Fanfic Piratas del Caribe -Bajo la Espada de Odìn- *Capítulo 15: Elección, Sacrificio y Esperanza.*

              Resumen de la historia: El capitán Jack Sparrow comete el gran error de ponerse un anillo maldito que lo transformará en mujer y le traerá un sin fin de problemas tanto a él como a quienes lo rodean, amigos y enemigos. Una elección que cambiará la vida y los destinos de todos, en especial del Comodoro James Norrington y el mismo Jack. Esta historia está ambientada después de la primera película y desarrollada durante la segunda y tercera película. Una historia larguísima pero muy entretenida, con drama, humor, acción y romance. ¡Que la disfruten!



*PIRATAS DEL CARIBE: BAJO LA ESPADA DE ODÍN*

LIBRO SEGUNDO: EN EL FIN DEL MUNDO

SEGUNDA PARTE: RESCATANDO AL CAPITÁN SPARROW


Beckett quiere gobernar el mundo;Morgan quiere asesinar a todos;Jack y jacky quieren ser uno solo;Will quiere liberar a su padre;Isabel quiere vengar a sus padres;James quiere encontrar el perdón. ¿Quién lo logrará?Cont de El Libro del Destino. EL FINAL

Género: drama, amistad, acción, suspenso, humor, romance, violencia, aventura, fantasía, erotismo
Pareja: Jacky Sparrow/James Norrington. Elizabeth Swan/Will Turner
Personajes: Jack Sparrow/Jacky Sparrow, James Norringon, Elizabeth Swan, Will Turner, Hector Barbossa ¡y muchos más!
Calificación: para mayores de 18 años
Cantidad de palabras: variable
Duración: 67 capítulos la primera parte, 57 la segunda parte y 51 la última parte.
Estado: finalizado (Publicada en Fanfiction el 17 de Agosto del 2009 hasta el 21 de Marzo del 2011)
Escritora: Gabriella Yu
Mi estilo: estoy influenciada tanto por el anime, los dramas asiáticos y la literatura universal. Me gusta hacer pasar a los personajes por duras pruebas.
Aclaraciones: Esta historia la escribí hace más de 10 años, es muy entretenida, no se arrepentirán de haber perdido el tiempo en leerla. Le tengo mucho cariño porque fue una rara mezcla que logré hacer con el drama, humor y acción. 
IMPORTANTE: contiene escenas subidas de tono XD


*Capítulo 15: Elección, Sacrificio y Esperanza.*


Varios días después, navegando en las cálidas aguas caribeñas, el
/Endeavour, /el barco insignia que transportaba a Lord Beckett, se
dirigía hacia el lugar de la masacre provocada por el /Holandés Errante/
y el mítico pero muy real Kraken.

Mientras los oficiales de alto rango expertos en estrategias militares
ensayaban algunas maniobras marciales con pequeños navíos de guerra,
Beckett, complicado por una serie de preguntas luego de haber escuchado
el reporte del recién llegado Mercer, dijo mientras atrapaba con la mano
una moneda que él mismo había hecho girar como un trompo sobre la mesa:

—Una pieza de ocho… ¿Dices que son nueve?

—Mi nuevo amigo de Singapur fue muy específico, señor: nueve piezas de
ocho —aseguró su lacayo favorito, parado frente al escritorio.

—Me pregunto cuál es el significado de este dinar… —miró fijamente la
moneda, lleno de curiosidad y preocupación.

—¿Acaso es importante? No hay nadie que pueda vencer a nuestra armada,
no mientras tengamos al /Holandés Errante /—sonrió, muy confiado en sus
propias palabras.

—Nadie, hasta ahora… —replicó Cutler, no tan seguro como Mercer,
borrándole la sonrisa de inmediato—. ¿Y tu amigo… no mencionó dónde se
va ha reunir la Hermandad?

—Dijo muy poco, Señor.

—Mmm… Veo que conoce el valor de la información… Mantengamos esto entre
nosotros —, susurró, mirándolo significativamente para luego dirigir su
atención hacia el mismísimo gobernador Weathervy Swann, quien se
encontraba trabajando de muy mala gana en su propio escritorio, al otro
lado del camarote, firmando papeles de importancia—. ¿No queremos que
nadie se escape a Singapur, verdad? … ¡Ah! ¡Almirante! —exclamó al ver
entrar a James Norrington a su oficina.

