Fanfic Piratas del Caribe -El Libro del Destino- *Capítulo 23: Tribulaciones*

  Resumen de la historia: El capitán Jack Sparrow comete el gran error de ponerse un anillo maldito que lo transformará en mujer y le traerá un sin fin de problemas tanto a él como a quienes lo rodean, amigos y enemigos. Una elección que cambiará la vida y los destinos de todos, en especial del Comodoro James Norrington y el mismo Jack. Esta historia está ambientada después de la primera película y desarrollada durante la segunda y tercera película. Una historia larguísima pero muy entretenida, con drama, humor, acción y romance. ¡Que la disfruten!



*PIRATAS DEL CARIBE: EL LIBRO DEL DESTINO*

CUARTA PARTE: CUESTA ABAJO

¡Jack y Jacky se separaron! ¡ahora son 2! ¡Un hombre y una mujer! ¡Doble problemas para todos! ¿Lograrán cambiar sus destinos y el de los demás? Continuaciòn de La Maldición del Anillo de la Calavera. James y Jacky pasan su primera noche juntos...¿pero será la última?

Género: drama, amistad, acción, suspenso, humor, romance, violencia, aventura, fantasía, erotismo
Pareja: Jacky Sparrow/James Norrington. Elizabeth Swan/Will Turner
Personajes: Jack Sparrow/Jacky Sparrow, James Norringon, Elizabeth Swan, Will Turner, Hector Barbossa ¡y muchos más!
Calificación: para mayores de 18 años
Cantidad de palabras: variable
Duración: 67 capítulos la primera parte, 57 la segunda parte y 51 la última parte.
Estado: finalizado
Escritora: Gabriella Yu
Mi estilo: estoy influenciada tanto por el anime, los dramas asiáticos y la literatura universal. Me gusta hacer pasar a los personajes por duras pruebas.
Aclaraciones: Esta historia la escribí hace más de 10 años, es muy entretenida, no se arrepentirán de haber perdido el tiempo en leerla. Le tengo mucho cariño porque fue una rara mezcla que logré hacer con el drama, humor y acción. 
IMPORTANTE: contiene escenas subidas de tono XD


*Capítulo 23: Tribulaciones*


El doctor Christian Jacobson había pasado una noche muy mala gracias a
la terrible fiebre que lo había atacado debido a la dolorosa fractura
del antebrazo ocasionado por el cruel pirata Bart "Sangre Negra" Morgan
cuando lo había hecho prisionero en la playa cercana a Port Royal.

Juntos, él y la pequeña Alwine, habían escapado del barco pirata llamado
/La Muerte Anunciada/, capitaneada por el mencionado pirata. Tras la
persecución de parte de su malvada tripulación, los fugitivos habían
llegado hasta una derruida choza en las afueras del pueblo portuario
ubicado en isla Tortuga. Allí se habían encontrado con una muchacha muy
huraña llamada Elena, quien, en un principio, se había negado a
prestarles ayuda. Pero cuando nuestro querido doctor perdió el
conocimiento frente a ella tras intentar convencerla para que cuidara a
Alwine y tras los desesperados ruegos y llantos de la mencionada niña,
la chica se vio obligada a prestarles ayuda, no sin antes haberse
quedado encerrada en su casa por espacio de media hora para poder
pensarlo mejor.

La fiebre de Christian fue altísima, hizo dudar más de una vez a Elena
haciéndole creer que moriría de un momento a otro. Tendido sobre la
vieja y estropeada cama de la joven, el enfermo deliraba mientras Alwine
sollozada sentada a su lado y Elena protestaba cada vez que tenía que
cambiar el trapo mojado de la calenturienta frente del doctor.

—¡Solamente me falta que este viejo se muera en mi casa! —se quejaba—.
Me meteré en problemas con esto… ¿Quién me manda a ayudar a un
moribundo? —Miró a la niña y ésta le devolvió la mirada con una
expresión muy ceñuda y molesta en su pequeño rostro.

—¿Se puede saber por qué me miras así, pequeña rata? —le dijo con tono
agresivo—. En cuanto este anciano se despierte, ten por seguro que los
arrojaré afuera. No quiero a nadie extraño metido en mi casa,
¿entendiste, pequeña rata?

—Te entendí, y para que sepas, mi nombre es Alwine y no "pequeña rata"
—corrigió bravamente la aludida.

Elena se le quedó mirando algo desconcertada por espacio de unos
segundos, pues no se había esperado recibir aquella valiente réplica,
pero enseguida se echó a reír despectivamente.

