, ni me molestaré en tropezarme de nuevo, ¿entendiste, pequeña
sabandija oriental?

Jade parpadeó un tanto confundida, pero enseguida sonrió y soltó un
jovial "¡Sí!".

—¡Bah! —volvió a quejarse, mirando hacia el frente.

—¿Por qué Tia Dalma habrá reaccionado de esa manera? —se preguntó
Elizabeth más para sí misma que para los demás.

—Ella ya no es Tia Dalma, Elizabeth —le respondió Will—. Ahora es la
diosa Calypso y lo único que quiere es vengarse de quien sea como sea.

—Ese condenado de Jack Sparrow tenía razón —dijo Barbossa de mala gana—.
Los dioses son muy difíciles de tratar y uno nunca sabe con lo que van a
salir…

La joven nada dijo, pero, como todos, esperaba que la Guardiana la
detuviera antes de que fuera demasiado tarde, puesto que si ganaban la
batalla contra Beckett, de nada les serviría si al final iban a ser
tragados por aquel enorme tifón.

Mientras tanto, a bordo del /Endeavour/, lord Cutler Beckett se
encontraba sentado frente a una mesita en la cubierta, endulzando
sosegadamente su té para calmar a sus nerviosos y preocupados hombres
que habían presenciado el inmenso poder de la diosa Calipso.

La almirante Jacobson se le acercó regiamente.

—El viento es favorable, Lord Beckett —le avisó.

—Tienes razón —asintió mientras volvía a echar otra cucharadita de
azúcar a la taza—. Dile Jones que no dé cuartel. Eso lo pondrá contento
—Luego alzó la vista hacia ella—. ¿No temes al poder de Calypso?

Isabel sonrió despectivamente.

—¿Cómo temerle cuando tengo esta magnífica espada? —colocó su mano sobre
el mango—. Con ella puedo derrotar hasta a una diosa.

Esta vez fue Beckett el que sonrió complacido.

—Sí, ya veo… Con esa espada ya tenemos la batalla ganada.

—Por supuesto que sí. También sé de muy buena fuente que Norrington está
al mando de la otra mitad del contingente pirata y los distribuyó
estratégicamente alrededor de nosotros para así dividir nuestras fuerzas
en el momento oportuno.

—¿Y ya sabes qué hacer al respecto?

—Claro —sonrió—. Ciertamente le será muy difícil derrotarme en el juego
de las estrategias… —sus ojos azules brillaron intensamente—. Siempre
leí su mente como la palma de mi mano.

—¡Perfecto! —sentenció gustoso—. Vaya y cumpla con su deber, almirante.

La Jacobson asintió y se marchó. Poco después, uno de los oficiales
transmitía las órdenes mediante señales con banderines a los demás
barcos de la flota inlgesa.

Mercer estaba al mando del /Holandés Errante/ cuando vio aquellas señas
a través del catalejo.

—¡A LAS ARMAS! ¡GUERRA SIN CUARTEL! —ordenó a Jones y sus hombres.

El capitán maldecido se volvió hacia el cielo y contempló las negras
nubes arremolinándose rápidamente sobre el enorme torbellino.

—Calypso… —murmuró, y unos segundos después se desató una intensa
tormenta acompañada por poderosos rayos caían en el centro del abismo.

Sintiendo sobre su piel de molusco el poder y la ira de quien alguna vez
fuera su amante, Jones gritó su furia y su dolor con toda su alma. La
batalla de su destino había finalmente comenzado.

Tanto el /Perla Negra/ como el /Holandés Errante/ encabezaron a su
correspondiente flota, adelantándose peligrosamente hacia el torbellino
del que no podrían escapar por más que quisieran. Aunque muertos de
miedo, los hombres de cada embarcación corrían de aquí para allá
preparándose para la inminente confrontación contra su enemigo.

—¿Puedes creerlo? ¡Para colmo está lloviendo! —se quejó Pintel,
corriendo junto con inseparable amigo Ragetty.

—¡Pero es un mal augurio! —replicó su compañero mientras Gibbs y Ana
María se repartían por cada lado para dar las órdenes necesarias a sus
hombres para que prepararan los cañones y protegieran la pólvora de la
lluvia.

—¿Cómo podremos hacer frente a algo como eso? —preguntó Elizabeth,
mirando con preocupación el inmenso abismo que se abría frente a ellos.

—Necesitamos a alguien con gran valentía y pericia… Y también locura
—comentó Will. Jade lo miró significativamente.

—¡Usted es un genio, joven traidor! —exclamó dichosa y se fue bajo la
mirada molesta del joven.

—¿Traidor? ¿Sigue diciéndome así?