—¿Usted me llamó, Lord Beckett? —preguntó con voz impasible,
deteniéndose frente a él, seguido por su inseparable Billy.

Luego de su enfrentamiento con Isabel, ambos se habían separado tomando
caminos diferentes. Él, restableciéndose de sus heridas tanto físicas
como emocionales, había decidido seguir con su trabajo, ya que era lo
único que le quedaba para seguir adelante luego de haber perdido el amor
de Jacky, esperando poder ponerle fin a su existencia de alguna manera
menos deshonrosa. Se había traído al joven Billy para que le sirviera
como ayudante de cámara y para no dejarlo sólo en la ya muy insegura
Port Royal. Isabel, en cambio, luego de haber tenido una reunión secreta
con Beckett el día después de su doloroso "despertar", se había marchado
hacia algún destino desconocido para James, puesto que ella no le había
mencionado nada al respecto y no habían cruzado palabra alguna.

—Sí, lo he llamado —le respondió aquel malvado hombrecillo que tanto
odiaba—. Ahí hay un obsequio para usted: una vieja amiga para su nuevo
cargo… —le señaló hacia su costado izquierdo con una leve inclinación de
cabeza.

Para la sorpresa de James, un esbelto y alargado cofre de madera se
encontraba sobre una mesita: obviamente era un estuche de espada.

Sobrecogido por las significativas palabras de Beckett, James se dirigió
lentamente hacia aquel estuche y lo abrió… sólo para encontrarse con el
hermoso sable que el joven William Tuner le había hecho por pedido del
gobernado Swann para cuando fue ascendido al cargo de comodoro. Aquella
simple arma realizada con tanta maestría representaba para él el final
de tiempos pasados más venturosos. Tiempos mejores que nunca
regresarían, cuando su relación con el gobernador era más que buena,
cuando Elizabeth aún representaba el ideal de amor que él siempre había
buscado, cuando aún era respetado por los habitantes de Port Royal y,
principalmente, cuando su alma no se había corrompido por la avaricia,
la culpa y la pena.

—¡Uf! ¿Más órdenes de confiscación? —se quejó el gobernador de Port
Royal cuando uno de los secretarios le había dejado otro montón de
papeles sobre el escritorio. En ningún momento le había dirigido ni
siquiera una pequeña mirada a James.

—No, Señor: una ejecución —le respondió el aludido, sobresaltándolo. ¿A
quién más tenía que mandar al cadalso? ¡Habían sido tantos en los
últimos meses! Todos bajo su firma… Su sobrecogimiento fue interrumpido
por el fino y veloz sonido de un sable desenvainándose. James Norrington
había tomado aquella arma tan representativa, mirándola detenidamente.

Lord Beckett había estado observando detenidamente cada movimiento que
el oficial había hecho y, al ver que por fin éste había tomado aquella
espada, decidió seguir con su conversación don Mercer.

—La hermandad sabe…

—No puedo aceptar esta espada —lo interrumpió el almirante, aún con los
ojos puestos en el arma, tan quieto como una estatua.

Cutler Beckett, molesto e intrigado, se volvió hacia él.

—¿Y por qué no, almirante Norrington? No hay otra cosa más apropiada
para usted.

Palabras muy certeras…

El aludido se volvió hacia él, una gran determinación se reflejaba en su
rostro; determinación que a Beckett no le gustó ni pizca.

—Porque he decidido presentarle mi dimisión, Lord Beckett —fue la
sorprendente réplica. Billy lo miró tan sorprendido como Weathervy, que
había dejado escapar la pluma de su mano. ¡Norrington por fin iba a
revelarse contra un superior!

—¿Su… dimisión, dice? —se levantó lentamente, un destello de ira brilló
en sus ojos como un par de relámpagos—. Usted no tiene derecho a
renunciar a su cargo que tan amablemente le otorgué, almirante.

—No quiero un rango ganado con traición —James insistió, guardando la
espada en su estuche con sumo cuidado, volviéndose luego hacia su
superior—. Mi dimisión es indiscutible, señor.