—¡Ja ja ja! ¡Tienes coraje, pequeña rata! —exclamó, pero entonces, la
tomó inesperadamente del cuello del sucio y estropeado vestido y la
obligó a acercar su pequeña carita a la de ella—. Si a mi se me da la
gana en mi propia casa de llamarte "pequeña rata", yo voy a llamarte
pequeña rata, y si llegas a protestar otra vez, te juro que le digo a mi
perro que te muerda, ¿entendiste, pequeña rata?

Un tanto asustada, la pequeña niña volvió su rostro hacia una de las
esquinas de la mugrosa casa en donde se encontraba un enorme perro negro
con cara de pocos amigos, entonces tragó saliva y asintió lentamente.

—¡Bien! ¡Por fin nos entendemos! ¡Veo que no eres ninguna tonta!
—exclamó mientras la soltaba repentinamente para que Alwine cayera
sentada en el suelo y la mirara de soslayo, muy enojada mientras se
frotaba su adolorida cola.

—Bueno, ahora tengo que ocuparme de este viejo —volvió a decir
despectivamente luego de asesinarla con la mirada y procedió a cambiarle
otra vez el paño mojado.

De pronto, y sin que ninguna de las dos se lo esperara, el doctor
comenzó a pronunciar el nombre de "Elena" entre el sueño, el dolor y la
fiebre que lo aquejaban. Alwine, extrañada y preguntándose por qué su
protector llamaba a la bruja que lo cuidaba, miró inmediatamente a la
aludida, notando que ésta se había quedado mucho más sorprendida que ella.

"¿Po-por qué este hombre está llamándome?" —pensaba sumida en la
intriga—. "¡Si ni siquiera me conoce!"

Aquello era un misterio que muy pronto se revelaría y dejaría a la joven
muy interesada por aquel hombre.

La noche había pasado junto con la fiebre de Christian, y en cuanto éste
se despertó, fijó sus hermosos ojos celestes en la joven Elena y le dijo
con voz muy débil pero amable:

—…. Gracias… por habernos ayudado, mi querida Elena…

Y se volvió a dormir, dejando a la chica bastante sorprendida y un tanto
ruborizada. Se sentía algo extraña y no sabía explicarse a sí misma a
qué se debía aquel sentimiento de tierna timidez.

*--*

Encerrada en un calabozo del fuerte de Port Royal, la capitana Jacky
Sparrow observaba cómo el sol comenzaba a saludar el mar con sus cálidos
rayos de luz, anunciando el nuevo día, el día en que seguramente sería
ejecutada.

Dando un profundo suspiro de resignación, la pirata se llevó la mano a
su adolorida cabeza preguntándose para sus adentros qué demonios era lo
que había sucedido y quién demonios la había golpeado dejándola
abandonada a su suerte. Dio otro suspiro y miró otra vez hacia la
ventana enrejada, estaba casi segura de que el autor solamente podría
ser su querido hermanito Jack Sparrow ya que ella misma hubiera hecho lo
exactamente lo mismo si hubiera estado en su lugar. No cabía duda, ambos
eran unos deshonestos.

Todos los presos que estaban allí encerrados en diferentes calabozos,
estaban muy asombrados e intrigados por aquella mujer tan
extraordinariamente parecida al famoso capitán Jack Sparrow. Ninguno de
ellos había sabido u oído de su existencia con anterioridad, salvo
flacucho Raggeti y su amigo regordete Pintel, quienes habían
participado, sin quererlo, en las extrañas aventuras del capitán Jack
Sparrow como la capitana Jacky Sparrow en La Maldición del Anillo de la
Calavera.

Ambos piratas habían sido capturados por unos soldados semanas atrás
tras haber intentado robar un par de pollos y fueron lanzados sin piedad
a una de las celdas del fuerte para que se pudrieran allí. Ninguno de
los dos podía entender porqué el capitán Sparrow se había convertido
otra vez en un a mujer si habían logrado romper el hechizo.

—Esto es una muy mala señal, compañero —opinó un preocupadísimo Pintel.

—Sí, lástima que no podemos preguntarle a Jack qué le sucedió —replicó
su igualmente preocupado amigo.

Raggeti tenía toda la razón, puesto que ambos se encontraban prisioneros
en una celda que se encontraba al otro lado de las mazmorras y solamente
habían visto al mencionado pirata caminar frente a ellos mientras los
fusileros llevaban a su celda. Pero aquello no era motivo para que los
otros encarcelados, ignorantes de la maldición, se mofaran de la recién
llegada, pues ya se habían enterado que era la hermana de Jack Sparrow,
que había mandado a la muerte a 150 hombres de la Armada y que además
había engañado al odioso comodoro Norrington.

—¿Es cierto que eres hermana de Jack Sparrow, preciosa? —preguntó uno de
los tantos prisioneros que se encontraban en las demás celdas.

