Fanfic Piratas del Caribe -La Maldición del Anillo de la Calavera- *Capítulo 55: El Contra Hechizo *

                           Resumen de la historia: El capitán Jack Sparrow comete el gran error de ponerse un anillo maldito que lo transformará en mujer y le traerá un sin fin de problemas tanto a él como a quienes lo rodean, amigos y enemigos. Una elección que cambiará la vida y los destinos de todos, en especial del Comodoro James Norrington y el mismo Jack. Esta historia está ambientada después de la primera película y desarrollada durante la segunda y tercera película. Una historia larguísima pero muy entretenida, con drama, humor, acción y romance. ¡Que la disfruten!



PIRATAS DEL CARIBE: LA MALDICIÓN DEL ANILLO DE LA CALAVERA

DECIMA PARTE: EN EL DESIERTO DE LA ESPERANZA

Jack Sparrow se convierte en mujer gracias a la maldición de un anillo, en tu intento por volver a la normalidad, meterá en problemas a sus amigos y James Norrington caerá rendido a sus pies y hará hasta lo imposible para ayudar al atolondrado pirata que le robó el corazón. Una loquísima historia que comenzó como una broma y terminó como una gran historia de amor y aventuras.

Género: drama, amistad, acción, suspenso, humor, romance, violencia, aventura, fantasía, erotismo
Pareja: Jacky Sparrow/James Norrington. Elizabeth Swan/Will Turner
Personajes: Jack Sparrow/Jacky Sparrow, James Norringon, Elizabeth Swan, Will Turner, Hector Barbossa ¡y muchos más!
Calificación: para mayores de 18 años
Publicación:
Cantidad de palabras: variable
Duración: 67 capítulos la primera parte, 57 la segunda parte y 51 la última parte.
Estado: finalizado
Escritora: Gabriella Yu
Mi estilo: estoy influenciada tanto por el anime, los dramas asiáticos y la literatura universal. Me gusta hacer pasar a los personajes por duras pruebas.
Aclaraciones: Esta historia la escribí hace más de 10 años, es muy entretenida, no se arrepentirán de haber perdido el tiempo en leerla. Le tengo mucho cariño porque fue una rara mezcla que logré hacer con el drama, humor y acción. 
IMPORTANTE: contiene escenas subidas de tono XD


*Capítulo 55: El Contra Hechizo *


Jack y James se miraron a los ojos, como si se estuvieran desafiando,
pero a la misma vez, como si quisieran darse a entender lo consternados
que se encontraban por el vuelco que habían sufrido sus planes. Nada iba
a ser como ellos se lo habían prometido, si es que Jack y James lo
habían deseado verdaderamente alguna vez, pues entre ellos, una vez más,
habían nacido las dudas y la desconfianza.

-¡Eres un maldito traidor! –lo acusó Will de inmediato, muy molesto.

El comodoro dirigió su arrogante mirada hacia el muchacho y le dijo:

-Poco me importa su opinión, joven Turner.

Pero Elizabeth fue quien habló esta vez.

-En todo este tiempo nos has estado engañando, James, ¿cómo pudiste?

El aludido la miró de manera diferente esta vez, como si estuviera
ofendido con sus palabras.

-No me hables de traición, Elizabeth, eres la menos indicada para hacerlo.

Y sin perder más el tiempo, Norrington se dirigió hacia donde estaba la
pirata y la tomó rudamente del brazo y se la llevó a rastras hacia donde
estaba el almirante Jacobson.

-… Lo siento… -James apenas pudo murmurar.

Pero antes de que estos llegaran con él, Jack tuvo tiempo de decirle
algo a aquel pérfido traidor.

-Dígame, comodoro Norrington: ¿quién es el pirata ahora?

James se quedó impactado al escuchar eso, sobre todo, viniendo de
aquella mujer que aún amaba con locura. Ni siquiera tuvo el valor de
verla a la cara, solamente se limitó a seguir empujándola hasta donde se
encontraba su primero al mando. Una vez con él, se dispusieron a
marcharse de allí, pero antes de que lo hicieran, el almirante Jacobson
les amenazó.

-No se atrevan a seguirnos, o les podría ir muy mal, ¿entendido? –Y
luego agregó:

-Antes que intentar seguirnos, deberían encontrar la manera de romper el
hechizo para que su capitán vuelva a ser hombre antes de que Beckett le
ponga las manos encima.

Y dicho esto, los dos oficiales se fueron llevándose con ellos el
pergamino y al capitán Jack Sparrow.

Luego de que pasaran varios minutos en eterno silencio, Eliabeth Swann
fue quien lo rompió.

