Fanfic Piratas del Caribe -El Libro del Destino- *Capítulo 22: La Última Broma de Jacky*

 Resumen de la historia: El capitán Jack Sparrow comete el gran error de ponerse un anillo maldito que lo transformará en mujer y le traerá un sin fin de problemas tanto a él como a quienes lo rodean, amigos y enemigos. Una elección que cambiará la vida y los destinos de todos, en especial del Comodoro James Norrington y el mismo Jack. Esta historia está ambientada después de la primera película y desarrollada durante la segunda y tercera película. Una historia larguísima pero muy entretenida, con drama, humor, acción y romance. ¡Que la disfruten!



*PIRATAS DEL CARIBE: EL LIBRO DEL DESTINO*

CUARTA PARTE: CUESTA ABAJO

¡Jack y Jacky se separaron! ¡ahora son 2! ¡Un hombre y una mujer! ¡Doble problemas para todos! ¿Lograrán cambiar sus destinos y el de los demás? Continuaciòn de La Maldición del Anillo de la Calavera. James y Jacky pasan su primera noche juntos...¿pero será la última?

Género: drama, amistad, acción, suspenso, humor, romance, violencia, aventura, fantasía, erotismo
Pareja: Jacky Sparrow/James Norrington. Elizabeth Swan/Will Turner
Personajes: Jack Sparrow/Jacky Sparrow, James Norringon, Elizabeth Swan, Will Turner, Hector Barbossa ¡y muchos más!
Calificación: para mayores de 18 años
Cantidad de palabras: variable
Duración: 67 capítulos la primera parte, 57 la segunda parte y 51 la última parte.
Estado: finalizado
Escritora: Gabriella Yu
Mi estilo: estoy influenciada tanto por el anime, los dramas asiáticos y la literatura universal. Me gusta hacer pasar a los personajes por duras pruebas.
Aclaraciones: Esta historia la escribí hace más de 10 años, es muy entretenida, no se arrepentirán de haber perdido el tiempo en leerla. Le tengo mucho cariño porque fue una rara mezcla que logré hacer con el drama, humor y acción. 
IMPORTANTE: contiene escenas subidas de tono XD


*Capítulo 22: La Última Broma de Jacky*


Eran seis los fusileros que rodearon a los capitanes el /Perla Negra/;
dos de ellos eran los que habían estado de guardia en el jardín, los que
Jack Sparrow había noqueado, maniatado y escondido entre unos arbustos
antes de entrar a hurtadillas en la casa del comodoro James Norrington.
Los criados los habían encontrado y liberado para que ayudaran a su amo.
Los otros cuatro fusileros habían llegado de diferentes puntos de los
alrededores gracias a los desesperados gritos de la servidumbre. Entre
ellos se hallaban Murtogg y Mullroy, sorprendidos al ver el asombroso
parecido que había entre aquellos piratas, pero también se dieron cuanta
de que conocían muy bien las identidades ambos malvivientes.

Mientras los apuntaba con su fusil, Murtogg se inclinó hacia su
compañero y murmuró:

—Oye, compañero, sin duda ese hombre es el famoso capitán Jack Sparro,
¿pero, no se te hace conocida esa mujer? Creo que la hemos visto en
algún lado…

—Claro que la hemos visto en otro lado —le comentó su amigo a la vez que
también se inclinaba hacia el aludido para poder cuchichear mejor—, es
la misma chica que estuvo prisionera en la casa del coronel Beckett
aquella noche que aparecieron esas gigantescas bestias extrañas de un
solo ojo…

—¡Es verdad! —Sorprendido, dirigió nuevamente su vista hacia la
capitana—. ¿Te acuerdas cuánto nos asustamos esa noche?

—¿Cómo no voy a acordarme? —lo miró reprobadoramente—. Te pusiste tan
nervioso que te metiste bajo un rosal y comenzaste a rezar el
padrenuestro como si el Armagedón hubiera llegado, cobarde.

Herido en su orgullo, Murtogg no estaba dispuesto a dejar que su
compañero se burlara de él y se saliera con la suya.

—¿Ah, sí? ¡Pues por lo menos yo no me puse a llorar como un bebito
pidiendo a gritos a su mamá!

Furiosos y humillados, los dos soldados se olvidaron de sus deberes y
comenzaron a discutir entre sí, provocando que sus compañeros desviaran
también su atención de los prisioneros. Murtogg y Mullroy se insultaron
de tal forma y armaron tal lío, que hasta el comodoro Norrington se vio
obligado a interceder para que no se fueran a las manos.

Algo confundidos, los dos hermanos Sparrow se quedaron mirando aquel
desastre y, bajando lentamente los brazos, se miraron y la cara mientras
que con sus cabezas y ojos empezaron a indicarse que era hora de
marcharse de allí, aprovechando la confusión.

No sin dirigirle una angustiosa mirada de despedida a su amado Norry,
Jacky se dio media vuelta y se dispuso a seguir a su hermano hacia la
cocina, en donde había una salida al jardín trasero. Iban de puntillas
para no hacer ruido y un poco encorvados en un intento de no llamar la
atención, pero aún así no lograron llegar muy lejos, pues madame
Foubert, que también se había distraído con la pelea, los había visto
desde las escaleras e inmediatamente dio la voz de alarma:

—¡¡Cuidado!! ¡¡Los piratas se están escapando, señorito Norrington!!

—¡¿Cómo?! —exclamó el aludido, dándose cuenta de la fuga de los piratas.

