Fanfic Piratas del Caribe -El Libro del Destino- *Capítulo 25: Isabel Pierde Por Primera Vez*

    Resumen de la historia: El capitán Jack Sparrow comete el gran error de ponerse un anillo maldito que lo transformará en mujer y le traerá un sin fin de problemas tanto a él como a quienes lo rodean, amigos y enemigos. Una elección que cambiará la vida y los destinos de todos, en especial del Comodoro James Norrington y el mismo Jack. Esta historia está ambientada después de la primera película y desarrollada durante la segunda y tercera película. Una historia larguísima pero muy entretenida, con drama, humor, acción y romance. ¡Que la disfruten!



*PIRATAS DEL CARIBE: EL LIBRO DEL DESTINO*

CUARTA PARTE: CUESTA ABAJO

¡Jack y Jacky se separaron! ¡ahora son 2! ¡Un hombre y una mujer! ¡Doble problemas para todos! ¿Lograrán cambiar sus destinos y el de los demás? Continuaciòn de La Maldición del Anillo de la Calavera. James y Jacky pasan su primera noche juntos...¿pero será la última?

Género: drama, amistad, acción, suspenso, humor, romance, violencia, aventura, fantasía, erotismo
Pareja: Jacky Sparrow/James Norrington. Elizabeth Swan/Will Turner
Personajes: Jack Sparrow/Jacky Sparrow, James Norringon, Elizabeth Swan, Will Turner, Hector Barbossa ¡y muchos más!
Calificación: para mayores de 18 años
Cantidad de palabras: variable
Duración: 67 capítulos la primera parte, 57 la segunda parte y 51 la última parte.
Estado: finalizado
Escritora: Gabriella Yu
Mi estilo: estoy influenciada tanto por el anime, los dramas asiáticos y la literatura universal. Me gusta hacer pasar a los personajes por duras pruebas.
Aclaraciones: Esta historia la escribí hace más de 10 años, es muy entretenida, no se arrepentirán de haber perdido el tiempo en leerla. Le tengo mucho cariño porque fue una rara mezcla que logré hacer con el drama, humor y acción. 
IMPORTANTE: contiene escenas subidas de tono XD


*Capítulo 25: Isabel Pierde Por Primera Vez*


/*Nota: Capítulo no apto para impresionables, muy triste e injusto… Con
errores de edición (¡esa maldita raya que no puedo quitar!)*/

¿Cómo era posible que el gran comodoro James Norrington, comandante de
la flota inglesa de Port Royal, el temible cazador de piratas, ahora
estuviera encerrado en un calabozo como un miserable más que tanto
habitaban aquel lúgubre lugar? ¿Cómo podría soportar las burlas de esa
gente ignorante e inservible que él mismo se había encargado de
encarcelar cuando era la autoridad del pueblo y velaba por su seguridad
y el correcto comportamiento de sus habitantes ante las leyes inglesas?
Ahora era repudiado por la misma gente que él se había encargado de
proteger durante tantos años… y todo por haber amado a la persona
equivocada, a una pirata… ¡Pero qué caprichoso y cruel podía llegar a
ser el destino! ¡Un día podías estar en lo más alto de un pedestal y al
otro en lo más bajo que se podía llegar!

Sentado en el suelo en un sucio rincón de su celda, con sus ropas de
oficial sucias y estropeadas tras haber sido capturado y linchado por
los mismos pobladores (que muchos de ellos eran familiares de los que
habían perecido en el naufragio), había sido llevado a rastras hacia los
calabozos y encerrado hasta hacerle saber sobre su destino.

El ex comodoro Norrington era orgulloso, y por ese motivo, no respondía
a ninguna de las imprecaciones que los presos le dirigían hacia su
persona, permaneciendo serio y estoico ante la dura realidad que le
tocaba vivir y el cruel destino que le tocaría vivir al día siguiente,
pues estaba casi seguro de que los magistrados del pueblo lo condenarían
a la horca por alta traición. Pero, en algún lugar de su atribulado
corazón, aún mantenía las esperanzas de que su querida Jacky viniera a
rescatarlo. ¿Qué más daba ahora si él ya no era un oficial de la Corona
Inglesa? Bien podría dedicarse a realizar otro de sus sueños: ser esposo
y padre de una familia, y para eso estaba dispuesto a trabajar en un
empleo decente y renunciar a su amada milicia… Siempre y cuando
estuviera Jacky a su lado…, sabía que con ella soportaría todo lo que
tendría que soportar ahora que su tan soñada vida de oficial se había
acabado para siempre. Amarla a ella y a sus propios hijos, que estaba
seguro de que muy pronto vendrían, era lo que ahora más anhelaba su
corazón con más fuerza que nunca. Esposo y padre, esposa e hijos…, ser
una familia… ¡qué maravillosas sonaban aquellas palabras a pesar de lo
comunes y corrientes que eran!

James sonrió, ¿cómo era posible estar pensando en eso cuando seguramente
al siguiente atardecer sería colgado? Ya no había tiempo para planear su
futuro, solamente le cabía soñarlo, pues jamás se haría realidad.

Dirigió su triste mirada hacia la ventana enrejada y, mirando hacia la
pálida luna llena, cerró los ojos e intentó dormir un poco a pesar de
que se sentía muy abatido al pensar que su hora muy pronto llegaría. De
pronto, abrió los ojos cuán grandes eran al cruzarse por su mente la
imagen de sus padres, dándose cuenta de lo mucho que ellos sufrirían
cuando supieran de su terrible comportamiento y su deshonrosa ejecución.
¡Todo el mundo iba a reírse de ellos y darle falsas condolencias! ¡Su
hijo! ¡Amante de una pirata! ¡La deshonra y la humillación perseguirían
a su familia! ¿Pero cómo no había pensado antes en ellos? Pero ya estaba
todo hecho y no tenía cómo remediarlo.

