Fanfic Piratas del Caribe -Bajo la Espada de Odìn- *Capítulo 49: El Final de la Gran Batalla*

                                               Resumen de la historia: El capitán Jack Sparrow comete el gran error de ponerse un anillo maldito que lo transformará en mujer y le traerá un sin fin de problemas tanto a él como a quienes lo rodean, amigos y enemigos. Una elección que cambiará la vida y los destinos de todos, en especial del Comodoro James Norrington y el mismo Jack. Esta historia está ambientada después de la primera película y desarrollada durante la segunda y tercera película. Una historia larguísima pero muy entretenida, con drama, humor, acción y romance. ¡Que la disfruten!



*PIRATAS DEL CARIBE: BAJO LA ESPADA DE ODÍN*

ÚLTIMA PARTE: LA BATALLA FINAL


Beckett quiere gobernar el mundo;Morgan quiere asesinar a todos;Jack y jacky quieren ser uno solo;Will quiere liberar a su padre;Isabel quiere vengar a sus padres;James quiere encontrar el perdón. ¿Quién lo logrará?Cont de El Libro del Destino. EL FINAL

Género: drama, amistad, acción, suspenso, humor, romance, violencia, aventura, fantasía, erotismo
Pareja: Jacky Sparrow/James Norrington. Elizabeth Swan/Will Turner
Personajes: Jack Sparrow/Jacky Sparrow, James Norringon, Elizabeth Swan, Will Turner, Hector Barbossa ¡y muchos más!
Calificación: para mayores de 18 años
Cantidad de palabras: variable
Duración: 67 capítulos la primera parte, 57 la segunda parte y 51 la última parte.
Estado: finalizado (Publicada en Fanfiction el 17 de Agosto del 2009 hasta el 21 de Marzo del 2011)
Escritora: Gabriella Yu
Mi estilo: estoy influenciada tanto por el anime, los dramas asiáticos y la literatura universal. Me gusta hacer pasar a los personajes por duras pruebas.
Aclaraciones: Esta historia la escribí hace más de 10 años, es muy entretenida, no se arrepentirán de haber perdido el tiempo en leerla. Le tengo mucho cariño porque fue una rara mezcla que logré hacer con el drama, humor y acción. 
IMPORTANTE: contiene escenas subidas de tono XD


*Capítulo 49: El Final de la Gran Batalla*


La suave pero algo afligida voz de Egmont resonaba dentro de la cabeza
de Alrun como un eco lejano que poco a poco fue volviéndose más y más
potente, hasta que logró regresarla al mundo real.

Parpadeó débilmente un par de veces hasta que logró enfocar su vista
sobre su querido protector.

—¿E-Egmont? ¿E-eres tú en verdad? —murmuró débilmente.

—Sí, mi señora —le respondió éste, apoyando suavemente la cabeza de su
ama sobre sus rodillas. Ella se le quedó mirando un tanto desorientada.

—Creí que habías muerto…

—Yo también, mi señora; pero resulta que sólo me había desmayado.

La Guardiana Sagrada sonrió aliviada, sintiéndose muy afortunada como
hacía mucho no lo sentía. Pero, cuando recordó lo que había pasado antes
de desmayarse, miró lentamente hacia ambos lados:

—¿Qué pasó con la diosa Calypso?

—Aquí estoy —respondió la aludida, sobresaltando a la elfo.

—¡Usted! —exclamó, sentándose lo más rápido que pudo con la ayuda de
Egmont—. ¿Entonces… he fallado? ¿Le fallé a mi hija y a Philippe?

—No —sonrió la ex pitonisa, acercándosele—. No fallaste. Lograste salvar
sus vidas arriesgando la tuya… y eso era lo que yo quería que hicieras.

—¿Cómo? ¿Quería que yo arriesgara mi vida por ellos? —se sorprendió
tanto como Egmont.

—Era la única manera de obligarte a contemplar tus propios sentimientos
acerca de los humanos —le explicó—. A pesar de que amas y amaste a dos
de ellos, nunca te diste completamente y mantuviste cierta distancia,
manteniéndote fría ante el cariño del que los humanos son capaces de
dar. Dime, Guardiana Sagrada, ¿por qué no te opusiste con todas tus
fuerzas al Sagrado Consejo de los Elfos para evitar la muerte de
Philippe y el destierro de Alwine? No lo hiciste porque seguías apegada
a las rígidas reglas de los Guardianes, manteniéndose siempre al margen
de las cosas mundanas y de lo que no tenía que ver con tu deber. Pero al
pasar el tiempo comenzaste a sentir más y más dolor y nostalgia por el
humano que murió por ti y su hija; y luego de que te separaron de ella,
sentiste todo el dolor y sufrimiento que puede sentir una madre humana,
así que ideaste una intrincado plan para darle una oportunidad a
Philippe y a su hija para que pudieran vivir juntos, arriesgándote a la
ira de tu gente y de tu dios. Pero te faltaba algo: sentir verdadero
amor por los humanos arriesgando tu vida por ellos. Para eso, debías
hacer un cambio muy profundo en tu ser y por eso puse a tus seres amados
en verdadero peligro de muerte —Un dejo de tristeza pareció nublar su
mirada—. Amar a un humano no tiene que ser necesariamente una tortura
para nosotros… Ellos son muy especiales, sobre todos cuando expresan su
amor… —Su rostro volvió a iluminarse, obligándose a sí misma a dejar su
pasado atrás—. Ahora sabes amar y arriesgarte por ese amor, y ése es el
regalo que quise hacerte, Guardiana Sagrada de Odín.

Alrun guardó silencio, sumida en profundas cavilaciones. Sí, a pesar de
que seguramente recibiría un castigo por parte del Consejo Sagrado, no
se arrepentía de sus actos al sentir ahora en su interior una gran
liberación y calidez que nunca antes había sentido. Ahora se sentía tan
libre y liviana como una pluma suspendida en el aire.

Se puso de pie con la ayuda de su fiel Egmont.

—Le agradezco su regalo, diosa Calypso. Creo que llegó la hora de
despedirme de mi hija y regresar a Asgard con la espada de Odín —Alrun
conocía de sobra las raras maneras que tenían los dioses de "hacer
entender" las cosas a los demás, así que decidió no quejarse por nada
porque sería un atrevimiento de su parte—. ¿Qué sucederá con la
tormenta? —Se volvió un tanto preocupada hacia la tempestad.

Calypso la imitó.

