Fanfic Piratas del Caribe -Bajo la Espada de Odìn- *Capítulo 45: Furia de Titanes*

                                           Resumen de la historia: El capitán Jack Sparrow comete el gran error de ponerse un anillo maldito que lo transformará en mujer y le traerá un sin fin de problemas tanto a él como a quienes lo rodean, amigos y enemigos. Una elección que cambiará la vida y los destinos de todos, en especial del Comodoro James Norrington y el mismo Jack. Esta historia está ambientada después de la primera película y desarrollada durante la segunda y tercera película. Una historia larguísima pero muy entretenida, con drama, humor, acción y romance. ¡Que la disfruten!



*PIRATAS DEL CARIBE: BAJO LA ESPADA DE ODÍN*

ÚLTIMA PARTE: LA BATALLA FINAL


Beckett quiere gobernar el mundo;Morgan quiere asesinar a todos;Jack y jacky quieren ser uno solo;Will quiere liberar a su padre;Isabel quiere vengar a sus padres;James quiere encontrar el perdón. ¿Quién lo logrará?Cont de El Libro del Destino. EL FINAL

Género: drama, amistad, acción, suspenso, humor, romance, violencia, aventura, fantasía, erotismo
Pareja: Jacky Sparrow/James Norrington. Elizabeth Swan/Will Turner
Personajes: Jack Sparrow/Jacky Sparrow, James Norringon, Elizabeth Swan, Will Turner, Hector Barbossa ¡y muchos más!
Calificación: para mayores de 18 años
Cantidad de palabras: variable
Duración: 67 capítulos la primera parte, 57 la segunda parte y 51 la última parte.
Estado: finalizado (Publicada en Fanfiction el 17 de Agosto del 2009 hasta el 21 de Marzo del 2011)
Escritora: Gabriella Yu
Mi estilo: estoy influenciada tanto por el anime, los dramas asiáticos y la literatura universal. Me gusta hacer pasar a los personajes por duras pruebas.
Aclaraciones: Esta historia la escribí hace más de 10 años, es muy entretenida, no se arrepentirán de haber perdido el tiempo en leerla. Le tengo mucho cariño porque fue una rara mezcla que logré hacer con el drama, humor y acción. 
IMPORTANTE: contiene escenas subidas de tono XD


*Capítulo 45: Furia de Titanes*


Teague Sparrow salió hacia el pasillo junto con los demás y, luego de
mirar de un lado a otro, se recostó cómodamente de espaldas contra la
pared mientras improvisaba unas notas en su guitarra.

—No tengo idea hacia dónde se fue mi pichoncita —dijo con aparente tono
de tranquilidad.

—Creo que tengo una ligera idea de a dónde se fue —replicó Christian un
tanto pensativo.

—¿Ajá?

—Mucho me temo que se fue hacia el puerto para tomar un barco y
perseguir a Norrington.

Teague se rió suavemente mientras negaba con la cabeza.

—¡Esa tonta gorrioncita mía! ¿Cómo espera encontrar un barco cuando
todos se fueron a la guerra? ¡Ah, el amor!

El doctor Jacobson estaba por decir algo cuando la pequeña Alwine le
tironeó la manga de la camisa para llamar su atención.

—Papi…

—¿Si, pequeña? ¿Qué pasa? —se inclinó sonriéndole cariñosamente.

—Billy se acaba de ir hacia allá —Señaló en dirección al puerto.

—¿Cómo? —se irguió sorprendido—. ¡Ése chico! Me sorprende tanta
fidelidad a su edad.

—No hay muchos de esos en estos tiempos —dijo el capitán, apartándose de
la pared—. ¿Vamos a buscarlos y los traemos de las orejas?

—Vamos —asintió sonriente, y le tendió la mano a la niña—. ¿Vamos a
buscarlos, pequeña mía?

—¡Sí! —asintió llena de felicidad.

Un fuerte viento soplaba sobre la playa de pálidas arenas en donde dos
mujeres se encontraban frente a frente a varios metros de prudencial
distancia. Sus vestidos y cabellos se ondulaban libremente al compás del
viento como si danzaran un baile que nada tenía que ver con las frías
miradas llenas de rencor y determinación que tenían ambas mujeres.

La dueña de los cabellos negros sonrió despectivamente.

—¿Y bien? ¿Aún estás decidida a detenerme? Podrías morir…

—Eso no importa —respondió la rubia—. Haré lo que sea para derrotarte,
incluso dar mi vida si es necesario.

La diosa Calypso no pudo reprimir una carcajada de burla.

