Fanfic Piratas del Caribe -Bajo la Espada de Odìn- *Capítulo 19: El Enfrentamiento Entre Christian y Alrun*

                 Resumen de la historia: El capitán Jack Sparrow comete el gran error de ponerse un anillo maldito que lo transformará en mujer y le traerá un sin fin de problemas tanto a él como a quienes lo rodean, amigos y enemigos. Una elección que cambiará la vida y los destinos de todos, en especial del Comodoro James Norrington y el mismo Jack. Esta historia está ambientada después de la primera película y desarrollada durante la segunda y tercera película. Una historia larguísima pero muy entretenida, con drama, humor, acción y romance. ¡Que la disfruten!



*PIRATAS DEL CARIBE: BAJO LA ESPADA DE ODÍN*

LIBRO SEGUNDO: EN EL FIN DEL MUNDO

SEGUNDA PARTE: RESCATANDO AL CAPITÁN SPARROW


Beckett quiere gobernar el mundo;Morgan quiere asesinar a todos;Jack y jacky quieren ser uno solo;Will quiere liberar a su padre;Isabel quiere vengar a sus padres;James quiere encontrar el perdón. ¿Quién lo logrará?Cont de El Libro del Destino. EL FINAL

Género: drama, amistad, acción, suspenso, humor, romance, violencia, aventura, fantasía, erotismo
Pareja: Jacky Sparrow/James Norrington. Elizabeth Swan/Will Turner
Personajes: Jack Sparrow/Jacky Sparrow, James Norringon, Elizabeth Swan, Will Turner, Hector Barbossa ¡y muchos más!
Calificación: para mayores de 18 años
Cantidad de palabras: variable
Duración: 67 capítulos la primera parte, 57 la segunda parte y 51 la última parte.
Estado: finalizado (Publicada en Fanfiction el 17 de Agosto del 2009 hasta el 21 de Marzo del 2011)
Escritora: Gabriella Yu
Mi estilo: estoy influenciada tanto por el anime, los dramas asiáticos y la literatura universal. Me gusta hacer pasar a los personajes por duras pruebas.
Aclaraciones: Esta historia la escribí hace más de 10 años, es muy entretenida, no se arrepentirán de haber perdido el tiempo en leerla. Le tengo mucho cariño porque fue una rara mezcla que logré hacer con el drama, humor y acción. 
IMPORTANTE: contiene escenas subidas de tono XD


*Capítulo 19: El Enfrentamiento Entre Christian y Alrun*


El sol quemaba sin piedad sobre la superficie del mar, las olas
arrastraban hacia las espumeantes costas los pedazos esparcidos del
destrozado /Hai Peng/ y a los sobrevivientes del naufragio. Jadeantes y
con las ropas chorreando y hechas girones, todos lograron llegar a la
playa, quedando enmudecidos ante el espeluznante y bizarro paisaje que
los esperaba.

—Sí que es un lugar olvidado y maldito —comentó Gibbs.

—¿Esperabas otra cosa que no sea un infierno? —replicó Ana María,
irónica, aunque tan sobrecogida como su viejo compañero.

Un viento abrazador soplaba sobre las espumeantes aguas de color azul
intenso, casi negro; el cielo estaba teñido de rojo, las nubes grises,
cargadas con electricidad, viajaban lentamente por aquella endemoniada
bóveda, tapando de vez en cuando el palidísimo sol y descargando sus
rayos sobre el mar y la tierra, escuchándose luego su horrible
estruendo. La arena de la playa era una especie de cortantes
piedrecillas tan negras como el carbón, extendiéndose una especie de
negro desierto hasta donde llegaba la vista. Pero en ese horrible lugar
crecían unas espantosas plantas secas cuyas ramas terminaban en una
especie de manos huesudas que sostenían entre ellas los esqueletos de
las infortunadas personas que había sido condenadas por Davy Jones a
pasar toda una eternidad de sufrimiento y dolor. Aquel sitio era
simplemente terrorífico.