—No te preocupes, muy pronto se detendrá.

XOX

Bart "Sangre Negra" Morgan, el sanguinario hermano menor del gran pirata
Bartolomé Morgan e Isabel Jacobson, antes George Jacobson, hija menor de
los fallecidos Mary Ann Livsey y Steven Jacobson, hermana del fallecido
George Jacobson y sobrina de Christian Jacobson, se encontraban luchando
fieramente sobre uno de los puentes de madera del puerto de la Isla del
Naufragio. Cada uno poseía una espada legendaria sumamente poderosa y
unas habilidades marciales tan igualadas que hacía parecer que la lucha
iba a durar toda una eternidad.

Dobleces, cruces, giros, saltos, bloqueos, puñetazos y patadas… Todo era
válido para conseguir la tan buscada victoria para coronar al gran vencedor.

Sangre Negra tenía un tamaño impresionante, en cambio Isabel era menuda,
casi del mismo tamaño que el capitán Jack Sparrow, su fuerza no era nada
comparada a la de su enemigo, pero aquella falta que parecía grave la
compensaba con su agilidad, velocidad e inteligencia, igualándose y
hasta superando a su rival.

Con un rugido Morgan descargó un poderoso sablazo sobre la joven a la
que había arrinconado contra la barandilla del puente, pero esta se hizo
a un lado y la espada fue a clavarse sobre la madera de la barandilla,
partiéndola en dos y provocando que el endeble puente comenzara a
desmoronarse poco a poco.

—¿Eso es todo lo que tiene, capitán Morgan? —se mofó la joven—. Pensé
que esta lucha sería entretenida.

—Entretenido será el momento en que te convierta en mi perra, maldita
puta —contestó el otro, comenzando a descargar golpe tras golpe sobre
Isabel, de izquierda a derecha, de arriba hacia abajo, golpes que ella
bloqueaba con destreza pero se veía obligada a retroceder mientras él
avanzaba—. ¡Bien! ¿Qué te parece mi nuevo poder, perra?

—¡No me impresiona en lo más mínimo! —replicó, siempre concentrándose en
cada movimiento como siempre lo hacía en cada combate.

Ambos siguieron haciendo lo mismo con el puente temblando bajo sus pies
hasta que finalmente no pudo sostenerlos más y se desplomó sobre el
agua, cayendo los dos contrincantes al agua junto con los viejos
maderos, alzando una nube de polvo que bloqueó la vista de los que
estaban presenciando aquel combate.

—¡Isabel! —Christian corrió hacia la orilla del muelle junto al recién
curado Seagull Hood para averiguar lo que había ocurrido con su sobrina.

—¡Iré a rescatarla! —declaró el pirata, disponiéndose a tirarse al agua,
pero el doctor lo detuvo tomándolo por el brazo.

—¡No lo haga! ¡Esta es la lucha de mi sobrina!

—¡Pero podría estar ahogándose, encanto!

—¡No me diga "encanto" y sea hombre de una vez! —replicó fastidiado—.
¿No entiende que ésta pelea es muy importante para Isabel? ¡La estuvo
esperando durante toda su vida! ¿Cree usted que un poco de agua la
detendrá antes de completar su venganza?

—¿Venganza? ¿Y qué demonios ha conseguido con esa estúpida idea de
venganza? —rebatió furioso—. ¡Tan sólo consiguió arruinarse la vida!
¡Usted debió obligarla a seguir otro camino cuando aún era una niña!

—¿Y cree que no lo pensé? ¡Isabel estaba tan obstinada y traumada que
era más que seguro que iba a dejarse morir si me negaba! —Su semblante
se entristeció—… Creí que con el tiempo cambiaría de idea, pero su
determinación creció conforme ella iba cumpliendo años… —Volvió a alzar
la vista, una mirada de sabia y triste resignación—. Mi esperanza es
que, después de que derrote a Morgan, ella vuelva a ser la niña dulce y
soñadora de antes.

—El pasado es el pasado, encanto, y nada vuelve a ser como antes. Pero
espero que, si Isabel le patea el trasero a ese granuja, por lo menos se
dedique a ser una verdadera mujer.

Ambos hombres se quedaron en silencio unos cuantos segundos hasta que
Teague, también recién curado por Alwine, les llamó la atención.

—¡Ya salieron del agua!

Y tal y como él había anunciado, Isabel y Sangre Negra habían salido del
agua uno detrás de la otra. Aprovechando la ventaja de que estaba debajo
de la almirante, el pirata quiso rebanarle un pie con la espada, pero
afortunadamente ella fue más rápida y pudo evitar semejante desgracia,
retirando el pie a tiempo.

Los dos combatientes volvieron a ponerse de pie, uno frente al otro,
empapados pero con la misma determinación que antes. El agua no había
podido apagar el fuego del infierno que ardía en sus espíritus.

Luego de contemplarse largamente con un recíproco e intenso odio, ambos
exhalaron un grito de guerra y se lanzaron nuevamente al ataque,
blandiendo sus poderosas armas que, cuando chocaron entre sí, emitieron
un estruendoso sonido y una luz incandescente. Ambos chocaban sus
mitológicas espadas con una fuerza suprema que éstas le otorgaban, pero
tampoco se hizo de esperar un formidable puñetazo en la cara de Isabel
por parte de Morgan y una poderosa patada giratoria en el rostro de su
enemigo por parte de la oficial, comenzando a golpearse mutuamente sin
detenerse.

—No sabía que ella podía hacer esa clase de movimientos… —dijo Seagull,
sinceramente sorprendido.

—Se entrenó con los mejores maestros del oriente —le contó Christian,
sin perder de vista un solo movimiento de su sobrina.

Luego de haberse tomado un breve descanso para tomar aire y reponerse de
los golpes y las heridas, los combatientes volvieron a trenzarse en su
feroz batalla de esgrima, cruzando sus sables una y otra vez con igual
fuerza. De pronto, Sangre Negra volvió a propinarle un tremendo golpe de
puño en el rostro de la joven, lanzándola de espaldas al suelo,
levantando una nube de polvo. Antes de que ella pudiera levantarse, el
malvado pirata se le lanzó encima, sujetándola fuertemente por el cuello
con una de sus grandes manos, comenzando a ahorcarla con crueldad.
Isabel se debatía desesperada para poder liberarse de esa garra
monstruosa, pero la había atrapado en una posición muy desventajada para
ella, comenzando a asfixiarla.

