Fanfic Piratas del Caribe -El Libro del Destino- *Capítulo 26: Norrington Cae en el Lado Oscuro*

     Resumen de la historia: El capitán Jack Sparrow comete el gran error de ponerse un anillo maldito que lo transformará en mujer y le traerá un sin fin de problemas tanto a él como a quienes lo rodean, amigos y enemigos. Una elección que cambiará la vida y los destinos de todos, en especial del Comodoro James Norrington y el mismo Jack. Esta historia está ambientada después de la primera película y desarrollada durante la segunda y tercera película. Una historia larguísima pero muy entretenida, con drama, humor, acción y romance. ¡Que la disfruten!



*PIRATAS DEL CARIBE: EL LIBRO DEL DESTINO*

CUARTA PARTE: CUESTA ABAJO

¡Jack y Jacky se separaron! ¡ahora son 2! ¡Un hombre y una mujer! ¡Doble problemas para todos! ¿Lograrán cambiar sus destinos y el de los demás? Continuaciòn de La Maldición del Anillo de la Calavera. James y Jacky pasan su primera noche juntos...¿pero será la última?

Género: drama, amistad, acción, suspenso, humor, romance, violencia, aventura, fantasía, erotismo
Pareja: Jacky Sparrow/James Norrington. Elizabeth Swan/Will Turner
Personajes: Jack Sparrow/Jacky Sparrow, James Norringon, Elizabeth Swan, Will Turner, Hector Barbossa ¡y muchos más!
Calificación: para mayores de 18 años
Cantidad de palabras: variable
Duración: 67 capítulos la primera parte, 57 la segunda parte y 51 la última parte.
Estado: finalizado
Escritora: Gabriella Yu
Mi estilo: estoy influenciada tanto por el anime, los dramas asiáticos y la literatura universal. Me gusta hacer pasar a los personajes por duras pruebas.
Aclaraciones: Esta historia la escribí hace más de 10 años, es muy entretenida, no se arrepentirán de haber perdido el tiempo en leerla. Le tengo mucho cariño porque fue una rara mezcla que logré hacer con el drama, humor y acción. 
IMPORTANTE: contiene escenas subidas de tono XD


*Capítulo 26: Norrington Cae en el Lado Oscuro*


Una brisa suave y cálida soplaba todo a lo largo de la playa de arenas
blancas; el cielo, después de tantos días cubierto por oscuros
nubarrones, ahora estaba despejado y con un hermoso color azul en donde
el astro sol demostraba todo su poder sobre los seres vivos, quienes le
debían su total existencia a tan benevolente estrella. El mar, con un
precioso color verde esmeralda cerca de las paradisíacas costas y un
azul muy profundo en la lejanía del horizonte, también demostraba su
enorme majestuosidad ante los espabilados ojos de aquellos quienes le
sabían guardar un profundo respeto y gratitud.

Desde cierta distancia, sobre aquella hermosa playa de isla Tortuga, se
podía distinguir a una pequeña niña de cabello rubio, vestida con sucios
harapos, caminar con pequeños pasos, cortos pero decididos, sobre
aquella arena blanca y tibia. Sus ojos azules demostraban tanto como
determinación, enojo y tristeza, sin abandonar, claro, aquel toque de
infantil ingenuidad típica en una niña de su edad. Ella era Alwine, la
pequeña niña misteriosa con un nombre poco común y una personalidad aún
menos conocida.

Detrás de ella, venía caminando con pasos nerviosos y apresurados la
salvaje e indómita Elena, quien en un rapto de miedo, había entregado al
bondadoso tío de Isabel a manos del terrible pirata "Sangre Negra",
sujeto que había terminado asesinándolo sin demostrar piedad alguna.

Su largo y oscuro cabello ondulado tan sucio como sus largas y
andrajosas ropas, la jovencita caminaba rápidamente detrás de la niña
acompañada por su enorme perro negro que respondía al nombre de "Pirata".

Ninguna de las dos sabía que el siempre amable y sabio doctor había
perecido en manos de aquel pirata sin corazón, aún creían que él estaba
con vida en alguna parte de basto mar que las rodeaba, prisionero bajo
la tiranía de su captor.

—¡Está bien! ¡Admito que me comporté como una tonta! ¡Que cometí un
terrible error! —exclamaba la joven dirigiéndose hacia la ofendida
Alwine—. ¡Ya me arrepentí de lo que hice! ¿Es que no es suficiente con eso?

Entonces, la pequeña niña se detuvo de golpe y giró sobre sí misma para
quedar frente a frente con Elena, como si la desafiara. Frunciendo el
ceño y poniendo los brazos en jarra, declaró con una seriedad un tanto
graciosa para su edad:

—¡No! ¡No es suficiente! ¡Nosotros confiamos en ti y nos traicionaste, y
se llevaron a mi futuro papá! ¡Por tu culpa me quedé sin mi papá!

Y haciendo un gracioso pucherito, la niña se dio media vuelta y siguió
caminando hacia una dirección incierta. Dando un bufido de fastidio,
Elena exclamó:

—¿Dices que no es suficiente para ti? ¡Pues mira esto para que veas que
digo la verdad, pequeña rata caprichosa!

Alwine no quiso mirar, pero el sonido de varios objetos metálicos
cayendo al agua llamó su atención y se volvió para averiguar lo que era,
dándose con la increíble sorpresa de que la joven Elena estaba lanzando
furiosa a las aguas de la costa aquellas condenadas monedas de oro fruto
que habían sido fruto de su codicia y temor, habiéndola llevado a tomar
una decisión tan nefasta como la de entregar a la niña y a su protector
en manos de los piratas.

—¡Mira lo que hago con estas sucias monedas, pequeña rata! —exclamaba
mientras las lanzaba torpemente hacia el mar, presa de un terrible
nerviosismo, angustia y remordimiento—. ¡Ya no las quiero! ¡Las detesto
y me detesto a mí misma!

