Fanfic Piratas del Caribe -Bajo la Espada de Odìn- *Capítulo 48: Estrategias de Guerra*

                                              Resumen de la historia: El capitán Jack Sparrow comete el gran error de ponerse un anillo maldito que lo transformará en mujer y le traerá un sin fin de problemas tanto a él como a quienes lo rodean, amigos y enemigos. Una elección que cambiará la vida y los destinos de todos, en especial del Comodoro James Norrington y el mismo Jack. Esta historia está ambientada después de la primera película y desarrollada durante la segunda y tercera película. Una historia larguísima pero muy entretenida, con drama, humor, acción y romance. ¡Que la disfruten!



*PIRATAS DEL CARIBE: BAJO LA ESPADA DE ODÍN*

ÚLTIMA PARTE: LA BATALLA FINAL


Beckett quiere gobernar el mundo;Morgan quiere asesinar a todos;Jack y jacky quieren ser uno solo;Will quiere liberar a su padre;Isabel quiere vengar a sus padres;James quiere encontrar el perdón. ¿Quién lo logrará?Cont de El Libro del Destino. EL FINAL

Género: drama, amistad, acción, suspenso, humor, romance, violencia, aventura, fantasía, erotismo
Pareja: Jacky Sparrow/James Norrington. Elizabeth Swan/Will Turner
Personajes: Jack Sparrow/Jacky Sparrow, James Norringon, Elizabeth Swan, Will Turner, Hector Barbossa ¡y muchos más!
Calificación: para mayores de 18 años
Cantidad de palabras: variable
Duración: 67 capítulos la primera parte, 57 la segunda parte y 51 la última parte.
Estado: finalizado (Publicada en Fanfiction el 17 de Agosto del 2009 hasta el 21 de Marzo del 2011)
Escritora: Gabriella Yu
Mi estilo: estoy influenciada tanto por el anime, los dramas asiáticos y la literatura universal. Me gusta hacer pasar a los personajes por duras pruebas.
Aclaraciones: Esta historia la escribí hace más de 10 años, es muy entretenida, no se arrepentirán de haber perdido el tiempo en leerla. Le tengo mucho cariño porque fue una rara mezcla que logré hacer con el drama, humor y acción. 
IMPORTANTE: contiene escenas subidas de tono XD


*Capítulo 48: Estrategias de Guerra*


Isabel, aún vistiendo su traje de alto oficial de la Armada Inglesa,
parecía ser la sombra de lo que había sido antes. A pesar de su porte
majestuoso, había perdido su brillo; aquella luz provista de piadosa
humanidad había desaparecido completamente de su ser, asemejándose más a
una especie de ser insensible. Daba miedo, sí, pero tampoco podía dejar
de inspirar lástima.

—Vaya, vaya… Pero miren quien está aquí… —dijo el sonriente "Sangre
Negra", girando de lado hacia ella—. ¿Viniste a batirte en duelo conmigo
como me lo propusiste aquella vez, no es así, maldita perra inglesa?

—Ahora el destino de muchos está en nuestras manos, Morgan —replicó—, y
también tomaré revancha por las muertes de mis padres y mi hermano
—Desenfundó la espada de Excalibur y lo apuntó con ella, produciendo un
sonido muy parecido al rugir de un poderoso trueno—. ¡Iniciemos la
Batalla del Siglo!

—¡Perfecto! ¡Comencemos! ¡No veo la hora de enseñarte a ser una puta!
—replicó, volviéndose completamente hacia ella mientras Jacky y los
demás suspiraban aliviados.

—No sé si le tengo más miedo a ella que a él… —murmuró la pirata.

Alwine, desesperada por ir a ayudar a Christian y los otros, se levantó
de inmediato, pero Jacky la agarró por el bracito, deteniéndola.

—Ve cuando esos dos estén peleando, para que ese estúpido pirata no te
haga nada —le aconsejó. La niña, comprendiendo que tenía razón, decidió
hacerle caso de muy mala gana.

No tuvo que esperar mucho, puesto que los dos viejos enemigos jurados,
comenzaron a pelear en ese preciso momento.

—¡Lamentarás haberte convertido en pirata y cruzarte con mi familia!
¡Aaaaaahhh! —gritó, atacándolo diagonalmente, de arriba hacia abajo, de
derecha a izquierda.

"Sangre Negra" pudo reaccionar rápido bloqueando aquel ataque con su
espada. El choque de aquellas armas tan poderosas provocó un estallido
de energía y una gran ráfaga de viento que hizo ondear sus cabellos y
los pliegues de sus ropas.

—¡Por tu culpa no pude tener una vida normal, maldito! —exclamó llena de
ira, volviendo a atacar pero esta vez con un movimiento horizontal de
derecha a izquierda.

—¡Me da gusto saber eso! —replicó el pirata, volviendo a bloquear el
ataque, pero esta vez respondió con el mismo movimiento que Isabel, pero
dirigido mucho más abajo, hacia las rodillas.

La ágil mujer saltó en el momento justo, y volvió a atacarlo, esta vez
con varios movimientos verticales de un lado a otro, obligándolo a
defenderse y retroceder al mismo tiempo.

Y mientras estos dos seguían combatiendo encarnizadamente, Christian
abrió los ojos poco a poco mientras Alwine lo estaba curando, fijando
sus ojos celestes sobre su querida sobrina, a la que hacía mucho tiempo
no veía.

—… Isabel… —susurró, lleno de tristeza—… ¿Por qué sigues con esto…?

XOX

—He venido a abrirles los ojos entes de que sea demasiado tarde,
teniente Gillette, como lo es ahora para mí —le aclaró Norrington.