-¡Traidores! ¡Todo este tiempo no hicieron otra cosa que engañarnos!

-Se llevaron a Jacky… -comenzó a decir Will Turner con incredulidad-, se
llevaron a mi querida Jacky… ¡Los muy malditos!

Totalmente dominado por la cólera, Will se encaminó directamente hacia
las escaleras que conducían hacia arriba, por donde antes ellos habían
bajado y por donde los traidores habían subido, pero Elizabeth lo detuvo
interponiéndose entre él y la escalera.

-Espera un momento, Will –le pidió esta.

-¿Qué quieres? ¡Tengo que ir en su rescate! –muy molesto por la
interrupción, trató de seguir, pero ella no se lo permitió.

-¡Quítate de una maldita vez! –le gritó histérico, pero una severa
bofetada propinada por su ex novia, lo puso en su lugar.

-¡Eres un tonto, Will Turner! –se quejó Elizabeth con los ojos llenos de
lágrimas-. ¡Ya casi ni te reconozco! ¿Acaso no te das cuenta que esa
estúpida maldición nos está destruyendo a todos? ¡Actuar como locos no
nos ayudará!

-Elizabeth… -murmuró tiernamente sorprendido el muchacho al notar la
profunda tristeza de la chica. Y rozando suavemente con sus dedos en la
mojada mejilla de la muchacha, le respondió esta vez con calma:

-Elizabeth, ojalá pudiera yo recordar ese tierno amor que nos unía… Pero
no puedo hacerlo, ya que mi amada Jacky es ahora la dueña de mi corazón
–entonces, apartó su mano de ella y su expresión se volvió ruda-. Por
eso tú ya no eres parte de mi vida, ahora solamente me interesa rescatar
a mi querida capitana.

-Will… -se desesperó Eliabeth con el corazón hecho pedazos, e intentó
seguir hablándole para hacerlo entrar en razón, pero tía Dalma la detuvo
tomándola por el hombro.

-Te mortificas en vano, niña –le dijo-, no puedes hacerlo entrar en
razón, la maldición es demasiado fuerte como para querer romperla con
palabras dulces. Lo que tenemos que hacer ahora, es encontrar la manera
de romper el hechizo antes de que sea demasiado tarde, como nos dijo ese
almirante.

-Resulta extraño que ese hombre nos haya sugerido que rompiéramos
primero el hechizo –comentó Al Sha'ab un tanto extrañado-. Además, él me
perdonó la vida diciéndome que yo aún les serviría…

-¿Acaso él se preocupará por Jack? –inquirió Elizabeth dubitativa.

-Eso no resultaría extraño, puesto que si el almirante es hombre, no
cabe duda que él también cayó en el hechizo –supuso tía Dalma-. Pero
como sucede con Norrington, seguramente Jacobson también debe estar
debatiéndose entre cumplir con su deber o amar a Jack Sparrow.

-¿Qué quiso decir con eso de que si el almirante es hombre? –preguntó
muy extrañada la muchacha, la única que realmente había prestado
atención a sus extrañas palabras.

Pero cuando la pitonisa iba a confesarle sus dudas con respecto a la
masculinidad del almirante, Nefud Yidda la interrumpió.

-No me importa qué quiera hacer ni qué consejo quiera darnos ese tipo
–dijo mientras se inclinaba cortésmente ante el inerte cuerpo de su
seguidor Abha. Luego, volvió el rostro hacia los demás-. ¡Pero él mató a
uno de los míos con gran frialdad para poder cumplir con sus sucios
propósitos y eso jamás se lo voy a perdonar!

Se levantó, en sus negros ojos podía verse que brillaba el ardiente
fuego de su orgulloso temperamento.

-A mí no me importa lo que digan ustedes, pero yo estoy de acuerdo con
Turner en perseguir a esos infieles cerdos ingleses hasta darles caza.

-Yo solamente quiero rescatar a Jack y nada más –replicó el muchacho en
total desacuerdo-. No es mi intención matar a Norrington y a su
compañero, por más que se lo merezcan.

Entonces, ambos hombres se miraron desafiadoramente, tratando cada uno
de imponer sus intenciones sobre el otro. Al ver que así no irían a
ningún lado, Elizabeth Swann decidió intervenir.

-Miren, tengo un plan que estoy segura que les gustará –comenzó a hablar
con un tono entre serio y conciliador-: ustedes dos y el chico vayan a
detener a esos traidores y quítenles el pergamino y a Jack; nosotros
tres nos quedaremos aquí para investigar sobre cómo podremos romper el
hechizo que cayó sobre Jack. ¿Entendido? ¿Están de acuerdo?

