Fanfic Piratas del Caribe -El Libro del Destino- *Capítulo 18: Confrontación*

                                                        Resumen de la historia: El capitán Jack Sparrow comete el gran error de ponerse un anillo maldito que lo transformará en mujer y le traerá un sin fin de problemas tanto a él como a quienes lo rodean, amigos y enemigos. Una elección que cambiará la vida y los destinos de todos, en especial del Comodoro James Norrington y el mismo Jack. Esta historia está ambientada después de la primera película y desarrollada durante la segunda y tercera película. Una historia larguísima pero muy entretenida, con drama, humor, acción y romance. ¡Que la disfruten!



*PIRATAS DEL CARIBE: EL LIBRO DEL DESTINO*

CUARTA PARTE: CUESTA ABAJO

¡Jack y Jacky se separaron! ¡ahora son 2! ¡Un hombre y una mujer! ¡Doble problemas para todos! ¿Lograrán cambiar sus destinos y el de los demás? Continuaciòn de La Maldición del Anillo de la Calavera. James y Jacky pasan su primera noche juntos...¿pero será la última?

Género: drama, amistad, acción, suspenso, humor, romance, violencia, aventura, fantasía, erotismo
Pareja: Jacky Sparrow/James Norrington. Elizabeth Swan/Will Turner
Personajes: Jack Sparrow/Jacky Sparrow, James Norringon, Elizabeth Swan, Will Turner, Hector Barbossa ¡y muchos más!
Calificación: para mayores de 18 años
Cantidad de palabras: variable
Duración: 67 capítulos la primera parte, 57 la segunda parte y 51 la última parte.
Estado: finalizado
Escritora: Gabriella Yu
Mi estilo: estoy influenciada tanto por el anime, los dramas asiáticos y la literatura universal. Me gusta hacer pasar a los personajes por duras pruebas.
Aclaraciones: Esta historia la escribí hace más de 10 años, es muy entretenida, no se arrepentirán de haber perdido el tiempo en leerla. Le tengo mucho cariño porque fue una rara mezcla que logré hacer con el drama, humor y acción. 
IMPORTANTE: contiene escenas subidas de tono XD

*Capítulo 18: Confrontación*


El pobre hombre rebotó contra la pared de la habitación y cayó
pesadamente sobre el suelo de tablones provocando que una nube de polvo
se levantara del piso, adolorido, trató de levantarse pero el desalmado
capitán Bart "Sangre Negra" Morgan lo tomó del cuello y lo levantó a
varios centímetros del suelo, casi ahorcándolo.

—¡Te lo advierto por última vez, maldito infeliz —lo amenazó—, si no me
dices en dónde está el pergamino, ten por seguro que te abriré el
estómago con mi cuchillo!

—¡P-pero ya se lo he dicho…! —gimió el pobre infeliz, quien no era otro
más que el sucio, gordo y viejo aventurero caza-tesoros a quien la
capitana Jacky Sparrow le había robado hacía ya una semana—. ¡Me lo ha
robado una mujer! Ni siquiera recuerdo su nombre…, la conocí en la
taberna de Mabel…!

—¡Descríbeme inmediatamente cómo era esa perra antes de que te arranque
todos los dientes! —exigió sin aflojar la presión de su mano sobre el
cuello del infortunado hombre.

Temblando de miedo, el aventurero devenido a menos, procuró darle gusto
para no hacerlo enfadar más, pues conocía muy bien la terrible
reputación de aquel sanguinario y cruel pirata y no quería tentar a la
suerte. Dio una descripción exacta de nuestra querida protagonista,
quien era la que le había quitado un viejo libro, objeto en el cual
Morgan podría encontrar el famoso pergamino.

—… además —agregó—, vestía demasiado extraño para ser mujer…

—¿A qué demonios te refieres con eso de vestirse extraño?

—Pues…, parecía una mujer disfrazada de pirata… De un hombre pirata…

El pirata frunció el entrecejo, extrañado, pues la descripción que aquel
sujeto le había proporcionado no lo ayudaba en mucho y él tampoco
conocía a alguna mujer que se le pareciera. Al fin, fastidiado, sacó un
filoso cuchillo de su cinturón y dijo:

—Ya no me sirves para nada, ahora te voy a degollar como a un sucio perro.

—¡¡No!! —exclamó aterrado el hombre, pensando rápidamente en la mejor
manera de conservar su vida—. ¡¡Ne-necesitarás los conocimientos de un
hombre como yo para descifrar el pergamino!! ¡¡Ja-jamás encontrarás la
Sagrada Espada del Dios Odín sin mi ayuda!!

Al escuchar aquello, el despiadado pirata detuvo su ataque y lo miró
directo a los ojos de una forma terrible y amenazante, apretujándolo aún
más contra la pared.

—Si intentas escapar o engañarme de alguna manera en cualquier momento,
juro que te despedazaré con mis propias manos, maldito cerdo asqueroso,
¿has entendido? De ahora en adelante permanecerás siempre cerca de mí
para poder vigilarte mejor hasta que me ayudes a encontrar la espada.
¿Entendido?.