Iba a llamarle la atención a sus hombres, pero algo lo detuvo, porque a
pesar de que se sentía traicionado y enfadado, los bellos sentimientos
que aún sentía por Jacky todavía vivían su corazón, luchando por volver
a gobernar su alma a pesar de que su recién nacida frialdad intentaba
gobernar todo su ser.

Jack y Jacky se habían quedado como piedra al escuchar los gritos de
advertencia que había dado el ama de llaves francesa, pero al notar que
los fusileros seguían en sus propios asuntos y que el comodoro
Norrington no sabía qué hacer (pues se había quedado con cara de tonto
clavado en el piso, mirándolos detenidamente), se volvieron y
emprendieron una veloz huída algo extravagante (corriendo en zigzag con
los brazos un alboroto).

Como si todo a su alrededor se volviera más lento y más silencioso, vio
cómo la mujer que más había amado en el mundo después de Elizabeth
Swann, se marchaba de su vida sin decidirse a dejarla marchar o a
detenerla. ¿Estaba dispuesto a condenarla a la muerte? ¿Estaba dispuesto
a que se saliera con la suya? ¿Qué se burlara de él otra vez?
¡Nuevamente sería el hazmerreír de todo el mundo! ¿Y si realmente Jack y
Jacky habían tramado todo aquel desastre esperando a que él y toda su
tripulación muriera bajo el terrible poder de la naturaleza? ¡En gran
parte serían los verdaderos responsables de la muerte de 150 hombres!
¡Debían pagar aquel asesinato en masa con sus manos! ¿Por qué entonces
tenía que dudar tanto cuando la verdad se le había rebelado frente a sus
ojos?

—¡¡SOLDADOS, LOS PRISIONEROS ESTÁN ESCAPANDO!! ¡¡ATRÁPENLOS
INMEDIATAMENTE Y YA DEJEN DE DEMOSTRAR SU INCOMPETENCIA FRENTE AL ENEMIGO!!

Acicateados por aquel improperio, los fusileros dejaron de discutir
entre sí y se dispusieron a seguir por toda la casa a los piratas
fugados, pues ambos habían tomado caminos diferentes al saberse al
descubierto ya que ninguno confiaba en el otro y decidieron fiarse de
sus propias habilidades de escape, además, claro, que separando a los
soldados en dos grupos, tendrían más chance de escapar.

El capitán Jack Sparrow se había dirigido hacia la bodega (pues había
tenido la oportunidad de conocer muy bien sus escondrijos) seguido por
tres de los fusileros. En cambio, la capitana Jacky Sparrow había tomado
el camino que la llevaría hasta la cocina, siendo seguida por los otros
tres fusileros que quedaban. Murtogg y Mullroy también se habían
separado, pues se encontraban demasiado disgustados como para estar
juntos. El primero se había ido con el grupo que perseguía a Jack y el
segundo con el grupo que perseguía a Jacky.

Como era de esperarse, el comodoro James Norrington había optado por
seguir el camino que su amada había escogido.

Madame Foubert había observado todo desde las escaleras. La pobre ex
institutriz se encontraba muy preocupada y sumida en profundas
cavilaciones. ¿Cómo había sido posible que ocurriera toda aquella
desgracia? ¿Cómo podría su niño sobrellevar todo lo que le esperaba por
la culpa de haber confiado en una mujer descarriada? ¡El destino se
había puesto en su contra!

Mientras tanto, en la bodega, iban a ser tres hombres contra uno solo,
tres soldados contra un pirata, tres fusiles contras un sable o un
mosquete, tres desconocidos contra un famoso pirata conocido con el
nombre de Jack Sparrow, capitán del igualmente barco pirata bautizado
con el nombre de /Perla Negra/. Allí, en ese oscuro lugar, el mencionado
capitán se encontraría a sus anchas, puesto que durante el tiempo en que
había permanecido oculto, se lo había aprendido de memoria y sabía muy
bien de cómo hacer uso de las "ventajas" que le ofrecía aquel lugar.

Cuando apenas hubo entrado a la bodega, cruzó velozmente las escaleras y
saltó por encima del estante con el que antes había chocado cuando Jacky
le había roto un jarrón en la cabeza durante la persecución anterior,
sorteado este obstáculo, el escurridizo pirata comenzó a sacar las
botellas de los estantes para luego dejarlas esparcidas por todo el
piso, claro está, que Jack aprovechó la situación para beberse algunos
traguitos de tan estimada colección de vinos. Luego de "refrescar" su
garganta, nuestro querido protagonista se escondió detrás de unos
toneles y esperó a que los fusileros hicieran su aparición.

Y eso sucedió a continuación, porque segundos después éstos aparecieron
y, como no llevaban ningún medio para iluminar su camino, tuvieron que
bajar a tientas las escaleras, temerosos de algún ataque a traición que
les propinara su enemigo. Pero de nada les valió tanta precaución, pues
Mullroy (que se encontraba en tercero en la pequeña fila) tubo la mala
fortuna de fallar uno de los escalones y caer inmediatamente sobre sus
compañeros provocando que todos rodaran escalera abajo dando botes y más
botes hasta que se estrellaron contra el estante caído, quedando todos
bastante atontados, fue en ese momento en que el capitán Sparrow salió
de su escondite para burlarse descaradamente de los vapuleados fusileros.

—¡A que no me atraaapan! ¡A que no me atraaapan! ¡Nah, nah, nah, nah,
naaah nah! —les cantó mientras les hacía señales ridículas con las manos.

Furiosos, los marines se levantaron penosamente del suelo e intentaron
correr hacia él para capturarlo, pero con tan mala suerte, que cayeron
en la segunda trampa de su escurridizo fugitivo: las botellas.