—Jamás imaginé que ese idiota tuviera hermanos —comentó otro.

—¿Cómo pueden dudar de que esa mujer sea realmente la hermana de Jack
Sparrow cuando se nota de lejos que ella es su viva imagen? —dijo uno
con certera razón.

—Entonces, si es realmente es su hermana, creo que ella misma debería
responder por su hermano y pagarme con su cuerpo la deuda que él me
debe… —propuso otro de ellos, mirando lascivamente a nuestra protagonista.

Sonriéndole sarcásticamente, nuestra protagonista se acercó a los
barrotes y miró hacia la dirección en donde se encontraba el hombre que
había dicho aquello último.

—No sabía que Jack te debía su cuerpo, John, veo que tus gustos han
mejorado con el tiempo… —dijo—; antes te gustaban las mujeres…

Todos los prisioneros rompieron inmediatamente en carcajadas al escuchar
semejante ocurrencia, dejando al mencionado John furiosamente
avergonzado y sorprendido porque aquella mujer sabía su nombre.

Dejando de prestar atención a las murmuraciones y a las pullas de sus
compañeros de celdas, Jacky se dirigió de nuevo hacia su rincón y se
sentó para dedicar sus pensamientos a su querido Norry y a su detestado
hermanito; incluyendo, claro, que otra de sus preocupaciones era sobre
su futuro próximo en el cadalso, pues no veía forma de escapar de tan
angustiosa situación.

Cuando más sumida estaba en sus pensamientos, notó cómo las bromas de
los demás presos se habían intensificado luego de oírse los goznes de la
puerta principal de las mazmorras, pronunciando el nombre del comodoro
Norrington. Entonces, comprendiendo que él había llegado hasta allí para
visitarla, se levantó de inmediato, ansiosa por verlo, pero enseguida se
lo pensó mejor y se recostó contra la fría pared, comenzando a silbar
una tonadita pirata para aparentar indiferencia.

Mientras caminaba a lo largo del sucio corredor de las celdas, James
tuvo que soportar las dolorosas y atrevidas mofas de los que estaban
allí encerrados y que ya estaban al tanto de lo que había sucedido entre
él y aquella pirata. "¿Qué le pasó, comodoro? ¿Lo han engañado de
nuevo?", decía uno, "¡Qué lástima que por confiar en una pirata haya
perdido a toda su tripulación!", dijo otro, "¿También usted irá a la
horca, comodoro? Porque también es un traidor…", comentó un prisionero,
"¿Por lo menos la ha disfrutado, comodoro? ¿O ha sido tan estúpido que
ni siquiera le puso un dedo encima?", "¿O tal vez fue ella quien lo
disfrutó y le puso un dedo encima? ¡ja, ja, ja!", "Quizás fue ella quien
abusó de él! ¡Wah, jah, jah, jah!", dijeron otros. Enfurecido por tener
que ser el hazmerreír de todos, Norrington ordenó a sus hombres que le
dieran cincuenta latigazos en la espalda a cada uno de los prisioneros
que habían tenido el valor de ridiculizado.

Mientras los carceleros se llevaban a los condenados uno por uno para
aplicarles el debido castigo, James suspiró tristemente y se acercó a la
celda de Jacky Sparrow, su ex prometida, quien aún permanecía sentada en
el suelo con la espalda apoyada en la pared y con las manos en la nuca,
silbando una alegre tonadilla pirata. Aparentemente, apenas sí había
reparado en su presencia.

Norrington, algo triste y confundido, carraspeó para llamar la atención
de la prisionera, quien entreabrió los ojos y lo miró como quien mira a
una piedra común y corriente y sin ningún interés en especial.

—¡Oh! ¿Eres tú? ¿Qué es lo que quieres?

Aquella fría indiferencia destrozó aún más el atribulado corazón del
comodoro.

—Yo…, vine ha…, yo… —no sabía qué decir, el frío recibimiento de la
mujer a quien aún amaba con locura lo había dejado sin palabras.

Sintiendo en el alma el sufrimiento que estaba padeciendo su querido
Norry, Jacky tragó saliva y decidió aligerarle un poco la carga, aunque
ahora era ella quien se encontraba enfadada con él.

—¿Acaso viniste a concederme mi última voluntad? Aunque me veo obligada
confesar que jamás lo he hecho en un calabozo, estoy "abierta" a esa
posibilidad, /¿savy?/ —le dijo con un tono entre lascivo y burlista.

James levantó inmediatamente la mirada, entre molesto y afligido. La
treta de Jacky había dado resultado.

—¿Estás a punto de morir en la horca y eso es lo único que se te ocurre
decir, Jacky?

—¿Entonces ya está dicho? ¿Van a ahorcarme? —replicó con cierta
indiferencia a pesar que en su interior estuviera muerta de miedo.

