Mundo Star Wars: Aprendiz de Jedi Volumen 11. CAZA LETAL -Capítulo 5-

                                                                                 



Antes del “Episodio I”
Antes de "La guerra de las galaxias" La historia de Obi-Wan Kenobi
***

La paz por encima de la ira El honor por encima del odio
La Fuerza por encima del miedo

***

Nadie sabe su nombre, ni cuándo atacará. Sólo se sabe que es una cazarrecompensas peligrosa y letal, y que su última misión
la ha traído a Coruscant, hogar de los Jedi.

Su objetivo:
un viejo amigo de Qui-Gon Jinn.

Qui-Gon y su aprendiz, Obi-Wan Kenobi, intentan capturarla, pero fracasan.

Ahora, ellos también son su objetivo…



Capítulo 5

Tras obtener una minuciosa descripción de Fligh, el informador de Didi, Qui- Gon y Obi-Wan volvieron al Senado.

—Preguntad por ahí —les había dicho Didi—. Todo el mundo conoce a Fligh.

Se abrieron paso por la entrada principal del Senado circular. La gran cantidad de seres que lo abarrotaban contrastaba con la tranquilidad del entorno, creando una sensación de caos controlado. Obi-Wan sufrió los empujones y las sacudidas de los funcionarios y los trabajadores de varias razas. Las cámaras flotantes zumbaban sobre sus cabezas, dirigiéndose al enorme anfiteatro interior para grabar las sesiones. Los guardias vestidos de uniforme azul marino marchaban de un lado a otro con aplomo.

Había pequeñas cafeterías en los huecos de la fachada exterior, algunas más llenas que otras. Qui-Gon se detuvo a preguntar en varias, y luego ambos siguieron avanzando.

—Didi tiene razón —dijo a Obi-Wan—. Todo el mundo conoce a Fligh. Lo que pasa es que no saben dónde está.

Acabaron encontrándole en una de las pequeñas cafeterías. Estaba desierta.

Ya había pasado la hora del almuerzo y había comenzado la sesión del Senado.

Fligh estaba sentado en una mesa pequeña, agarrado a un vaso de zumo de muja. Era una criatura larguirucha, de rostro alargado, orejas de soplillo y un ojo verde artificial.

Qui-Gon y Obi-Wan se sentaron en la misma mesa.

—Nos envía Didi —dijo Qui-Gon.

Fligh parecía sorprendido. Se chupó los labios.

—No sabía que los Jedi traficaran con información. ¿Compráis, vendéis o intercambiáis?

—No hemos venido a hacer un trato —dijo Qui-Gon—. Necesitamos que nos digas cómo averiguaste las dos piezas de información que le vendiste a Didi hace poco.

Fligh envolvió el vaso con sus largos y huesudos dedos y les miró con expresión astuta.

¿Y por qué os lo iba a decir? ¿Qué gano yo a cambio?

—Estarías ayudando a Didi —dijo Qui-Gon—. Está en peligro. Y si decidieras no ayudarle, yo no estaría contento —Qui-Gon miró fijamente a los ojos de Fligh.

El informador se atragantó con el zumo de muja y se echó a reír nervioso.

¡Eres amigo de Didi! ¡Yo soy amigo de Didi! ¡Todos somos amigos! ¡Claro que sí! Por supuesto que quiero que estés contento. Te diré todo lo que quieras saber. ¿Puedo añadir que soy muy servicial y discreto? Y generoso. ¿Os apetecen unos zumos de muja? Por desgracia, actualmente no tengo créditos, pero podría

 

pedirlos por vosotros.

Qui-Gon negó con la cabeza.

—Sólo cuéntanos lo que queremos saber, Fligh. ¿Cómo supiste lo de los Tecnosaqueadores?

Fligh se encogió de hombros.

—Es fácil. Si presta atención, se pueden oír cosas. Eso es todo.

¿Así que simplemente lo oíste por ahí? —preguntó Qui-Gon.