—¡Ja, ja, ja! ¡Qué ilusa eres! —la miró fijamente, sonriendo—. ¿Crees
poder derrotar a un dios? A pesar de ser yo una diosa menor, eso no
quiere decir que mi poder sea menos que la de una simple elfo mágica.
¿Aún así quieres seguir con esto?

—Sí. Y sé muy bien que te derrotaré.

Aquella aseveración no hizo más que enfurecer a la diosa, borrándosele
la sonrisa y frunciendo el rostro.

—¡ERES UNA ESTÚPIDA IMPERTINENTE! —gritó, alzando la palma de la mano y
lanzándole una poderosa onda de energía.

Alrun consiguió cruzar los brazos como si fueran un escudo antes de
recibir el impacto que la lanzó hacia atrás cayendo luego al suelo para
ser arrastrada varios metros sobre la arena.

Aunque le dolía y temblaba todo el cuerpo, pudo levantarse con sus ojos
celestes encendidos con al llama de la determinación.

—No importa lo que me hagas —dijo—. ¡No me rendiré jamás! ¡ATAQUE
GLACIAL DE ASGARD!

Al gritar esto, llevó grácilmente sus manos hacia el cielo, cruzándolas
sobre su cabeza y comenzó a girar sobre si misma como si fuera una
delicada bailarina de ballet, contrastando con su fiero ataque, pues su
cuerpo provocó una intensa ventisca helada y casquetes de hielo
comenzaron a tapar las arenas hasta alcanzar a Calypso, congelándola en
el acto y convirtiéndola en una fría estatua de hielo.

—Por fin lo logré —murmuró Alrun.

Pero apenas terminó de decir esto, notó con horror que el duro casco de
hielo que había aprisionado a la diosa comenzó a partirse por todos lados.

—¡¿Qué? —exclamó sorprendida, entonces la aparentemente capturada diosa
Calypso hizo estallar su armadura de hielo, convirtiéndola en bellísimos
cristales que comenzaron a caer sobre todo el lugar como si fueran gotas
de lluvia.

—¡Ouch! —se quejó la elfo al sentir que uno de esos cristales le había
cortado la mejilla, llevándose la mano sobre la herida.

—¿Creíste que ibas a detenerme con ésa técnica tan débil, Alrun? —se
burló la que antes había sido Tia Dalma—. Me decepcionaste, pensé que
eras más fuerte.

—¡Aún no te he demostrado todo mi poder! —replicó ofendida.

—¿Aún no? ¿Y qué esperas para hacerlo? —su rostro se ensombreció con una
sonrisa siniestra—. ¿O acaso esperarás a la muerte de tu hija?

Los dientes de Alrun chirriaron y sus puños se crisparon al escuchar
semejante sentencia.

—¡Basta! —gritó, y rápidamente formó una bola azul de energía en la
palma de su mano y la lanzó fuertemente en contra de su enemiga.

—¡Bah! Pero qué tonta —dijo la otra y, sin esforzarse siquiera, hizo a
un lado la bola de energía de un suave manotazo—. ¿Seguirás insistiendo
con éstas técnicas tan débiles? —Sonrió maliciosamente—. ¿Qué te parece
si te muestro algo realmente poderoso?

Y sin darle tiempo a nada, Calypso extendió los brazos hacia los
costados y exclamó:

—¡Recibe la furia de la diosa Calypso!

En un abrir y cerrar de ojos, el hielo que Alrun había provocado con su
ataque anterior, se quebró en millones de pedacitos tomando la forma de
grandes agujas de hielo que fueron lanzadas inmediatamente contra la
elfo, lastimándola por todo el cuerpo.

Sangrando, con la ropa hecha jirones y temblando de pies a cabeza, Alrun
cayó de rodillas al suelo, adolorida.

—¡Ja, ja, ja! ¿Ves? ¡Soy demasiado para alguien como tú! —se burló la
diosa, luego se le quedó mirando con una mescla de compasión y
desprecio—. ¿Por qué mejor no renuncias y recibes la muerte junto con
todos los demás? Te aseguro que te será mucho menos doloroso.

—… No me rendiré… —replicó la obstinada guardiana y, haciendo uso de
toda su fuerza, se puso trabajosamente de pie, tratando de mantenerse
así a pesar de que se sentía desfallecer.

Yo nunca me rendiré… Yo tengo por quien luchar… —afirmó, clavándole la
mirada.

Aquella mirada llena de lástima colmó de ira a la diosa. ¿Cómo se
atrevía esa ser sobrenatural a mirarla de esa manera?

—¡Quita esa maldita mirada de tu rostro! —gritó, lanzándole una bola
resplandeciente de poder que dio de lleno sobre el cuerpo lastimado de
la elfo.

