Mundo Star Wars: Aprendiz de Jedi Volumen 8. AJUSTE DE CUENTAS -Capítulo 13-

                                                           



La paz por encima de la ira
El honor por encima del odio
La Fuerza por encima del miedo

El malvado aprendiz de Qui-Gon Jinn, Xánatos, le ha tendido una trampa a su antiguo Maestro. Ha guiado a Qui-Gon y a un joven Obi-Wan Kenobi e su planeta natal, Telos… y los ha acusado de un crimen que ellos no cometieron.
La pena es la muerte.
De pronto Qui-Gon y Obi-Wan son fugitivos en un planeta donde todos son enemigos.
El día del ajuste de cuentas de Xánatos ha llegado.


Capítulo 13

Obi-Wan sabía que estaba en peligro incluso antes de darse la vuelta. Se giró hacia un lado deliberadamente y cogió el sable láser con tanta rapidez que el movimiento fue imperceptible. Con la otra mano empujó a Andra para apartarla.

Los disparos de las pistolas láser formaron un muro de ráfagas entre ellos.

Andra, que era de reflejos rápidos, cayó al suelo y rodó hasta ponerse a salvo tras un gran tronco caído.

Obi-Wan estaba en seria desventaja. Las lecciones de Qui-Gon pasaron por su mente por orden de precisión.

No te pares.

Cambia. Sorpréndeles.

Cambia de mano cuando puedas. Ataca desde arriba y abajo.

Utiliza el terreno.

El terreno era inestable. Los androides lo tendrían más difícil para maniobrar. Obi-Wan empleó los troncos del suelo y los lechos de suave musgo para elevarse y saltar. Dio un golpe hacia atrás y derribó a un androide. Utilizando el impulso del giro, fue a por las piernas del siguiente.

Dos menos.

Andra se levantó empuñando la cuchilla vibratoria mientras Obi-Wan atacaba al tercer androide. La mujer esquivó a ciegas un disparo y golpeó al androide por detrás. Tres menos.

El cuarto androide se giró para atacar a Andra. Obi-Wan rechazó el disparo con su sable láser y dio una patada a otro que se le acercaba por la derecha. Andra saltó y partió un brazo al androide, que perdió el equilibrio, se tambaleó y fue limpiamente cortado en dos por Obi-Wan. La máquina se derrumbó.

Una liana colgaba del árbol más cercano. Obi-Wan se agarró a ella y saltó hacia el androide que iba a por Andra. La pistola láser disparó medio segundo antes de que Obi-Wan asestara un golpe horizontal que partió por la mitad al androide.

Andra gritó y cayó al suelo.

Obi-Wan giró todavía más deprisa, decapitó a un adversario y se dio la vuelta para derribar a otro. Luego clavó el sable láser a uno de ellos en el panel de control.

Obi-Wan corrió junto a Andra y se inclinó sobre ella para buscarle el pulso. La mujer alzó la mano, apartándole suavemente.

—No te preocupes, no estoy muerta. Ha sido sólo un golpe.

Obi-Wan, aliviado, se meció sobre sus talones. — ¿Estás segura?

 

—Un disparo láser me dio en la mochila, creo.

Andra se quitó con cuidado la mochila del hombro. Tenía agujeros provocados por la pistola láser. Abrió la bolsa y sacó la grabadora. La carcasa estaba acribillada y tenía una parte derretida.

¡Oh, no! —dijo ella sin aliento. Intentó reproducir la grabación, pero el aparato se limitó a zumbar y después se paró.

—No te preocupes —dijo Obi-Wan, dándose unas palmaditas en la túnica—. Por eso tenemos una copia de seguridad —su mente ya estaba dando el siguiente paso, como Qui-Gon le había enseñado. No te pares a pensar en los contratiempos a no ser que tengan algo que enseñar—. Ahora tenemos otro problema —dijo—. ¿Conoces algún sitio en el que podamos obtener un transporte rápido?

Andra palideció.

—No. Tendremos que andar durante horas, pero no tenemos tiempo, la katharsis empezará en una hora. ¡No lo conseguiremos!

—Llamemos a Qui-Gon para ver si Den ha podido amañar el sorteo —sugirió Obi-Wan.

El joven activó el intercomunicador y Qui-Gon respondió de inmediato.

—Me alegra oírte, Obi-Wan —dijo con un alivio evidente en la voz—. ¿Habéis obtenido las pruebas?

—No tantas como esperábamos—dijo Obi-Wan—. No hay duda de que están extrayendo minerales en el parque, pero no hemos podido demostrar que Offworld sea la responsable.