—¡Tenemos que ayudarla! —exclamó Seagull, abalanzándose sobre ellos.

—¡No! —dijo Christian, tomándolo fuertemente por la muñeca,
deteniéndolo—. ¡Ni siquiera se atreva a interferir!

—¿Qué dices? ¿No ves que ese imbécil va a matarla? —se volvió furioso.

—¡Sí! ¡Lo veo! —replicó con un dejo de desesperación a pesar de que
trataba de permanecer sereno—. ¡Pero ésta es su lucha personal y no
debemos interferir aún si su vida estuviera en peligro! ¡Es /su/ vida!
¡/Su /lucha! ¿Entiende? ¡No debemos entrometernos aunque eso signifique
su muerte!

El capitán Hood quiso seguir protestando, pero sintió el temblor en la
mano del doctor, comprendiendo que él también quería ir a ayudarla pero
se obligaba a sí mismo a no hacerlo. Levantó la cabeza y sus ojos se
cruzaron con los de Christian, cuyos ojos reflejaban toda la
desesperación, dolor y fuerte determinación que lo invadían en ese momento.

—Esta es una lucha de vida o muerte para mi sobrina… Es aquí en donde se
decidirá su destino y debe hacerlo ella sola, ¿entiende? Cada uno es
responsable de su propio destino.

Seagull no dijo nada, pero se volvió muy preocupado hacia los dos
combatientes que seguían en la misma posición en que los dejó.

—¿Es que nadie va a ayudarla? Ese mastodonte la va a matar —dijo Jacky,
sentada sobre una caja de madera al lado de su padre y los dos niños.

—No lo creo —replicó Teague, concentrado en cada movimiento de Isabel y
Morgan—. Ella no perderá, porque si pierde, eso significará que toda su
vida fue todo un fracaso.

—¿Cómo lo sabes?

El viejo pirata giró su cabeza hacia ella.

—No he vivido en vano todos estos años, mi pajarita —y volteó para
seguir observando la pelea.

—Ah… Eso lo explica todo... —dijo Jacky, no muy convencida.

Y tal como lo dijo Teague, Isabel logró hacer acopio de todas sus
fuerzas y levantó Excalibur contra el vientre de su atacante, cortándolo
de un solo tajo, obligándolo a brincar hacia atrás mientras exhalaba un
horrible quejido de dolor.

—¡Maldita perra! ¡Te partiré en dos! —exclamó furioso, colocando
instintivamente la mano sobre el estómago, con los ojos inyectados en
sangre mientras que con la otra mano blandía su espada contra ella, pero
Isabel era rápida y pudo esquivar el ataque con un salto hacia atrás,
pero tuvo la mala fortuna de tropezar y trastabillar, descuidándose un
segundo, segundo que Morgan aprovechó para clavar la hoja del sable en
su abdomen.

—¡Isabel! —gritó Christian.

—¡Maldición! ¿No se lo dije? ¡Debimos intervenir! —se quejó Seagull,
desenvainando su espada para ir en su auxilio. Pero se quedó como piedra
cuando escuchó reír a la joven.

—Morgan, Morgan, Morgan… —repitió Isabel, tomando la hoja de la espada
de Odín con la mano, sonriendo burlonamente ante el sorprendido rostro
del pirata—. Eres un ignorante… ¿Acaso no sabías que mientras yo posea a
Excalibur no puedo desangrarme?

En efecto, "Sangre Negra" bajó la vista hacia el abdomen atravesado de
la mujer y se encontró con que no salía siquiera una sola gota de sangre
de él.

Al tener tan próximo, Isabel aprovechó esto para volver a clavarle la
espada en el estómago de "Sangre Negra".

—Ahora los dos estamos en la misma situación, imbécil —le dijo,
sonriendo astutamente.

—¿Lo crees, puta? ¡A ver qué te parece esto, perra! —gritó, descargando
una formidable descarga de rayos sobre Isabel, provocando que ella
gritara como nunca antes lo había hecho—. ¡Jwah, jwah, jwah! ¿Qué te
parece, zorra? ¡No te esperabas esto, ¿verdad? ¡Jwah, jwah, jwah! ¡A ver
cuál de los dos resiste más!

Isabel se obligó a sí misma a dejar de gritar, enarcando las cejas y
brillándole los ojos mientras soltaba a Excalibur y sujetaba con fuerza
la hoja de la espada de Odín.

—¡Jackyyy! —gritó, llamando su atención—. ¡Lánzame el anillo!

—¿Eh? ¿El anillo? ¿Cuál anillo?

—¡El anillo, imbécil!

—¡Ah! ¡/Ése /anillo! —replicó con un dedo en alto, y enseguida metió la
mano en el bolcillo de su casaca y sacó del Anillo de la Maldición de la
Calavera y se lo lanzó directamente a Isabel, quien lo atrapó al vuelo
con la mano derecha e inmediatamente se lo colocó en el dedo anular de
la mano izquierda del sorprendido "Sangre Negra".

—¡¿Qué?

—Ten tu merecido, maldito —le dijo, sonriéndole maliciosamente mientras
sacaba a Excalibur de su cuerpo.

Morgan parpadeó dos veces, desconcertado, luego soltó la espada de Odín
y retrocedió unos pasos hasta que sintió un leve mareo que lo hizo
tambalear. Segundos después, estaba mirándose las manos con los ojos
como platos. ¡Ya no eras sus enormes, callosas y sucias manos, eran las
suaves, esbeltas y delicadas manos de una mujer!

Pero el pirata no tuvo más tiempo para asimilar lo que le había
ocurrido, puesto que, de pronto, un extraño humo surgió de la nada y
comenzó a envolverlo lentamente hasta que un viejo conocido surgió de la
niebla.

—¡Es Abdul! ¡El sirviente del Jeque Alí Tel Aviv! … Y sigue tan pelón y
sonriente como siempre… —agregó Jacky sarcásticamente.

Y sin mediar palabra, el mencionado árabe tomó a "Sangre Negra" del
hombro y lo empujó hacia el interior de la niebla para llevárselo a su
nuevo amo que ya lo estaba esperando para reunirlo con las demás mujeres
de su harén y convertirla en su esclava sexual por toda la eternidad.

—¡NO! ¡NNNNNNOOOOOOOOOOOOOOOOO…! —gritó el pirata, sumergiéndose en la
niebla y desapareciendo para siempre del mundo real.