Luego de que asintiera rápidamente en silencio, Morgan lo soltó y el
desgraciado cayó sentado sobre el suelo, tosiendo y tomándose con ambas
manos la adolorida garganta.

—Llévame a la taberna en donde la conociste, quizás allí sepan quién era
aquella perra que te robó.

El pobre hombre no tuvo más remedio que aceptar, así que se fue junto
con aquel peligroso hombre hasta la taberna de Mabel, en donde su gorda
propietaria supo dar toda la información posible a los interesados.

—Esa maldita me quedó debiendo varias botellas de ron —contó bastante
molesta desde detrás de la barra—, le dijo a la ingenua de Lidia (que es
la estúpida que sirve los tragos en este lugar), que lo pusiera todo a
nombre de su hermano… ¿y saben quién era ese tal hermano? ¡Era el
capitán Jack Sparrow!

—¡¿Jack Sparrow?! ¡¿Ese maldito perro infeliz que alguna vez me robó
todo el ron de mi bodega?! —exclamó el capitán Morgan furioso mientras
golpeaba fuertemente la mesa con su enorme puño.

—Veo que ambos lo conocemos muy bien… —sonrió la asquerosa tabernera,
una de las pocas mujeres que no le temían a Bart "Sangre Negra" Morgan—,
a mí también me ha hecho una de sus tretas, desde entonces siempre he
procurado intentar asesinarlo cada vez que visita Tortuga …

—¿Crees que esa perra en verdad sea su hermana?

Antes de responderle, Mabel se reacomodó sobre la barra y, mirándolo
detenidamente con una sonrisita sarcástica, comentó:

—Si no hubiera visto por mi misma que esa tipa tenía un buen par de
tetas, hubiera jurado que esa infeliz era el capitán Jack Sparrow
comportándose mucho más extraño que de costumbre.

—¿Tan parecida era a esa escoria?

—Como dos gotas de agua sucia. ¡Se visten exactamente igual! Luego,
Annie me contó que aquella perra estafadora se hacía llamar con el
nombre de "Jacky".

—¿Jacky Sparrow?

—Eso mismo.

Mientras Morgan y el caza-tesoros salían de aquella vieja y sucia
taberna para dirigirse hacia el lugar en donde su tripulación se estaba
divirtiendo, el capitán de /La Muerte Anunciada/ comentó sonriente:

—Conque la hermana de Jack Sparrw… ¿quién lo hubiera dicho? Muero por
ponerle las manos encima a esa perra y hacerle saber lo que es bueno…
¡¡JA, JA, JA!!

El explorador sintió estremecerse apenas terminó de escuchar semejante
amenaza; en ese momento volvía a dar las gracias por no haber nacido
mujer, pero comprendía al mismo tiempo, que él tampoco estaba en una
situación muy favorable que digamos, pues sabía que su vida pendía de un
hilo mientras estuviera al lado de un sujeto tan loco y peligroso como
Bart "Sangre Negra" Morgan. Para poder preservar su vida, se vería
obligado a acatar todos sus deseos hasta que se le presentara una
ocasión para poder escapar.

--

Mientras tanto, a bordo del barco pirata, /La Muerte Anunciada/, la
pequeña Alwine caminaba sigilosamente por la cubierta en busca de los
dos piratas que se habían quedado a bordo para vigilar al prisionero.
Eran ellos quienes tenían la llave de la celda del doctor Jacobson, y
era esa llave la que ella tenía que robar.

A medida que iba acercándose al palo mayor en donde se encontraban
apilados algunos toneles de ron y manzanas, Alwine escuchó a ambos
hombres conversar entre sí, parecían estar borrachos y eso auguraba a
mil maravillas el cumplimiento del plan que ella y el doctor habían tramado.

—¡Es una verdadera injusticia, mi estimado compañero, que el capitán nos
haya ordenado permanecer en esta sucia tina, una verdadera injusticia!
¡Hip! —se quejó uno de ellos que era flaco, enjuto, de arrugada piel
amarilla y llevaba un parche en el ojo izquierdo.

—Estoy de acuerdo contigo, hermano —apoyó el otro pirata que era medio
obeso y extremadamente sucio (demasiado para ser un pirata)—, el capitán
debería tomar este esfuerzo sobrehumano y dejarnos salir toooda esta
noche, ¡hic!

—¿P-pero quién de los dos se atreverá a decírselo?

Ninguno dijo nada, los dos sabían que sólo una persona que no estuviera
en su sano juicio sería capaz de reclamarle algo a un hombre tan
irascible y desalmado como lo era su peligroso capitán, así que
decidieron en silencio y en mutuo acuerdo, que lo mejor que podían hacer
era seguir bebiendo.

A medida que Alwine se acercaba lentamente hacia ellos, el miedo comenzó
a invadirla y comenzó a dudar de sí misma hasta el punto de querer
olvidarlo todo y esconderse en la bodega. Ya iba a volverse sobre sus
pasos cuando algunas palabras dichas por aquellos hombres llegaron hasta
ella y la detuvieron, llenándola de temor e indignación.

