Mundo Star Wars: Aprendiz de Jedi Volumen 8. AJUSTE DE CUENTAS -Capítulo 16-

                                                            



La paz por encima de la ira
El honor por encima del odio
La Fuerza por encima del miedo

El malvado aprendiz de Qui-Gon Jinn, Xánatos, le ha tendido una trampa a su antiguo Maestro. Ha guiado a Qui-Gon y a un joven Obi-Wan Kenobi e su planeta natal, Telos… y los ha acusado de un crimen que ellos no cometieron.
La pena es la muerte.
De pronto Qui-Gon y Obi-Wan son fugitivos en un planeta donde todos son enemigos.
El día del ajuste de cuentas de Xánatos ha llegado.


Capítulo 16

Cuando salieron del pabellón, el bulevar parecía completamente vacío. Qui-Gon cerró los ojos un instante y se concentró. Cuando los volvió a abrir, vio algo que se movía en la calle que tenía a la derecha. Quizá fuera sólo una sombra, pero la Fuerza le confirmó que se trataba de Xánatos.

Qui-Gon aceleró los motores al máximo. Podía oír a Obi-Wan siguiéndole de cerca. El chico podía mantener el ritmo. Él lo sabía.

La determinación hizo que se le tensaran todos los músculos. Esta vez no iba a perder a Xánatos. Indudablemente, se dirigía a algún sitio seguro, o quizás hacia un vehículo que le permitiera abandonar el planeta. Xánatos siempre tenía una vía de escape preparada.

Pero le habían cogido por sorpresa y quizás había descuidado algún detalle.

Xánatos no podía haber previsto todo.

Para sorpresa de Qui-Gon, Xánatos salió de la ciudad en dirección al campo.

—Creo que va a los Lagos Sagrados —gritó Obi-Wan—. Éste es el camino que cogimos nosotros.

—Tendremos que ir tras él —respondió Qui-Gon—. Sabe que lo estamos siguiendo. Si no lo cogemos, por lo menos no le perderemos de vista.

Los motores de los barredores no daban más de sí. Xánatos tenía un vehículo más rápido, ya que los que habían sido modificados para los juegos tenían los motores trucados. El Jedi hacía esfuerzos ímprobos para no perderlo de vista, había tramos en los que casi no podían verlo.

Durante el trayecto, Obi-Wan no perdió la concentración y se agarró al manillar con los ojos fijos en el reflejo distante que era Xánatos. El rostro de Qui-Gon estaba marcado por la determinación.

Finalmente llegaron al camino del parque y bajaron por él hacia la entrada. La puerta estaba hecha de electrocables y los sensores estaban apuntados hacia arriba para derribar a cualquier vehículo que intentara sobrevolarla.

Había un barredor abandonado en el camino, pero ni rastro de Xánatos.

Qui-Gon detuvo su barredor y se acercó para contemplar el que yacía en el suelo. No tenía combustible.

—Tiene que estar en el parque —dijo, y miró fijamente hacia la puerta.

—Yo conozco otro camino —le aseguró Obi-Wan.

Obi-Wan le guió entre los árboles. Dejó el barredor y bajó por el riachuelo hacia la fisura del muro de la caverna. Después se introdujo en ella.

Qui-Gon le siguió con dificultad. Era un hombre grande, y la grieta era pequeña.

Al final consiguió meterse dentro.

Atravesaron rápidamente la caverna hasta la entrada y salieron al aire libre.

Xánatos estaba cruzando el terreno en dirección al Pabellón Técnico D.

 

—Hay una pista de despegue en el interior —dijo Obi-Wan a Qui-Gon—. Sin duda tiene un transporte esperándole para salir del planeta.

Qui-Gon comenzó a correr. Xánatos no debía alcanzar el Pabellón Técnico.

Xánatos se movía silenciosamente, sin apenas hacer ruido con los pies en el suelo, pero antes de que le alcanzaran, saltó a un gravitrineo y despegó.

Qui-Gon cogió otro gravitrineo abandonado y le siguió, con la certeza de que Obi-Wan le seguiría de cerca. Qui-Gon esquivó una pila de equipos y se puso entre Xánatos y el Pabellón Técnico. Con un gruñido, Xánatos derrapó sobre el gravitrineo, giró a la derecha y salió disparado. Qui-Gon le seguía de cerca.