Alrun se tambaleo, pero resistió valiente y tercamente al ataque,
volviendo a levantar la cabeza para contemplar firmemente a Calypso,
encendiendo aún más su furia.

¡Te dije que quitaras esa horrible mirada de tu rostro! —repitió la
diosa, comenzando a mover su brazo derecho como si tuviera un látigo
invisible, golpeando y cortando el cuerpo de la valiente elfo con
invisibles ráfagas de poder.

Cuando terminó el castigo, los cabellos rubios de Alrun estaban
alborotados sobre su rostro, su vestido blanco estaba hecho girones y
manchado en sangre, apenas podía estarse de pie y no paraba de temblar
por el dolor y el esfuerzo de mantenerse en pie.

—… Yo… no me… rendiré jamás… —insistió a duras penas.

—Pobre tonta… —la diosa Calypso levantó la palma de la mano hacia la
elfo—. En ese caso deberé acabar ahora mismo con tu sufrimiento… ¿Estás
lista para recibir a la muerte, Guardiana Sagrada?

—…Yo… no… me… rendiré…

La ex pitonisa sonrió despectivamente.

—Bueno, te rendirás cuando estés muerta —y lanzó una gran bola de poder
desde la palma de su mano, decidida a exterminarla de una buena vez.

"¡Alwine! ¡Mi querida hija! ¡Perdóname! —pensó llena de angustia,
cerrando sus humedecidos ojos, preparada para recibir el golpe fatal—.
Quise ayudarte y lo único que conseguí fue acortar tu vida… Mi querida
niña, ¡pronto nos reuniremos con tu padre en el Valhalla!".

—Espero que no te hayas equivocado con lo que me dijiste, "Pequeño Tom"
—le advirtió el capitán Seagull Hood mientras se acercaban a la costa de
la Isla del Naufragio a bordo del /Pícaro Brabucón/.

—Juro por mi vida que vi al hermano menor de Morgan dirigirse hacia aquí
—insistió el aludido, un hombre grandote y fortachón pero de mirada
dulce y bondadosa.

—Me hubiera gustado que me lo contaras antes de haber zarpado —se quejó
mientras observaba detenidamente la costa con el catalejo buscando el
dichoso barco de "Sangre Negra".

—Lo que pasó… Es que… —se retorció nerviosamente las manos mientras
bajaba la cabeza muy avergonzado.

Seagull lo miró y sintió compasión por él, así que le dio unas cariñosas
palmaditas en la espalda para calmarlo.

—Ya sé. Ya sé. Te olvidaste, ¿verdad? ¡Ja, ja, ja! ¡Tus olvidos son tan
legendarios como tu asombrosa fuerza, "Pequeño Tom"!

Y ambos se rieron con ganas, como los viejos amigos que siempre habían sido.

—¿Herr capitán no ayudará a fraulein Jade? —quiso saber el doctor Adler,
no muy de acuerdo con aquella decisión que había tomado Seagull.

—¡Mi querido herr doctor, se preocupa usted demasiado por el honor!
—exclamó lleno de energía mientras le rodeaba los hombros con el brazo
al igual que al preocupado McGiven—. ¡Quita esa cara, mi estimado
contramaestre! No tienen nada de qué preocuparse porque sólo yo me
quedaré en esta condenada isla y ustedes regresarán a la batalla para
salvaguardar nuestro honor. ¿Qué les parece? —Luego, preocupado, se
acercó a la baranda para acodarse en ella con gran pesar
(melodramáticamente hablando)—. ¿Qué será de la pícara Jacky, de los
inocentes niños, del viejo pirata, de la hermosa elfo y del atractivo
doctorcito si no estoy ahí para defenderlos de ese sanguinario asesino?
—Giró repentinamente hacia sus compañeros, sobresaltándolos, y agregó
con gran ímpetu mientras se llevaba el puño cerrado al corazón como si
estuviera recitando un gran discurso—. ¡No es digno del gran y honorable
capitán Seagull Hood abandonar a los que lo necesitan!

Sus amigos se miraron entre ellos, comprendiendo de inmediato los
motivos escondidos de su capitán: siempre sucedía lo mismo cuando perdía
la cabeza por alguien, (cosa que solía ser muy seguido).

—Puede irse tranquilo, capitán. Nosotros seguiremos con la batalla
—asintió el cansado McGiben.

—¡Mis estimados amigos! ¡Nunca olvidaré esto! —les dijo, y de un salto
cayó dentro del bote que había sido preparado para el desembarque.

—¡Cuídese mucho, herr capitán! ¡Morgan es un sujeto muy peligroso!
—Adler le previno mientras Hood bajaba al agua.