-De acuerdo –asintió Will inmediatamente. Nefud sólo se limitó a afirmar
con un movimiento de cabeza.

-Pero deben tener cuidado con el almirante Jacobson –advirtió la joven
con evidente temor-, él es un luchador muy peligroso y hábil.

-No se preocupe –replicó el apuesto y moreno árabe-. Con seguridad sé
que me encontraré con mis hombres en cuanto estemos en camino –sus ojos
brillaron de cólera-. Por más hábil que sea ese patán, jamás podrá
derrotarnos a todos juntos.

-¡Entonces, vamos de una vez! –exclamó el joven herrero con gran
determinación y apresuramiento y se encaminó inmediatamente hacia la
gran puerta de salida y comenzó a subir por las escaleras de piedra
seguido por Nefud Yidda y el joven Yamil.

Elizabeth lo vio marcharse con gran pesar y preocupación, él ni siquiera
se había despedido de ella y eso era muy doloroso. La había olvidado por
completo.

-No te sientas mal, niña –le dijo tía Dalma mientras se acercaba a
ella-, de nada te servirá. Lo mejor que puedes hacer ahora, es seguir
con tu propio plan y terminar con este asunto de una sola vez.

La hija del gobernador de Port Royal asintió obediente, comprendiendo
que aquella pitonisa tenía toda la razón, pero, aún así, una sombra de
temor y tristeza permanecía en su lastimado corazón.

Mientras tanto, conociendo ya el camino de salida del Templo de la
Hechicera, el almirante Jacobson, el comodoro Norrington y el capitán
Jack Sparrow, siguieron dicho camino sin ningún problema, ya que las
trampas habían sido desactivadas anteriormente y ya no corrían ningún
riesgo, y si se tropezaban con alguna habitación y corredor bloqueados,
buscaban alguna palanca que abriera otro corredor, pues forzosamente,
debía de haber alguno para que la antigua dueña pudiera salir de allí.

El capitán Sparrow, para su desagrado, tenía las manos atadas y Jacobson
siempre lo arrastraba tras de sí agarrándolo por las ataduras.

Apenas hablaron durante el largo trayecto, pues James aún se sentía muy
mal por lo que había hecho y Jack se encontraba tan decepcionado, que ni
siquiera tenía ánimos de decir alguna tontería. George Jacobson, en
cambio, se encontraba preocupado por el estado de ánimo de su amigo,
pues temía que de un momento a otro, James cambiara de opinión.

Luego de haber caminado durante más de media hora, los tres hombres
(bueno, uno era una mujer), salieron por fin de aquel viejo edificio,
justo cuando ya estaba atardeciendo.

Una vez que se encontraron fuera, el almirante Jacobson se dirigió
directamente hacia su camello y sacó de su montura, de entre todas las
cosas que llevaba, una jaula con una paloma dentro. Entonces, Jack y
James se miraron desconcertados.

-¿Nos la vamos a comer? –preguntó Jack Sparrow mientras se le hacía agua
la boca-. A mí me gustan esos animalillos en guisado, ¿sabe?

-No vamos a comernos esta paloma, señor Sparrow… –respondió el oficial
mientras sacaba al ave de su prisión.

-Capitán, Capitán Jack Sparrow –corrigió la pirata con una inconfundible
sonrisita.

Jacobson lo miró de reojo, muy molesto por la corrección, pero enseguida
volvió a concentrarse en la paloma, y mientras le ataba algo en la pata,
continuó con su explicación:

-Este animalito es un mensajero muy valioso, Jack Sparrow.

El capitán del /Perla Negra /bufó muy molesto al ver que no lo llamaba
por su categoría.

-¿Para quién es el mensaje? –preguntó Norrington.

Entonces, George Jacobson miró a su compañero y le dedicó una bonita
sonrisa.

-Eso pronto lo sabrás, mi querido amigo –le dijo, y soltó a la paloma.

Todos la vieron partir hacia las cercanas costas del puerto de Jiddah.

-Será mejor que montemos de una vez los caballos y nos marchemos de aquí
inmediatamente –propuso seriamente el almirante-, estoy seguro que los
amigos de este pirata no se quedarán con los brazos cruzados y tratarán
de darnos alcance.

James Norrington suspiró aliviado al escuchar que tomarían a los
caballos, ya que no le caía en gracia tener que montar los camellos
malhumorados corriendo el peligro de ser escupido nuevamente por uno de
ellos.

-James, ayuda a Sparrow para que suba mi montura –pidió el almirante
Jacobson una vez que hubo subido al caballo.

