Fanfic Piratas del Caribe -Bajo la Espada de Odìn- *Capítulo 20: Sin Salida*

                  Resumen de la historia: El capitán Jack Sparrow comete el gran error de ponerse un anillo maldito que lo transformará en mujer y le traerá un sin fin de problemas tanto a él como a quienes lo rodean, amigos y enemigos. Una elección que cambiará la vida y los destinos de todos, en especial del Comodoro James Norrington y el mismo Jack. Esta historia está ambientada después de la primera película y desarrollada durante la segunda y tercera película. Una historia larguísima pero muy entretenida, con drama, humor, acción y romance. ¡Que la disfruten!



*PIRATAS DEL CARIBE: BAJO LA ESPADA DE ODÍN*

LIBRO SEGUNDO: EN EL FIN DEL MUNDO

SEGUNDA PARTE: RESCATANDO AL CAPITÁN SPARROW


Beckett quiere gobernar el mundo;Morgan quiere asesinar a todos;Jack y jacky quieren ser uno solo;Will quiere liberar a su padre;Isabel quiere vengar a sus padres;James quiere encontrar el perdón. ¿Quién lo logrará?Cont de El Libro del Destino. EL FINAL

Género: drama, amistad, acción, suspenso, humor, romance, violencia, aventura, fantasía, erotismo
Pareja: Jacky Sparrow/James Norrington. Elizabeth Swan/Will Turner
Personajes: Jack Sparrow/Jacky Sparrow, James Norringon, Elizabeth Swan, Will Turner, Hector Barbossa ¡y muchos más!
Calificación: para mayores de 18 años
Cantidad de palabras: variable
Duración: 67 capítulos la primera parte, 57 la segunda parte y 51 la última parte.
Estado: finalizado (Publicada en Fanfiction el 17 de Agosto del 2009 hasta el 21 de Marzo del 2011)
Escritora: Gabriella Yu
Mi estilo: estoy influenciada tanto por el anime, los dramas asiáticos y la literatura universal. Me gusta hacer pasar a los personajes por duras pruebas.
Aclaraciones: Esta historia la escribí hace más de 10 años, es muy entretenida, no se arrepentirán de haber perdido el tiempo en leerla. Le tengo mucho cariño porque fue una rara mezcla que logré hacer con el drama, humor y acción. 
IMPORTANTE: contiene escenas subidas de tono XD


*Capítulo 20: Sin Salida*


Christian y Seagull se miraron desafiantes, tan incrédulo uno como
bravucón el otro, pero con dejo de furia en sus ojos.

—Eso es mentira —dijo al final el doctor. Hood sonrió confianzudamente.

—Su sobrina y yo nos conocimos hace unos meses en alta mar. La rescaté
de una muerte segura dándole cobijo en mi barco. Y ya sabe usted que no
hay mujer que se me resista… por más hombre que se crea.

Aquello último desagradó sobremanera al joven doctor, sintiéndose muy
ofendido, y también muy desilusionado por el impensado accionar de su
sobrina. Inevitablemente, la ira que ambos sentían entre ellos, fue
aumentando considerablemente.

—Espero que usted se haya conducido con propiedad y no la haya forzado a
nada de lo que ella no hubiera querido hacer —dijo Christian entre dientes.

La sonrisa burlona de Seagull creció aún más.

—Ciertamente ella no se quejó en ningún momento… Bueno, sí se quejó en
cierta manera, ya sabe a lo que me refiero, doctor —y le guiñó el ojo,
provocativo.

Furioso, el tío de Isabel cerró los puños con fuerza, haciendo crujir
los dientes. ¿Cómo se atrevía aquel maleducado sujeto a deshonrar de esa
manera la virtud de su querida sobrina? No entendía qué era lo que
pretendía Seagull al provocarlo así, pero estaba logrando sacarlo de quicio.

Escandalizado, el ex gobernador se vio obligado a acallar una
exclamación de asombro tapándose la boca con la mano. Aquella vergonzosa
discusión era todo lo que necesitaba para comprenderlo todo.

