Mundo Star Wars: Aprendiz de Jedi Volumen 2. EL RIVAL OSCURO -Capítulo 3-

                   



El pasado de Qui-Gon Jinn no descansa. ¿Cómo puede crear un vínculo con el joven Obi-Wan Kenobi, mientras que él es perseguido por la traición de su primer aprendiz Xánatos? Xánatos fue también un prometedor estudiante hasta que el lado oscuro de la Fuerza intervino. Qui-Gon pensaba que había desaparecido para siempre.

Pero ahora Xánatos esta de regreso.

Y busca venganza.


Capítulo 3

Obi-Wan Kenobi se despertó, pero permaneció sin moverse. Mantuvo los párpados casi cerrados y captó un atisbo de Qui-Gon. El Maestro Jedi estaba parado ante la ventana, dándole la espalda, pero el muchacho notó, en la tensión muscular, en su actitud, que volvía a estar preocupado.

Deseaba preguntarle en qué pensaba. Las preguntas llenaban su mente desde que aterrizaron en Bandomeer. ¿Qué había convertido la serenidad de Qui-Gon en agitación? ¿Iba a incluirle en su misión Jedi como Guardian de la Paz? ¿Había conseguido demostrarle que era digno candidato para ser su aprendiz?

Desde que dejó el Templo, pocos días antes, Obi-Wan había sido tiroteado con una pistola láser y estrangulado por un hutt. Había luchado con piratas togorianos, combatido con dragones voladores y pilotado una enorme nave de transporte en medio de un nutrido fuego de cañones láser. Pero eso no había bastado para impresionar a Qui-Gon.

Si tan sólo pudiera aferrarse a la serenidad que le enseñaron en el Templo. Como aprendiz Jedi, sabía que debía aceptar con calma lo que la vida le deparase. ¡Pero su posición era enervante! Había completado su entrenamiento en el Templo sin que ningún Caballero Jedi le eligiese como aprendiz. Cuando llegase su décimo tercer cumpleaños sería tarde para ello. ¡Y sólo faltaban tres semanas!

Parecía que su destino era ser granjero, no guerrero o pacificador. Creía estar empezando a aceptarlo, pero seguía resultándole muy duro. No podía dejar de pensar que su destino debía de ser muy diferente.

Era evidente que Qui-Gon no pensaba igual. Y se comportaba como si el hecho de salvarle la vida hubiera sido un simple gesto amistoso, como quien ayuda a arreglar un cierre roto. Su lealtad y dedicación eran recibidos por él con educada aceptación; nada más.
Qui-Gon se volvió ligeramente, y Obi-Wan estudió su perfil. Los temores y preocupaciones del Caballero Jedi llenaron la habitación con la creciente luz. Esa situación había empezado cuando recibió la nota. La había hecho pasar por el saludo de un viejo conocido, pero el muchacho no le creyó.

—Deberías vestirte. Ya es casi la hora de la reunión —dijo de pronto Qui-Gon, sin dejar de mirar por la ventana.

Obi-Wan suspiró mientras apartaba la ligera manta. No había movido ningún músculo, pero él había sabido que estaba despierto. Siempre iba al menos dos pasos por delante de él.

¿Por qué no le contaba lo que pasaba? ¿Se debía al mensaje, o es que se estaba cansando de él? Ansiaba preguntárselo, pero una de las normas más serias de los Jedi era la de no interrogar a un Maestro. La verdad puede
 
tener un gran poder, por lo que se debe sopesar con cuidado la decisión de compartir una verdad. Sólo el Maestro podía decidir si revelarla u ocultarla, en función del bien mayor. Por una vez, se alegró de que hubiera una norma que lo contuviera. Temía la respuesta a sus preguntas.

* * *

Obi-Wan siguió a Qui-Gon hasta la sala de recepciones del Gobernador.
Le sorprendió y animó que el Caballero Jedi lo hubiera invitado a la reunión. Quizá eso significara que reconsideraba la posibilidad de aceptarle como aprendiz.

Esperaba encontrar una estancia lujosa, pero apenas era una sala de piedra desnuda de no ser por un círculo de cojines en el suelo. Bandomeer no podía permitirse el impresionar a sus invitados.

En la sala entró SonTag, Gobernadora de Bandomeer. Llevaba los cabellos plateados cortados en crestas, al estilo meeriano. Su mirada oscura se clavó tranquila en el Jedi. Era pequeña, como todos los meerianos, y Qui-Gon parecía enorme a su lado. La escasa estatura de los meerianos los convertía en grandes mineros.

Levantó ambas manos, con las palmas hacia arriba, al estilo meeriano.
Qui-Gon y Obi-Wan imitaron el gesto.

—Se os saluda y se os da la bienvenida —dijo con suavidad.

Señaló a la joven que tenía a su izquierda. El cabello cortado de la mujer más joven también era de un color pálido, y sus ojos plateados se clavaron en ellos desde el otro lado de la sala. Pese a estar inmóvil, su energía personal parecía emitir una vibración a través del aire.

—Ésta es VeerTa. Es la directora de la Mina del Planeta Natal.
Los Jedi saludaron a la mujer de la misma manera. Les habían informado sobre ella. Era una feroz patriota que jugó un papel importante en la formación del Partido del Planeta Natal, cuyo objetivo era replantar los antaño fértiles campos de Bandomeer, además de controlar sus recursos. El primer paso consistía en acabar con la dependencia financiera de las corporaciones extraplanetarias. VeerTa se había asociado con los arconas para poder alcanzar este fin.