Al pisarlas, los pobres hombres comenzaron a tambalearse hasta que
resbalaban y perdían el equilibrio y se caían de bruces al suelo. Uno de
ellos quedó fuera de combate y el otro fue apresado bajo el regordete
cuerpo de Mullroy, quien se le había caído encima y que a pesar de que
intentaba levantarse no lograba conseguirlo gracias a que se resbalaba
con el líquido derramado por las botellas rotas. Luego de unos instantes
de observar aquel cómico desastre provocado por él mismo, Jack se dio
media vuelta y se introdujo entre unas cajas de madera para poder
encontrar otra vez la portezuela secreta que había descubierto cuando
buscaba la manera de entrar a la casa del comodoro sin que nadie lo viera.

Una vez afuera, se sacudió el polvo de sus viejas ropas y miró hacia el
lugar de la casa en donde debería estar la cocina.

Frunció el entrecejo, adivinando que probablemente allí se encontraba su
otro yo, combatiendo con el resto de la milicia. ¿Debería ayudarla?
Ciertamente que no, aunque eso significara abandonarla a su suerte. No
sentía gran afecto por ella y no tenía ninguna certeza de la verdadera
procedencia de su "hermanita", además, ambos estaban siempre
predispuestos a eliminarse el uno al otro para ser el "verdadero"
capitán Jack Sparrow y quedarse con el /Perla Negra/… No, era peligroso
que ambos estuvieran navegando sobre las mismas aguas, uno de ellos
debía desaparecer para siempre de la faz de la Tierra, aunque esto
significara actuar como un cobarde traidor.

Y, sin que le cayera muy bien su propia decisión, el capitán Jack
Sparrow, obligándose a sí mismo a endurecer su corazón y marcharse lo
más rápidamente posible de allí, abandonando a su hermana, que después
de todo lo había traicionado y él debía devolverle el favor.

Ninguno de los criados de Norrington reparó en su fugaz presencia, el
pirata trató de pasar lo más inadvertidamente posible oculto entre las
plantas y los árboles del jardín hasta que se sintió libre de cualquier
mirada inquisidora y se perdió entre las tinieblas de aquella fatal
noche oscura.

Jack miró hacia arriba, oteando el clima, y murmuró mientras veía gordos
nubarrones oscuros cargados de agua:

—Parece que va a llover otra vez, creo que esta semana no augura cosas
buenas para nadie…

A todo eso, en la casa del comodoro James Norrington, la persecución no
había terminado para la capitana Jacky Sparrow, quien se había refugiado
en la cocina tras ser perseguida por el resto de los soldados.

Aquel cuarto que funcionaba como cocina, no era un lugar estrecho como
en tantas otras casas de inferior clase, más bien era lo suficientemente
grande para una residencia de clase media alta, pero era tan lúgubre y
oscura como las demás, llena de ollas, cucharones, atizadores,
cuchillos, troncos para encender el fuego, etc. También había una gran
mesa de madera rústica, unas cuantas sillas, alacenas, un caldero y un
horno. Allí era en donde Jacky había planeado quitarse de encima a los
fusileros antes de emprender su huída.

Apenas entró su primera victima, la pirata, quien se había escondido
detrás de la puerta, aprovechó el momento para darle un tremendo golpe
de sartén en la cara, dejándolo desmayado y tendido en el suelo cuan
largo era; Murtogg fue el siguiente en entrar, pero como era tan torpe
como su amigo Mullroy, tropezó con el desmayado y cayó de bruces al
suelo. Tomando un par de maderos encendidos, de la punta que no estaba
caliente, Jacky se subió a la mesa de un salto y esperó a que entrara
tercer soldado, y en cuanto éste apareció por la puerta, ella gritó:

—¡Oye tú! ¡Atrapa esto! —y le lanzó los maderos que intuitivamente el
sorprendido hombre los atajó con las manos para sentir al instante el
intenso calor en sus manos, entonces su cara se puso toda colorada y
sudada y, dando un terrible alarido de dolor, soltó los leños
inmediatamente y se puso a soplar sus manos quemadas para luego salir
disparado hacia el patio trasero en busca del pozo de agua para poder
refrescar sus manos quemadas.

Riéndose a más no poder, la capitana se bajó de la mesa y se dispuso a
marcharse pero, justo en ese momento, entró a la cocina el comodoro
Norrington.

Ambos se quedaron muy quietos, mirándose directamente a la cara. Él se
encontraba parado en la puerta al otro lado del cuarto y ella a tan sólo
algunos centímetros de la puerta abierta que daba hacia el patio
trasero, en la otra punta de la habitación.

Pasaron tan solo unos segundos en completo silencio, pero a ambos les
pareció una eternidad. Un conflicto de sentimientos se arremolinaban en
sus corazones, ¿cómo era posible que ambos llegaran hasta el punto de
tener que enfrentarse si lo que más habían anhelado en el mundo era el
de permanecer siempre juntos como una pareja que se amaba? ¡Pero cuán
injusto podía ser el destino!

—Capitana Sparrow… —saludó el estoico oficial, rompiendo el silencio.

—Comodoro Norrington… —la pirata devolvió el saludo, pero con más
sensibilidad que él.

—Me temo que sus fechorías llegaron hasta aquí, capitana Sparrow, está
usted arrestada —le advirtió mientras desenvainaba nuevamente su hermosa
espada de la vaina y se disponía a atacarla.

—¿Ya nos llevamos así tan pronto? —se burló mientras sacaba su sable,
disponiéndose para la defensa—. ¡Ni siquiera nos hemos casado!

