Mundo Star Wars: Aprendiz de Jedi Volumen 8. AJUSTE DE CUENTAS -Capítulo 3-

                                                        



La paz por encima de la ira
El honor por encima del odio
La Fuerza por encima del miedo

El malvado aprendiz de Qui-Gon Jinn, Xánatos, le ha tendido una trampa a su antiguo Maestro. Ha guiado a Qui-Gon y a un joven Obi-Wan Kenobi e su planeta natal, Telos… y los ha acusado de un crimen que ellos no cometieron.
La pena es la muerte.
De pronto Qui-Gon y Obi-Wan son fugitivos en un planeta donde todos son enemigos.
El día del ajuste de cuentas de Xánatos ha llegado.


Capítulo 3

El joven se echó a reír antes de que pudieran responder.

¡Es broma! —gritó—. En mi opinión, la policía de seguridad se aburre bastante. Aquí en Telos casi no hay delincuencia, así que van a por ti sólo con que se te ocurra tirar al suelo una pepita de muja. Incluso detienen constantemente a las personas inocentes como yo. En serio, ¿os parezco mala persona? —se encogió de hombros y se señaló a sí mismo, sonriendo.

—No —dijo Obi-Wan amablemente, aunque su limitada experiencia le había enseñado que el mal tenía muchas formas.

Su compañero rió de nuevo y se volvió hacia Qui-Gon. —Tu amigo miente bien.

Una buena cualidad.

—No ha mentido —respondió Qui-Gon—. No pareces mala persona, eso es cierto, pero tampoco pareces lo contrario. Nos conocemos desde hace demasiado poco tiempo para juzgar eso.

Su rescatador dirigió la mirada a Qui-Gon y luego a Obi-Wan, sonriendo encantado.

—Me ha tocado el gordo. Menuda pareja de tíos listos. ¿Sabéis cómo apostar contra las probabilidades?

—No —dijo Qui-Gon sonriendo—. Somos demasiado listos para eso. Esta vez, su rescatador se desternilló de risa.

¡Qué bueno! Yo sí que sé escoger a mis amigos. Por cierto, me llamo Denetrus, pero podéis llamarme Den.

Encantados de conocerte —respondió Qui-Gon—. Yo soy Qui-Gon Jinn y éste es Obi-Wan Kenobi.

¿Turistas?

—Viaje de negocios —respondió Qui-Gon.

—Aquí en Telos hay muchas empresas —dijo Den—. Yo soy técnico, me acaban de despedir de la mejor de todas—les dedicó una sonrisa alegre.

¿Has trabajado para UniFy? —preguntó Qui-Gon.

—Claro, ¿quién no? Es la mayor fuente de empleo de Telos. Contratan a trabajadores externos constantemente. ¿Por eso habéis venido?

—No —dijo Qui-Gon lentamente—, pero tenemos una reunión allí. Den asintió.

—Es una compañía poderosa —hizo un gesto con el brazo para abarcar las pantallas gigantes que emitían imágenes de los parques globales y los bellos paisajes de Telos—. UniFy está recuperando nuestros parques naturales. La mayor parte de las ganancias de la katharsis se emplean para el mantenimiento y conservación de la tierra. El Gobierno lo dispuso así cuando el pueblo protestó por

 

lo elevado de los impuestos. Ahora casi no pagamos nada. La katharsis nos lo ha ahorrado. Por no mencionar que nos hace a todos ricos más allá de nuestros sueños.

—Pero sólo si ganas —señaló Qui-Gon.

—Ya, pero todos los que estamos aquí planeamos ganar—dijo Den subiendo una ceja a modo irónico—. Como yo. Estoy convencido de que hoy es mi día de suerte.

Se volvieron hacia el anillo central más pequeño del pabellón, en el que una plataforma se elevaba desde el suelo hacia el techo, formando una tarima. Un hombre alto y de pelo cano estaba en ella, elevando los brazos hacia la multitud.

—Es el tesorero de Telos, Vox Chun —les dijo Den por encima del griterío.

