Fanfic Piratas del Caribe -Bajo la Espada de Odìn- *Capítulo 39: La Reunión de los Señores Piratas*

                                     Resumen de la historia: El capitán Jack Sparrow comete el gran error de ponerse un anillo maldito que lo transformará en mujer y le traerá un sin fin de problemas tanto a él como a quienes lo rodean, amigos y enemigos. Una elección que cambiará la vida y los destinos de todos, en especial del Comodoro James Norrington y el mismo Jack. Esta historia está ambientada después de la primera película y desarrollada durante la segunda y tercera película. Una historia larguísima pero muy entretenida, con drama, humor, acción y romance. ¡Que la disfruten!



*PIRATAS DEL CARIBE: BAJO LA ESPADA DE ODÍN*

PENÚLTIMA PARTE: LA BAHÍA DEL NAUFRAGIO


Beckett quiere gobernar el mundo;Morgan quiere asesinar a todos;Jack y jacky quieren ser uno solo;Will quiere liberar a su padre;Isabel quiere vengar a sus padres;James quiere encontrar el perdón. ¿Quién lo logrará?Cont de El Libro del Destino. EL FINAL

Género: drama, amistad, acción, suspenso, humor, romance, violencia, aventura, fantasía, erotismo
Pareja: Jacky Sparrow/James Norrington. Elizabeth Swan/Will Turner
Personajes: Jack Sparrow/Jacky Sparrow, James Norringon, Elizabeth Swan, Will Turner, Hector Barbossa ¡y muchos más!
Calificación: para mayores de 18 años
Cantidad de palabras: variable
Duración: 67 capítulos la primera parte, 57 la segunda parte y 51 la última parte.
Estado: finalizado (Publicada en Fanfiction el 17 de Agosto del 2009 hasta el 21 de Marzo del 2011)
Escritora: Gabriella Yu
Mi estilo: estoy influenciada tanto por el anime, los dramas asiáticos y la literatura universal. Me gusta hacer pasar a los personajes por duras pruebas.
Aclaraciones: Esta historia la escribí hace más de 10 años, es muy entretenida, no se arrepentirán de haber perdido el tiempo en leerla. Le tengo mucho cariño porque fue una rara mezcla que logré hacer con el drama, humor y acción. 
IMPORTANTE: contiene escenas subidas de tono XD


*Capítulo 39: La Reunión de los Señores Piratas*


En un gran salón iluminado por enormes candelabros colgados del techo,
una buena cantidad de piratas se había reunido en presencia de los nueve
Señores Piratas que se encontraban sentados alrededor de una larga mesa
de madera bien provista de ron.

Estos nueve Señores Piratas eran los siguientes: el capitán Barbossa, el
capitán Jack Sparrow, la capitana Jade, Sri Sumbhajee del Océano Índico,
la señora Ching del Océano Pacífico, Ammand el corsario de la costa
Barbaria, el capitán Villanueva de España, el capitán Chevalle de la
aristocracia francesa y el caballero Jocard, un esclavo convertido en
pirata.

Mientras, como tantos otros de menor importancia, Elizabeth, Jacky,
James, Billy y Seagull se encontraban mirándolo todo desde un rincón del
mohoso y apestoso salón.

Norrington frunció la boca, disgustado. Como defensor de la ley y
cazador de piratas, no le gustaba ni pizca aquella reunión ni lo que
seguramente tenían planeado hacer… ¡Lo que hubiera dado por poder
apresarlos!

Puesto que nadie paraba de hablar, gritar o reír estruendosamente,
Hector Barbossa se vio obligado a llamarles la atención golpeando
fuertemente la mesa con un eslabón.

—¡Como aquel que realizó la convocatoria —comenzó a decir en voz alta—,
doy inicio a la cuarta corte de la Hermandad, presidiéndola como tal!

Ante aquella introducción, sus compañeros los piratas respondieron
guardaron silencio y se reacomodaron en sus respectivas sillas, entonces
Hector le hizo una señal a Ragetty y éste se le acercó prontamente.