—¿A abrirme los ojos antes de que sea demasiado tarde, señor? ¿Podría
usted explicarse mejor? —le pidió, sintiéndose muy confundido al igual
que sus hombres.

—Por supuesto, señor Gillette. Lo haré con mucho gusto… —Giró lentamente
sobre sus pies, clavando su mirada sobre cada uno de los que estaban allí.

Ustedes saben que Lord Cutler Beckett a cometido muchas injusticias en
Port Royal, demasiadas —les dijo—. Ha mandado a asesinar a muchas
familias prestigiosas con excusas increíbles para poder hacerse con sus
tierras y yo fui quien le otorgó ese poder.

Todos murmuraron entre sí, sorprendidísimos. James siguió con su
explicación:

Yo fui quien desató semejante desastre y estoy profundamente arrepentido
por ello… Mujeres, niños y hombres respetables fueron condenados
injustamente por ese hombre cruel e inescrupuloso. Además, estoy seguro
de que muchos de ustedes perdieron a alguien en esa "limpieza", ¿no es
cierto? ¿Acaso les gusta estar al servicio de un asesino que fue capaz
de mandar a la horca a tanta gente inocente? ¡Deberían renunciar a su
mando y unirse a mí!

—¡Pero eso sería ir en contra de la Corona! ¡El Rey nos castigaría!
—replicó uno de los fusileros.

—Además, usted se convirtió en pirata, almirante Norrington —le dijo uno
de los oficiales de alto mando, desconfiando de sus palabras.

—No, yo no me he convertido en un pirata —rebatió un tanto ofendido—. Yo
sigo siendo el comodoro James Norrington, al servicio de la Corona y eso
jamás cambiará.

—¿Entonces cómo explica su deserción? —quiso saber otro de los soldados.

—He desertado a las despóticas órdenes de Lord Beckett a favor del
gobernador Weathervy Swann, quien iba a ser ejecutado en secreto la
noche en que lo ayudé a escapar.

Un murmullo de asombro corrió como reguero de pólvora entre los hombres,
no sabiendo ya en qué creer. James aprovechó la confusión para seguir
con su explicación.

El gobernador está ahora rumbo a Inglaterra para poner al tanto a
nuestro Rey sobre todo el desastre que Lord Beckett ocasionó en Port
Royal… ¿Saben ustedes quiénes serán entonces los traidores? Nuestro
reino gana mucho con el comercio, pero no gana nada con el asesinato
indiscriminado de gente inocente, sobre todo la de la clase alta. Sé que
Beckett les prometió riquezas —se dirigió hacia los oficiales de alto
mando—, pero les aseguro que también tienen el cadalso asegurado por
parte de la justicia de nuestro reino.

Esta vez nadie dijo nada, simplemente se miraron entre ellos, asustados.
James Norrington siguió:

He venido aquí para ponerlos al tanto de las intrigas de este hombre
codicioso y cruel con la esperanza de evitar un inútil derramamiento de
sangre —les dijo a todos—. Yo no estoy de parte de los piratas, pero
debo advertirles que están muy bien armados, mucho más que nosotros
aunque no lo crean. Como su superior, soy responsable de sus actos y sus
vidas, y realmente no puedo tolerar verlos al mando de un déspota
sanguinario y no soportaría verlos hechos pedazos por las armas de estos
piratas. ¿Qué deciden? ¿Seguirán al mando de Lord Cutler Beckett para
ganar riquezas y esperar que luego la horca del Rey caiga sobre sus
cuellos o prefieren volver a estar bajo mi mando en la segura
representación de la Armada Inglesa y detener al verdadero enemigo de la
Corona?

A pesar de su flema inglesa, su pasión en aquel discurso había sido tal,
que sus hombres habían quedado impresionados.

—¿Entonces sólo lucharemos contra Beckett y no al lado de los piratas?
—quiso saber uno de ellos.

—Nosotros no somos piratas, señor Bailey —le aclaró Norrington, quien
conocía el apellido de cada uno de sus hombres como buen superior—.
Nosotros somos soldados de la Corona Inglesa y luchamos contra los
piratas. Si vamos todos juntos contra Beckett y lo derrotamos, dejaremos
ir a estos piratas en paz para luego continuar con nuestra caza en
contra de ellos, como si nada de esto hubiera pasado. Ése es el trato
que pude hacer con su Reina Pirata a cambio de evitar un inútil
derramamiento de sangre y la unión de nuestras fuerzas contra un mal
común. ¿Y bien? —miró penetrantemente a cada uno de ellos—. ¿Qué me
dicen? ¿Están con su antiguo comandante o no?

—¡SÍ, SEÑOR! —gritaron todos al unísono, poniéndose bien derechitos
mientras lo saludaban a la clásica manera militar.

—¡Muy bien, caballeros! ¡Entonces quiero que transmitan inmediatamente
mi petición a cada una de las embarcaciones! ¡Mientras más rápido lo
hagamos, más nos aseguraremos la victoria!

—¡DE INMEDIATO, SEÑOR!

Y mientras todos los hombres se ponían en marcha, la mecha de la
rebelión se encendió a través de toda la flota de Beckett, provocando
que la gran mayoría se uniera a su antiguo líder.

—¡Señor, ha llegado un mensaje urgente! —le dijo el capitán del
/Endeavour/, corriendo hacia Lord Cutler Beckett con un papel en la mano
que había sido lanzado con una flecha entremedio de la tempestad.

El aludido, fastidiado, tomó el mensaje y lo leyó, destruyéndolo luego
con una furia indecible.