—¿Indiscutible, dice? —sonrió, acercándose a él con paso lento, una
sonrisa cruel dibujada en su rostro—. ¿Y cree que seguiría siendo
indiscutible si le dijera que de usted depende que la hija del
gobernador Swann no pierda la vida?

—¿¡Cómo!? ¿¡Mi hija aún está con vida!? —exclamó estupefacto,
levantándose de su asiento, frenético—. ¡Pero usted me dijo que había
muerto devorada por el Kraken!

—Oh, bueno… —el aludido volvió el rostro hacia él, sonriéndole con
sarcasmo—, sucede que acabo de enterarme de que su querida hija está con
vida y en compañía del capitán Barbossa y demás tripulación. O sea: su
niñita se ha convertido en toda una pirata.

—¡Oh, Dios! ¡Está con vida! ¡Mi hija está con vida…! —se sentó
pesadamente sobre su asiento, feliz por saberlo. ¿Qué le importaba si
ella se había aliado con los piratas? Con que estuviera alejada de las
garras de Beckett era más que suficiente para ser feliz.

Una sonrisa macabra iluminó el pálido rostro de Lord Beckett.

—Veo que aún no se ha dado cuenta de la gravedad de la situación,
gobernador Swann —dijo—. Su hija ahora es una fugitiva de la ley y,
cuando la atrapemos, la condenaremos a la horca junto a sus demás
compañeros piratas.

—¡No! ¡No puede hacer eso! ¡Fue usted el que provocó todo este desastre!
—volvió a ponerse de pie, decidió a defender a Elizabeth con capa y
espada—. ¿Qué otra cosa podría haber hecho ella? ¿Unirse a usted como
una vil traidora? —con eso miró acusadoramente a James Norrington,
obligándolo a bajar la cabeza, muy avergonzado—. ¿O tal vez ser su
prisionera como lo soy yo ahora para que sea manejada a su antojo? ¡No!
¡Prefiero que esté en compañía de esos desvergonzados piratas que en sus
asquerosas manos, Lord Beckett!

—¡Ah! Por lo visto alguien a encontrado un poco de valor en su miedosa
alma —se burló Cutler, dirigiendo sus pasos hacia el gobernador—. Pero
no creo que usted quiera ver a su hija colgada de una soga, ¿no es así?
Recuerde que estamos exterminando a todo aquel que se nos interponga y
su adorada hija entra también en la lista… —acercó su cara hacia el del
tembloroso padre—, y no creo que ella y sus amigos puedan hacer gran
cosa contra Davy Jones y su abominable mascota Kraken, ¿no le parece? ¿O
me equivoco?

Abatido por aquella amenaza incuestionable, Weathervy Swann se desplomó
sobre su asiento, derrotado, con la mano en la sien.

—Seguiré firmando lo que usted quiera, Lord Beckett —dijo al fin con voz
apagada—, ya no lo haré por mi vida, sino también por la de mi hija
Elizabeth…

—Bien, muy bien. Sabía que usted iba a recapacitar —sonrió
maliciosamente, dirigiéndole una mirada triunfante a Mercer para luego
volverse hacia el almirante Norrington, quien ya se había repuesto de la
sorprendente noticia de que su querida Elizabeth estaba con vida,
sintiendo su alma un poco más liberada—. Ahora sólo falta que usted siga
jurándome lealtad, almirante Norrington.

—¿Usted quiere decir que también deberé seguir bajo su mando para salvar
la vida de Elizabeth?

—Y la de su adorada Jacky también, almirante —se detuvo frente a él—. No
olvide que ella también forma parte de este… "juego". Además, le prometo
que dejaré ir muy pronto al gobernador de regreso a Inglaterra si usted
accede a mis peticiones, ¿qué le parece?

James lo miró sorprendido, pero fue Weathervy el que habló:

—¿Habla usted con la verdad, Lord Beckett? ¿Usted me dejará ir si el
almirante Norrington se queda con usted?

—Así es, gobernador. Usted ha entendido perfectamente la condición —se
volvió hacia el afligido Norrington—. ¿Y usted, almirante? ¿Ha llegado a
la misma conclusión?