—Para confirmar su señoría y su derecho a ser escuchados, presenten
ahora sus piezas de ocho, mis buenos capitanes —declaró Barbossa con
grandilocuencia.

Y así, cada Señor pirata dejó caer su "pieza de ocho" en una bandeja que
Ragetty iba pasando por cada uno de ellos, recogiendo de esa manera un
surtido muy variado de "piezas de ocho": un pequeño cuerno, una carta
amarilla, el cuello de una botella rota, una navaja de afeitar oxidada,
unos anteojos, una pequeña y vieja copa de metal, etc.

—¡No son piezas de ocho, son pedazos de basura! ¿Pero qué farsa es ésta?
—exclamó James, sorprendido.

—La idea original era usar nueve piezas de ocho para capturarla —le
explicó Jacky al oído—, pero resultó que nadie llevaba ni una triste moneda.

—¡Entonces usen otro nombre! —se quejó, volviéndose hacia ella.

—¿Cuál? —sonrió—. ¿"Nueve piezas de lo que sea que tuviéramos ahí y a la
mano"? ¡Oh, sí! ¡Eso suena muy pirata, mi querido Norry! ¡Muy ingenioso!

—¡Oh! ¡No te burles de mí! —se cruzó de brazos, molesto.

Jack, el verlo en ese estado, no pudo evitar sentirse dichosa y se
abalanzó sobre él para abrazarlo con fuerza y propinarle un sonoro beso
en la mejilla.

—¡Jacky! ¿Pero qué te pasa? ¡Estamos en público! —quiso desembarazarse,
pero ella seguía tercamente aferrada a él.

—¡Mi querido Norry! ¡Me encanta verte así de molesto! —fue la poco
descriptiva respuesta. Al verlo comportarse como antes, le quitaba un
gran peso de encima y no podía evitar demostrarle su felicidad.

Entretanto, la recolección de las piezas de ocho seguía su curso y ahora
le tocó el turno al capitán Hector Barbossa.

—Maestre Ragetty, le suplico… —Barbossa extendió la mano en cuanto su
subordinado se detuvo a su lado con la vendeja en sus manos.

—Desde que me lo dio, juro que lo mantuve a salvo —le respondió con una
mezcla de nerviosismo y timidez.

—Sí, los supuse… ¡Y ahora lo quiero de vuelta! —replicó exasperado,
dándole un buen palmazo en la nuca que hizo que el ojo de madera se
saliera de su órbita y cayera sobre su mano, echándola luego dentro de
la bandeja.

—¡Sparrow! ¡Te toca a ti!—grito de repente el capitán Villanueva con su
potente voz. Obviamente Jack Sparrow no le era de su agrado.

Todos se volvieron hacia el mencionado pirata, esperando que ejecutara
con lo pedido.

Como a Jack nunca le había gustado esa clase de reuniones (y también
porque le debía dinero a todos ellos), él se encontraba parado al lado
de un enorme globo terráqueo en donde los Señores piratas habían clavado
sus espadas, tratando de mantenerse al margen.

Después de tocar levemente la moneda que llevaba colgada de la bandana,
se acercó a ellos con su característico andar oscilante.

—Primeramente notarán que un Señor pirata no está y la verdad es que
tengo la intención de esperar hasta que la chiquilla se explique.

—¿"Chiquilla"? ¿Cuál "chiquilla"? —preguntó Villanueva, mirando de un
lado a otro hasta que sus ojos se detuvieron sobre incomodada Jade—. Yo
sólo veo a ese muchachuelo, no a una chiquilla.

—¿Y qué fue lo que dije? —insistió Jack, alzándose de hombros, fue
entonces cuando sus compañeros finalmente comprendieron el mensaje y se
volvieron sorprendidos hacia ella.

—¡Es verdad! —exclamó la señora Ching, poniéndose de pie muy molesta—.
¿Quién eres tú mocosa y por qué tomaste el lugar de Sao Feng?