—¡Maldito traidor! —exclamó, volviéndose inmediatamente hacia sus
hombres—. ¡Aniquilen a todo aquel que se atreva a traicionarme! ¡Hundan
sus barcos! ¡Bórrenlos del mapa!

Todo el mundo se apresuró a obedecerle, aunque no de muy buena gana,
pues eso significaba asesinar a sus propios compañeros.

—¡Se van a arrepentir de esto! —se quejó Cutler, afirmándose a la
balaustrada mientras miraba al enorme Kraken abalanzarse contra el
/Perla Negra/—. ¡Yo seré quien salga victorioso! ¡Aún tengo al /Holandés
Errante/ y su mascota!

Y mientras la tropa de los piratas era engrosada con la unión de decenas
de naves militares, el ejército de Beckett, ya muy reducido, se vio en
figurillas al verse superado en número y en artillería, puesto que,
gracias a la inventiva china, el enemigo poseía armamento sofisticado
como ametralladoras de flechas, bombardeos desde grandes cometas,
bazookas cargadas con fuegos artificiales, misiles marinos cargados con
pólvora y flechas que impactaban contra el casco de las naves inglesas,
etc, que los diezmaban sin problemas.

XOX

Mientras tano, las cosas parecían muy negras para la tripulación del
/Perla Negra/, quienes debían enfrentar al terrorífico /Holandés
Errante/ y al peligrosísimo Kraken, que ya había envuelto al barco
pirata entre sus fuertes y gigantescos tentáculos, atrapando a varios de
sus tripulantes y engulléndolos en el acto.

—¡Nos asesinará a todos! —gritó la angustiada Elizabeth, agazapada bajo
la protección de Will y la lluvia de la tormenta.

—Si no hacemos algo, todo terminará mal como la última vez que lo
enfrentamos —dijo él.

Barbossa y los demás también estaban preocupados y muy asustados con la
presencia de aquel monstruo invencible. ¿Cómo podrían derrotar algo así?
¡El Kraken era capaz de destruir toda su flota sin siquiera poder
hacerle ningún rasguño!

Pero una jovencita que estaba parada en medio de la cubierta principal,
recibiendo sobre ella el viento y la lluvia, permanecía con la vista
clavada sobre el monstruo.

—¡Yo acabaré con ese monstruo! —declaró la valiente reina Jade,
desenfundado las espadas gemelas, lista para atacar al Kraken.

—¡No! ¡Ya las usaste hace poco! ¡Podrías morir, sabandija oriental! —le
advirtió el capitán Barbossa, a su manera.

—¡Eso no importa! —replicó la testaruda hija de Sao Feng, preparándose
para atacar—. ¡Debo salvar a mis hombres aunque me cuesta la vida! ¡Soy
su reina y soy la responsable por las vidas de todos!

—¡Mocosa impertinente! ¡Muerta no servirás para nada! —rebatió el
pirata, corriendo hacia ella para detenerla, pero con tan mala suerte
que el Kraken lo atrapó por la pierna con uno de sus tentáculos y lo
jaló hacia arriba, dispuesto a darse un festín con él para el espanto de
todos sus hombres.

Semejante desgracia, no hizo más que poner a Jade en acción utilizando
un tercer poder, que era el más fuerte de todos.

—¡PURIFICACIÓN CELESTIAL DE LOS CIEN MIL DIOSEEES! —dio un gran salto
hacia el calamar gigante, clavándole las iluminadas espadas en su carne,
haciéndolo chillar de dolor.

Rápidamente la luz incandescente de los sables gemelos cubrió todo el
cuerpo del Kraken, desintegrándolo en unos cuantos segundos. Lo había
derrotado, pero Jade perdió el sentido y cayó al agua como un peso
muerto, pero Hector Barbossa, quien también había caído al agua, fue a
rescatarla ante los vítores de sus hombres, felices por haber derrotado
a algo tan difícil de vencer… Sólo esperaban que su joven reina hubiera
sobrevivido a su propio poder…

XOX

Para el capitán Jack Sparrow las cosas, por el momento, habían marchado
sobre ruedas tras haberse robado el cofre que contenía el corazón de
Davy Jones que Murtogg y Mullroy habían descuidado tontamente. Ahora
solamente le faltaba conseguir la llave para abrirlo, la llave la tenía
el mismísimo capitán del /Holandés Errante/: Davy Jones.

Ante la inesperada destrucción del Kraken, Jones, enfurecido, había
reiniciado el ataque con otra fuerte andanada de sus cañones contra el
/Perla Negra/, pero estos, a pesar de los grandes destrozos provocados
sobre su barco, respondieron con igual fiereza bajo el mando de Gibbs y
Ana María mientras Barbossa ponía a salvo a la inconsciente pero
valiente Jade, quien había inspirado valor sobre todos sus hombres tras
acabar con el calamar gigante.

Sin embargo, el poder del barco maldito era mayor que el de nuestros
protagonistas, y pronto logró superarlo, momento en que el fiel
lugarteniente de Beckett, Mercer, decidió aprovechar.

—¡PREPÁRENSE A ABORDAAAR! —ordenó una vez que ambas naves se aparejaron.

Tan concentrado estaba en esto, que no se dio cuenta de que el barco
estaba a punto de ser impactado por una bala de cañón en pleno castillo
de popa. Pero Jones sí lo notó y se abalanzó contra él justo cuando cayó
la bala, haciendo pedazos todo a su alrededor, dejando muchos heridos y
destrozos.

