Mundo Star Wars: Aprendiz de Jedi Volumen 8. AJUSTE DE CUENTAS -Capítulo 4-

                                                         



La paz por encima de la ira
El honor por encima del odio
La Fuerza por encima del miedo

El malvado aprendiz de Qui-Gon Jinn, Xánatos, le ha tendido una trampa a su antiguo Maestro. Ha guiado a Qui-Gon y a un joven Obi-Wan Kenobi e su planeta natal, Telos… y los ha acusado de un crimen que ellos no cometieron.
La pena es la muerte.
De pronto Qui-Gon y Obi-Wan son fugitivos en un planeta donde todos son enemigos.
El día del ajuste de cuentas de Xánatos ha llegado.


Capítulo 4

Xánatos se rió y volvió al interior del pabellón.

—Sabe que estamos aquí —dijo Obi-Wan en voz baja.

—Sí —asintió Qui-Gon—. Vamos a UniFy. Tenemos que movernos lo más rápido posible.

Salieron del pabellón y bajaron por el bulevar principal. Las calles estaban extrañamente desiertas. Qui-Gon imaginó que la mayoría de la población estaría en el pabellón de katharsis. ¿Serían los Días de Katharsis fiesta oficial?

Obi-Wan y él pasaron por delante de un impresionante edificio de gran tamaño con columnas azules en la entrada. Sobre una placa plateada podía leerse: "Instituto de salud Xánatos".

—Es toda una celebridad —murmuró Qui-Gon.

—Mira la biblioteca de ahí enfrente —dijo Obi-Wan señalando—. También la fundó él.

—Evidentemente, el problema no va a ser encontrarle —dijo Qui-Gon—. Lo difícil será desenmascararle. La gente le adora. Él se ha asegurado de que así sea. Dando la cara se ha protegido más que ocultándose.

Obi-Wan contempló un anuncio que decía que Xánatos estaba proporcionando los fondos para recuperar un gran parque de la ciudad.

—Debe tener una razón oculta para todo esto —afirmó.

—Siempre tiene una —asintió Qui-Gon—. Es obvio que quiere ejercer su influencia sobre Telos, pero es un objetivo que le queda grande. Tendremos que descubrir exactamente lo que intenta.

¡Eh, genios!

Se volvieron para mirar y vieron a Den dirigiéndose hacia ellos.

—Pensé que necesitaríais ayuda para encontrar UniFy —dijo—. Me he dado cuenta de que el edificio no está señalizado.

¿Y qué pasa con el sorteo? —preguntó Obi-Wan—. ¿Acaso no era tu día de suerte?

—Todos son mis días de suerte, chaval —dijo Den alcanzándoles—, pero no siempre tengo la oportunidad de realizar una buena acción.

—Estábamos hablando sobre la cantidad de edificios que Xánatos ha construido en Thani —dijo Qui-Gon—. Ha sido un auténtico benefactor.

Den hizo un gesto con el brazo.

—En los últimos años ha promovido la creación de parques, bibliotecas, centros médicos, el gran instituto de salud... Ganó una fortuna dedicándose a la minería por toda la galaxia, pero no se la guarda, la reparte. Y eso es mucho más de lo que hará cualquier ganador del sorteo, desde luego.

 

Pasaron por delante de una de las casetas azules de información. Qui-Gon miró el panel informativo principal y, asombrado, reconoció su propia cara.

¿Es éste el parque principal de Thani? —preguntó a Den señalando con el brazo hacia el otro lado de la calle, donde un camino se introducía entre árboles diseminados.

Den giró la cabeza, como Qui-Gon quería que hiciera.

—No, es uno de los más pequeños. El mayor está en la parte este de la ciudad.

La distracción le proporcionó a Qui-Gon el tiempo suficiente para examinar la noticia. Cuando su foto se desvaneció en la pantalla, apareció la de Obi-Wan. Qui- Gon leyó las parpadeantes palabras: "Se buscan. Criminales galácticos. Recompensa".