—¡Ya basta de burlas! —se molestó—. ¿Es que nunca te cansas de hacerme
quedar en ridículo?

Pero antes de que ella pudiera replicar a eso, el oficial comenzó
repentinamente su ataque, corriendo con espada en mano hacia la capitana
del /Perla Negra/ dispuesto a atacarla. Está claro que esa actitud tan
agresiva por parte del hombre que había declarado varias veces su amor
por ella la sorprendió, pero siendo ella una persona experimentada con
los reveces del destino, supo bloquear con su sable el tremendo golpe de
espada propinado por Norrington. Y entonces, desde ese momento, a lo
largo y a lo ancho de todo aquella grasienta habitación, ambos
demostraron sus increíbles pericias en el arte del manejo del sable y
sus respectivas habilidades acrobáticas. En esto último era en el que se
destacaba mucho mejor la capitana Sparrow, dejando muchas veces a un
furioso James amagando un golpe fallido.

El pobre hombre se encontraba terriblemente enojado, pues estaba
plenamente seguro de que Jacky no lo había amado nunca y que lo había
utilizado de la manera más cruel posible. El tremendo dolor que sentía
en su pecho era debido a que aún sentía un verdadero afecto de amor por
ella y que al saberse traicionado le partía el corazón. Sus ataques era
una mezcla de angustia y desesperación, no de deseos de lastimarla. En
cambio, Jacky Sparrow se sentía completamente desesperada al ver que no
podía convencer a su querido Norry de que lo amaba de verdad, ya que él
no le daba oportunidad para expresar sus verdaderos sentimientos; la
desconcertaba ver cómo él había tomado las cosas, con tanto dolor y
violencia, pero, siendo la capitana Sparrow, en esencia, una rara mezcla
entre hombre y mujer, podía entender la desconcertante actitud de Norry:
en un par de días, el comodoro había perdido a casi todos sus hombres y
su flota, su rango y la mujer que amaba (agregando claro, el desconocido
rompimiento de la amistad entre él y su amiga Isabel); su locura, pues,
era justificada. A Jacky solamente le quedaba defenderse, ya que aún
amaba a aquel hombre y no tenía ningunos deseos de lastimarlo, pero le
quedaba una tremenda duda en el corazón…: ¿él aún la amaba?

Ágil como era, la capitana Jacky Sparrow saltó a la mesa luego de
haberse batido a duelo con el comodoro Norrington con técnicas de
mandoble, estocadas y diversas técnicas de golpes de espada. Dese allí
mantuvo la guardia y la mirada hacia el enfurecido oficial, quien se
quedó plantado al lado del horno.

—Debo admitir que usted es un gran esgrimista, mi querido Norry —lo
alabó con una sonrisita algo sarcástica.

—No le permito que vuelva a llamarme de esa manera, Jacky Sparrow
—replicó entre molesto y dolorido—, usted debe llamarme con mi apellido
y mi estatus, como se merece un caballero de mi categoría, ¿lo comprende
usted?

Un poco dolida y enfadada por aquella corrección tan fría, arrogante y
presumida, la pirata no pudo evitar replicar con cierta malicia que no
veía ante ella a ningún caballero de categoría, sino, más bien, a un
completo y mediocre perdedor.

Ofendido por escuchar nuevamente algo tan hiriente y denigrante que
venía de la boca de la persona que más había amado sobre el mundo, atacó
furioso a la capitana pasando el filo de su espada a la altura de los
pies de ésta, fallando, pues empleando sus habilidades acrobáticas,
Jacky saltó inmediatamente por encima del comodoro haciendo un hermoso
roll aéreo hasta caer prolijamente de pie detrás suyo y al lado del
horno, desconcertándolo.

Justo en ese preciso momento, Murtogg se levantó del suelo dispuesto a
atacar a la pirata, pero ésta fue más rápida y abrió rápidamente la
portezuela metálica del horno y le dio de lleno en plena cara y,
poniendo una cara muy cómica, el pobre fusilero cayó otra vez al suelo,
completamente desmayado.

—Tú te quedas allí muy quietecito y no te metas en las discusiones de
pareja porque es de muy mala educación… —le advirtió sonriente la pícara
pirata.

—¿Para ti todo esto es un juego, verdad? ¿Eso fui yo para ti, no es
cierto? ¡Un juguete! —replicó Norrington inmediatamente, pues se
encontraba muy disgustado y se puso nuevamente en guardia, dispuesto a todo.

Entonces, el rostro de la capitana Sparrow cambió, se volvió grave,
serio, hasta triste.

—Puede que en un comienzo haya sido así, Norry, pero ahora puedo
asegurarte que mis… se-sentimientos hacia ti cambiaron radicalmente al
haber tenido tiempo de conocerte mejor.

James pareció relajarse un poco y bajó imperceptiblemente su guardia.
Parecía que aquellas palabras llenas se seria sinceridad lo estaban
obligando a recapacitar, pero no lograron su cometido, ya que, al
recordar otra vez las hirientes palabras que había escuchado al pie de
las escaleras, el comodoro volvió a tener la misma actitud agresiva y
vengativa que antes.

—¿Crees que soy tan estúpido como para creerte otra vez, Jacky Sparrow?
¡No volveré a caer en tus sucios encantos!

La aludida frunció el entrecejo, decepcionada, pero enseguida trató de
mantener la compostura para no perder el control de sí misma, ya que no
le gustaba mostrarse tal cual era ella o sus verdaderos sentimientos a
los demás; podrían utilizarla o ridiculizarla…

—Lo de lo "encantos" puedo aceptarlo, mi querido Norry —replicó
sonriente—, pero no lo de sucios… —y se calló, quedándose algo pensativa
mientras se miraba la ropa—Bueno… lo de "sucios" también lo acepto...