Cuando Jones y Mercer lograron incorporarse, éste último estaba
demasiado cerca del primero, frente a frente, y los guardias que lo
protegían estaban tirados en el suelo, quejándose muy adoloridos. Sin
mediar palabra alguna, el pirata lo tomó fuertemente por el brazo y lo
miró de una forma que hacía entrever sus oscuras intenciones. De nada
valdría alguna amenaza por parte del lacayo de Lord Beckett.

Mercer no tuvo tiempo para nada, Davy Jones cubrió su rostro con sus
tentáculos, introduciéndolos dentro de su boca hasta hacerlos salir por
la nariz mientras que los demás tentáculos apretaban su cuello. Las
ahogadas quejas del hombre pronto fueron acalladas cuando el malvado
pirata le quebró el cuello con morbosa satisfacción, arrebatándole la
llave del cofre que llevaba colgada al cuello.

Jones sonrió mientras observaba la tan anhelada llave, ¡por fin era
libre y ya no respondería bajo el mando de nadie!

Luego de dirigirle un gesto de desprecio a su fallecido carcelero, se
dispuso a acabar de una vez por todas a su enemigo y bajó por las
escaleras del castillo de popa sólo para toparse sorpresivamente con el
mismísimo capitán Jack Sparrow, quien recién había salido sigilosamente
de las cabinas con el valioso cofre en las manos.

—¡Ajá! ¿Qué es lo que tenemos aquí? —se burló el feliz Jones, mientras
se acercaban sus hombres—. ¿Un ave perdida? ¿Un ave a quien nunca
enseñaron a volar? —se burló con mal disimulada rabia, desenfundado la
espada mientras se aceraba amenazadoramente hacia él.

—Es mi gran desgracia… —replicó el nervioso pero descarado pirata,
retrocediendo a la misma vez que gesticulaba con el brazo libre—. ¡Pero…!

Y con un movimiento rápido se subió a la balaustrada de babor,
aferrándose disimuladamente a uno de los cabos mientras que con la otra
mano sostenía el mango del cofre.

¡Jamás es tarde para intentarlo! —exclamó, rompiendo el chicote del cabo
con el cofre, siendo impulsado inmediatamente por los aires (aferrándose
fuertemente al cabo suelto), pataleando y gritando como loco hasta caer
parado sobre el mastelero del palo trinquete ante el pasmo de su
enemigo, Manteniendo dificultosamente el equilibrio por las oscilaciones
del barco y los fuertes vientos de la tormenta, Jack por fin logró
dominar su cuerpo y, sonriendo triunfalmente, procedió a seguir su
camino sobre el mastelero. Pero grande fue su sorpresa y decepción
cuando vio al mismísimo Davy Jones caminando hacia él sobre el mismo
palo. ¿Acaso era un brujo?

—¡El cofre! ¡Entrégamelo! —le exigió con espada en mano.

—¡Dejaré de ser hombre libre! —replicó, desenvainando su sable.

—¡Yo perdí mi libertad hace años! —rebatió el otro, abalanzándose
inmediatamente con la espada en salto sobre el capitán Jack Sparrow—.
¡Aaaaaaaaahhhh!

Ambos se trenzaron en una encarnizada lucha por la obtención del cofre,
midiendo sus fuerzas mientras sus habilidades eran puestas a prueba por
las terribles condiciones climáticas que había provocado Calypso y las
peligrosas y bruscas oscilaciones del /Holandés Errante/ a causa de esto
último o por las sacudidas provocadas por la feroz batalla con cañonazos
que estaba manteniendo contra el /Perla Negra/ luego de haber sido
frustrado el primer intento de abordaje en medio de la tempestad. Poco a
poco las naves fueron acercándose otra vez hasta que por fin se volvió a
dar la orden de abordaje y los monstruosos hombres de Davy Jones se
lanzaron al ataque contra la tripulación del /Perla/, quienes también se
habían lanzado al abordaje, cruzándose ambos contendientes entre sí,
momento que algunos aprovecharon para abatir a su enemigo con la espada
o con los mosquetes mientras que otros llegaban a su destino y eran
recibidos a su vez por parte de la tripulación que se había quedado a bordo.

Con ambas embarcaciones abordadas por sus respectivos enemigos, comenzó
una reñida batalla con el afán de tomar el poder de las mismas. Mientras
Will tumbaba a uno de los piratas monstruosos con un certero disparo,
Barbossa, que había vuelto al mando del timón luego de haber puesto a
Jade en un lugar seguro, atrapó el brazo de su espinoso atacante con el
timón y le propinó un formidable puñetazo.

Pero las cosas estaban muy lejos de finalizar y un nuevo grupo de
enemigos logró abordar al /Perla/, poniendo las cosas aún más difíciles,
exponiéndolos a todos a una muerte segura. Es en esos momentos en que
las personas puestas en peligro al igual que sus seres queridos logran
por fin ordenar sus prioridades y darle importancia a las cosas que
verdaderamente importan. Y eso fue lo que William Turner comprendió en
el acto: lo que siempre había importado de verdad, era su amada
Elizabeth, más allá de las elecciones equivocadas que cada uno de ellos
había tomado y que los había distanciado entre sí.

—¡Elízabeth! —la llamó ansiosamente mientras se afanaba en derrotar a
uno de los tripulantes del barco maldito que le estaba estorbando.

Ella se encontraba luchando codo a codo junto a él contra otro enemigo
y, luego de derrotarlo, se acercó a Will, ayudándolo a acabar con su
enemigo, ensartándolo en el pecho con su sable al mismo tiempo que él.

