Mundo Star Wars: Aprendiz de Jedi Volumen 2. EL RIVAL OSCURO -Capítulo 6-

                    



El pasado de Qui-Gon Jinn no descansa. ¿Cómo puede crear un vínculo con el joven Obi-Wan Kenobi, mientras que él es perseguido por la traición de su primer aprendiz Xánatos? Xánatos fue también un prometedor estudiante hasta que el lado oscuro de la Fuerza intervino. Qui-Gon pensaba que había desaparecido para siempre.

Pero ahora Xánatos esta de regreso.

Y busca venganza.


Capítulo 6

Obi-Wan estaba aburrido. No lo soportaría, gritaría incluso, si le tocaba otro viaje a la búsqueda de esporas.

Sabía que los Cuerpos Agrícolas hacían un trabajo importante. Pero,
¿qué pintaba él allí?

Los Cuerpos Agrícolas habían construido un domo gigante en medio de la tierra marrón y cuarteada. Alrededor del domo había laboratorios científicos y casas para los trabajadores. En los laboratorios y los centros de administración había entradas al domo en sí. Todo el mundo trabajaba por el bien del planeta. No se permitía que intereses ajenos controlaran las investigaciones, o que obtuvieran beneficios de cualquier descubrimiento.

Obi-Wan habría encontrado interesante toda la operación de no ser por el hecho de que su guía, un meeriano llamado RonTha, era la criatura más aburrida que había conocido nunca. A RonTha le fascinaban cosas como los injertos y los brotes, pudiendo hablar de ellas durante horas de forma robóticamente monótona. Y lo peor es que lo hacía.

El único momento especial de su estancia era que Obi-Wan estaba a punto de reunirse con su amigo Si Treemba, el arcona que conoció en el viaje.

Los arconas nacían en nidos y se criaban en comunidades cerradas. No tenían muy desarrollado el sentido de la individualidad, y no solían relacionarse con extraños. Pero Si Treemba había establecido un profundo lazo afectivo con Obi-Wan, poniéndose de su lado contra hutts y piratas togorianos. Su decisión de aliarse con el, en contra de los jefes hutt de Offworld, casi le había costado la vida. Si Treemba había encontrado su propia valentía individual en el proceso.

Obi-Wan se dirigió al centro administrativo, donde debía reunirse con RonTha y Si Treemba. Vio que su amigo lo esperaba y corrió a saludarlo.
—Me alegra volver a verte, mi buen amigo —dijo, estrechándole ambos brazos.

El arcona tenía un sólido cuerpo serpentino con esbeltos brazos y piernas.

—Somos benditos por verte, Obi-Wan —respondió.

Sus grandes y brillantes ojos brillaban de placer. Los arconas rara vez, por no decir nunca, usaban el pronombre "yo".

Clat'Ha había enviado a Si Treemba a supervisar las investigaciones con los dáctilos. Los arconas necesitaban ese cristal amarillo para sobrevivir, y los Cuerpos Agrícolas intentaban encontrar el modo de incorporarlo a la provisión de comida. Era inusual que un miembro de su especie viajara solo, pero Si
 
Treemba se había convertido en un arcona inusual. Clat'Ha sabía que podía confiar en él.

RonTha se acercó, consultando un datapad mientras caminaba.

—Hoy tenemos previsto recorrer el cuadrante norte del gran domo —les dijo en tono mecánico—. Tenemos que ver muchos y fascinantes experimentos con semillas. Permanezcan siempre a mi lado, y no toquen nada.

RonTha entró el primero en el domo. El vasto espacio cerrado estaba iluminado por un sol arficial, en realidad una batería de focos situada en la parte más alta de la instalación. Fuera del domo todo era un terreno seco y árido, pero dentro estaban rodeados por la hierba y las susurrantes espigas. Los jardineros se desplazaban de un lugar a otro, cargando con semilleros o con macetas.

Deslumbrados por la luz y el calor, Obi-Wan y Si Treemba siguieron a RonTha mientras éste enumeraba los muchos experimentos agrícolas que tenían lugar allí.