—Yo… —tartamudeó, volviéndose hacia el padre de Elizabeth, quien lo
miraba con los ojos llenos de esperanza y súplica, comprendiendo
entonces que debía seguir sacrificándose por la seguridad de Jacky,
Elizabeth y su padre. ¿Qué otra cosa le quedaba después de haberlos
traicionado de aquella manera? Debía seguir expiando sus culpas por más
difícil e intolerable que le resultara. Así que, sintiéndose más abatido
que nunca, giró hacia Beckett y asintió con la cabeza al mismo tiempo
que decía—: Usted tiene toda la razón, Lord Beckett. Me equivoqué, mi
presencia aquí es innegable e indispensable. Le juro que le serviré
hasta el final de mis días sin proferir ninguna queja y acataré sus
órdenes sin dudar un solo segundo, siempre y cuando usted… —lo miró
fijamente a los ojos, una especie de advertencia se pudo leer en ellos—
cumpla con lo prometido y no dañe a Jacky, Elizabeth o al gobernador Swann.

—Le prometo que cumpliré fielmente con mi palabra, almirante Norrington
—sonrió, era una sonrisa siniestra.

Weathervy debería haber estado muy feliz al saber que lo iban a liberar,
pero al presenciar cómo James Norrington se entregaba sin luchar a las
maquinales manipulaciones de Beckett sólo para salvarlos a ellos tres,
comprendió su sacrificio y el significado de sus palabras: James
Norrington estaba listo para dar su vida por ellos en busca de la
redención y el perdón de quienes había perjudicado con sus actos pasados.

—¿Por qué le hace esto, Lord Beckett? ¡Todo lo que él hizo le benefició
a sus planes! ¿Por qué lo castiga así? —se atrevió a enfrentarlo otra
vez, indignado por aquel trato indignante. Aún si James lo había
traicionado en el pasado, no podía negar que aún le tenía cierto
aprecio, y más aún al verlo sacrificarse de esa manera por él y su hija.

Norrington lo miró sorprendido para luego volver su rostro al de
Beckett, cuyo semblante ahora estaba coloreado con un leve rubor de rabia.

—¿Qué por qué lo hago, pregunta usted? —replicó, parecía un volcán a
punto de hacer erupción, pero supo contenerse—. Pues resulta que hace
más de un año Norrington y esa condenada pirata me humillaron, y por esa
humillación voy a hacer que éste imbécil desee nunca haberse atrevido a
meterse conmigo—. Furioso, se volvió hacia el objeto de su venganza—.
Muy bien, almirante, como ya arreglamos este asunto y ya se ha hablado
mucho hoy, no veo inconveniente con que usted acepte el valioso obsequio
que le he hecho, ¿no es así? ¿O acaso prefiere que sea la capitana
Sparrow la víctima de mi ira?

No teniendo ninguna otra salida, James suspiró derrotado y su mirada
cayó sobre el estuche y, dejando atrás todo su orgullo y esperanza de
liberación, abrió la caja y extrajo el dichoso sable, símbolo del final
de su felicidad e inicio de su decadencia, y juró con toda su alma que
la llevaría consigo hasta la muerte, a la que esperaba que viniera a
buscarlo muy pronto, pero no antes de haber liberado a Jacky de la
persecución del demente de Beckett.

Luego de saborear aquella victoria, Cutler volvió a sentarse en su sitio
y, apoyando ambos codos sobre el escritorio, juntando la yema de los
dedos, continuó con su conversación con Mercer, aún preocupado por lo
que podrían estar tramando los piratas.

—Así que la Corte de la Hermandad ha sido convocada… ¿Dónde se reunirán?
¿Con qué propósito? ¿Qué sucederá cuando las nueve piezas de ocho de los
Señores Piratas se hayan juntado? —guardó silencio, llevándose el dorso
de las manos bajo el mentón, muy pensativo—. La Hermandad sabe que se
enfrenta a la extinción… Sólo les queda decidir dónde darán su última
batalla…

James y Weathervy lo observaron muy preocupados. ¿Hasta dónde iba a
llegar todo aquel asunto?

