Mundo Star Wars: Aprendiz de Jedi Volumen 2. EL RIVAL OSCURO -Capítulo 16-

                        



El pasado de Qui-Gon Jinn no descansa. ¿Cómo puede crear un vínculo con el joven Obi-Wan Kenobi, mientras que él es perseguido por la traición de su primer aprendiz Xánatos? Xánatos fue también un prometedor estudiante hasta que el lado oscuro de la Fuerza intervino. Qui-Gon pensaba que había desaparecido para siempre.

Pero ahora Xánatos esta de regreso.

Y busca venganza.


Capítulo 16

Qui-Gon miró los controles. —Nos acercamos al puerto de Bandor.

—Tenemos que conseguir el transmisor. Se lo prometí a Guerra — repuso Obi-Wan.

El Caballero Jedi asintió y se dirigió hacia el muelle de carga de Offworld. Amarraron la hidronave y se dirigieron a la oficina de seguridad de la Compañía.

— ¿Tienes algún plan? —preguntó Obi-Wan.

—No hay tiempo para planes —contestó el Maestro Jedi, abriendo la puerta de una patada.

Tres guardias imbat alzaron la mirada sorprendidos. El sable láser silbó en el aire antes de que pudieran coger las pistolas láser. Las tres pistolas resonaron en el suelo mientras los guardias se cogían las muñecas y aullaban de dolor.

—Los transmisores, por favor —pidió amablemente Qui-Gon.

Cuando titubearon, descargó con gesto casual el sable láser contra la terminal energética. Esta siseó y se derrumbó en un montón de metal fundido.

Los tres guardias intercambiaron miradas asustadas. A continuación arrojaron los transmisores y salieron corriendo por la puerta.
—Qué agradable es cuando resulta tan fácil —comentó el Jedi.
Se agachó y recogió los tres transmisores. Volvió al muelle y arrojó dos al mar. A continuación apretó el botón del tercero.
—Guerra es libre. Ahora veamos si podemos quitarte ese collar.

Qui-Gon pasó sus grandes manos por el collar del muchacho, buscando un cierre o una rendija. No pudo romperlo, ni arrancarlo. Graduó el sable láser a baja potencia e intentó cortarlo, pero no le fue posible.

—Necesitaría ponerlo a máxima potencia, pero te heriría de ese modo.

—O me cortarías la cabeza —comentó alegremente Obi-Wan.

—Habrá que buscar el modo de quitártelo en Bandor —repuso el Caballero con una breve sonrisa, antes de lanzarle el transmisor al muchacho
—. Será mejor que guardes esto hasta que te lo quitemos.
 

— ¿Y ahora qué? —preguntó el joven Kenobi, introduciendo el aparato en un bolsillo interior de la túnica.

—Xánatos —dijo. El nombre sonaba en sus labios como una maldición
—. Debemos volver a Bandor.

Qui-Gon subió al asiento del conductor de un deslizador de seguridad de Offworld. Puso en marcha el vehículo, y Obi-Wan subió a bordo. El vehículo rugió en dirección a la ciudad que se alzaba en la lejanía.

El cielo gris era oscuro y pesado, y las torres mineras se recortaban contra él como si fueran telas de araña, creciendo de tamaño a medida que se acercaban a Bandor. Al llegar a las afueras de la ciudad, Obi-Wan vio una mota en el horizonte.

—Alguien viene hacia aquí —dijo.

Qui-Gon asintió. Lo había visto. Obi-Wan sintió algo oscuro en la Fuerza.
Miró a su Maestro.

—Yo también lo siento —murmuró éste.

Una moto se acercó a ellos en pocos minutos. No necesitaron ver la capa negra para saber quién la conducía.

—Agárrate —dijo el Jedi—. No creo que Xánatos esté de humor para charlas.

— ¡Tiene cañones láser!
Una descarga del cañón les falló por centímetros, haciendo caer sobre ellos una ducha de tierra y grava.
—Ya lo veo.
Desvió el deslizador, girando a la derecha cuando otra descarga silbó junto a ellos.
Los sables eran inútiles, y carecían de pistolas láser. Tenían que confiar en la pericia del Caballero Jedi, que, mientras conducía, recurría a la Fuerza para anticiparse a los disparos.

Tierra y polvo salpicaban sus rostros mientras Qui-Gon derrapaba, aceleraba, retrocedía y frenaba para evitar el mortífero cañón láser. Xánatos tenía mayor maniobrabilidad por ir en moto, y la usó para moverse a su alrededor, y disparar bruscamente desde la izquierda. La descarga casi lanza a Obi-Wan fuera del deslizador.

— ¡Agárrate! —le dijo su Maestro.
 