—¿Ya decidió el capitán lo que vamos a hacer con el doctorcito? ¡Hic! —.
Preguntó con tono burlón uno de sus carceleros.

—¡Oh! Primero piensa torturarlo un poco y matarlo de hambre antes de
desollarlo vivo ante el maldito almirante Jacobson una vez que se
encuentren frente a frente… ¡Hip!

—¡¡Jah jah jah!! ¡Hic! No dudo que lo hará, pero no creo que nuestro
temible capitán logre derrotar en batalla a un demonio como ese
almirante; ¡es un tipo increíblemente invencible! ¡Hic!

—No creo que deberías preocuparte por eso, compañero… —agregó el flaco
con tono misterioso mientras llevaba el pico de la botella al gaznate—.
El capitán dice que muy pronto tendrá un as bajo la manga para poder
derrotar a ese sucio perro sin problemas… ¡Hip!

—¿T-te refieres a la extraordinaria "Espada de Odín"? ¿La cosa esa que
hace invencible a la persona que la posea? ¡Hip! ¡Pero si tan solo es
una estúpida leyenda contada por un viejo loco! ¡Esa espada no existe!
¡Hic! ¿Cómo puede creer en eso nuestro capitán? ¿Tan idiota es?

—¡Shiiit! ¡Calla, imprudente! ¡Hip! —le advirtió el otro mientras se
llevaba el dedo índice a la boca—. ¡Si el capitán llega a escucharte
hablar así de él, te arrancará la lengua como lo hizo con aquel pobre
negro que se atrevió a burlarse de él….!

—…. Es verdad…. Pobre del negro ese… ¡Hip…! Pobrecillo…

Alwine decidió que ya había escuchado bastante y aquellos tipos ya
estaban lo suficientemente borrachos como para caer en su trampa. Era
hora de actuar de una vez por todas si quería ayudar al doc a escapar y
evitar que lo torturaran.

"¡Ahora es cuando!" —pensó dándose valor e inmediatamente salió de su
escondite de un salto y se presentó ante los sorprendidos piratas.

—¿Qué haces aquí, pequeña perrita? —preguntó despectivamente uno de
ellos—. Sabes muy bien que el capitán te dejó a cargo del prisionero…
¡hic! Va a darte una buena paliza cuando se lo contemos.

Cerrando los puñitos para contener su temor, la niña replicó:

—¡U-ustedes son los perros pulgosos que siempre están moviéndole la cola
al gorilón y feo del capitán, no yo!

—¡¡Qué dijisteee?! —exclamaron los dos al unísono.

—¡Eres una sucia atrevida! ¡Hic! ¡Te daremos tu merecido! —amenazó el
gordo mientras se levantaba pesadamente de una sogas enrolladas; tan
pesado y torpe era, que su flacuchento amigo tuvo que ayudarlo a duras
penas.

—¡¡Eres tan pesado como un cerdo y tu amigo es tan flaco como una
cochina lombriz!! —volvió gritar la pequeña con todas sus fuerzas.

—¡¡CÓMO?! —replicaron ambos hombres muertos de cólera—. ¡¿Pero cómo te
atreves a hablarnos de esa manera, pequeña ramerita?! ¡¡Vamos a darte
tal paliza que desearás no haber puesto nunca un pie sobre este barco!!

Viendo que indudablemente los había enfurecido, Alwine se mordió los
labios y salió corriendo con todas sus fuerzas hacia la bodega seguida
por los dos borrachos que apenas podían mantener un rumbo fijo pero
vacilante. Una vez que la niña llegó a la puerta, la abrió pero no bajó
las escaleras, mas bien la dejó abierta y se escondió detrás de un tonel
que estaba ubicado al lado y esperó a que los piratas llegaran y
entraran a la bodega creyéndola adentro. Grande fue su satisfacción
cuando vio, luego de unos segundos, que los dos sujetos ingresaron sin
pensar por la puerta abierta. Nunca en su vida se habían imaginado los
dos piratas, que cuando apenas pusieron un pie sobre el primer escalón
de la escalera que llevaba hacia el interior de la bodega, iban a
resbalar sorpresivamente por culpa de un buen poco de brea que se
encontraba esparcida por toda su superficie; la caída por las escaleras
embadurnadas fue tan violenta como el golpe que se dieron al llegar al
piso, en donde quedaron extendidos cuan largos eran y completamente
fuera de sentido.

Todo aquel espectáculo tuvo un solo espectador: el doctor Christian
Jacobson.

—¡Bravo, pequeña, bravo! —festejó desde su prisión—. ¡Lo has hecho todo
tal cual lo habíamos planeado! ¡Felicitaciones!

Sonriendo de oreja a oreja, Alwine se asomó por la puerta y vio lo que
había provocado y se sintió henchida de orgullo. Rápidamente se aferró a
una soga que estaba atada en el pasamano a un lado de la escalera y bajó
por ella con sumo cuidado hasta que sus piecesitos tocaron el suelo. Una
vez allí, se dirigió sonriente hasta su querido amigo.

