Fanfic Piratas del Caribe -Bajo la Espada de Odìn- *Capítulo 40: El Capitán Edward Teague Sparrow*

                                      Resumen de la historia: El capitán Jack Sparrow comete el gran error de ponerse un anillo maldito que lo transformará en mujer y le traerá un sin fin de problemas tanto a él como a quienes lo rodean, amigos y enemigos. Una elección que cambiará la vida y los destinos de todos, en especial del Comodoro James Norrington y el mismo Jack. Esta historia está ambientada después de la primera película y desarrollada durante la segunda y tercera película. Una historia larguísima pero muy entretenida, con drama, humor, acción y romance. ¡Que la disfruten!



*PIRATAS DEL CARIBE: BAJO LA ESPADA DE ODÍN*

PENÚLTIMA PARTE: LA BAHÍA DEL NAUFRAGIO


Beckett quiere gobernar el mundo;Morgan quiere asesinar a todos;Jack y jacky quieren ser uno solo;Will quiere liberar a su padre;Isabel quiere vengar a sus padres;James quiere encontrar el perdón. ¿Quién lo logrará?Cont de El Libro del Destino. EL FINAL

Género: drama, amistad, acción, suspenso, humor, romance, violencia, aventura, fantasía, erotismo
Pareja: Jacky Sparrow/James Norrington. Elizabeth Swan/Will Turner
Personajes: Jack Sparrow/Jacky Sparrow, James Norringon, Elizabeth Swan, Will Turner, Hector Barbossa ¡y muchos más!
Calificación: para mayores de 18 años
Cantidad de palabras: variable
Duración: 67 capítulos la primera parte, 57 la segunda parte y 51 la última parte.
Estado: finalizado (Publicada en Fanfiction el 17 de Agosto del 2009 hasta el 21 de Marzo del 2011)
Escritora: Gabriella Yu
Mi estilo: estoy influenciada tanto por el anime, los dramas asiáticos y la literatura universal. Me gusta hacer pasar a los personajes por duras pruebas.
Aclaraciones: Esta historia la escribí hace más de 10 años, es muy entretenida, no se arrepentirán de haber perdido el tiempo en leerla. Le tengo mucho cariño porque fue una rara mezcla que logré hacer con el drama, humor y acción. 
IMPORTANTE: contiene escenas subidas de tono XD


*Capítulo 40: El Capitán Edward Teague Sparrow*


Ocho de los nueve piratas volvieron a tomar sus asientos, mirándose
gravemente entre ellos mientras el capitán Edward Teague Sparrow se
acercaba sosegadamente a la cabecera de la mesa en donde Jack aún
permanecía de pie.

—Ése es mi lugar, muchacho —le avisó con su grave, profunda pero
tranquila voz.

Obediente, Jack se hizo a un lado, dejándole el lugar a su padre. Una
vez en él, Teague se volvió e hizo una señal con la mano a dos viejos
piratas que se aproximaron a él llevando entre ellos un enorme y pesado
libro, depositándolo dificultosamente sobre la mesa.

—¡Es el Código! —exclamó el sorprendido Pintel.

—… Establecido por Morgan y Bartolomeo… —apuntó Ragetty.

—Sólo son reglas… —murmuró Elizabeth de mala gana, con el mentón apoyado
sobre las manos. Para ella era inconcebible que los piratas se guiaran
con normas o reglas establecidas. ¡Se suponían que eran libres!

Hacía ya mucho tiempo que el capitán Teague había renunciado a la
práctica de la piratería para convertirse en el Guardián del Código
Pirata, manteniéndolo con él en la Bahía del Naufragio.

Ya con el libro en la mesa, el pirata sacó una enorme llave del interior
de su casaca y abrió con ella el gran candado que lo aseguraba,
abriéndolo al instante.

—A ver… —dijo, inclinándose un poco para leer sus líneas mientras las
repasaba con el dedo—…Ah… Sí… ¡Ah! Barbossa Tiene razón —declaró
calmadamente mientras Hector se hinchaba de orgullo.