—¡Elizabeth! —la detuvo por el brazo cuando esta estaba disponiéndose a
seguir atacando—. ¿Serías mi esposa?

La joven Swann se quedó completamente anonadada. ¡Jamás se hubiera
imaginado semejante proposición en aquel momento! Pero no tuvo mucho
tiempo para seguir abrumada, pues ambos fueron atacados por nuevos
enemigos, separándolos

—¡Ahora no hay tiempo de hablar! —exclamó, bloqueando el ataque de uno
de ellos con su espada para luego agacharse justo a tiempo para esquivar
otro ataque de otro enemigo.

—¡Tal vez no podamos después! —rebatió el muchacho luego de cortar el
estómago de uno de sus contrincantes y seguir luchando contra otro más.

Cuando por fin ambos lograron derrotar al mismo tiempo a sus enemigos,
que eran soldados de Beckett vestidos con una oscura casaca, volvieron a
acercarse el uno al otro.

—Te amo —le reveló Will a su novia, volviendo a tomarla por el brazo,
acercándola contra él.

Elizabeth sonrió llena de felicidad. Todo lo dicho y hecho en el pasado,
había quedado pisado y olvidado en un segundo con aquellas simples
palabras. Todo el dolor que habían sentido tras haberse separado por
estúpidos malentendidos, había quedado atrás.

Nuevamente fueron separados por otro ataque, y luego de derrotar a los
impertinentes que los habían interrumpido, volvieron a reunirse,
tomándose los dos del brazo de cada uno.

—Ya tomé mi decisión —le reveló el sonriente muchacho—. ¿Tú que dices?

La respuesta de la hija del gobernador no se hizo esperar.

—¡Barbossa! —llamó, y ambos novios volvieron sus rostros hacia el
castillo de popa—. ¡Ven a casarnos!

—¡¿No pueden esperar un momento? —replicó el fastidiado pirata,
blanqueándole los ojos mientras seguía luchando contra varios enemigos
cerca del timón que Cotton tuvo que tomar. Will y Elizabeth no tuvieron
otro remedio que seguir luchando, puesto que los hombres de Jones
seguían llegando a tropel para acabar con sus vidas.

—¡Barbossa! ¡Yaaa! —pidió el desesperado William mientras seguía
peleando contra el enemigo. Si iban a morir, tenían que morir como
marido y mujer.

—¡Bueno! ¡Ya! —contestó el aludido, obligando a uno de sus enemigos le
clavara la espada a uno de sus compañeros.

Tras aquella afirmación, Will y Elizabeth pusieron todo de sí para
acabar con cuanto estorbo se le cruzara mientras el capitán Barbossa se
afanaba en hacer lo mismo para poder subirse al escritorio del timón.

—¡Queridos hermanos, nos hemos reunido hoy… —comenzó a recitar
elocuentemente con la mano izquierda en el corazón al mismo tiempo que
la pareja se reunía en un fuerte y cariñoso abrazo—… para reunirlos en
sagra…! ¡Perro sarnoso! —exclamó furioso al ser interrumpido por otro
intruso al que derrotó con una buena patada en la cara

Will y Elizabeth se le quedaron mirando algo confundidos y volvieron a
separarse para seguir combatiendo contra el enemigo hasta que nuevamente
lograron reunirse otra vez, tomándose de las manos y mirándose
seriamente al rostro, aprovechando el poco tiempo que tenían.

—Elizabeth Swann —comenzó a decir el joven novio—, ¿me aceptas como tu
esposo?

—¡Claro! —respondió dichosa.

—¡Genial! —exclamó, radiante de felicidad.

Nuevamente se vieron obligados a separarse por el ataque se varios
enemigos y, en cuanto pudieron, volvieron a tomarse apresuradamente de
las manos mientras se mantenían alertas a su alrededor, deteniendo
cualquier ataque con la ayuda de sus sables.

—¡Will Turner! ¿Me tomas… —pero fue interrumpida por uno de los piratas
malignos que ella pudo acabar rápidamente y seguir con su discurso— como
tu esposa?

Los enemigos los rodearon rápidamente, pero ellos no se separaron,
tomándose firmemente de las manos mientras seguían combatiendo cada uno
por su lado, intercambiando lugares como si estuvieran danzando,
formando una concordancia perfecta.

Finalmente se separaron, pero eso no impidió que la boda siguiera su curso.

—¿En la salud y la enfermedad? —siguió diciendo la joven mientras él la
tomaba por la cintura para ayudarla a bloquear el ataque uno de sus
contrincantes para luego él mismo darle una estocada—. ¡Más enfermedad
que salud! —agregó Elizabeth, empujando a su enemigo con una patada en
el trasero.

Y mientras ellos continuaban con su combate interminable con una gran
sincronía entre los dos, el capitán Hector Barbossa, quien aún estaba
parado sobre el escritorio, demostraba sus habilidades y experiencia
agachándose y haciendo pasar su espada por entre sus piernas y
clavándosela en el pecho a uno de los soldados.

Cuando por fin tuvieron un momento de respiro, los novios volvieron a
reunirse, mirándose cara a cara.

—Claro que sí —asintió Will, llenando de felicidad a su novia para luego
agacharse ambos al mismo tiempo para evitar recibir un golpe enemigo.

—¡Como capitán, ahora los declaro…! —exclamó Hector, aún parado sobre la
mesada del timón y balanceando su espada de izquierda a derecha,
luchando contra dos contrincantes al mismo tiempo. En el minuto
siguiente, Will, Elizabeth y él acabaron con sus enemigos
simultáneamente, los primeros con una estocada y el último con sus
propios puños—. ¡Puedes besar…! ¡Ah, jah, jah, jah! —le pegó un tiro en
la cabeza a un profano que quiso atacarlo.