—¿De verdad que lo hice bien?

—Así es, mi querida niña —le dijo mientras colocaba cariñosamente su
mano en la mejilla de Alwine—; pero aún no está todo hecho, ahora tienes
que quitarles las llaves y abrir esta celda.

Alwine asintió con firmeza, se dio media vuelta y se dirigió hacia los
dos piratas desmayados, que gracias por los fuertes golpes y su completa
borrachera, aún no habían despertado ni se despertarían por un buen rato.

Sin disimular una mueca de asco, la pequeña registró a los dos hasta que
encontró las llaves en el bolsillo de la vieja camisa que llevaba el
hombre gordo y regresó rápidamente hacia la celda el doctor con el
objeto deseado en sus manitas.

—Prueba todas las llaves en la cerradura; alguna de ellas, por fuerza,
tendrá que encajar perfectamente —aconsejó Christian mientras trataba de
permanecer alerta por si las dudas alguien había regresado al barco.

Con los nervios de punta pero con una firmeza diga de alabanza, la niña
probó cada una de las pesadas llaves sobre la cerradura hasta que
después de unos angustiosos minutos que parecieron interminables, la
antepenúltima llave encajó espléndidamente.

—Déjame abrirla a mí, pequeña Alwine, se necesita fuerza para hacerla
girar —pidió, y la aludida se hizo a un lado para que él pasara su brazo
derecho por entre los barrotes y tomara la llave haciéndola girar con
fuerza.

Un sonido sordo se escuchó por todo el lugar y la puerta de la celda se
abrió dejando libre a su ansioso prisionero.

Una vez afuera y con la niña alborotando a su alrededor llena de
felicidad al verlo por fin en libertad, Christian decidió que lo mejor
era marcharse de allí lo más rápido posible antes de que alguien llegara
y los descubriera.

—Debemos irnos inmediatamente de aquí, mi pequeña Alwine —le dijo
mientras tomaba la mano de su amiguita, quien asintió con una graciosa
expresión de seriedad infantil en su rostro.

—Pero no antes de que le juguemos una pequeña bromita a nuestro
carcelero… —agregó él con una pícara sonrisa y un brillo especial en sus
ojos claros.

Alwine lo miró extrañada, jamás se hubiera imaginado que aquel caballero
tan fino, pensaría en hacerle una jugarreta a alguien.

--

Luego de beber ron, comer y estarse con mujeres, el capitán de /La
Muerte Anunciada/ decidió que ya era tiempo de regresar al barco y así
se lo hizo saber su tripulación, quienes lo siguieron de mala gana pero
sin chistar, ya que podrían correr el riesgo de perder la cabeza bajo la
espada de tan temible pirata. Hay que agregar, que muy pocos de sus
hombres aprovecharon el momento de ocio para darse a la fuga, ya que
como la mayoría de la tripulación del capitán Sangre Negra era casi tan
despiadada como él, actuar bajo su mando era un boleto seguro contra
cualquiera que osara atacarlos. ¿Quién se atrevería a pelear contra los
más temibles piratas de todo el mundo? ¿capitaneados por el capitán más
sanguinarios de todos?

Cantando típicas canciones piratas —menos el capitán y el aventurero,
quienes permanecían en una seriedad absoluta—, llegaron a la vieja nave
y la abordaron sin tener la más mínima idea de la sorpresa que se
llevarían en breve.

—Quiero que conozca a dos de sus compañeros de a bordo, señor Smith —le
dijo sonriendo irónicamente—. Como usted, los dos están aquí en contra
de su voluntad pero para mi entera necesidad hasta que yo ya no precise
nada más de ellos ¡¡Jah, jah, jah!!

El aventurero llamado Smith apenas logró esbozar una imperceptible
sonrisa forzada.

Cuando ambos llegaron a la puerta de entrada a la bodega, Sangre Negra
la abrió pensando que los dos hombres que había dejado de guardia
estarían adentro, pero mayúscula fue su sorpresa cuando apenas puso el
pie sobre el primer escalón y se resbaló inmediatamente, rodando a lo
largo de las escaleras y cayendo de lleno al piso dándose un tremendo
golpazo. Furioso y confundido, el capitán se sentó en el suelo y miró a
su alrededor, encontrándose a sus dos hombres encerrados y con cara de
estúpidos en la celda en lugar del doctor.

—¡¿PERO QUÉ DEMONIOS SIGNIFICA ESTO?! —exclamó furioso, pero sus hombres
estaban tan asustados, nerviosos y confundidos, que no hacían más que
balbucear palabras sin sentido.

Mientras Smith miraba atentamente desde arriba, apenas comprendiendo lo
que había ocurrido, uno de los piratas pasó de largo al lado suyo sin
darse cuenta de la brea esparcida por las escaleras, y, por supuesto,
también resbaló en los escalones y calló de bruces al suelo justo al
lado de su capitán, quien lo asesinó con la mirada. Una vez ordenadas
sus ideas y un tanto adolorido, el hombre recordó para qué había ido a
buscar a su capitán.