—Bueno, no está del todo errada, ¿no te parece? —replicó Elizabeth,
cruzándose de brazos y esbozando una sonrisa burlona.

—Vamos con ella —dijo, molesto pero escarmentado.

Y así la joven pareja siguió a la Reina de los Piratas hasta que se
encontraron con el capitán Barbossa contemplando tranquilamente el
belicoso "panorama".

—Capitán Barbossa, lo necesito en el timón —le pidió la decidida jovencita.

Él se volvió con una imperceptible sonrisa de satisfacción. ¡Odiaba
estar sin hacer nada!... y también le encantaba que lo soliciten…

—¡Sí! ¡Debo ser yo! —rugió orgulloso como un león y sacó bruscamente a
Cotton del timón para hacerse cargo él mismo—. ¡MÁS ALTAS LAS VELAS,
CUCARACHAS INÚTILES! ¡HOY ES UN GRAN DÍA PARA MORIR, PARTIDA DE
HOLGAZANES! ¡JA, JA, JA! —gritó a su tripulación mientras Jade,
Elizabeth y Will sonreían satisfechos. ¡No había nadie como Barbossa
para levantar el ánimo!

Y no había nadie tan diestro como Barbossa para manejar el timón frente
a una inmensa boca abierta en el mar dispuesta a tragarlos.

Entretanto, Mercer y Jones también estaban pasando por el mismo
predicamento.

—¡VIREEEN! —ordenó el esbirro de Beckett al comprender por fin lo
peligroso que era enfrentarse a un salvaje remolino provocado por una diosa.

—¡No nos lastimará! —objetó Davy Jones, arrebatándole el timón al
oficial que estaba operándolo—. ¡A toda marcha hacia el abismo!

—¡¿Quiere matarnos? —acusó el nervioso Mercer, tomándolo de la raída casaca.

—¡Ja! ¿Le temes al agua? —se burló.

Y así el temible /Holandés Errante /se metió de lleno a las orillas del
enorme embudo con la intención de acercarse a su enemigo.

—¡Atentos todos! ¡El Holandés se acerca! —previno Will al notar la
maniobra del enemigo.

—¡Más velocidad! —pidió Barbossa con tranquilo y envidiable entusiasmo
mientras hacía girar con energía el timón—. ¡Sigan al viento que ya no
hay regreso!

Ambos barcos se metieron de lleno en el remolino, comenzando a girar
dentro de él como si fuera un juego mientras los Señores Piratas con sus
respectivas naves cargaban contra el resto de la flota enemiga.

—¡Saquen los cañones, ya! —ordenó Jones, y los peligrosos cañones
triples emergieron de las toberas y comenzaron a disparar sus pesadas y
peligrosas balas que provocaron estragos sobre el /Perla, /destruyendo
parte de su casco y matando a varios piratas.

—¡Sácanos ahora! —le pidió Will a Barbossa—. ¡Están demasiado cerca!

—¡No! —replicó terco como una mula—. ¡Iremos más adentro! ¡Un atajo
hacia aguas más rápidas!

Al escucharlo, Jade frunció la boca y decidió confiar plenamente en la
pericia y experiencia de su timonel elegido, así que, mientras Hector
hacía virar el barco, ella se volvió hacia sus hombres.

—¡Prepárense a disparaaar!

—¡Apunten los cañones, prontooo! —exigió Gibbs a los cañoneros que se
apresuraron a obedecer sus órdenes corriendo hacia la cabina de los
cañones, pues era cuestión de vida o muerte.

—¡Demuestren su valor! ¡Carguen los cañones! —gritó la valiente Ana María.

Y mientras el /Perla Negra/ era perseguido muy de cerca por el /Holandés
Errante/ y sus mortales detonaciones, el capitán Jack Sparrow, encerrado
en una jaula, caminaba de un lado a otro devanándose los sesos para
encontrar la mejor manera de salir de allí hasta que...

—¡Una palanca! ¡Necesito una palanca! —exclamó con una radiante sonrisa
al recordar la ya lejana "lección" que William le había dado acerca de
los pernos de una puerta cuando estuvo encerrado en Port Royal.

Ni lento ni perezoso, encontró un madero adecuado para su idea y
procedió a forzar los pernos de la celda hasta que finalmente logró
desencajar la puerta de hierro que cayó pesadamente al suelo.

—¡A volar pajarito! —exclamó, saliendo rápida y sigilosamente en puntas
de pie.

A todo eso, los piratas a bordo del /Perla Negra/ seguían muy afanados
en sus tareas bajo las enérgicas órdenes de Gibbs y Ana María para
evitar los embates del enemigo y atacarlo a la misma vez.