—Tanto hablar de comida nos está dando hambre —le susurró Si Treemba a Obi-Wan.

—Sí que la tenemos, sí —concedió Obi-Wan, tragando saliva al ver el grupo de árboles que tenían delante.

Grandes frutos dorados colgaban de sus muchas ramas al alcance de la
mano.

Un pequeño monitor del cinturón de RonTha empezó a brillar.
—Me llaman del edificio de la administración —les dijo, apagándolo—. Tenéis libertad para ir donde queráis, pero sin dejar el sendero. ¡Y no toquéis nada!
Tras decir esto, se marchó corriendo.
—¿Tú crees que cuando dijo que no tocáramos nada se refería a la fruta? —preguntó Obi-Wan, mirando hacia los cultivos.

—Es difícil decirlo —repuso Si Treemba, meneando nervioso la cabeza.

—Seguramente no.

Obi-Wan miró a su alrededor antes de coger con rapidez un fruto amarillo. Se lo tiró a su compañero, cogiendo luego otro para él.

—No deberíamos hacerlo —repuso el arcona, mordiendo la fruta.
 
—Mmmffff—Obi-Wan agitó una mano quitándole importancia, mientras masticaba.

El fruto era dulce y suculento, con un regusto fresco. Era la fruta más deliciosa que había probado Obi-Wan.

—Será mejor buscar un lugar más escondido donde comérnoslo —dijo.

En ese momento, los dos amigos oyeron pisadas. Intercambiaron miradas culpables con la boca llena, y el aprendiz de Jedi indicó con un gesto brusco de la cabeza que se ocultaran tras los árboles.

Los que llegaban eran un grupo de jardineros con cestos. Se dirigían al huerto.

—Uh-oh —susurró Obi-Wan—. Será mejor salir de aquí.

No quería que su misión acabara con un problema disciplinario. Ya había tenido suficientes problemas en el viaje desde Coruscant.

—¡Eh! —gritó uno de los jardineros—. ¡Vosotros!

Si Treemba se atragantó y soltó el fruto, resbalando en él al intentar huir. Obi-Wan lo levantó y corrieron a través del huerto, hasta llegar a un campo de espigas. El joven arrastró a su amigo hasta el refugio que proporcionaban las altas plantas.

—Habrá que atajar a través de las espigas para volver al camino principal —repuso entre jadeos.

Corrieron entre las hileras de plantas, buscando una salida. El campo era mucho más grande de lo que habían previsto; todo lo que tenían a la vista eran matas verdes, y el artificial cielo azul de arriba.
Finalmente atravesaron la última hilera. De pronto, Obi-Wan sintió que sus pies resbalaban en algo húmedo y pantanoso. El suelo desapareció bajo ellos y por un momento le pareció volar en el aire. Si Treemba le siguió.
Grumos de barro salpicaron sus rostros y sus túnicas. Cuando finalmente aterrizaron, se deslizaron hasta chocar con lo que parecía un enorme montón de tierra.

—¿Qué es este olor? —dijo Si Treemba, limpiándose el ojo de tierra—.
Huele peor que un bantha en un día de mucho calor.

—Creo que hemos encontrado el fertilizante —gimió Obi-Wan, arrastrándose fuera del montón.

Los dos amigos examinaron lo que les rodeaba. Detrás de ellos estaba el campo. Delante una pared blanca.
 
En la pared había algo que resultaba preocupante para Obi-Wan. Era alta y lisa, curvándose hasta perderse de vista alrededor de la pila de fertilizante.

Se acercó a la pared y posó las manos contra ella. La superficie era fría como el metal. Al apartar la mano vio por un instante, para su sorpresa, que su tacto había provocado una transparencia. Pasó en un abrir y cerrar de ojos, demasiado fugaz para poder ver lo que había dentro.

—¿Qué haces? —preguntó impaciente Si Treemba, emitiendo el siseo arcona de la ansiedad—. Vamonos. Este olor nos matará.

Si Treemba no había visto el parpadeo de la pared. Quizá tenía que ver con la Fuerza.

—Un momento —dijo Obi-Wan—. Creo que esto puede ser otra salida.