—¡S-señor! ¡Nos han saqueado! ¡Los pescadores y los marineros dicen que
un viejo y una niña regalaron a los pobladores de Tortuga toda la
comida, la bebida y las municiones que había a bordo!

—¡¡QUÉEE?! —exclamó terriblemente enojado Bart "Sangre Negra" tomando al
pobre hombre del cuello de la camisa—. ¡¿PERO CÓMO SE ATREVIERON ESOS
MISERABLES A BURLÁRSE DE MÍII?! —se levantó y otra vez volvió
cómicamente a caer sentado al suelo gracias a que sus botas aún estaban
llenas de brea, enfureciéndolo aún más.

—¡¡MALDITOS PERROS SARNOSOS!! —golpeó el suelo con sus puños—.
¡¡BÚSQUENLOS INMEDIATAMENTE!! ¡¡NO PUEDEN ANDAR MUY LEJOS DE AQUÍ!!
¡¡ESTAMOS EN UNA ESTÚPIDA ISLA!! ¡¡A MOVERSE, PARTIDA DE INEPTOS SI NO
QUIEREN QUE LOS DESPELLEJE VIVOS!!

Y mientras todo el mundo comenzaba a correr de aquí para allá buscando a
los fugitivos, el terrible pirata Bart "Sangre Negra" Morgan, murmuró:

—En cuanto les ponga las manos encima a esos dos imbéciles que se creen
unos perros graciosos, voy a torturarlos de tal manera, que desearán no
haberme conocido en toda su asquerosa vida…

—¡Señor! —llamó una voz desde arriba.

—¡QUÉ DEMONIOS PASA AHORA!

—¡También cortaron los cables de las anclas y del timón! ¡La marea nos
está empujando hacia mar adentro y no tenemos dirección!

—¡¡HAAAGGGGGG!! ¡¡QUE SE PUDRAN EN EL INFIERNO ESOS DOS IMBÉCILES!!
¡¡JURO QUE ME LAS VAN A PAGAR TODAS JUNTAS!!

--

Al otro día, la tormenta sobre Port Royal había pasado junto con la
noche y la capitana Jacky Sparrow se había quedado a dormir en la
mansión del gobernador Swann para el disgusto de Elizabeth, quien aún
estaba intentando descubrir sus verdaderos y perversos planes sin mucho
éxito.

Luego de que la sirvienta la despertara a las diez de la mañana, Jacky
se dispuso a desayunar en el salón de té (y de paso robar algunas
cosillas) para luego despedirse de Elizabeth y su padre y marcharse
tranquilamente a su "casa" bajo la siempre vigilante mirada de la joven
hija del gobernador, quien estaba dispuesta a descubrir lo que tramaba
después de efectuarse la boda con James Norrigton, así que decidió
acompañar a Jacky hasta la casa del comodoro.

Mientras viajaban en el elegante carruaje que el padre de Elizabeth les
había otorgado para dicho paseo —pues él quería que ambas se conocieran
bien y se hicieran muy buenas amigas, ignorando claro, el hecho de que
estas ya se conocían lo bastante bien como para no tenerse nada de
confianza—. Sentada de frente a la descarada pirata, Elizabeth trataba
de todas maneras descubrir las verdaderas intenciones de Jacky, pero
ésta siempre lograba evadir las preguntas con astutas evasivas,
exasperando a la muchacha.

—Tarde o temprano voy a descubrir lo que estás tramando, capitán Jack
Sparrow…— amenazó la chica.

Encogiéndose de hombros, la aludida corrigió sonriente:

—Soy la capitana Jacky Sparrow, querida Lizzy, no el capitán Jack Sparrow.

—¿Estás tomándome el pelo, Jack? —se molestó— ¡A ti nunca te gustó que
te llamáramos "Jacky"!

—Mi querido Norry no tiene ningún problema con llamarme con ese nombre,
/¿savy?/

—¿"Norry"? ¿Él permite que lo llames de esa manera? —exclamó con
incredulidad y sorpresa—. ¡No puedo creer tamaña desfachatez de tu
parte! Y él que me parecía tan serio… ¡Ahora lo convertiste en una
triste marioneta bajo tu control!

—Pues créelo, a él le encanta que le llame "Norry" y, además, te
advierto que no es ninguna "triste marioneta", /¿savy? /Él es un hombre
con convicciones muy fuertes.

Elizabeth la miró sorprendida, pues había notado en el rostro y en el
tono de Jack, un aire de orgullo ofendido, y eso la confundió aún más.

"¡Oh! ¡No puede ser! —pensaba—. ¡Jack no pudo enamorarse en serio de
James! ¡Eso es imposible!".

Jacky, adivinando los pensamientos de su acompañante, decidió desviar la
atención de ésta de sus asuntos privados hacia otros asuntos no tan
privados y, mirándola de abajo arriba con lujuriosa expresión, dijo:

—… Así como te gusta que yo te llame "Lizzy" a él le gusta que le llame
Norry…

—¡Basta, Jack! —se cruzó de brazos muy molesta—. No me gusta que me
llames así.