Éste aceleró, manteniéndose todo lo pegado al suelo que podía. De este modo levantaba el polvo que tenían debajo, el cual formó una nube espesa, cegando a Xánatos.

Eso les hizo ganar segundos preciosos, nada más. El Jedi reconoció las torres mineras que tenía delante. Era la Mina del Planeta Natal. Allí encontraría amigos, armas. Clat'Ha era una gran luchadora; ya le había salvado antes la vida.

Entró en el patio, pero no había nadie a la vista. Todo el mundo estaba dentro de la mina, trabajando en las reparaciones. No había tiempo de llamar a VeerTa o a Clat'Ha. Ya oían el rugido de la moto de Xánatos entrando en el patio.

Qui-Gon saltó del deslizador, pidiendo a Obi-Wan que hiciera lo mismo.

Xánatos se dirigió a toda velocidad contra ellos. El Caballero Jedi desenvainó el sable láser y golpeó a su antiguo discípulo con él cuando éste pasó junto a ellos. Pero el impacto le lanzó hacia atrás, y sintió cómo su hombro cedía dolorido. No podría luchar contra su antiguo aprendiz mientras siguiera en ese vehículo.

Éste dio media vuelta y volvió a lanzarse contra ellos. No les quedó más remedio que entrar en la mina. Apenas lo hicieron, Qui-Gon tuvo un pensamiento escalofriante que le llegó en un fogonazo revelador.

Estaban haciendo exactamente lo que Xánatos había planeado. Le estaban siguiendo el juego.

El Jedi condujo a Obi-Wan dentro del túnel. Se bifurcaba en varias direcciones, e intentó recordar por cuál de ellas le guió VeerTa hasta el ascensor. Dejó que la Fuerza le dirigiera, que se hiciera cargo de él. Corrió por el túnel de la izquierda, con Obi-Wan pisándole los talones. El ascensor les esperaba al final del túnel. Entraron de un salto y él apretó el botón del nivel más profundo, el Núcleo 6.

Las luces zumbaban cuando salieron al túnel. Qui-Gon se dirigió a la izquierda.

— ¿A dónde vamos? —preguntó Obi-Wan con un susurro.

—Hay otro ascensor. Xánatos no puede saber que ya debe estar arreglado. Podremos dar la vuelta y atacarle desde otra dirección, o incluso salir de la mina. Es preferible eso a combatir aquí.

Obi-Wan asintió; siempre era mejor luchar en un lugar donde tu oponente no pudiera acorralarte.
 
Pero ése no era el único motivo por el que Qui-Gon quería salir de la mina. Su enemigo los había conducido hasta allí con un fin. Tenían que frustrar ese plan. Un temor indefinido se apoderó de él, diciéndole que en ese lugar había algo a lo que no deseaba enfrentarse.

Se internaron en el túnel. El Jedi frunció el ceño al mirar hacia delante.
VeerTa dijo que la galería estaba completamente bloqueada. ¿Por qué...?

De pronto, una sombra se separó de la pared del corredor. Xánatos estaba ante él.

—Cometes demasiados errores, Qui-Gon. Me extraña que aún sigas con vida. Primero desactivas los transmisores para que yo sepa exactamente dónde estás. Después entras en la mina, que es exactamente lo que yo quería que hicieras, y a continuación presupones que yo no sabía nada del ascensor del norte.

El Caballero oyó detrás de él el zumbido del sable láser de Obi-Wan.

— ¿A cuál de vosotros debo matar primero? —murmuró Xanatos—. ¿A ti, o al torpe de tu chico?

El joven Kenobi se lanzó hacia delante. Subió a una vagoneta de la mina que rodó hacia Xanatos. Saltó de ella en el último momento, en dirección a Xanatos, descargando al mismo tiempo un golpe con el sable láser.

Qui-Gon oyó cómo se quemaba la carne de la mano de Xanatos. Este lanzó un aullido de dolor y estuvo a punto de dejar caer el sable láser, pero lo cogió con la otra mano.

—No me llames torpe —repuso Obi-Wan, aterrizando detrás de Xanatos.
Este atacó a Obi-Wan, girando con tanta rapidez que Qui-Gon apenas vio el movimiento. El muchacho retrocedió, al tiempo que trazaba un arco con el sable láser. El ataque de Xanatos no le había acertado por un suspiro. Qui- Gon entraba ya en liza y Xanatos se volvió para bloquear el golpe. Los dos sables láser se encontraron y entrechocaron, crepitando. El humo se alzó en el túnel.

Xanatos retrocedió, saltando más allá de Obi-Wan, y los dos Jedi le persiguieron túnel abajo. El suelo empezó a descender mientras corrían. El Caballero Jedi se dio cuenta de que bajaban a otra galería.