—Eso… no me lo esperaba… —dijo Jacky, poniéndose de pie bastante
sorprendida al igual que los otros cuando la niebla se disipó.

Isabel nada dijo y se sacó la espada de Odín de su abdomen con un sólo
movimiento.

—Isabel, querida sobrina, ¿estás bien? —Christian se le aproximó, ansioso.

—¿Y tú quién eres? —preguntó sin volverse a mirarlo.

Por unos segundos su tío se quedó desconcertado con aquella pregunta,
pero enseguida recordó que ella no sabía nada acerca de su "resurrección".

—Soy tu tío Christian, Isabel. La madre de la pequeña elfo me resucitó
en este cuerpo joven, pero sigo siendo el mismo.

—No —se volvió—. Eso no es cierto. Mi verdadero tío murió la noche en
que ese maldito rufián lo mató.

—Isabel… —murmuró lleno de tristeza. Había pensado en recriminarle por
la muerte de Annete, pero había algo en ella que lo hacía desistir de
esa idea. ¿Tal vez era lástima?

La joven le sonrió con cariño, una sonrisa que hacía mucho tiempo no
había visto en ella.

—Te ves tan apuesto como te recordaba cuando era una niña, tiito. ¡Hasta
estás mucho más joven que yo! —le puso las manos sobre los hombros
llenándosele los ojos de lágrimas—. Lamento mucho haberte hecho daño,
querido tío. Mi odio llegó a tal extremo que no me importó a quién
lastimaba en mi camino. ¡Estaba tan ciega! Me comporté como una estúpida
todo este tiempo… —se entristeció de tal manera que Christian quiso
decirle algo para consolarla, pero ella alzó la mano, deteniéndolo—. No,
tío. No quiero consuelo alguno de tu parte, no lo merezco. Además, aún
no me arrepiento completamente de todo lo que hice y sería muy hipócrita
de mi parte si te lo permitiera.

Posó sus ojos sobre Jacky y frunció el entrecejo, poniéndola muy nerviosa.

¿Te encontraste con James, verdad? —le dijo.

—¿Y-yo? —balbuceó, llevándole la mano abierta al pecho, haciéndose la
desentendida.

—Sí, tú. ¿Es que acaso hay otra paria como tú?

—Pues… Ciertamente que no, a menos que te refieras a ese paria de allí
—señaló hacia el capitán Seagull Hood, quien cruzó su mirada con la de
Isabel.

—Isabel… —se acercó a ella, ansioso por tocarla pero se obligó a sí
mismo a contenerse porque sabía que ella lo rechazaría—. ¿Se acabó,
entonces? ¿Darás fin a toda esta locura y vivirás una vida normal?

Ella se le quedó mirando con una expresión muy seria.

—No lo sé —fue la sorpresiva respuesta, dándole la espalda para colocar
la Sagrada Espada de Odín sobre una caja de madera.

—¿Cómo que no lo sabes? ¡Ya te deshiciste de ese tipo! ¿Qué más quieres,
demonios? ¡Ése tal Norrington está con Jacky! ¡Ya olvídate de él, maldición!

Isabel volteó y lo fulminó con la mirada, furiosa.

—¡Tsk! ¡Ese idiota! ¡Ahora esa loca se la agarrará conmigo! —se quejó la
preocupada Jacky.

En efecto, Isabel hizo bruscamente a un lado a Seagull y se encaminó con
paso firme hacia la nerviosa pirata, quien miraba desesperada hacia
todos lados buscando algún agujero en dónde meterse hasta que su peor
enemiga se detuvo a un paso de distancia.

Y mientras Jacky sudaba como nunca antes en su vida, Isabel la contempló
de abajo hacia arriba, llamándole la atención la prominente "pancita" de
la pirata.

—¿Ese bebé es de James? —le preguntó sin ninguna emoción en la voz.

—Y mío también, como notarás —replicó, siempre bromeando.

La mujer le lanzó una terrible mirada de desprecio antes de volverse
hacia su tío, quien aún permanecía al lado de Seagull, sólo que ahora
Alwine estaba a su lado, agarrándolo asustada de la mano.

—Toma esto, tío —le dijo, alargándole un sobre que sacó de su casaca.

Él la tomó y luego alzó la vista hacia ella, desconcertado.

Es un regalo para James —le explicó—. Dile que lamento mucho lo que pasó
entre nosotros dos; Y dile también que desde ahora en adelante siempre
lo consideraré como al amigo que él siempre quiso ser para mí.

—¡Isabel! ¿Acaso tú…? —la tomó del antebrazo, afligido.

Ella asintió.

—Sí, me voy.

—¿A dónde te irás? —quiso saber Seagull—. ¿Por qué no te quedas con tu
tío? ¡Juro que no volveré a tocarle un solo cabello si vienes conmigo!
A-además, ¡él tan sólo fue una diversión para mí! ¡Nunca tomé en serio
nuestra relación, te lo juro!

Christian, tras escuchar todo eso, se puso rojo como un tomate. Isabel,
en cambio, desenvainó nuevamente la espada Excalibur con una velocidad
increíble y colocó la filosa hoja en la entrepierna del desvergonzado
pirata.

—Espero que todo lo que dijiste haya sido una estúpida broma de tu
parte, Seagull, porque si es cierto te aseguro que te verás obligado a
renunciar a la idea de ser un hombre, ¿me entiendes?

—E-entiendo —asintió bastante nervioso, alzando ambas manos en señal de
rendición.

—Muy bien… —volvió a envainar la espada para luego dirigirse hacia el
bote en el que había llegado a la isla.

—¿Volveremos a vernos algún día? —le preguntó su tío con una gran
expresión de tristeza en su rostro.

La joven mujer guardó silencio unos instantes antes de contestarle, sus
ojos se llenaron de lágrimas así que no se atrevió a volverse hacia él.
Era demasiado orgullosa como para mostrar algo de su debilidad femenina.

—Vagaré por todo el mundo buscándome a mí misma hasta que me encuentre,
y cuando logre eliminar todo el veneno que yo misma me inyecté durante
todos estos años, volverás a verme, querido tío… Y también tú, Seagull.
No puedo quedarme contigo ahora porque estoy segura de que te
destruiría… ¿Vas… a esperarme, verdad?

El capitán Seagull Hood comprendió que decir aquello debió haber sido
muy difícil para ella.

—Te esperaré, te lo prometo.

—Gracias y… adiós.