—Serás ejecutada esta misma tarde. —No hubo ninguna expresión de
sentimiento en aquella frase, lo había dicho como si estuviera recitando
una lección.

—Veo que ya me has juzgado sin antes haber aclarado las cosas conmigo,
Norry —le reprochó mientras se levantaba del suelo y se acercaba a las
rejas para estar más cerca del oficial.

—¿Y qué hay que aclarar? —replicó enojado—. Ya todo se ha aclarado ente
mis ojos: me has mentido, me has engañado, me has hecho quedar en
ridículo, me has hecho cometer traición y me has hecho perder el gran
amor de mi vida que es la armada… ¿Es eso lo que quieres aclarar?

Asomando su rostro por los barrotes, Jacky respondió:

—Quizás yo sea culpable de algunas de tus acusaciones, ¿pero te has
preguntado si realmente te he amado de verdad alguna vez?

—Muchas veces, desde que te he conocido; pero nunca estuve más seguro en
mi vida como ahora de que jamás has sentido un ápice por mí.

—¿Eso piensas? Creo que te tienes muy poca confianza en ti mismo, amigo mío.

—¿Acaso no vas a rogarme que te ayude a escapar porque aún me amas? —se
mofó el oficial.

—No pienso rogarte nada porque no vas a creerme de que realmente siento
algún afecto por ti, mi querido Norry.

—Muy acertada como siempre, capitana Sparrow.

Ambos se miraron desafiantes por espacio de unos momentos, hasta que…

—Ven aquí —dijo ella de pronto, sorprendiendo al comodoro.

—¿Para qué quieres que lo haga? —se puso a la defensiva—. No creas que
voy a cometer la estupidez de acercarme a ti para que me tomes como tu
rehén y puedas escapar de aquí.

Jacky hizo un gesto despectivo con la mano y replicó mientras revolvía
los ojos:

—¡No seas tan suspicaz, Norry…! Aunque debo confesar que no estás muy
lejos de la verdad…

Dirigiéndole una mirada significativa, James se dio media vuelta para
marcharse de allí antes de seguir escuchándola y caer otra vez en las
tretas de la capitana del /Perla Negra/, pero ésta no lo dejó, era su
última carta para poder salir de aquel serio aprieto en el que estaba
metida y no lo dejaría ir sin antes hacerle saber que realmente lo amaba.

—¡Espera! ¡Te lo suplico!

Sorprendido, el comodoro volvió su rostro hacia ella.

—¿Me… lo suplicas? ¿Tú, la antes orgulloso pirata Jack Sparrow, capitán
del /Perla Negra/, me estás suplicando que te espere?

—Increíble, ¿no? —sonrió nerviosamente mientras se aferraba esperanzada
a los barrotes—. ¿Por qué no me concedes mi último deseo? Vamos, hazlo
por todo lo bueno que sentiste alguna vez por mí, ¿quieres? ¿Por qué no
te acercas? —y luego agregó con picardía: —No voy a morderte, /¿savy?/,
a menos que tú quieras…

James, luego de censurarla con la mirada, pareció dudar en lo que haría
al respecto.

—Vamos, te lo estoy suplicando. ¿Tanto miedo me tienes que no quieres
acercarte a mí?

—Yo no te tengo miedo —aclaró un poco ofendido.

—¿Entonces por qué no quieres concederme mi último deseo? Mira —se puso
seria—, te prometo, por todo el amor que sentiste por mí, que no voy a
engañarte ni utilizarte en ninguna forma.

El comodoro Norrington sonrió, incrédulo.

—Yo no confío en el honor de los piratas, ni mucho menos en tus palabras
—y otra vez se dio media vuelta para retirarse, pero Jacky no iba a
darse por vencida.

—¡Por favor! ¡Te lo pido de rodillas! —sorprendentemente se colocó de
rodillas y juntó sus manos en un gesto de súplica—. ¡No seas cruel con
quien alguna vez pasaste los momentos más maravillosos de tu vida!
¡Concédeme mi último deseo y acércate!

Un tanto conmovido y confundido, James se le quedó mirando por unos
segundos, dudando, pero enseguida tomó una decisión y se permitió
concederle el último deseo a esa mujer que lo había engañado y que él
ahora se negaba a permitirse volver a sentir amor por ella.

Lentamente se fue acercando a los barrotes de la celda de Jacky mientras
esta se levantaba rápidamente del suelo, aparentemente ansiosa por
tenerlo cerca de ella. Una vez que estuvieron frente a frente, James
preguntó qué era lo que quería de él.

—Un beso —fue la asombrosa respuesta—. Solamente quiero llevarme un beso
tuyo al averno para poder soportar todo lo que allí me espera.