—Déjame ver —le pidió Jack, fijándose él también en las mismas líneas
manuscritas—: "Será el deber del Pirata Rey declarar la guerra o un
"parlay" entre adversarios…". —Se irguió interesado con lo último—.
Quién lo diría…

—No hemos tenido rey desde la Primera Corte y dudo mucho que cambie eso
—expuso el capitán Chevalle.

—Igual yo —lo respaldó Teague.

—¿Por qué no? —quiso saber Jade.

—El Pirata Rey es elegido por voto popular y… —comenzó a explicarle Gibbs.

—… Y los piratas sólo votan por sí mismos —Lo interrumpió Barbossa.

Jade bajó el semblante, pensativa, después de todo, ella votaría por sí
misma.

Viendo que la cosa iba para rato, el padre de los Sparrow se dejó caer
sobre su sillón favorito y tomó tranquilamente su guitarra para sacarle
algunas melodías mientras lo observaba todo con fingido desinterés.

—Viendo y considerando el inconmensurable dilema en el que estamos
metidos, me veo en la absoluta necesidad de exigir, reclamar y/o
demandar una votación —declaró Jack.

Y tal y como el capitán Barbossa había pronosticado, cada uno de los
Señores Piratas votó por sí mismo hasta que llegó el turno del capitán
Jack Sparrow en votar.

Todo el mundo se volvió hacia él, deseosos en conocer su veredicto.

—Yo voto por… Jade Feng —emitió, sorprendiendo a la aludida, quien lo
miró con los ojos enormemente abiertos.

—¿Qué? —exclamó.

—Ya sé. Qué curioso, ¿no? Elegí a una niña como Pirata Reina —replicó el
sonriente Jack.

—¡¿A esa mocosa? ¿Acaso te has vuelto loco, cabeza hueca?—se quejó el
capitán árabe y enseguida los demás piratas comenzaron a quejarse a viva
voz hasta que fueron interrumpidos por una inesperada declaración:

—Yo también elijo a la capitana Jade como nuestra Pirata Reina y le
ofrezco los servicios del almirante James Norrington como consejero
militar. Como él es un oficial de la Armada Real, puede sernos de gran
ayuda, /savvy?/ —declaró Jacky con la mayor frescura.

James la miró sorprendido y luego de volvió hacia los demás piratas,
palidísimo. Jacky había cometido el imperdonable error de revelar su
identidad a aquella banda de lobos salvajes que ahora caerían sobre él
sin remedio.

—¡¿Cómo? —exclamó Barbossa, se volvió hacia ella—. ¡Tú no puedes decidir
eso! ¡No eres una Señora Pirata!

—¡Así es! ¿Quién demonios eres tú? —exijió saber el caballero Jocard.

—¿Y por qué trajiste a ese maldito perro inglés a nuestra guarida
secreta? —se quejó el capitán Chevallé, desenfundando su espada mientras
los demás piratas lo imitaban, deseosos de abalanzarse contra Norrington
y acabar con su vida, pero afortunadamente para él, Jacky Sparrow se
interpuso y dijo, siempre sonriente y tambaleante, como si nada grave
estuviera pasando:

—Permítanme, damas y caballeros, aclararles éste cuestión verdaderamente
peliaguda pero fácilmente explicable —alzó el dedo índice, dando más
énfasis a sus palabras—. Primero, y contestando a la infame acusación de
Barbossa, yo SOY una de los Señores Piratas y aquí está mi credencial
—apuntó la moneda que colgaba de su bandana, todos los piratas la
observaron sorprendidos—. ¿Acaso no notaron mi sorprendente parecido con
aquella bestia de allá que se hace llamar Jack Sparrow? ¿No escucharon
acaso de la maravillosa, inolvidable y admirable leyenda de su hermana
gemela, la grandiosa y adorable capitana Jacky Sparrow?

—¿Entonces es cierto de que Jack Sparrow se puso el anillo maldito y se
convirtió en mujer? —preguntó el curioso capitán Villanueva.