Y entonces, pensando en la vergüenza de su padre y en el dolor de su
madre, el ex comodoro Norrington se acurrucó contra la pared y lamentó
en silencio todo lo que ahora les ocasionaría, llorando por su vida
perdida y deseando con todas sus fuerzas que Jacky viniera a rescatarlo
del pozo en el que se encontraba atrapado.

--

Tal vez, a primera vista, Alwine parecía ser una niña como cualquier
otra, pero para ojos mucho más despiertos que los habituales, ella
parecía ser algo más que especial, y así lo creía el doctor Christian
Jacobson, que desde que había trabado una gran amistad con la niña se
había percatado de su singularidad. Pero Alwine, inconsciente de su
propio valor, siendo ella una pequeña niña de tan sólo seis años de
edad, nunca sabía cómo explicar todo lo que sentía a su alrededor o
respecto a la gente que la rodeaba. Siempre tenía buenos o malos
presentimientos acerca de lo que podría venir a continuación o podía
intuir si una persona era confiable o no; también lograba siempre una
especial armonía con la naturaleza y los seres vivos; comprendiendo cómo
encajaba cada cosa en su lugar sin que nadie se lo explicara. Su mente
era veloz y comprendía rápidamente lo que pocas veces se le debía ser
explicado. Pero al llevar una vida miserable como una friega pisos, lava
platos o sirvienta para los más diversos amos hasta llegar con el
terrible capitán pirata Bart "Sangre Negra" Morgan, le habían quitado
mucho de su seguridad y autoestima, pasando a ser simplemente una
pequeña niña asustada. No sabía nada sobre sí misma ni de quienes habían
sido sus padres, solamente era una miserable huérfana más del montón que
tanto abundaban por ahí. Pero cuando su poca valorada vida se cruzó con
la del buen doctor, poco a poco su voluntad y su espíritu fueron
fortaleciéndose hasta casi recuperar toda su verdadera personalidad, y
era por esa causa que la propia Elena no le había caído del todo
simpática, intuyendo en ella a alguien peligroso debido a su propio
miedo e ignorancia, no por su maldad.

En cambio, el tío de Isabel solía ser demasiado confiado e ingenuo con
la gente, creyendo que hasta la más mínima bondad habitaba en el ser más
corrupto, jugándole muchas veces en contra aquella pequeña gran
debilidad, por eso no se había percatado (o no quería percatarse), de lo
que la muchacha podría llegar a hacerles.

Y tal vez por sus personalidades tan diferentes entre sí (aunque
lograran complementarse perfectamente), reaccionaron de diferente manera
al ver aparecer a cuatro de sus perseguidores en el umbral de la choza
con la intención de capturarlos y llevarlos de regreso a /La Muerte
Anunciada/ para comparecer ante su temible capitán. A Elena no pudieron
verla entre aquellos piratas. ¿Tan cobarde resultó ser la muchacha que
ni siquiera se había animado a mostrar su traicionero rostro ante sus ex
huéspedes?

Parados detrás de un caldero hirviente para preparar una sopa, el doctor
y la niña permanecieron estupefactos ante la repentina aparición de los
piratas en lugar de la joven Elena. Riéndose con sorna, uno de ellos se
acercó un poco a nuestros protagonistas y les dijo:

—Creo que es mejor que se entreguen sin resistirse, pobres diablos, ya
vieron que es imposible escaparse de las manos de nuestro capitán.

Tratando de aparentar tranquilidad mientras obligaba a Alwine esconderse
detrás suyo, el doctor se dio cuenta de que aquellos hombres llevaban
botas muy gastadas y maltratadas, así que decidió aprovecharse de la
situación y, sonriéndole amablemente, replicó: —Desafortunadamente para
nosotros, debo admitir que tiene usted toda la razón, caballero.

—¿Entonces no intentará resistirse, viejo?

—Claro que no, solamente intentaré escaparme… —y cuando apenas terminó
de decir esto, el incorregible y testarudo doctor volcó el caldero con
agua hirviendo con el pie, provocando que su contenido se esparciera
hacia los pies de los piratas, logrando quemar sus dedos debido a sus
calzados agujereados.

Mientras aquellos sorprendidos y adoloridos hombres saltaban con un sólo
pie o se alejaban instintivamente del agua hirviente, Christian y Alwine
aprovecharon aquella pequeña distracción para saltar por la precaria
ventana y marcharse corriendo a través de la espesura del bosque,
tratando de alejarse lo más posible de sus perseguidores, quienes, una
vez recuperados y dándose cuenta de que el doctor les había tomado el
pelo nuevamente, salieron muy enfurecidos en su busca.

Aquella fuga no iba a ser fácil debido a que el doctor Jacobson no se
encontraba en muy buenas condiciones como para correr una larga
distancia gracias a su reciente enfermedad, propiciando con aquel
obstáculo, que sus perseguidores los atraparan sin mucha dificultad.
Christian estaba muy consiente de ello, así que su verdadera prioridad
era que fuera la niña quien lograra escaparse y, deteniéndola
repentinamente mientras corrían, le ordenó suavemente mientras le
señalaba un gran hueco en el tronco de un viejo árbol:

—Escóndete aquí, pequeña Alwine, así ellos no lograrán atraparte.