Y entonces, en ese mismo momento, la muchacha se sentó bruscamente en el
suelo y comenzó a llorar desconsoladamente mientras se cubría su moreno
rostro con ambas manos. Muy sorprendida por ver aquella reacción tan
humana en una chica tan tosca, Alwine se fue acercando lentamente hacia
ella para intentar consolarla de alguna manera, claro que, no tenía ni
idea de lo que tenía que hacer además de sentir una enorme curiosidad
infantil por el motivo del llanto de Elena.

—¿Lloras por lo que le hiciste a mi papá? —le preguntó inocentemente en
cuanto se inclinó para poder verle la cara.

Elena, gimoteando, la miró muy fastidiada y le respondió entre molesta y
lastimada:

—¡Lloro porque soy una tonta y porque /tu/ papá podría haber sido
también /mi/ papá! ¡Y ni siquiera pude darme cuenta a tiempo de que era
/eso/ lo que yo realmente quería! ¡Me asusté de mí misma y quise
quitarme de encima lo que sentía traicionándolos a ustedes! ¡Tuve la
oportunidad de tener una familia y me asusté al sentir que ustedes me
querían cuando nunca nadie lo hizo antes!—exclamó toda llorosa mientras
golpeaba furiosamente el suelo con los puños, aún demasiado confundida
con sus propios sentimientos.

Luego de dar rienda suelta a su rabieta y frustraciones, se puso a hacer
pucheros, y, sentada sobre la arena al estilo indio y cruzada de brazos
muy ceñuda, se dedicó a mirar hacia el horizonte mientras Alwine la
observaba un tanto desconcertada.

De pronto, Elena suspiró y rompió el silencio preguntándole con voz queda:

—¿Crees que alguna vez él me perdonará por lo que le hice?

—Yo creo que sí —asintió pensativa la niña—, él es tan bueno como un ángel.

La joven la miró detenidamente.

—¿…Y crees que querrá ser mi… papá? Yo nunca he tenido uno, ¿sabes?

—Estoy segura de que sí, ¿has visto lo bueno que es? ¡Él estaría
dispuesto a ser el papá de todos los huérfanos! —Se le iluminó el rostro
al recordarlo mientras dirigía su hermosa y soñadora vista hacia el
cielo azul—. ¡Tener un papá así, sería lo mejor de nuestras vidas!

—… Sí… —murmuró Elena tristemente arrepentida por lo que había hecho—,
sería grandioso…

Entonces, la pequeña niña la miró detenidamente e inocentemente se le
ocurrió decir con una sonrisa de oreja a oreja:

—¡Y yo que pensaba que eras una bruja fea y mala, pero te pusiste a
llorar como una nena!

Terriblemente avergonzada por haberle demostrado su debilidad a aquella
"mocosa fastidiosa", Elena se secó rápidamente las lágrimas de sus ojos
oscuros y se puso inmediatamente a la defensiva, sintiéndose muy
humillada y enfadada.

—¿Pensabas que yo era una bruja? —replicó mientras se levantaba y le
propinaba un buen coscorrón en la cabeza—. ¡Pues lo seguirás pensando,
pequeña rata!

—¡Ay! ¡Pero si me vas a pegar así, prefiero no tener a una hermana tan
odiosa y fea como tú! —se quejó mientras se refregaba con la mano su
adolorida cabeza.

—¿¡Qué dijiste, mocosa del demonio!? ¡Ya vas a ver qué tan odiosa puedo
llegar a ser! —la amenazó con un puño dispuesta a volver a hacer uso de
él, por lo que la pequeña Alwine no tuvo más remedio que hacer uso de
todas sus fuerzas para salir corriendo a través de la playa perseguida
insistentemente por Elena y su perro.

Aunque en ese momento ambas se estuvieran peleando, sentían al mismo
tiempo que por fin nacía una especie de "amistad" entre ellas a pesar de
que habían tenido un comienzo lleno de tropezones y desconfianzas, las
unía los mismos sentimientos que le profesaban hacia el buen doctor
Christian Jacobson, quien, sin habérselo propuesto, había unido a
aquellas niñas que provenían de un doloroso pasado en una hermandad que
prometía ser eterna a pesar del terrible error que en un principio había
cometido Elena. ¿Pero no hubiera querido el bondadoso doctor que la
muchacha fuera perdonada a pesar de todo?

Por supuesto que ella y Alwine ignoraban por completo que su querido
doctor Christian Jacobson había muerto, así que, inocentemente,
guardaban grandes esperanzas de volver a encontrarse con él y formar la
familia que tanto anhelaban. Juntas, se habían propuesto encontrarlo y
rescatarlo para que Elena pudiera redimirse de sus culpas y Alwine el
volver a sentirse segura a su lado, pero ¡ay! ¡El pobre y bondadoso
doctor ya había perecido en las manos del cruel pirata Bart "Sangre
Negra" Morgan! ¡Que duro golpe recibirían al saberlo! Todas sus
esperanzas se destrozarían al tener semejante conocimiento…, todas…

--

Aquel mismo mediodía, justo cuando un hermoso navío navegaba en alta mar
en las cálidas aguas caribeñas, uno de sus tripulantes divisó un bulto
aferrado a una tabla que flotaba sobre las grandes olas. Parecía ser uno
de esos pobres diablos castigados por el mar debido a algún terrible
naufragio. En aquellos días, el clima no había sido muy benevolente con
los navegantes…

—¡¡CAPITÁN!! —Avisó el vigía desde su puesto de observación de uno de
los mástiles—. ¡¡HAY UN NÁUFRAGO A BABOR!!

Entonces, toda la tripulación dirigió su atención hacia el lado
izquierdo del barco y comprobaron que lo que había avistado el vigía era
cierto: aquel que flotaba sobre un madero, era un náufrago sin lugar a
dudas.

—¡Lancen de inmediato un bote al agua y que cuatro de ustedes se
encarguen de sacarlo del agua y subirlo a bordo! —ordenó su apuesto
capitán de voz varonil y gallarda.