Jacobson giró la cabeza hacia un costado, consternado y decepcionado,
intentando dominar su furia para no darle gusto al desvergonzado pirata.

—Ella nunca debió permitir que usted conociera su condición, fue una
gran imprudencia de su parte…

Al oír aquello, Seagull fue el que finalmente perdió los estribos, ya no
pudo dominar su furia y tomó al sorprendido doctor por la solapa de la
casaca, obligándolo a enfrentarse cara a cara con él.

—¡Usted fue el que nunca debió permitir que Isabel se convirtiera en el
ser insensible que es! ¡Gracias a su estúpida apatía ella no es una
mujer normal! ¿Qué demonios le hizo? ¿Por qué no la detuvo? ¿Por qué le
permitió llegar a eso? ¡Me ha decepcionado, usted! ¡Creí que era un
hombre digno de admirar! —lo soltó, y ya más calmado, agregó:

—Pero veo que me he equivocado una vez más, señor…

En un principio aquel repentino e inesperado reaccionar de Seagull Hood
dejó bastante desconcertado al buen doctor, pero pronto éste comprendió
la verdadera razón por la que aquel hombre buscaba ofenderlo, y esbozó
una pequeña sonrisa que desapareció en un instante.

—Ciertamente creo que debemos arreglar esto con un duelo, señor Hood.

Tanto el desafiado como Weathervy Swann y el joven Billy se
sorprendieron con aquella inesperada proposición, pues sabían muy bien
que Christian era un pacifista consumado.

—¿Está seguro de eso, doctor? —replicó mordazmente el pirata en cuanto
se hubo recuperado de la impresión—. Soy uno de los mejores espadachines
que la historia haya dado a luz, modestia aparte.

—Estoy muy al tanto de sus extraordinarios habilidades, capitán Hood,
pero eso no me hará doblegar en mi decisión. Lo he retado a duelo y
espero que usted tenga la suficiente decencia como para aceptarla…. ¿O
acaso me teme?

—¿Yo, temerle? Para nada —declaró, tan decidido y jovial como siempre—.
¿Posee usted algún arma?

—No, pero confío en que alguien tenga la bondad de prestarme una
—contestó, sonriendo con confianza.

—Encontraremos, sin duda, a esa alma caritativa —replicó el pirata con
el mismo tono de voz.

Si en aquel momento habría un concurso de sonrisas, no se sabría, con
certeza, por cuál de los dos votar, pues sus sonrisas eran tan
diferentes como muy atractivas a la vez. La sonrisa de Seagull
demostraba tanto su picardía como su astucia; en cambio, la del buen
doctor rebelaba a alguien muy inteligente e irónico a la vez. Muy
seguros de sí mismos, ninguno de los dos pensaba poner en tela de juicio
su decisión de enfrentarse a un duelo para ajustar cuentas pendientes…
Sea cual fuere su resultado.

Will, luego de buscar por todos los rincones del barco a su prometida,
logró encontrar la misma escalera que ésta había usado para subir hacia
la cubierta exterior. Pero cuando se dispuso a subir los derruidos
escalones de madera, escuchó un repentino sonido a sus espaldas,
obligándolo a volverse de un respingo sólo para darse con la joven Jade
tendida en el suelo, boca abajo sobre el piso fangoso.

Una vez más, la innata torpeza de la niña, la había traicionado.

—Ay no… ¿Por qué siempre me pasan estas cosas a mí? —se quejó,
levantándose toda embarrada de nauseabundo lodo y repugnante viscosidad
verde que no eran otra cosa que musgo y algas, pero con tan mala suerte
que sus manos se resbalaran del suelo y volvió a caer de cara al lodo,
ensuciándose todavía más.

Will fue rápidamente en su ayuda, pero la fortuna tampoco estaba de su
lado, así que él también se resbaló y cayó sentado al piso, provocando
que Jade se destornillara de la risa.

—Sí, sí… Muy gracioso… —dijo él de mala gana mientras se levantaba
tambaleante… para luego volver a caer de bruces, embarrándose aún más y
dejando a Jade muerta de la risa y, no teniendo otra opción más, comenzó
a reírse él también.