Aquello fue suficiente y Will tomó a su joven esposa entre sus brazos y
la inclinó un poco hacia abajo para besarla y sellar su compromiso.
Desafortunadamente para ambos, uno de los soldados de Beckett los
interrumpió, obligando a William a bloquear su ataque con la espada para
luego éste ser atacado furiosamente por la frustrada y joven esposa.

—¡Puedes besar…! —insistió el capitán Barbossa, bajándose de la mesada
luego de patear a otro combatiente y recibir luego a otro inmediatamente.

La joven pareja acabó cada uno con su enemigo entre el frenesí de la
batalla, volviendo instintivamente hacia el otro lado para chocar sus
propias armas entre sí, ambos quedándose mirando a la cara como tontos.

Hector acabó con otro soldado más y, antes de seguir con otro de los
hombres de Davy Jones, dijo:

—¡Bah! ¡Sólo háganlo de una vez!

Y, ni lerdos ni perezosos, nuestra joven pareja se besó apasionadamente,
sellando definitivamente su compromiso de amor eterno y perdonando y
olvidando sus errores pasados. Y claro, también olvidando sin querer que
estaban en medio de una batalla de vida o muerte.

Y mientras ellos olvidaban por un momento la dura realidad, la
sangrienta batalla entre las tripulación del /Perla Negra/ y el
/Holandés Errante/ seguía su cruel curso en ambas embarcaciones,
habiendo tanto vencidos como triunfadores en ambos bandos mientras los
capitanes Jack Sparrow y Davy Jones seguían combatiendo encarnizadamente
entre ellos sobre el mastelero, siendo sus fuerzas y sus habilidades
demasiado iguales como para que se declarara un vencedor rápidamente.

—¡Sin la llave no podrás hacer nada! —le dijo Jones a Jack, aprovechando
el momento en que bloqueaba uno de sus ataques.

—¡Pero sí tengo la llave! —replicó sonriente, tan seguro de sí mismo que
por un momento hizo dudar a su contrincante de sus propias palabras.

—Eeeeh… ¡No es cierto! ¡Ja, ja! —la sacó de su cuello con uno de sus
tantos tentáculos, mostrándosela ingenuamente.

—¡Ah! ¡Ésa llave! —replicó, haciéndose el tonto y sorprendiéndolo con un
rápido movimiento con la espada, rompiendo su defensa, momento que
aprovechó para rebanarle el tentáculo que sostenía la llave, que cayeron
hacia la cubierta del /Holandés/ mientras su dueño aullaba de dolor.

Furioso, Jones quiso descargar un espadazo sobre su contrincante, pero
perdió la espada con el golpe y Jack aprovechó esto y lo golpeó
fuertemente en la cara con el cofre para luego bajar su sable contra la
cabeza de Jones, pero éste logró atrapar la hoja al vuelo y la partió
cómodamente en dos con su poderosa pinza.

El capitán Sparrow miró perplejo su espada estropeada y no le quedó otra
alternativa que comenzar a retroceder dificultosamente con el furioso
Davy Jones acercándosele peligrosamente. ¿Qué podría hacer ahora que
estaba desarmado contra la mortal pinza de su enemigo? Afortunadamente
para nuestro protagonista, la tempestad había arreciado y el huracán
había comenzado a arrastrar a las dos naves hacia el centro,
inclinándolas hacia adentro y dificultando el pilotaje del pobre de
Cotton, que no pudo evitar que los mástiles de los dos barcos chocaran
entre sí, provocando que Jack perdiera el equilibrio y cayera con cofre
y todo.

—¡Noooooo! —gritó Davy Jones, arrojándose de pecho sobre mastelero,
logrando enganchar la manija contraria del cofre, quedando el capitán
Sparrow suspendido en el aire, aferrado al otro lado del cofre,
suspendido sobre la inmensa boca del abismo.

Mientras todo eso ocurría, Will, luego de haber derrotado a un
contrincante, se dio cuenta de lo que estaba ocurriendo en lo alto del
mástil del /Holandés Errante/, y comprendió que aquella era su
oportunidad de recuperar el cofre, apuñalar el corazón y liberar a su
padre de una vez por todas.

Entretanto Davy intentó izar el cofre hacia arriba, pero debió desistir
de esa idea al encontrarse con el despreciable y sonriente rostro de
Jack, por lo que decidió arrancar el problema de raíz y, con un enorme
impulso de su brazo, mandó por los aires al pirata, quedándose
finalmente con el cofre.

Para fortuna del capitán Sparrow, uno de los hombres de Jones se cruzó
en su trayectoria aérea y chocó contra él, aferrándose a la cuerda y
quitándole el mosquete del cinturón.

—¡Oye! ¡Es mi pistola! —le dijo, golpeándolo con el mango en la cabeza
para que se soltara del cabo.

Una vez liberado de aquel estorbo, Jack se impulsó hacia el lugar en
donde se encontraba Davy Jones y le disparó certeramente al tentáculo
que le funcionaba como mano para que soltara el cofre, cosa que hizo.

El cofre cayó sobre la cubierta, cayendo sobre la cabeza de uno de los
monstruos marinos, hundiéndosela en al cuerpo y mandándolo directo al
arremolinado mar. Fue en ese momento en que Will cayó sobre la cubierta
del /Holandés/ después de columpiarse desde el /Perla Negra/ y que, al
ver el cofre, lo tomó en sus manos y corrió a través de la cubierta
sorteando explosiones y enemigos, a quienes golpeaba con el cofre para
sacárselos de encima. Desafortunadamente para nuestro joven y apuesto
protagonista, fue interceptado por su propio padre, quien, con un par de
golpes en la cara, lo mandó directo al suelo, obligándolo a soltar el
cofre que fue a parar hacia otra dirección.