¡Ésa era la razón por la que los guardias no se daban por vencidos!

Sólo había una explicación posible: Xánatos. Él lo había tramado. Qui-Gon comprendió el motivo de aquella sonrisa. Xánatos sabía que era cuestión de tiempo que les capturasen.

Mientras caminaba y charlaba con Den, Qui-Gon consideraba minuciosamente sus opciones. La calle no era un lugar seguro. Era una suerte que casi todo el mundo estuviera en el Pabellón de Katharsis. De lo contrario habrían corrido el riesgo de que les reconocieran. Necesitaban encontrar un lugar seguro y la forma de disfrazarse.

Qui-Gon se puso la capucha. De alguna forma, ocultaría su rostro.

—Está refrescando —dijo.

—Ya casi hemos llegado —respondió Den.

Les llevó unas cuantas manzanas más adelante. Había una elevada torre gris rodeada por un gran portal de bronce reluciente.

—Bueno, ya hemos llegado. ¿Tenéis cita? —preguntó Den—. No os dejarán entrar sin etiqueta identificativa. Hay máxima seguridad.

Qui-Gon contempló la resplandeciente fachada del edificio. No había ventanas y, aparentemente, sólo tenía un acceso. Si entraban, tendrían que salir por el mismo sitio.

—La cita es mañana —dijo—. Sólo queríamos saber dónde estaba.

¿Tenéis donde dormir? —preguntó Den—. Yo vivo en una casa de huéspedes. Está cerca.

Qui-Gon dudó. No le pasaba desapercibido el hecho de que Den aparecía siempre que necesitaban ayuda, y aunque no percibía peligro, seguía desconfiando.

Sin embargo, un malestar que no tenía nada que ver con Den se había instalado en su interior. Obi-Wan era ahora un criminal buscado. Apenas llevaban una hora en Telos y la situación ya se les había ido de las manos. En Coruscant,

 

Qui-Gon estaba convencido de que si algo no iba bien podría ordenar a Obi-Wan que regresara al Templo, pero ahora el chico estaba atrapado en el planeta y no pasaría los controles de seguridad para marcharse.

Había puesto al muchacho en peligro, y lo había hecho conscientemente. Se sintió muy culpable. Ahora tenía que proteger a Obi-Wan. No podía dejar que su obsesión por ajusticiar a Xánatos interfiriera con la seguridad del chico.

—Bueno, de todas formas podéis venir a echar un vistazo—les apremió Den amablemente—. Está a un par de manzanas de aquí.

Qui-Gon asintió. Sabía que Obi-Wan estaba cansado, y de repente se dio cuenta de que el joven no había comido nada desde el desayuno. Obi-Wan necesitaba descansar y comer. Al menos eso sí podía ofrecérselo.

Se fiaría de sus instintos. Den podía ser un jugador, pero no parecía mala persona.

Den salió de la avenida principal y les llevó por una callecita que torcía tras los enormes edificios. Las construcciones eran más modestas en aquella zona residencial. Den les condujo hasta un destartalado edificio pintado en tonos verdes, azules y rojos.

—La casera me paga por pintarlo, pero no acaba de decidirse con el color —les explicó con una mueca.

Abrió la puerta y les llevó hasta una antesala.

¿Riva? —gritó hacia la parte trasera de la casa—. Tengo invitados. De los que pagan —se acercó a ellos Eso hará que venga corriendo.

Al momento, Qui-Gon escuchó el suave sonido de unos pies corriendo. Den sonrió.

¿Lo veis?

—El sonido viene de afuera —Qui-Gon se acercó a la ventana y movió levemente la cortina para mirar.

Los guardias de seguridad llenaban la calle. Un oficial hizo señas para que los demás rodearan el edificio.

Qui-Gon posó la mano en la empuñadura de su sable láser. Sus instintos no habían funcionado. Den les había traicionado y les había tendido una trampa.

 



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