Y de un salto abordó el bote y comenzó a remar con todas sus fuerzas
comenzando a alejarse velozmente del muelle bajo la consternada mirada
de los demás.

—Bueno, doc, fue hermoso, pero lo nuestro se acabó —declaró Seagull,
colocando la mano sobre el hombro de Christian, sin quitar su vista de
la esbelta figura que comenzaba a alejarse en el horizonte.

—¡Aleluya! —exclamó aliviado.

Pero Seagull Hood se volvió hacia él y le sonrió pícaramente.

—De todas maneras, acepto su ofrecimiento de amistad, porque, después de
todo, seremos parientes algún día —le tendió la mano.

Christian dudó un momento en tomarla, pero finalmente lo hizo y los dos
exhalaron una pequeña risilla. Luego se volvieron hacia la mujer que
tanto querían y que muy pronto desaparecería en la lejanía, deseándole
con todo su corazón que encontrara muy pronto lo que se había dispuesto
a encontrar para regresar finalmente con ellos.

Jacky suspiró aliviada y se dejó caer sobre una caja con su fiel Billy a
su lado. ¡Por fin Isabel iba a dejar en paz a Norry!

—¡Mi pequeña Alwine! ¡Hija mía! —los sobresaltó la voz de la Sagrada
Guardiana de la espada de Odín.

—¡Mamita! —exclamó la alegre chiquilla, soltando la mano del doctor para
correr directo a su madre, quien la abrazó tan amorosamente como nunca
antes lo había hecho.

—¡Mi querida hijita! ¿Estás bien? ¿No te pasó nada? —la alzó entre sus
brazos, besándola tiernamente en la frente.

—Estaba ese señor malo, mamá, pero se fue cuando se convirtió en una
señora —le explicó con toda inocencia.

—¿Se convirtió en una señora? —inquirió extrañada.

—No le haga caso, madeimoselle Alrun —le dijo el doctor, acercándose a
ella—. Pero al fin pudimos librarnos de aquel malvado pirata. Pero… ¿por
qué despareció usted tan misteriosamente?

Ella estuvo a punto de contestarle, pero la diosa Calypso intervino sin
que los demás hubieran reparado en ella antes, sobresaltándolos.

—Las dos teníamos un asunto qué arreglar, pero ya está todo bien ahora.

—¿T-tía Dalma? —inquirió la extrañada Jacky, poniéndose de pie y
frunciendo el entrecejo, pues a pesar de la nueva apariencia de la
mujer, aún se parecía a la que había sido antes como humana..

—Sí, Jacky, soy yo. Pero ahora volví a ser la diosa Calypso.

—¡Vaya! Entonces Barbossa consiguió liberarte, ¿eh? Pero me imagino que
no le diste gusto, ¿verdad? —se acercó a ella con su característico
andar contoneante.

—No —asintió sonriendo maliciosamente.

—¡Ésa es mi chica! —exclamó llena de excitación, haciendo un gesto de
darle una palmadita amistosa a la diosa, pero frenó la mano a tiempo al
darse cuenta de que estaba siendo demasiado atrevida.

La ex pitonisa le sonrió cordialmente y se volvió hacia Alrun y a
Egmont, quien ya había recogido la sagrada espada del lugar en donde
Isabel la había dejado antes de irse.

—Toma la espada, Guardiana Sagrada, es hora de marcharnos. Debes
enfrentar al Sagrado Consejo de Elfos por todo lo que hiciste.

—Muy bien… —llena de tristeza, le entregó la niña a Christian—. Cuídala
mucho, ¿quieres?

—¿Entonces no puedes quedarte con ella? —le preguntó él, percatándose
del cambio en el trato que ella ahora le daba.

—No, no puedo —acarició la cabecita de la llorosa niña—. Salí de Asgard
para recuperar la espada sagrada y conocer a mi hija, pero también tengo
un deber y un castigo qué cumplir y me haré responsable de mis propios
actos como la Sagrada Guardiana que soy —Le dio un afectuoso beso en la
frente de Alwine—. Cuídate mucho, querida mía; hazle caso a tu padre y
hazme sentir orgullosa de haberte tenido y tal vez volvamos a vernos
cuando seas grande.

—… Sí, mamá… —asintió la dulce pequeña, restregándose los ojos con las
manitas mientras hacia pucheritos.

—Su hija se comportó como toda una valiente al curar nuestras heridas
—le contó Christian—. Sé que seguirá haciéndola sentir muy orgullosa de
ella.

—Lo sé —Alrun le sonrió cariñosamente y, luego de dedicarle una
significativa mirada al desconcertado doctor, caminó hacia la capitana
Jacky Sparrow y extendió la mano.

—¿Qué pasa? —inquirió la pirata, haciéndose la desentendida, pero Alrun
frunció el entrecejo a modo de advertencia, así que Jacky tuvo que ceder
y le entregó de mala gana el diminuto barco vikingo que le había robado
para encontrar a Norrington.

Ya con el barco plegable del dios Freyr en sus manos, Alrun se dirigió
hacia Egmont, rozando sus dedos sobre la mejilla de Billy al pasar a su
lado, y tomó la Espada Sagrada de Odín de las manos de su fiel
protector, volviéndose luego hacia todos los demás.

—Muchas gracias por todo y disculpen las molestias que les causé.

Y tanto ella como Egmont, se desvanecieron en el aire, marchándose hacia
el Templo Sagrado de Asgard acompañados por el fiel dragón Fafnir.

La pequeña Alwine se aferró fuertemente al cuello de Christian,
escondiendo la cabecita bajo su barbilla y rompiendo a llorar
desconsoladamente mientras él trataba de calmarla acariciando su rubia
cabeza.

—¿Esa elfo estará bien? —le preguntó el preocupado capitán Teague a la
diosa Calypso.

—Lo estará. Yo intercederé por ella ante el dios Odín.

—¿Y qué pasará con Davy Jones? Porque si mal no recuerdo, y no recuerdo
muy mal, recuerdo, y recuerdo muy bien, que él quiere destruirnos —dijo
Jacky.

La diosa la miró fijo.

—Ya lo verás —desapareciendo otra vez.

XOX

Mientras tanto, el malvado capitán del /Holandés Errante /se reía ante
el desconcertado Jack Sparrow y la afligida Elizabeth, quien había
corrido hacia su mortalmente herido esposo.

