Fanfic Piratas del Caribe -Bajo la Espada de Odìn- *Capítulo 17: La Última Misión del Almirante James Norrington*

               Resumen de la historia: El capitán Jack Sparrow comete el gran error de ponerse un anillo maldito que lo transformará en mujer y le traerá un sin fin de problemas tanto a él como a quienes lo rodean, amigos y enemigos. Una elección que cambiará la vida y los destinos de todos, en especial del Comodoro James Norrington y el mismo Jack. Esta historia está ambientada después de la primera película y desarrollada durante la segunda y tercera película. Una historia larguísima pero muy entretenida, con drama, humor, acción y romance. ¡Que la disfruten!



*PIRATAS DEL CARIBE: BAJO LA ESPADA DE ODÍN*

LIBRO SEGUNDO: EN EL FIN DEL MUNDO

SEGUNDA PARTE: RESCATANDO AL CAPITÁN SPARROW


Beckett quiere gobernar el mundo;Morgan quiere asesinar a todos;Jack y jacky quieren ser uno solo;Will quiere liberar a su padre;Isabel quiere vengar a sus padres;James quiere encontrar el perdón. ¿Quién lo logrará?Cont de El Libro del Destino. EL FINAL

Género: drama, amistad, acción, suspenso, humor, romance, violencia, aventura, fantasía, erotismo
Pareja: Jacky Sparrow/James Norrington. Elizabeth Swan/Will Turner
Personajes: Jack Sparrow/Jacky Sparrow, James Norringon, Elizabeth Swan, Will Turner, Hector Barbossa ¡y muchos más!
Calificación: para mayores de 18 años
Cantidad de palabras: variable
Duración: 67 capítulos la primera parte, 57 la segunda parte y 51 la última parte.
Estado: finalizado (Publicada en Fanfiction el 17 de Agosto del 2009 hasta el 21 de Marzo del 2011)
Escritora: Gabriella Yu
Mi estilo: estoy influenciada tanto por el anime, los dramas asiáticos y la literatura universal. Me gusta hacer pasar a los personajes por duras pruebas.
Aclaraciones: Esta historia la escribí hace más de 10 años, es muy entretenida, no se arrepentirán de haber perdido el tiempo en leerla. Le tengo mucho cariño porque fue una rara mezcla que logré hacer con el drama, humor y acción. 
IMPORTANTE: contiene escenas subidas de tono XD


*Capítulo 17: La Última Misión del Almirante James Norrington*


El /Endeavour/ finalmente había alcanzado la zona de desastre que el
/Holandés Errante/ y el Kraken habían dejado tras una feroz batalla,
destruyendo muchos barcos piratas que habían osado en enfrentarlos y
dejando sus restos esparcidos por todos lados, flotando sobre las azules
aguas del mar.

Lord Cutler Beckett y su lacayo Mercer se hallaban sobre la cubierta
observando las embarcaciones destrozadas e incendiadas que apenas
lograban flotar mientras que los soldados se encontraban en la afanosa
tarea de acercarse lo más posible al /Holandés Errante/ para poder
abordarlo.

—¡No puede ser! ¡Qué fastidio! ¡No hay nadie con vida! ¡No ha quedado
nada! —se quejó el Lord, bajando el catalejo.

—Jones no tiene control, señor —comentó Mercer con su habitual frialdad.

Beckett se quedó pensativo por algunos segundos.

—Ordena que traigan el cofre —dijo al fin, sorprendiéndolo.

—¿Y el gobernador? Ha estado haciendo preguntas sobre el corazón…

—¿Acaso sabe algo? —inquirió, quedándosele mirando por algunos momentos
y volviendo luego su atención hacia los barcos destruidos—. Pues tal vez
el gobernador ya no nos es de utilidad. Además, todo hombre siempre
tiene que tener un secreto qué llevarse consigo a la tumba...

El permiso estaba dado, Mercer comprendió que tenía el paso libre para
eliminar al gobernador Swann sin más dilaciones.

—¿Y que hay del almirante Norrington? ¿Realmente cree que le seguirá
siendo fiel?

—No hay problema. Puedo ordenar que los soldados lo vigilen
estrechamente. Él se quedará a bordo del /Holandés/ y protegerá el cofre
a cambio de la falsa promesa que le hice de no hacerle daño a Elizabeth
Swann y a la capitana Jacky Sparrow.