Una vez más, Jack y James se miraron desconcertados.

-¿Acaso no sería mejor que Jack subiera a su propio caballo? –sugirió el
comodoro.

-No, él podría intentar escaparse. Lo mejor es tenerlo bien vigilado. Tú
ocúpate de cuidar el pergamino –le respondió mientras le entregaba dicho
objeto.

Una vez echado boca abajo sobre la montura del caballo de Jacobson, Jack
Sparrow maldijo su mala suerte de viajar de esa manera tan incómoda en
el desierto, ya que cuando Nefud Yidda lo había secuestrado hacía un par
de días atrás, había viajado de la misma manera.

-Espanta los demás animales –ordenó de pronto el almirante a James
Norrington.

Éste lo miró un tanto sorprendido.

-Pero eso dejará a los demás sin transporte, ¡morirán de sed en el
desierto! –No podía evitar pensar en el bienestar de Elizabeth.

-Te equivocas –replicó Jacobson sin inmutarse en lo más mínimo-. El
puerto no está lejos de aquí, y Nefud Yidda está con ellos. No te
preocupes, esto sólo los demorará un poco por el bien de nuestros planes.

Rendido ante las asertivas razones de su amigo, una vez que Jacobson se
hubo alejado un poco de allí con otro caballo, James hizo lo que le
ordenaba y disparó con su mosquete espantando a todos los camellos y
caballos que se encontraban en el lugar, quienes se perdieron en la
lejanía del horizonte desértico.

Una vez realizada su tarea, el comodoro se dirigió hacia los otros dos y
subió a su jamelgo, para partir velozmente junto con ellos hacia la
ciudad portuaria de Jiddah.

Pasaron por lo menos quince minutos cuando Will, Nefud y Yamil lograron
salir del templo y darse con la desagradable sorpresa de que no había
ningún animal de carga a su disposición.

-¡Maldición! –se desesperó el joven Turner-. ¡Estos malditos se
deshicieron de nuestras cabalgaduras! ¿Cómo haremos ahora para darles
alcance?

-No se preocupe, inglés infiel –replicó el impertinente muchachito-. Mi
amo se encargará de todo.

-¿Me dijiste "inglés infiel"? –inquirió Will un tanto ofendido ante
aquella evidente falta de respeto por parte de Yamil.

Pero no tuvo más tiempo para sentirse ofendido, ya que en ese mismo
momento, Nefud Yidda, el temible bandido del desierto, profirió un
sonoro silbido que retumbó como un eco sobre todo el lugar.

-Esos cerdos ingleses están muy equivocados si piensan que con esto me
van a detener –comentó con una orgullosa y seductora sonrisa.

Y para el asombro del joven William Turner, luego de haber pasado unos
cuantos minutos, varios caballos aparecieron desde el horizonte, algunos
trayendo a sus jinetes sobre ellos, dirigiéndose inmediatamente hacia
donde su amo los estaba esperando.

-He allí mi fiel gente, Turner –le dijo sintiéndose muy vanidoso-. Esos
cerdos infieles de Satanás no saben con quién se metió.

Mientras tanto, Elizabeth, tía Dalma y Al Sha'ab, ya se encontraban muy
cansados y angustiados porque no lograban encontrar nada que les
indicara cómo romper la maldición del anillo de la calavera.

-¡Esto es imposible! –se quejó la chica mientras se sentaba bruscamente
en el suelo con un buen número de libros y pergaminos en su regazo-. ¡Si
seguimos así, Beckett convertirá a Jack en una verdadera mujer!

-No entiendo cómo es que no hay nada referente a esa maldición –dijo el
delgado árabe de cabellos lacios recogidos en la nuca.

-¿Acaso no será porque la hechicera no tuvo tiempo para escribirlo?
–inquirió Elizabeth.

-Podría ser muy posible –apoyó Al Sha'ab-. Seguramente ella murió
después de haber realizado el hechizo.

Pero lejos de alegrarse, la joven se entristeció por la preocupación y
arguyó:

-Si es así, no creo que haya tenido tiempo para crear un contra hechizo…

-Tienes razón… -él también se entristeció. Al Sha'ab sabía que era
cuestión de tiempo para que él también cayera bajo la influencia de
aquel terrible hechizo y trastornara su amado intelecto.

Pero tía Dalma no se daría por vencida tan pronto, pues expuso una idea
muy original.

-¿Y si nosotros mismos los creamos? Tal vez, si logramos saber cómo hizo
ese hechizo, yo pueda descubrir la manera de romperlo.

Elizabeth sintió que sus esperanzas renacían al igual que Al Sha'ab.