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Mientras tanto, con la pequeña flota árabe navegando tranquilamente
sobre aguas mediterráneas, Jacky Sparrow permanecía tumbada en la cama
en completo silencio, perdida en sus pensamientos, mirando hacia el
techo de la cabina, con las manos acomodadas detrás de la nuca y con las
piernas cruzadas.

¿Cómo era posible que el único e inigualable capitán del /Perla Negra/,
Jack Sparrow, estuviera embarazado? ¡Qué vergüenza para su popularidad!
¡Qué desgracia! Ahora lo poco que le había quedado de hombría y orgullo
masculino habían desaparecido completamente. ¡Cómo se iban a burlar de
él Elizabeth y Will cuando se dieran cuenta de su estado! Seguramente
sus burlas iban a ser mucho más crueles que aquella vez en que habían
descubierto que se había convertido en mujer…

Jacky suspiró quedamente y apoyó su mano sobre su vientre. El
embarazarse nunca había estado en sus planes, ni siquiera cuando había
imaginado vivir con Norrington como pareja. Habiendo sido un hombre casi
toda su vida, jamás había contemplado semejante idea, aún teniendo el
cuerpo de una mujer.

No, no podía sentir ningún afecto por el pequeño bastardillo que estaba
creciendo dentro suyo, ni siquiera porque fuera de Norrington; es más,
el hecho de que una parte de ese desgraciado traidor estuviera creciendo
dentro de su cuerpo la irritaba y angustiaba muchísimo más que tener que
contemplar la horrible cara de Barbossa todos los días.

—Voy a hacer que ese maldito desgraciado me las pague todas juntas…
—murmuró furiosa.

—Una de las consecuencias de hacer el amor, es quedarte embarazada,
querida… Pensé que lo sabías —se burló Beatriz, entrando al camarote con
una gran sonrisa.

—Se me olvidó ese pequeño pequeñísimo detalle, querida, pensé que lo
sabías… —replicó la pirata con absoluta tranquilidad, incorporándose lo
suficiente como para sostenerse sobre su codo derecho y apoyar la
mejilla sobre la misma mano para poder contemplar detenidamente la
salvaje belleza de la morena.

La joven sonrió, se le quedó mirando unos instantes para luego acercarse
a la cama y sentarse en una de sus esquinas, contemplando a Jacky con
sumo interés.

—¿Aún piensas en deshacerte de él? Tener un bebé no es tan malo, ¿sabes?
Sobre todo cuando es el resultado del amor entre dos personas.

—Jack Sparrow no puede pasar por algo tan vergonzoso como esto.

Beatriz se alzó de hombros.

—Tú ya dejaste ser el capitán Jack Sparrow, ahora eres Jacky Sparrow.
¿Por qué no lo aceptas de una vez?

—¡Jamás! ¡Nunca en la vida! ¿Acaso perdiste la razón, mujer? —se sentó
sobre sus piernas, aparentando estar muy ofendida.

—¿Y qué tiene de malo ser mujer? Tiene sus ventajas, por si no te diste
cuenta —insistió lo más campante.

—¿Cómo crees que voy a aceptar tener este cuerpo escultural —comenzó su
diatriba recorriendo las curvas de su cuerpo con ambas manos—, estos
hermosos senos —se los agarró—, este bello trasero —se los apretó— y
este maravilloso rostro de porcelana? —pestañeó con coquetería para
luego llevarse la mano al mentón en un gesto pensativo—… Mmm, realmente
entiendo tu punto… ¿Quién se atrevería a rechazar este cuerpo
increíblemente sensual? ¡Me extrañaría tanto por las noches!

Beatriz torció el gesto. ¡Jacky era tan desvergonzada! Se cruzó de
piernas, y se preparó para hacer la pregunta fatal.

—Y… ¿puedo saber quién fue el afortunado que elegiste para hacer el amor?

Jacky se quedó tan pálida y tiesa como una estatua de marfil, pero
enseguida se repuso y comenzó por evadir aquella incómoda pregunta.
Mirando hacia ambos lados como si estuviera buscando algo.

—¿No has visto por ahí mi botella de ron? ¡Pasé tanto tiempo sin tomar
que me horrorizo al pensar que había pensado alguna vez que iba a
convertirme en abstemio…! ¡Ah! ¡Allí está! —y se agachó para recoger la
botella que se había caído de la cama, dándole la espalda a Beatriz.