—E-están muertos, ¿verdad? —preguntó el asustadísimo Raggety, mirando de
reojo a uno de esos esqueletos descarnados, siempre manteniendo una
prudencial distancia.

—No están ni vivos ni muertos, simplemente sufren una agonía perpetua
—comentó Tía Dalma, su rostro revelaba una gran preocupación.

—¿Y Jack también se encontrará así? —quiso saber la afligida Elizabeth.

La pitonisa se volvió lentamente hacia ella y la miró fijamente a los
ojos, como si estuviera leyendo limpiamente el alma de la joven.

—Jack es tan sólo un condenado más, niña. No tiene por qué tener un
trato especial aparte de estas pobres almas condenadas.

—¡Oh, Dios! —gimió la pobre infeliz, llevándose horrorizada la mano a la
boca mientras las lágrimas comenzaron a salir de sus enrojecidos ojos.
La culpa que sentía ahora era mucho más grande que antes.

A unos cuantos pasos de ellas, se encontraban la hija de Sao Feng y sus
hombres.

—Cuando estábamos en el agua, esta isla se veía normal… ¿Cómo pudo
cambiar tan de repente? —se preguntó Jade, escudada por sus temerosos
pero fieles sirvientes.

—No lo sé, mi ama, sólo sé que este sitio me pone los pelos de punta
—comentó Wai, frotándose los brazos, temblorosa.

—N-no te preocupes, Wai. Yo siempre estaré a tu lado para protegerte —le
dijo uno de los piratas, un muchacho delgado y moreno, tan simple que no
se destacaba entre los demás pero con la diferencia de que siempre había
estado enamorado de ella.

Pero por toda respuesta, la joven le lanzó una mirada muy poco amistosa.

—No digas tonterías, Su Shi; tú debes proteger a nuestra ama,
¿entendido? Y no decir estupideces.

Y le volvió la espalda, despreciándolo una vez más. Su Shi, colorado
como un tomate al escuchar las risitas burlonas de sus compañeros,
exhaló un largo suspiro de desencanto.

Jade presenció todo aquello en completo silencio, con el gesto torcido.
No era la costumbre de un líder meterse en los asuntos de sus esclavos,
pero ella no era una líder común y corriente, así que, luego de unos
instantes, decidió dar su opinión al respecto, tan seria como siempre y
sin mirar a Wai a la cara para no intimar demasiado. Debía mantener su
posición como jefe del grupo o le perderían el respeto.

—¿Por qué lo rechazas así, Wai? Su corazón es tan limpio y puro como su
amor por ti. No creo que haiga nadie mejor que él para ser tu esposo.

—Lamento si la contradigo, mi ama, pero no quiero por esposo a un
pordiosero —replicó lo más cortésmente posible, pero no pudo evitar un
dejo de molestia en su voz, no por la intromisión de ama, sino por la
insistencia de Su Shi. ¡Hacía mucho tiempo que la venía fastidiando con
su estúpida devoción hacia ella.

—¿Sigues con la idea de casarte con un funcionario del gobierno?
—ironizó Jade con una media sonrisa.

—Eso sería lo ideal, ama Jade, pero como soy una simple esclava, no
pretendo más que un comerciante.

—"El hombre que mira el horizonte no ve la pradera delante de él…"
—sentenció la niña.

Wai la miró bastante desconcertada pero en su interior creyó comprender
el significado de aquello, pero se resistió aceptarlo.

Mientras tanto, Tía Dalma seguía contemplando con marcada preocupación
todo aquel lugar, pues sabía que se encontraban en los dominios del
mismísimo infierno y les sería muy difícil salir de allí. Además, no
tenía idea de cuál sería el estado mental de Jack, pues estaba segura de
que él habría sufrido terribles castigos. Pero lo primero y antes que
nada era encontrarlo, sólo así sabrían sobre su verdadero estado. Nada
podrían hacer por él si había enloquecido.