-Muchos cuentan –Al Sha'ab comenzó a hablar de inmediato-, sobre todo
las ancianas de nuestro pueblo, que el gran Emir, el Shake Tel Aviv, vio
cómo su amada se hería su propio dedo con un hermoso cuchillo de oro
para luego verter algo de su sangre en la pócima de un caldero hirviente
mientras ésta recitaba el hechizo.

-¿Ella utilizó su propia sangre? –se asombró Elizabeth-. Me hace
recordar un poco a la maldición del oro de Cortés…

-¿El oro de Cortés, dijiste? –repitió tía Dalma.

-Así es –la chica se volvió para mirarla-. Will y yo conocimos al
capitán Jack Sparrow gracias a esa maldición.

-¡Oh! ¡Es cierto! Hablas de la maldición del "Perla Negra", ¿no es así?
–comentó la pitonisa un tanto pensativa, pues comenzó a cavilar en una
posible forma de romper la maldición del anillo.

-¡Claro! –exclamó de repente tía Dalma haciendo que los otros dos den un
respingo por el susto-. ¿Cómo no me había dado cuenta antes?

-¿Q-qué es lo que pasa, tía Dlama? –inquirió la sobresaltada Elizabeth.

-¡Creo que ya sé cómo romper esa maldición! –fue la asombrosa respuesta
de la pitonisa.

-¿De verdad? ¿Y cuál es? –preguntó la joven de inmediato mientras Al
Sha'ab la miraba pasmado.

Sintiéndose muy importante, tía Dalma comenzó a pasearse por todo el
salón bajo las miradas ansiosas de su par de oyentes.

-¡La sangre! –fue la repentina aseveración de la morena mujer-. La
hechicera Jetzabel utilizó su propia sangre para concluir el hechizo.
¡Su sangre representaba todo el odio que le tenía al Shake Tel Aviv y a
todos los demás hombres!

-Entonces… -dijo el árabe-, ¿cómo podremos romper la maldición del
anillo de la calavera?

-¿Acaso, con más… sangre? –se arriesgó Elizabeth.

-Exactamente, niña –afirmó tía Dalma.

-Pero esa mujer murió hace ya muchísimos años –siguió diciendo la
chica-, ya no podemos utilizar su sangre.

-No creo que sea su sangre la que tengamos que utilizar.

-¿Entonces la de quién? –inquirió Al Sha'ab un tanto extrañado.

-Pues tiene que ser la sangre de una mujer que ame incondicionalmente a
un hombre, puesto que la sangre de la hechicera representaba exactamente
lo opuesto: el odio.

-Eso suena un poco cursi… -se quejó el muchacho árabe.

-Lo sé, pero creo que es la única forma de romper la maldición.

-¿Y entonces la sangre de quién utilizaremos? –quiso saber la joven
Swann, y la respuesta vino sola cuando tía Dalma y Al Sha'ab la miraron
detenidamente.

-¡Qué! ¿Qué pasa? ¿Por qué me miran así? –comenzó a preguntar mientras
se ponía más y más nerviosa la muchacha.

A todo eso, Jack y sus secuestradores se encontraban ya muy cerca del
pueblo de Jiddah. Nuestro pobre y maltratado protagonista, ya no podía
soportar todo el dolor que le provocaban las múltiples magulladuras que
le salían a causa de aquel nefasto traqueteo boca abajo sobre la dura
silla de montar. Le dolía todo el cuerpo.

Estaba a punto de quejarse, cuando de pronto, se dio cuanta que los
venía siguiendo aquel pícaro caballo que lo había arrastrado por medio
desierto hasta dejarlo medio muerto ante el Templo de la Hechicera. La
distancia era de unos cien metros por lo menos, pero lo que más lo
asombró, era que un grupo de varios jinetes venían por detrás de aquel
atrevido corcel, a unos doscientos metros de distancia. Entonces, Jack
reconoció a Will Turner entre ellos.

Jack estuvo a punto de proferir su alegría, pero logró dominar su lengua
a tiempo, pues no quería que sus captores se dieran cuenta que los
venían siguiendo y que estaban a punto de ser alcanzados. Y mientras
hacía un gesto característico de él, comenzó a hablar como cotorra para
entretenerlos.

-¿Se dieron cuenta de lo bonito que está este día? ¡Ouch! –comenzó a
decir entre duros sacudones-. Casi le dan ganas a uno de salir con un
par de chicas muy sensuales. ¡Ay!.

-Diversión que no comparto, señor Sparrow –replicó Jacobson un tanto
molesto.