La niña se quedó perpleja por espacio de algunos segundos, pero
enseguida comprendió todo y se negó a dejarlo solo, aferrándose
fuertemente a sus ropas.

—¡No quiero que te atrapen esos tipos malos por mí! —replicó
sollozante—. ¿Es que no podemos seguir corriendo?

—No, pequeña, yo ya no tengo fuerzas para correr —le dijo mientras se
colocaba de cuclillas para tomarla de los hombros y mirarla directamente
a la cara para poder convencerla—, así que lo mejor es que te escondas y
me atrapen a mí antes que a los dos juntos.

—… En ese caso prefiero que nos atrapen a los dos… —rebatió testaruda y
haciendo un pucherito—… Si los dos escapamos juntos, a los dos nos
atraparán juntos…

Christian sonrió a su manera tan hermosa que tenía y acarició
cariñosamente la cabeza de la pequeña.

—A veces dices cosas que no son propias de tu edad, mi pequeña amiga. Sé
que eres una niña muy especial y es por eso que debes comprender que mi
sufrimiento será muchísimo mayor si nos atrapan a los dos… Prefiero
sufrir por los dos yo solo que verte sufrir en manos de ese horrible
pirata… —Alwine se echó a llorar desconsoladamente, comprendiéndolo todo
pero negándose a ése final.

—… ¡Mi querida niña! —exclamó el doctor abrazándola fuertemente y
estrechándola contra su pecho mientras las lágrimas comenzaban a salir
de sus hermosos y bondadosos ojos celestes—. ¡No solamente tú sufrirás
con esta forzosa separación, pues yo también te extrañaré muchísimo! ¡Si
tan sólo el destino nos hubiera deparado otro camino más benevolente!
Pero a estas cosas hay que aceptarlas con valentía y seguir adelante con
nuestras vidas en el camino que el Señor nos ha trazado… —la apartó de
él y la miró a los ojos—. ¿Mi pequeña amiga, me prometes que serás
valiente y seguirás tu camino con optimismo a pesar de que yo ya no esté
a tu lado? Si lo haces, te prometo que yo también intentaré ser valiente
para soportar todo lo que tendré que soportar hasta que Dios decida unir
nuevamente nuestros caminos…

Ella lo miró detenidamente y pudo notar el miedo y la angustia que
sentía aquel buen hombre que veía que las cosas se iban a poner muy
malas para él, y, a pesar de que su mente infantil se negaba a quedarse
sin su amigo, comprendió que debía ser valiente y ayudarlo en todo lo
que estuviera a su alcance. Él quería sentirse tranquilo con respecto a
ella, y ella le daría esa tranquilidad.

—Seré valiente, te lo prometo —dijo resuelta mientras tomaba dulcemente
con sus manitas el rostro del doctor aunque no podía parar de gimotear—,
y también te prometo que te iré a buscar en donde quiera que estés y te
traeré de regreso para que ambos estemos juntos otra vez…

Sorprendido por la madurez de aquellas palabras, Christian sonrió
tristemente y volvió a pedirle que se escondiera en el árbol, Alwine le
obedeció, pero bastante asustada y muy preocupada por el destino del
doctor. Una vez que se hubo asegurado de que la niña no sería
descubierta tan fácilmente (pues había cubierto el hueco con hojas de
palma), el tío de Isabel se alejó lo más que pudo de ese lugar para
tratar de alejar y distraer a los piratas de aquel escondite que no
debía ser descubierto por nada del mundo.

Pero, luego de correr cierto trecho, se detuvo de repente cuando se
encontró cara a cara con Elena, quien permanecía de pie junto a su
perro, mirándolo detenidamente, blanca como el papel. Ambos estaban a
varios metros de distancia, pero ella podía percibir aquel tranquilo
reproche en los ojos de aquel hombre, haciéndola sentir muy incómoda.
Pero justo cuando él había dado un paso hacia ella con la intención de
hablarle, uno de los piratas apareció inesperadamente y lo noqueó con la
culata de su mosquete.

—¿Encontraron a la pequeña rata? —preguntó otro pirata que había llegado
por otro lado.

—No, pero por lo menos agarramos a este cerdo inglés —respondió el que
había atacado al doctor, mirando a su victima que yacía sobre el suelo
poblado de vegetación.

Luego de unos minutos, los otros dos piratas restantes se les unieron y
notificaron que tampoco habían encontrado por ningún lado a la niña prófuga.

Dando una poderosa blasfemia al aire, el pirata que los comandaba dijo
al fin:

—Bueno, que el capitán se conforme con éste sujeto, después de todo, esa
chiquilla no era nadie importante.

Y sin siquiera despedirse de Elena, quien no se había movido de su sitio
desde que habían capturado al doctor, levantaron a su prisionero y se lo
llevaron con ellos, ignorándola por completo.

Ya había comenzado a anochecer cuando Elena regresó a su casa
sintiéndose extrañamente miserable, pues jamás en su vida se había
sentido de esa manera. De pie al lado de la vieja y derruida puerta, la
muchacha pudo sentir todo el peso de la soledad al observar el interior
de la única habitación que conformaba su hogar; ni la niña ni el doctor
volverían a estar nunca más en aquel lugar, y a pesar de que no habían
tratado el tiempo suficiente como para conocerse mejor, Elena no quería
admitir que los extrañaba. Había algo en ellos que los hacía una
personas muy especiales, de esas personas que parecían bajadas del cielo
y que se hacían querer con facilidad y que solamente uno notaba su
presencia cuando éstas ya no estaban y no estarían jamás.