—¿Pero y si osa hacer algo en su contra como… apuñalar el corazón de
Davy Jones? Ese hombre está desesperado por encontrar la paz —insistió.

Comprendiendo su sed de sangre, Lord Beckett se volvió hacia Mercer y le
sonrió con crueldad.

—En ese caso, Mercer, tú te encargarás de poner fin a su agonía.

El malvado hombre sonrió y se inclinó respetuosamente ante él. Había
conseguido lo que quería.

—Sus órdenes serán tomadas al pie de la letra, señor.

—Perfecto —asintió complacido, y volvió su atención hacia la sombría
destrucción que había provocado el poder del /Holandés Errante/.

Todo esto lo habían hablado tranquilamente en presencia del joven Billy
porque sabían que el chico era sordomudo y que no podría comprender lo
que ellos estaban hablando. Afortunadamente para nuestros protagonistas,
éstos no sabían que, además de entender el lenguaje mediante señas,
Billy podía leer, casi sin dificultad, los labios.

Asustado y muy nervioso, Billy trató de permanecer lo más tranquilo
posible cuando supo que aquellos malvados sujetos habían decidido
eliminar al gobernador Swann y hasta a su tutor, llegando a la sabia
conclusión de que debía comunicarle de inmediato aquella terrible
noticia a éste último.

Como Beckett y Mercer jamás lo habían tenido en cuenta ni como persona
ni como sirviente por considerarlo inferior a ellos por su defecto del
habla y del oído, no se preocuparon cuando el muchacho se marchó a
buscar a Norrington y comunicarle lo que sabía.

Mientras tanto, habiendo escapado sigilosamente de la vigilancia de los
guardias, el gobernador Weathervy Swann había logrado introducirse sin
ser visto en la cabina principal del /Endeavour,/ que funcionaba como
oficina de Beckett y que era el lugar en donde se encontraba el cofre de
Davy Jones. Armado con una navaja, el tembloroso hombre se acercó al
escritorio del Lord, en donde se hallaba el cofre, con la intención de
abrirlo y apuñalar el malvado corazón.

Con mano trémula alzó la tapa e inmediatamente se tapó la boca para
ahogar su propio grito de terror tras haber contemplado el horroroso
órgano palpitante que se encontraba en el interior de aquella sucia
caja, pero pronto su sensación de horror se transformó en decisión
cuando recordó a su hija, volviendo a recuperar el valor que necesitaba
para actuar.

—Davy Jones no les dio a esos barcos piratas la oportunidad de rendirse
—dijo—. ¡Mi hija pudo haber estado en uno de ellos!

Apretó el mango de la navaja, furioso.

—Beckett sólo procuró usar mis contactos políticos para seguir adelante
con su causa... Pero apuñalaré el corazón y… ¡Esta abominación
terminará! —exclamó, alzando la navaja sobre su cabeza e inmediatamente
la bajó hacia el oscuro órgano…

—¡¡No!! —gritó Norrington al tiempo que lo tomaba por la muñeca,
deteniéndolo a unos cuántos milímetros de su objetivo—. ¡No lo haga,
gobernador! ¡Se arrepentirá!

—¡Suélteme inmediatamente! ¡No me toque! —replicó, soltándose con
brusquedad—. ¡Apuñalaré ese maldito corazón y todo esto se acabará de
una vez!

—¡Pero si usted destruye el corazón, entonces el suyo deberá tomar su
lugar y usted deberá tomar el lugar de Davy Jones! ¡El /Holandés
Errante/ siempre debe tener un capitán! ¡Condenará su alma para siempre!

Weathervy se estremeció, pero enseguida volvió a dominarlo la furia y el
rencor.

—¿Y usted piensa que le creeré, almirante Norrington? ¡Ya tuve
suficiente de sus engaños y traiciones! —e intentó una vez mas arremeter
contra el maldecido corazón—. ¡Eliminando a ese monstruo es la única
forma de liberar a mi hija!

Pero James volvió a detenerlo. Furioso, el gobernador Swann se volvió y
lo abofeteó fuertemente, haciéndole volver el rostro.

—¡No intentes detenerme, muchacho! ¡Y ni siquiera me pongas las manos
encima! ¡Mi hija y yo confiamos en ti y nos traicionaste por un
miserable puesto militar! ¡¡Todo esto es por tu culpa!! ¡¡Tú le
facilitaste a Beckett el poder de destruirlo todo!! ¡¡Arruinaste
nuestras vidas y a Port Royal!! —enmudeció. Su cuerpo temblaba de pies a
cabeza y sus manos estaban crispadas por la impotencia, la ira y el
sufrimiento.