—Ya veo que eres meticuloso con los detalles —dijo Fligh, apoyándose en el respaldo y soltando una risita—. Vale, vale. Se lo oí decir a su representante en Coruscant. Helb es el que comercia con el equipo técnico robado. Se le puede encontrar en la Taberna Esplendor, él lleva los tratos. Solía estar en el Café de Didi, pero la encantadora Astri se ocupó de él. Una pena... Didi siempre me invitaba a zumos —Fligh suspiró.

¿Y la información sobre la senadora S'orn? —preguntó Qui-Gon.

—Tengo que proteger mis fuentes, ¿sabes? —exclamó Fligh.

Qui-Gon le miró con dureza. No tenía que hacer nada más. El cobarde de Fligh reculó inmediatamente.

—Vale, vale. Ya veo que vais a hacerme hablar. Llegó a mi poder un informe confidencial redactado por S'orn en persona en el que anunciaba su dimisión. No se hará público hasta la semana que viene. Evidentemente, no podía desperdiciar semejante hallazgo.

¿Y cómo conseguiste ese informe? —preguntó Qui-Gon.

¿Cómo se entera uno de las cosas? Las cosas pasan. Una lámina reciclable se cae a la papelera, alguien la recoge, la pasa por ahí... —Fligh se encogió de hombros—. Es la forma que tiene uno de trabajar. Un poquito aquí, otro poco allá. Un favor por aquí, un intercambio por allá, y ya está —se volvió hacia Obi-Wan—.

¿Te gusta mi ojo?

La repentina pregunta cogió por sorpresa a Obi-Wan.

¿Cuál? —preguntó educadamente.

¡El verde, cuál va a ser! —dijo Fligh señalándoselo—. Perdí el mío en un pequeño altercado con unos hutts. ¿A que es una preciosidad?

—Es muy bonito —dijo Obi-Wan.

—No está mal —dijo Qui-Gon cuando Fligh se volvió para mirarle.

¿Lo veis? Ahí está. Un intercambio. Un poco de información por aquí, otro poco por allá y consigo un ojo. ¿Cómo, si no, iba uno a sobrevivir en Coruscant?

—Por ejemplo, consiguiendo un empleo —señaló Qui-Gon.

—Podría, si fuera diferente —admitió Fligh—, pero no lo es —volvió a encogerse de hombros—. Yo lo hago lo mejor que puedo. Llevo solo desde que

 

era pequeño y aprendí a sobrevivir. Didi es mi amigo. Ha hecho mucho por mí. También le tengo mucho cariño a Astri. Lamento que tenga problemas. Intentaré ayudar, Jedi. Lo prometo.

—Creo que es mejor que te mantengas al margen —dijo Qui-Gon con amabilidad. El tono de Fligh sonaba sincero—. No sabemos en lo que nos estamos metiendo.

—Entonces llamadme cuando me necesitéis. Haré lo que esté en mi mano, que, como podréis adivinar, no es mucho —Fligh soltó una risilla—. Pero ahí está.

Qui-Gon se levantó.

—Quizá tengamos que volver a preguntarte más cosas.

—Siempre estoy aquí —dijo Fligh. Luego señaló la cafetería desierta y el zumo de muja—-. ¿Dónde, si no, encontraría tanta diversión?


Dado que se encontraban en el edificio del Senado, Qui-Gon decidió que la siguiente parada tenía que ser el despacho de la senadora Uta S'orn.

La antecámara estaba vacía, por lo que Qui-Gon llamó a la puerta interior.

¿Telissa? —la puerta se abrió de repente. Apareció una belascana con las manos en las caderas y con el tradicional tocado de joyas belascano. Tenía una expresión irritada—. Ay, perdón. Creía que era mi ayudante —les miró de arriba a abajo con los brillantes ojos y su gesto cambió—. Ah, Jedi. Disculpen mi brusquedad.