El comodoro James Norrington jamás se habría imaginado escuchar alguna
vez aquella sentimental y romántica declaración por parte de la capitana
Jacky Sparrow, y aunque no podía poner toda su confianza en sus
palabras, decidió concederle aquel último deseo. Entonces, mientras se
miraban a los ojos, James se aferró a los barrotes y acercó lentamente
su rostro al de ella, preparándose para besarla. Y así, viendo que por
fin lo había convencido, la pirata colocó suavemente sus manos sobre las
manos del comodoro y también acercó su rostro al de él, lista para
besarlo. Sus labios se unieron lentamente, tocándose tan suavemente que
fue el beso más tierno que se habían dado hasta ese día. Cerraron los
ojos y dejaron que sus sentimientos recorrieran todo su ser en una
despedida que muy pronto prometía ser eterna… Luego de unos momentos,
ella apartó su boca de la de él y lo miró directamente a los ojos para
decirle:

—¿Cómo harás para seguir viviendo con la conciencia tranquila después de
haber asesinado a la persona que más te ha amado en toda tu vida? —y al
terminar de decir esto, se apartó inmediatamente de Norrington,
dejándolo muy impresionado con sus palabras, y se sentó en el suelo
dándole desdeñosamente la espalda.

—Váyase de aquí, comodoro James Norrington, ya no tiene nada más que
hacer por mí —dijo—. Déjeme sola o solo o lo que yo fuera, tengo muchas
cosas en qué pensar antes de pasar a mejor vida, como por ejemplo en las
personas que te traicionan a pesar de haberles escuchado decirles una y
otra vez que te amaban…

Se quedó definitivamente en silencio, indicándole así al oficial de que
era hora de marcharse y que no había nada más de qué hablar.

Muy preocupado y entristecido por aquellas palabras tras el impacto
sentimental de aquel último beso, James se dio media vuelta y se marchó
de allí lo más rápido que pudo, dejando a la capitana Jack Sparrow
librada a su suerte.

"Si con esto no logro tocarle un nervio —pensó la pirata mientras seguía
sentada en posición india en el suelo y con los brazos cruzados—, me
consideraré muerto al atardecer"

--

Ya en alta mar, el capitán Jack Sparrow murmuraba una de sus tonadillas
preferidas mientras se encontraba al mando del timón de su amado barco
pirata bautizado con el nombre de /Perla Negra/, contento de haberse
liberado del asedio del comodoro Norrington y del estorbo de su
"hermana" Jacky, aunque claro, como Jack en realidad tenía un buen
corazón a pesar de sus malos modales y su terrible apariencia de pirata,
no podía evitar sentirse algo culpable por ser el causante directo de la
posible e ineludible ejecución de su otro yo.

/Quince hombres sobre el cofre del muerto./

/¡Yo-jo-jo y una botella de ron!/

/La bebida y el diablo terminaron con el resto./

/¡Yo-jo-jo y una botella de ron!/

Cantaba bajito aquella cancioncilla para poder olvidar aquellos duros
pensamientos que lo agobiaban.

A toda la tripulación le había causado gran decepción el saber que la
simpática y algo extraña capitana Jacky Sparrow había sido quien los
había traicionado mandando al comodoro Norrington en pos de su captura.
No les había agradado demasiado enterarse por boca de su capitán que él
la había dejado abandonada a su suerte en Port Royal después de
desenmascararla ante el propio Norrington, pero si ella representaba un
ineludible peligro para toda la tripulación del /Perla Negra/, debían
hacer de tripas corazón y permitir que las cosas sucedan tal y como
debían suceder… Aunque no les agradara demasiado.

Pero durante aquella mañana sucedió algo tan inesperado que cambió
radicalmente las intenciones del capitán del /Perla Negra/ y de toda su
tripulación, principalmente para el primero, quien tuvo que admitir por
primera vez en su vida que se vería completamente atado a otra persona
por el resto de sus días.

Resulta que mientras nuestro querido capitán cantaba con su voz suave y
algo ronca su famosa y eterna canción, llegó corriendo Marty, el enano
de la tripulación, con un gran caracol hueco en la mano. Parecía estar
bastante agitado con aquel descubrimiento que inmediatamente se lo
mostró a su capitán.

—¡Capitán! ¡Capitán! ¡Mire lo que encontré, es un caracol! —dijo.

Jack, frunciendo el ceño, observó aquel animalillo sin mucho interés, y
luego comentó con un gesto un tanto despectivo que aquel cascarón no le
interesaba a menos que trajera al bicho adentro para poder disfrutarlo
metido en una deliciosa sopa.