Un rato después, ambos subieron a la cubierta principal, encontrándose
con Elizabeth Swann parada frente al palo mayor, con el rostro lívido,
entonces Will, lleno de preocupación, corrió inmediatamente hacia ella,
sin fijarse en lo que había alrededor suyo.

—¡Elizabeth! ¿Estás bien? ¿Qué te pasa? —inquirió, sacudiéndola
desesperadamente. Al no recibir respuesta alguna, le llamó la atención
que ésta estuviera mirando fijamente hacia arriba, así que él también
hizo lo mismo, sólo para quedarse completamente anonadado con lo que se
encontró.

—¡Ay, no! ¡Señor Sparrow! —exclamó al fin Jade, quien se había quedado
petrificada en la sima de la escalera, horrorizada ante aquella
espeluznante escena.

A unos cuantos pasos de distancia de la hija del ex gobernador de Port
Royal y del joven herrero, una terrorífica enredadera, que se parecía
más a una arterias palpitantes, crecía desde debajo del mástil mayor
hacia arriba, cubriendo a medio camino al mismísimo capitán Jack
Sparrow, quien permanecía atado al palo mayor, con los brazos extendidos
a lo largo de una de las vergas, como una especie de crucificado.
Algunas de las ramificaciones de la enredadera se habían incrustado en
las carnes del pirata, bombeando su contenido dentro de él. Su pálido
rostro, otrora moreno, estaba sucio y demacrado, parecía que todo rastro
de vida había huido de él. Varios pájaros carroñeros de oscuro plumaje y
aspecto horripilante, vigilaban en lo alto de las arboladuras del /Perla
Negra/, esperando el momento exacto para comer las carnes del
desafortunado prisionero.

—Creo que hemos llegado demasiado tarde… —dijo Will, embargado por la
tristeza y el abatimiento.

Jade cayó de rodillas al suelo, con la mirada fija en el hombre que
alguna vez le había salvado la vida cuando ella había sido apenas una
niña pequeña. Abundantes lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas.

Elizabeth ni siquiera había notado la presencia de su prometido,
simplemente seguía en estado de trance, aún muy afectada por lo que
estaba pasando.

—Jack… Perdóname… —gimió en un murmullo, completamente descorazonada.

Mientras todo eso ocurría en el otro mundo, otras cosas interesantes
pasaban en el mundo de los vivos, especialmente a bordo de un barco vikingo.

Luego de que toda la tripulación fuera puesta al tanto del impensado
duelo entre Jacobson y Hood, uno de los sirvientes vikingos le entregó
al primero. Aunque Weathervy Swann, Billy y Alwine no estaban para nada
de acuerdo con aquel combate porque temían que el buen doctor saliera
herido, Alrun les concedió el permiso para que ambos se batieran a duelo
en un espacio designado que los vikingos habían dejado para tal ocasión
en el barco.

Ya con arma en mano, los dos antagonistas se colocaron en sus
respectivos lugares, enfrentados a tan sólo dos metros de distancia.
Caminando en círculos, sin quitarse la vista de encima como si fueran un
par de tigres salvajes a punto de lanzarse uno sobre otro.

La elfo, de pie cerca de ellos, mirando detenidamente a uno y a otro, dijo:

—¿Están seguros de esto?

—Sin duda alguna, madeimoselle —contestó el doctor con una elegante y
respetuosa inclinación de cabeza, siempre sonriente y de buen talante.

—Lo mismo digo, mi lady —replicó el pirata, con exagerada inclinación y
sonriendo burlonamente, luego se volvió hacia Christian y agregó,
dirigiéndose hacia la guardiana—: Usted será testigo de mis
extraordinarias habilidades como espadachín cuando le de su merecido a
éste tipo incompetente que no supo cómo educar a una inocente niña.

—Muy bien —la sonrisa del doctor ni siquiera menguó con aquella
acusación—, ¿qué estás esperando entonces, "mucho ruido y pocas nueces?".