—Sao Feng, mi padre, está muerto, lo mató el /Holandés Errante/. —Jade
le respondió de inmediato con el orgullo y la seriedad que la
caracterizaba, provocando un gran murmullo entre los presentes.

Semejante revelación no pudo hacer otra cosa más que alterar a todo el
mundo, contorsionándose y balbuciendo nerviosamente. Jade continuó con
su declaración, poniéndose de pie.

—¡Escuchen! ¡Escúchenme! —exigió la joven, alzando la voz para ser
atendida—. El enemigo conoce nuestra ubicación. Jones está siendo
comandado por Lord Beckett y se dirigen hacia acá con la intención de
acabar con nuestras vidas.

—¡¿Quién lo ha divulgado? —exigió saber el caballero Jocard, poniéndose
de pie, mirando nerviosamente de un lado a otro.

—¡Ninguno de los que están presentes! —declaró Barbossa.

James Norrington, al escucharlo, enarcó una ceja y se volvió hacia Jacky.

—¿En dónde está el joven Turner?

—No está presente —le respondió con un marcado doble sentido,
preocupándolo, entonces se volvió hacia Elizabeth y la encontró
tristemente cabizbaja.

—Elizabeth… —murmuró afligido. Algo malo había pasado entre ella y su
prometido mientras él estuvo ausente.

Ajenos a esas menudencias, los piratas seguían compenetrados en sus
propios problemas.

—¿Cómo nos encontraron? Eso y no importa —explicó el capitán Barbossa
tratando de tranquilizar a sus compañeros—. La duda es qué vamos a hacer
nosotros ahora que lo han hecho.

—¡Pues hay que pelear! —declaró la decidida hija de Sao Feng, golpeando
la mesa con su puño para dar más énfasis a sus palabras, pero no logró
impresionar a nadie, puesto que todos comenzaron a reírse a carcajadas
por aquella increíble ocurrencia, incluso Jack se rió pero sólo para
unirse a la mayoría. Sólo ella y Barbossa no se estaban riendo, miraban
consternados aquella escena.

—La Bahía del Naufragio es una fortaleza —dijo la señora Ching—. ¡Una
bien abastecida fortaleza! ¡No hace falta pelear cuando ellos nunca
lograrán entrar!

Los demás Señores piratas la secundaron, complacidos con ésa opción nada
arriesgada.

—Hay una tercera opción —les reveló el capitán Barbossa y todos se
volvieron hacia él.

Siendo nuevamente el centro de la atención, el pirata comenzó a caminar
alrededor de la mesa, haciendo uso de su habilidad para la oratoria.

—En otra era, en este mismo punto, la Primera Corte capturó a la diosa
del océano convirtiéndola en humana —Todos asintieron—. ¡Eso fue un
error muy grande! —negó con la cabeza. Todos se le quedaron mirando—.
Tomamos el océano para nosotros, ¡sí! ¡Pero abrimos la puerta a Beckett
y su gente! Hubo una vez en que el domino del océano no venía de pactos
con criaturas retorcidas, sino del sudor de nuestra frente y la fuerza
de nuestra espalda, ¡y ustedes saben que no miento!

Tanto Jade como James se quedaron sinceramente impresionados con aquel
discurso lleno de intensidad discurso.

—¡Debió haber ingresado a la política! —opinó Norrington.

—Tienes razón, Norry —asintió Jacky, sentada a horcajadas sobre sus
rodillas, abrazada a su cuello—. ¡Es un mentiroso de primera!

—¿Estás muy cómoda ahí? —le preguntó con sarcasmo.

—¡Comodísima! —declaró la incorregible, afirmando su mejilla con la de
él, sonrojándolo. Billy, Elizabeth y Seagull los miraron con gran ternura.

Entretanto, el capitán Barbossa caminó de regreso a su puesto, al lado
de Jade.