Sus hombres reaccionaron de inmediato, y luego de unos minutos, lograron
subir al pobre desdichado a la cubierta del barco, quien rápidamente fue
atendido por el médico de a bordo mientras los demás marinos se
acercaban a husmear como su capitán para conocer el estado de la víctima.

—Es extraño, muy extraño… Ha perdido el conocimiento debido a una herida
de bala en el estómago —declaró el doctor en cuanto terminó la
revisación—, perdió mucha sangre y creo que es mejor que la llevemos a
su camarote, capitán.

—¡Que sea, entonces! —Declaró a viva voz el aludido, quien siempre
estaba de muy buen humor—. ¡Y que no se diga que el gran capitán Seagull
Hood, el gran bandido de los siete océanos, que le roba a los ricos y le
da a los pobres, no es un caballero con una dama en apuros! ¡Ja, ja, ja!
—exclamó el alegre y joven capitán de atractiva figura para luego
observar con embeleso y gran curiosidad a la bella joven vestida como un
pirata que habían rescatado de las azules aguas del mar, quien no era
otra más que Isabel Jacobson, la verdadera identidad del almirante
George Jacobson.

Desvanecida sobre la cubierta del /Intrépido Brabucón/ —que así se
bautizaba el barco pirata—, Isabel no tenía idea de lo que tendría que
vivir al lado de aquel extraño pirata de hermosa sonrisa y pícara mirada
a quien jamás olvidaría en toda su vida.

--

—¡¡NORRY!! —exclamó de repente la capitana Jacky Sparrow, despertándose
aterrorizada del pesado sueño al cual la habían forzado entrar.
Completamente desconcertada, se dio cuenta de que se encontraba acostada
en su propia cama de su propia cabina en su querido barco el /Perla
Negra/. ¿Pero por qué se encontraba allí si lo correcto era que tendría
que haber estado combatiendo al lado del comodoro, tratando de escapar a
su propia ejecución?

Un dolor sordo la hizo llevarse la mano en la nuca, recordando entonces
que alguien la había dejado sin sentido mientras escuchaba a James
gritar que se la llevaran de allí. De pronto, todo se aclaró ante sus
ojos y comprendió que la habían alejado de él justo en el momento en que
más la necesitaba. ¡Pero ella debía regresar de inmediato para ayudarlo!

En tan sólo un santiamén, Jacky estuvo fuera de la cama, colocándose las
botas, la casaca, sus armas, la brújula y su sombrero (que estaban sobre
una silla al lado de la cama), se dirigió inmediatamente hacia la
cubierta para dirigir al /Perla Negra/ de regreso a Port Royal y ayudar
a su fastidioso Norry. Siendo originalmente un hombre, la pirata no iba
a perder el tiempo con lamentaciones y llantos inútiles, movida por su
masculina y natural inclinación hacia la acción, pero en cuanto abrió la
puerta que daba a la otra sección de la cabina del capitán, grande fue
su sorpresa cuando se encontró con el propio capitán Jack Sparrow
inclinado sobre la mesa y estudiando concienzudamente unos mapas que se
encontraban completamente extendidos ante sus ojos.

Tenía un semblante muy serio.

Lentamente nuestro querido capitán alzó la vista hasta fijarla sobre su
otro yo al haber sentido sus apresurados pasos, quien aún permanecía
parada al lado de la puerta, observándolo detenidamente.

—Vaya, vaya, vaya… por fin despertaste, mi querida hermanita. Has
dormido como una princesa durante todo un día… —fue la sorprendente
declaración de Jack Sparrow.

—¡¿Durante todo un día?! —exclamó sorprendida—. ¿Pe-ero y qué pasó con
Norry... digo, el comodoro Norrington? ¿En dónde está? ¿Está aquí?

—No, no lo está y no sé en dónde está. La última vez que lo vi, él
estaba luchando contra su propia gente para ayudarnos a escapar…
—respondió tranquilamente mientras se volvía a reclinar sobre los mapas
luego de tomar un sorbo de ron de la botella que tenía a su lado—…
Aunque a estas alturas creo saber en dónde está...

—¿Te refieres al cadalso? ¿Y lo dices tan tranquilo, hermanito? —se
ofendió—. ¡Tenemos que ir ahora mismo a rescatarlo!

Sin siquiera levantar la vista de las latitudes y longitudes de los
mapas que estaba revisando, Jack replicó con el mismo tono de tranquila
indiferencia que antes:

—Sabes muy bien que no se puede, hermanita, estamos a más de un día de
viaje de distancia, jamás llegaremos a tiempo…

—¿A tiempo? ¿Qué quieres decir con eso?

—Que a estas horas ya debe estar colgado del cuello, secándose al sol
como un bacalao como tantos otros compañeros nuestros…

Pero, cuando apenas Jack Sparrow terminó de decir esto, Jacky se le
lanzó encima en un santiamén y lo arrojó al suelo para luego colocarle
peligrosamente el filo de un cuchillo sobre su cuello.

—¡Repite eso si eres valiente, "hermanito"! —amenazó muy enfurecida.

—¡Cla-claro que no, hermanita! ¡N-no soy tan estúpido como para hacerlo!
—se negó muy asustado y sorprendido, agitando las manos y abriendo
enormemente los ojos (que los tenía puestos sobre el cuchillo que lo
amenazaba—. ¡Pe-pero debes admitir que el comodoro Norrington ya debe
estar muerto a estas alturas! ¡Seguramente no habrán tenido piedad con
él esos "puritanos" a causa de su traición! ¡Ya nada podemos hacer por
él más que seguir con nuestras vidas como si nada de esto hubiera
pasado! /¿Savy?/

—… ¿Tú crees? —ironizó Jacky mientras se levantaba de encima y clavaba
el cuchillo sobre la mesa en donde lo había sacado, negándose a creer
que James estaba muerto—. Pues yo prefiero ir a averiguarlo por mis
propios ojos. Nos volveremos de inmediato hacia Port Royal.