-¡Oh! ¡Es cierto! Me había olvidado que usted era "rarito"… ¿No será por
eso que mezquina tanto al comodoro? ¡Ouch! –le replicó con malicia.

Jacobson lo fulminó con la mirada y le dijo muy molesto:

-Juro que cuando lleguemos al barco, le cortaré esa impertinente lengua,
señor Sparrow.

-Navío. Se dice navío, mi estimado almirante. ¡Ay! –corrigió el terco
pirata, pero luego su atención recayó sobre el callado James Norrington
y le gritó lo siguiente:

-¿Y a usted, comodoro Norrington? ¡Uy! ¿Los días como estos no son
perfectos como para traicionar la confianza que le había depositado una
linda y sensual dama como yo?

James la miró de inmediato, no dijo nada, pero su rostro le dio a
entender una sola cosa a Jack: arrepentimiento. Entonces, el capitán
Sparrow se quedó callado, muy sorprendido por aquella expresión de tristeza.

Y era cierto, el comodoro Norringotn se encontraba muy avergonzado por
lo que había hecho, pero ya era demasiado tarde como para volverse atrás
en sus actos, ya que no podía oponerse a las órdenes de su superior.
Bajó la mirada y dio un suspiro, ¡si tan solo jamás hubiera hecho ese
trato con aquel hombre tan cruel! Pero, cuando más ensimismado estaba
con sus pensamientos, él logró escuchar el ruido de los cascos de otro
caballo que parecía venir por detrás de ellos, giró su cabeza hacia
atrás para cerciorarse y se dio con que un gran grupo de jinetes del
desierto liderados por Nefud Yidda, estaban ya muy cerca de ellos.

-¡¡Cuidado!! ¡¡Nos dan alcance!! –alertó el comodoro llamando la
atención de su superior y desesperanzando a Jack Sparrow.

Sobrecogido por aquella noticia, aunque ya había estado preparado para
algo así, el almirante George Jacobson pronto recuperó su sangre fría y
procedió a utilizar una de sus tantas artimañas aprendidas en sus viajes
y batallas por el mundo.

Sacando una bolsa de las alforjas y dándola vuelta mientras la sacudía
con fuerza, dejó caer de ella un montón de bolas puntiagudas del tamaño
de un puño, que se esparcieron por todo el camino.

-¡Eso nos dará tiempo para escapar! –exclamó mientras aceleraba la
marcha seguido por Norrington.

Atrás de ellos, nuestro pícaro caballo había notado las maniobras del
almirante y se detuvo inmediatamente permitiendo pasar a todos los que
iban detrás suyo.

-¡Ya los tenemos! –exclamó el decidido y valiente Nefud Yidda, quien iba
a la cabeza-. ¡Preparen los arcos y las flechas para dispa…

De repente, la mayoría de los caballos relincharon de dolor
sorprendiendo a todos sus jinetes; algunos de estos jamelgos se cayeron
al suelo con sus respectivos dueños, otros comenzaron a pararse en dos
patas muy nerviosos sin que sus jinetes pudieran dominarlos y algunos
otros caballos, se dieron a la fuga muy asustados, sólo unos cuantos
quedaron ilesos y con los nervios templados, y entre sus afortunados
jinetes, se hallaba William Turner.

-¡Yo iré tras ellos! ¡Los seguiré! –declaró el muchacho mientras volvía
a ponerse rápidamente en marcha.

-¡Espérame, yo también iré contigo! ¡No podrás solo contra ese inglés
infiel!–pidió el jefe de todos los bandidos mientras se levantaba del
polvoriento suelo y lo veía marcharse irremediablemente.

-¡Mi señor! –se acercó uno de sus rufianes-. Muchos de nuestros caballos
tienen las patas lastimadas por estas cosas metálicas –le dijo mientras
se las mostraba-, ya no podremos darles alcance.

-¡Maldición! –se quejó Nefud muy molesto-. ¡Nuestros valiosos caballos!
¡Mi Baba! ¡Juro que esos desgraciados me las pagarán!

Y dirigiéndose hacia sus hombres, les dijo:

-¡Denme un caballo! ¡Los que puedan acompañarme, háganlo! ¡Vamos a
liquidar a esos infieles!

Varios de sus compinches dieron un grito de exclamación y se alistaron
inmediatamente para seguir a su amo.

Mientras tanto, en el "Templo de la Hechicera", tía Dalma y los demás,
estaban a punto de descubrir más secretos acerca de la maldición.

-¿Por qué se llamará "La Maldición del Anillo de la Calavera?" –se
preguntó un curioso Al Sha'ab.