—¡Caballeros…! Señoritas… —le hizo una leve reverencia a la niña—. Les
propongo que liberemos a Calipso —fue la inesperada petición.

Para la decepción de Hector, unos segundos después de un profundo
silencio, todos los presentes soltaron grandes exclamaciones de
desaprobación ante aquella idea inconcebible.

—¡Está loco! ¡Cállenlo! —exigió Ammad, indignado.

—¡Córtenle la lengua! —vociferó Jocard.

—¡Córtenle la lengua y denle un tiro a la lengua! —lo secundó Jack con
gran énfasis, pero la mirada del aludido lo hizo cambiar de opinión
rápidamente—. Eh… Sólo recórtenle la barba…

—¡Mi padre estaría de acuerdo con Barbossa! —declaró la capitana Jade.

—¡Sí! —exclamó Hector, agradecido por el apoyo de la niña.

—¡Calipso era enemiga nuestra! —replicó Jocard—. ¡Y si la liberamos lo
sería de nuevo!

—Y dudo que su humor sería mejor… —opinó el capitán francés.

—¡Yo estaría de acuerdo con Sao Feng! —declaró el decidido Villanueva,
colocando su mosquete sobre la mesa en señal de asentimiento y amenaza—.
¡Hay que soltar a Calipso!

—¡Ella es una amenaza, español ignorante! —replicó Chevalle, molesto.

—¡Lo reto a usted, caballero! —exigió el español, apuntándole con el
arma, pero francés le dio un cachetazo justo a tiempo y el tiro fue
disparado hacia arriba.

Aquello fue el detonante que impulsó a todos pelear contra todos,
vociferando, dando golpes de puño y patadas, rompiendo botellas sobre
las cabezas de sus contrincantes y lanzándose unos encima de otros,
mordisqueándose como perros rabiosos. Muy pocos no se unieron a aquella
verdadera batahola: Jack, Barbossa, Jade y sus tripulaciones, quienes
contemplaban atónitos aquella insólita y lamentable escena.

—¡Bah! ¡Piratas! ¿Qué más se podía esperar de ellos? —se quejó James con
tan marcado tono de desprecio que Jacky no pudo evitar sentirse
ofendida, pero ella no podía quejarse del todo puesto que aquel desastre
sólo le daba la razón a él.

—Esto está muy mal —opinó Seagull, mirando muy preocupado todo aquel
lío—. Si no hay unión entre los Señores piratas, de seguro Beckett nos
destruirá.

Jack y compañía también estaban comentando el mismo asunto en la mesa de
reunión.

—Es como un circo… —dijo Jade, decepcionada.

—Así es la política —le respondió Jack.

—Mientras, el enemigo nos pisa los talones —replicó enfadada.

—Tal vez lo tenemos ya en casa —fue la alarmante declaración del
fastidiado Hector.

¡Y cuanta razón tenía Barbossa! Sin que nadie lo advirtiera, la
encarcelada Tia Dalma tuvo una inesperada visita de una persona que
había sido muy importante en su pasado y que ahora era su más acérrimo
enemigo: el capitán del /Holandés Errante/, Davy Jones.

La apesadumbrada pitonisa se encontraba prisionera a bordo del /Perla
Negra/, escuchando la hermosa pero triste melodía que emitía la diminuta
cajita musical que llevaba en su plateado colgante. Cuando la cerró,
pronto se escuchó la misma melodía, sólo que ésta provenía de otra
persona. Sorprendida, se puso de pie y se aferró en los barrotes,
divisando una brumosa figura a lo lejos.

—¡Mi dulce capitán! —exclamó llena de felicidad—. ¡Has vuelto por mí!

—¿Ya me esperabas? —le preguntó, deteniéndose en la penumbra, con la
cajita musical en uno de sus tentáculos.