El espectáculo era desolador. El sol había bajado y teñía el paisaje de rojo con sus rayos. Los lagos humeantes de ácido negro burbujeaban y soltaban vapor. La zona era pedregosa debido a la lava seca, y estaba pegajosa por el alquitrán. El aire se notaba espeso y amarillo debido a los productos químicos. De vez en cuando, un gran chorro de vapor salía de las grietas de la roca.

Xánatos saltó del gravitrineo y aterrizó sobre sus pies con el sable láser en la mano, perfectamente preparado para el ataque. Al verse sorprendido, Qui-Gon apretó demasiado el acelerador, se dio cuenta de que el gravitrineo no lo aguantaría y saltó.

El salto fue algo torpe, pero le salvó. El Maestro Jedi sintió que el sable láser de Xánatos zumbaba junto a su oído cuando el arma bajó y golpeó una roca.

Qui-Gon aterrizó y perdió el equilibrio. Cayó sobre una rodilla, pero ya tenía el sable láser activado y listo para rechazar el siguiente ataque. Los haces de luz se unieron y se entrelazaron, zumbando y desprendiendo descargas en el aire.

—No vas a matarme, Qui-Gon —dijo Xánatos, acercando su rostro. Sus ojos ardían con odio.

—No he venido para matarte —dijo Qui-Gon—. He venido para hacer justicia.

El Maestro Jedi saltó hacia atrás y cambió de dirección con la intención de hacer saltar el sable láser de la mano de su adversario.

Qui-Gon asestó el golpe, pero Xánatos lo rechazó y se alejó.

—Di la verdad por una vez, Qui-Gon —dijo Xánatos entre dientes—. Te pasas tanto tiempo con esos pedazos de sabiduría Jedi en la boca que has perdido contacto con tu propia honestidad, si es que alguna vez la tuviste. No estarás satisfecho hasta que yo muera. Mira, ahí viene tu marioneta.

Qui-Gon vislumbró el brillo azulado del sable láser de Obi-Wan mientras el chico se acercaba a ellos. Intuyó que el muchacho iría hacia la derecha. Si rodeaban a Xánatos, quizá pudieran desarmarle.

Se movieron con perfecta sincronía y sin mirarse siquiera. Qui-Gon sabía cuándo y cómo atacaría Obi-Wan: iba a dar un golpe bajo con la empuñadura de su sable láser. Qui-Gon se preparó para lanzar una estocada por arriba. Sería difícil para Xánatos rechazar ambos golpes.

 

Pero Xánatos había intuido sus movimientos. Se alejó del ataque de Obi-Wan y saltó hacia delante, utilizando la Fuerza para añadir distancia al salto. Qui-Gon atacó por arriba, pero lo único que consiguió fue darle un golpe oblicuo al sable de Xánatos. Una grieta soltó un bufido junto a él y el vapor silbó al ascender en una poderosa columna. Qui-Gon tuvo que saltar a un lado para evitar ser escaldado.

La columna de vapor los separó de Xánatos, que sonrió.

—Ya estamos otra vez —dijo Xánatos—. Los nobles Jedi que claman justicia cuando lo que buscan realmente es sangre. ¿Te acuerdas, Obi-Wan? Tú fuiste a por un chico de trece años que acabó muerto. ¿Recuerdas la mirada de Bruck cuando le asesinaste? ¿Intentas convencerte de que lamentas la muerte de tu rival? Admite el sentimiento en tu corazón. ¡Admite tu satisfacción! Admite tu sed de venganza.

Qui-Gon vio la desesperación en el rostro de Obi-Wan. La mano con la que agarraba el sable láser temblaba.

—No escuches —dijo Qui-Gon despacio—. No escuches, Obi-Wan.

El vapor regresó a la fisura de repente. En ese mismo momento, Xánatos dio un salto adelante. A Obi-Wan, que aún estaba conmocionado, le cogió por sorpresa y apenas pudo rechazar el ataque de Xánatos con su sable láser. El fiero adversario giró y dio una patada alta a Obi-Wan, derribándole.

Y entonces Xánatos saltó sobre él.





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