—Y cómo te gustaría que te llamara en la cama, ¿eh? —le insinuó a la vez
que se sentaba al lado de ella con la clara intención de molestarla.

Inclinándose hacia el lado opuesto, la joven se puso en guardia y con un
gesto aprensivo, dijo:

—Llámeme Elizabeth o mejor señorita Swann, capitán Jack Sparrow, y te
advierto que jamás me llamarás como sea en la cama.

—Te voy a llamar como tú quieras si tú me llamas como yo quiero, mi
querida Elizabeth.

Ella la miró atentamente, sorprendida.

—¿Entonces realmente quieres que te llame Jacky en vez de Jack?

—Exactamente.

—Entonces… ¿es cierto? ¿Ya no era un hombre? ¿Quieres ser una mujer y
estar al lado de James? ¡Oh, Dios! ¡E-eres un…! —comentó asqueada.

La manera en que Elizabeth había dicho aquellas palabras, como si
estuviera tremendamente decepcionada de él y a la vez lo estuviera
discriminando, hizo sentir muy mal a Jacky, a quien se le borró
inmediatamente la sonrisa de su rostro moreno, poniéndose muy seria, con
los brazos cruzados y mirando hacia delante sin atreverse a volver su
rostro hacia la joven para no tener que ver su mirada de desprecio.
Aquello ya no era divertido.

Efectivamente, la joven hija del gobernador de Port Royal se encontraba
tremendamente defraudada, su idolatrado pirata se había convertido en
uno de esos hombres raros con gustos raros, ya no era más aquel hombre
viril y atrayente que solía ser… Ella nunca había estado segura de sus
sentimientos para con él, pero al verlo perder su masculinidad de esa
manera, se sintió completamente desilusionada.

Y entonces, un incómodo silencio se estableció entre las dos, ninguna se
encontraba de ánimo para seguir conversando. La capitana Sparrow
comenzaba a tener unas ganas enormes de revelarle la verdad a Elizabeth,
pero, a la misma vez se preguntaba porqué debía darle explicaciones a
una chica tan impertinente que no entendería nada de nada, ya sabría la
verdad a su debido tiempo y se tragaría sus palabras de desprecio, lo
que ahora importaba era su querido Norry volviera sano y salvo.

En ese momento, el carruaje se detuvo frente a la residencia del
comodoro James Norrington, y mientras Jacky se apeaba, le dijo a Elizabeth:

—Te sorprendería saber cuán cerca estás de la verdad, Elizabeth, pero te
aseguro también que te sorprendería saber cuán lejos estás de la verdad
a la misma vez.

Luego de decirle esto, se dirigió hacia la casa bajo el atento saludo de
los soldados que vigilaban la entrada del jardín. Parecía estar muy
ofendida.

Sorprendida por esa actitud, la chica se sintió bastante confundida y
avergonzada por las cosas que le dijo, pero, cuando lo pensó mejor y se
acordó de que Jack no era una persona confiable y que siempre buscaba la
manera de divertirse a costa suya, decidió entrar a la casa y hacerle
entender su error y tratar de convencerlo para que se marchara de allí.

—Usted espéreme aquí —le dijo al cochero y salió disparada por detrás de
la pirata dispuesta a hacerle entrar en razón.

Jacky, como no era una persona educada realmente, hizo una mueca de
disgusto apenas ella se colocó a su lado.

—Deberías hacer como Will y marcharte a hacer algo de provecho, /¿savy?/

—No voy a dejarte en paz hasta saber lo que realmente tramas, Jack.

Fastidiada, la capitana del /Perla Negra/ se volvió hacia ella y le dijo
mientras ponía los brazos en jarra:

—¿Nadie te ha dicho que eres una pesada, Lizzy? ¿O tal vez la verdadera
razón de tu intromisión es que estás celosa de mí o de Norry?

—¡Ja! ¿Celosa de ti o de James? ¡No seas ridículo, por Dios! —también
puso los brazos en jarra, volviéndose de cara a Jacky, desafiándola y
tratando de no pensar en aquella posibilidad, pues temía que aquella
sugerencia resultara tener algún grado de verdad— ¡Estás desvariando, no
puedo creer que te creas tan importante como para insinuarlo, capitán
Jack Sparrow, jamás me sentiría atraída por otra mujer!

—Siempre hay una primera vez, mi querida Lizzy —había tanto ironía como
burla en aquellas palabras—. Además, no me refería exactamente a mi
apariencia femenina, sino a la anterior.

—Estás muy equivocado, y además, lno me llames Lizzy!

—¡Y tú no me llames Jack!

—¿Y por qué no he de hacerlo? ¡Tú eres el capitán Jack Sparrow! ¡Un
hombre que está enamorado de otro hombre! ¡Deberías estar avergonzado de
haber arrastrado a un perfecto caballero hacia una vida de oscura
perversión! ¡Degenerado!