—No está Jack… —dijo la preocupada Elizabeth, mirando hacia todos lados
junto a Gibbs y Marty—. Aquí no hay nadie más que esqueletos
irreconocibles...

—Está aquí —rebatió el capitán Barbossa, caminando junto a William
Turner—. Davy Jones siempre conserva lo que adquiere.

—¿Y qué importa? Estamos aquí por ti y por Jack —se quejó el muchacho,
mirándolo acusadoramente. Él tenía cosas más importantes en qué pensar.
¿Cómo podía ser que estuvieran perdiendo el tiempo en traer de regreso a
un pirata entrometido?

—El querido Jack está cerca de aquí, sólo tenemos que buscarlo —propuso
la pitonisa con aparente tranquilidad.

—Cómo si eso fuera tan fácil. ¡Este lugar es un infierno! —se quejó Ana
María, extendiendo los brazos irónicamente.

Tía Dalma sonrió misteriosamente.

—Eso ya lo sé. ¿Por qué no me siguen? Muy pronto lo encontraremos… —Su
rostro se volvió grave y sombrío—. Pero les advierto que quizás no
hallemos al hombre que buscamos…

—¿Qué quiere decir con eso? —inquirió Elizabeth muy alarmada.

—Sí, eso está muy enredado… —intervino el "sagaz" Raggety—. ¿Lo
encontraremos o no? ¿Está o no está aquí?

—Eso lo sabremos muy pronto —respondió ambiguamente, como era su
costumbre—. Quiero que solamente algunos de ustedes me acompañen, el
resto debe quedarse aquí y no internarse al interior de la isla por nada
del mundo, ¿entendido?

—¿Por qué? —quiso saber Raggety.

Tía Dalma se volvió hacia él y le traspasó el alma con una mirada
espantosamente fría, haciéndolo estremecerse de miedo.

—Porque si lo hacen, puede que ya nunca más regresen al mundo de los
vivos —fue la terrible advertencia. ¿Entendiste?

—Claro que este zopenco cabeza dura entendió, mi señora —intervino
Pintel, tapando la boca de su imprudente amigo con la mano, sonriéndole
estúpidamente.

Todos los demás asintieron sin comprender del todo su advertencia,
mirándose entre ellos un tanto asustados. Minutos después, Elizabeth,
Will, Barbossa (con el monito Jack sobre su hombro) y Jade (cuyos
sirvientes, a regañadientes, apenas dejaron ir) acompañaron a Tía Dalma
en la dura y peligrosa travesía de encontrar al capitán Jack Sparrow en
aquel lugar tan inhóspito y peligroso.

Con un extraño amuleto apretujado entre sus manos y murmurando un
extraño hechizo, la pitonisa intentaba protegerlos de cualquier
influencia diabólica. Aunque aquella versión del infierno era propia de
Davy Jones, quien lanzaba allí a todo aquel que lo enfrentara, ella no
podía darse el lujo de relajarse, pues ellos eran unos intrusos
indeseables en aquella isla.

Caminaron por un buen rato por la orilla de la playa hasta que,
sorprendentemente, lograron divisar la oscura figura de un barco
encallado en la costa.

—¡Es el /Perla Negra/! —exclamó el capitán Barbossa, reconociéndolo en
el acto.

—¡Jack! —gritó Elizabeth, y salió corriendo en dirección hacia el recién
descubierto /Perla/ con la esperanza de encontrarlo allí a quien tanto
buscaba.

A Will le cayó muy mal aquella reacción de su prometida, pues la efímera
imagen de ella besando a Jack Sparrow volvió a su mente, acrecentando
los celos y el dolor. A la joven Jade aquello no le pasó desapercibido,
contemplándolo con gran interés.

—Esa niña está tan desesperada por encontrar a Jack que no mide las
consecuencias de sus actos. Es muy peligroso correr así en este lugar
—comentó Tía Dalma, sonriendo significativamente mientras caminaba
apresuradamente junto a sus demás compañeros.