—Exacto, y después nos dividimos en dos y aquí estoy, para la fortuna de
todos. Yo también soy el auténtico capitán Jack Sparrow, nada más que
soy su lado… digamos… femenino, así que, visto y considerando, damas y
caballeros, mi voto vale tanto como el de ustedes. ¡Prácticamente soy su
calco legítimo! ¡Su fotocopia legalizada! ¡La factura original!

Tan confundidos como sorprendidos, todos los piratas se volvieron hacia
el capitán Teague para escuchar su opinión, que era la más valiosa de
todas por ser el Guardián del Código. Éste seguía tocando su guitarra y
les dedicó una corta mirada de atención a ellos y a Jacky para luego
volver a prestarle atención a su música.

—Ella tiene razón —dijo.

Todo el mundo se quedó callado por unos segundos, hasta que Ragetty habló:

—¿Entonces ahora son diez piratas en vez de nueve?

—¡Exacto, mi querido amigo! —le colocó el brazo sobre sus hombros—. Tú
sí que sabes sumar.

El pirata sonrió por el cumplido, pero enseguida se le borró la sonrisa
cuando se lo pensó mejor.

—¡Pero eso no te da derecho meter aquí a un mugroso militar para que sea
el concejero del futuro Rey! ¡Es nuestro enemigo y nos enviará a la
muerte sin duda alguna! —se quejó Ammand. Sus compañeros lo secundaron
con renovada energía pero la astuta Jacky ya lo tenía todo bien planeado
para plantarles cara.

—¡Damas y caballeros, su atención por favor! ¿Por qué tanta
discriminación? —pidió alzando las manos para calmarlos—. Sí, James
Norrington es en verdad un odioso y pedante oficial de la Armada Inglesa
y tiene el cargo de nada más ni nada menos que de Almirante, pero eso no
significa que no pueda ayudarnos. Él también tiene motivos más que
sobrados para detener a Beckett.

—¡Pero eso no le da derecho a estar aquí! ¡Él no es un pirata! —exclamó
la molesta señora Ching.

—¡Ah! ¡En eso se equivoca, mi estimada señora y tengo cómo
demostrárselo! —rebatió, volviéndose hacia James para tomarlo de la muñeca.

—¿Pero qué estás haciendo, Jacky? ¡Yo no quiero ser pirata! ¡Los odio!
—se quejó éste, resistiéndose.

—¡Hazme caso, Norry! ¡Es por el bien de tus hijos y tu honor perdido!
Además, debo salvar tu pellejo de estos tiburones hambrientos del lío en
que te metí… —susurró.

Norrington la asesinó con la mirada pero finalmente asintió con desgano.

Y así, sonriendo de oreja a oreja, Jacky se volvió hacia los demás
levantando la muñeca de James y corriéndole la manga de la camisa para
mostrarles el sello de la letra "P" marcada en ella.

—¡Es la marca! —exclamó el sorprendido caballero Jocard, desatando una
ola de murmullos de sorpresa entre sus compañeros.

—¿Lo ven? Él también es un auténtico pirata autenticado por el auténtico
Lord Beckett —declaró la triunfante Jacky.

Nadie dijo nada por espacio de unos segundos, mirándose entre atónitos.
Pero cuando la impresión pasó, comenzaron a quejarse de nuevo furiosamente.

—¡Una mocosa no puede ser nuestra reina y un cerdo inglés no puede estar
aquí! —decían.

—Insinúan que no quieren obedecer el Código, ¿no es así? —intervino el
sagaz capitán Jack Sparrow, provocando que su padre rompiera una de las
cuerdas de su guitarra, furioso, dirigiéndole una terrible mirada
amenazadora a todos, y éstos, temerosos de su ira, volvieron rápidamente
a sus asientos, ansiosos por ganar otra vez su respeto.

—Tú ganas —le dijo la señora Ching a Jacky—. Pero te advierto que si
llegas a descuidarte tan sólo un segundo, te seguro que tu protegido
recibirá una puñalada por la espalda.