Aquello fue suficiente para la agotada paciencia de la pirata, las
burlas y los ataques de Elizabeth solían ser bastante crueles a veces, y
en aquel momento no estaba dispuesta a soportarla denigrando su honor y
la de su amado Norry. Estaba a punto de revelarle la verdad y mandarla
al infierno, cuando la puerta de casa se abrió repentinamente para
revelarles la presencia del ama de llaves, sorprendiendo a ambas mujeres
que dejaron de discutir en ese mismo momento.

—Pero, señora Kinderhouse… —dijo Sparrow muy alarmada cuando vio la
expresión de angustia que se veía en su rostro—, ¿ha ocurrido algo grave
durante mi ausencia?

Pálida como un muerto, la mujer logró encontrar las palabras al fin.

—¡… S-señorita Watson…, es el señor… Lle-llegaron noticias, terribles
noticias…!

—¡Oh, Dios mío…! —murmuró aterrorizada Elizabeth mientras se llevaba su
delicada mano a la boca.

—¡Por los mil demonios del averno, mujer! —exclamó histérica la
prometida del comodoro olvidando toda delicadeza femenina y tomando a la
sorprendida y paralizada ama de llaves por los hombros para sacudirla y
hacerla hablar— ¡Habla de una buena vez! ¡Dime lo que le ha pasado al
comodoro Norrington!

Recuperando nuevamente el habla, la pobre señora Konderhouse logró
contarle todo.

—¡La tormenta de ayer, señorita Watson, se convirtió en una tempestad y
un huracán destruyó toda la flota del señor Norrington!

—¡Oh, no! —exclamó horrorizada la joven Swann.

—¿Y que hay del comodoro? ¿En dónde está él? ¿Aún está con vida? ¿Ya ha
partido alguna embarcación para buscar sobrevivientes? —quiso saber
Jacky con una actitud bastante varonil.

—Nadie sabe nada acerca de él, señorita, pero el teniente que se quedó
en el fuerte saldrá con la nave que queda a buscar supervivientes…

—¿Quién trajo esta noticia?

—U-unos pescadores, señorita Watson, encontraron a dos sobrevivientes y
se volvieron inmediatamente para poner al tanto a la armada…

—¿Ya se le ha avisado a mi padre? —quiso saber Elizabeth.

—Unos de los soldados acaba de partir hacia su casa para ponerlo al
tanto de la situación, señorita Swann… —no pudo contener más un sollozo
y se tapó la boca con su delicado pañuelo de encaje blanco.

—… Pobre James… —murmuró la muchacha y volvió su atención hacia Jack,
sorprendiéndola con una expresión seria en su rostro, distante, decidida
y, hasta culpable...

"Todo esto ha sido culpa mía —pensaba mientras sentía que todo el peso
del mundo le caía encima—, yo y mi estúpido orgullo… ¿Cómo podré
soportar todo ahora que sé que lo amo de verdad?".

—Saldré a buscarlo —declaró de repente, hablando más con ella misma que
con las demás, sorprendiéndolas. Pero cuando se dio media vuelta para
marcharse, Elizabeth la tomó rápidamente por la muñeca y le dijo:

—¡Espera! ¿A dónde crees que vas? ¡No cometas una imprudencia! ¡En la
condición en la que te encuentras ahora no puedes tomarte esa libertad!
¡Te pondrías en evidencia y a él también!

Jacky se volvió para recriminarle, pero se quedó paralizada al ver la
expresión de dura advertencia en el rostro de la joven.

—Si amas a James como dices, no puedes actuar como una desenfrenada,
debes quedarte aquí y esperar su regreso, aunque duela… O tal vez, si
piensas en todo lo que vas a perder si te das a conocer ante los demás
que no eres lo que dices ser, te haga quedarte aquí y esperarlo como una
niña buena.

La capitana frunció el ceño bastante disgustada, ¿tan baratos
consideraban las demás personas sus sentimientos?

—Si fuera William el que estuviera en los mismos apuros, ¿estás segura
de que no removerías cielo e infierno para buscarlo?

Aquellas palabras tan llenas de verdad sorprendieron a la joven, y,
derrotada, soltó la muñeca de la capitana Sparrow.

—Entonces… —dijo—, ¿realmente te enamoraste de él?

Jacky sonrió entre una expresión de burla y seriedad.

—¿Y quién dijo que lo amaba o no? —y, diciendo esto, se dio media vuelta
y procedió a marcharse, pero esta vez, un voz femenina e imperiosa la
detuvo en el acto. Esa voz era la de madame Annete Foubert.

—¡Alto allí! ¿A dónde cree que va usted? ¿Está huyendo luego de todo lo
que provocó?

Poco a poco, mordiéndose nerviosamente los labios y poniendo cara de
fastidio, la pirata se volvió de cara a la antigua institutriz de
Norrington y la vio imponentemente de pie en las escalinatas de la casa,
con los brazos en jarra y con miradas de puñal.