—¡Esto es una horrible tortura! —le confesó con enojo, señalándose a sí
misma con ambas manos—. ¡Atrapada en esta… única forma! —Luego agregó
con tristeza— Alejada del mar y de todo lo que amo… De ti…

Pero Jones parecía estar muy lejos de sentir compasión por su antiguo
amor, y así se lo hizo saber cuando se acercó a ella para mostrarse ente
la luz como el monstruo que era ahora.

—Diez años cumplí con la orden que me diste —se quejó—. Diez años
custodié las almas que morían en el océano… Y por fin, cuando llegó el
momento de estar juntos, ya no te encontré —la acusó, cerrando la cajita
de golpe, furioso—. ¡¿Por qué no me esperaste?

Con el corazón destrozado, la mujer alzó la vista con los ojos llenos de
lágrimas.

—… Es mi naturaleza —fue su sincera respuesta—. De ser yo diferente,
¿crees que me hubieras amado?

Rabioso, le volvió el rostro y se apartó de ella.

—Yo ya no te amo —replicó, dándole la espalda, pero ella no se dio por
vencida.

—Has sido muchas cosas, Davy Jones, pero jamás fuiste cruel —le confesó
entre decepcionada y molesta—. ¡Has corrompido tu propósito! …al igual
que tu alma, ¡y ocultaste lo que siempre debió ser mío! —extendió la
mano hacia el pecho del monstruoso pirata falto de corazón, tocándolo.

Entonces, con aquel simple contacto, Davy Jones volvió a ser el mismo
ser humano que había sido antes, dejándolo atónito.

La pitonisa sonrió complacida, él seguía siendo el mismo hombre apuesto
al que había conocido.

Atónito, Jones se estremeció al sentir la mano de Tia Dalma sobre su rostro.

—¡Calipso…! —exclamó, toando él también el rostro de la mujer que tanto
había amado.

—Dejaré mi prisión —le contó ella, mirándolo fijamente a los ojos—, y
cuando sea libre te daré mi corazón. ¡Siempre vamos a estar juntos! …
¡Tan sólo si tuvieras un corazón que darme…! —se lamentó, retirando su mano.

Pero aquel lamento no hizo más que enfurecer al pirata, quien volvió a
convertirse en un monstruo, atrapando a la pitonisa por el cuello, y fue
entonces cuando Alrun apareció de entre las sombras, un aura blanca la
rodeaba por completo, su fría mirada luminosa era como la de un tigre a
punto de atacar y en su mano había formado una esfera resplandeciente de
poder.

—¡Suéltala! —exigió con una voz extraña pero tajante.

—¡No! —Calipso alzó la mano para detenerla. La guardiana, furiosa, no
tuvo otra alternativa que detenerse, pero aún así se quedó allí,
apartada de ellos pero lista para entrar en acción si era necesario.

La pitonisa volvió su atención hacia Jones

—¿Entonces para qué has venido a verme? —quiso saber al comprender que
ya nada volvería a ser como antes entre ellos dos.

Molesto, Jones la soltó, pero al no pudo sacar su enorme pinza a través
de los barrotes, los traspasó como si fuera un fantasma, quedando frente
a frente con la inquietada Tia Dalma.

—¿Cuál es el destino has planeado para tus captores? —le preguntó al fin.

—¡Oh, la Hermandad! —exclamó llena de rencor, caminando hacia los barras
para aferrarse a ellas, dándose la espalda de Jones—. Lo último que
todos verán en esta vida, ¡es de la crueldad de la que soy capaz!

Davy Jones suspiró amargamente y se dirigió hacia el casco de la nave.

—¿Y que hay de tu destino, Davy Jones? —le preguntó de improviso la
preocupada pitonisa, volviéndose hacia él.

Él se detuvo y la miró de soslayo.

—… Mi corazón siempre será tuyo… —le respondió con derrotada tristeza y
Tia Dalma sonrió complacida, volviéndole la espalda mientras él
desaparecía a través del casco.

Alrun se acercó a ella con su andar etéreo y majestuoso, casi como un
espíritu irreal.

—¿Está bien que juegue así con él?