Y así, muy decidida, se dirigió inmediatamente hacia la puerta de
salida, pero justo cuando había tomado el picaporte con su mano, Jack
replicó mientras se levantaba del suelo:

—Así que es verdad que te enamoraste del comodoro Norrington, ¿no es
así? Interesante…, muy interesante… —comentó meciéndose la barbilla con
la mano derecha, pensativo y sonriendo malévolamente—. Esto jamás me lo
hubiera esperado… /¿savy?/

—Poco me importa ahora lo que tú pienses, hermanito… —replicó tajante
para luego abrir la puerta para dirigirse hacia la cubierta principal,
dispuesta a reunir a toda su tripulación y dirigirse inmediatamente a
Port Royal en busca de su recién querido y valorado Norry.

—No te ayudarán, hermanita —le advirtió mientras volvía a su
interrumpido trabajo.

—Eso lo veremos, hermanito —replicó con aire desafiante cerrando la
puerta tras de ella.

Una vez que puso ambos pies sobre la cubierta principal, todos los
piratas miembros de la tripulación se volvieron para mirarla con ojos
inquisidores entre sorprendidos y burlones por la reciente noticia de
sus asuntos amorosos, pero decidieron permanecer en el absoluto silencio
por el momento. Jacky no pudo evitar sentirse muy molesta al adivinar lo
que ellos estaban pensando.

—¿Qué me están mirando, partida de piratas de agua dulce? —preguntó
poniéndose a la defensiva—¿Acaso tengo monos en la cara? Pues no veo por
ningún lado al condenado bicho peludo de Barbossa… Y si están pensado
que me estoy refiriendo a su piojoso mono, están muy equivocados, me
estoy refiriendo exclusivamente a él /¿savy?/

Todos suspiraron aliviados al darse cuenta de que el ánimo de su
capitana estaba como debería estar: sarcástico, pues habían temido verla
hecha un manojo de nervios por causa del comodoro.

—¿Cómo se encuentra, mi capitana? ¿Pasó una buena noche? —preguntó
Gibbs, el segundo al mando.

—Como seguramente notará, Señor Gibbs, me encuentro de pie. En cuanto a
lo de pasar una buena noche, no creo poder darle una respuesta
satisfactoria.

Parecía estar muy molesta.

—… Me… imagino que… será debido al comodoro Norrington… ¿no es así, mi
capitana?

Jacky asesinó con la mirada a su contramaestre y, poniendo los brazos en
jarra, se acercó a él lo suficiente como para que la punta de sus
narices casi chocaran entre sí.

—¿Y qué le hace suponer la suposición ésa de que no pude dormir bien por
la suposición que usted supone, maestre Gibbs?

Un tanto nervioso, el pobre hombre comenzó a balbucear incoherencias
sobre cómo explicarse, aparte, claro, que intentaba al mismo tiempo
entender la extraña jerga de la "hermana" de su capitán.

—Lo suponemos porque tú misma declaraste que amabas a ése hombre
—intervino Ana María, caminando desafiante hacia su capitana y con los
brazos cruzados.

Jacky Sparrow se le quedó mirando por unos instantes un tanto
desconcertada, ¿sería capaz de volver a declarar lo mismo ante todos
ellos? ¿Estaba lista para recibir sus burlas al respecto? Un subido
color rojo coloreó sus mejillas.

—¿Yo dije eso? —replicó mientras se rascaba la cabeza haciéndose la
desentendida—. La verdad, es que no me acuerdo…

—No lo niegues, te escuchamos muy bien cuando dijiste que amabas a ese
sujeto despreciable.

—¿¡Despreciable!? —repitió muy ofendida. Jacky no toleraría jamás
semejante afrenta hacia su querido Norry—. ¡Te equivocas, Ana María! ¡Él
no es ninguna persona despreciable!

—¿A no? Pues, si no te acuerdas, él siempre nos ha estado persiguiendo
para poder capturarnos y mandarnos a la horca como hizo con tantos otros
compañeros nuestros. ¿No te parece eso bastante despreciable?

—Ana María tiene razón, capitana, el comodoro Norrington no es un hombre
muy agradable de tratar, y menos cuando se es un pirata… Eso puedo
asegurárselo puesto que yo lo he conocido muy bien cuando navegaba bajo
su mando —declaró Gibbs.

—Y no olvide que la condenó a usted a la horca, capitana —apuntó Marty,
el enano.

—¡Pe-pero luego me salvó la vida al final! —exclamó la desesperada
pirata, llena de preocupación y angustia al enterarse de lo que opinaban
su propia gente en contra de Norrington. Aquello pintaba muy mal para
sus planes de rescate.

—Eso demuestra lo inestable que es ese sujeto —replicó Ana María
sacándola de sus pensamientos—. Una persona así no es de confiar.

Todos los demás piratas comenzaron a murmurar entre ellos, dándole la
razón a las palabras de Ana María, Gibbs y Marty. Entonces, en ese
preciso momento, la capitana Jacky comprendió que ellos no estarían nada
dispuestos a salvar la poca valorada vida de Norry. ¿Es que ella había
sido la única persona que había visto su verdadera personalidad? Él no
era una mala persona, solamente era un poco gruñón y un tanto severo
consigo mismo y los demás. Sabiendo que su Norry había sido criado con
una fuerte disciplina, convicciones y valores, aún poseía un cálido
corazón que anhelaba tanto amar como y ser amado.

—Te dije que ellos no estarían dispuestos a ayudarte, hermanita —le oyó
decir a Jack, sacándola de sus cavilaciones, quien permanecía apoyado en
la puerta de la cabina, observándolo todo de brazos cruzados—. El
comodoro Norrington no es muy querido por estos lugares…, y creo,
además, que él solito se la buscó por ser tan odioso, orgulloso,
arrogante, inglés y presuntuoso con todo el mundo.

Jacky, muy molesta por aquellos desagradables (pero ciertos) adjetivos,
se volvió sobre sí misma para replicarle, pero el contramaestre Gibbs la
interrumpió antes de que ella hablara.