¿Podríamos tener una conversación con usted? —preguntó Qui-Gon.

—Estoy muy ocupada..., pero de acuerdo. Pasen —la senadora S'orn se dio la vuelta y entró en su despacho. Les indicó que tomaran asiento en dos sillones frente a su escritorio.

Qui-Gon se sentó y comenzó a hablar.

—Va a dimitir la semana que viene, senadora S'orn. Ella se quedó boquiabierta.

—Pero ¿cómo lo saben?

—El rumor está en la calle —dijo Qui-Gon—. Ya está a la venta. No sé si ya ha sido comprado, pero seguro que alguien lo hará pronto. Eso no podemos impedirlo.

La senadora S'orn se llevó las manos a la cabeza.

—Mi datapad. Me lo robaron en la comisaría del Senado. Tenía el anuncio de mi dimisión.

Obi-Wan miró a Qui-Gon. Era obvio que Fligh les había mentido al contarles cómo había obtenido la información.

Ella alzó la cabeza.

 

—Qué desastre. Voy a realizar una propuesta de ley dentro de dos días. Si esto se sabe antes de tiempo, no tendré ningún apoyo.

¿Vio a alguien que pudiera habérselo robado? —preguntó Qui-Gon. Ella negó con la cabeza.

—La gente que está siempre en el Senado —entrelazó los dedos y agachó la cabeza pensativa. Luego alzó la mirada y colocó las manos sobre la mesa—. Decidido. Anunciaré mi dimisión de inmediato. Después atraeré a mis seguidores diciéndoles que tienen que ayudarme con mi legado. Así me aprovecharé de sus simpatías —tamborileó con los dedos en la mesa mientras calculaba su estrategia. Su mente parecía estar en otra parte. Comentó ausente—: Gracias por contármelo.

Qui-Gon se levantó.

—Gracias por su tiempo.

Ella no se despidió ni les prestó más atención. Su mente estaba centrada en la resolución de su problema. Obi-Wan siguió a Qui-Gon hasta la puerta.

¿Por qué no le has preguntado por Didi? —preguntó a Qui-Gon.

—Porque no me habría llevado a ninguna parte. Aunque hubiera puesto precio a la cabeza de Didi, jamás lo admitiría —dijo Qui-Gon—. Y no sé cómo habría podido seguir el rastro de su datapad hasta Didi. ¿Tú sí?

—Sólo en caso de que haya mentido —dijo Obi-Wan al cabo de un segundo—. Si vio a Fligh robándolo, sería fácil seguirlo hasta Didi. ¿Pero por qué iba a ir a por Didi en lugar de ir a por Fligh?

Obi-Wan lo pensó un poco más. Se sintió en desventaja. Qui-Gon parecía tener un conocimiento de los corazones y las mentes de las personas que Obi-Wan no poseía.

—Aun así, la preocupación de la senadora S'orn me ha parecido sincera —dijo lentamente—. No ha sido muy educada, ni siquiera amable, pero no es mala. Es sólo que está muy ocupada.

—La típica senadora —dijo Qui-Gon con una media sonrisa.

—Pareció sorprenderle que la información se supiera —dijo Obi-Wan.

—Sí, así es —murmuró Qui-Gon—. A menos que sea muy buena actriz. Pero la verdad es que parecía realmente afectada.

¿Por qué nos contó Fligh que un ayudante había cogido el informe de dimisión de la basura? —dijo Obi-Wan—. Es obvio que mentía.

—No dijo eso exactamente, padawan —dijo Qui-Gon—. Sólo comentó que ésa era una posible forma de obtener esa información. No, Fligh robó el datapad, pero jamás lo admitiría ante nosotros.

—Esto es como un callejón sin salida —dijo Obi-Wan para concluir—. La senadora S'orn no tiene pinta de asesina.

 

Había entusiasmo en la mirada de Qui-Gon.

—Dime, padawan. ¿Qué pinta tiene un asesino?

 





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