Sintiendo una leve angustia de añoranza en su corazón y una terrible
vergüenza gracias a lo que había hecho, bajó su mirada hacia las
resplandecientes monedas de oro que aún tenía en su mano, sumida en
profundas cavilaciones, preguntándose si lo que había hecho era lo que
realmente había querido su corazón.

--

Lanzando bruscamente al pobre doctor a los pies del terrible capitán
Bart "Sangre Negra" Morgan, los piratas se regodearon con lo que vendría
a continuación: un tremendo castigo por haberse escapado.

Furioso pero complacido por volverlo a tener en sus manos, el capitán
de/La Muerte Anunciada/ levantó del piso de la cubierta a su victima
tomándola del cuello y dejándolo suspendido en el aire, ahorcándolo poco
a poco, disfrutando del dolor que le causaba.

—Como notarás, doctorcito de pacotilla, nadie escapa de mí. Todo el
mundo regresa.

El doctor lo miró y sonrió.

—… Pe-pero tengo entendido que la pequeña sí se escapó de usted, Señor
Morgan… No todo el mundo gira alrededor de usted…

Al escuchar aquello, toda la tripulación comenzó a reírse con ganas,
pero una sola mirada de advertencia por parte de su jefe los hizo callar
de inmediato. Entonces, lanzando brutalmente de nuevo sobre cubierta a
su gracioso prisionero, comenzó a patearlo salvajemente por un buen
rato. Luego de propinarle semejante paliza, se agachó sobre él y lo tomó
del cabello y lo obligó a mirarlo.

—¿Y bien? —le preguntó exhalando un asqueroso aliento a podrido—, ¿aún
insiste en hacerse el gracioso, doctorcito de pacotilla?

El aludido, quien increíblemente no había perdido la conciencia después
de tamaña golpiza, sonrió y dijo:

—…Te-tengo un buen remedio de menta, a-amigo mío…, le, le vendría muy
bien a su pésimo a-aliento…

Nuevamente la tripulación rompió a carcajadas por aquella ocurrencia
­—habían estado muy atentos a la respuesta del doctor—, pero otra vez
fueron silenciados bajo las amenazas de su capitán, quien luego de darle
un formidable puñetazo en la cara de Christian, le ordenó a sus hombres:

—Aten a este perro al mástil, yo mismo le aplicaré el castigo que se
merece por haberse escapado y hacerse el gracioso.

Y mientras le sacaban la casaca negra al tío de Isabel y lo ataban de
cara a uno de los mástiles, "Sangre Negra" se aproximó a él con un
látigo de nueve cabezas, dispuesto a martirizarlo por un buen rato.

Tomándolo brutalmente del cabello, le murmuró al oído:

—Veamos si le quedan algunas ganas de hacer bromas después de esto…

—… E-eso vamos a compro-comprobarlo después de que lo, lo haga… —replicó
sonriente.

Furioso y sacado de sus casillas, el insensible y cruel pirata comenzó a
dar terribles latigazos al valiente doctor, quien no profirió una sola
queja durante todo aquel castigo, soportando el dolor con un valor que
superaba la imaginación de los demás piratas, quienes luego de reírse a
carcajadas por las desgracias de su rehén, pronto se quedaron mudos al
observar semejante valor por parte de aquel hombre, no pudiendo evitar
sentir algo de admiración hacia él, pues Christian jamás se desmayó
durante el lapso de aquella tortura que parecía interminable, quedándose
únicamente semiinconsciente cuando Morgan terminó de infringirle tan
brutal castigo. Smith, quien había observado todo, se quedó aterrado y
perplejo con lo que veía. ¡Él conocía perfectamente la identidad de
aquel hombre!

—¿Acaso se volvió loco, capitán Morgan? —dijo, acercándosele—. ¡Este
hombre es el tío del famoso almirante Jacobson! ¡Nos hará pedazos en
cuanto sepa que usted le ha hecho esto!

—Precisamente es por eso que lo hago, imbécil —respondió con una sonrisa
diabólica—. Quiero que ese almirantucho sufra por haberme hecho quedar
en ridículo… —miró hacia golpeado y ensangrentado doctor—. ¿Y qué mejor
que hacer sufrir al único pariente que tiene sobre este corrupto mundo?
¡¡Wah, jah, jah, jah!!

Sus ojos brillaron, disfrutando el momento, por fin había hecho callar a
ese hombre.

—Cómo quisiera ver el rostro de ese cerdo inglés cuando asesine a su tío
frente a sus ojos y con mis propias manos…

--

Más tarde, aquella misma medianoche, provechando que el capitán "Sangre
Negra" Morgan había anunciado en Tortuga que quería más integrantes para
su cruel tripulación, ignorando que su tío se encontraba nuevamente a
bordo de aquel barco, el almirante George Jacobson, quien en realidad
era Isabel Jacobson, estaba ahora disfrazado como un pirata, mezclado
entre los sucios y rudos hombres de dudosa moral y procedencia, (que no
eran muchos los que habían respondido al anuncio debido a la terrible
reputación de "Sangre Negra"), eran de la peor calaña que se podía
encontrar en Tortuga: ladrones, asesinos y violadores. Isabel se
regodeaba pensando en el momento en el que le daría fin a las vidas de
todos aquellos rufianes que no hacían otra cosa que fastidiar la
existencia de la gente que se apegaba a las leyes del hombre y las de Dios.