Al doblar una esquina, tuvieron el tiempo justo de ver a Xánatos desaparecer por un pasadizo más pequeño que se desviaba del principal. Aceleraron el paso. El túnel lateral era oscuro y estrecho; las luces eran menos luminosas en él. El suelo descendía bruscamente. Y Xánatos había desaparecido.
 
—Espera, Qui-Gon —jadeó Obi-Wan—. ¿Seguro que debemos seguirle?

— ¿Por qué no? —preguntó Qui-Gon impaciente. El sable láser latía caliente en su mano.

—Porque quiere que le sigamos.

—Ya es demasiado tarde. Es cierto, él ha elegido el campo de batalla.
Pero podemos derrotarlo.

Qui-Gon se volvió y corrió por el pasadizo túnel abajo. Obi-Wan le siguió.
Se mantendría a su lado hasta su último aliento.

Estaban en lo más profundo de la corteza del planeta, cerca de su núcleo. El calor era intenso. Qui-Gon vio delante de él una señal que brillaba débilmente. Núcleo 5. O VeerTa le había mentido, o no conocía la existencia de ese túnel.

El corredor daba paso a otro ligeramente más ancho. Las luces eran más brillantes en él. Apenas dejaron el pasadizo, un panel oculto se deslizó para cerrarlo.

Estaban atrapados.

Caminaron en círculo, lentamente, con los sables láser preparados. No había señales de Xánatos.

Entonces las luces se apagaron.
De la oscuridad surgió una voz burlona.
—Espero que tengáis tiempo para un ejercicio del Templo.
De pronto, el brillo rojo de un sable láser se alargó en la oscuridad.
Qui-Gon no esperó el ataque de Xánatos. Se movió en la negrura en dirección al brillo. No podía ver, dejó que la Fuerza le guiase. Podía sentir a su contrincante, sentir las oscuras ondas de su maldad. Atacó.
—Fallaste. Siempre fui el mejor en la lucha con el sable láser, teniendo los ojos vendados, ¿recuerdas? —dijo Xánatos.

Obi-Wan se desplazó a la derecha, esperando poder atrapar a Xánatos en un movimiento de pinza, conjuntamente con su Maestro. Pero, entonces, el sable láser se desplazó en el aire, cortando en su dirección. Retrocedió justo a tiempo. Había pasado tan cerca que notó en el aire el olor a la electricidad de un relámpago.
 
La lucha era muy difícil, debían dejarse llevar por el instinto y con sólo la Fuerza para ayudarlos. Xánatos era un adversario fuerte y astuto. Atacaba y retrocedía con un ritmo febril, más deprisa que cualquier otro luchador con el que se hubiera enfrentado Obi-Wan. La agilidad y fuerza de Qui-Gon resultaban impresionantes cada vez que su sable láser encontraba el de Xánatos, protegiéndose a sí mismo y a Obi-Wan de los golpes.

Éste se lanzó al suelo, esperando cortar las piernas del enemigo y derribarlo. Pero Xánatos lo esquivó y saltó sobre él. Notó el agitar del aire a su paso.

Obi-Wan intentó contener su ira y usar el lado luminoso de la Fuerza. Había tenido la mente demasiado nublada por la ira. Necesitaba despejarse. Era su única esperanza. Recurrió a la Fuerza para que le guiara.

De pronto, vio que su Maestro retrocedía. Su sable láser fluctuó por un instante. ¿Había sentido su cambio? Sintió que la Fuerza de Qui-Gon fluía hasta la suya, fundiéndose con la de él, latiendo en un fuego blanco. El sable láser de Qui-Gon volvió a brillar verde, con tanta fuerza que iluminó el túnel. Los dos, juntos, cortaron el aire, sin detenerse nunca, moviéndose, deslizándose, virando. Xánatos fue empujado hacia atrás, más y más, hasta que lo acorralaron contra la pared de un túnel. Pero, de pronto, la pared se volvió transparente, y se abrió una puerta. Xánatos la cruzó de un salto.

— ¡Un ascensor! —gritó Qui-Gon, corriendo hacia delante. Pero la puerta se cerró, y sólo pudo golpearla con el sable, consiguiendo apenas un zumbido.

La voz de Xánatos retumbó en la caverna gracias a algún sistema de sonido.
—Ya no importa lo que hagáis. La mina está a punto de estallar. He creado las mismas condiciones para una explosión que la última vez; mejores aún. Los gases se mezclarán y entrarán en combustión. Yo tengo tiempo de sobra para llegar a la superficie. Vosotros no.
Escucharon cómo el ascensor se elevaba hacia la superficie.
—Adiós, mi viejo Maestro. Espero que tu muerte sea tan dolorosa como la de mi padre.





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