Entretanto, el furioso capitán Jones bajó a la cubierta de un salto,
asesinando al soldado que había osado levantar su espada del suelo para
después comenzar a abrirse paso por entre sus propios hombres y enemigos
hacia el lugar en donde se encontraba el cofre que contenía su corazón.

A todo eso, arriba en los mástiles, Jack seguía columpiándose sujeto de
la soga, tratando de dominarla entre los ataques de algunos furtivos
enemigos que se le cruzaban fugazmente por encontrarse en las mismas
condiciones "climáticas" que él.

Para Will las cosas tampoco estaban bien, puesto que se había visto
obligado a pelear contra su propio padre utilizando las espadas. El
pobre muchacho no podía comprender el porqué del extraño accionar de su
progenitor; era como si no pudiera reconocerlo.

—¡Espera! —le pidió desesperado, bloqueando el último ataque—. ¡Soy
Will! ¡Tu hijo…!

Por un momento, Bill pareció reconocerlo, extendiendo su temblorosa mano
hacia la cabeza de su hijo, pero sorpresivamente lo tomó del cabello y
lo lanzó de espaldas contra la pared del castillo de proa, atacándolo
luego con una firme estocada de su espada a la que Will pudo evitar
haciéndose rápidamente a un costado.

Mientras tanto, justo en el momento en que Davy Jones se encontraba a
unos pasos de conseguir el tan anhelado cofre, Jack cayó del cielo, de
pie entre su enemigo y el objeto de sus deseos, sorprendiéndolo.

Disponiéndose a luchar por el dichoso cofre, Jack Sparrow desenvainó su
espada… dándose con el desagradable recuerdo de que ésta tenía la hoja
rota, convirtiéndolo lisa y llanamente en un puñal.

Jones se rió del infortunio de su enemigo e inmediatamente se abalanzó
contra él blandiendo su sable en perfectas condiciones, por lo que Jack
no tuvo más remedio que correr como un desesperado hacia la enorme
palanca que anteriormente le había servido a Jones para llamar al
desaparecido Kraken y utilizarla como una medianera entre él y el
capitán del /Holandés Errante/.

Luego de varios amagues inútiles para atrapar a nuestro escurridizo
protagonista, Davy se sintió como un tonto al seguirle el juego y
decidió utilizar sus poderes como monstruo para fusionarse con la
palanca, avanzando así directamente contra el sorprendido Jack Sparrow,
quien, ni lerdo ni perezoso, tomó con ambas manos dos de los manubrios
de la palanca giratoria y lo hizo dar vueltas como a una calesita.
Diversión que le duró muy poco cuando la palanca se detuvo y tanto Jones
como él se quedaron enfrentados cara a cara. Entonces, con un horrible
chillido y con sus tentáculos contorsionándose como víboras, Jones
espantó a Jack, quien salió corriendo despavorido.

Mientras tanto, Elizabeth había tomado la decisión de seguir a su esposo
sin importar las consecuencias, así que se aferró a una de las cuerdas y
se columpió entre la tempestad hacia el /Holandés/ mientras Jack y Jones
volvían a enfrentarse el uno contra el otro, el primero utilizando un
madero que había sacado de la palanca y el segundo su propia pinza.

A pesar de poner toda su fuerza, destreza y voluntad en el combate, el
madero de Jack fue detenido con la tenaza de Jones para luego
arrebatársela y golpearlo con la misma pinza, lanzándolo de espaldas al
suelo, desmayándolo. Habiéndose quitado aquel molesto estorbo de encima,
Davy Jones se volvió hacia el cofre pero fue Elizabeth quien esta vez se
interpuso entre él y aquel objeto, cayendo parada justo en medio de los
dos luego de haberse columpiado desde el /Perla Negra/.

—¡De mí no esperes nunca compasión por ser una mujer! —le advirtió lleno
de rabia, fastidiado por las interrupciones.

—¡No quiero tu compasión! —replicó la valiente pero ingenua muchacha,
desenvainando el sable de su vaina, dispuesta a luchar contra tan
formidable enemigo. Pero, obviamente, su fuerza no era nada comparada a
la de espectacular enemigo, quien muy pronto le demostró su superioridad
tanto con la espada como con la fuerza física tras unos cuantos cruces
de espada y un bofetón que la lanzó casi sin sentido sobre las escalerillas.

En ese mismo momento, Will había logrado con un par de ágiles
movimientos de espada, quebrar la hoja del sable de su padre,
inutilizándolo contra la pared y poniéndole la espada sobre el cuello
tras haber escuchado el grito de Elizabeth.

—No voy a hacerte daño —le dijo, sacando el cuchillo que su padre le
había entregado la primera vez que se vieron—. Te había hecho una
promesa —y clavó el cuchillo sobre la balaustrada, al lado del
desconcertado Bill Turner, y se marchó para ayudar a su esposa, a quien
Jones estaba a punto de asesinar.

Su intención sólo quedó en eso, puesto que el valiente muchacho lo
atravesó por detrás con el sable, logrando detenerlo a tiempo.

—Muchacho… —le dijo Jones sin volverse—, ¿ya lo olvidaste? ¡En mi no hay
corazón! —exclamó, doblando la hoja de su enemigo con la pinza,
dejándola con la forma de un gancho.