Al ser menos corpulenta que el resto de sus compañeros, varios de ellos
quisieron hacerle saber quién mandaba a quién, pero grande fue su
sorpresa cuando aquel pirata delgaducho les dio su merecido con tan sólo
unos cuántos movimientos rápidos de su cuerpo agregado con algunos
fuertes golpes especialmente dirigidos a zonas muy dolorosas para sus
dueños, haciéndose respetar de inmediato por los nuevos integrantes,
quienes decidieron subordinarse ante él antes que ponerse en su contra.

Isabel era astuta, y supo comportarse como todo un pirata frente a toda
la tripulación y ante el mismo capitán del viejo navío pirata, quien a
pesar de que miraba un tanto receloso a aquel pequeño sujeto que parecía
estar muy seguro de sí mismo, no le prestaba mayor importancia porque
ahora estaba entretenido con su "pertenencia" recién devuelta: el doctor
Jacobson, a quien mantenía oculto en algún lugar de la nave, pues Isabel
no se había percatado de su presencia en aquel lugar, estaba tan ocupada
con la ejecución de su plan, que no le prestaba la más mínima atención a
las vulgares murmuraciones de la tripulación.

Si Isabel hubiera tenido conocimiento de que su querido tío aún estaba
aún con vida a bordo que /La Muerte Anunciada/, habría procedido de otra
manera, pero como nadie es adivino y un ser perfecto, siguió con su plan
de destrucción y venganza sin importarle nada ni nadie.

El barco pirata soltó amarras a las tres de la mañana, con toda su
tripulación dispuesta a iniciar otra de sus correrías sin tener siquiera
la idea de que aquel viaje iba a ser el último de sus vidas.

Sin que nadie se percatara de las sigilosas idas y venidas del nuevo
tripulante, todo transcurrió en la absoluta normalidad hasta que después
de media hora de viaje… los sorprendió la estruendosa detonación de un
cañón y la bala disparada fue a estrellarse directamente al palo mayor,
haciéndolo pedazos e imposibilitando al viejo navío de una veloz huida.

—¡¡Barco a la vistaaa!! —gritó uno de los vigías que se encontraba
apostado en el mástil de proa.

En ese momento, "Sangre Negra" ya había salido disparado como un rayo de
su camarote y se dirigió inmediatamente hacia la barandilla de estribor,
dándose con la terrible noticia de que estaban siendo atacados por uno
de los navíos más poderosos de la Royal Navy, el /HMS The Avenger/.

—¡Malditos bastardos! ¡¿Cómo es que se atreven a atacarme?! —exclamó
enfurecido para luego volverse hacia su asustada tripulación que corría
de aquí para allá como conejos asustados—. ¡¡A sus puestos, partida de
ratas cobardes!! ¡¡Quiero a los cañoneros listos para disparar los
cañones hacia esos sucios perros bastardos ingleses!! ¡¡Prepárense para
la lucha y el abordaje!! ¡¡Tengas listos sus alfanjes y pistolas para
acabar con cada cerdo inglés que se atreva a cruzarse ante nuestras
narices!!

Como acicateada por un palo, toda la tripulación pareció lograr dominar
sus propios miedos y se dispuso a seguir las órdenes de su capitán al
pie de la letra, pues si querían salir de aquel problema, tendrían que
obedecer a su jefe.

Mientras cada miembro de la tripulación tomaba su lugar en la batalla,
el Señor Smith, el obeso aventurero y caza recompensas a quien Jacky
había engañado y robado y luego "invitado amistosamente" a subir a bordo
de /La Muerte Anunciada/ por parte del capitán Morgan, permanecía
escondido entre unos toneles de ron y manzanas que se encontraban
apilados sobre cubierta, escuchando con temor cada explosión que se
dejaba oír, comprendiendo que alguna bala de cañón había pasado de largo
sin impactar contra ellos; pero otras veces, los artilleros del navío
que los estaban atacando lograban dar en el blanco, haciendo temblar
toda la estructura de /La Muerte Anunciada/, amenazando con hundirla. A
pesar de que había sido un hombre de aventuras y había recorrido todo el
mundo visitando lugares inexpugnables y llenos peligrosos, las batallas
navales aterrorizaban de sobremanera a Charles Smith, quien daba un
respingo de sorpresa, presa del pánico cada vez que escuchaba una
explosión o el silbido de una bala, preocupado por la posibilidad de que
una bala de cañón impactara justo en aquel lugar o que el barco pirata
se hundiera sin remedio alguno en el fondo del mar.

Cada tanto miraba hacia arriba, como si buscara algo entre los cables de
las desgarradas velas, algo que no debería estar allí colgado.

La distancia entre el navío de la Royal Navy, el /HMS The Avenger/ y el
barco pirata, /La Muerte Anunciada/, aún era distante, permitiendo un
cañoneo seguro al primero, puesto que siendo una nave de primera clase,
se encontraba muy bien equipada con una artillería de 110 cañones en 3
puentes de gran alcance, en cambio, el otra nave era de cuarta clase
artillado con 50 cañones en 2 puentes con un alcance de menor fogueo y,
por lo tanto, no le venía muy bien las grandes distancias. El navío
pirata estaba llevando la peor parte de la batalla, siendo apabullado en
poder por el majestuoso buque inglés: su casco se encontraba lo
suficientemente agujereado como para asegurar un hundimiento, las velas
y los mástiles estaban arruinados y los piratas ya no podían escapar con
la ayuda de los vientos. Aquello era una batalla perdida para el capitán
Morgan y su tripulación, pero, aún faltaba algo más: la terrible
venganza del almirante Jacobson que estaba a punto de comenzar.