—Pero es que si usted lo acerca al oído, señor —replicó el enano—, dice
que trae un mensaje urgente de tía Dalma para usted, capitán.

—¡¿Pero por qué no me lo dijiste antes, Marty!? ¡¿Pensabas contármelo
cuando lluevan sapos o que las conchas de los caracoles valieran su peso
en oro para poder vendérmela?! —replicó mientras le arrebataba el
caparazón vacío e inmediatamente se lo llevaba a la oreja, con la parte
hueca directamente enfocada a su oído para poder escuchar el mensaje
mandado por la pitonisa, como si fuera una especie de grabadora moderna,
un método muy eficaz y curioso que había hallado Dalma para poder
comunicarse rápidamente con las personas que estuvieran lejos de ella.

Intrigados por aquel acontecimiento, Gibbs, Ana María, Cotton, su loro y
otros de sus compañeros de aventuras, se aproximaron a su querido
capitán para enterarse de lo que tía Dalma mandaba a avisar. Grande fue
su intriga cuando notaron a Jack Sparrow abrir sus ojos oscuros tan
grandes como pudo y su cara se volvía pálida, pero más grande fue su
sorpresa cuando él comenzó a gritar muy nervioso caminando de aquí para
allá agitando los brazos como un pulpo.

—¡¡Todos a sus puestos!! —ordenó—. ¡Debemos dirigirnos de inmediato
hacia Port Royal!

—¡¿HACIA PORT ROYAL?! —replicó incrédula toda su tripulación

—¿Pe-pero por qué, mi capitán? —objetó Gibbs bastante extrañado—. Si
apenas nos hemos marchado de ese lugar.

—¡Eso es! —replicó inmediatamente Ana María aproximándose peligrosamente
al asustado capitán—. ¿Acaso quieres que nos capturen y nos condenen a
la horca? ¿¡Es que ya perdiste la poca razón que te quedaba, capitán
Jack Sparrow!?

Inclinándose hacia atrás, sonriendo nerviosamente mientras alzaba su
dedo índice, Jack expuso sus valederas y recientes razones antes de que
su única mujer de a bordo le diera una de sus características y sonoras
cachetadas:

—Mi querida Ana María, lo que ocurre es que tía Dalma me acaba de
comunicar que no nos conviene que ejecuten a mi queridísima hermanita
Jacky Sparrow porque, aunque no esté muy segura, cree que si ella deja
de existir, algo terrible me pasará ya que compartimos las misma esencia
y, tal vez, el espíritu…

Sorprendida, la joven se le quedó mirando por unos instantes al igual
que sus compañeros.

—¿Nos estás tratando de decir que si esa mujer muere, tú también podrías
morir? —dijo ella al fin.

—Exacto —asintió sonriente mientras bajaba la mano.

—¿Eso quiere decir que tendremos que ir a rescatarla para poder salvarlo
corriendo el riesgo de acabar nosotros también en la horca? —replicó
Gibbs muy preocupado.

—Eeeeh… Sí —asintió Jack intuyendo que su valiente tripulación se
negaría a ayudarlo escudándose tras el Código Pirata.

—¡El que se queda atrás, se queda atrás! —gritó el loro de Cotton,
exponiendo así su acertada opinión que todos repitieron en
murmuraciones, poniendo a Jack más nervioso y preocupado de lo que ya
estaba.

—Cotton tiene razón, Señor, "el que se queda atrás, se queda atrás". Si
vamos a rescatarla es seguro de que nos atraparán por su culpa —dijo Gibbs.

—¡Pero si la ejecutan yo podría morir! —replicó angustiado.

—Eso deberías haberlo pensado antes de dejarla a su suerte, Jack —opinó
una resuelta Ana María, a quien no le caía muy simpática la dichosa
"hermanita" de su capitán.

Muy afligido al ver que su propia tripulación no estaba muy dispuesta a
ayudarlo, el capitán Sparrow optó por otras medidas desesperadas.

—¡Por fabooor! —suplicó con su carita más lastimosa mientras se
inclinaba hacia adelante y juntaba sus manos en modo de ruego—. ¿Acaso
no aman a su querido capitán Jack Sparrow como para arriesgar su vida?
¿De verdad me quieren ver muerto?

Y así, todos los miembros de la tripulación se miraron bastante
confundidos. Había que tomar una decisión: o iban y rescataban a Jacky
de la horca a riesgo de ser capturados, o no lo hacían y corrían el
riesgo de perder a su querido capitán.