A James no pareció hacerle mucha gracia todo aquel discurso descarado,
pues su rostro se puso más serio y molesto de lo que ya estaba.

Sabiendo que el comodoro estaba a punto de lanzar un nuevo ataque, la
capitana Sparrow trató de concentrarse en la correspondiente defensa…
¿Qué tan desencantado se encontraba él como para intentar agredirla?
¿Tanto como para herirla? ¿O tal vez hasta matarla? ¿Cómo era posible
que tanto amor pudiera haberse convertido en tanto odio?

—¿Es que ya no quieres creer en mis palabras, Norry? —preguntó con un
dejo de tristeza y desesperación. ¿Cómo poder convencerlo de que lo
amaba de verdad?

—Ya no creo en nada de lo que me hayas dicho o intentes decirme, Jacky
—confesó gravemente luego de unos instantes de permanecer en lúgubre
silencio—, ¿cómo creerle a una mentirosa que solamente me ha utilizado
para su propio provecho para luego desecharme como a una basura
despreciable? Nooo, desgraciadamente ya no puedo ni quiero creer otra
vez en ti…

Entonces, para su pesar, Jacky notó que los hermosos ojos verdes del
comodoro se encontraban velados por el dolor y el desencanto.

—Esas mismas palabras que alguna vez me transmitieron todo tu falso
amor, son las mismas que insensiblemente rompieron mi corazón en mil
pedazos… ¿Y así quieres que vuelva creer en ellas? —su tono lastimero se
volvió agresivo—. ¡¿Pero qué te has creído?! ¡El comodoro James
Norrington no vuelve a caer en el mismo pozo otra vez!

Y mientras veía cómo las lágrimas comenzaron a recorrer el recio rostro
del hombre que tanto había aprendido a soportar y decidido amar a último
momento, Jacky se dio cuenta de que por unas estúpidas e hirientes
palabras pronunciadas en un momento de loco arrebato de orgullo, lo
había perdido para siempre y jamás volverían a estar juntos como lo
habían planeado. Por primera vez en su existencia como mujer, su corazón
se sumió en la más profunda tristeza al saber que había perdido al
hombre más magnífico que había conocido en su vida. Comparaba a su Norry
con un pajarillo un tanto arrogante pero de buen corazón, encerrado en
una jaula dorada de duras convicciones y sentido del honor… Pero ahora
su alma parecía volverse oscura y vengativa, opacada por los crueles
picotazos de un gorrión con más orgullo que sentido común. El alma del
gorrión aún seguiría libre como siempre a pesar de la dura pérdida, pero
el pajarillo arrogante estaba condenado a seguir prisionero tras las
oscuras rejas de la decepción, la soledad y el dolor. La dorada llave
que alguna vez prometiera abrir la puerta de su encierro para liberar su
alma, había desaparecido para siempre.

Sin poder evitarlo por más tiempo, unas cuantas lágrimas comenzaron a
brotar de los oscuros ojos de nuestra protagonista al imaginar todo el
dolor que le había ocasionado a su querido oficial de la marina.

"Palabras tontas se le viene a uno a la mente cuando piensa en estas
boberías románticas…" —pensó tristemente, comprendiendo al fin que todo
había acabado entre ellos y no había más nada qué hacer al respecto.

—Entonces… ¿se terminó? ¿Ya no podré fastidiarte? —se animó a preguntar
a pesar de que ya sabía la terrible respuesta que iba a escuchar.

El comodoro Norrington asintió lentamente a pesar de que su alma y su
corazón se le estuvieran desintegrando por el dolor.

—Sí, capitana Jacky Sparrow. Lo nuestro se acabó…, si es que alguna vez
hubo algo de verdad.

—¿Entonces ahora volveremos a ser enemigos?

—Indiscutiblemente. ¿Es que alguna vez dejamos de serlo?

Un tenso silencio se hizo entre los dos. Sabiendo lo que se vendría a
continuación después que todo se había aclarado entre los dos, sus
respiraciones se hicieron cada vez más profundas mientras que sus
miradas se mantenían fijas en el otro. Sus músculos se tensaron, sobre
todo los músculos de sus brazos y manos que sostenían el mango de sus
espadas. Ambos estaban preparándose para dar una buena batalla como modo
de despedida de su corto noviazgo. Y entonces, desde ese preciso momento
en que ambos dieron por terminada su relación afectiva, un abismo
fantasmal comenzó a separarlos a una distancia asombrosa que hacía casi
imposible una futura reconciliación.

—Bien, bien… —comenzó a decir un tanto nerviosa nuestra protagonista
mientras que sus ojos comenzaron a ir de aquí para allá tratando de
encontrar un hueco para su huída—. Como me doy perfecta cuente de que ya
no tengo nada más qué hacer por aquí, creo que mejor me retiro…

Intentó retroceder unos pasos, pero James fue más veloz que ella y le
cortó el camino, dispuesto a detenerla con espada en mano. Dando un
frenazo, Jacky balanceó su cuerpo desde adelante hacia atrás con los
brazos extendidos. Llevó pensativa su mano izquierda a la boca y miró al
furioso oficial para luego sonreírle nerviosamente.

—Veo que no está dispuesto a dejarme ir, comodoro.

—Después de lo que usted me hizo, no. No estoy dispuesto a dejarla ir
sin antes haberle hecho pagar el precio por sus oscuras y malvadas
maquinaciones.