—¿Mucho ruido y pocas nueces? ¿Qué quiere decir con eso? —inquirió perplejo.

—Es el título de una obra de Shakespeare —contestó el ex gobernador
Swann—. Pero creo que con eso le está diciendo a usted que nada más
habla y no hace nada.

Esta vez, la sonrisa de Hood desapareció. A diferencia del doctor
Jacobson, él era un hombre muy vanidoso y detestaba que lo tildaran de
cobarde.

—¿Así que "mucho ruido y pocas nueces", eh? Pues ya verá lo equivocado
que está, doctorcito —le lanzó una terrible mirada de puñal, sujetando
con mucha más fuerza el mango del sable, dispuesto a darle la paliza que
tanto se merecía…. Según su opinión.

—Venga, pues, y demuéstremelo, capitán Hood —Con espada en mano y para
la sorpresa de todos, Christian extendió los brazos a ambos lados de su
cuerpo, como si estuviera dispuesto a recibir aquel castigo tan
anunciado sin siquiera oponer resistencia, actitud que hizo titubear a
su contrincante.

—¿Qué le pasa ahora? —insistió el doctor al verlo dudar, traspasándolo
con los ojos como si leyera a través de él—. ¿Acaso no quería vengarse
de lo que le hice a mi sobrina Isabel? Recuerde que por mi culpa ella se
ha convertido en lo que es hoy y por eso lo rechazara sin ninguna
compasión y sin sentir ninguna especie de cariño hacia usted.

—Maldito… —Seagull hizo crujir sus propios dientes, furioso.

Billy, Alwine y Weathervy se miraron entre ellos, preocupados. ¿Por qué
Christian estaba obligando a actuar al pirata si ni siquiera sabía usar
una espada?

—¿Y bien? ¿Todavía duda? —siguió burlándose el doctor—. Creo que yo
tenía razón al llamarlo "mucho ruido y pocas nueces". Mi sobrina hace
bien en despreciar a un "lengua larga" como usted, pues no vale la pena...

—¡Bueno! ¡Esto se acabó! —gritó Seagull, sacado finalmente de sus
casillas—. ¡Si querías que alguien le diera una paliza, ése seré yo!

—Pierde usted los estribos prácticamente por nada, señor Hood. Debe
aprender a controlarse o cualquiera lo derrotará en un abrir y cerrar de
ojos—le aconsejó, fresco como una lechuga.

—¿Cómo se atreve? —protestó, los ojos de lince y los músculos tensados—.
Ahora veremos quién es el "mucho ruido y pocas nueces", doctorcito.

Y entonces, esbozando una sonrisa siniestra, éste desenvainó la espada
en un abrir y cerrar de ojos y se lanzó contra el indefenso médico,
dispuesto a darle su merecido. Sorprendidos y muy asustados, Billy se
quedó duro como una piedra mientras Alwine escondía su cabecita entre
los brazos de su madre y el ex gobernador Swann emitía un grito de
espanto. Sólo Alrun se mantuvo firme de espíritu, observando atentamente
el inicio de aquel ajuste de cuentas.

Sin sacar la vista de encima del cuerpo de Jack Sparrow, el joven
William Turner se acercó con paso lento y tembloroso, resistiéndose a
aceptar la muerte de aquel hombre que siempre lo había impulsado a
cometer locuras y a ser sincero consigo mismo. Quería cerciorarse si en
verdad lo habían perdido para siempre.

A pesar de que Jack podía proporcionar una amistad un tanto ambigua,
sabía hacerse extrañar por todos los que lo habían conocido.

Mientras Elizabeth lloraba en silencio y la hija de Sao Feng seguía
sentada en el suelo inmersa en una especie de catatonía, Will acercó su
trémula mano hacia la bota del pirata castigado para tocarlo, pero antes
de que lo lograra, Tía Dalma hizo su aparición al fin.

—Era lo que me esperaba —dijo con su habitual calma, pero lo bastante
seria como para no quitarle importancia a la situación.

Will y Jade se volvieron hacia ella, sorprendidos.

—¿Qué quiere decir con eso? —inquirió el primero.

