Fanfic Piratas del Caribe -Bajo la Espada de Odìn- *Capítulo 22: El Fabuloso Poder de las Espadas Gemelas*

                    Resumen de la historia: El capitán Jack Sparrow comete el gran error de ponerse un anillo maldito que lo transformará en mujer y le traerá un sin fin de problemas tanto a él como a quienes lo rodean, amigos y enemigos. Una elección que cambiará la vida y los destinos de todos, en especial del Comodoro James Norrington y el mismo Jack. Esta historia está ambientada después de la primera película y desarrollada durante la segunda y tercera película. Una historia larguísima pero muy entretenida, con drama, humor, acción y romance. ¡Que la disfruten!



*PIRATAS DEL CARIBE: BAJO LA ESPADA DE ODÍN*

LIBRO SEGUNDO: EN EL FIN DEL MUNDO

SEGUNDA PARTE: RESCATANDO AL CAPITÁN SPARROW


Beckett quiere gobernar el mundo;Morgan quiere asesinar a todos;Jack y jacky quieren ser uno solo;Will quiere liberar a su padre;Isabel quiere vengar a sus padres;James quiere encontrar el perdón. ¿Quién lo logrará?Cont de El Libro del Destino. EL FINAL

Género: drama, amistad, acción, suspenso, humor, romance, violencia, aventura, fantasía, erotismo
Pareja: Jacky Sparrow/James Norrington. Elizabeth Swan/Will Turner
Personajes: Jack Sparrow/Jacky Sparrow, James Norringon, Elizabeth Swan, Will Turner, Hector Barbossa ¡y muchos más!
Calificación: para mayores de 18 años
Cantidad de palabras: variable
Duración: 67 capítulos la primera parte, 57 la segunda parte y 51 la última parte.
Estado: finalizado (Publicada en Fanfiction el 17 de Agosto del 2009 hasta el 21 de Marzo del 2011)
Escritora: Gabriella Yu
Mi estilo: estoy influenciada tanto por el anime, los dramas asiáticos y la literatura universal. Me gusta hacer pasar a los personajes por duras pruebas.
Aclaraciones: Esta historia la escribí hace más de 10 años, es muy entretenida, no se arrepentirán de haber perdido el tiempo en leerla. Le tengo mucho cariño porque fue una rara mezcla que logré hacer con el drama, humor y acción. 
IMPORTANTE: contiene escenas subidas de tono XD


*Capítulo 22: El Fabuloso Poder de las Espadas Gemelas*


El silencio era estremecedor, un fuerte viento soplaba sobre las oscuras
arenas de la isla, meciendo los cabellos y las ropas de todos los que se
encontraban en el campo de batalla.

La capitana Jade, de pie frente a un impresionante grupo de hombres
títere, estaba preparada para luchar contra ellos y así liberar de una
muerte segura al capitán Barbossa y a sus hombres, quienes todavía
permanecían rodeados por aquellos engendros, pobres diablos maldecidos
por el cruel comandante del /Holandés Errante/.

La tensión que se respiraba era ya agobiante, de un momento a otro
comenzaría la confrontación final de la que saldría victorioso el más
poderoso.

Sorprendentemente, el menos dispuesto a dejar que aquella niña se
enfrentara sola a aquel grupo de seres abominables, era Hector Barbossa,
no sólo porque se sentía humillado por ser rescatado por una niña, sino
porque de verdad le preocupaba que perdiera la vida. De una manera u
otra, a pesar de que siempre se la pasaban peleando y haciéndose la vida
imposible, había comenzado a tenerle cierto afecto.

—¿Qué crees que estás haciendo, mocosa del demonio? —protestó furioso,
rompiendo el breve silencio que se había hecho desde que Jade había
aterrizado frente a ellos—. ¡Vete ya mismo de aquí y deja de
estorbarnos! ¡Éste trabajo es sólo para los tipos duros como yo!

—Cierre la boca y observe, señor Barbossa —replicó la decidida y
valiente muchacha mientras desenvainaba el otro sable y era rodeada poco
a poco por sus agresivos contrincantes—. Mi padre, el poderoso e
invencible capitán Sao Feng, no ha criado a una tonta debilucha por hija.

—¿Cómo se atreve a decirle que cierre la boca al gran Hector Barbossa?
¡Mocosa atrevida! —se quejó el mencionado pirata.