James soportó todo con gran entereza a pesar de que el corazón se le
había estrujado por el dolor, herido por las duras pero verdaderas
palabras de aquel hombre al que había considerado una especie de padre
sustituto durante tanto tiempo.

—Lo que le he dicho acerca del corazón de Davy Jones, es verdad, señor…
—comenzó a decir con voz decidida pero apagada—. Pero no he venido
únicamente para detener esta locura, gobernador Swann, también he venido
a advertirle. Mi protegido Billy ha descubierto un plan macabro ideado
por Lord Beckett: su inminente asesinato a manos de su sirviente Mercer.

—¿Cómo dices? —ahora sí que estaba asustado—. ¡Pero Beckett prometió
liberarme si usted se quedaba con él!

El almirante sonrió tristemente.

—Pues parece que nos ha engañado, gobernador Swann. Ambos pecamos de
ingenuos al creerle.

Swann, dudando ahora de sus propias fuerzas, sintió que su furia era
reemplazada por la pena y se dejó caer sobre una silla, soltando la
navaja y tomándose la cabeza con ambas manos, abatido.

—¡Dios mío! —gimió—. ¿Qué es lo que voy a hacer ahora? ¡Pobre hija mía!
¡Qué padre tan tonto y cobarde tienes!

James, conmovido, intentó consolarlo, pero Weathervy apartó su mano de
un manotazo.

—¡No intente tocarme de nuevo, despreciable traidor! —se puso de pie—.
¡Ahora más que nunca debo acabar con ese corazón infernal o no podré
hacerlo si lo dudo más!

Y en cuanto se inclinó para tomar el cuchillo, Norrington habló:

—Yo lo haré, gobernador Swann. Yo me encargaré de ese corazón en el
momento indicado. Ahora usted tiene que tomar un bote y marcharse de
aquí lo antes posible.

Lentamente el gobernador alzó su rostro hacia él. Con la sorpresa y la
incredulidad pintados en su rostro.

—Pero entonces usted se quedará en el lugar de Davy Jones…

Una triste sonrisa apareció en el demacrado rostro del impasible almirante.

—Ése será la mejor solución y el mejor castigo para mí, gobernador.
Estoy listo para aceptar mi destino y pagar por los pecados que he cometido.

Aquella conmovedora declaración había sido dicha con tanta resignación
que finalmente logró convencer a Weathervy de la sinceridad de sus
palabras y sus actos.

—¡No! ¡No tiene por qué ser así, muchacho! —éste lo tomó fuertemente de
ambos brazos, rayando en la aflicción y la compasión—. ¿Por qué no viene
conmigo? ¡Sé que ha cometido errores; cualquiera los comete cuando se
pierde el rumbo y se halla la desesperación, pero no tiene por qué
castigarse de esa manera!

—¡Pero nadie ha cometido errores tan terribles como los míos! —replicó
con las lágrimas a punto de brotar de sus ojos verdes—. ¡Le he dado el
poder a Beckett de matar a gente inocente! ¡A la gente que prometí
proteger! ¡Todo lo que está pasando es mi culpa! ¡Les he fallado a
todos! ¡Usted lo acaba de decir!

Alzó tembloroso las manos para contemplarlas detenidamente.

—Mis manos están cubiertas de sangre inocente, y por más que las lave
una y otra vez, la sangre sigue allí, no se va…

—¡Oh, mi querido muchacho! —exclamó Swann, abrazándolo repentinamente,
atrayéndolo hacia sí, tal como un padre a un hijo—. ¡No tenía idea de lo
mucho que estabas sufriendo! Pero no debes castigarte de esa forma tan
cruel, estoy seguro de que no tenías idea de que esto iba a pasar.

James nada dijo, simplemente permaneció quieto, con los ojos bien
abiertos por el asombro y los brazos lívidos, sin atreverse a
corresponder a aquel reconfortante abrazo. Su propio padre jamás había
demostrado siquiera un poco de cariño hacia él, y ahora, aquel hombre
que en el pasado iba a convertirse en su suegro, una especie de padre
político, lo estaba abrazando paternalmente.