—Y yo te aseguro que si sigues siendo tan avinagrada, ningún hombre se
te acercará.

La mujer bufó furiosa y volvió hacia Jade mientras le lanzaba una
terrible mirada asesina a algunos de sus compañeros que se reían por la
ocurrencia de Jacky.

—¿Qué decides entonces, capitana Jade, Reina de la Hermandad? —le preguntó.

Todos los piratas se volvieron hacia la aludida, mirándola
detenidamente, esperando su respuesta y poniéndola muy nerviosa. Jade
miró de un lado a otro temblando de pies a cabeza sin poder encontrar
las palabras correctas para expresarse.

El capitán Hector Barbossa notó la indecisión de la jovencita y decidió
darle un empujoncito muy a su manera.

—¿Qué pasa? ¿La niñita de papá no sabe qué decir? ¡Ya decía yo que era
una mala idea elegir como Reina a una pequeña sabandija oriental como tú!

La treta funcionó, puesto que Jade se volvió furiosa hacia él para luego
girar nuevamente hacia el resto de los piratas. Su gran orgullo no iba a
permitir semejante ofensa. ¡Sus ancestros le pedían a gritos la
revancha! Llenándose nuevamente de confianza y valor y se aproximó a la
cabecera de la mesa, demostrando todo su temple, orgullo y honor que
tanto la caracterizaban.

—Preparen todo barco que flote —comenzó a decir—, al salir el sol del
segundo día iniciará la guerra con el capitán Barbossa como líder de la
flota y James Norrington como el estratega militar. Nosotros los chinos
poseemos un armamento muy poco usual para las batallas y podemos hacer
uso de él para esta gran batalla que decidirá nuestro destino.

—¿Y qué harás tú? ¿Esconderte bajo la falda de tu mamá? —se burló Chevalle.

Jade lo miró furiosa, pero enseguida dominó su temperamento y le sonrió,
sabiendo lo que tenía que hacer para ganarse el respeto de todos.

Sólo le tomó un par de segundos desenfundar uno de sus sables gemelos y
golpear enérgicamente con él la mesa, partiéndola en dos de una punta a
la otra.

A Chevalle se le cayó la quijada de asombro y sus demás compañeros
retrocedieron asustados al constatar el enorme poder de su nueva reina.

—Yo acabaré con las armas más poderosas de Beckett: Davy Jones, el
Kraken y el almirante Jacobson —fue la asombrosa sentencia.

—Esta chica vuela muy alto —dijo Jack, cruzándose de brazos un tanto
preocupado. Realmente esperaba haber hecho lo correcto al haberla
elegido como Reina de la Hermandad.

Entonces Sri Sumbhajee se puso de pie para finalizar la reunión.

—¡Y así se inicia la guerra! —declaró con una voz demasiado chillona y
aguda para un robusto hombre como él, los hermanos Sparrow alzaron la
ceja, sorprendidos.

Al escucharlo, todos comenzaron a gritar llenos de entusiasmo sin notar
que Barbossa le hacía una señal con la cabeza a Ragetty y éste escondía
la bandeja con las "Nueve Piezas de Ocho" entre sus ropas y se retiraba
sigilosamente de allí. Jack, entretanto, se volvió hacia su padre y lo
encontró observándolo de reojo.

—¿Qué? —le preguntó, acercándose a él—. Has visto todo y has hecho todo
¡y sobreviviste! Ése es el truco, ¿no? Sobrevivir. ¡Vivir por siempre!

—No es solamente vivir por siempre, Jackie —replicó con calma, dejando
la guitarra a un lado para levantarse y acercarse a su hijo—. Lo duro es
vivir contigo por siempre.

Sí, el capitán Edward Teague Sparrow poseía un humor muy peculiar además
de un rostro moreno surcado de cicatrices.

Jack torció el gesto, disgustado.

—Y… ¿mamá? —se animó a preguntar.