—¡Will! ¡Mírame, Will! ¡Todo está bien! —le decía entre lágrimas,
desesperada, acunando con sus manos las mejillas del gimiente muchacho
ante la mirada de los otros dos piratas.

Cerca de allí, "Bootstrap" Bill Turner, quien seguía apoyado en la pared
del castillo, fijó sus ojos en la daga que él le había entregado a su
hijo antes de separarse la vez anterior. Tal vez el recuerdo de la
promesa de su primogénito de liberarlo de la maldición, hizo que
"Bootstrap" por fin recuperar la memoria y el dominio de sí mismo.

—¡William…! —murmuró, con los ojos celestes bien abiertos—. ¡Hijo!
—recapacitó, levantándose y saltando furioso sobre las espalda del
sorprendido Davy Jones, comenzando a luchar contra él mientras Jack se
debatía entre acuchillar él mismo el corazón de su enemigo y cumplir con
su sueño de vivir para siempre o permitir que Will lo hiciera para
salvar su vida… Ésa era la única manera de ayudarlo aunque eso
significara condenarlo a una vida eterna alejado de su amada.

—¡Will! ¡Will! ¡No! ¡Despierta! —gritó la desesperada Elizabeth al ver
que él perdía el sentido. Desafortunadamente, su flamante esposo se
estaba muriendo.

Mientras tanto, Jones y Bill seguían peleando cuerpo a cuerpo hasta que
finalmente el primero aprisionó al segundo contra la balaustrada con su
enorme pinza.

—¡No podrás detener mi juicio final! —le dijo, disponiéndose a darle el
golpe fatal con el otro brazo.

—¡Detente, DavyJones! —gritó la diosa Calypso, parada sobre la
barandilla de babor, llamando la atención de su enemigo, quien se
volvió, sorprendiéndose al verla.

—¡Qué demonios! —exclamó el pirata—. ¡Eres tú! ¡La diosa Calypso!

—Vine a detenerte de una buena vez —le dijo, extendiendo la palma de su
mano hacia él —¡Este será tu juicio final por todas las atrocidades que
cometiste!

—¡Ni lo sueñes! ¡Primero te destruiré! —gritó, sacando sin cuidado la
espada del cuerpo de Will, ocasionándole más daño, y abalanzándose
velozmente en contra de la diosa.

Pero la diosa Clypso expulsó un fuerte viento de su mano a unos cuantos
centímetros de ser tocada por el arma de Jones, petrificándolo.

—¿Q-qué p-piensas hacer? ¿Matarme? ¡Ya estoy muerto p-por tu culpa! —se
quejó intentando moverse sin éxito alguno.

—Tuviste la oportunidad de cambiar, Davy, pero elegiste el odio y la
venganza… —le espetó, tratando de dominar su propio dolor—. Como fui yo
la que te puso al mando de este barco, yo te expulso de él ahora.

Al decir esto, la diosa alzó el índice en dirección al corazón, que dejó
de latir en el acto en las manos del sorprendido capitán Sparrow, quien
antes, luego de mucho pensar, se lo había llevado a Will para que éste
lo acuchillara y así darle la posibilidad de sobrevivir a la muerte.

—¡Ah! —Jones se llevó la mano al pecho mientras sentía cómo la vida se
escapaba de su cuerpo, clavando la mirada sobre la mujer que antes había
amado con locura—. ¡Calypso!

Y así, ante la atónita mirada de todos, el malvado e invencible capitán
del /Holandés Errante/ cayó por la borda hacia el profundo ojo del
embudo marino, desapareciendo en su interior para siempre.

Con gran sorpresa y pesar para Jack, el corazón de Jones de volvió polvo
negro en sus manos.

—Davy Jones ya no necesita un corazón humano, ya que siempre lo rechazó
—declaró la ex pitonisa.

—¡No! ¡Will! —gimió Elizabeth, aferrándose desesperadamente al cuello de
su moribundo esposo, llamando la atención de los demás.

—Will… Hijo… —murmuró su padre, acercándosele muy afligido y
arrodillándose ante él para romper a llorar amargamente—. ¡Perdóname,
hijo! ¡Te fallé como padre!.

—No se preocupen —dijo la diosa, acercándose al muchacho para poner su
mano encima de su pecho y, para el asombro y la dicha de Elizabeth, la
mano de Calypso brilló con una luz dorada y curó milagrosamente su
herida, salvándole así la vida.

Podría haberlo nombrado como capitán del /Holandés Errante/, pero eso
hubiera sido una crueldad para ambos —explicó la diosa mientras la joven
esposa abrazaba con todas sus fuerzas a su esposo recién curado.

—¿Y a quién nombrarás como capitán del /Holandés Errante/, Tia Dal…
Quiero decir, ¿diosa Calypso? —se corrigió Jack, acercándose muy
solícito a ella, con las palmas de manos juntadas.

—Este barco ha hecho más daño que beneficio y será tragado por la
tormenta junto con las almas que habitan en él —fue la nefasta noticia
tanto para Will como para su padre, y claro, también para Jack Sparrow,
echando por la borda todos sus proyectos de vivir una vida eterna.

—¡No! ¡Eso no es justo! —se quejó el muchacho, poniéndose de pie con la
ayuda de Elizabeth mientras su padre traba de calmarlo.

—Está bien, Will. Es lo mejor —le dijo.

—¿Lo mejor? —se volvió a él tan furioso como desesperado—. ¿Cómo puede
ser lo mejor la muerte?

—La muerte es una parte del orden natural de este mundo, William Turner,
deberías aceptarlo como tal —le explicó la diosa con tono severo,
mirando de soslayo al capitán Sparrow para luego volver a poner su
atención sobre el chico—. Tu padre debió morir hace mucho tiempo, joven
Turner, ahora debe cumplir con el final su destino y llegar al purgatorio.

—¡No! ¡No pienso volver a perder a mi padre otra vez! ¡Hice todo esto
para liberarlo de las pinzas de Jones ¿y ahora debo dejarlo ir así como así?

—¡William! ¡Compórtate como un hombre! —lo amonestó su padre, tomándolo
fuertemente por los hombros para obligarlo a mirarlo a los ojos—
Escucha… —trató de suavizar su tono de voz para calmarlo—, ella tiene
razón, hijo; yo debí haber muerto hace mucho tiempo ya y acepté la
propuesta de Davy Jones para librarme cobardemente de la muerte y
dedicarme entonces a hundir barcos y asesinar gente inocente… Aquella
fue mi decisión, hijo, y ahora debo pagar mis pecados en el purgatorio
para poder volver a encontrarme con tu buena madre… ¡Y ese es mi mayor
deseo ahora que te he encontrado, hijo! El verte ya convertido en un
hombre y enamorado de una buena mujer es el mejor regalo que me has hecho!