—Eso no es verdad, gobernador Swann —replicó—. Yo sabía muy bien lo que
estaba haciendo, y también sabía que estaba actuando con mala intención.
Enceguecido por la ira y la desesperación y la codicia, no hice más que
actuar a favor mío y en contra de los demás… —Se apartó bruscamente de
Weathervy—. ¡Ni siquiera me importó el bienestar de su hija! Le pido que
no sienta compasión por mí y que se vaya inmediatamente antes de que
descubran que usted está aquí, gobernador.

Swann quiso protestar, pero James lo tomó fuertemente del brazo y lo
arrastró fuera de la cabina, pasaron el corredor y salieron hacia
cubierta. Ninguno de los soldados sospechó nada, pues creían que su
almirante, bajo las órdenes de Lord Beckett, estaba trasladando el
gobernador por la fuerza. Ya en la popa, y asegurándose de que nadie los
estaba observando, James destapó un pequeño bote que estaba cubierto con
una lona y que estaba colgando al lado del casco de popa, suspendido por
cuerdas y poleas, listo para ser lanzado a la mar con rapidez, llevando
consigo armas y suministros.

—Suba a bordo, señor. Yo los bajaré.

—¿Nos bajará? ¿Y quién irá conmigo? —inquirió sorprendido.

—Billy, mi protegido —fue la sorprendente respuesta. Y como si el chico
hubiera adivinado que lo habían llamado, salió del interior de un barril
de manzanas, en donde había permanecido oculto—. Jamás me atrevería a
dejarlo partir sólo. Billy será una buena compañía y sus conocimientos
en navegación le será de gran utilidad. Además, ya no quiero que
permanezca cerca de Beckett, es peligroso, lo mejor para él es marcharse
con usted.

Se volvió hacia el muchacho y colocó sus grandes manos sobre aquellos
pequeños hombros serviciales, contemplándolo detenidamente con una
expresión de tristeza y esperanza en su rostro, y de angustia y decisión
en el del chico. No pudiendo contener más la pena que le causaba aquella
separación, Billy lo abrazó con todas sus fuerzas, esforzándose por no
llorar, pues lo consideraba indigno de un hombre. James también lo
abrazó, pero con menos fuerza y, pasados unos minutos, lo apartó
suavemente de él y volvió a mirarlo a la cara.

—Tienes que irte ahora mismo con el gobernador —le dijo, también entre
señas—. No debes perder más tiempo o los descubrirán. Dirígete hacia la
ruta de comercio que te indiqué y ya verás que muy pronto se toparán con
algún barco mercante que quiera llevarlos a tierra firme…

Billy asintió con firmeza a pesar del nudo que se le había hecho en la
garganta. Utilizando el lenguaje por señas que le había enseñado madame
Foubert, le preguntó:

"¿Volveremos a vernos?".

James sonrió melancólicamente.

—No lo sé, Billy, pero prométeme que te convertirás en un hombre de
provecho para que yo pueda sentirme orgulloso de ti, esté donde yo esté.

"Te lo prometo…".

Y controlando el impulso de volver a abrazarlo, el chico se llevó la
mano a la cabeza para saludarlo al estilo militar y en un santiamén
saltó a bordo del bote y se quedó mirando hacia el horizonte, tratando
de contener el llanto que luchaba por brotar de su pecho. Sentía que no
volverían a verse nunca más y esa sensación le partía el corazón.

Luego de lanzarle una mirada al chico, Swann se volvió hacia el flamante
almirante, lleno de angustia.

—¿Por qué no viene con nosotros, muchacho? ¡Usted también corre peligro
al permanecer al lado de Beckett!

—No, gobernador, no puedo hacerlo —negó lentamente con la cabeza—. Debo
quedarme aquí para crear una distracción para que nadie note su
ausencia. Ahora suba de una vez al bote, no pierda más el tiempo o nos
descubrirán.

Y lo ayudó a abordar porque el gobernador no era un hombre muy ágil
gracias a su edad y torpeza innata. Una vez adentro el gobernador, James
refregó cariñosamente la cabeza del preocupado Billy y le sonrió para
tranquilizarlo, luego inclinó la cabeza al Weathervy Swann en señal de
respeto y se dispuso a bajarlos, pero antes de que lo hiciera, éste lo
tomó inesperadamente de la mano que estaba apoyada sobre la balaustrada
del navío. James lo miró sorprendido.

—Ya te dije que no tienes por qué castigarte de esa forma, hijo —le
suplicó con lágrimas en sus ojos—. Ven con nosotros.