—¿No me digas que acaso fue ese tal comodoro Norrington el que te embarazó?

Jacky sintió un fuerte estremecimiento por todo el cuerpo al escuchar
aquello. Se quedó quieta por unos segundos, con la mano extendida hacia
la botella, sin animarse a volverse y mirar a Beatriz a la cara. Temía
que su expresión la delatara.

—¿Ese bodoque odioso? —por fin pudo responder con la mayor naturalidad
que pudo—. Tengo mejores gustos que eso, /savvy? /Por ejemplo, el joven
Turner no está nada mal…

La joven sonrió y lo interrumpió de inmediato.

—¡Ja! ¿Realmente crees que vas a engañarme, Jacky Sparrow? Yo sabía que
ese oficial estaba perdidamente enamorado de ti, pero veo que tú nunca
le correspondiste de la misma manera, ¿no es cierto? Por eso lo odias
tanto… Quisiste divertirte con él y te salió el tiro por la culata… —Se
inclinó lo suficiente como para otear el rostro inmutable de Jacky,
siempre sonriendo maliciosamente—. ¿Y? ¿Cómo lo hace? Me han contando
que los ingleses son muy aburridos en la cama...

No queriendo aceptar que le dolía recordar la única noche íntima que
ambos habían pasado juntos y que prácticamente lo había obligado a
acostarse con ella, Jacky no pudo evitar sentirse muy ofendida con aquel
comentario irrespetuoso en contra del hombre que ella se negaba a
admitir que aún amaba con todo su corazón.

—Ciertamente, sinceramente y francamente hablando, no todo lo que dicen
por ahí de los ingleses es cierto, /¿savvy?/ —la fulminó con la mirada.

—¡Oh, vaya! ¡Entonces es cierto de que él es el padre de la criatura!
—se irguió, felizmente sorprendida al saber que había dado en el clavo—.
¡Y encima lo amas! ¿Quién lo hubiera dicho? ¡Increíble!

—¿Amarlo, dices? Ni loca sentiría algo así por su sujeto tan antipático
y engreído como ese! ¡Lo odio como nunca he odiado a nadie!

—Sin embargo te acostaste con él… "y sí lo amaste alguna vez para
terminar odiándolo de esa manera…" —terminó la frase pensando.

—¡Bah! —se cruzó de brazos, girando la cabeza hacia un costado—. Lo usé
para mi diversión, sólo que las cosas me salieron un "poquitín" mal.

Esta vez Beatriz no dijo nada, simplemente se reacomodó un poco y tuvo
que admitir que aquella explicación tenía grandes posibilidades de ser
la correcta, pues encajaba perfectamente con la indecente personalidad
de Jacky, a la que tuvo que dar crédito en los siguientes segundos.

—Oye —le oyó decir a Jacky, así que se volvió sólo para darse con la
sorpresa de que la estaba observando con la lujuria pintada en su
rostro—. ¿Te acuerdas cuando me dijiste que íbamos a pasar una lujuriosa
noche de sexo apasionado cuando volviera a ser un hombre?

—Claro que me acuerdo. Eso fue hace como más de un año —se alzó de
hombros con indiferencia—. Si fueras un hombre y si yo no estuviera
casada ni embarazada, cumpliría con mi promesa —La miró, también con la
lujuria pintada en el rostro—. Pero creo que nunca podré cumplir con la
promesa, ¿verdad? Es una verdadera lástima…

La pirata sonrió.

—Bueno, considerando, sopesando y replanteando que ése es nuestro
problema inconveniente y/o contratiempo, tengo la indiscutible,
indecible y aplaudible solución a eso.

Beatriz arqueó una ceja, de por sí a veces le resultaba difícil entender
la jerga de Jacky, le resultaba imposible pensar que la maldición del
Anillo de la Calavera tuviera una solución para desconvertir a una
persona afectada. Nefud Yidda ya la había puesto al tanto de todo aquel
asunto intrincado y le había dicho que parecía ser imposible escapar de
su poderoso hechizo.