—¿Acaso tú no haces lo mismo con ellos? —replicó la diosa.

—Yo no juego con los sentimientos de los que amo y los que me aman
—rebatió indignada.

Tia Dalma sonrió.

—Bueno, ésa es la diferencia entre los que son dioses y los que no lo son.

Alrun torció el gesto, disgustada.

—¿Te vengarás de todos ellos?

—No, de todos no —respondió pensativa a la vez que parecía que ya
saboreaba el momento—, sólo de la Hermandad… —La miró fijamente—. ¿O es
que temes que mi ira caiga sobre tu hija y sus protectores?

La guardiana sagrada no respondió, pero le mantuvo la mirada. Tia Dalma
sonrió.

—¿Qué harás si lo hago?

—Te detendré —fue la determinante respuesta de la elfo.

La pitonisa rió divertida.

—¿Crees que podrás derrotar a una diosa?

—Si un grupo de mortales logró encerrarte en el cuerpo de una humana,
¿por qué yo no podría hacerlo?

Ante aquella alarmante réplica, Calipso se puso muy seria y su semblante
se oscureció aún más.

—¿Acaso eres capaz de hacer algo así? —le preguntó con voz sibilante.

—Si con eso logro salvar la vida de mi hija; sí, sí lo haré —le
respondió sin asomo de duda.

—Bien, eso lo veremos… —dijo la otra, apretando los barrotes con sus
manos, furiosa.

Mientras tanto, Christian y Alwine se encontraban en el pasillo de la
bodega esperando a que Alrun regresara. La niña se encontraba jugando
con su perro Pirata, ignorando la alarmante conversación entre su madre
y Tia Dalma, Christian, en cambio, se encontraba muy preocupado mientras
observaba jugar a la niña… ¿Cómo iba a terminar todo aquel embrollo?
Intuía que la batalla no iba a ser sólo entre los piratas y la Compañía
de las Indias Orientales, sino que el enfrentamiento iba a ser también
entre grandes poderes capaces de destruir el mundo civilizado.

Entretanto, la pelea entre los miembros de la Hermandad continuaba sin
interrupciones hasta que el capitán Barbossa se vio obligado a subir a
la mesa para disparar su mosquete al aire, logrando que todos se detuvieran.

—¡La Primera Corte aprisionó a Calipso! —exclamó—. ¡Nosotros debemos
liberarla y en señal de gratitud ella nos podrá otorgar favores!

Jack se inclinó sobre la mesa para observar el par de eslabones que
Hector aún mantenía colgando de su mano, señal de su liderazgo en la
reunión.

—¿Qué favores? ¿Tus favores? —le replicó con desconfianza, enderezándose
mientras Barbossa revolvía los ojos fastidiado y bajaba de la mesa—. Una
promesa muy engañosa, diría yo.

—Si tienes una mejor alternativa, habla, te escucho —Hector le propuso
con sarcasmo.

—Calamares —fue la extraña respuesta—. ¿Eh? ¡Así es, amigos! No olviden
a los adorables calamares —comenzó a caminar cómodamente entre los
piratas, muy seguro de sus confusas palabras y deteniéndose de tanto en
tanto para mirarlos fijamente a la cara—. Son simpáticas criaturitas…
Enciérrenlos juntos y se devoran entre ellos, es su naturaleza… humana,
¿sí? O… acuática —se inclinó sobre la señora Ching, posando las manos
sobre sus hombros—. ¡Oh, sí! Podríamos encerrarnos con provisiones y
armas y en un mes estaríamos muertos —se volvió hacia otro pirata—. Un
final muy lúgubre, ¿no lo creen? —Siguió su camino tranquilamente hasta
toparse frente a un enorme hombre que esquivó prontamente—, o hacer lo
que mi astuto colega sugiere ingenuamente: Liberar a Calipso. ¡Roguemos
que ella nos tenga piedad! —se inclinó hacia el compañero del capitán
español—. Que yo lo dudo… —siguió caminando alrededor de la mesa,
demostrando su punto—. ¡No hay nada más peligroso que la ira de una dama
que ha sido golpeada, desdeñada y herida! ¡Es verdad! Sólo nos queda
otra opción… —se detuvo—. Concuerdo con, y verán que no es fácil para mí
decirlo, la capitana Jade. Debemos pelear.