Palpó con cuidado la pared, contemplando cómo sus dedos dejaban una transparencia brillante a su paso. Nunca había visto un metal con esa cualidad. Por fin encontró lo que buscaba: una abertura. La siguió con el dedo. Era una puerta.

Manteniendo las manos pegadas a la puerta, sintió la energía de las cosas vivas que le rodeaban, las espigas y los frutos, la gente, la isla orgánica y fértil que era el domo.

Si Treemba se quedó boquiabierto cuando toda la pared se volvió transparente. Y entonces resultó evidente que consistía en un anexo que llegaba hasta la pared del domo. Obi-Wan pudo ver bolsas de fertilizante y cajas de carga de diversos tamaños.

Todo parecía inocente. Pero, entonces, ¿por qué se había escondido tanto? Obi-Wan empujó hábilmente la puerta, abriéndose con un suave zumbido electrónico.
Si Treemba volvió a sisear nervioso. Sus ojos pálidos parpadearon.
—¿Estás seguro de que debemos entrar?

—Tú quédate aquí. Estáte atento. Volveré enseguida.

Entró en el espacio. Las paredes se volvieron opacas al instante. Era como estar dentro de un cubo blanco. Se agachó para examinar las etiquetas de las cajas. Eran negras y de forma triangular, mostrando un planeta rojo con un holograma de nave espacial en su órbita.

La reconoció al instante: Offworld. Se inclinó para leer las marcas de los laterales. Fue de caja en caja, leyendo las etiquetas con descripciones.
Explosivos. Turbobarrenas. Detonadores. Perforadores de túneles. Granadas biológicas.
 

Todos eran suministros mineros. Pero estaban en terrenos protegidos de los Cuerpos Agrícolas, y éstos tenían estrictamente prohibido colaborar con empresas lucrativas. ¿Habría aquí alguien trabajando para Offworld?

—¡Date prisa, Obi-Wan! —le gritó Si Treemba—. ¡Apestamos y queremos tomar una ducha!

El aprendiz de Jedi vio en una esquina una pequeña caja que se le había escapado. No tenía etiquetas, sólo un icono metálico que servía de cierre. Era un círculo roto.

Ya había visto suficiente. Obi-Wan se deslizó entre las cajas hasta llegar a la puerta.

—¿Qué es eso? —le preguntó su amigo.

—Un almacén secreto de Offworld. Están preparando algo.

—¿Aquí? Pero si está prohibido —repuso el arcona, y su piel verdosa se tornó de un gris apagado.

—¿Desde cuándo les detiene eso? —comentó el muchacho con tristeza
—. Volvamos. Debo contactar con Qui-Gon.

***

—¿Estás diciendo que no vamos a hacer nada? —preguntó Obi-Wan al titilante holograma de su Maestro.

—No hay nada que hacer. ¿Dijiste que la pared se volvió transparente con la Fuerza?
—Nunca había visto nada así. ¿Y tú?
—La información es interesante, nada más —repuso el Jedi, ignorando la pregunta—. No hay pruebas de que Offworid interfiera en las investigaciones de los Cuerpos Agrícolas.

—¡Para empezar, no deberían ni estar aquí! —dijo el muchacho, conteniendo un aullido de frustración—. Debería volver a Bandor. Offworid planea algo... algo grande. ¡Tenemos que investigarlo!

—No hay necesidad de ello —contestó cortante Qui-Gon—. Tu misión es informar de los progresos de los Cuerpos Agrícolas.

—¿Qué pasa con el círculo roto de la caja?

—Obedece las órdenes, Obi-Wan —replicó severo el Jedi—. Llámame de inmediato si encuentras pruebas de algún delito. No actúes por tu cuenta.
 

—Qui-Gon...

—¿Me has oído, Obi-Wan?

—Sí —respondió aquél reticente.

—Ahora debo irme. Manténme informado.

El holograma osciló antes de desaparecer. Obi-Wan contempló el espacio vacío donde antes flotara la imagen de Qui-Gon. Una vez más, su Maestro le había hecho callar.
 







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