Mundo Star Wars: Aprendiz de Jedi Volumen 11. CAZA LETAL -Capítulo 2-

                                                              



Antes del “Episodio I”
Antes de "La guerra de las galaxias" La historia de Obi-Wan Kenobi
***

La paz por encima de la ira El honor por encima del odio
La Fuerza por encima del miedo

***

Nadie sabe su nombre, ni cuándo atacará. Sólo se sabe que es una cazarrecompensas peligrosa y letal, y que su última misión
la ha traído a Coruscant, hogar de los Jedi.

Su objetivo:
un viejo amigo de Qui-Gon Jinn.

Qui-Gon y su aprendiz, Obi-Wan Kenobi, intentan capturarla, pero fracasan.

Ahora, ellos también son su objetivo…



Capítulo 2

Cuéntame —dijo Qui-Gon—. Sabes que te ayudaré si puedo. Didi respiró hondo.

—Hace dos días estuvieron a punto de secuestrarme. Yo iba andando tranquilamente por la calle cuando una mujer con una armadura de plastoide se abalanzó sobre mí desde atrás. Una especie de látigo me atrapó y comenzó a arrastrarme hacia ella. Por suerte, había por allí un pirata de Cavrilhu. Estaba enfadado porque la mujer le había roto el visor al pasar. Se enfrentó a ella con una enorme vibrocuchilla y la mujer escapó. Pero le soltó un latigazo de recuerdo antes de irse.

¿Quién era esa mujer? —preguntó Qui-Gon.

—Una cazarrecompensas —dijo Didi en un susurro—. Pregunté por ahí. Conozco a todo el mundo en este sector. Nadie sabe de dónde es, pero es humanoide.

La noticia dejó desolado a Qui-Gon. Didi siempre se las había apañado para quedarse en el lado bueno de la ley, o casi. Qui-Gon miró a su amigo fijamente.

¿Una cazarrecompensas? ¿Y por qué te busca?

—No me busca a mí, lo juro —dijo Didi con convicción—. Puede que entre mis clientes haya algunas criaturas de dudosa reputación, pero yo no soy un criminal. Tú lo sabes, amigo mío. Está bien, de acuerdo —dijo antes de que Qui-Gon pudiera hablar—, puede que alguna vez haya comprado en el mercado negro. Quizás haya apostado un par de veces, pero eso no significa que quebrante la ley.

Qui-Gon suspiró.

—Para ti es contraproducente jugártela así en Coruscant, Didi.

¡Claro que sí! ¡Lo sé perfectamente! —exclamó Didi, asintiendo frenéticamente—. Pero sé que la cazarrecompensas no iba a por mí. Seguro que el gobierno de algún planeta me ha confundido con otro. Esas cosas pasan,

¿sabes?

Qui-Gon vio la incredulidad en el rostro de Obi-Wan. Sabía que su padawan no confiaba en Didi. No conocía la generosidad de su corazón ni cómo se ocupaba de los muchos seres que poblaban su cafetería sin que ellos se enteraran. Una de las lecciones que Obi-Wan tenía que aprender era ver más allá de las apariencias. Y quizás ésta era la ocasión.

¿Qué quieres que haga, Didi? —preguntó Qui-Gon.

—Habla con ella y dile que ha habido un error. Convéncela de que soy inocente

—dijo Didi en tono grave.

¿Cómo puedo encontrarla? —preguntó Qui-Gon.

Obi-Wan le miró incrédulo. Qui-Gon respondió con una mirada más expresiva que cualquier palabra. Espera, padawan.

 

—Sé dónde se aloja. En un hostal que no está muy lejos —dijo Didi rápidamente—. Podríais ir ahora mismo. Es un favor mínimo para un Jedi. No tardaréis ni cinco minutos. Le resultará facilísimo a alguien tan sabio y tan fuerte como tú. Ella no podrá hacer caso omiso de un Jedi. Sabes cuánto te aprecio, Qui- Gon. Jamás te pondría en peligro. Tu vida ha de ser larga porque yo te valoro mucho.

A Qui-Gon le brillaron los ojos.

—Ya, ya. Mi vida ha de ser larga porque te conviene, Didi.

¡Ja! Y además eres listo. La sabiduría Jedi siempre puede conmigo. Pues claro que no lo digo sólo por mí —dijo Didi apresuradamente—. Hay muchos que dependen de ti. Como tu padawan. ¿No es así, Obi-Wan?

A Obi-Wan no parecía gustarle que Didi le incluyera en la conversación.

—Perdóname, Didi —dijo—, pero si eres tan inocente, ¿por qué no vas tú mismo a ver a la cazarrecompensas? Pídele que te haga un escáner de retina o enséñale tu documentación. Podrías aclarar el tema en cuestión de segundos.

—Sería un buen plan si yo no fuera tan cobarde —dijo a Obi-Wan con seriedad. Luego se volvió hacia Qui-Gon—. Ya ves cómo te adora. Igual que yo. Cuestionas el afecto que te tengo, y eso me duele —Didi se secó los ojos secos con un pañuelo que cogió de un montón en el escritorio.

—Vale, Didi —dijo Qui-Gon divertido—. Déjate de escenitas. Iré a ver a la cazarrecompensas.

Didi sonrió.

—Se hospeda en el Hostal Aterrizajes Suaves, que está situado en el tercer Cuadrante del Senado, en la calle Cuarto de Luna.

—Volveremos enseguida —dijo Qui-Gon—. Intenta no meterte en más problemas mientras tanto.

—Me quedaré aquí y seré muy bueno —le garantizó Didi.

Los Jedi se abrieron paso por el atestado café y salieron a la calle.

—No lo entiendo —comentó Obi-Wan en cuanto salieron—. ¿Por qué te fías de él? ¿Qué pasa si Didi cometió un delito y te está utilizando para quitarse de encima a esa mujer? Su historia no tiene mucho sentido. Los cazarrecompensas pueden carecer de principios, pero rara vez cometen errores. ¿Por qué has aceptado?

—Puede que tú no te fíes de Didi, pero yo jamás le he visto mentir —respondió Qui-Gon tranquilamente—. Y tiene razón cuando dice que conoce a todos los criminales de Coruscant, pero él no es uno de ellos.

—Maestro, no me corresponde cuestionar tus decisiones —dijo Obi-Wan—, pero me parece que nos estamos metiendo en algo que podría ser peligroso, y no es un problema que concierna a los Jedi. Estamos hablando de un hombre que trata con criminales y demás escoria galáctica para obtener información que posteriormente vende al mejor postor. Si vives en ese tipo de mundo, te mereces todo lo que te pase.

—Puede que tengas razón —dijo Qui-Gon.

—No entiendo por qué le ayudas —dijo Obi-Wan frustrado. Qui-Gon dudó un instante.

—Porque es mi amigo.





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