Se oyó un suspiro de Qui-Gon en el intercomunicador. —Tendrá que servir. No quiero que Andra y tú os arriesguéis más.

¿Den ha podido amañar el sorteo?

—Sí —respondió Qui-Gon—. Será uno de los tres ciudadanos que apuesten en el juego final. Se ha colado en el sistema y sabe quién será el ganador. Xánatos entregará el gran premio.

Hubo un breve silencio. Obi-Wan sintió la decepción brotando en su interior. ¡Si tan sólo pudieran conectar con Offworld lo que habían encontrado! Podrían desenmascarar a Xánatos delante de todos los ciudadanos que había engañado.

Qui-Gon leyó sus pensamientos.

—Obi-Wan, has hecho todo lo que has podido. Es hora de que regreséis. Por lo menos podremos salvar el parque global de Telos. Volved ya.

Obi-Wan dudó. Si le decía a Qui-Gon que no tenían vehículo, no habría nada que él pudiera hacer. No había tiempo para ir a buscarles y para que volvieran a tiempo para la katharsis. Contarle lo que había pasado no haría más que preocuparle más sin necesidad.

 

—Enseguida —decidió responder—. Nos queda un asunto por resolver.

—De acuerdo —respondió Qui-Gon—. Os veré en el pabellón. Y tened mucho cuidado los dos.

Andra entrecerró los ojos. Obi-Wan apagó el intercomunicador.

¿En qué estás pensando? —preguntó ella—. ¿Cómo vamos a volver a Thani?

—Tenemos una alternativa —dijo Obi-Wan con determinación—. Es probable que tengamos unos minutos hasta que echen de menos a los androides. Tenemos que volver a entrar y robar un transporte.

Andra parecía nerviosa, pero asintió.

—Es nuestra única oportunidad. Vamos.

Volvieron por el mismo camino hasta la caverna. Se movieron por las sombras que proyectaba la abertura de la salida, esperando cautelosamente hasta que un equipo de vigilancia pasó por delante. En cuanto los androides se perdieron de vista, salieron, bordearon los lagos de vapor y se agazaparon tras una excavadora cerca del montón de malab.

¿Y ahora qué? —preguntó Andra.

—Tengo una idea —le dijo Obi-Wan—. Cuando estuve examinando los informes de UniFy, muchos de ellos hablaban del Pabellón Técnico D. Estaban construyendo una plataforma de aterrizaje allí, pero yo no la he visto por ningún lado, ¿y tú? Seguramente, la plataforma está dentro del pabellón para que nadie pueda verla desde el aire. Teniendo en cuenta las proporciones de esta operación, es probable que haya remolcadores de mantenimiento.

Andra asintió.

—Bien pensado.

—Y eso nos lleva a Offworld —dijo Obi-Wan—. Ellos tienen una flota de remolcadores y necesitarán otro transporte aéreo para tareas de menor magnitud. Si podemos introducimos en el Pabellón Técnico D, encontraremos las pruebas para incriminar a Offworld y podremos escapar.

—Así que todo lo que tenemos que hacer es encontrar el Pabellón Técnico D, averiguar la forma de entrar, robar un transporte y volver a Thani antes de que acabe la katharsis —dijo Andra—. Como diría Den, que me maten si lo conseguimos.

Obi-Wan sonrió.

—Podemos hacerlo.

Se mantuvieron a la sombra de la colina y se ocultaron de los equipos de vigilancia, avanzando hacia el lugar en que habían visto los pabellones técnicos. Obi-Wan enfocó sus binoculares hacia cada pabellón hasta que encontró el D. Se fijó en las puertas de atraque, donde los trabajadores entraban y salían atareados. Algunos pilotaban gravitrineos y otros portaban bidones de duracero.

 

Cuando quieras salir de algún sitio sin ser visto, hazlo por el lugar más frecuentado.

—Ahí encontraremos el transporte —dijo a Andra.

—Pero está repleto de trabajadores —murmuró Andra—. Y han aumentado la vigilancia. Hay androides por todas partes.

—Están buscando intrusos —dijo Obi-Wan—. No trabajadores.

Obi-Wan señaló a un obrero que salía de una caseta cercana. Se estaba abrochando el unimono gris.

—Espera aquí —ordenó a Andra.

Obi-Wan rodeó la falda de la colina de piedra de malab. Apenas había unos metros entre él y el cobertizo. Tendría que arriesgarse.

Cruzó rápidamente la zona, llegó al abrigo de la puerta y se metió dentro. Un obrero con cara de cansado que estaba sentado en un banco frente a una fila de taquillas levantó la vista sorprendido.

Obi-Wan le saludó.