—Papá…

—Ya no hay más tiempo —los interrumpió la diosa Calypso, llamándoles la
atención.

Y así era, el gran embudo de agua había comenzado su terrible tarea de
tragarse todo lo que estuviera cerca, incluyendo al /Holandés Errante/ y
al /Perla Negra/.

—¡Nos está arrastrando! ¡Hay que separarnos antes de que nos hunda!
—ordenó el capitán Barbossa, manteniendo a duras penas el timón entre
sus manos.

Obedeciendo la orden de su capitán y sabiendo que se jugaba la vida en
ello, Raggety metió apresuradamente dos balas encadenadas dentro de un
cañón pequeño que se encontraba sobre la cubierta mientras los fusileros
Murtogg y Mullroy se ponían a salvo abordando el barco pirata luego de
haber saltado del /Holandés Errante/. Rápidamente Gibbs encendió la
mecha del cañón que apuntaba hacia arriba y este escupió
estruendosamente las balas que fueron a impactar contra el palo de
mesana del barco de Jones que se había atorado con el del /Perla/,
dándole la oportunidad a Barbossa de girar el timón con todas sus
fuerzas, logrando separar los dos navíos y evitar ser arrastrado junto
con del condenado barco de Davy Jones.

Entretanto, "Bootstrap" Bill Turner sacó el cuchillo que estaba clavado
en la balaustrada y, luego de contemplarlo detenidamente, se lo entregó
a su hijo.

—Nunca olvides de dónde vienes, William —se despidió.

A pesar del intenso dolor que sentía en su corazón, el joven muchacho
tomó el regalo de su padre, aceptando finalmente su destino.

—Saluda a mamá de mi parte —le pidió con la tristeza pintada en el rostro.

—Así lo haré, hijo —asintió.

—¡Vamos, chico! ¡Toma a tu mujer y larguémonos de aquí antes de que
formemos parte en la cadena alimenticia de los peces! —le pidió Jack,
tomando uno del cabos y lanzándole otro—. ¡Hay que volar!

Lleno de ansiedad, Will volvió la cabeza a su padre.

—¿Qué esperas? ¡Ya tienes una esposa! ¡Vive tu vida que yo ya viví la
mía! —exclamó.

—¡Will! ¡Tenemos que irnos! ¡Se nos acaba el tiempo! —le pidió
Elizabeth, tomándolo del brazo.

Él se le quedó mirando por unos instantes, comprendiendo finalmente las
palabras de su padre.

—Bien, vámonos.

Ambos se despidieron silenciosamente de Bill Turner y Elizabeth se
aferró fuertemente del cuello de su esposo mientras éste enrollaba parte
de la cuerda en la muñeca, aferrándose luego fuertemente con la mano.

—¿Listo, Jack? —volvió su cabeza hacia él.

—¡Hace siglos! —respondió.

Y sin nada más qué decir, el capitán Sparrow disparó el otro extremo de
la soga mientras "Bootstrap" cortaba el otro cabo que sujetaba a su hijo
con su espada, entonces los tres fueron expulsados hacia arriba,
aferrados a una especie de paracaídas improvisado con las viejas velas
del /Holandés Errante/ mientras éste se hundía irremediablemente dentro
de la boca del monstruoso embudo, siendo finalmente tapado por las aguas
junto con toda su tripulación y la diosa Calypso,

Fue entonces cuando la tempestad cesó y una suave brisa transportó al
paracaídas y sus pasajeros hasta caer suavemente sobre las calmadas
aguas del mar, permaneciendo a flote hasta que el /Perla Negra/ se
aproximó a ellos para recogerlos.

—¡Ya era hora, Jack! —se quejó Ana María en cuanto su capitán subió a
bordo—. ¡La armada sigue ahí a pesar de la deserción de la mayoría de su
gente y la destrucción de la mayoría de los nuestros!

—¡El /Endeavour/ se aproxima por estribor y creo que es tiempo de
abrazar esa antigua y noble tradición pirata! —intervino Gibbs muy
nervioso y asustado, refiriéndose a la tradición de "huir".

—No soy muy afecto a las tradiciones —declaró finalmente el aludido, sin
quitarle la vista de encima al mencionado navío, sorprendiendo a todo el
mundo.

Se aproximó a la balaustrada de estribor, contemplando el reducido
ejército de Beckett con el /Endeavour/ al frente, rodeado por los
flancos por decenas de barcos árabes guiados por Nefud Yidda y los
navíos ingleses liderados por James Norrington. Luego miró hacia babor y
contempló la diezmada flota pirata que se encontraba detrás del /Perla/.

Estaba seguro de que los hombres de Yidda seguirían luchando debido a su
legendario orgullo, pero no estaba seguro de que Norrington haría lo
mismo para no poner a sus hombres en contra de sus propios compañeros,
poniendo en peligro sus cabezas como traidores de su país. En cuanto a
sus demás compañeros piratas, estaba seguro que, de un momento a otro,
iban a tomarse las de Villadiego, así que la victoria aún no estaba
decidida para ninguno de los dos bandos.

—¡Detengan todo! —se volvió hacia sus hombres—. ¡Las velas cerradaaas!
—Les pidió a los masteleros.

—¡Borren esa ordeeen! —replicó Barbossa, volviéndose luego hacia Jack,
furioso—. ¡Nos vas a asesinar a todos así!

—¡Borren lo que borró él! —insistió a los confundidos masteleros que se
encontraban en lo alto de los mástiles.

—¡Pero, capitán! —se quejó Gibbs.

—¡Tú, cállate! —lo amonestó Jack, histérico.

—¡Sí, pero…!

—¡Cállate!

—¡Pero…!

—¡Ya!

—¡Capitán…!

—¡Silencio! —exclamó, cortando por lo sano la discusión, subiendo
finalmente hacia el castillo de popa en donde Cotton seguía maniobrando
el timón con la compañía de su reaparecido loro para contemplar a su
enemigo en la lejanía.

Al otro extremo del campo de batalla, el capitán del /Endeavour/ estaba
observando todos los movimientos del enemigo con el catalejo. Lord
Cutler Beckett se encontraba a su lado.

