Mundo Star Wars: Aprendiz de Jedi Volumen 2. EL RIVAL OSCURO -Capítulo 12-

                       



El pasado de Qui-Gon Jinn no descansa. ¿Cómo puede crear un vínculo con el joven Obi-Wan Kenobi, mientras que él es perseguido por la traición de su primer aprendiz Xánatos? Xánatos fue también un prometedor estudiante hasta que el lado oscuro de la Fuerza intervino. Qui-Gon pensaba que había desaparecido para siempre.

Pero ahora Xánatos esta de regreso.

Y busca venganza.


Capítulo 12

Tenemos una última misión —fue todo lo que Yoda permitió que Qui- Gon le dijera a Xánatos—. Y después te convertirás en un Caballero Jedi...

* * *

Si Treemba no sabía nada. Clat'Ha dijo que se había dormido y, al despertar, vio cómo unos guardias de Offworld se llevaban a Obi-Wan. El aprendiz de Jedi estaba inconsciente. A Qui-Gon le dio un vuelco el corazón al conocer esta noticia.

Aunque Si Treemba no había visto a nadie que se pareciera a Xánatos, el Caballero Jedi sabía que estaba implicado. Había estado fuera de Bandor, y seguro que no era coincidencia. SonTag había informado ya de su regreso.

Yoda le había dicho que no se enfrentara a él directamente. Pero eso fue antes de saber que habían raptado a Obi-Wan. Las reglas del juego habían cambiado.

Por supuesto, debía contactar con Yoda, informarle, esperar instrucciones del Consejo Jedi. Pero no lo haría.

Estaba cansado de que jugaran con él. Esto no era sólo un juego.
Xánatos estaba provocándole, desafiándole a una confrontación clara, y ahora había implicado al muchacho. El principal defecto de Xánatos como aprendiz había sido su exceso de confianza. Esperaba que continuara siéndolo.

* * *
Qui-Gon sabía que Xánatos supervisaba las operaciones de la mayor mina de azurita que tenía Offworld en las afueras de Bandor. Esperó al atardecer.
Vio a Xánatos dejar el pequeño y abarrotado edificio administrativo que se ocupaba de la mina y de la planta de refinado adyacente. Acababan de cambiar el turno, y la zona estaba despejada de mineros. Todos los administrativos se habían ido, tal y como esperaba Qui-Gon.

Pilas de escoria rodeaban el patio. Offworld nunca se molestaba en limpiar la zona de restos. El cielo era gris oscuro tirando a negro, pero aún no habían encendido las luces del patio, seguramente para ahorrar dinero. Todo el que llegara tarde a su turno debería encontrar el camino a la mina palpando.

Qui-Gon esperó a que Xánatos cruzara el patio. Entonces salió de entre las sombras de la pila de escoria para interponerse en su camino.

Xánatos se detuvo. No había sorpresa en su rostro. Nunca se permitiría aparentarla, ni siquiera en un patio desierto casi de noche, cuando su mayor y más antiguo enemigo aparecía como salido de la nada.
 

El Caballero Jedi no esperaba otra cosa.

—Si tienes planes para Bandomeer, deberías saber que he venido aquí a detenerte.

Xánatos apartó uno de los lados de su capa, y posó con gesto casual la mano en el mango de un sable láser. Xánatos había roto una regla solemne al conservarlo tras abandonar a los Jedi. Le dio unas palmaditas.

—Sí, todavía lo tengo. Después de todo, me entrené durante muchos años con él. ¿Por qué iba a renunciar a mi sable como un ladrón, cuando me merezco tenerlo?

—Porque ya no te lo mereces. Lo has manchado.

El rubor asomó en el rostro de Xánatos. El comentario había dado en el blanco. Pero luego se relajó, sonriente.

—Veo que sigues siendo un hombre difícil. Hubo un tiempo en que eso me preocupaba. Ahora me divierte —repuso, mientras caminaba en círculo alrededor del Jedi—. Al final fuimos amigos, mucho más que Maestro y aprendiz.

—Sí, lo fuimos —dijo Qui-Gon, siguiéndole con los ojos, moviéndose con
él.

—Más razón aún para que me traicionaras. La amistad no significa nada para ti. Disfrutaste con mi sufrimiento.

—La traición fue tuya. Como lo fue el disfrutar del sufrimiento ajeno. Eso fue lo que descubriste en Telos. Yoda se había dado cuenta de ello. Por eso supo que fracasarías.
—¡Yoda! —Xánatos escupió el nombre—. ¡Ese troll enano! Cree que tiene poder. ¡Cuando ni siquiera ha soñado con la décima parte del poder que yo tengo!

—¿Qué tú tienes? ¿Cómo puedes tener ese poder, Xánatos? ¿No dices ser un simple gerente de una corporación, al que se envía para hacer la voluntad de su directiva?

—Yo sólo hago mi voluntad.

—¿Por eso estás aquí? ¿Es que Bandomeer es una prueba para tus habilidades?
—Yo no hago pruebas. Yo hago las normas. Bandomeer es mío. Lo único que tengo que hacer es alargar la mano y cogerlo.