—¿Estás segura de que hay una solución? Nefud me dijo…

—¡Al diablo lo que te dijo Nefud Jidda! Yo no soy de los que hablan por
hablar, mi querida Beatriz…

La muchacha lo miró de refilón, por lo que Jacky tuvo que retractarse.

—Bueno…, casi nunca lo hago.

Volvió a mirarla con más intensidad, obligando a la pirata a hablar con
la verdad.

—A veces.

Esta vez Beatriz se vio en la imperiosa necesidad de carraspear y de
Jacky de corregirse nuevamente:

—Casi siempre.

—¡Ejém!

—¡Está bien! ¡Siempre hablo por hablar! ¿Contenta? —se quejó fastidiada.

—Sí. Mucho, de hecho.

—Me alegro, de hecho: Pero volviendo al tema en cuestión, te dije que ya
tenía una solución a mi problema…, digamos…, "femenino". Una vez Tía
Dalma me había dicho que una de las soluciones era volver a unirme en
cuerpo y alma con mi hermano Jack.

—Pero ni siquiera sabemos cómo y por qué se separaron —replicó, confundida.

—Pero yo sé cómo volver a unirnos —rebatió, sonriendo triunfalmente.

—¿Y cómo lo supiste?

—Por esto —y metió la mano bajo la camisa y sacó un pequeño libro
bastante antiguo y ajado.

—¿Un libro? —se quejó Beatriz, incrédula—. ¡Mentirosa! ¿Cómo vas a sacer
la solución de allí si tú no sabes leer?

—Aunque supongas lo que supones que suponías que yo no sé leer, he de
darte la sorprendente noticia de que yo sé leer y, de hecho, muy bien,
por cierto.

Beatriz no estaba muy convencida y se cruzó de brazos.

—Bien. ¿Pero qué libro es ése? Porque para contener dentro de él la
solución que tanto estuviste buscando, ha de ser uno muy especial…

—Su sólo nombre lo dice todo, mi querida amiga. Este libro es conocido
como "El Libro del Destino".

—¿"El Libro del Destino"? ¡Pensé que sólo era una leyenda!

—Pues ya ves que no —y se puso a hojearlo sobre sus piernas. Beatriz,
sintiéndose curiosa, se fue acercando poco a poco al libro e intentó
tocarlo, pero Jacky lo apartó enseguida de sus manos—. ¡Ah, ah! ¡Ni se
te ocurra tocarlo, querida! ¡Éste libro es mío y sólo mío, /¿savvy?/

—¡Maldita mezquina…! —murmuró molesta, y volvió a sentarse y a cruzarse
de brazos, lanzándole una terrible mirada de odio a la pirata que ni
siquiera se inmutó por ello—. ¿Así que hallaste la solución a tu
problema con ese libro, eh? ¿Y cuál es, si se puede saber?

—Es muy simple —le sonrió encantadoramente—: solamente tengo que
encontrar el anillo embrujado de vuelta y colocárselo otra vez a Jack, y
como él no tiene una parte femenina, puesto que nos separamos, como bien
sabes, el mismo poder del anillo se encargará de unirnos para cumplir
con su cometido.

—¿Pero entonces no quedarás convertido en mujer al final?

—No si la calavera de la hechicera está destruida… —se alzó de brazos—.
Bueno, eso es lo que dice el libro… Lo difícil será saber en dónde está
el dichoso anillo…

—Yo sé en dónde está —las sorprendió la voz de Nefud Yidda, quien había
entrado al camarote sin que ellas se dieran cuenta—. Al principio nos
asustamos mucho, pero cuando uno de mis hombres se puso el anillo, nos
sentimos aliviados cuando vimos que no se convirtió en mujer.

La capitana Sparrow se levantó de la cama y caminó decidida hacia el
bandido árabe, deteniéndose frente a él para mirarlo con gran seriedad a
pesar de la ansiedad que sentía.

—¿Y en dónde está ese anillo?

—Ese anillo volvió a su lugar de origen: el palacio de mi antepasado, el
Jeque Alí Yidda.

Jacky volvió a sonreír.

—Entonces iremos allá, y en cuanto encontremos a mi hermano, volveré a
ser el guapo y hermoso hombre que era y me sacaré a este indeseado
parásito de encima…



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