Mientras el capitán maldecía a diestra y siniestra a sus enemigos
mientras veía a la nave inglesa acercarse poco a poco hacia ellos con la
clara intención de abordarlos, instaba a sus hombres a seguir luchando a
pesar de los numerosos heridos y los muertos que había entre ellos como
resultado del feroz ataque del /HMS The Avenger/. Pronto su atención se
fijó en uno de sus nuevos integrantes de su tripulación, Ismael Bear,
quien en realidad era Isabel disfrazada de pirata.

¿Por qué aquel insignificante sujeto había llamado la atención de
"Sangre Negra" justo en medio de una terrible batalla? Quizás fue su
actitud impertinente, sus pasos seguros o su mirada llena de rencor;
pero lo que más lo había impresionado, era que aquel pequeño sujeto
lograba inspirar temor entre sus hombres tanto como él lo hacía.

Un frío escalofrío recorrió toda su columna vertebral cuando vio a aquel
extraño pirata pararse frente a él con una actitud tanto desafiante como
peligrosa.

—¿Quién demonios eres tú? —preguntó el fin el pirata.

Ambos se miraron directamente a los ojos. Aún había una larga distancia
entre los dos, quienes permanecían de pie sobre la cubierta principal.

—Puedes imaginártelo —replicó con su falsa voz varonil.

Otra vez se hizo el silencio, la tensa mano del pirata se aferró al
mango de su espada, alistándose para atacar.

—¿O eres muy estúpido como para venir a desafiarme en mi propio barco o
estás tan seguro de tus habilidades que crees que vas a poder derrotarme
fácilmente?

—Solamente he venido a cobrar venganza, "Sangre Negra" —respondió con
una diabólica y burlona sonrisa, manteniendo ambos brazos descansando
tranquilamente a sus costados.

—Maldito Jacobson… —murmuró furioso, adivinando certeramente de quién se
trataba pero sin poder evitar sentir un poco de temor hacia él, pues a
pesar de que era casi el doble de su tamaño, aquel hombre era invencible
en el combate—, pagarás por haber venido a desafiarme tan abiertamente…

—Y tú pagarás por lo que le hiciste a mi tío…

"Sangre Negra" sonrió malignamente, ahora sí comenzaba disfrutar
enormemente con todo aquello, pues supo en aquel momento cómo podría
derrotar al invencible almirante de la Armada.

—¡Ponte en guardia! ¡Muy pronto conocerás el sufrimiento del mismo
averno! —le gritó mientras desenfundaba su amenazador sable.

—¡Ja! Tus amenazas no significan nada para mí —replicó el oficial sin
siquiera molestarse en llevar su mano a la empuñadura de su katana—.
Nadie más que yo sabe lo que es el sufrimiento eterno…

Aquello último no lo había dicho con un tono de tristeza o
resentimiento, más bien lo había dicho como si estuviera muy orgullosa
por ello.

El capitán Bart "Sangre Negra" Morgan, hermano menor del famoso capitán
Morgan quien había sido el creador del Código Pirata, jamás admitiría
que el único hombre que le inspiraba terror era el almirante Jacobson,
pero bruto y sanguinario como era, amaba tener que luchar contra
semejante espadachín y poder derrotarlo como fuera, y por esa misma
razón era que había iniciado su búsqueda por la Sagrada Espada de Odín,
con la que sería invencible y lograría acabar con cualquier amenaza,
incluyendo al peligrosísimo Jacobson. Pero ahora sabía cómo derrotarlo
sin ayuda de la espada, era una solución muy simple, bastante simple.

Un terrible grito de batalla salió de la garganta del sucio y enorme
pirata para luego salir disparado hacia su enemigo blandiendo como loco
su sable, dispuesto a partir en dos a su desdichado oponente. Era una
trampa para desviar la atención del almirante, puesto que "Sangre Negra"
había notado que uno de sus piratas había comenzado a acercarse a
Jacobson sigilosamente para acuchillarlo por la espalda, pero éste,
sagaz y curtido en la pelea como era y conocedor de todo al respecto con
las peleas limpias y sucias, ya se había percatado de la treta y con un
movimiento tan veloz como un rayo, se colocó detrás del traidor y le
hizo atravesarse su propio cuchillo en el estómago, soltando al
moribundo de inmediato y sacando su sable oriental de su funda, bloqueó
de inmediato la espada de su enemigo sin ninguna dificultad.

—¿Eso es todo lo que puedes hacer, Morgan? —se mofó el oficial, poniendo
al pirata mucho más furioso que antes.

No comprendía cómo, un enorme gigante como él, no podía derrotar a un
pequeño hombre como lo era aquel odioso oficial de la Armada. Molesto,
soltó una de sus manos del mango del alfanje e intentó golpear la cabeza
de su contrincante, pero Isabel, ágil como era, esquivó el golpe dando
un paso hacia atrás para luego abalanzarse otra vez y pateando con
fuerza la tibia del pirata, haciéndolo aullar de dolor.

Riéndose de la desgracia de su enemigo, el almirante retrocedió y
declaró apuntándolo con su espada:

—¡Pero qué patético resultaste ser, capitán "Sangre Negra" Morgan! ¡No
eres más que un pobre niño llorón para mí! ¡¡Ja, ja, ja, ja!! —dejó de
reírse y lo miró desafiante, disfrutando su victoria—. Pero esto no es
todo, ¿sabes?, aún falta lo mejor…

Y para la desagradable sorpresa del capitán de /La Muerte Anunciada/, el
oficial sacó su arma y disparó certeramente hacia la punta de una mecha
que salía de la cabina de los cañones y ésta se incendió para luego
comenzar a consumirse rápidamente hasta desaparecer por las escaleras
que llevaban hasta la zona de los cañones en donde se encontraban los
cañoneros atacando al /HMS The Avenger/.

