Mundo Star Wars: Aprendiz de Jedi Volumen 11. CAZA LETAL -Capítulo 10-

                                                                                 



Antes del “Episodio I”
Antes de "La guerra de las galaxias" La historia de Obi-Wan Kenobi
***

La paz por encima de la ira El honor por encima del odio
La Fuerza por encima del miedo

***

Nadie sabe su nombre, ni cuándo atacará. Sólo se sabe que es una cazarrecompensas peligrosa y letal, y que su última misión
la ha traído a Coruscant, hogar de los Jedi.

Su objetivo:
un viejo amigo de Qui-Gon Jinn.

Qui-Gon y su aprendiz, Obi-Wan Kenobi, intentan capturarla, pero fracasan.

Ahora, ellos también son su objetivo…



Capítulo 10

Mientras entraban en las frescas estancias del Templo Jedi, Qui-Gon percibió el alivio que Obi-Wan intentaba ocultar. El chico estaba agotado. Qui-Gon no sabía que aquella breve parada para ver a Didi iba a desencadenar aquel enrevesado misterio que ahora se veían obligados a desvelar.

—Yo no planeé esto, padawan —le dijo—. Sólo quería pasar a saludar a un amigo.

Obi-Wan asintió.

—Pero ese amigo estaba en peligro. No podías negarte a ayudarlo.

—A ti no te pareció bien —dijo Qui-Gon.

El Maestro Jedi vio la indecisión en el rostro de Obi-Wan. Conocía bien esa expresión. Obi-Wan odiaba decepcionarle. Pero jamás le mentía.

—No —dijo—. Al principio no. Pero ahora sí. Siempre dices que tengo que conectar con la Fuerza, y cada vez entiendo mejor lo que quieres decir. Mi primer impulso fue alejarme de Didi —Obi-Wan miró a su Maestro a los ojos—. Estaba cansado, tenía hambre y no me cayó bien Didi. Pensé en mis propias necesidades, y ahora entiendo lo que querías decir. Didi tiene sus defectos, pero es buena gente. Es sólo que me cuesta un poco ver esas cosas. Ojalá no fuera así

—dijo Obi-Wan con voz entrecortada.

—No seas tan duro contigo mismo, padawan —dijo Qui-Gon lentamente—. Es algo que puede convertirse en un defecto si no tienes cuidado, porque sentir ira hacia uno mismo es algo destructivo. Todos los seres vivos pueden ser impacientes y largarse a la primera de cambio, evitando involucrarse. Es un impulso natural. Somos criaturas amantes de la paz y la tranquilidad, pero también somos Jedi. No es nuestra propia paz y tranquilidad lo que debe motivarnos. Nosotros nos hemos consagrado a un bien mayor, pero recuerda siempre que la paz y la tranquilidad de un único ser vivo también es lo que nos debe motivar.

Obi-Wan asintió. Qui-Gon le colocó suavemente una mano en el hombro.

—Come algo, padawan —dijo—. Voy a hablar con Yoda y con Tahl.

Qui-Gon percibió que el hambre y el cansancio de Obi-Wan se enfrentaban con su deseo de quedarse con su Maestro.

¿Seguro que no me necesitas?

—Cuando te necesite, iré a buscarte —dijo Qui-Gon—. Y tú necesitas un poco de comida y descanso. Después proseguiremos.

Dejó a Obi-Wan de camino al comedor y se dirigió a la Estancia de las Mil Fuentes, donde iba a encontrarse con Yoda y con Tahl. Se había citado con ellos allí a través del intercomunicador.

El aire fresco y húmedo le sentó mejor que comer. Sus ojos se posaron sobre la multitud de sombras verdes que provocaban las plantas y los árboles dispuestos a lo largo de los diversos senderos. Se detuvo un instante para regocijarse en la

 

belleza que le rodeaba. Cogió aire varias veces, concentrándose en las verdes sombras, el murmullo de las fuentes y el olor de la exuberante vegetación y de las flores. Se quedó prendado del momento, dejando que llenara su corazón y su mente. Después retomó el sendero hacia Yoda y Tahl.

Estaban sentados en uno de los bancos favoritos de Yoda, junto al cual un arroyuelo de piedrecitas blancas provocaba un murmullo musical. Tahl le oyó llegar y se giró hacia él.