En tanto, a Elizabeth le había tomado por lo menos diez minutos llegar
hasta el despedazado barco pirata que se encontraba encallado cerca de
un acantilado, con las olas castigándolo duramente impulsadas con la
fuerza de la marea, provocando una especie de gemido lastimero que
provenía de la maltratada estructura de la nave. Aún así, el silencio
que reinaba aquel lugar era pavoroso.

Cansada y con las botas destrozadas por la filosa gravilla que ya
comenzaba a lastimar sus pies, Elizabeth encontró un agujero en el casco
del /Perla/ hecho por el Kraken cuando los había atacado en el otro
mundo. Asustada pero decidida a encontrar a Jack, ingresó cuidadosamente
al interior de la nave, desapareciendo en sus oscuras entrañas. Unos
minutos después, llegaron Will y los demás.

—¿En dónde está ella? —inquirió entre preocupado y afligido, mirando
hacia todos lados.

—Seguramente entró al /Perla/ —aseguró Barbossa, desconsolado ante el
penoso aspecto de su amado barco.

Sin decir más, el joven herrero entró por el mismo hueco que minutos
antes había entrado su prometida, seguido inmediatamente por Jade. Tía
Dalma, en cambio, esperó unos momentos antes de entrar, quería
cerciorarse de que no habría ningún peligro en los alrededores.

Observando detenidamente el infinito e inhóspito desierto que se
extendía frente a ellos, dijo:

—Debemos encontrar a Jack y salir de inmediato de esta isla… Tengo un
muy mal presentimiento…

—¿Y dejar abandonado en este horrible lugar a mi amado /Perla/? ¡Me
niego! ¡Antes debemos repararlo con los despojos del junco chino!
—replicó el enfadado y ofendido capitán Barbossa.

La pitonisa se volvió a él y lo atravesó con la mirada, provocando un
desagradable escalofrío en todo el cuerpo del viejo pirata.

—Bien, pero regresa tan rápido como puedas con los demás y traigan lo
necesario para repararlo. Debemos hacernos a la mar sin pérdida de
tiempo antes que nos descubran.

Comprendiendo al fin que el tiempo apremiaba, Barbossa asintió y se fue
inmediatamente por donde habían venido.

—¡Ustedes encárguense de Jack Sparrow! —gritó mientras corría.

—De eso no tengas dudas… Pero ya veremos si podremos hacerle recuperar
la razón… —murmuró, entrando finalmente el interior del barco.

Mientras tanto, Elizabeth había buscado y rebuscado a Jack Sparrow por
todas las cabinas interiores del /Perla Negra,/ sin poder encontrarlo,
así que buscó la manera de subir a la cubierta principal con la
esperanza de hallarlo en ese lugar. Pronto encontró las escaleras que
conducían hacia arriba y, aunque estaban algo estropeadas, logró
alcanzar su meta sólo para darse con la escena más aterradora y
desagradable de su vida.

—¡Oh, Dios mío…! —exclamó—. ¡Jack! ¿Qué te hicieron?

Como en los barcos vikingos no había cabinas y todo quedaba expuesto a
la intemperie, el doctor Jacobson no puedo encontrar ningún lugar que le
proveyera algo de privacidad para poder llorar sus cuitas, así que se
quedó sentado en la popa, contemplado el cielo estrellado, en completo
silencio, recordando con dolor y nostalgia aquellos pocos momentos que
había compartido con su amada Annete. ¡Nunca antes había conocido una
mujer tan inteligente e interesante como lo había sido ella! ¡Que
injustica había sido el ser raptado y asesinado por Morgan y que su
propia sobrina la haya matado a ella después! ¿Es que nunca iba a poder
formar una familia feliz con una bondadosa mujer a quién amar? Siempre
terminaba perdiéndolo todo… Aquello no era justo, para nada justo… ¡Ya
tantas veces le había pasado lo mismo! ¿Para qué le servían ahora la
juventud y la vida si ya todo estaba perdido?