—Muy pronto comenzarán los fuegos artificiales, capitán Morgan… ¡¡Ja,
ja, ja!! —se burló ante la impotencia de su enemigo.

—Eres un maldito bastardo, pagarás caro por esto… ¡Te hundirás junto con
este barco! —amenazó.

—¿Tú crees? —replicó incrédulo—. Eso sería una hazaña, ya que nadie ha
logrado siquiera hacerme probar el sabor amargo de la derrota… —Lo miró
detenidamente—… Yo siempre obtengo lo que quiero, siempre… —No pudo
evitar pensar en James, pues estaba segura que muy pronto encontraría la
forma de obligarlo a casarse con ella.

Ninguno de los artilleros se percató del silencioso peligro que los
amenazaba, pues todod se encontraban concentrados en la batalla contra
el poderoso navío inglés. La mecha encendida siguió su camino
impunemente hasta llegar a los pocos barriles de pólvora que se hallaban
apilados en un rincón, y tan sólo unos segundos después… una enorme
explosión sacudió todo el barco pirata, agujereando sin remedio el casco
y condenándolo a irse de pique en las cálidas aguas caribeñas. Decenas
de hombres perecieron al instante debido a la explosión, ya nada se
podía hacer para evitar la tan temida derrota.

—¡Detengan el ataque! —ordenó el capitán Lazzart a sus hombres desde la
cubierta de popa—. ¡El almirante Jacobson ha hecho saltar a esos piratas
por los aires!

Todo el mundo cesó el ataque y se dedicaron a observar el inevitable
hundimiento de la nave pirata. El gran e invencible almirante George
Jacobson había logrado su cometido: destruir por dentro a la nave del
enemigo y acabar personalmente con el tan temido capitán Morgan.

—Espero que el almirante haya salido ileso de la explosión —comentó uno
de los tenientes.

—Eso es lo que espero, teniente —dijo el capitán mientras extendía su
catalejo sobre sus ojos y observaba al barco destruido—. Le temo más a
la explosión que al mismo Morgan; el almirante Jacobson es invencible en
la pelea, pero no creo que corra con la misma suerte en contra de los
elementos de la naturaleza…

Y mientras todos a bordo del navío militar, el /HMS The Avenger/,
observaban a /La Muerte Anunciada /irse poco a poco a pique, le batalla
entre el almirante Jacobson y el capitán "Sangre Negra" no había
terminado con la explosión.

Estridentes golpes de espada se dejaban escuchar mientras los dos
espadachines corrían a través de la cubierta, repartiendo a diestra y
siniestra poderosos golpes en contra de su contrincante, pero era Morgan
quien siempre llevaba la peor parte, puesto que Isabel era tan veloz y
diestra en el manejo de la espada japonesa, que siempre terminaba por
herirlo en alguna parte de su enorme corpulencia. En un momento dado de
la pelea, el pirata cayó de rodillas el suelo, justo al lado de unos de
los mástiles, cerca de donde se escondía el explorador. El pirata se
encontraba casi abatido por los fieros ataques del almirante y ya no
podía seguir respondiendo a sus ataques. Éste, regodeándose con la
próxima victoria, mientras levantaba la catana encima de la cabeza de
"Sangre Negra", dijo:

—Se terminó el juego, capitán Morgan, llegó la hora de tu muerte…

Pero, para sorpresa de Isabel, en vez de que aquel sucio pirata le
suplicara de rodillas por su barata vida, comenzó a reírse a carcajadas.

—¿Qué demonios te parece tan gracioso? ¡¡Dímelo!! —exigió furiosa.

—Mira esto, te tengo una bonita sorpresa… —contestó, y tirando de uno de
los cables que colgaban de uno de los palos del mástil, desde el lugar
en donde había permanecido colgado desde hacía cuatro horas, cayó su tío
Christian, atado entre las gruesas sogas, con la blanca camisa hecha
jirones y completamente ensangrentado para sorpresa y horror de Isabel.
¡Él había estado con vida después de todo!

Colgando al lado de su cruel captor, quien lo tomó del cabello y lo
obligó a despertarse, éste abrió los ojos débilmente y logró distinguir
a su sobrina. Una esperanzada sonrisa iluminó su maltratado rostro.

—…. Sa-sabía… que ibas a… venir por mí… Jacob… —apenas pudo hablar,
pronunciando cariñosamente el apodo que le había dado en su juventud.

La ira de Isabel no tuvo límites, ¡nadie utilizaba a su tío para
detenerla! ¡Nadie lo maltrataba se esa manera!

—Qué lástima que apareciste justo ahora, almirante de pacotilla —comentó
el pirata morbosamente—, pensaba divertirme con tu querido tío esta
misma noche… sabes a lo que me refiero, ¿verdad?

—Maldito infeliz, pagarás por esto… —amenazó, muerta de furia a la vez
que intentó acercarse—. No permitiré que nadie humille de esa manera a
mi tío…

—¡Atrévete a mover un solo pie y te juro que mandaré a éste sucio cerdo
directo al infierno! —amenazó Morgan al almirante mientras sacaba su
mosquete y lo colocaba en la espalda de su prisionero. Pero Isabel,
lejos de amilanarse, replicó:

—¡Hazle daño y te juro que no descansaré hasta atravesarte con mi propia
espada el negro corazón que posees! —ella jamás se permitiría perder
ante el enemigo, ni aunque éste jugara sucio, además, estaba demasiado
confiada en sus propias capacidades y creía que podía rescatar a su tío
fácilmente.