—El señor Sparrow parece estar muerto —gimió la jovencita—. Todo lo que
hicimos para rescatarlo fue inútil.

Se tapó el rostro con las manos, comenzando a llorar desconsoladamente.

—Él me salvó la vida una vez, y yo prometí hacer lo mismo por él en
cuanto lo necesitara… Ahora ya es tarde y deshonré mi palabra…

Al joven Turner le asombró ver tanta lealtad en una jovencita de su
edad, quiso abrazarla unos momentos para reconfortarla un poco, pero al
notar una especie de picara y esperanzadora sonrisa en el rostro de la
pitonisa, se contuvo.

—Creo que no me escuchaste bien, pequeña señorita —declaró ésta—. Dije
que era lo que me esperaba.

Jade alzó la cabeza y, con un dejo de anhelo en sus ojos, se le quedó
mirando fijamente.

—¿Eso quiere decir que…? —preguntó Will, interrumpiéndose a sí mismo,
expectante.

—Que tenemos grandes posibilidades de que nuestro querido Jack Sparrow
regrese a nosotros sano y salvo, tanto de mente como de cuerpo
—respondió mientras se ponía de pie y dirigía su atención hacia el
mencionado pirata.

Al escuchar eso, Elizabeth dejó de llorar, quedándose muy quieta,
expectante y sin atreverse a volverse hacia ellos, dándoles la espalda.

—¿Entonces Jack no está muerto? ¿Podemos salvarlo con vida y regresarlo
al mundo de los vivos? —preguntó tan presuroso como ansioso, acercándose
todavía más a aquella extraña mujer que parecía tener siempre la
respuesta a todo.

—Pe-pero parece estar muerto… de verdad… —declaró la dubitativa Jade,
dirigiendo su atención hacia el cuerpo del pirata.

—¿Por qué no se fijan mejor? —propuso la pitonisa.

Obedientes, los tres jóvenes se fijaron detenidamente hacia Jack
Sparrow, sólo para darse con la sorpresa de que…

—¡Esta durmiendo! —exclamó Elizabeth, tan asombrada como los demás—. ¡No
está muerto!

—¿Pero cómo? —Will se volvió inmediatamente hacia la adivina—. ¿Davy
Jones no lo mató?

La aludida negó con la cabeza y sonrió nuevamente, esta vez con una
mezcla entre picardía y felicidad.

—¿Recuerdas a una alocada pirata llamada Jacky Sparrow? Bueno, debes
darle las gracias a ella el que podamos rescatar a Jack con vida y sin
consecuencias.

—¿A-a Jacky? —repitió boquiabierto.

—Jack fue muy astuto al empujar a Jacky fuera del alcance del Kraken; él
sabía que sólo así podía salvarse de le muerte en vida que le esperaba
dentro del armario de Jones. Manteniéndola con vida y completamente
cuerda, se aseguró así su regreso al mundo de los vivos… Claro que para
que él pudiera regresar, debía confiar en que sus "amigos" quisieran
arriesgar sus vidas para rescatarlo.

—¡Y entonces así tendría saldada su cuenta con Davy Jones! —agregó Will,
irónico. Al final, siempre terminaban haciendo lo que Jack Sparrow quería.

—¡Oh, Dios! —exclamó su prometida, y se sentó pesadamente sobre el piso
de la cubierta, dando un leve suspiro de alivio.

"Tal vez me perdone por lo que le hice… " —pensó esperanzada. Por fin
comenzaba a sentir que el peso que había llevado sobre sus espaldas todo
aquel tiempo, comenzaba a alivianarse.

—Creí que Jack ya había perdido la razón hace mucho, pero esto me hace
pensar que él es mucho más inteligente que nosotros… —comentó el
aprendiz de herrero, sonriendo a medias.

—¿Entonces él está bien? ¿Sólo tenemos que sacarlo de ahí? —intervino
Jade, poniéndose de pie, decidida y llena de esperanza—. ¡Entonces podré
cumplir con mi palabra! ¡Hagámoslo de una vez! ¡Liberémoslo!

