Mundo Star Wars: Aprendiz de Jedi Volumen 8. AJUSTE DE CUENTAS -Capítulo 17-

                                                            



La paz por encima de la ira
El honor por encima del odio
La Fuerza por encima del miedo

El malvado aprendiz de Qui-Gon Jinn, Xánatos, le ha tendido una trampa a su antiguo Maestro. Ha guiado a Qui-Gon y a un joven Obi-Wan Kenobi e su planeta natal, Telos… y los ha acusado de un crimen que ellos no cometieron.
La pena es la muerte.
De pronto Qui-Gon y Obi-Wan son fugitivos en un planeta donde todos son enemigos.
El día del ajuste de cuentas de Xánatos ha llegado.


Capítulo 17

¡No! —gritó Qui-Gon. El Jedi invocó a las rocas y a las plantas que le rodeaban, a la corriente que le unía con todas las cosas y que le conectaba con Obi-Wan.

Qui-Gon golpeó a Xánatos en pleno salto. Sus cuerpos colisionaron como montañas de piedra. Los músculos de Xánatos no cedieron ni un milímetro, pero Qui-Gon no retrocedió. El choque fue titánico. Qui-Gon sintió la vibración en todos sus huesos. Durante un instante, Xánatos agarró del brazo a Qui-Gon y le obligó a permanecer unidos.

—Tú me has obligado a esto —dijo con sus ojos oscuros ardiendo.

Ambos aterrizaron en el suelo, a unos centímetros de distancia, con los sables láser ya engarzados. La lava resbalaba y Qui-Gon tuvo que evitar las fisuras de vapor. Vio a Obi-Wan intentando levantarse.

—Así que el alumno ha aprendido del Maestro —dijo Xánatos incansable—. Miente sobre tus sentimientos cuando hables del honor Jedi. Deja una estela de muerte.

—Tú eres el responsable de la muerte de Bruck —le dijo Qui-Gon mientras peleaban—. No Obi-Wan. Tú corrompiste a ese chico y le expusiste al Lado Oscuro. Él te siguió ciegamente.

Obi-Wan cojeaba levemente cuando volvió hacia ellos. Tenía el tobillo torcido. Y aunque aún estaba conmocionado por el sarcasmo de Xánatos, su rostro seguía mostrándose limpio y joven.

Qui-Gon pensaba que Obi-Wan había superado lo que había ocurrido en el Templo. Había lamentado mucho la muerte de Bruck porque, aunque el joven había actuado mal, habría quedado esperanza para él si hubiera seguido vivo. Obi-Wan no parecía culparse a sí mismo.

Pero en alguna parte de su interior sí lo hacía. Una vida había terminado y era una pérdida difícil de asimilar. Qui-Gon lo sabía bien. Xánatos veía esa debilidad en Obi-Wan y la utilizaba para echárselo en cara. Él veía debilidad donde Qui-Gon veía fuerza. Ésa era la naturaleza de la maldad.

Valor, Obi-Wan. Aférrate a tus convicciones. Tú sabes lo que sabes. No dejes que te afecte.

—Veo que mis palabras te han afectado, Obi-Wan —dijo Xánatos con su tono meloso e insinuante, el mismo que empleaba para manipular a los que le rodeaban—. ¿No será porque tengo razón?

—No, Xánatos —dijo Obi-Wan—. Lamento la pérdida de una vida y estoy muy agradecido a todos aquellos que me enseñaron a lamentarme. Eso no me debilita, me hace fuerte.

De repente, el sable láser de Obi-Wan giró. Qui-Gon se sorprendió por la velocidad y la elegancia de los movimientos del chico, que saltó desde una montaña de lava para atacar a Xánatos. Éste retrocedió y tropezó ante la velocidad del ataque. Una nube de vapor surgió de repente, y Xánatos se echó a

 

un lado, perdió el equilibrio y aterrizó sobre una mano.

—Más fuerte que tú —añadió Obi-Wan con fiereza y saltando tras él.

Qui-Gon le siguió, admirando la concentración de Obi-Wan. Ahora los dos peleaban como si fueran uno. Xánatos estaba más débil, y ellos aprovecharon para hacerle retroceder hacia el lago negro. Si conseguían ponerle de espaldas a él, podrían desarmarlo o vencerlo. Eso lo elegiría él.

Dos barredores aparecieron de repente tras el lago. Andra y Den les habían encontrado. Aterrizaron y corrieron a ayudarles con las pistolas láser en la mano.

— ¡Pagarás por esto, Xánatos! —gritó Andra—. ¡Te llevaremos de vuelta a Thani para que seas juzgado!

Xánatos había llegado al borde del agua y no tenía posibilidad de escape. Estaba rodeado y no podía ir a ningún sitio. Su mirada pasó de Den a Andra, luego a Obi-Wan, y acabó en Qui-Gon. Las profundidades de su odio hicieron que su mirada fuera tan negra y atroz como la laguna humeante.

—Nunca te daré la satisfacción de matarme, Qui-Gon Jinn —dijo suavemente

—. Y jamás me someteré a las leyes de nadie. Tu odio te ha guiado, aunque tú no lo admitas. Me destruiste porque no podías salvarme. Soy tu mayor fracaso. Aprende a vivir con ello. Y vive con esto.

— ¡No! —gritó Qui-Gon saltando hacia delante.

Pero era demasiado tarde. Con una sonrisa cruel que estiró los labios sobre su dentadura como si fuera un animal, Xánatos dio dos rápidas zancadas hacia atrás y saltó a la hirviente laguna negra. Cuando el cuerpo se sumergió en el agua, Andra gritó.

—No sobrevivirá —susurró—. El ácido arrancará la carne de sus huesos.

Obi-Wan tembló. Había visto lo que hacía el agua. Xánatos era el mal encarnado, pero era un ser vivo y había sufrido un destino horrible. Qui-Gon parecía petrificado y miraba la laguna negra y fétida.

Poco a poco, algo se agitó en el agua, subiendo en espirales. Era una capa negra. Mientras la miraban, la tela se desintegró ante sus ojos.

Al fin, Xánatos había muerto.

 





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