—Acabaron con el Kraken y el /Holandés Errante/ —bajó el catalejo y giró
su cabeza muy preocupado hacia el representante de la Compañía de las
Indias Orientales—. El almirante Norrington sublevó a gran parte de
nuestra flota… ¿Aún cree que tenemos chances de ganar?

—Esta batalla se decidirá con un solo movimiento de ajedrez —respondió
Beckett, mucho más calmado y confiado que su oficial al mando—. ¿No
entiendes lo que ése pirata quiere hacer? Está esperando que se honre
nuestro convenio.

El capitán lo miró muy extrañado.

Y así, tal y como los dos líderes querían, el /Perla Negra/ y el
/Endeavour/ se prepararon para la batalla final desplegando los cañones
de sus toberas, preparándose para luchar frente a frente en un combate a
muerte. El que decidiría cuál de los dos bandos ganaría.

—No es nada personal, Jack —dijo Beckett el sonriente, confiando en sus
propias fuerzas y astucia—. Es sólo un buen negocio.

Entonces, ambos barcos comenzaron a acercarse, separándose del resto
para decidir entre ellos quién iba a ganar y, lógicamente, quién iba a
morir.

—¡Desplieguen las velas! —ordenó Jack Sparrow en cuanto estuvieron lo
suficientemente cerca de su enemigo.

—¡Sí! ¡Desplieguen las velas! —repitió el capitán Barbossa, contagiado
por el entusiasmo de su compañero y también por no quedarse atrás como
líder, tomando del control del timón.

—¡Prepárense para disparar! —gritó a su vez Lord Beckett.

Pero, antes de que lograran siquiera encender una sola mecha de cañón,
una larga y estruendosa serie de potentes cañonazos se hicieron escuchar
por todo el lugar, llamando la atención de los combatientes. Pues
aquellas detonaciones nada tenían que ver con sus armas.

Y entonces, para sorpresa de todo el mundo, la mismísima flota real se
encontraba a unas cuantas millas de distancia del campo de batalla,
dispuesta a detenerlo todo y pedir explicaciones a quien había urdido
semejante disparate a espaldas del rey.

XOX

Una hora más tarde, Jacky, Billy, Alwine, Christian, Teague y Seagull se
encontraban en la playa esperando ansiosos el regreso de su gente. Sus
corazones estaban rebosantes de dudas, temor y esperanza acerca de sus
fortunas.

—Norry… —murmuró la preocupada pirata, mordiéndose las uñas de la mano,
con los ojos oscuros fijos en el horizonte con el sol ocultándose en la
lejanía.

De pronto, el italianito sordomudo divisó algo en distancia y gritó,
apuntando con el índice lleno de emoción:

—¡Miren! ¡Allí vienen!

—¡Lo sabía! —exclamó Seagull, golpeando el puño contra la palma de su
mano para luego abrazar confianzudamente al fastidiado doctor.

Todos comenzaron a saltar de alegría hasta que ordenaron sus
pensamientos y se dieran cuenta de algo muy extraño.

Lentamente, todos se volvieron hacia el atónito Billy, quien permanecía
con ambas manos en la boca, los ojos como platos y blanco como un papel.

—¿Escuché mal o creo que escuché que el pequeño Billy habló y los
escuchamos hablar? —inquirió Jacky con una seguidilla de palabras absurdas.

—Ciertamente habló… —opinó el capitán Teague.

—¡Es imposible científicamente! —exclamó el doctor.

—¡Es un milagro! —replicó Seagull.

—¡No! ¡Fue mi mamá! —festejó la pequeña Alwine, lanzándose al cuello del
sorprendido y desconcertado muchachito—. ¡Qué alegría, Billy! ¡Qué
alegría! ¡Puedes hablar! ¡Puedes hablar!

—S-sí… Puedo hablar… —asintió el dichoso pero confundido italianito. Era
muy extraño escucharse a sí mismo.

Felices por la buena estrella de Billy y la buena acción de Alrun,
nuestros protagonistas se dispusieron a esperar la llegada del los
suyos, cosa que demoró una interminable hora.

Poco a poco y uno por uno fueron llegando los barcos pirata de la
Hermandad de los Piratas, Nefud Yidda, en cambio, se había retirado a
sus tierras luego de la tregua que había concedido el Procurador del
Rey, quien era el que había intervenido en la batalla. Muchos no
lograron sobrevivir, claro, pero grande fue la alegría de todos cuando
vieron llegar al /Perla Negra/ sano y salvo a la orilla de la playa.

Todos corrieron para recibir a sus capitanes y su tripulación,
exclamando vítores de alegría cuando los vieron bajar uno por uno, pues
ya otros le habían informado que la batalla había terminado bien.

—¡Vaya! Veo que el viejo chivo sigue con vida —se burló en cuanto lo vio
bajar con la joven Jade alzada en sus brazos y escudado por Wai y Su
Shi—. ¿La mocosa está bien?

—¡Sí, sí! ¡Está bien! —respondió muy malhumorado, pasando de largo,
camino al pueblo y seguido por su gente, incluyendo a toda la
tripulación del /Perla/ que pasó lo más rápido posible para no tener que
quedar a conversar con su capitana, hasta su hermano salió huyendo a
toda prisa cuando la vio…, tropezando en la arena un poco más allá..

—¡Vaya! ¿Ésa es la manera de tratar a su querida capitana Jacky Sparrow
que se preocupó por ustedes todo este tiempo, desagradecidos? —se quejó,
poniendo los brazos en jarra.

—Hola, Jacky —la saludó Elizabeth a sus espaldas y ella se volvió
rápidamente.

—¡Ya era hora de que alguien se dignara a saludar…!

—Lo siento mucho, Jacky —la interrumpió con una expresión tan seria en
el rostro que la pirata se asustó de veras, bajando los brazos.

—¿Qué pasa? —el corazón comenzó a latirle a toda velocidad… ¿En dónde
estaba Norry?

—James no pudo venir… —le avisó la joven, pero no pudo seguir hablando y
miró a Will para que la ayudara.

—Se lo llevaron prisionero junto con Beckett —siguió el muchacho
tratando de contenerse—. En Inglaterra les harán una Corte Marcial por
los crímenes cometidos.

Jacky nada dijo, movió la boca como un pez y cayó sentada en la arena,
con la mirada perdida en el vacio mientras Will y Elizabeth trataban de
consolarla y Teague y Billy, alarmados, corrieron hacia ellos.


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