—Vengo a por mi unimono. Soy nuevo. Llego tarde a mi turno —añadió, intentando evitar la conversación. El obrero le miró suspicaz.

—El turno no empieza hasta dentro de diez minutos. Y tú eres demasiado joven.

Obi-Wan utilizó la Fuerza y miró fijamente al obrero.

—Pero a ti no te importaría darme un par de trajes —dijo.

¿Por qué no te doy un par de trajes? —dijo el hombre.

Obi-Wan cogió dos trajes del montón que le ofreció el obrero y los contempló. El pequeño le quedaría bien a Andra.

—Ya nos veremos —dijo.

—Ya nos veremos —repitió el obrero.

Obi-Wan se puso el traje rápidamente antes de salir. Se enrolló el otro bajo el brazo y regresó adonde Andra estaba escondida. Le dio su unimono y ella se lo puso.

Ambos se dirigieron al Pabellón Técnico D. Cuando estuvieron cerca, Obi-Wan se dio cuenta de que era tres veces más grande que los otros pabellones y que tenía una extensión de cientos de metros. Andra y él se encaminaron hacia las grandes puertas dobles y entraron. Avanzaron decididos por un pasillo lateral lleno de bidones de suministro.

—Coge eso —dijo a Andra, señalando un bidón de duracero.

¿Y ahora qué? —murmuró ella.

—Parecen muy ocupados.

 

Obi-Wan contempló la zona. Había varios skyhoppers aparcados junto a la puerta del puerto estelar. El hangar era lo suficientemente grande como para albergar un remolcador de tamaño considerable. Offworld tenía que estar metido en aquello.

Obi-Wan examinó los bidones de suministros. Parecía que servían para guardar los dispositivos explosivos. Vio una caja de detonadores termales.

—Espera un momento —Obi-Wan se agachó para leer el lateral de la caja.

Impreso a fuego en la carcasa de duracero se veía medio círculo.

—Offworld —dijo él—. ¡Les tenemos!

Andra vigilaba mientras él dirigía su vara grabadora hacia las cajas.

Se escuchó un ruido por encima de sus cabezas y el techo comenzó a retirarse. El sol centelleó durante un instante y luego fue eclipsado por un gran remolcador de mantenimiento. La enorme nave maniobró para introducirse por el techo abierto y aterrizó lentamente en la pista. Un momento después, bajó una rampa de descenso y los obreros comenzaron a descargar rápidamente excavadoras sub- terráneas.

—Creo que ya tenemos todas las pruebas que necesitamos —susurró Obi-Wan a Andra.

¿Por qué? —preguntó ella.

El muchacho señaló al lateral de la nave. Escrita en letras impresas a láser podía leerse la palabra "Offworld".

Obi-Wan grabó una panorámica de las letras y amplió el plano para que se viera la descarga de las excavadoras. Las rampas fueron recogidas. El remolcador de mantenimiento no apagó los propulsores y, en ese momento, los motores rugieron y comenzó a despegar.

¡Vosotros! ¿Podéis echamos una mano?

Dos obreros cargaban suministros en un gravitrineo. Uno de ellos hacía gestos a Obi-Wan y a Andra.

—Es hora de ir a por esos skyhoppers —murmuró Obi-Wan.

Obi-Wan les respondió con un gesto, como si no pudiera oír lo que estaban diciendo por el ruido provocado por el despegue del remolcador. Entonces, Andra y él se alejaron en la otra dirección.

—No te apresures —dijo a Andra, cuyo ritmo se estaba acelerando, reflejando su ansiedad.

Caminaron hasta los skyhoppers y, cuando los alcanzaron, sonó la alarma.

—Intrusos —entonó una voz—. Intrusos.

—Vale, ahora sí que tienes que apresurarte —dijo Obi-Wan.

Obi-Wan saltó dentro del skyhopper y Andra le siguió. El joven se puso a los mandos mientras el techo se iba cerrando sobre sus cabezas. Obi-Wan encendió

 

los motores y la nave se elevó. Las puertas superiores se cerraban y la abertura se estrechaba. Obi-Wan puso los motores a plena potencia.

¡No vamos a conseguirlo! —gritó Andra.

Obi-Wan tiró de los controles para que el skyhopper se inclinara hacia un lado. La nave se dirigió hacia la pequeña abertura y la atravesó pasando a un centímetro de ambos bordes.

¿Hemos salido? —preguntó Andra con los ojos cerrados. Tenía la frente perlada de sudor y estaba agarrada al asiento.

—Hemos salido —respondió Obi-Wan, limpiándose el sudor de la frente con la manga—. Próxima parada, Thani.





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