—¿Y cuánto me va costar todo eso? Le aseguro que la piratería no me ha
dado mucho últimamente… Agregando el hecho de que el loro de Cotton se
enfermó y no puede hablar, ¡imagínese ahora al pobre de su dueño al
verse privado de su "modus vivendi"! Además, el cochino mono de Barbossa
también está enfermo de tanto tomar ron, y el casco del /Perla/ necesita
reparación urgentemente pues hace agua por todas partes y…

—¡Basta! ¡Ya cállese! ¡Ni por eso ni por nada! Usted no verá piedad
alguna en la horca, se lo aseguro.

Demasiada frialdad en sus ojos, demasiada. La capitana Sparrow supo
entonces que ya no había nada qué hacer, debía enfrentar la realidad por
más dura que ésta fuera. Lo había perdido para siempre y tenía que
batirse en duelo quisiera o no contra el hombre que amaba.

—Como usted desee, comodoro, pero le aseguro que está cometiendo una
grave equivocación… —le advirtió seriamente mientras volvía a tomar con
su cuerpo y su espada una pose de ataque y defensa, preparándose para la
batalla final.

—El único error que he cometido fue entregar mi corazón a una mujer tan
insensible como usted —replicó tomando él también la misma pose. ¿Cuál
de los dos atacaría primero?

Otro intenso silencio se hizo en aquel lugar grasiento. Ambos no se
movieron siquiera un centímetro sin antes haber evaluado las intenciones
agresivas del otro, indagando en los más mínimos y casi imperceptibles
movimientos. Sus músculos volvieron a tensarse, sus respiraciones
volvieron a ser profundas, sus mentes volvieron a concentrarse en la
batalla a seguir y sus miradas otra vez permanecieron una contra la
otra. Enfrentadas.

El comodoro Norrington fue quien hizo el primer movimiento, Jacky se
dispuso a bloquear el golpe, pero entonces, algo inesperado provocó que
los movimientos de ambos esgrimistas no terminaran de concretarse: la
pacífica e inocente entrada a la cocina del pequeño niño sordomudo
llamado con el nombre de "Billy".

Bastante sorprendidos y algo desconcertados, nuestros protagonistas se
le quedaron mirando a medida que el chico, dueño de una tranquila y
absoluta indiferencia de lo que estaba ocurriendo a su alrededor, se
servía un poco de agua (algo turbia, pues en esa época no se le podía
catalogar al agua dulce con los adjetivos apreciables de "inodora en
incolora) de una jarra a un vaso, para luego dar la media vuelta y
dirigirse nuevamente hacia el pasillo del interior de la casa.

Muy consternada, Jacky miró perpleja e interrogativamente a Norrington,
éste le devolvió la mirada y, comprendiendo su confusión, explicó:

—¿No lo sabías, Jacky? El pequeño también es sonámbulo…

La pirata torció el gesto e hizo una mueca.

—¿So… námbulo? ¿Y eso con qué se come?

—Sonámbulo es una persona que camina dormida.

—¡Ah! ¡Entonces es un zombi! —replicó alegremente—. ¿Y cuándo lo
embrujaron los hechiceros vudú?

—¡Nooo! ¡No es un zombi! —corrigió el comodoro un tanto fastidiado—.
¡Billy es un sonámbulo!

—¿Billy es un sonámbulo? —repitió llevándose una mano al mentón,
analizando aquella nueva información—. Y yo que pensé que era de
descendencia italiana…

—¡¡Nooo!! —negó James aún más fastidiado, bajando la guardia y
olvidándose por completo de la pelea—. ¡Ya te expliqué que un sonámbulo
es una persona que camina dormida sin enterarse de lo que ocurre a su
alrededor! ¡Puede hacer algunas cosas y hasta hablar! ¡Pero está
completamente dormido!

—¡Oh! ¡Entonces es un gobernante! —replicó con picardía la capitana
Jacky Sparrow, deslumbrada por el reciente conocimiento adquirido—.
Ellos siempre están hablando y haciendo cosas pero nunca están enterados
de lo que pasa a su alrededor…

James se le quedó mirando un tanto desconcertado pero también enfadado,
entonces se acercó a nuestra adorable protagonista y, aproximando su
rostro al de ella, preguntó:

—¿Acaso me estás tomando el pelo, Jacky?

Con cierto coqueteo, la capitana del /Perla Negra/ batió sus largas
pestañas y replicó:

—No me negarás, mi estimado Norry, que entre quienes gobiernan al
pueblo, los sonámbulos y los zombis, hay un enooorme parecido.

El estoico oficial frunció el entrecejo y dijo:

—Es cierto que no puedo negarme del todo a tu acertado razonamiento, pero…

Jacky no lo dejó terminar, pues aprovechando la proximidad del comodoro,
tomó sorpresivamente su cabeza entre las manos y lo besó profundamente,
silenciándolo y sorprendiéndolo al mismo tiempo, tratando de robarle
otro beso antes de la irremediable separación.

Al principio Norrington quiso separarse de Jacky, pero los besos que
ella le prodigaba eran demasiado deliciosos como para evitarlos. Además,
su atribulada alma y su enamorado pero herido corazón aún vivían
anhelando el cariño de aquella mujer que tanto amaba a pesar de todo lo
que ella le había hecho. Estaba lastimado y necesitaba desesperadamente
de una cura.

Entonces, temblando de pies a cabeza, él la abrazó, respondiendo
desesperadamente a sus apasionados besos mientras las lágrimas
comenzaron a salir aún con más intensidad. Era más que evidente que su
amor por ella jamás se extinguiría a pesar de las circunstancias.

—… ¿Por qué me hiciste esto, Jacky…? ¿…Por qué…? —le preguntó entre un
ahogado llanto e intensos besos.