—No puedo hacerlo… —le contestó con voz trémula, formándose un nudo en
la garganta. El gobernador lo había tuteado, como un padre cariñoso a un
hijo querido—. He cometido demasiados errores… Jacky me odia, Elizabeth
me odia, usted me odia… He provocado la muerte de cientos de personas
inocentes con cada mala acción que he tomado… ¿Cómo puedo volver y hacer
como que nada pasó? No, eso es imposible. Debo quedarme y pagar por mis
pecados…

—Pero, hijo, yo no te odio.

James se quedó paralizado al escucharlo, pero enseguida volvió a
dominarse y sonrió agradecido entre lágrimas.

—Gracias, gobernador.

—Y estoy seguro de que Elizabeth tampoco te odia —insistió desesperado,
aferrándose con más fuerza a la mano de su adolorido oficial—. Jacky
tampoco te odiará cuando sepa todo lo que estás haciendo por ella y…

—¡No! —lo interrumpió, sobresaltándolo—. No quiero que les diga nada. No
quiero que sientan compasión por mí. Sólo quiero ser un recuerdo
desvaneciéndose en sus memorias con el paso de los años. Si usted le
dice lo que hice por usted y por ellas, se sentirán culpables y muy
tristes por mí… Y ése es un dolor que prefiero evitarles… Prefiero que
se olviden de mí antes que sufran por mí…

Se quedó ensimismado por espacio de algunos segundos, Swann ya no supo
qué más decirle para poder convencerlo que lo acompañara.

—Ya debe irse, señor —James habló de repente, comenzando a bajar el bote
lentamente con ayuda de la soga y las poleas.

—Gracias por salvar mi vida, muchacho —le dijo el gobernador.

—De nada, señor. Es mi trabajo —replicó sonriente.

A medida que iban bajando, Billy y Weathervy no le quitaron la vista de
encima, con sus rostros cubiertos por el dolor, temieron que aquella
sería la última vez que lo verían con vida.

Una vez que el pequeño bote quedó flotando cómodamente sobre el agua,
Billy, haciendo un esfuerzo supremo contra sí mismo, tomó los remos y
comenzó a remar hacia el oeste. Comenzó a llorar mientras el afligido
gobernador se volvió para contemplar al almirante James Norrington
alejarse lentamente junto al /Endeavour/ para enfrentarse él sólo contra
su trágico destino.

—Buena suerte, hijo; tal vez volvamos a vernos… Sólo tienes que
perdonarte a ti mismo y por fin lograrás descansar en paz… —se despidió
en voz baja.

Billy se mordió los labios, pues sabía que eso no pasaría jamás puesto
que su protector tenía los días contados al lado de Beckett. Aún
sabiendo que Mercer podía asesinarlo, él no había querido irse con ellos.

Contemplando cómo el bote comenzaba a hacerse un pequeño puntito negro
en el horizonte, James suspiró quedamente y se dirigió hacia la cabina
principal, en donde se encontró con Lord Beckett y Mercer, ignorantes de
la reciente fuga del gobernador.

—Vamos a abordar el /Holandés Errante/, almirante Norrington. Dígale al
gobernador Swann que se prepare para acompañaros —le ordenó el primero
con su habitual pedantería.

—Me temo que eso no será posible, Lord Beckett —le respondió lo más frío
y natural posible—. El gobernador Swann se marchó a su camarote presa de
un terrible dolor de cabeza.

Beckett suspiró un tanto fastidiado.

—Bueno, que se quede allí hasta que el /Holandés/ tenga que marcharse.
No quiero a un viejo fastidioso molestándome todo el tiempo. Pero usted
vendrá con nosotros —Se volvió hacia Mercer—. Y tú trae el cofre.

Antes de irse, Mercer le dirigió una mirada de sospecha al almirante,
pues no confiaba demasiado en él.

—¿Qué es lo que piensa hacer, señor? —preguntó James un tanto alarmado.

—Pienso llevarme el corazón a bordo del /Holandés/.

—¿Pero no sería más seguro que el corazón estuviera bajo su poder,
señor? —el carácter marcial y estratégico de Norrington aún era mucho
mayor que su propia humanidad y no pudo evitar hacer la pregunta.

Beckett sonrió.

