Mundo Star Wars: Aprendiz de Jedi Volumen 11. CAZA LETAL -Capítulo 7-

                                                                                 



Antes del “Episodio I”
Antes de "La guerra de las galaxias" La historia de Obi-Wan Kenobi
***

La paz por encima de la ira El honor por encima del odio
La Fuerza por encima del miedo

***

Nadie sabe su nombre, ni cuándo atacará. Sólo se sabe que es una cazarrecompensas peligrosa y letal, y que su última misión
la ha traído a Coruscant, hogar de los Jedi.

Su objetivo:
un viejo amigo de Qui-Gon Jinn.

Qui-Gon y su aprendiz, Obi-Wan Kenobi, intentan capturarla, pero fracasan.

Ahora, ellos también son su objetivo…



Capítulo 7

¿Qué hacéis aquí? —preguntó Astri mientras Qui-Gon y Obi-Wan entraban en la cafetería de Didi. Se limpió las manos manchadas de harina con un trapo—. Perdonadme, ha sonado un poco mal. Sabes que siempre eres bienvenido, Qui- Gon, pero es que ahora es un mal momento.

—No te preocupes, Astri, no hemos venido a comer —le dijo Qui-Gon.

—Jenna Zan Arbor llegará con su grupo en cualquier momento —dijo Astri distraída—. Uno de los camareros no se ha presentado todavía. No he terminado los pasteles de banja, el agua de los fideos pashi no quiere hervir y la salsa me ha salido demasiado picante.

—Pues huele de maravilla —dijo Obi-Wan amablemente.

—Gracias. ¡Ojalá les pudiera servir los olores! ¿Qué aspecto tiene el sitio? Se suponía que Fligh iba a venir a barrer, pero no ha aparecido, esa comadreja. Después de todo lo que Didi ha hecho por él.

—Nunca ha estado mejor —le garantizó Qui-Gon.

Astri había colocado velas decoradas en las dos largas mesas que había juntado para la cena, intentando iluminar la cafetería. Había puesto manteles grandes de color rosa, y la vajilla y las copas estaban relucientes. Pero no había podido ocultar el aspecto general desastroso del sitio. Las paredes estaban roñosas por los años de humo y suciedad acumulados, y el suelo estaba salpicado de las marcas de miles de botas y peleas.

—No me dio tiempo a pintar dentro —dijo Astri al ver la mirada de Obi-Wan—. Y tampoco a derribar el local y reconstruirlo —dijo con una mueca cómica.

—Seguro que todo sale bien —dijo Qui-Gon—. Sólo hemos venido a hablar con Didi un momento. ¿Está aquí?

—Está en la parte de atrás. Le dije que se quitara de mi vista —Astri sonrió—. Creo que lo he asustado. De hecho, me ha hecho caso —de repente, ladeó la cabeza y miró por la ventana—. ¡Estrellas y planetas, son ellos! —Astri soltó un aullido sorprendentemente agudo—. ¡Renzii! ¡Han llegado los clientes! ¡Renzii!

Seguía gritando cuando la puerta se abrió.

Una mujer alta que llevaba un vestido gris de brilloseda bajo una túnica de color morado oscuro se quedó indecisa en la entrada. Su reluciente cabellera rubia estaba anudada con unos lazos de seda.

¿Es éste el Café de Didi?

Astri se apresuró a limpiarse las manos en el mugriento delantal y le tendió una a la mujer. Se había frotado con una mancha de mora que tenía en la prenda, así que la mano se le había quedado azul. La mujer la miró y no se la aceptó. Astri escondió rápidamente la mano en la espalda.

—Sí, sí, pasen. Sean bienvenidos. Soy Astri Oddo, la propietaria y la jefe de cocina.

 

Qui-Gon y Obi-Wan se hicieron a un lado. El grupo con el que había venido la mujer entró tras ella. Miraron la cafetería con expresiones de sorpresa. Era evidente que pensaban que iban a comer en un sitio más elegante. Procedían de varios planetas, pero todos tenían un aspecto próspero. Los hombres llevaban chaquetas y túnicas de calidad, y las mujeres iban ataviadas con conjuntos de brilloseda. Una mujer de aspecto aristocrático llevaba un turbante con piedras preciosas. Sus ojos azul claro expresaron su sorpresa al contemplar el lugar, y se apresuró a recogerse la túnica.

—Debe de haber un error —dijo Jenna Zan Arbor.

En ese momento, Renzii salió corriendo de la cocina y se detuvo abruptamente frente al grupo, abotonándose la túnica.

—Bienvenidos, pasen, por aquí, por favor —balbuceó.

—Creo que será mejor que dejemos a Astri con sus invitados —murmuró Qui- Gon a Obi-Wan—. Ahora no está para otra cosa.

Se dirigieron hacia el despacho de Didi y empujaron la puerta. Didi estaba sentado en una silla de espaldas a la entrada. No se giró.

¿Didi? ¿Estás bien? —preguntó Qui-Gon.

Lentamente, la silla giró hasta ponerse frente a ellos. Los oscuros ojos de Didi estaban llenos de lágrimas.

—Me temo que es culpa mía —dijo.

¿Qué es culpa tuya, Didi? —preguntó Qui-Gon con suavidad.

—Fligh —dijo—. Lo han matado.

 





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