Por toda respuesta, su padre le mostró la poco atractiva cabeza reducida
de su madre a la que siempre llevaba consigo colgada del cinturón.

Jack se quedó sin habla.

—¡Sigue tan linda! —fue lo único que pudo decir.

—¿Es verdad que te pusiste el anillo maldito, Jackie? —Teague quiso
saber, intrigado.

Su hijo no pudo evitar ponerse colorado.

—Bueno, yo… Es que no tenía idea de su maldición.

El viejo pirata negó lentamente con la cabeza, torciendo la boca con
cierto disgusto.

—Sólo tú eres capaz de ponerte un anillo con semejante maldición,
jackie, tienes tan poco cerebro como las sardinas.

Jack quiso protestar, pero la intromisión repentina de su "hermanita" no
se lo permitió.

—¡Papá! ¡Papito lindo! —exclamó Jacky a viva voz mientras se acercaba a
ellos arrastrando a Norrington por detrás de ella—. ¡Por fin volvemos a
vernos!

Y abrazó al sorprendido pirata como sólo una hija afectuosa abraza a su
padre... pero a su sola manera.

—¡No sabes lo feliz que estoy de verte, mi adorado papaíto!

—Y… ¿Tú quién eres? —le preguntó, sacándosela suavemente de encima.

—¡Oh, papito! ¡Qué cosas dices! ¿Es que no reconoces a tu propia hija de
tus propias entrañas? —le dijo con marcada afectación.

—¿Mi hija? No recuerdo haber tenido una…

—No la tuviste —le aclaró la pícara pirata—. Para serte sincera, salí de
las entrañas de mi hermanito…

—Eso. Nos separamos —asintió Jack.

—¿Pero entonces no sería Jack tu padre? —opinó Teague, pensativo.

—¡Oh, por Dios, no! ¡Que Dios me libre de semejante catástrofe! —exclamó
Jacky con vehemencia. El pobre del capitán Sparrow simplemente negó con
la cabeza y puso los ojos en blanco, fastidiado.

Teague sonrió.

—Si Jackie no estuviera frente a mí ahora, juraría que se hubiera hecho
travesti al verte…, hijita —dijo.

—Gracias por el cumplido… —replicó Jack de mala gana.

—Lo mismo digo… —lo respaldó Jacky.

Entonces el viejo y flaco pirata miró detenidamente a uno y luego a la otra.

—¿Pueden explicarme lo que pasó…, "hijos"?

Jack y Jacky se miraron y asintieron.

—Ya te enteraste que me puse el Anillo de la Calavera y me convertí en
mujer, una escultural y sensual mujer con un buen par de… Tú ya sabes.
Ella los tiene al final. —aclaró Jack con cara de libidinoso.

—Luego nos separamos en dos cuando mis amigos trataron de volverme a la
normalidad —continuó Jacky.

—Ella es el lado femenino que todos llevamos dentro, según Tia Dalma, y
yo me quedé con mi lado masculino, afortunadamente y consecuentemente
hablando.

—Así que, papi, ambos somos el capitán Jack Sparrow, pero divididos, o
sea, ahora tienes dos hijos, o sea, ahora tienes una dulce hija que
responde al adorable nombre "Jacky Sparrow" y que te adora muchísimo,
papucho mío —lo abrazó cariñosamente.

—¡Oh! ¡Bueno! ¡Ejém! —Teague carraspeó un poco nervioso. Tener a una
hija era muy diferente a tener un hijo, éstas resultaban ser mucho más
afectuosas…—. Tener una hija va a ser bastante interesante… ¿Y hace
cuanto que se separaron?

—Cerca de un año —le contestó Jack.

—¿Y qué has estado haciendo durante todo ese tiempo…, "queridita"?
—quiso saber, entonces ella se separó de él, sonriéndole de oreja a oreja.

—¡Oh! No mucho, papi churo, metiéndome en líos por ahí… Además, estoy
saliendo con un oficial inglés… ¡Te presento a mi queridísimo Norry!

