Mundo Star Wars: Aprendiz de Jedi Volumen 8. AJUSTE DE CUENTAS -Capítulo 7-

                                                         



La paz por encima de la ira
El honor por encima del odio
La Fuerza por encima del miedo

El malvado aprendiz de Qui-Gon Jinn, Xánatos, le ha tendido una trampa a su antiguo Maestro. Ha guiado a Qui-Gon y a un joven Obi-Wan Kenobi e su planeta natal, Telos… y los ha acusado de un crimen que ellos no cometieron.
La pena es la muerte.
De pronto Qui-Gon y Obi-Wan son fugitivos en un planeta donde todos son enemigos.
El día del ajuste de cuentas de Xánatos ha llegado.


Capítulo 7

Además de los carnets, Den se las había arreglado para robar los unimonos grises que vestían los empleados técnicos no cualificados en UniFy. Fue increíblemente sencillo unirse a la corriente de trabajadores que entraban en el edificio al amanecer del siguiente día. Los guardias de seguridad les cogieron las tarjetas identificativas y les permitieron la entrada.

Vale, ya hemos entrado, pensó Obi-Wan. ¿Pero será tan fácil salir? Por alguna razón, Qui-Gon había decidido fiarse del tal Den. Y el Consejo Jedi pensaba que él, Obi-Wan, era el impulsivo.

Den bajó un piso en el turboascensor.

—Los archivos principales están en un área restringida —explicó—. Tendremos que bajar por la escalera de mantenimiento. Después habrá un guardia en la puerta. ¿Le podéis arrear con esos sables láser vuestros? Podríamos encerrarle en un armario hasta que hayamos terminado.

—Yo me ocuparé —dijo Qui-Gon.

Se deslizaron por la escalera de mantenimiento y entraron en un pasillo largo y blanco iluminado con luces suaves. Un guardia de seguridad estaba sentado frente a un monitor al otro extremo del corredor. —Pases —dijo el guardia.

Qui-Gon le entregó su tarjeta identificativa y se concentró en la mente del telosiano. Es válido. Pueden pasar.

—Es válido —dijo el guardia—. Pueden pasar. La puerta se abrió con un siseo y entraron.

¿Cómo has hecho eso? —preguntó Den atónito.

—Una herramienta Jedi —respondió Qui-Gon—. La Fuerza puede emplearse fácilmente con los débiles de mente.

—Estoy impresionado—dijo Den, moviendo la cabeza con un gesto de admiración—. ¿Podéis imaginaros lo que podríais hacer con eso si tuvierais un poco de malicia? Oye, ¿el Templo Jedi ése aceptaría a un tío como yo?

—No —dijo Qui-Gon de inmediato, entrando por una puerta sobre la que podía leerse: "Archivos de seguridad".

La habitación estaba llena de ordenadores y archivos holográficos. Den se acercó rápidamente al terminal principal.

—Entraré en el sistema, y mientras, vosotros dos buscaréis en otros monitores

—dijo con los dedos volando por el teclado—. Han cambiado la contraseña, pero yo ideé un programa que... ¡ahí estamos! Si me llamáis genio tendré que daros la razón.

Qui-Gon estaba en otro terminal e indicó a Obi-Wan que se pusiera en el de al lado. Sería más rápido si todos buscaban de forma independiente.

Nombres de archivos y cifras parpadeaban en la pantalla. Había muchos

 

denominados "Lagos Sagrados".

—Por lo menos hay trescientos archivos —dijo Qui-Gon un momento después

—. Vamos a por ellos. Den, mira los cien primeros, Obi-Wan, tú los siguientes cien. Yo comprobaré los últimos. Hacedlo lo más rápido que podáis. Buscad todo lo relacionado con Offworld, extracción de minerales y prospecciones —miró a Den—. No intentes hacer nada.

Den parpadeó inocentemente.

¿Como qué?

—No quiero aventurarme a averiguarlo —dijo Qui-Gon fríamente—. Sólo haz lo que he dicho.

Obi-Wan accedió al primer archivo y lo visualizó rápidamente. Era un registro de correspondencia entre el director del proyecto de los Lagos Sagrados con su superior en UniFy. Por lo que pudo ver, lo único que contenía era pedidos de combustible y alimentos para los trabajadores. Nada. Pasó al siguiente.

Y al siguiente. Y al siguiente... Obi-Wan visualizó un archivo tras otro. Nunca imaginó que trabajar para una gran corporación podía ser tan aburrido. La información se repetía una y otra vez y se comprobaba de nuevo. No vio nada sospechoso.

—Ojalá estuviera aquí Tahl —murmuró Qui-Gon—. Ella podría interpretar estos registros financieros. Lo complican todo tanto...

Qui-Gon se calló de repente. Obi-Wan vio que la pantalla del Maestro Jedi se había bloqueado. Cuando miró la suya, vio que también estaba bloqueada.

—Den, ¿qué ocurre? —preguntó.

—No lo sé —dijo Den preocupado. Intentó apagar el monitor, pero el interruptor no funcionaba—. Es posible que se trate de un bloqueo temporal —se levantó y fue hacia la puerta—. No hagáis ruido.

¿Adónde vas? —preguntó Qui-Gon.

—Sólo voy a echar un vistazo. No os preocupéis. Den salió por la puerta. Qui-Gon se levantó despacio.

—Tenemos que salir de aquí ahora mismo —dijo. Obi-Wan le miró sorprendido.

—Pero no podemos abandonar a Den. Qui-Gon estaba muy serio.

—Él ya nos ha abandonado.

Obi-Wan oyó pasos. La puerta se abrió.

—No desenfundes el sable láser —le ordenó Qui-Gon rápidamente, justo antes de que entraran las fuerzas de seguridad.

Obi-Wan sabía por qué lo decía. Qui-Gon esperaba que no les detuvieran por delincuentes, sino que, con un poco de suerte, les retuvieran en UniFy como

 

simples intrusos.

Pero esa esperanza se disipó de inmediato cuando el fornido jefe de seguridad dio un paso adelante.

—Se les acusa de infringir la ley telosiana bajo el Penal Galáctico —les dijo—.

Quedan arrestados.





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