Pero antes de que ésta intentara trepar por el palo mayor para soltar
las ligaduras del prisionero, Tía Dalma la detuvo inmediatamente.

—Espera un momento, jovencita —dijo—. Es muy peligroso tocar esa
enredadera demoníaca, podrías ser atrapada por ella y condenada a vivir
un infierno en tu mente y terminar como los pobres infelices que hemos
visto en la playa. ¿Por qué no me lo dejas a mí?

Obediente, la chica se hizo a un lado y dejó que la pitonisa se acercara
a la misteriosa planta. Luego de observarla detenidamente por unos
momentos, sacó rápidamente un extraño cuchillo de entre sus ropas y se
lo clavó firmemente e la enredadera que, para el espanto de todos,
emitió un horripilante aullido de dolor que resonó como un eco por toda
la isla, llamando la atención de los que estaban en la playa,
estremeciéndolos de terror.

Interpretando aquel grito como una especie de alarma, el recién llegado
Barbossa azuzó aún más a los tripulantes del /Perla Negra/ y el /Hai
Peng /para que se apresuraran con los trabajos que les había asignado.

—¡Vamos, bola de inútiles! ¿Por qué se detienen? ¡Rápido! ¡Recojan todo
lo que nos haga falta para reparar al /Perla Negra/! ¡Debemos salir de
aquí antes de que sea demasiado tarde! ¿O acaso quieren terminar como
estos pobres infelices? —los amenazó, refiriéndose a las antiguas
víctimas de Jones que permanecían en los huesos, sujetos a aquellas
horribles enredaderas.

Batallando con su gallina interior, los pobres piratas se apresuraron a
recoger los restos del junco para transportarlos hasta el /Perla/.

—¿Crees que Jack esté bien? —le preguntó la preocupada Ana María a Gibbs
mientras hacían su trabajo

—¿Debo creer, acaso, que estás preocupada por él? —se burló.

—¿Yo preocupada por ése tonto infeliz bueno para nada? —replicó
enseguida, poniéndose a la defensiva pero tan roja como un tomate—. Por
si no lo recuerdas, ése imbécil me debe un barco, y si está muerto, no
podrá devolvérmelo.

—Y eso es algo que no te conviene y te preocupa muchísimo, ¿no?

—Claro que sí, idiota. ¿Y ahora por qué no nos dejamos de hablar
obviedades y nos ponemos a trabajar? —y sin decir más, siguió con los
suyo, volviéndole el rostro.

—Pero si tú comenzaste… —murmuró Gibbs un tanto consternado.

Mientras tanto, a bordo del drakkar, el doctor Christian Jacobson cayó
al suelo tras haber sido golpeado en el rostro por el formidable
puñetazo de un furioso Seagull Hood.

—¡Lo tiene de merecido por inepto! —gritó éste—. ¡No soy tan idiota como
para enfrentarlo con la espada! ¿Acaso creyó que no me había dado cuenta
de que usted es mejor espadachín que yo?

—¿Cómo? —exclamó el asombrado ex gobernador de Port Royal—. ¡Eso es
imposible! ¡El señor Jacobson es un empedernido pacifista! ¡Nunca tomó
una espada en su vida!

Alwine y Billy estaban igualmente sorprendidos, jamás habían visto al
doc usando un sable, y menos atacando a alguien.

—Solamente un experto espadachín como yo puede darse cuenta de eso,
señor Swann. Su gran seguridad en sí mismo, su manera de mirar y sus
movimientos completamente calculados… Nuestro doctor es un sujeto muy
inteligente y precavido, pero demasiado ingenuo e idealista como para
ser un verdadero espadachín… Si yo lo hubiera atacado con mi sable como
él hubiera querido, sería yo el que en estos momentos estaría derrotado
en el suelo.

Al escucharlo, Christian sonrió y se puso de pie con aquella calma que
siempre lo había caracterizado. Por fin volvía a ser el mismo de antes.

—Me siento verdaderamente feliz al comprender la razón por la que mi
sobrina lo eligió a usted, señor Hood.