Mientras Christian se mantenía alejado de todos, nadie se había atrevido
a acercarse a él, ni siquiera la pequeña Alwine, quien permanecía tomada
de la mano de su madre, con la mirada fija en su antiguo protector.

Comprendiendo finalmente que él estaba pasando por un momento muy
doloroso, la pequeña se soltó de su madre y decidió acercársele hasta
detenerse justo a su lado para poder poner su manita sobre la del
sufrido doctor.

Christian, sorprendido, volvió su mirada hacia ella y enseguida
comprendió por qué seguía vivo: ahora tenía una hija por quién luchar.
Se sintió un poco reconfortado por ese descubrimiento, pero igualmente
no fue capaz de pronunciar una sola palabra.

Acongojada, Alwine se reclinó sobre su regazo, y permaneció allí muy
quietecita y en completo silencio, con la cabecita apoyada sobre uno de
sus bracitos, mirando sin mirar hacia un punto imaginario en el casco
del barco. El doctor sonrió agradecido, sintiéndose mucho más consolado
por la dulzura de la niña y colocó suavemente su mano sobre su rubia
cabecita.

Advirtiendo que el joven facultativo parecía haber recuperado parte de
su ánimo, Weathervy, Billy y Seagull se le acercaron. La Guardiana se
quedó en donde estaba, tratando de aparentar indiferencia cuando en
realidad estaba muy interesada por lo que el doctor decidiría hacer
respecto a su malvado sobrino…

Como ninguno de los dos adultos se animaba a hablar, el impaciente chico
sordomudo le propinó un fuerte codazo al ex gobernador para obligarlo a
actuar.

Sobándose las costillas bastante molesto, Weathervy decidió hablar.

—¡Ejém! —carraspeó para llamar la atención de Christian, pero éste ni
siquiera se volvió hacia él.

Mirando a sus dos compañeros con cara de desconcierto, Swann volvió a
insistir.

—Mi querido amigo, yo…

—Nunca creí que iba a llegar tan lejos —lo interrumpió de improviso,
pero seguía sin voltearse.

—¿C-como?

—Que nunca creí que iba a llegar tan lejos —repitió, y finalmente se
volvió, con el reflejo de una serena gravedad en su rostro—. Fui
demasiado permisivo. Debí oponerme a sus planes desde un principio, así
que yo también soy el culpable de la muerte de Annete y Elena.

—¿Y qué es lo que piensa hacer ahora? —quiso saber Seagull, tan serio
como su interlocutor.

Antes de responderle, Christian apartó suavemente a Alwine de su regazo
y se levantó, volteándose completamente hacia ellos. Ahora sus hermosos
ojos celestes denotaban una férrea pero tranquila decisión de hierro.
Como todo Jacobson, la tenacidad de realizar lo que debía hacer sin
importar el costo, nuevamente había anidado en su alma.

—Voy a hacer lo que hace mucho debí haber hecho: ponerle un alto definitivo.

—¡Pero su sobrino he enloquecido, mi querido amigo! ¡No creo que quiera
detenerse! ¡Créame! —le advirtió el preocupado ex gobernador—. ¡Yo fui
testigo de todo lo que hizo!

Pasó un segundo de completo silencio antes de que el doctor respondiera,
mucho más decidido que antes.

—Entonces alguno de los dos morirá.

Todos se quedaron boquiabiertos al escuchar aquella definitiva y
cortante respuesta, pero esta vez fue Alrun la que intervino, notándose
muy molesta.

—¡No puede hacer eso! ¡No puede desperdiciar así la nueva vida que le he
concedido! ¡Usted debe cuidar de mi hija! ¡Es su deber!

Pero a pesar de la terrible mirada de amenaza de la elfo, Christian se
mantuvo tan firme, o más, que antes.