--

Mientras caminaba a toda prisa a través de la fortaleza, el atribulado y
nervioso comodoro Norrington sentía cómo las miradas entre acusadoras,
inquisitivas, reprobadoras y compasivas de los soldados, sirvientes y
demás gente caían sobre él sin piedad alguna, enterados ya de la
verdadera identidad de la bella Katrina Watson, su ya ahora ex
prometida, acusándolo por su estupidez e incompetencia. Él podía
escuchar todas las malintencionadas murmuraciones de las que era objeto
por todos los pobladores de Port Royal, acusándolo sin piedad por haber
causado la muerte de tantos hombres inocentes. Pero aquello no era nada
comparado al tremendo dolor que le oprimía sin piedad el corazón al
saberse el verdugo y el acusador de la única mujer a la que había amado
con tanta pasión. Aquellas últimas palabras pronunciadas por ella lo
habían trastornado sobremanera y lo único que deseaba era encerrarse en
su oficina y quedarse solo hasta que la hora fatal de la ejecución
pasara, pero aquella tan anhelada soledad no se le iba a dar tan fácil,
puesto que al entrar a su oficina, se encontró con el gobernador
Weathervy Swann, quien enterado de las sorprendentes y malas noticias,
había decidido ir a visitar a su oficial favorito y pedirle las debidas
explicaciones.

—Gobernador Swann, pero qué sorpresa… —dijo el recién llegado, pálido
como un muerto.

—No tiene por qué sorprenderse, comodoro Norrington, no es extraño que
yo venga a visitarlo pues siempre lo hago… —replicó el aludido mientras
se ponía en pie, pues había estado sentado en un cómodo sillón que se
había puesto allí expresamente para su persona.

—¿Ya ha tomado algo? —James le preguntó nerviosamente mientras se
dirigía hacia la vitrina de las bebidas dispuesto a servirle una compa
de brandy, pero con tal mala fortuna y debido a su destrozado estado
emocional, se le escapó el pequeño vaso de cristal de las manos,
haciéndose mil pedazos en cuanto golpeó contra el suelo. Al borde de un
ataque de nervios, Norrington se afirmó con las manos a la mesilla en
donde servía los tragos y trató de tranquilizarse lo más que pudo para
evitar el bochorno de perder el control frente a un funcionario tan
importante como lo era el gobernador Weathervy Swann. Si eso ocurriera,
su ya desprestigiada figura quedaría aún mucho más reducida.

Muy preocupado por verlo en ese estado emocional tan deplorable, el
gobernador de Port Royal decidió postergar el discurso de amonestación
que le iba a dar a su oficial y decidió ser más comprensivo, pues
suponía el duro momento en el que se veía obligado a atravesar sin
quererlo el comodoro Norrington.

Antes de hablar, carraspeó un tanto incomodado para llamar su atención.

—Lamento mucho lo que le ha ocurrido, muchacho —le dijo al fin—, le
aseguro que jamás se me habría cruzado por la cabeza que la tan
simpática señorita Katrina Watson era en realidad la desconocida hermana
del capitán Jack Sparrow… ¡Justo ahora que parecía que por fin iba usted
a contraer matrimonio! Debe haber sido un golpe muy duro para usted el
averiguarlo, ¿no es así?

Luego de estar unos momentos en silencio, y después de haber reunido las
fuerzas necesarias para poder enfrentar con dignidad al gobernador, se
volvió hacia él.

—Ciertamente fue una terrible experiencia para mí, Señor, pero me
sostiene el hecho de haberla desenmascarado antes de que provocara más
desgracias a nuestra comunidad.

Eran mentiras desesperadas que herían más aún a su corazón.

—Entonces… ¿está seguro de que fue ella y el capitán Jack Sparrow
quienes tramaron semejante plan para poder acabar completamente con
nuestra milicia? ¿Usted no conocía la verdadera identidad de la
prisionera cuando la conoció?

James lo miró detenidamente, ¿sería capaz de culpar descaradamente a la
mujer que amaba? ¿Sería capaz de echarle deliberadamente la soga al
cuello? Su expresión se volvió más fría. ¿Y por qué no lo haría? Después
de todo, era por culpa de ellos que ahora él se encontraba en aquella
situación tan desesperante, a punto de perder la carrera naval que tanto
amaba, la terrible pérdida de su flota y de sus hombres y, además, tener
el corazón roto en mil pedazos… Entonces, ¿por qué no culparla? Se lo
merecía. Haciendo eso le demostraría que él no sentía realmente nada
especial por ella, que no era nadie para él. James sonrió
maliciosamente, pues así lograría vengarse de ella por todo lo que le
había ocasionado.

Norrington no se había dado cuenta de que el padre de Elizabeth lo
estaba observando detenidamente, estudiando cada expresión de su rostro,
preocupándose por lo que había notado.

—Estoy plenamente seguro de que el capitán Jacky Sparrow y su hermana
fueron quienes maquinaron todo esto, Señor —respondió—, y si me hubiera
enterado de quién era realmente Katrina Watson, la habría hecho detener
sin ningún miramiento antes de que ocasionara semejante desastre.