-Es verdad –apuntó la hija del gobernador-, no he visto ninguna calavera
hasta ahora…

Luego de unos momentos de intensas cavilaciones, la pitonisa dio con el
misterio del nombre, ¡por fin sabía lo que había pasado con la hechicera!

-Pues yo creo… -comenzó a decir mientras los otros dos la miraban con
detenimiento-, que la calavera a la que se refiere, es a la de la
hechicera Jetzabel, ¡ella murió después de hacer este hechizo! ¡Por eso
es tan fuerte la maldición! ¡Por eso nadie la encontró!

-Por alá, ¿tanto odiaba a los hombres esa mujer? ¿Tanto como para
suicidarse? –se asombró el árabe.

-Jack dijo que el tesoro de donde consiguió el anillo, es conocido entre
los piratas como: "El Tesoro de la Calavera Dormida" –apuntó Elizabeth.

-¿"El Tesoro de la Calavera Dormida? –repitió la pitonisa otra vez
ensimismada-. Entonces…

-¡La calavera está en el tesoro que encontró nuestra Ama! –exclamó el
árabe muy contento con su descubrimiento mientras golpeaba con su puño
la palma de su mano.

Las otras dos lo miraron desconcertadas, y un poco avergonzado, Al
Sha'ab agregó a modo de explicación:

-Lo que pasa, es que le decimos Ama a la capitana Sparrow porque iba a
casarse con nuestro amo Yidda…

-Es /capitán Jack Sparrow/, señor Al Sha'ab –corrigió la muchacha muy
molesta.

Ajena a ese fútil diálogo, tía Dalma dijo:

-Seguramente debe estar en ese tesoro… Pero me pregunto: ¿por qué se
llamará "calavera dormida?.

-¿No significará que habrá que despertarla? –inquirió Elizabeth.

Esta vez, fueron tía Dalma y Al Sha'ab quienes miraron con detenimiento
a la chica, pero comprendieron, que aquella descabellada idea, no era
tan descabellada después de todo.

Y en el puerto de Jiddah, Will Turner cabalgaba a toda velocidad
tratando de dar con los captores de la capitana "Jacky" Sparrow, pero
desde que los había perdido de vista en el Zoco, no tenía idea hacia
dónde dirigirse, así que tomó directamente hacia donde el "Perla Negra"
se encontraba amarrado.

Cuando llegó, vio que el capitán Barbossa se encontraba cómodamente
apoyado el la balaustrada con su inseparable monito en el hombro. Eso le
dio muy mala espina a nuestro joven aventurero. Jack no se encontraba allí.

-¡Barbossa! ¡¿En dónde está Jack?! –preguntó Will con gran ansiedad en
cuanto se puso a la vista, sin bajar del caballo.

Muy sorprendido, el pirata le respondió:

-¿De qué demonios me estás hablando, muchachito? Yo creí que Jack estaba
con ustedes…

-Pues no. Norrington y Jacobson lo secuestraron para llevárselo a Beckett.

Entonces, un gran revuelo se armó entre los tripulantes del "Perla
Negra" al saber sobre el fatídico destino de su alocado capitán.

-¡Esos malditos traidores! ¡Ya sabía yo que no podíamos confiar en
ellos! ¡Debí haberles arrancado el corazón en cuanto pude! –se quejó
Hector Barbossa con verdadera furia y frustración-. ¿Y en dónde demonios
están ahora? –le preguntó al nervioso herrero.

-¡No lo sé! ¡Los perdí de vista en cuanto entramos al zoco! ¡Por eso
vine hasta aquí!

-Eso quiere decir que vinieron a tomar un barco para huir inmediatamente
de nosotros –arguyó Gibbs.

-Pero ningún barco puede zarpar de inmediato, antes tiene que prepararse
–comentó el capitán McKinley.

-Entonces… ¿cuál será ese barco? –inquirió Ana María.

-¿Alguno de ustedes ha visto al doctor? –fue la reveladora pregunta de
Beatriz.

Todos se volvieron para mirar a la astuta mujer.

No tan lejos de allí, Jacobson, Norrington y su prisionera, llegaron a
todo galope hasta un barco del mismo tamaño que el que Will y Jack le
habían robado a Norrington la otra vez: "The Interceptor". Allí los
estaba esperando el doctor Chritian Jacobson, en el puente.

-Recibí tu mensaje con la palomita –le dijo tranquilamente mientras veía
a su sobrino desmontar y tomar a su prisionero-. Lo hice preparar todo
lo más rápidamente posible. Estamos listos para partir.