—¿Tanta palabrería sin sentido sólo para decir eso? ¡Pero qué pérdida de
tiempo! —se quejó James, siempre tan práctico.

—Ése es el famoso toque Sparrow, Norry, no lo subestimes —le dijo
Jacky—. Es propio de nuestra avasalladora personalidad.

—Ya me he dado cuenta… —replicó con desgano.

Pero el capitán Barbossa no estaba muy complacido con la intromisión de
su compañero.

—¡¿Cómo te atreves? ¡Tú siempre huyes de las peleas! —se quejó.

—¡No es cierto! —replicó Jack, ofendido.

—¡Lo has hecho!

—¡Que no!

—¡Que sí!

—¡Que no!

—¡Que sí! ¡Y no lo niegues! —exclamó Hector, casi sin voz.

—¡Que no y son sólo puras calumnias! Siempre he honrado la antigua y
noble tradición pirata, y afirmo que aquí y ahora, lo que debemos hacer
es eso: ¡Debemos pelear! …Y luego salir huyendo…

—¡SÍ! —exclamó Gibbs, emocionado al igual que los demás piratas quienes
comenzaron a vitorear la idea de Jack para el desagrado de Barbossa.

—No olviden el Código —cortó la celebración por lo sano, cruzándose
cómodamente de brazos—. Un acto de guerra, y saben que eso es, sólo
puede declararlo el Pirata Rey.

—¡Eso lo inventaste! ¿Verdad? —dijo Jack, nervioso. No le gustaba ni
pizca la dirección que estaban tomando las cosas.

—¿Crees eso? —replicó, sonriente y luego llamó a viva voz—: ¡Solicito al
capitán Teague, el Guardián del Código!

Jack, al escucharlo, sus temores se confirmaron y se quedó completamente
mudo, pálido como un muerto.

—Oh, oh… —Jacky torció el gesto, se levantó y se ocultó detrás de James,
temblando como una hoja.

—¿Qué te pasa? ¿Quién es ése capitán Teague que tanto te preocupa?
—quiso saber, girando la cabeza hacia ella.

—… Él es… mi padre… —fue la inesperada respuesta de la pirata, apenas
asomando la cabeza por el hombro del oficial.

—¿T-tu padre? —Norrington abrió los ojos cuán grandes puedo,
sorprendidísimo. ¡Nunca se había imaginado conocerlo!

Pero los Sparrow no eran los únicos que estaban en desacuerdo con aquel
llamado, puesto que la mano derecha del capitán hindú se puso de pie por
los insistentes codazos de su jefe.

—¡Sri Sumbhajee proclama que todo es una farsa! —exclamó pomposamente—.
¡Ignoren el Código! ¡Aca…!

No pudo terminar de hablar, puesto que una bala lo atravesó y acabó con
él, derrumbándolo de espaldas al suelo.

Atónitos, todo el mundo se volvió hacia la dirección de donde había
provenido el disparo: un balcón que se ubicaba justo detrás de Jack
Sparrow, en donde se encontraba ahora un misterioso hombre alto y
delgado vestido con una casaca roja y un gran sombrero, muy al estilo de
los Sparrow.

—El Código es la ley —sentenció el recién llegado, soplando el humo del
cañón de su arma recién disparada.

Los nerviosos hermanos Sparrow no pudieron hacer otra cosa que tragar
saliva. Pero la preocupación de ambos no era nada comparado a lo que
James sentía.

Poco a poco fue levantándose de su asiento, apoyándose sobre su bastón,
fijando sus ojos sobre el hombre que ahora sería su suegro… una especie
de segundo padre.


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