Y arrastró al pobre de James en escena, dejándolo frente a frente con el
capitán Edward Teague Sparrow, quien lo miró con cara de disgusto de
abajo a arriba.

—No te dejes llevar por su actual "enclenquez", papi, el pobre casi se
muere al intentar salvarme.

—Y de aguantarte… —agregó Jack.

—Bueno, yo… —Norrington comenzó a balbucear híper nervioso—. ¡Ejém!
Buenas tardes, señor Teague… Es un placer conocerle —le tendió la mano.

El saludado miró la mano con un gesto nada apreciativo y finalmente se
decidió a tendérsela fuertemente y enseguida esbozó una tenue sonrisa.

—Eres fuerte —le dijo—. Un buen apretón de manos revela el temperamento
de un hombre —Se volvió hacia Jacky—. Buena elección, pequeña.

—Sí, sí, los Sparrow sabemos elegir lo mejor, papi. Ya ves, James es muy
educado. Un encanto de verdad, ¿he? Un semental de primera categoría, de
lo contrario yo no estaría esperando dos vástagos suyos.

—¿Bastardos? —preguntó su malintencionado hermano.

—No, "vástagos", hermanito —lo fulminó con la mirada.

—Pero no estás casada, así que SON bastardos.

Jacky se quedó pensativa y al final asintió alzando los hombros con descaro.

—Tienes razón, hermanito.

—¿E-estás embarazada? —la miró su padre de hito en hito—. Vaya, tú no
pierdes el tiempo, ¿no es así?

—Bueno, je, je… La verdad es que fue puro accidente —se llevó la mano a
la nuca, roja como un tomate al igual que James.

—¡Oh! ¡"Esos" accidentes! ¿En dónde estarían ustedes si no existieran?
—se burló el viejo pirata. Los dos hermanos se miraron algo disgustados,
pero Norrington estaba muy sorprendido por la ligereza con que se tomaba
las cosas aquel hombre. Su propio padre siempre había sido tan serio…

—Mira, mi querida bebita —pasó cariñosamente el brazo sobre sus hombros
y se la llevó a parte, tambaleándose los dos—. ¿Él es bueno contigo?

—Buenísimo, papi. ¡No sabes la cantidad de veces que arriesgó la vida
por mí! Aunque no puedo negar que es un poco odioso…

—¿Y no quiere casarse contigo?

—¡Claro! ¿A quién no le gustaría casarse con una despampanante mujer
como yo? Pero, como tú sabes, el lado "freedom" de la familia es fuerte.

Teague asintió y se volvió hacia James, enarcando una ceja al contemplar
un dejo de profunda tristeza en su rostro.

—¿Y dices que se llama James Norrington?

—Sip.

—¿Por casualidad no es hijo de un tal almirante Lawrence Norrington?

—Creo que sí. Es un viejo muy huraño y severo. ¿Por?

El capitán Teague sonrió complacido.

—¡Vaya! ¿Quién lo hubiera dicho? Él fue el chico que salve hace muchos
años atrás.

—¿Eh? ¿El chico que salvaste? —parpadeó desconcertada.

Sin tomarse la molestia de explicarle, Teague se acercó a James con
renovado y comenzó a caminar alrededor de él, poniéndolo muy nervioso.

—¿Así que eres el hijo de Lawrence Norrington, muchacho?

—¿Cómo lo sabe? —se sobresaltó..

—¡Ah! De modo que eres tú… Interesante… —se meció la barbilla—. ¿No te
acuerdas de mí, verdad?

—¿Acordarme de usted? ¡Es la primera vez que lo veo en mi vida!

—Veo que no dejo una impresión muy fuerte en los niños… —murmuró un
tanto decepcionado, pero ese comentario fue suficiente para que James
lograra recordar lo que había sucedido muchos años atrás, cuando aún era
un niño pequeño que estaba a punto de morir ahogado.

—Usted… —dijo, retrocediendo unos pasos, blanco como el papel—. ¡Usted!

Teague sonrió triunfante.

—¡Ah! ¡Me reconociste al fin!


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