—Usted me habrá facilitado nuevamente la vida, madeimoselle, y siempre
le estaré eternamente agradecido; pero mi alma le pertenece a Dios y a
nadie más, pues fue él el que me la otorgó y no usted, así que mi alma
vale más que mi vida y si para entrar al Cielo debo arriesgar mi vida
para salvar mi alma, con más razón debo detener a mi sobrino y redimirme
de mi negligencia, que fue la que ocasionó que perdiera el rumbo de su vida.

Estupefactos ante la rebelión de Christian en contra de la poderosa
guardiana de Odín, todos se volvieron hacia ella, temblando ante la
posibilidad de una represalia de su parte.

Se notaba a simple vista el desconcierto de Alrun, y entonces, una
pequeña chispa de furia brilló en sus ojos y sus pequeños puños se
cerraron. Comenzando una silenciosa batalla de miradas contra el
decidido doctor, desafiándose mutuamente. Pero, al cabo de unos cuantos
segundos, sorprendentemente, ella terminó sonriendo.

—No me equivoqué en concederle la vida, doctor Jacobson, es usted una
persona muy especial.

—No lo creo, madeimoselle. Si fuera así, no habría cometido tantos errores.

Ninguno de los dos dijo nada más, simplemente se quedaron mirándose por
algunos segundos hasta que Alrun llamó a su hija a su lado y se la llevó
con ella al otro extremo del drakkar, no sin antes lanzarle una
misteriosa y significativa mirada al doctor.

Impresionados por aquella silenciosa lucha de voluntad entre Christian y
Alrun, Weathervy y Segull volvieron a acercarse a él, cada uno por un
motivo diferente.

—Mi querido amigo, con sinceridad le confieso que me parece una muy mala
idea el enfrentarse a una mujer de… esa clase. Podría resultar muy
peligroso —le advirtió el temeroso ex gobernador.

—Mucho me temo que me haya pasado de la raya, mi amigo, pero no
permitiré que una deuda de honor contraída a la fuerza interfiera con mi
deber —fue la decisiva respuesta.

Y entonces, la bomba cayó en forma de una asombrosa e inesperada pregunta:

—Tengo entendido que el almirante George Jacobson es en realidad una
mujer, ¿no es cierto, doctor Jacobson? —inquirió capitán Hood sin ningún
rodeo, tomando por sorpresa a ambos caballeros.

Entonces Christian se volvió hacia él, tan pálido como un fantasma y los
ojos tan abiertos como platos, impactado. ¿Cómo podía aquel hombre saber
un secreto tan íntimo y tan importante de su sobrina? ¿Cómo había
llegado a saberlo?

—¿Eso es verdad? ¿Su sobrino es una mujer? —le preguntó Weathervy a su
amigo en cuanto logró recuperar el habla.

Christian no le respondió de inmediato, ni siquiera le prestó atención,
simplemente se le había quedado mirando muy fijo al pirata. Su rostro
revelaba tanto preocupación como enfado. ¿Acaso había pasado algo entre
su sobrina Isabel y aquel hombre? O tal vez, aunque sonara muy poco
probable, James Norrington había revelado ante todo el mundo la
verdadera identidad de su sobrina. Pero apenas cruzó esa idea por su
mente, meneó la cabeza de inmediato, desechándola inmediatamente, pues
si ése fuera el caso, su amigo Swann ya estaría enterado.

—¿Y bien, doc? ¿Va a responderme o no? —volvió a insistir el joven
pirata. Había un dejo de furia en sus ojos que llamó la atención de
Christian.

—¿Quién le dijo eso? —replicó, renuente a revelarle la verdad.

Seagul sonrió. Era evidente que la inteligencia de Isabel era pura
herencia de la familia Jacobson. Sabía que el doctor no iba a decirle la
verdad tan fácilmente, así que decidió ser más "expresivo".

—Ella misma me lo contó cuando intimamos —fue la sorprendente y
descarada respuesta.



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