Mundo Star Wars: Aprendiz de Jedi Volumen 2. EL RIVAL OSCURO -Capítulo 4-

                   



El pasado de Qui-Gon Jinn no descansa. ¿Cómo puede crear un vínculo con el joven Obi-Wan Kenobi, mientras que él es perseguido por la traición de su primer aprendiz Xánatos? Xánatos fue también un prometedor estudiante hasta que el lado oscuro de la Fuerza intervino. Qui-Gon pensaba que había desaparecido para siempre.

Pero ahora Xánatos esta de regreso.

Y busca venganza.


Capítulo 4

Xánatos no fue un estudiante fácil, aunque era muy joven cuando dejó Telos, recordaba que provenía de una familia poderosa en un planeta poderoso. Usó esa influencia para intentar impresionar a los demás estudiantes, la mayoría con un pasado menos privilegiado.

Qui-Gon fue paciente con este defecto, considerándolo un fallo infantil que desaparecería con el tiempo y el aprendizaje. La mayoría de los estudiantes que llegaban al Templo echaban de menos a sus familias y a sus planetas natales. Muchos inventaban historias sobre su pasado o repetían historias oídas en otra parte. Qui-Gon se dijo que Xánatos no era diferente. Y el chico compensaba sus pretensiones con auténtico deseo de aprender y con una excelente aptitud para las habilidades Jedi. Cuando llegó el momento, Qui- Gon eligió a Xánatos como su aprendiz padawan.

* * *

Qui-Gon dio un paseo tras ver alejarse a Obi-Wan en su transporte. Su mente se concentró en la reunión que habían tenido. ¿Quién había podido falsificar una petición de intervención Jedi en los asuntos de Bandomeer? Si fue Xánatos, ¿con qué motivo? ¿Había conducido a Qui-Gon a una trampa?

Meditó en estas preguntas, pero sin encontrarles respuesta. Y no podía decirle a SonTag que les sería de poca ayuda por culpa de una misteriosa figura de su pasado que le tenía rencor. Sólo podía seguir adelante. La misión en Bandomeer era auténtica: SonTag y VeerTa necesitaban ayuda.

Éstas le enviaron un mensaje notificándole que la reunión tendría lugar en la Mina del Planeta Natal. Qui-Gon salió de su aposento cuando llegó la hora, y se encontró con SonTag en el vestíbulo.
—Me alegro de haberle alcanzado —dijo ella—. Hemos cambiado el lugar del encuentro. Pensé que era preferible que los dos bandos se encontraran en un lugar neutral. Quizá todo el mundo sea más educado si le damos un tono oficial a los procedimientos. —Y con una sonrisa añadió—: Al menos, eso espero.

—Esperemos que así sea—repuso Qui-Gon, acortando su larga zancada para acompasar su paso al de SonTag.

VeerTa les esperaba en la sala de recepciones. Llevaba el unitraje gris azulado de los mineros, además de una mirada de impaciencia.

—Este encuentro es una pérdida de tiempo —dijo bruscamente—.
Offworld hará bonitas promesas y después las romperá.

—Yo estoy aquí para asegurarme de que no las rompan —respondió el
Jedi.
 
Le gustaba la enérgica VeerTa y esperaba que el encuentro tuviera éxito, por su bien. Y por el bien de Bandomeer.

La puerta se abrió y entró Clat'Ha, la gerente humana de la Corporación Minera Arcona. Qui-Gon la saludó con una inclinación de cabeza. Ella le devolvió el saludo, y sus vividos ojos verdes le dedicaron una mirada llena de calidez. Habían sido aliados a bordo de la nave que se dirigía hacia Bandomeer; esperaba que pudieran seguir siéndolo aquí.

Esperaron varios minutos, pero el representante de Offworld no se presentó. El hutt Jemba había sido asesinado durante el viaje y nadie sabía quién podía ser el nuevo representante de la compañía. La estructura jerárquica de Offworld estaba envuelta en el misterio. Ni siquiera se sabía quién era el dueño.

Finalmente, una molesta SonTag hizo un gesto en dirección a los cojines.

—Empecemos ya la reunión. Si lo que intentan hacer es intimidarnos, no pienso seguirles el juego.

Todo el mundo tomó asiento. Los asientos hicieron los ajustes de talla para que todo el mundo estuviera a la misma altura. Clar'Ha y VeerTa empezaron por informar a SonTag de los progresos en la mina. Qui-Gon escuchó sus palabras, pero distraído por algo más importante. Había una alteración en la Fuerza. Se concentró en la alteración, inseguro de lo que podía significar. Las oscuras ondas eran una advertencia, pero ¿de qué?

De pronto, la puerta se abrió de par en par. Un joven se detuvo en el umbral. Su brillante capa negra estaba bordeada con un azul tan oscuro que era casi negro. Una cicatriz que asemejaba un círculo roto le marcaba la mejilla.
Qui-Gon miró al intruso a los ojos. El momento se dilató. Y entonces, para sorpresa del Jedi, Xánatos sonrió con alegría.
— ¡Viejo amigo! Así que has venido. Apenas me atrevía a esperarlo.
Xánatos avanzó hacia delante, apuesto y enérgico. Los cabellos negros le caían sobre los hombros y sus oscuros ojos azules armonizaban con el reborde de su capa. Le dedicó a SonTag un gesto meeriano de saludo e hizo una reverencia.