—Davy Jones siempre hace lo que quiere y eso no me conviene. Pienso que
si el corazón está en el mismo lugar que él, pensará mejor sus acciones
a que esté lejos y conmigo, pues siempre me enteraré se sus actividades
mucho tiempo después de realizadas.

—De todas maneras, no creo que haya alguien capaz de desear apuñalar su
corazón y tomar su lugar, por lo tanto, Jones aún puede actuar como se
le venga en gana —replicó.

—Pues ésa es la razón por la que usted viajará e bordo de su barco junto
al corazón —Rebatió maliciosamente.

—¿Qué quiere decir con eso? —inquirió alarmado.

Cutler se acercó amenazadoramente hacia él hasta quedar a unos cuantos
centímetros de distancia, notándose entre ellos la gran diferencia de
estatura, pues el almirante era mucho más alto.

—Quiero decir con eso que usted deberá apuñalar el corazón de Davy Jones
si él no acata mis órdenes.

—¿Y-yo?

Retrocedió un paso, aquello era sorprendentemente inesperado. De buena
gana habría hecho eso sin que Beckett se lo ordenara, pero ahora…
resultaba desagradable. De una manera u otra, seguiría bajo sus
detestables órdenes.

—Sí, usted. Y no creo que me haga falta recordarle que si no me obedece
en todo lo que yo le ordene, me encargaré de que Elizabeth Swann y Jacky
Sparrow no vuelvan a ver el amanecer.

—Sí, señor… —asintió derrotado. Nuevamente volvía a ponerse bajo los
deseos de otros, y todo gracias a su desmedida ambición y sus malos
actos del pasado.

Minutos después, Mercer regresó con el par de soldados que
transportarían el valioso cofre.

—Bien, ya es hora —decidió Beckett.

Poco después, Lord Cutler Beckett, el almirante Norrington, Mercer,
Mullroy, Murtogg y muchos soldados más se dirigieron hacia el /Holandés
Errante/ a bordo de dos grandes botes, esquivando los restos de los
navíos atacados e ignorando completamente la ausencia del gobernador
Swann y Billy, a quienes casi nunca habían tenido cuenta.

Mientras tanto, en el interior del barco maldito, Davy Jones, su
condenado capitán, se encontraba tocando con triste pasión su
fantasmagórico órgano, utilizando sus propios tentáculos. Y mientras
tocaba, se cuestionaba a sí mismo en aquello en lo que se había
convertido. Alguna vez su destino fue transportar de este mundo al otro
a aquellos que morían en el mar, una tarea encomendada por la diosa
marina Calipso… ¡y ahora exterminaba piratas tal como le fuera comandado
por la Compañía! Y no se podía negar, ya que Beckett poseía el cofre del
muerto que contenía su corazón aún latiendo. Él aún no quería morir, y
no se podía dar el lujo de revelarse a las órdenes de Beckett corriendo
el riesgo de que alguien fuera capaz de apuñalar su corazón.

Dejó de tocar, atraído por el sonido de la cajita musical plateada con
forma de corazón que se encontraba a un costado del órgano. Tomándola
con su única y deforma mano, la contempló lleno de tristeza, pues a su
mente volvieron aquellos recuerdos de un amor lejano y doloroso. Una
lágrima se deslizó por su rostro de monstruo y él la recogió con uno de
sus tentáculos para poder observarla. Pero pronto, su dolor se convirtió
en ira al comprender que no debería estar sintiendo amargura alguna, y
aquello significaba una sola cosa: la presencia de lo indeseable, su
corazón.

Afuera en la cabina, los soldados de Beckett, ataviados con nuevos
uniformes mucho más sombríos que los habituales, habían tomado el
control del barco, rodeando amenazadoramente a toda la tripulación del
/Holandés/. Murtogg y Mullroy estaban entre ellos y temblaban de pies a
cabeza, terriblemente asustados.

—No teman. Manténgase firmes —les aconsejó estoicamente el almirante
Norrington al pasar tranquilamente al lado de ellos, parándose frente a
la sorprendida y enfadada tripulación del barco fantasma. Davy Jones se
unió a ellos unos segundos depués, furioso.

—¡Váyanse! ¡Márchense todos! ¡Y alejen ese cofre infernal de aquí! ¡No
lo subirán a mi navío! ¡No lo quiero aquí! —se quejó el monstruoso
capitán del /Holandés Errante/.