—¡Regresa completo y con vida, querido amigo! —exclamó el "Pequeño Tom".

Seagull Hood nada dijo, pero se despidió con la mano, sonriéndoles con
gran aprecio. Él también esperada regresar en una sola pieza.

—¡¿Qué? —exclamó la diosa, retrocediendo un paso, asombrada.

Su ataque había sido interceptado.

Alrun alzó la cabeza y… ¡no podía creerlo! ¡Allí frente a ella estaba
Egmont, su protector!

Y así era, el elfo que siempre la había servido y acompañado durante
siglos y al que ella había creído muerto, estaba valientemente de pie
frente a ella haciendo de escudo ante el ataque de Calyso, siendo él el
que había recibido el ataque con su espada. Su largo cabello negro atado
en la nuca con una cina azul también bailaba al compás del viento, sus
ropas, otrora igual que las de su Señora, ahora eran otras, hechas para
la batalla: botas, calzones ajustados, un blusón, un cinto, una capa que
caía sobre sus hombros, muñequeras y un peto de plata que protegía su pecho.

—¡Egmont…! —exclamó, entre incrédula y aliviada.

—No tema, mi Señora —le dijo el elfo sin volverse, manteniendo los ojos
fieramente puestos sobre la diosa—, estoy aquí para protegerla, como
siempre.

—… ¿Pero cómo… llegaste hasta aquí…?

—Pude llegar a tiempo gracias al dragón Fafnir, mi señora. Salté de su
lomo justo antes de que la diosa Calypso lanzara su poder.

Esbozando una hermosa sonrisa de satisfacción, Alrun miró hacia arriba y
creyó ver al legendario dragón volar entre las nubes, como si los
estuviera esperando para regresar juntos hacia las heladas y solitarias
tierras de Asgard. ¡Al final Morgan no había podido acabar con ellos!

Suspirando aliviada, Alrun se dejó caer de rodillas al suelo.

—Terminó la pantomima, ¿verdad? —Calypso llamó su atención.

—¿A qué se refiere? —quiso saber el elfo, siempre a la defensiva.

—Sé que prepararon todo esto para que esa mujer permaneciera un tiempo
al lado de su hija. Dejaron que ese pirata tomara la espada de Odín para
así tener la excusa perfecta para salir de los límites de Asgard. ¿O me
equivoco?

Alrun y Egmont se le quedaron mirando con la rabia pintada en sus rostros.

—¿Y eso a usted qué le importa? —replicó el valiente elfo, enfureciendo
a la diosa.

—¿¡Cómo te atreves a hablarme de esa manera, criatura impertinente!
¡Toma! —gritó, alzando ambos brazos hacia el cielo—. ¡FURIA DE CALYPSO!

Entonces, una fuertísima ráfaga de viento cortante se dirigió hacia
Egmont y Alrun para acabarlos, pero el elfo creó rápidamente una especie
de campo de energía transparente con la mano izquierda mientras que con
la otra seguía sosteniendo la espada, defendiendo valientemente a su
señora, quien aún se encontraba escudada detrás de él.

—¡Bah! ¿Crees que con eso lograrás evitar mi castigo? ¡AH! —exclamó,
aumentando más y más la potencia de su ataque.

Egmont sintió el cambio casi de inmediato, pues comenzó a ser arrastrado
lentamente por el poder de la diosa. Aún así, no deshizo el capo de
energía y se mantuvo firme en su deber como protector de Alrun.

Calypso sonrió divertida y aumentó más y más el poder de su ataque hasta
que comenzó a atravesar poco a poco el escudo de defensa del elfo, pero
éste seguía presentándole batalla recibiendo él mismo las pequeñas
ráfagas de viento cortante que lograban introducirse por su campo de
energía, cortándole la piel y las ropas.

—¡Egmont! —dijo la elfo, preocupada por el bienestar de su compañero.

—¡N-no se preocupe, mi señora! —le contestó éste—. ¡Estoy aquí para
defenderá aún a costa de mi propia vida!

—Egmont… —repitió en voz baja, conmovida por sus fieles palabras llenas
de pasión.

—¡Ja, ja, ja! ¿Así que estás dispuesto a dar tu vida por esa mujer,
elfo? —se burló Calypso—. ¡Bueno! ¡A ver qué te parece esto!

Y aumentó tan alto la fuerza de su poder que hizo trizas el campo
protector, levantando a la pareja por los aires y lanzándolos
fuertemente de espaldas contra la pared de un risco, cayendo luego de
bruces al suelo, adoloridos, heridos y semiinconscientes.