—¿En qué no estaríamos dispuestos ha ayudar a su hermana, capitán?

—En regresar a Port Royal y rescatar al comodoro Norrington de la horca,
señor Gibbs.

Todos volvieron sus incrédulos y asombrados ojos hacia Jacky, quien
sintió que aquellos estaban a un paso de lincharla por haber querido
sugerir semejante propuesta.

—¿¡Pero acaso te has vuelto loca, mujer!? —replicó al instante la
siempre impulsiva Ana María, colocándose tan cerca de la acusada que
ésta se vio obligada a inclinarse hacia atrás y colocar sus manos como
un escudo—. ¡¿Cómo se te ocurre que te ayudaremos a rescatar a ese
antipático hombre?! ¡¡Jamás arriesgaríamos nuestro cuello por una
empresa tan inútil como esa!! ¡¡Yo digo que "NO"!! ¡¿Y ustedes, muchachos?!

Como tenían varias razones más que obvias para dar su negativa, todos
respondieron con un rotundo "no" a la propuesta de la pobre y
desesperada capitana. Nadie estaba dispuesto a ayudar al comodoro y ni
siquiera a su propia capitana.

Furiosa al notar que nadie era capaz de ver aunque sea un poco de bondad
en la estoica persona de su querido oficial de la marina, comprendiendo
con tristeza en lo solo que debía sentirse su Norry al no ser querido
por la gran mayoría de las personas debido a su personalidad tan cerrada
y distante, decidió que no necesitaba a nadie para que la ayudara en su
alocada empresa y que bastaba ella sola para ir a rescatar a su
"caballo-caballero".

—¡Bueno! —replicó furiosa—¡Si eso es lo que ustedes piensan, pues pueden
irse a freír espárragos! ¡Basto yo solo para ir a rescatarlo!

Pero en cuanto quiso dirigir sus pasos hacia uno de los botes salvavidas
del /Perla/, el capitán Jack Sparrow ordenó rápidamente que la
detuvieran antes de cometer semejante locura. Forcejeando entre los
brazos de los piratas que la detuvieron, Jacky quiso saber el motivo por
el que no la dejaba marcharse.

—¿Qué más te da si me voy? —protestó—. ¡Podrás quedarte tú solo con el
/Perla Negra/!

Negando muy pesaroso con la cabeza, su hermano se le acercó y le dijo
mientras le acariciaba la cabeza como si fuera una niña malcriada y
caprichosa que no hacía otra cosa que dar lástima con su testaruda actitud:

—¡Ay, hermanita, hermanita! ¡Veo que el amor te ha trastornado tanto que
te has quedado completamente ciega! ¡Hasta dices incoherencias! ¿Es que
no te das cuenta de que el comodoro no te conviene? ¡Es más aburrido que
una ostra!

—¡Eso no es cierto! ¡Y tú lo sabes muy bien! —rebatió, pero al siguiente
segundo, pareció dudarlo—. Bueno…, admito que es un poquitín aburrido el
pobre, pero eso no significa que no me convenga…

—Olvídate de él, estás perdiendo el tiempo —aconsejó Ana María—, a estas
alturas ya debe estar muerto, y si todavía no lo está, estoy segura de
que muy pronto lo estará.

—¡Que un mal rayo te parta en dos si eso es cierto! —replicó furiosa.
¿Por qué odiaban tanto a Norry? ¡Oh, sí! ¡Lo había olvidado! ¡Él era un
cazador de piratas!

—Pero, capitana —intervino Gibbs—, aunque quisiéramos regresar, ya sería
demasiado tarde para el comodoro Norrington. Ana María tiene razón, ya
no podemos hacer nada por él.

—Escucha a tu gente, hermanita, ellos hablan con la verdad —le dijo con
suavidad el capitán Jack Sparrow—. Te sugiero que te olvides de
Norrington (que jamás valió la pena) y te enfoques en nuestro futuro
como ¡los hermanos piratas más conocidos de los siete mares!

Y acercándose a ella, le susurró secretamente al oído de modo que nadie
más lo escuchara:

—Tengo algo muy importante qué contarte y recordarte, mi querida
hermanita, y es mejor que te lo cuente cuando volvamos a estar a solas
en nuestro camarote…

Y antes de que Jacky replicara a eso, su "hermano" ordenó que la
encerraran en su cabina para asegurarse de que no intentara volver a
escaparse. Y, mientras se la llevaban entre fieros forcejeos, ella,
dolida con eso de que Norry no valía la pena, exclamó:

—¡Jack, maldito embustero! ¡Cuando estábamos en casa de Norrington, tú
me dijiste que ambos sentíamos y pensábamos los mismo que el otro porque
compartíamos nuestra única alma! ¿Cómo puedes entonces fingir que no
amas a Norry cuando estuviste dispuesto en la Isla del Cuello Torcido a
convertirte para siempre en una mujer para poder permanecer a su lado?

Completamente estupefactos al escuchar semejante declaración tan
inesperada, toda la tripulación volvieron sus prejuiciosos e
inquisidores ojos hacia el sonrojado capitán Jack Sparrow, quien, al
verse al descubierto e indagado se esa manera, comenzó a balbucear y a
decir incoherencias debido a lo nervioso que se había puesto gracias a
los sorprendentes dichos de su hermana.

—¡Te equivocas, hermanita! —quiso rebatirle poniendo los brazos en
jarra—. ¡Mi amor por él se fue contigo cuando nos separamos!

Sonriendo tontamente al creer que le había ganado aquella pulseada a
Jacky, poco a poco dejó de reírse cuando por fin se dio cuenta de lo que
había dicho. Él solito de había encargado de desprestigiarse aún más
frente a su propia tripulación, quienes no pudieron evitar mirarlo con
cierta aprensión.

Y mientras Cotton y otro de los piratas se llevaban a la capitana Jacky
Sparrow hacia su camarote, la sonriente prisionera pudo escuchar cómo
los demás integrantes de la tripulación del /Perla/, comenzaban a
mofarse de su propio capitán y su antiguo amor por un oficial de la marina.