—¡Ah! Lamento escuchar eso, porque eso es lo que quiero —replicó el
mismo Lord Beckett, haciendo su aparición con su petulante vanidad—.
Parece ser la única manera de que esta nave siga lo indicado por la
compañía.

Y con una leve indicación de su bastón, el almirante Norrington y los
dos soldados que llevaban el cofre, ingresaron al interior del barco.

—Necesito prisioneros para interrogarlos, lo cual hago mejor cuando
están con vida —continuó.

—El /Holandés Errante /hace lo que su capitán demanda —objetó Davy
Jones, reticente a obedecer del todo sus órdenes.

—¡Y su capitán tendrá que hacer lo que le demanden! —refutó Beckett,
irascible y prepotente, acercándose sin temor alguno hacia el minimizado
capitán—. ¿Qué no te quedó claro cuando te dije que tenía a alguien
dispuesto a tomar tu lugar eliminando tu miserable vida apuñalando tu
corazón? Ya no me eres tan indispensable, Jones. Este ya no es tu mundo.
El mundo de los piratas, las leyendas marinas y de las criaturas
maravillosas llegó a su fin para dar inicio a una nueva era gobernada
por el poder económico y la razón… y ni tú ni tu criatura y ni siquiera
Jack Sparrow estarán en esta era...

A una orden del almirante Norrington, cuatro soldados apuntaron con sus
bayonetas hacia el solitario e indefenso corazón de Davy Jones, que aún
latía lleno de vida en el fondo del cofre abierto, listos para
ejecutarlo a la más mínima provocación. Tal vez así, James se liberaba
de tener que apuñalarlo, pero, por otro lado, si llegaba a convertirse
en el capitán del /Holandés Errante/, quizás podría ayudar a Jacky
poniéndose en contra de Lord Beckett sin importarle las consecuencias.

Ubicado en medio de un inmenso desierto del medio oriente, el antiguo
palacio del Jeque Alí Tel Aviv Yidda, se alzaba majestuoso y tétrico
ante sus visitantes, cortando el cielo azul con sus torres abovedadas
terminadas en una punta. Siglos antes, aquel lugar había sido un hermoso
oasis antes de caer bajo el embrujo de la hechicera Jezabel.

Caminando hacia la enorme puerta de oro, los recién llegados no podían
negar que aquel sitio era realmente impresionante y sobrecogedor. El
aura que lo rodeaba era simplemente maligna.

—¿E-estás seguro que ese Jeque está… muerto? —inquirió Jacky bastante
nerviosa, recordando todo lo que ese sujeto le había hecho pasar en el
pasado—. Ciertamente ya estaba muerto, pero creo que él no lo sabía,
/¿savvy?/

—Él sólo aparecía para reclamar a sus mujeres, pero no creo que aparezca
nunca más porque lo destruimos con la daga y la calavera de Jezabel —le
contestó Nefud Yidda, deteniéndose ante la puerta de dos hojas y
volviendo su mirada hacia ella—. ¿Estás lista para entrar?

—Sí. Digo, No. No sé. Tal vez…—comenzó a divagar.

Poniendo los ojos en blanco, Nefud finalmente abrió las puertas y entró
junto con sus hombres.

—¿No vienes? —le preguntó Beatriz con una sonrisa de burla.

—¡Claro! …Después de ti… —devolvió la sonrisa, pero una muy nerviosa.

Luego de ir de aquí para allá con su habitual movimiento vacilante, sin
atreverse a entrar, Jacky entró adentro porque el graznido de un
solitario halcón la había asustado.

Como Nefud Yidda ya había estado allí, guió a todos por una escalera de
piedra de tipo caracol que ascendía por la torre principal.

—Ten cuidado con tu bebé, querida —Beatriz le advirtió con tono de burla
a Jacky.

—Y tú ten cuidado con el tuyo, querida —replicó Jacky con el mismo tono
mordaz.

Pronto llegaron frente a otra puerta, una más pequeña y de madera.

—Detrás de esta puerta se encuentra el anillo —les avisó Nefud.

—Y bueno; al mal paso, darle prisa, compañero —sonrió Jacky, y empujó la
puerta.

Frente a ellos quedó al descubierto un esbelto altar de mármol, en cuya
superficie se encontraba el famoso anillo encantado, apoyado en el
centro de un almohadón de terciopelo rojo.

—¡Bingo! —exclamó Jacky al ver la llave de su libertad—. Ahora solo me
falta encontrar a mi hermanito y volveré a ser todo un semental.



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