—Bueno, creo que llegó el momento de poner punto final a esto —declaró
la poderosa diosa Calypso, alzando la mano para ejecutarlos con un
último poder mientras caminaba lentamente hacia ellos.

A duras penas Egmont volvió su cabeza hacia la desmayada Alrun y recordó
lo mucho que la amaba, todo el dolor que le había provocado al
traicionarla y que, principalmente, era el responsable de su bienestar.
Entonces, para la sorpresa de Calypso, él reunió todas las fuerzas que
le quedaban y comenzó a levantarse lenta y temblorosamente hasta que
logró ponerse de pie, aún con la espada en su mano, terco como una mula.

—N-nunca permitiré que le hagas daño… —dijo—. ¡MORIRÉ POR ELLA SI ES
NECESARIO!

—¡E-egmont…! —exclamó la débil Guardiana Sagrada, volviendo
dificultosamente el rostro hacia su protector.

Dando un feroz grito de batalla, el decidido elfo dio un enorme salto
hacia la diosa, atacándola fieramente con la espada dando varios golpes
en diferentes direcciones que desafortunadamente Calypso logró
interceptar sin ningún esfuerzo utilizando simplemente las muñequeras
doradas como escudo.

—¡Bah! ¿Eso es único lo que puedes hacer después de todo lo que dijiste?
—se burló.

—¿Qué? —exclamó, atónito ante el inmenso poder de aquella diosa.

No tuvo más tiempo para sorprenderse, puesto que Calypso le lanzó un
poder con la palma de su mano, golpeándolo en el estómago y lanzándolo
nuevamente contra le pared del risco, incrustándolo en él como si fuera
un meteorito.

—¡Egmont! —gritó Alrun desde el suelo, pero él no respondió.

—¡Ja, ja, ja, ja! —se rió la ex pitonisa—. ¿Se dan cuenta de que no
pueden derrotarme? —Su rostro se volvió extrañamente maligno,
apuntándolos con el dedo—. ¡Tú y tu guardián morirán junto con todos los
demás!

Y sin poder evitarlo por más tiempo, Alrun comenzó a llorar
silenciosamente al sentirse completamente impotente al no poder ayudar a
su hija y también a… él.

—¿Crees que no me he dado cuenta del verdadero fin que siempre tuviste
al haber revivido a Christian Jacobson, Guardiana Sagrada? —le reveló la
diosa Calypso, sorprendiéndola.

—¿Q-qué…?

—No te hagas la inocente. Soy una diosa y veo todo lo que pasa a mi
alrededor —la penetró con la mirada—, incluso las segundas intenciones
que se esconden en los corazones de las personas… Incluyendo al tuyo.

—¡Oh!

Egmont, quien recién había recuperado el conocimiento, apenas pudo
escuchar las últimas palabras pronunciadas por la diosa, pero fue
suficiente como para tratar de prestar toda la atención que pudo.

—¿A-a qué te refieres? —quiso eludirla la elfo.

—¿Aún insistes con los mismo? Tal vez necesitas que te refresque la
memoria… —sonrió maliciosamente—… sobre tu pasado y también sobre el
hombre que alguna vez amaste con todo tu ser.

Al ver que Alrun nada decía, Calypso siguió:

—Sé que reviviste a Jacobson no sólo para que cuidara a tu hija Alwine,
sino también para que el alma de Philippe Deneuve viva dentro de su
cuerpo y tenga la oportunidad de estar junto a su hija.

Egmont abrió grandemente los ojos al escuchar aquello. Desde un
principio él había estado en desacuerdo cuando Alrun decidió revivir a
Christian Jacobson porque ella podría ser castigada por el Sagrado
Consejo de Elfos, pero al haber revivido también a escondidas al hombre
que había sido ejecutado por el Consejo, no haría otra cosa más que
empeorar su situación, pero… Pero eso no era todo, lo difícil era
aceptar que ella le había mentido al ocultarle la verdadera razón de la
resurrección de Jacobson y que también lo había utilizado, poniendo su
vida en peligro.

—Dime, Guardiana Sagrada de Asgard: ¿no es verdad lo que acabo de decir?

Acodada sobre el suelo, Alrun agachó la cabeza.

—Sí… Al revivir a Jacobson, también reviví a Philippe junto con él. Ése
era mi verdadero objetivo desde un principio… ¡Yo soy capaz de hacer
cualquier cosa por él! —gritó entre sollozos—. ¡Murió por mi culpa! ¡Mi
culpa!

Y rompió a llorar amargamente, golpeando impotente el suelo con sus
puños y conmoviendo el corazón de Egmont a pesar de que éste se sentía
traicionado por ella.

—… M-mi señora… —murmuró.


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