Un escalofrío recorrió a Obi-Wan, que intercambió una mirada con Qui-Gon. Vox Chun era el padre del estudiante que había muero luchando contra Obi-Wan. Bruck Chun era el estudiante Jedi que había caído bajo la influencia de Xánatos. Obi-Wan peleó con él para salvar a su amiga Bant. Bruck perdió el equilibrio y cayó. Obi-Wan intentó atraparle al vuelo, pero no pudo hacerlo. Bruck se partió el cuello en la caída. Obi-Wan cerró los ojos, recordando aquel terrible momento. Al abrirlos, vio que Qui-Gon le miraba con expresión compasiva.

—Los juegos no pueden comenzar sin que algún engreído salga y se ponga pesado contando sus logros —continuó Den—. Es un buen momento para echarse un sueñecito.

Obi-Wan volvió rápidamente a centrar su atención en el presente. No quería olvidar el pasado, pero no podía distraerse.

¡Bienvenidos, telosianos y amigos de la galaxia! —gritó Vox Chun. Recibió un rugido por respuesta. Esperó un momento, sonriendo, y luego alzó la mano—.

¡Gracias a todos vosotros, las bellezas naturales de nuestro amado Telos están siendo conservadas!

Se escuchó otro rugido, esta vez aún más ensordecedor. La música surgió de los altavoces y un mensaje se proyectó sobre la impresionante imagen de unas erupciones de vapor en una orilla de aguas azules: "Katharsis protege nuestros espacios sagrados".

¡Si no hay ganador hoy, el próximo gran premio del sorteo de la katharsis será el mayor de la historia de Telos! —continuó Chun. Esperó a que terminaran los vítores y alzó una mano—. En honor a este evento, el primer ciudadano de Telos presentará el premio. Nuestro buen amigo, nuestro amadísimo benefactor, el hombre de más confianza de Telos... ¡Xánatos!

Qui-Gon dio un respingo mientras el pabellón hervía en gritos de aclamación. Den lo contemplaba todo con los labios curvados en la sonrisa irónica que parecía mostrar en todo momento. Los focos que iluminaban distintas partes del pabellón se detuvieron frente a una cabina flotante. Un hombre de elevada estatura se puso en pie y saludó.

 

Era Xánatos.

Qui-Gon contemplaba con incredulidad a la multitud pateando el suelo y gritando "¡Xánatos, Xánatos!" una y otra vez.

Qui-Gon pensaba que estaba preparado para cualquier giro inesperado o cualquier situación adversa, pero no para esto. Xánatos no estaba escondiéndose. No lo necesitaba. Era obvio que el pueblo de Telos le amaba.

Pero ¿por qué?, se preguntó Qui-Gon. Xánatos era un traidor. Hacía menos de diez años se había confabulado con su padre para robar las riquezas del planeta. Había conspirado para involucrar a Telos en una guerra civil innecesaria y destructiva contra un planeta vecino. La gente debía de estar muy engañada o manipulada para ignorar que Xánatos había estado a punto de arrastrarles a la guerra.

Qui-Gon sintió que Obi-Wan se estremecía a su lado. El chico estaba tan atónito como él. Le pareció admirable la capacidad de Obi-Wan para controlar la voz y cómo apenas mostró una expresión curiosa cuando se volvió hacia Den y preguntó:

¿Y quién es ese Xánatos?

—Nuestro amadísimo benefactor —dijo Den a modo de burla, y se encogió de hombros—. Ha hecho mucho por Telos.

—Creo que he oído hablar de su padre, Crion —comentó Qui-Gon como por casualidad—. ¿No fue el gobernador de Telos?

Den asintió.

—Se vio involucrado en un escándalo. Sus enemigos afirmaron que intentaba iniciar una guerra contra un planeta vecino para enriquecerse, pero Xánatos investigó y demostró que no era cierto. La mayoría de los telosianos les consideran héroes.

Den se volvió hacia el anillo central cuando Vox Chun se introdujo en una cabina flotante y dio comienzo la primera competición. Los participantes se pusieron en círculo en el interior del pabellón. Todos pilotaban barredores.

—El primer juego se llama Obstáculo —explicó Den—. Se lanzan hologramas de obstáculos cada vez más difíciles hacia los barredores. El objetivo es esquivarlos a ellos y a los otros concursantes. Se requieren excelentes habilidades de vuelo. ¿Queréis apostar?