—Gobernadora, debo disculparme por mi demora. Mi transporte se ha visto retrasado por una tormenta de iones. Nada me era más importante que llegar aquí a tiempo. Soy Xánatos, el representante de Offworld.

—Veo que ya conoce a Qui-Gon —repuso SonTag saludándole con las palmas de las manos hacia arriba.
 
—Sí. He tenido esa fortuna. Pero hace muchos años que no le veo.

Xánatos se volvió hacia Qui-Gon e hizo una reverencia. El Jedi notó que no había burla en la reverencia. Sólo respeto. Aun así no confiaba.

—Recibí tu mensaje a mi llegada —dijo con voz neutral.

—Sí, me dijeron que te habían enviado de Coruscant. Y, al ser nombrado representante de Offworld, supe que nos encontraríamos. Nada me dio más satisfacción.

Qui-Gon estudió al joven. Cada palabra suya vibraba con sinceridad.
¿Qué estaba pasando?

—Veo que desconfías de mí —repuso Xánatos; y sus ojos azul medianoche miraron fijamente a su antiguo mentor—. Tu sentido de la precaución no ha cambiado con los años. Pero seguro que hubo aprendices que dejaron el camino de los Jedi sin merecer tu desconfianza.

—Todos los aprendices son libres de marcharse cuando quieren. Y lo sabes —dijo Qui-Gon con calma—. No hay desconfianza si se van de forma honorable.

—Por eso me fui. Era lo mejor para mí, y para los Jedi —dijo Xánatos reposadamente—. No conseguí hacerme a esa vida. Pero no siento ni un asomo de pesar por ello. No estaba hecho para llevar la vida de un Jedi. —De pronto, dedicó una sonrisa a las tres mujeres—. Valoro mi entrenamiento como Jedi, pero éste no me preparó para la impresión que recibí al dejar el Templo. Debo confesar que me descarrié unos cuantos años. Fue en esa época cuando me vio Qui-Gon por última vez.

¿Descarriado?, se preguntó el Caballero Jedi. ¿Es así como considera Xánatos esos años?
—Pero he cambiado. Offworld me ha dado la oportunidad de cambiar. — Xánatos se inclinó hacia delante, mirando a VeerTa—. Por eso la admiro, VeerTa. Offworld me envía a decirle que no interferirá en el proyecto de la Mina del Planeta Natal. Un Bandomeer más próspero y seguro es algo que conviene a todos. Admiro su liderazgo, porque también yo amo a mi planeta natal.
Siempre llevo a Telos en mi corazón —repuso, llevándose la mano al pecho, y antes de mirar a SonTag—. ¿Os convencería de mi sinceridad que Offworld donase el diez por ciento de sus beneficios al esfuerzo de reclamación de Bandomeer?

SonTag parecía aturdida. Qui-Gon sabía que incluso sólo el diez por ciento de los beneficios de Offworld era una cantidad enorme. Nunca antes había entregado esa Corporación nada a una causa de caridad.

La oferta debía ser un truco. Qui-Gon desconfiaba de ella, pero se daba cuenta de que Xánatos se había ganado a SonTag y VeerTa. Sólo Clat'Ha
 
seguía dubitativa. Pero ella tenía más motivos para dudar de Offworld por haberse enfrentado recientemente a la compañía.

Xánatos pareció sentir la desconfianza de Clat'Ha. Clavó en ella sus penetrantes ojos azules.

—Al aceptar mi cargo en Offworld, lo hice en el supuesto de poder cambiar algunas políticas de la empresa. No creo en saquear planetas para abandonarlos una vez hemos obtenido todo lo que queremos de ellos.
Nuestros actos en Bandomeer servirán como ejemplo de nuestra nueva actitud.

SonTag asintió.

—Es una actitud sabia. Y Bandomeer agradece vuestra ayuda...

De pronto, una enorme explosión hizo temblar la sala. VeerTa cayó derribada al suelo. Antes de que los demás pudieran reaccionar, Qui-Gon ya estaba en pie, sable láser en mano.

El Caballero Jedi sentía que la explosión había tenido lugar fuera del palacio. Corrió al ventanal. VeerTa se puso en pie y lo siguió.

Una gran nube negra tapaba la visión de la ciudad. Pero el viento arreció, despejando el paisaje.

Un hilacho de humo ascendía de los terrenos de la mina. Qui-Gon pudo ver un gran edificio en ruinas. Una torre minera había caído, y otra se ladeaba peligrosamente. Mientras miraban, se inclinó lentamente y cayó, aplastando un viejo edificio en el que debían residir los trabajadores. Qui-Gon vio figuras alejándose tambaleantes del desastre. Sabía que dentro habría gente atrapada.

Empezaron a oírse las sirenas, gimiendo ensordecedoras. VeerTa se tambaleó a su lado, sujetándose al antepecho para mantenerse erguida.
—Ha sido en la Mina del Planeta Natal —dijo en un susurro.







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