—¡Aseguren las escotillas! —ordenó la contramaestre tratando de mantener
el equilibrio sobre la cubierta principal mientras Gibbs ingresaba al
interior de la cabina de los cañones.

—¡A sus cañones! —les pidió a sus cañoneros entre el alboroto que
reinaba allí—. ¡Apunten a los mástiles!

Y la larga fila cañones del /Perla /emergieron de sus toberas, listos
para disparar contra el enemigo, cosa que no pasó desapercibida para Mercer.

—¡Preparen la artillería! —ordenó éste imperiosamente, siendo obedecido
inmediatamente y muy pronto los cañones estuvieron listos para disparar.

Por otro lado, los ansiosos piratas volvieron sus cabezas hacia Gibbs.

—¡Aún no! —dijo este—. ¡Debemos estar borde con borde!

Entonces volvieron sus expectantes miradas hacia las aberturas, por
donde podían contemplar al /Holandés Errante/ en la lejanía, alineándose
poco a poco al alcance y dirección de las balas de cañón hasta que...

—¡FUEGOOO! —ordenó el capitán Barbossa a vivía voz.

—¡FUEGOOO! —repitió Jade.

—¡Fuegooo! —gritó Gibbs al escucharla—. ¡Dispareeen!

—¡FUEGOOO! —ordenó el capitán Jones al mismo tiempo, y los cañones de
ambas embarcaciones fueron detonados simultáneamente, alcanzándose
mutuamente y provocando graves destrozos y muchas más muertes mientras
seguían debatiéndose en medio del torbellino.

—¡Es muy tarde para alterar el curso, muchachos! ¡Ja, ja, ja! —festejó
Hector, sintiéndose como en su casa en medio de la batalla.

Entretanto, el afortunado capitán Sparrow había encontrado la cabina de
Jones en donde permanecía bajo vigilancia el anhelado cofre con el
corazón en su interior.

Los fusileros Murtogg y Mullroy seguían siendo los encargados de su
seguridad, sorprendiéndose al ver a Jack Sparrow ingresar cómodamente al
lugar.

—¡Alto ahí o disparamos! —advirtió el primero, apuntándolo con su mini
cañón al igual su compañero.

Jack se detuvo. Era el momento se usar su ingenio.

—Después —dijo, y se encaminó tranquilamente hacia una mesita
amohosada—. Sólo vine por mis armas.

Y mientras se colocaba sus pertenencias sonriendo y pensando a mil por
hora, comenzó a hablar como si nada.

—Aunque es admirable de su parte, ¿por qué están aquí cuando podrían huir?

—El cofre se quedaría sólo —respondió el nervioso Murtogg.

—Ya no hay duda —replicó el otro, apuntando el cañón contra el cofre sin
darse cuenta, poniendo a Jack bastante nervioso—, a bordo se ha perdido
toda disciplina militar.

—Culpo a los "hombres pez" por eso —rebatió Murtogg, apuntando él
también hacia el cofre para la preocupación del pirata.

—¡Aaaaah! ¿Entonces los "hombres pez", por el hecho de ser "hombres pez"
automáticamente son menos disciplinados que la gente que no es pez?
—debatió Mullroy.

—Sólo me parece mucha coincidencia.

—Bueno, es cierto. Pero si no hubiera hombres pez malvados, no habría
que vigilar el cofre.

—Y si no hubiera cofre, no tendríamos que vigilarlo —terminó de decir
Murtogg, y ambos miraron hacia el pedestal en donde se encontraba dicho
cofre… para darse con la sorpresa de que éste ya no estaba.

El astuto Jack Sparrow había aprovechado la discusión para llevarse
sigilosamente el cofre sin que ninguno de los dos se diera cuenta.

Mientras tanto, a bordo del /Holandés Errante/, Davy Jones había
decidido que ya era hora de utilizar su mejor arma: el Kraken.

Y así, ante el horror de todos, el enorme monstruo emergió de las
profundas y revueltas aguas del mar, rugiendo y contorsionándose
salvajemente con la intención de destruir al /Perla/ y los demás barcos
piratas.

—¡Oh, no! ¿Qué haremos ahora? ¡No podremos contra el Kraken! —se quejó
la afligidísima Elizabeth, aferrada a la balaustrada al lado de Will.

Al mismo tiempo, justo cuando Isabel estaba esperando a que Norrington
iniciara su ataque desde el otro lado del campo de batalla, su catalejo
se topó con un misterioso pero bien conocido barco pirata encallado en
las costas de la Isla del Naufragio, reconociéndolo en el acto.

—¡"Sangre Negra"! —exclamó.


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