—¿Madame Foubert? —preguntó con una sonrisa frenética para luego
extender los brazos con fingida alegría—. ¡Me alegra tanto de verla
restablecida!

—¡Ja! ¡No me venga ahora con eso! A mi no le alegra para nada verla
aquí, ¿sabe?

Confundida por semejante trato, ya que no conocía realmente a aquella
mujer francesa tan antipática, Jacky quiso saber la razón de su
hostilidad para con ella.

—Disculpe, madame, pero no entiendo por qué está molesta conmigo… —y
pensó—: "Pero le daría la razón a este viejo loro si supiera que al
pobre de Norry le pasó esta desgracia por mi culpa…, cosa que dudo mucho
que se haya enterado…".

—¿Ah, no? ¡Sepa usted que por su culpa mi querido niño sufrió muchísimo!

Elizabeth no entendía nada, pero en cambio, la pobre capitana había
comenzado a temer que la institutriz SÍ sabía las razones por la que
Norry se había marchado y, por consiguiente, que se había enterado que
ella era una pirata. ¿Pero cómo demonios se había enterado? Quizás los
sirvientes habían escuchado algo… ¡Ah! ¡Esas viles víboras chismosas!

—Pero, señora, yo…

—¡Nada de "peros"! ¿Pero cómo se atreve a jugar con los sentimientos del
joven Norrington? ¿Volver aquí con un motivo tan despreciable? ¡Sepa
usted que jamás me convenció su actitud de damisela en apuros!

—Pero…

—Entre a la casa inmediatamente, señorita Watson, aunque quisiera, no
puedo echar a la calle a la prometida de mi niño, pero si está en mis
manos evitar que usted se comporte de manera indecorosa, sepa que no
dudaré ni un segundo en obligarla a seguir las reglas básicas del
decoro, ¿comprendió bien lo que le he dicho?

Tremendamente confundida sin saber si madame Foubert sabía o no acerca
de su verdadera identidad, Jacky decidió obedecer sin chistar a sus
mandatos, que de la manera en que estaban formulados, era imposible
hacer caso omiso de ellos. Entró a la casa con "el rabo entre las
patas", como suele decirse.

Con aspecto triunfante y majestuoso, madame se hizo a un lado
permitiendo que la "avergonzada" prometida de James entrara con la
cabeza gacha ante la sorprendida mirada de Elizabeth Swann.

—Y usted, señorita Swann, sepa que me ha decepcionado mucho cuando supe
que rechazó al señorito Norrington para casarse con un simple herrero de
pueblo. ¡Pero qué mala elección hizo usted! ¡Ha provocado que el niño se
lance a los brazos de una cualquiera!

Furiosa, la joven cerró los puños con fuerza a cada lado de su cuerpo.

—Sepa usted, madame Foubert, que Will es una persona maravillosa y jamás
me arrepentiré de haberlo elegido como a mi futuro esposol; y si James
escogió a la señorita Watson como su compañera, debo aclararle que lo
hizo porque la ama de verdad y no por despecho.

—¡Pero qué insolencia! ¡Su padre sabrá de su pésimo comportamiento!

—Él ya sabe absolutamente todo y está muy feliz por los acontecimientos
—le replicó triunfante.

—¡Uf! ¡Pero qué inconciencia! ¿Acaso su padre no sabe que lo mejor para
usted era casarse con un hombre de bien que le diera todo los gustos a
los que está acostumbrada?

—Mi padre y James se dieron cuanta de que lo mejor para mí era casarme
por amor y no por conveniencia, madame Foubert.

—Sepa usted, señorita Swann, que el amor perdura mejor con una buena
posición social que en una choza donde no hay más que comer que pan y
cebollas, se lo aseguro.

—Eso no es cierto.

—Lo es, se lo aseguro. El tiempo y las necesidades acaban con el amor
por más fuerte que éste haya sido antes. La mujer se cansa muy rápido de
vivir como una pordiosera y siempre le hará ver a su esposo lo fracasado
que es, y éste, al final, también se cansará de las interminables quejas
de su esposa y terminará por buscar "amor" en otra parte. Ésa es la dura
realidad, mi querida jovencita, la vida no es color de rosa ni todo es
miel y leche. Detesto a la oportunista que ha aprovechado la infelicidad
de mi querido niño para enamorarlo, pero si llegara a saber que ella
también lo ama, estoy segura de que el amor entre ellos dos será mucho
más duradero que el de usted y su prometido.

—¡Oh! ¿Pero cómo se atreve…? ¡Sepa que yo estaría dispuesta a
demostrarle lo contrario! ¡Aceptaría la prueba más difícil del mundo
para demostrarle a usted lo mucho que amo a William Turner!

—Ten cuidado con lo que dice, señorita —la miró detenidamente—, su deseo
podría hacerse realidad de la peor manera.

Dicho esto, entró a la casa, dejando muy furiosa a la pobre Elizabeth,
pero también muy preocupada por su vaticino. ¡Jamás se hubiera imaginado
la joven que más adelante tendría que poner a prueba lo dicho!



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