—¿Cómo dice? —inquirió desconcertado.

—Desde pequeña siempre ha estado encaprichada con su mejor amigo hasta
el punto de querer obligarlo a ser su esposo, pero fue a usted a quien
ella eligió para convertirse en una mujer completa —se limpió la sangre
de la nariz con su pañuelo, sin perder su característico semblante de
tranquilidad—. Tal vez lo haya hecho en forma inconsciente, pero de
alguna forma se sintió atraída a usted por su personalidad fuerte y
sagaz. Si pone usted más voluntad para convencer a mi sobrina de que
realmente está enamorada de usted, sé que finalmente logrará rescatarla
del infiero en el que ella misma se ha metido.

—Pero ella me despreció… —objetó con tristeza el pirata.

—¿No se le ocurrió pensar que acaso ella lo despreció por miedo y costumbre?

—¿Miedo y costumbre?

—Por supuesto: miedo a amar y ser amada en verdad; y costumbre por el
encaprichamiento que tiene para con su amigo. Sólo usted puede ayudarla
si pone más fuerza y voluntad que ella y la supera en cuanto a su
personalidad.

—Se parece más a una lucha de poderes —comentó Weathervy.

—Y eso es exactamente —le sonrió amistosamente—. Es la única forma de
pensar de mi sobrina Isabel.

—¿Y que hay de James Norrington? Porque él es el amigo de Isabel que
usted tanto menciona, ¿no es así? —volvió a preguntar Seagull, con un
dejo de celos en su tono de voz—. ¿Por qué no se casó con ella?

—Veo que usted está muy bien enterado… Porque no la ama y la considera
como a una hermana. Además, jamás podrían llevarse bien como esposos; él
no es tan fuerte de voluntad como usted y, a pesar de que posee un buen
corazón, se deja llevar por sus debilidades. Isabel requiere de una
persona más fuerte que ella y de una voluntad muy firme, y que no sea
tan sentimental. Usted no es una persona verdaderamente sentimental como
lo es el almirante Norrington, señor Hood, pero sé que lo es más que mi
sobrina. Sé que con el paso del tiempo, si ella se hubiera casado con
James Norrington, habría llegado a odiarlo profundamente —se apoyó en la
balaustrada, con la mirada perdida en el horizonte, perdido en sus
cavilaciones—. Por un tiempo pensé que el capitán Jack Sparrow sería el
hombre que lograría hacerla cambiar…

—¿Jack Sparrow? ¡Eso es una tontería! —lo interrumpió Seagull,
escandalizado.

—Exactamente. Él simplemente no es un caballero y es mucho más
sentimental que Norrington… Si Isabel se hubiera quedado con él, lo
habría hecho destruido con su desprecio al descubrirlo tan ordinario…
—Se volvió hacia Seagull—. Sé que está enamorado de mi sobrina, señor
Hood; y yo sé que usted es el hombre indicado para ella, pero lo que no
sé, es que si ella está dispuesta a olvidar su viejo amor y sus viejos
rencores para convertirse en una verdadera mujer. Hace poco usted me
acusó que fui, en gran parte, culpable del destino de mi sobrina.

—¿Lo niega, usted? —replicó furioso.

—No, no lo niego —asintió apaciblemente—. Pero también debería saber que
la cordura de mi sobrina dependía en gran parte de esa decisión tan
radical que tomó, si yo no le hubiera permitido tal cosa, a estas
alturas ella estaría seguramente confinada en un manicomio. Sin embargo,
nunca me imaginé que Isabel llegaría a tal extremo de asesinar a gente
inocente… —un dejo de tristeza nubló su rostro al recordar a su amada
Annete y a la pobre Elena—, hubiera preferido verla convertida en una
loca antes que una asesina…

Ninguno se animó a decir nada durante algunos segundos, hasta que el
doctor por fin recobró nuevamente su ánimo y declaró:

—Es por eso que debo detenerla como sea, aunque deba enfrentarme a ella
y entregar mi vida para lograrlo.