-Muchísimas gracias, tío –le dijo George mientras lo miraba con gratitud
y le colocaba una mano en el hombro mientras que con la otra sujetaba
fuertemente el brazo del pirata-. Ahora, debemos partir lo más
rápidamente posible, nos están siguiendo, como lo supuse.

-… Lo tenía todo preparado… -murmuró el comodoro sintiéndose un tanto
decepcionado y engañado por su amigo-…, y no me dijo nada…

-¡¡Abordemos el barco!! ¡¡Zarparemos inmediatamente!! –ordenó
apresuradamente el almirante mientras subía a bordo con los demás.

-Navío, se dice navío, almirante –le corrigió el pirata de inmediato.
Jacobson lo miró enfurecido y lo lanzó fuertemente contra la cubierta
del barco. Mientras el pobre y vapuleado Jack se sentaba y ordenaba sus
ideas, el almirante ordenó:

-¡Aten con cadenas a este estúpido a uno de los mástiles! ¡Y si dice
alguna estupidez, golpéenlo! –luego lo miró y le advirtió con un
terrible tono de furia:

-Se arrepentirá por haberse metido en mi camino, capitán Jack Sparrow…

-¡Por fin me llamó capitán! –Jack festejó alegremente, pero no le duró
mucho, pues el almirante lo golpeó rudamente en la cara, haciéndole callar.

Mientras lo ataban, Jack Sparrow no podía creer tanta saña en contra
suyo. ¿Tanto lo odiaba aquel sujeto?

Al ver aquel terrible maltrato en contra de su querida pirata, James
Norrington permanecía como si estuviera petrificado, dudando en seguir
ayudando a su inclemente amigo.

Aunque no lo demostraba demasiado, el capitán Sparrow se encontraba
bastante intranquilo y desesperado, pues si nadie lograba rescatarlo a
tiempo antes de que lo llevaran ante Beckett, sería condenado a estar
para siempre a su servicio como una triste mujerzuela (si antes no lo
mataba el desquiciado de Jacobson).

James notó su desesperación y cerró fuertemente los puños, impotente
ante el destino. ¿Acaso sería capaz de dejar a la mujer que tanto amaba
en manos de su peor enemigo? ¿Sería capaz de hacerlo por un ascenso?
¿Estaba cometiendo un terrible error?

Mientras el barco enemigo soltaba amarras y se hacía a la mar, el
capitán Barbossa había ordenado que toda la tripulación se separara para
poder buscar mejor a lo largo del puerto de Jiddah, pues creía que si a
Jack se lo habían llevado a otro barco, sería uno que estuviera a punto
de zarpar muy cerca se allí.

Fue cuestión de mala suerte, pero Will, Barbossa y Gibbs dieron con la
embarcación buscada justo cuando ésta ya estaba muy lejos de su alcance.
¿Cómo sabían que Jack iba a bordo? Pues el joven Turner llevaba la
brújula del capitán Jack Sparrow, y les indicaba que en aquel barco iba
ella.

-¡Maldición! –se quejó Turner-. ¡Llegamos tarde!

-¡Señor Gibbs! ¡Prepare inmediatamente al "Perla Negra"! ¡Zarparemos
rápidamente a su encuentro! –ordenó el capitán Barbossa.

-Este… ¡Sí, mi capitán! –asintió el aludido un tanto tomado de sorpresa.

-¡No! –exclamó Will-. ¡No podemos marcharnos sin los demás!

-¿Acaso quieres dejar a Jacky con esos sujetos pestilentes, muchachito?
–se molestó el pirata mientras se le paraba frente a frente,
desafiándolo, pero el joven Will no pensaba ceder.

-¡Claro que no, pero no puedo dejar abandonada a Elizabeth! ¡Además, tía
Dalma sabe cómo salvar a Jacky! ¡Tenemos que esperarlas, ellas no
tardarán en llegar! –y bajó el tono de voz al igual que su cabeza-.
Tenemos que esperarlas, aunque nos duela abandonar a nuestra querida
capitana a su suerte…, tenemos que esperarlas.

Entonces, viendo que Barbossa no se decidía con lo que iba a hacer al
final, Gibbs agregó:

-Señor, usted sabe que el "Perla Negra" es el navío más veloz de los
siete mares. Confiemos nuestra suerte y el destino de Jack en nuestro
querido barco.

Hector Barbossa lo miró con detenimiento por unos momentos, hasta que
gruñó muy molesto y dirigió su mirada hacia el pequeño puntito que iba
desapareciendo en el horizonte marítimo. Ésa era su manera de asentir a
las peticiones de ellos dos.

-Jacky… -murmuró el joven Will Turner al ver cómo aquel barco se iba
alejando cada vez más y más con su preciosa carga humana.


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