SonTag señaló los cojines en los que debían sentarse los Jedi, reclinándose a su vez. Poco a poco, los asientos de SonTag y de VeerTa se elevaron en el aire para que sus ojos pudieran estar a la misma altura que los de Qui-Gon y Obi-Wan.

—He pedido a VeerTa que esté hoy aquí porque vuestra presencia nos tiene muy confusas —empezó a decir SonTag—. Aunque os damos la bienvenida, debemos admitir que vuestra llegada nos sorprende. Sabemos que
 
los Cuerpos Agrícolas han pedido vuestra ayuda, pero nosotras no lo hemos hecho.

Qui-Gon parecía sorprendido.

—El Templo recibió una petición oficial del Gobierno de Bandomeer para que se enviara un Guardián de la Paz. Traigo la documentación conmigo.

—Estoy segura de que es así —repuso con firmeza SonTag—. Pero yo no la envié.

—Esto es muy extraño —murmuró el Jedi.

—A pesar de ello, nos alegra vuestra presencia —dijo VeerTa con voz quebradiza—. Dudamos que la Compañía Minera de Offworld nos permita actuar libremente. Digamos que es conocida la tendencia a desaparecer que tienen los rivales de la corporación.

—Les he visto actuar personalmente —respondió Qui-Gon—. Estoy de acuerdo.

La voz del Jedi era neutra, pero Obi-Wan sabía lo mucho que desaprobaba el Caballero los métodos de esa corporación. Durante el viaje a Bandomeer, el muchacho se había sorprendido por lo abiertamente que la Offworld empleaba la intimidación, la amenaza y la cruda violencia para controlar a sus empleados. El hutt Jemba había privado a un grupo de arconas de la preciosa sustancia que los mantenía con vida. Les ofreció una elección brutal: trabajar para Offworld, o morir. Hasta se rió en sus narices, cuando estaban demasiado débiles para poder moverse.

—Entonces comprenderá que queramos tener un representante Jedi en nuestra primera reunión con Offworld —dijo VeerTa—. Vuestra presencia garantizará el juego limpio por parte de todos.
—Estaré encantado de contribuir en lo que me sea posible —repuso Qui-Gon con una inclinación de cabeza.
La excitación se apoderó de Obi-Wan. Era evidente que esa reunión sería importante. Estaba en juego el futuro de un planeta. Además, dado que el grupo del planeta Natal tenía a los arconas como socios, seguramente volvería a ver a Clat'Ha y Si Treemba Había hecho amistad con ambos en el viaje a Bandomeer. Seguro que Qui-Gon querría que estuviera presente en esa reunión.

—Mi compañero viajará hasta la Zona de Enriquecimiento Occidental — dijo el Caballero Jedi, señalando al muchacho—. ¿Pueden encargarse de que tenga transporte?

Obi-Wan apenas escuchó el asentimiento de SonTag. Una punzada de rabia empezó a insinuarse bajo su frustración. ¡Qui-Gon se encargaba de
 
salvar el planeta mientras él miraba cómo crecían las plantas! Al final acabaría siendo granjero.

Se había aferrado a la esperanza de que las aventuras vividas durante el viaje anularan su misión original. Pero era obvio que él seguía sin creer que pudiera llegar a ser un buen Caballero Jedi. ¡Le enviaría a una granja antes que tomarle como padawan!

Combatió su ira. El Maestro Yoda le había dicho que a veces la ira no tiene que ver con los demás, sino con uno mismo:

—Cerrar la boca y abrir los oídos debes —le había dicho Yoda—.
Entonces, lo que busca tu verdadero corazón sabrás.

Bien, pues en ese momento su verdadero corazón quería gritar y desahogar su frustración.

Qui-Gon extendió las manos, con las palmas hacia arriba, y a continuación las puso boca abajo. Era el gesto de despedida de los meerianos. SonTag y VeerTa repitieron el saludo. A nadie parecía importarle lo que hiciera Obi-Wan y, a propósito, no hizo el gesto de despedida.

Esta falta de cortesía era una severa infracción para un pupilo Jedi, pero el Maestro no dijo nada mientras caminaban por los salones de la residencia hasta llegar a la puerta principal.

El aire enfrió las acaloradas mejillas de Obi-Wan cuando el Caballero y él se detuvieron en los escalones. Esperó a que el veterano Jedi le dirigiera una reprimenda. Así podría señalarle que deseaba quedarse en Bandor. Podría argumentar sobre su posición y ofrecerle su ayuda.

—Quienes no parecen fijarse en ti, normalmente se fijan —dijo el Caballero Jedi mirando a la lejanía---. Decidieron no evidenciarlo. O bien tenían mayores preocupaciones en mente. No es razón para ser descortés.
—Pero, yo...
—Veo que tu descortesía nace de la ira —continuó diciendo, con el tono grave y suave habitual en él—. La ignoraré.

Palabras furiosas acudieron a la mente del muchacho. ¿Por qué la mencionas entonces, si has decidido ignorarla?

Qui-Gon miró directamente a Obi-Wan, por primera vez.

—No intervendrás bajo ninguna circunstancia, en cualquier situación relacionada con mi misión, ni actuarás sin hablar antes conmigo.

Obi-Wan asintió.
 
La mirada de Qui-Gon recorrió las torres mineras de Bandor.

—Las cosas rara vez son lo que parecen —murmuró.

—Por eso quisiera...

—Vamos a empaquetar tus cosas. Debes coger ese transporte.

Echó a caminar con energía, seguido con más lentitud por el joven. Este veía cómo su oportunidad de ser un Caballero Jedi se disolvía en el frío aire gris.







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