Qui-Gon negó con la cabeza.

—Creo que hoy sólo miraremos, Den.

—Lo que yo decía—dijo Den en un susurro, mientras hacía su apuesta—. Mira que sois listos.

***

A Qui-Gon le sorprendió la ferocidad de las competiciones. La multitud parecía más satisfecha cuanto mayor era el peligro para los participantes. Dos barredores

 

colisionaron y una oscura energía se arremolinó dentro del gigantesco pabellón. Cuando sacaron a uno de los participantes en camilla, el gentío gritó encantado. Era muy inquietante.

Telos había sido un planeta tranquilo, conocido por su innovadora industria tecnológica y sus intereses artísticos y culturales. Qui-Gon no entendía lo que había pasado. ¿Les había cambiado la katharsis?, ¿o los años de prosperidad les habían embotado los sentidos y les había aficionado a placeres más sangrientos y excitantes?

Den no parecía afectado por la conmoción que le rodeaba. Llevaba un pequeño datapad e introducía números, comprobando el estado de las apuestas constantemente. Qui-Gon se dio cuenta de que era un auténtico jugador, aunque hacía apuestas menores.

Y por fin llegó el intermedio. La tercera ronda de juegos consistía en un duelo de vibrocuchillas con los participantes colgados de varios cables en tensión. Las vibrocuchillas no cortaban, pero soltaban una pequeña descarga eléctrica. El duelo había sido una escaramuza y tres competidores más habían caído. Uno quedó gravemente herido. El grupo restante parecía extenuado y arrasado, pero tras el descanso tendrían que pasar por otra agotadora serie de pruebas.

¿Tenéis hambre? Podemos ir a por algo de comer —dijo Den, activando la cabina para volver a la plataforma del estadio.

—Gracias, pero creo que es hora de irnos —dijo Qui-Gon amablemente—.

Debemos atender nuestros asuntos. ¿Podrías indicamos cómo llegar a UniFy?

—No tiene pérdida... bajad por el bulevar principal. Lo encontraréis a la izquierda. Buena suerte —les dijo Den.

Se despidieron y se unieron a la corriente de seres que se dirigían a los puestos de comida en el nivel intermedio del pabellón. No había rastro de los guardias. Qui-Gon esperaba que se hubieran rendido de una vez. El gentío se dirigió hacia la tentadora comida, y Qui-Gon y Obi-Wan fueron hacia la salida indicada con luces azules.

Mientras pasaban por los enormes puntales que soportaban el pabellón, Qui- Gon sintió una emanación repentina del Lado Oscuro de la Fuerza. Se detuvo alarmado y se escondió entre las sombras de un grueso puntal de duracero. Obi- Wan sintió también la emanación y se movió con él.

Qui-Gon miró a su alrededor. Sabía lo que estaba buscando.

Una silueta negra salió por la oscura puerta de un pasillo. Xánatos caminó por la zona vacía, con el forro azul oscuro de su capa flotando tras él y el pelo negro cayéndole hasta los hombros. De repente, se detuvo.

Como antiguo Jedi, Xánatos también era sensible a la Fuerza. Se había detenido de forma tan abrupta que Qui-Gon estuvo seguro de que había percibido la presencia de los dos Jedi. Pero ¿habría identificado a Qui-Gon?

Xánatos se paró, apenas iluminado por las farolas. La cicatriz en forma de

 

media luna de su mejilla se distinguía claramente, más blanca que su piel pálida y casi transparente. Miró hacia la gente que unos metros más lejos se dirigía hacia los puestos de comida. Su mirada recorrió lentamente cada una de las formas. Luego se detuvo y se dio la vuelta. Sus ojos recorrieron el espacio vacío, los curvados puntales y los pasillos que iban en todas direcciones.

Qui-Gon no se movió. Ni siquiera respiró. Obi-Wan, junto a él, intentaba hacer lo mismo. Ni siquiera parpadearía para no perturbar a las sombras.

Xánatos no les vio, pero una sonrisa se esbozó lentamente en su rostro.

Qui-Gon sabía lo que significaba esa sonrisa. Xánatos sabía que él estaba allí. La batalla había comenzado.

 





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