—¿Está completamente seguro de lo que está declarando, comodoro
Norrington? —le preguntó mirándolo suspicazmente.

—Estoy completamente seguro, gobernador Swann, ¿por qué habría de
mentirle? —fue la terrible y definitiva respuesta.

—Bien, bien. Si usted lo dice, así será… —comentó Weatherby mientras se
daba media vuelta y se disponía a marcharse de allí, dejando a James
bastante intrigado por aquellas últimas palabras.

—Disculpe, Señor —pidió—, ¿pero a qué quiso referirse con eso de que si
yo lo digo así será?

—Bueno, pues… —se volvió lentamente para mirarlo—, supongo que usted
sabe muy bien que aunque ahora sepamos que fueron ellos los responsables
directos de semejante desgracia, usted no se verá libre de las
acusaciones de incompetencia y traición por parte de la Corte Marcial…
Es muy posible que pierda su posición social y militar.

—De eso estoy muy enterado, Señor.

—Bien, bien... —lo miró directo a los ojos—. Sólo espero que las
acusaciones que mantiene en contra de esa mujer sean producto de su
razonamiento y no de sus traicionados sentimientos, muchacho, porque si
está actuando con la sola intención de vengarse de ella, le aseguro que
el arrepentimiento de este acto vendrá con una fuerza tan grande que
estoy casi seguro de que usted no podrá soportarlo y se vendrá abajo sin
remedio alguno.

Sorprendido por haber sido descubierto tan fácilmente por el gobernador,
James quiso replicar a sus palabras, pero Weathervy no se lo permitió,
interrumpiéndolo.

—Sé que amaba muchísimo a esa mujer, muchacho, y sé que aún la ama con
la misma intensidad, así que espero que su corazón, su razón y su vida
no se vayan junto con ella cuando llegue el nefasto momento de
presenciar su cuerpo muerto colgando inerte de la horca…

Y diciendo esto, se marchó de la oficina, dejando muy perturbado al
pobre oficial de la Royal Navy, preguntándose si su accionar habría sido
más por venganza personal que por justicia. Poco a poco, mientras por
fin comenzaba a examinar sus verdaderas razones, comenzó a darse cuenta
de que había cometido un terrible error y se había dejado llevar por sus
sentimientos heridos al tomar aquella atropellada decisión de mandar a
Jacky a la horca. Tal vez, y tan solo tal vez podría haberse equivocado
en juzgarla. Él mismo había escuchado de la propia boca de la pirata los
maquiavélicos planes que había planeado contra de él y su tripulación…
¿Pero, y si Jack Sparrow lo había tramado todo él solo? ¿Qué tal si
Jacky había dicho la verdad acerca de las perversas intenciones de su
hermano para con ella y había tratado de quitárselo de encima como
pudiera? ¿Aún si eso significaba haberlo engañado a él?

De pronto, un pequeño recuerdo que había dejado relegado en el fondo de
su mente volvió a él como un relámpago de doloroso descubrimiento: ¡ella
había intentado advertirle que no saliera aquella mañana en que iba a
partir a la caza de Jack Sparrow! ¡Le había pedido que por ella él no
fuera detrás de su hermano y no le había hecho caso! ¡Después de todo,
parecía que sí lo amaba de verdad y él había sido capaz de enviarla al
cadalso sin haber querido escuchar antes una explicación! ¡Pero que
tonto insensato había sido! ¡Después de todo, finalmente, ella sí lo quería!

Pero ya no había nada qué hacer, Jacky sería ahorcada aquella misma
tarde y si él intervenía, sería juzgado como traidor y también lo
condenarían a la horca.

Destruido por aquel trágico descubrimiento de último momento, el
comodoro James Norrington comprendió que perder su importante puesto en
la Royal Navy no era nada comparado a perder a la persona que más había
amado en toda su vida. Aquella tarde perdería todo, absolutamente todo
lo que había conseguido duramente a lo largo de su vida, sobre todo el
amor incondicional de su alocada pirata que había sabido traerle alegría
a su triste vida.

Y así, con el corazón hecho pedazos y la cabeza por explotarle, James se
apoyó en la puerta cerrara para luego comenzar a dejarse caer lentamente
al suelo hasta sentarse en él y romper a llorar desconsoladamente,
desgarrado por el dolor a causa de todo lo que había sufrido en aquellos
últimos días.



También te podría interesar...

ÚLTIMAS ENTRADAS PUBLICADAS

Comentarios

X Queridos visitantes: Únanse a las redes sociales del blog para estar en contacto si algún día es eliminado de nuevo.