El joven Turner trató inútilmente de desembarazar su espada del cuerpo
de Jones, pero no lo logró, agachándose justo a tiempo para evitar
recibir un veloz espadazo horizontal de su enemigo. Varias veces Davy
Jones intentó herirlo con la espada, pero Will aprovechaba el enorme
cuerpo de su enemigo para escudándose por detrás. La táctica no le duró
mucho tiempo, pues el pirata le dio una formidable patada giratoria en
la cabeza, mandándolo de espaldas contra la balaustrada, medio atontado.

Entonces Jones se abalanzó contra él con la intención de acabar con su
vida, pero le llamó la atención la expresiva mirada que se lanzaron
entre su victima y la muchacha.

—¡Ah! —exclamó sonriendo despectivamente al darse cuenta de lo que había
entre ellos dos—. ¡Amor! ¡Un error fatal!

Se volvió hacia el asustado William Turner.

Uno que se destruye con facilidad… ¡Dime, William Turner! —le colocó la
punta de la espada sobre la garganta—. ¿La muerte te asusta?

—¿Y a ti? —lo interrumpió el reaparecido capitán Jack Sparrow,
obligándolo a volverse para ver que éste tenía su corazón amenazado con
la espada rota.

Sorprendido, Jones miró hacia el cofre que Jack había abierto sin que él
se hubiera dado cuenta. Will y Elizabeth se miraron llenos de felicidad.
¡Jack los había salvado de una muerte segura! ¿Qué había ocurrido? Pues
mientras Davy Jones perdía el tiempo luchando contra la hija del
gobernador, Jack había vuelto en sí justo a tiempo para ver pasar frente
a él el tentáculo con la llave que le había rebanado a Jones

Es extraño sostener una vida en la mano, ¿no lo crees? —le dijo Jack,
sonriendo triunfalmente

—¡Eres un despiadado, Jack Sparrow! —se quejó el malvado pirata.

—Eso depende de la perspectiva —replicó con la mirada muy seria.

—¿Tú crees? —y de un solo movimiento, se dio media vuelta y le enterró
la espada en el pecho de Will ante el horror de Elizabeth y Jack,
dejándosela ensartada antes de volverse hacia los otros dos, riéndose
burlonamente ante la agonía del muchacho.

XOX

Alrun permaneció en completo silencio con la cabeza gacha, arrodillada
frente al cuerpo de su valiente custodio, llorando desconsoladamente
hasta que la diosa Calypso intervino.

—¡Ja, ja, ja! ¿Ya se te acabaron las fuerzas, Guardiana Sagrada de
Asgard? Me lo imaginaba… Si no pudiste salvar la vida de tu protector,
mucho menos podrás hacerlo con las de tu hija y tu amante… —y luego
agregó con crueldad—: Eres una inútil como guardiana, inútil como amante
e inútil como madre… ¿Acaso no te diste cuenta de que tú serás la única
culpable de la muerte de tus seres queridos? Si no pones todo tu
corazón, tu alma y tu vida en esto, ten por seguro que lo perderás todo,
inútil elfo… —Sonrió maliciosamente—. Realmente no sé qué diablos vieron
ese humano y ese elfo en ti, eres realmente patética.

La Guardiana dejó de llorar, el desesperado gesto de su rostro había
cambiado completamente por una de mucha rabia, dolor y determinación. Se
levantó lentamente con los puños crispados hasta mirar a la diosa a la
cara. Sus ojos azules brillaron intensamente. Alrun era ahora otra persona.

—Vaya… Hasta que por fin despertó —sonrió la diosa.

—¡ATAQUE FINAL DEL GUARDIÁN SAGRADOOO! —gritó la elfo, explotando su
dorado ki sagrado por todo su cuerpo y e impulsando todo tu poder en
contra de su enemiga.

—¡¿CREES QUE PODRÁS VENCER A UNA DIOSA, ELFO PATÉTICA? ¡TE DEMOSTRARÉ
QUE NO ERES ABSOLUTAMENTE NADA PARA MÍ! —exclamó Calypso, encendiendo
ella también su ki sagrado, recibiendo de lleno el ataque de Alrun—.
¡Ja, ja, ja! ¿Lo ves? ¡Ni siquiera puedes tocarme! ¡Yo soy una Diosa y
tú una simple elfo!

Furiosa, Alrun no se dejó intimidar otra vez por esas palabras,
simplemente apretó los dientes y puso todo su ser en aquel ataque, pues
sabía que la vida de su hija dependía de su determinación para ganar.

"¡Hija! —pensó—. ¡Ganaré esta batalla aunque tenga que dar mi vida a
cambio!".

—¡AAAAAAAAAAAAHHHHHH! —gritó como nunca antes lo había hecho, poniendo
su propia alma en aquel ataque, intensificándolo extraordinariamente.

—¡Es inútil! ¡Jamás podrás derro…! ¡! ¿¡QUÉ! —la diosa Calypso sintió
como aquel insignificante ataque había crecido repentinamente en tamaño
y poder, rompiendo su defensa para finalmente impactar contra su cuerpo,
arrasándola si piedad.

¡No puede ser! ¡Una simple elfo no puede derrotarme asíiiiiiii! —gritó,
desapareciendo dentro del poder, desintegrándola en un instante como si
fuera un papel arrojado a las brasas.

Finalmente, Alrun había vencido.

La Guardiana Sagrada sonrió débilmente y, sintiendo que la energía la
abandonaba al igual que la vida, cayó pesadamente sobre la arena cuan
larga era, dedicándole su último pensamiento a su pequeña hija.


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