Se acercó más aún, su capa se agitaba rozando al Caballero Jedi.
 

—Es un planeta pequeño. Galácticamente insignificante. Pero me llena de riquezas. Y podría hacer lo mismo contigo si olvidases las cansinas reglas de los Jedi. Pero no, Qui-Gon es demasiado bueno. No siente esa tentación. Nunca siente la tentación.

—Bandomeer no es de tu propiedad —respondió, apartándose a un brazo de distancia de su contrincante—. Siempre te confiaste demasiado. Esta vez has ido demasiado lejos.

—No. Ahora es cuando he ido demasiado lejos —repuso Xánatos con ojos brillantes, sacando su sable láser.

Una fracción de segundo después el sable láser de Qui-Gon zumbaba cobrando vida. Cuando Xánatos saltó para dar el primer golpe, el Jedi ya se movía para bloquearlo. Los sables entrechocaron y crepitaron. Qui-Gon sintió subir por su hombro la fuerza del golpe de Xánatos.

Éste no había perdido su habilidad en el combate.

Se había hecho más fuerte, y se movía con destreza y gracia. Su sable láser centelleaba, golpeando una y otra vez, siempre en un giro o una dirección sorprendente.

Qui-Gon se movió a la defensiva. Sabía que no podría cansar a su adversario, un método habitual en la estrategia Jedi. Éste tenía de su parte algo más que fortaleza, y el Caballero sentía el poder de su mente. Xánatos seguía en contacto con la Fuerza. Empleaba la energía del Lado Oscuro, no la del Luminoso.

Saltó a un lado para evitar otro envite. Xánatos lanzó una carcajada. Era el momento de cambiar las normas del combate. Se acabó el actuar a la defensiva.
Qui-Gon se lanzó contra Xánatos, con su sable láser zumbando y centelleando. Lanzó un golpe y otro, que paró su rival. El humo y el calor llenaban el aire. Xánatos volvió a reírse.

El Jedi empleó una cegadora serie de movimientos para poner a su contrincante contra la pared del edificio, pero éste saltó hasta la pila de escoria, dio una voltereta en el aire y aterrizó al otro lado de Qui-Gon.

—Destruíste todo lo que amaba —acusó Xánatos, atacando con el sable láser el hombro del Caballero y fallando por tan poco que le tocó la tela de la túnica—. Aquel día me destruíste, Qui-Gon. Pero yo renací más fuerte y sabio. Te he superado.

Sus sables volvieron a cruzarse, zumbando furiosamente. El Jedi sintió la descarga en el brazo, pero no titubeó. Su adversario intentó darle una
 
patada, pero la esperaba y se apartó. Xánatos perdió el equilibrio. Estuvo a punto de caerse, pero se recuperó a tiempo.

—Tu juego de piernas siempre fue tu debilidad —dijo Qui-Gon descargando un golpe contra el hombro de Xánatos. Éste se apartó, pero no sin hacer una mueca de dolor—. Si me has superado, sólo ha sido en tu mente.

Quizá fuera la chanza, quizás el hecho de que Qui-Gon le había hecho daño de verdad, pero el caso es que Xánatos se puso a la espalda el otro lado de la capa. En su otra mano apareció un segundo sable láser.

Qui-Gon, sorprendido, perdió la concentración por un instante. Ese sable láser sólo podía pertenecer a una persona.

— ¿Dónde está tu nuevo aprendiz? —dijo Xánatos burlón.

Así que él era el responsable de la desaparición de Obi-Wan. Ahora lo sabía con seguridad.

Xánatos amagó un golpe por la izquierda, para atacar por la derecha antes de volver a hacerlo por la izquierda. Qui-Gon recordaba ese movimiento de su estancia en el Templo y bloqueó fácilmente el golpe.

Estaba combatiendo el pasado. Su pasado. Quizá pudiera derrotar a Xánatos, pero así no ganaría la batalla. Ya sólo importaba el futuro. Y el futuro era Obi-Wan. El pasado podía esperar.

Qui-Gon hizo una pausa, sabiendo que su enemigo estaba dispuesto a pasar a otro nivel de la pelea, dispuesto a propinar un golpe de muerte, si podía.

De pronto, Xánatos dio media vuelta y, con tres largos pasos sobre la pila de escoria, se propulsó volando por el aire con los dos sables láser moviéndose hacia el caballero Jedi con cada músculo preparado para dar el golpe definitivo.
Sólo encontraron el aire. Qui-Gon se apartó, arrancando el sable láser de Obi-Wan de la mano desprevenida de Xánatos.

Y entonces, por primera vez en su vida, Qui-Gon huyó de un combate. Tenía que encontrar al joven Kenobi. El viento frío silbó en sus oídos cuando cruzaba el patio a toda velocidad.

Pudo oír la voz de Xánatos entre la neblina.

¡Huye, cobarde! ¡Pero no podrás escapar de mí!

¡Parece que ya lo he hecho!

La carcajada de Xánatos fue escalofriante.
 

—Sólo por ahora, Qui-Gon. Sólo por ahora.




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