--

Mientras tanto, a muchas leguas de distancia, en la plaza de las
ejecuciones en el fuerte de Port Royal, el ex oficial de la Royal Navy,
el ex comodoro James Norrington, estaba a punto de ser ejecutado en la
horca bajo el ritmo de los tambores de los marines de casacas rojas. De
nada había valido el pedido de indulgencia por parte del gobernador
Swann y su hija, los magistrados del pueblo estaban muy seguros de su
traición y debían condenarlo al cadalso si no querían una sublevación
por parte de los pobladores afectados por la muerte de sus parientes en
el reciente naufragio, responsabilizando tamaña catástrofe al afligido
comodoro Norrington.

Con su traje de oficial sucio y estropeado, con el cuerpo repleto de
magulladuras debido a la paliza que le había propinado la misma gente en
cuanto apenas lo habían atrapado cuando evitó que ahorcaran a Jacky, con
las manos atadas detrás de su espalda y soportando las terribles
imprecaciones hacia su persona mientras que de vez en cuando alguna que
otra fruta u hortaliza volaba directamente hacia él para manchar su
honor y su traje, aún cuando todo estaba en su contra y con nada a su
favor, Norrington seguía manteniendo su temple orgulloso y altivo —a
pesar de que estuviera completamente abatido en su interior—, no
demostraba más que valor ante la adversidad y mantenía una férrea
esperanza en que su amada Jacky apareciera de un momento a otro para ir
rescatarlo. Pero a medida que el momento de la ejecución iba avanzando,
aquellas esperanzas comenzaron a convertirse irremediablemente en
desesperación y desesperanza, temiendo cada vez más que su preciosa
pirata jamás aparecería entre la gente blandiendo su sable en pos de su
rescate.

Desesperada por tener que presenciar la ejecución de quien antes había
sido su amigo y ex pretendiente, la pobre Elizabeth no podía hacer otra
cosa que aferrarse fuertemente al brazo de su padre, quien se mostraba
pálido como un muerto al verse obligado a permitir la ejecución de su
oficial favorito. ¿Qué más podía hacer? No tenía otra opción que
permitirlo por más que se opusiera.

—¡Padre! —exclamó desesperada su hija—. ¡No lo permitas! ¡Haz algo!
¡James solamente siguió su corazón! ¡Por primera vez se dejó llevar por
sus sentimientos! ¡Esto no es justo para él!

Abatido, Weathervy volvió su triste mirada hacia su hija y le dijo:

—Si hago algo, querida hija, me verás luego ocupando el lugar del comodoro…

Desconcertada, Elizabeth se dio por vencida y dirigió su afligida mirada
hacia su prometido, el apuesto Will Turner, quien permanecía nuevamente
mezclado entre toda aquella furiosa gente que buscaba una manera de
liberar el tremendo dolor causado por la pérdida de sus parientes.
Padres, madres, hijos, hijas, hermanos, hermanas, todos querían cobrar
venganza por sus muertes, y si no habían podido con aquella pirata, lo
harían con el traidor.

Will también se encontraba muy abatido por aquella extraña situación,
pues no sentía gran aprecio por aquel hombre, más bien, siempre habían
tenido sus altercados debido a sus personalidades tan diferentes entre
sí y principalmente por sus afectos hacia Elizabeth. No podía evitar
sentirse culpable al haber sospechado de manera tan ridícula sobre los
verdaderos motivos de Norrington en aprisionar a Jacky Sparrow, pues al
descubrir él y Elizabeth que en vez de /un/ capitán Jack Sparrow, habían
en realidad /dos/ capitanes Jack Sparrow: un hombre y una mujer, todo,
absolutamente todo lo que habían dicho Norrington y la versión femenina
del capitán Jack Sparrow había sido la completa verdad. Ambos habían
planeado casarse, pero todo había resultado un rotundo fracaso para el
comodoro y Jacky… Y ellos que no les habían creído… Ahora el comodoro
Norrington estaba a punto de pagar el precio por desviarse del camino
que se había trazado, y lo iba a pagar con el precio más alto: su vida.
Atribulado, el pobre muchacho no sabía cómo actuar en aquel momento,
pues, lamentablemente, no se sentía muy inclinado a arriesgar su vida
por alguien a quien aún consideraba su adversario.

El magistrado de turno comenzó a proclamar las acusaciones de las que
era responsable el acusado. ¿Pues cuál era la más grave?: alta traición
por haber sido el responsable de encubrir a una pirata, liberarla y
causar la muerte de 150 hombres bajo su irresponsable autoridad. La
sentencia: debía ser ejecutado en el cadalso con celeridad y sin piedad
alguna. Todo el pueblo así lo quería.

Muerto de angustia y desesperación al ver que las cosas iban de mal en
peor y que parecía que Jacky no iba a aparecer por ningún lado para
sacarlo que aquella situación tan penosa, James, con el corazón
golpeándole con furia en el pecho, sudando frío y temblando como una
hoja, miraba de aquí para allá buscando a su amada, sumergido en la
angustia y pidiendo ser rescatado por ella, anhelando aunque sea el
momento de verla tan sólo un instante antes que sus ojos se nublaran con
el frío y ineludible velo de la muerte. Pero ella no se encontraba en
ningún lado, ni mezclada entre la multitud ni oculta en algún secreto
escondrijo. Jacky no estaba y él había comenzado a pensar que a ella ya
no le interesaba ni pizca ni su vida ni su sufrimiento.