Al escucharlo hablar de esa manera tan lastimera, a Jacky se le partió
el corazón al sentir por fin todo aquel inmenso dolor que le había
ocasionado. Ahora que finalmente había decidido amarlo, lo había herido
como a un pájaro inocente y ahora se vería obligada a abandonarlo para
no correr el riesgo de visitar el cadalso… Pero no antes de haberse
despedido de él como correspondía. Le haría una última jugarreta.

—… No puedo explicártelo ahora… —le respondió entre besos mientras lo
obligaba a apoyar la espalda contra el horno—…, pero te pido que confíes
en mí una vez más…

—… No puedo… —replicó dolorosamente—… No puedo hacerlo… Me mentiste… Me
rompiste el corazón…

Jacky dejó de besarlo y lo miró a la cara con una rara y extraña mezcla
de tristeza y añoranza. Él también la miró a los ojos, con una mirada
suplicante, triste y desesperada. Sonriendo dulcemente, ella secó una de
las lágrimas del oficial con la mano y nuevamente comenzó a besarlo
efusivamente por todo el rostro, recorriendo ardientemente todo su
cuerpo con manos presurosas, apasionadas y lascivas, desabotonando cada
botón que se encontrara a su paso.

De tanto en tanto él intentaba detenerla, reacio a volver a caer en sus
encantos, pero ella siempre lograba hacerlo desistir con sus dulces
caricias y su arrolladora personalidad. Al sentir aquellos llameantes
labios recorriendo todo su cuello, sus hombros, y hasta a su pecho,
James decidió entregarse a toda esa pasión impetuosa antes que seguir
sintiendo aquel terrible dolor punzante que lastimaba insensiblemente su
corazón. Deseaba con toda su alma creer en la mentira que Jacky le había
hecho creer prometiéndole que siempre estarían juntos para amarse antes
que tener que aceptar la dura realidad del desencanto.

Pero entonces, aquel dulce ensueño en que había entrado deliberadamente,
se rompió de repente cuando la capitana apartó repentinamente su boca de
la de él y le dijo:

—No sabes cuánto lamento que hayas escuchado las estupideces que dije,
James, ojalá tuviera tiempo de remediar todo el dolor que te ocasioné,
pero… —se detuvo, de pronto toda su tristeza desapareció completamente
se su rostro y una sonrisa llena de picardía iluminó su rostro moreno—.
Pero creo que llegó el momento de salir de escena por un tiempo, mi
querido Norry, /¿savy?/ Así que espero que nos veamos en situaciones
mucho más provechosas. ¡Adiós!

Para cuando el comodoro Norrington pudo reordenar sus ideas luego de tan
confusa situación, quiso seguirla hacia la puerta y detenerla, pero algo
lo detuvo de golpe y se dio cuenta de que la muy pícara le había
sustraído hábilmente las esposas y le había apresado una de las muñecas
en el la manija de hierro de la pesada puerta del horno mientras los dos
habían estado besándose. Una vez más, ella lo había engañado como a un
tonto.

Con sus ojos verdes enormemente abiertos por la desagradable sorpresa,
James la asesinó con la mirada e hizo chirriar los dientes por la rabia
que sentía e impotencia que sentía. ¡Pero qué idiota había sido al caer
otra vez en los seductores brazos de aquella pervertida pirata!

—¡Maldita seas, capitana Jacky Sparrow! ¡Me engañaste otra vez! —gritó
furioso mientras forcejeaba con su ligadura intentando en vano liberarse.

Sonriente, ella se despidió lanzándole un "besito" con la mano (siempre
a prudente distancia del pobre oficial humillado) y le dijo:

—Olvidaste una muy importante cuestión, mi querido Norry —le comentó
sonriente—: soy la capitana Jacky Sparrow. Es un tremendo error confiar
en un pirata, sobre todo en mí; pensé que lo sabías, mi caballo-caballero.

Y enseguida se dirigió hacia la puerta de salida y, sacándose el viejo y
sucio sobrero, le hizo un saludo de despedida un tanto burlón.

—¡Gracias, comodoro, por tan hermosa hospitalidad! ¡Jamás olvidaré los
pocos días que pasamos juntos! —y salió disparado por la puerta, dejando
a un oficial de la marina bastante enojado con ella y consigo mismo por
haber sido tan iluso.

Y mientras corría a través de los arbustos, escuchó gritar al comodoro
Norrington algo que le trajo nostálgicos recuerdos la primera vez que se
encontraron como hombre y mujer:

—"¡¡MALDITA JACKY SPARROW!! ¡¡ME LAS PAGARÁS!! ¡¡NO DESCANSARÉ HASTA QUE
TE AHORQUE CON MIS PROPIAS MANOOOOOOOS!!".

Jacky se detuvo por algunos segundos y volvió una triste mirada a la
casa, comprendiendo que ya nada volvería a ser como antes y que iba a
extrañar terriblemente a ese hombre.

Luego, veloz como una gacela, volvió a emprender su huída,
desapareciendo en las sombras de las viviendas de Port Royal.

Por el espacio de algunos minutos el colérico James Norrington estuvo
forcejeando con las esposas para intentar soltarse, no sólo para ir tras
la fugitiva, sino también para evitar que alguien entrara a la cocina y
lo encontrara protagonizando aquella escena tan ridícula y
comprometedora, pues no tenía puesto ni el sombrero ni la peluca, no
tenía el pañuelo en su cuello y su chaleco y camisa estaban casi
totalmente desarreglados y desabotonados, comprometiendo seriamente su
orgullo. Pero todos sus esfuerzos fueron en vano, nada podía hacer
respecto, aquellas duras esposas de hierro estaban hechas para que nadie
se zafara de ellas fácilmente.