—Espero que hayas dejado a Obi-Wan ir a comer algo decente —dijo divertida antes de que él dijera nada—. El pobre siempre está pasando hambre.

Qui-Gon sonrió. Tahl nunca saludaba. Siempre empezaba directamente alguna conversación.

¿Te das cuenta de que en lugar de saludarme siempre empiezas acusándome de algo? —dijo él, sentándose en el banco de enfrente.

Tahl sonrió.

—Claro. Si no ¿cómo voy a mantenerte en guardia?

Qui-Gon contempló el encantador rostro de Tahl. Sus ojos ciegos de color verde y dorado estaban llenos de alegría. Hubo un tiempo en el que no podía mirarla sin afligirse. Sólo ver la cicatriz blanca que marcaba su piel color miel le hacía daño. Pero llegó a darse cuenta de que Tahl había aceptado su destino y lo había asimilado. Y su amistad era valiosísima para él.

—Le he dejado en el comedor —dijo Qui-Gon—. Seguro que ya ha repetido dos veces.

¿Noticias no tienes? —preguntó Yoda—. Preocupados por Didi estamos.

Quizás una comadreja sea, pero un amigo del Templo también es.

—Siento informaros de que la situación ha empeorado —dijo Qui-Gon.

Les contó rápidamente el asesinato de Fligh y el ataque sufrido por Astri y Didi.

¿El cuerpo de Fligh estaba desangrado? —Tahl frunció el ceño—. Eso me suena.

—Ha habido otros seis casos en Coruscant en el pasado año —dijo Qui-Gon—.

Sobre todo vagabundos, gente sola.

—Sí, lo sé —dijo Tahl—, pero hay algo más —su expresión era de profunda preocupación—. Y hay otra cosa. He investigado a tu cazarrecompensas. Es una maestra del disfraz. Utiliza pelucas, carne sintética, prótesis... es así como se mueve sin que la detecten.

—No me sorprende —dijo Qui-Gon—. Obi-Wan vio cómo cambiaba su aspecto de anciano a mujer en cuestión de segundos.

—Dijiste que a una senadora un datapad Fligh robó —dijo Yoda—. ¿Cuál?

—Yo no la conocía —dijo Qui-Gon—. La senadora Uta S'orn del planeta Belasco.

 

—Por cierto, he hablado con la policía —le dijo Tahl—. La senadora S'orn no denunció el robo. Puede que no fuera importante para ella. En el Senado ocurren robos menores constantemente. Estoy segura de que la mayoría no se denuncian, pero creía que ya te lo había dicho. Además, la senadora S'orn acaba de anunciar su dimisión. Ha aducido razones personales.

—A la senadora S'orn conozco —dijo Yoda—. Varias conversaciones con los Jedi ha tenido.

Sorprendido, Qui-Gon se volvió hacia Yoda.

¿Sobre qué?

—Un hijo tenía —prosiguió Yoda—. Ren S'orn. Potencial en la Fuerza tenía. Para su formación le aceptamos, pero separarse de él su madre no podía. Controlar la Fuerza y comprenderla él no pudo. A la galaxia escapó.

Tahl tomó aire.

—Ahora lo entiendo —susurró. Yoda asintió.

¿El qué? —preguntó Qui-Gon, echándose hacia delante. Se dio cuenta de que Yoda y Tahl sabían algo importante.

—Ren se perdió para siempre, se convirtió en un vagabundo —dijo Tahl—. Perdió contacto con su madre. Ella acabó por ponerse en contacto con nosotros. Se enviaron varios equipos de Jedi en su busca y en su ayuda, pero él los rechazó.

—La esperanza de que acabara volviendo teníamos —dijo Yoda—. Que empleara la Fuerza para hacer el mal nos asustaba, pero confundirlo y enfurecerlo la Fuerza sólo hizo. Diferente él era. Diferente no quería ser. La paz no podía encontrar.

—Una tragedia —dijo Tahl—. No pudo encontrar la forma de salir. No encontró un sitio al que llamar hogar. Y, como suele pasar, acabó frecuentando malas compañías. Nos llegó la noticia de que le habían asesinado.

—No hace mucho fue —dijo Yoda—. Seis meses, creo. En Simpla-12.

—Son malas noticias —dijo Qui-Gon—, pero ¿por qué son relevantes?

—Por cómo murió —dijo Tahl lentamente—. A Ren le estrangularon. Y su cuerpo estaba desangrado.






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