—Maldito, perro inglés… —murmuró furioso "Sangre Negra" mientras
presionaba aún con más fuerza la cabeza del doctor, haciéndolo gemir de
dolor—, me estás poniendo a prueba, pero sé muy bien cómo bajarte los humos…

—¡Tío, Chris! —exclamó el almirante llamando su atención—. ¡Tú sabes que
nunca he permitido que nada se interponga en mi venganza!

El aludido asintió con un temple digno de alabanza; estaba dispuesto a
todo por su sobrina, hasta el final, como siempre lo había estado.

—¡…Hazlo…! —murmuró con una sonrisa, su eterna sonrisa que casi nunca lo
abandonaba. Él jamás hubiera querido ser un estorbo para su sobrina, y
si debía dar su vida por ella, estaba dispuesto a arriesgarla.

Anticipando el movimiento de su enemigo, y como si aquello fuera un
duelo del lejano oeste, el almirante Jacobson desenfundó su otro
mosquete a una velocidad fuera de lo común y la detonó al mismo tiempo
que su enemigo disparaba el suyo.

Por espacio de unos segundos interminables, todo quedó en absoluto
silencio, un silencio sobrecogedor y escalofriante. Los duelistas se
quedaron como petrificados.

Y entonces, llevándose la mano a su estómago, Isabel comprobó con terror
que la bala de Morgan la había alcanzado, atravesando con ello el cuerpo
de su tío. Poco a poco fue alzando la vista hasta que se encontró con la
bondadosa mirada de Christian, despidiéndose de ella.

—… No… te olvides… de ser… feliz, hija mía… —le dijo con sus últimas
fuerzas para luego expirar ante los incrédulos ojos de su sobrina.

Entonces, en aquel mismo momento, el alma de un ángel partía libremente
hacia el cielo, despidiéndose de su amada Isabel y su querida Alwine.

—… No… no… —murmuró escéptica ante lo que veían sus ojos: su tío, su
querido tío a quien nunca había valorado, había muerto gracias a su
arrogancia y testarudez. Ella había permitido su muerte luego de haber
sido torturado sin piedad alguna. ¡Un hombre tan bueno como él no
tendría que haber terminado su vida de aquella manera tan cruel!

—¡N-no puede ser…! ¡Es, es imposible…! ¡¡ES MENTIRA!! ¡¡ES MENTIRA!!
—negó con sus ojos llenos de lágrimas, pero de pronto, escuchó al
capitán de /La Muerte Anunciada /reírse como nunca antes lo había
escuchado reír. ¡Él no había muerto! ¡Imposible! ¿Cómo un hombre tan
cruel como ése no había muerto a cambio de su tío? ¡Aquello no era justo!

—¡¡Wah, jah, jah, jah, jah, jah!! ¡¡Yo soy el vencedor!! ¡¡Le gané al
invencible almirante Jacobson!! —proclamó el terrible pirata Bart
"Sangre Negra" Morgan mientras permanecía parado al lado del cuerpo del
doctor y su cabeza comenzaba a sangrar levemente. La bala de Jacobson
apenas lo había rozado para su buena fortuna, en cambio, su disparo
había perforado a su víctima para luego impactar de lleno en el estómago
del almirante.

—Y ahora… —dijo, poniendo sus aterradores ojos inyectados en sangre
sobre el derrotado oficial disfrazado de pirata—, llegó la hora de que
sufras el doble de lo que sufrió este viejo…

Y mientras comenzaba a acercarse amenazadoramente hacia Isabel, ésta,
por primera vez en su vida, supo lo que era estar aterrada. Si aquel
sujeto la atrapaba y averiguaba que ella era una mujer, la pasaría muy
mal. Sintiendo que el frío de la muerte comenzaba a recorrer su cuerpo
debilitado por la grave herida que tenía, comenzó a retroceder al mismo
tiempo que Morgan avanzaba, hasta que chocó contra la balaustrada y se
cayó por ella, precipitándose inesperadamente a las profundas aguas del mar.

—¡¡NO!! ¡¡MALDITA SEA!! —protestó el capitán de /La Muerte Anunciada/
mientras se aferraba a la balaustrada y trataba de encontrar con sus
ojos el cuerpo del almirante entre la oscuridad del agua sin éxito
alguno—. ¡Ese maldito se me escapó!

—¿N-no es mejor así, capitán? —propuso tímidamente Smith mientras se
acercaba a él—.Ya lo ha derrotado y muy pronto la flota británica estará
el lado de éste barco que terminará hundiéndose irremediablemente, ¿no
sería mejor que nos escapáramos antes de que nos atrapen? Con las
heridas que usted tiene por todo el cuerpo, no creo que pueda
resistírseles por mucho tiempo…

Luego de fulminar al pobre sujeto con su mirada, "Sangre Negra" Morgan
tuvo que darle la razón y decidió que lo mejor era escaparse junto a los
pocos hombres que le habían quedado a bordo de una chalupa, después de
todo, había logrado su objetivo: derrotar al gran e invencible almirante
George Jacobson.

Y mientras el pequeño bote se alejaba a prudencial distancia de /La
Muerte Anunciada/, ésta se fue a pique antes de que el capitán Lazzart y
sus hombres lograran abordarla, ignorando la muerte del doctor Christian
Jacobson y la misteriosa desaparición del almirante Jacobson.



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