Estaba muy enfadado con Jacky, pero aún la amaba a pesar de todo lo que
había sucedido, a pesar de haberse enterado de que lo había utilizado,
le había mentido y hasta herido. ¿Pero sería él capaz de hacerle daño?
No, Y aunque la había atacado ferozmente, en ningún momento había sido
su intención el herirla ni siquiera matarla; sí el de atraparla y
entregarla a la justicia, ya que él la consideraba a ella y a Jack los
responsables de la muerte de sus hombres y las pérdida de su flota. Eran
ellos lo que habían planeado semejante proyecto y debían pagarlo; aunque
a él se le rompiera el alma, la entregaría a la justicia para que pagara
la consecuencia de sus actos. Lo mismo pensaba sobre sí mismo, ya que él
se había arriesgado en confiar ciegamente en ella y había cometido un
gravísimo error al hacerlo… No había nada más que hacer que pagar por
aquel error sea el castigo que fuera.

De repente, se escuchó el sonido de varios pasos apresurados a través
del pasillo aproximándose a la cocina.

Entre avergonzado, molesto e impotente, James vio entrar a un grupo de
ocho soldados junto a su ex niñera Annete Foubert, quien había salido en
su busca para traerlos inmediatamente a la casa para ayudarlo.

—¿Pero qué le ha pasado, señorito Norrington? —preguntó ésta al verlo en
semejante estado. No sabía qué pensar al respecto al igual que los demás
fusileros, quienes se miraban y cuchicheaban entre sí.

—Pues…, la fugitiva logró… "vencerme" y me aprisionó aquí para que no la
siguiera —respondió, rojo como un tomate mientras uno de los soldados
procedía a liberar su muñeca izquierda de las esposas.

Una vez que estuvo libre y mientras se friccionaba la adolorida muñeca,
el comodoro Norrington prontamente ordenó a sus hombres que trataran de
capturar a la fugitiva indicándoles una posible ruta de escape que
posiblemente habría tomado, seguro de que ella no debería andar muy
lejos de allí.

A Annete le hubiera gustado poder pedirle alguna clase de explicación a
su ex pupilo, pero éste, sospechando de que ella aprovecharía la
oportunidad en cuanto estuvieran solos para recriminar sus actos, se
marchó detrás de sus hombres, dejando a una desilusionada y enojada ama
de llaves en la cocina.

Mientras tanto, a varios metros de distancia de la residencia del
comodoro James Norrington, la capitana del /Perla Negra/ continuaba con
su fuga dirigiéndose sigilosamente camino al puerto. Sospechando que su
querido "hermanito" habría escapado de las manos de sus acechadores,
creía que éste seguramente se dirigiría hacia el mismo lugar que ella, a
menos de que hubiera anclado al /Perla/ en otro lugar de la región.

Mientras caminaba a paso rápido y guareciéndose de tanto en tanto en
algún lugar oscuro enclavado entre las casas o árboles, nuestra
protagonista se dedicaba a pensar en su amor perdido y en las
atrocidades que le haría a Jack Sparrow para vengarse por todo lo que le
había provocado. Estaba furiosa por haber perdido a su querido Norry y a
la vez estaba embargada por la tristeza a sabiendas que nunca más
volvería a estar con él, pues, conociendo la personalidad del comodoro,
era seguro de que éste jamás le perdonaría la casi supuesta traición, si
ni siquiera lograba perdonarse a sí mismo.

Se encontraba tan sumida en sus pensamientos que no se dio cuenta que
pronto y sin previo aviso, justo en el momento en que ella estaba por
cruzar por la puerta de un granero, alguien la golpeó fuertemente en la
cabeza con un tronco, desmayándola.

Mientras ella yacía sin sentido sobre el polvoriento suelo, un hombre de
extraña vestimenta emergió de las profundas oscuridades del granero,
parándose un instante al lado de la desdichada y luego de haberla
contemplado durante unos segundos, dijo:

—Ya sabía que ibas a tomar este camino cuando te escaparas de los
soldados, así que decidí hacerte una emboscada… ¡Pero es realmente,
verdaderamente, sinceramente una lástima desperdiciar una mercancía tan
valiosa! Pero si quiero que el comodoro Norrington se olvide de mí y
deje de perseguirme, voy a tener que sacrificarte, mi querida
"hermanita" —sonrió. Era una sonrisa un tanto triste—. Recuerda esta no…

No terminó la famosa frase, puesto que notó que ya estaba amaneciendo y,
luego de pensarlo unos momentos, volvió a decir: —Recuerda este día como
el día en que el capitán Jack Sparrow te demostró que es mucho más listo
que tú.

Y diciendo esto, se marchó corriendo de allí sin atreverse a mirar atrás
por temor a arrepentirse.

Varios minutos después, llegaron hasta aquel lugar el comodoro
Norrington y sus hombres, asombrándose por el hecho de haber encontrado
a la capitana Jacky Sparrow tendida en el suelo, sin sentido.

Por fin la habían capturado y James no pudo decidirse si aquello era
justo lo que realmente había querido su corazón. Una vez más había
puesto su intelecto antes que sus sentimientos y sabía muy bien que iba
a arrepentirse más adelante por aquella mala elección.



También te podría interesar...

ÚLTIMAS ENTRADAS PUBLICADAS

Comentarios

X Queridos visitantes: Únanse a las redes sociales del blog para estar en contacto si algún día es eliminado de nuevo.