Comenzó a angustiarse aún más cuando sintió que el cruel verdugo le
ajustaba aún más la áspera soga al cuello. Un terrible y frío
estremecimiento recorrió toda su columna vertebral al saber que su hora
se acercaba irremediablemente y nadie iba a evitarlo porque no había
nadie que realmente quisiera evitarlo. Si en vez de él estuviera el
capitán Sparrow, Turner o Elizabeth en la horca, seguramente alguien ya
habría actuado para rescatarlos, pero él no era ni sería jamás ninguno
de ellos, por lo tanto, nadie lo ayudaría, pues no tenía amigos y se lo
tenía bien merecido. Era más que seguro que su padre nada hubiera hecho
para evitar aquella ejecución si se hubiese enterado a tiempo, pues
conociéndolo como lo conocía, sabía que su veredicto hubiera sido el
mismo que el del almirantazgo: la ejecución marcial.

El repiqueteo de los tambores anunció la fase final de la ejecución,
James sintió cómo su corazón comenzó a quebrársele completamente tras el
doloroso abandono de su querida Jacky, sus esperanzas comenzaron a
desvanecerse rápidamente y unas lágrimas repletas de dolor comenzaron a
rodar por sus pálidas mejillas. Ella jamás lo había querido de verdad,
lo mismo que su padre y la gente de Port Royal, ni siquiera Elizabeth;
nadie había valorado todo lo que se había esforzado tanto en lograr para
ser alguien en la vida, todo había sido hecho completamente en vano…

Volvió a buscarla desesperadamente entre la multitud, pero no la encontró.

Porque ella no estaba allí…

Nadie estaba allí para rescatarlo… Nadie lo quería lo suficiente como
para arriesgar el cuello por él… Nadie…

Volvió a buscarla desesperadamente entre la multitud, pero no la encontró.

Porque Jacky no estaba allí… Ella jamás estaría allí… porque nunca le
interesó…

"¡Me mintió! ¡Ella me mintió otra vez! —Pensaba lleno de dolor y
aflicción—. ¡Y yo que le creí de nuevo! ¡Pero qué insensato fui!
¡Arriesgué mi vida en vano! ¡Ya todo está perdido! ¡¡Jacky jamás me amó
de verdad!!".

De pronto, la trampilla que estaba bajo sus pies cedió y lo lanzó a un
pavoroso vacío, la cuerda alrededor se su cuello se cerró
inmediatamente, impidiéndole respirar el tan necesario aire. El dolor
que le causaba semejante castigo era terrible, pero la horrorosa
sensación de ahogo era prácticamente indescriptible. Entonces, las
fuerzas comenzaron a abandonarle así como su conciencia, y lo último que
logró pensar entre tanta desesperación, fue lo siguiente:

"Si tan sólo tuviera otra oportunidad de vivir… ¡Dios! ¡Cómo me vengaría
de quienes me abandonaron de esta manera tan cruel! ¡Los odio a todos!
¡A todos! ¡Ojalá pudiera hacerles pagar por todo lo que he sufrido y
estoy sufriendo en este momento…!"

Entonces, todo a su alrededor se volvió oscuro, ya no podía ver ni oír a
aquellas personas que lo insultaban sin cesar, ya no respiraba. Ya no
vería a Jacky nunca más… porque ella no estaba allí… porque ella no lo
amaba… Solamente la muerte lo esperaba con los brazos abiertos… ¡Si tan
sólo tuviera otra oportunidad!

Ahogando con su mano un grito de terror, la joven y hermosa Elizabeth
escondió su rostro entre la larga peluca gris de su padre, y éste, tan
lívido como un muerto, se había quedado con los ojos completamente
abiertos por la impresión de ver a su oficial favorito retorcerse de
dolor. Will solamente atinó a cerrar los ojos y volver su rostro hacia
un costado, con los puños tan fuertemente cerrados por la impotencia que
sentía, que logró lastimarse hasta hacerse sangre. Hasta el pobre del
teniente Gillette, que ya estaba mejor de su herida, se sentía
terriblemente desgraciado al verse obligado a presenciar la muerte de su
mentor desde las filas de lo oficiales.

Aquel hubiera sido el final del comodoro James Norrington si en aquel
preciso momento no hubiera aparecido una enorme cantidad de ganado
bobino que comenzó a invadir toda la plaza de ejecución, atropellando y
destruyendo todo a su paso en su nerviosa y apresurada corrida. Tanto
los pobladores que estaban presenciando la ejecución, los marines, los
fusileros y los oficiales, corrieron como desesperados para salvar sus
vidas y no ser atropellados por aquellas pesadas masas de carne.
Entonces, justo en ese crucial momento, una carreta apareció a toda
velocidad conducida por madame Annete Foubert y el pequeño italianito
llamado Billy, quienes se dirigieron inmediatamente hacia la plataforma
de ejecución en donde todavía colgaba el ya desfallecido ex comodoro.
Una vez que la carreta se detuvo, Billy saltó hacia la plataforma y
logró cortar con poco esfuerzo con un cuchillo bien afilado la soga de
la que colgaba su tutor, y una vez liberado y con ayuda de la francesa,
lograron introducir el cuerpo del ejecutado en la carreta para luego
azuzar a los caballos y salir disparados hacia el puerto mezclados entre
la enorme masa de vacas bajo el acoso de algunos disparos de fusil,
desapareciendo de la vista de los pocos que habían permanecido en aquel
lugar y arriesgando su vida entre aquellos animales que, si bien los
habían ayudado, también podían hacerlos volcar.

Desde el inicio de aquella batahola, el joven William Turner había
permanecido al lado de su prometida para protegerla de aquella estampida
de ganado. Con su padre totalmente escandalizado y tratando de oler su
frasquito de sales para no desmayarse de la impresión, Elizabeth
observaba maravillada todo lo que había ocurrido. Por lo menos, alguien
se había preocupado por James lo suficiente como para arriesgar su vida
por él, pero la inquietaba el hecho de que no fuera Jacky Sparrow quien
lo hubiera salvado.

—Si no ha muerto con esto, no sé qué sucederá con Norrington, Elizabeth
—dijo Will, interrumpiendo aquellos pensamientos—, él no está
acostumbrado a estar fuera de la Ley.

La chica se volvió para mirarlo muy preocupada, su novio tenía toda la
razón. ¿Qué sucedería con James de ahora en adelante?