—Christian… —murmuró Weathervy, tan impresionado como los demás.
Seagull, en cambio, volvió la cabeza hacia donde se encontraba Alrun,
observándola detenidamente, suspicaz, ¿acaso había algo más detrás de la
resurrección del doctor?

La elfo lo miró también y, a pesar de su frío semblante, sonrió.

El cuerpo aparentemente sin vida de Jack Sparrow cayó pesadamente sobre
la cubierta, Elizabeth y Jade corrieron hacia él para asistirlo,
tratando de despertarlo con fuertes sacudones y desesperados cachetazos.
El pobre Will no pudo evitar hacer una mueca de dolor ajeno.

—No se preocupen, pronto despertará —las tranquilizó Tía Dalma—. Y si
tenemos suerte, no habrá perdido la cabeza. Lo importante ahora es que
debemos poner a flote al /Perla Negra/ antes de que sea demasiado tarde.

—¿Demasiado tarde? —repitió el joven herrero, preocupado—. ¿Qué quiere
decir con eso?

La pitonisa se acercó a la balaustrada, oteando con sus profundos ojos
oscuros el lóbrego horizonte isleño. Estaba muy seria, como nunca antes
lo había estado.

—No creo que a Davy Jones le agrade que se lleven algo que le pertenece…

En ese precioso instante, en la playa, los cuerpos de las víctimas de
Jones que se encontraban atrapados por aquellas monstruosas plantas
demoníacas, fueron liberados con el propósito de detener a los intrusos,
despertándose como seres poseídos y endemoniados, sacando toda clase de
armas estropeadas que se encontraban enterradas bajo la arena.

El capitán Barbossa y toda su tripulación se hallaban en el mismo lugar
desde donde éste había divisado el /Perla Negra/ cuando notaron
horrorizados el levantamiento de la inesperada hueste de enemigos
descarnados que pretendían atacarlos.

Desafortunadamente, la mayoría de los hombres de Barbossa estaban
desarmados, pues habían perdido sus espadas y arcabuces en el naufragio.
Combatir es esas instancias contraw un enemigo así, era una completa locura.

—¡Maldición! —exclamó furioso Hector Barbossa, volviendo su rostro hacia
la lejana silueta de su barco para luego volverlo inmediatamente hacia
el enemigo, que iba aproximándose amenazadoramente hacia ellos—. ¿Qué
demonios vamos a hacer ahora, caballeros? ¿Pelear una guerra perdida?

—¡Es nuestro fin, señores! —reafirmó el pobre de Gibbs—. ¡Prepárense
para entregar sus vidas a Dios! ¡El averno no espera!

—¡Quiero a mi mamá! —pidió Pintel, llorando.

—¡Adiós! ¡Adiós! ¡Wah! —se despidió de imprevisto el loro de Cotton, y
salió huyendo del hombro de su sorprendido amo, dejando a todo el mundo
pasmado.

—¡Ah! ¡Maldito perico traicionero! ¡Desertor! ¡No eres valiente como mi
mono Jack! —gritó Barbossa, y se volvió hacia el atribulado Cotton—. A
ver si te consigues otra mascota que valga la pena, Cotton.

Pero cuando apenas terminó de burlarse, fue el monito Jack el que
también huyó despavorido de allí, dando chillidos de terror y dejando a
su dueño con la quijada hasta el suelo.

—¡Que el diablo te lleve, mono pulgoso! —gritó furioso, con el puño en alto.

—¿Qué vamos a hacer ahora, mi capitán? No tenemos alas para salir
volando de aquí —preguntó Ragetty, espalda con espalda con su amigo
Pintel, muertos de miedo.

—¡Pues vamos a morir con dignidad, caballeros! ¡Jah, jah, jah! —rió el
desagradable pero orgulloso pirata, sacando las espada de su funda
mientras el enemigo comenzaba a rodearlos para asesinarlos brutalmente.



También te podría interesar...

ÚLTIMAS ENTRADAS PUBLICADAS

Comentarios

X Queridos visitantes: Únanse a las redes sociales del blog para estar en contacto si algún día es eliminado de nuevo.