--

Mientras Billy dirigía la carreta a toda velocidad hacia el muelle y
Annete intentaba reanimar al desfallecido con gran desesperación, un
pequeño barco los aguardaba presto para hacerse a la mar.

¿Cómo habían logrado realizar semejante plan? Pues la temible estampida
de reces había sido posible gracias a la ayuda de varios criadores
amigos de Timothy y Lousie, el cochero y la cocinera del ex comodoro. La
estirada ama de llaves, Kinderhouse y la despistada criada llamada Jane,
eran quienes habían aflojado las sillas de los caballos de los
militares, quienes, al montarlos para salir en persecución de los
fugitivos, se habían dado un buen porrazo en el suelo, retrasándolos
deliberadamente. El pequeño barco pertenecía a un buen amigo de Charles,
el viejo mayordomo de Norrington, quien era uno de los tantos pescadores
que trabajaban en aquel lugar y se encargaría de llevarlos a algún lugar
seguro.

Todos ellos habían decidido darle una última ayuda a su amo como una
manera de despedirse de él, pues sabían muy bien que no lo volverían a
ver nunca más y que nada iba a volver a ser como antes. Afortunadamente,
ninguno de ellos le tenía recelo ni había salido afectado por la muerte
de los marines en el trágico naufragio pasado, sino, la historia podría
haber sido diferente.

Todo había sido tan bien planeado, que las vidas de estos fieles
sirvientes no corrían ningún riesgo si permanecían en Port Royal.

—¿Cómo se encuentra? —preguntó el pescador mientras los ayudaba a
meterlo al viejo barco.

—Aún no despierta —respondió Annete llena de aflicción—. Me temo que
tardamos demasiado en rescatarlo…

El pequeño Billy no pudo evitar un pequeño sollozo de desesperación, el
viejo y flacucho pescador se compadeció de él y le colocó bruscamente
una mano sobre su rizada cabeza morena.

—Estoy seguro de que se recuperará, señora —la miró—, el comodoro
Norrington es un hombre joven y fuerte. Tenga fe.

Madame Foubert asintió.

—Gracias por ayudarnos, pero… ¿no lo buscarán a usted para acusarlo de
conspiración?

El viejo soltó una carcajada mientras desamarraba el pequeño barco
pesquero del tronco que lo sujetaba.

—No se preocupe por eso, señora. Yo ya soy un hombre muy viejo y estoy
preparado para cualquier cosa… Además, no tengo a nadie en este lugar y
me da igual a dónde pueda vivir ahora… A propósito de irse, señora —la
miró interrogativamente—… ¿hacia dónde nos dirigiremos?

Ella no supo qué responder, y, mirando hacia el horizonte en donde el
mar y el cielo se juntaban con un moribundo sol, respondió dubitativa:

—No lo sé…, pero lo que sí sé es que su padre no lo querrá de vuelta en
su casa nunca más…

El pescador se le quedó mirando por unos instantes y soltó otra risotada
más mientras se encargaba de bajar las velas y manejar el timón.

—¿Así que el comodoro Norrington tiene un padre muy duro? ¡Ja, ja, ja!
¡Eso explica muchas cosas!

—Sí… —admitió tristemente la ex institutriz mientras seguía con sus
intentos de reanimar a su ex pupilo colocando suavemente su despeinada
cabeza sobre su regazo y comenzaba a abanicarlo con su abanico tratando
de que el aire le devolviera un poco de color a aquel rostro un tanto
pálido y violáceo—, el almirante Lawrence Norrington siempre fue muy
severo con mi niño…, demasiado severo…

—¡Ja, ja, ja! ¡Un hombre sin suerte! ¡Un hombre sin suerte! —declaró el
pescador no sin cierta razón.

De pronto, James Norrington se despertó sorpresivamente y comenzó a
toser con todas sus fuerzas mientras se incorporaba trabajosamente del
regazo de Annete y se llevaba una de sus manos a la garganta mientras
con la otra se apoyaba en la cubierta. Aún estaba muy mareado y no podía
ordenar sus ideas con claridad.

—¡¡ja, ja, ja!! —se rió alegremente el viejo pescador—. ¿Lo ve, señora?
¡Le dije que el comodoro era un hombre muy fuerte! ¡Seguramente debe ser
tan testarudo como su padre!

Rápidamente, Annete y Billy quisieron aliviarlo dándole un poco de agua
en un jarro, pero James, tomando repentinamente la mano de su ex niñera,
la observó seriamente a los ojos y le dijo con un hilo de voz:

—… De-debemos dirigirnos… hacia To-Tortuga… Es, es el único lugar… al
que merezco ir…

Y cuando apenas terminó de decir esto, el ex comodoro James Norrington
volvió a perder el conocimiento y se desmayó sobre los brazos de la
sorprendida francesa.

—¿A dónde dijo que quería ir? —gritó más preguntó el viejo, pues siempre
hablaba en voz alta.

—… A Tortuga… —respondió casi en un murmullo—, quiere ir a Tortuga…

—¡A Tortuga! ¡ja, ja, ja! ¡A Tortuga! ¡El gran comodoro Norrington
quiere ir a Tortuga! ¿Pero quién se lo hubiera imaginado? ¡¡ja, ja, ja!!
—se rió el pescador, que, aunque era un poco pesado, tenía toda razón.
¿Quién se hubiera imaginado que el gran comodoro Norrington, el temible
cazador de piratas en el Mar del Caribe, querría irse a vivir a una isla
repleta de sus peores enemigos?

Y mientras la pequeña barcaza desaparecía en el oscurecido horizonte
rumbo a Tortuga, también desaparecían los buenos sentimientos que James
aún mantenía en su estricto corazón, volviendo su alma tan oscura como
el camino que estaba a punto se seguir por su propia voluntad en una
ciega manera de buscar una terrible venganza contra quienes lo habían
humillado y abandonado, sin darse cuenta de que ése camino que estaba
dispuesto a seguir, lo conduciría al irremediable final de sus días.



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