—¿Crees que se atreva a usar las Espadas Gemelas, Su Shi? —le preguntó
la preocupada Wei.

—Creo que sí —respondió éste, igual de afligido que ella—. No tiene otra
alternativa si quiere salvarnos la vida.

—¡Pero su cuerpo es demasiado frágil! ¡No podrá soportar semejante poder!

—Lo sé… —admitió, sintiéndose tan abatido como ella. Si Jade se atrevía
a usar el poder de aquellas armas legendarias, solamente tendría una
pequeña chance de salvar sus vidas.

Las marionetas de Jones habían rodeado por completo a la niña china,
blandiendo amenazadoramente sus armas herrumbradas, dispuestos a acabar
con ella. Jade, sin sentir un ápice de miedo, se mantenía tan quieta
como una estatua, solemne, con los sables gemelos cruzados frente a ella
y con la mirada fija en el enemigo, concentrada plenamente en la batalla
que, de un momento a otro, iba a estallar.

De repente, uno de los maldecidos profirió un aullido aterrador a modo
de señal, dando inicio a una tremenda arremetida en grupo, abalanzándose
contra la jovencita.

Jade sonrió.

—¡ATAQUE DE LUZ Y OSCURIDAAAD! —gritó inmediatamente a la vez que se
arrodillaba y clavaba las espadas contra el suelo.

Entonces, para el asombro de todos, dos grandes destellos salieron de
aquellas armas, uno de color blanco resplandeciente y el otro de color
negro, que chocaron contras los primeros enemigos y los atravesaron
inmediatamente para impactar contra otros. Los que eran tocados por la
luz blanca, se evaporaban en el aire, en cambio, los que eran tocados
por la luz negra, se desintegraban convirtiéndose en polvo. Muchos de
ellos fueron destruidos en un santiamén.

—¡Vamos! ¡¿Qué están esperando? ¡Huyan hacia el barco! —les espetó la
joven guerrera china al darse cuenta de que sus compañeros se habían
quedado completamente anonadados.

Wai, quien ya antes había visto los espectaculares ataques de las
espadas, pudo recobrar el dominio de sí misma y comenzó a pedirle a los
demás que se dirigieran inmediatamente hacia la seguridad del /Perla
Negra/ antes de que fuera demasiado tarde. Poco a poco lograron salir de
aquel estado catatónico en el que habían entrado y comenzaron a huir
hacia la dirección pedida.

—¡Larguémonos de aquí! —exclamó Ragetty, y salió corriendo. Pintel, ni
lerdo ni perezoso, lo imitó.

Ana María y los demás también hicieron lo mismo, pero la mayoría de los
sirvientes de Sao Feng dudaron en escapar, pues no deseaban abandonar a
su Señora por temor a una terrible represalia por parte de Sao Feng, y
porque le debían su completa fidelidad a su joven ama.

—¿Qué pasará con la mocosa? —inquirió Barbossa con aparente indiferencia
pero reticente a abandonarla.

—Nosotros nos encargaremos de ella cuando ya no pueda seguir luchando
—le aclaró Su Shi.

—¿Cuándo ya no pueda seguir luchando? ¿Qué significa eso? —replicó,
abalanzándose peligrosamente hacia él, con la espada aún en su mano—.
¡Explícamelo antes de que te arranque el pellejo!

—Las Espadas Gemelas Yin Yang son demasiado poderosas para ella —Wai
intervino apresuradamente, temblando de miedo pero deseosa de proteger a
su admirador de la ira de aquel hombre peligroso—. El cuerpo de mi ama
se debilita enormemente cuando las usa y siempre termina perdiendo el
conocimiento al final.

—¿Y cuánto tiempo puede resistir cuando usa esas condenadas espadas?

—Diez minutos —fue la preocupante revelación.

—¡Rayos…! —exclamó el pirata, y tanto él como ella, dirigieron su
preocupada mirada hacia la jovencita que seguía aplastando al enemigo
con irrefrenable voluntad. Cuando ella ya no pudiera seguir luchando, se
verían obligados a rescatarla, ¿pero tendrían el tiempo suficiente como
para hacerlo?

…..

Mientras tanto, a bordo del /Perla Negra/, Elizabeth divisó a los
primeros piratas que corrían a todo lo que daban hacia el barco.

—¡Jack! ¡Will! ¡Allí vienen! —exclamó señalando hacia los que llegaban.

Los dos hombres se apresuraron a acercarse a la balaustrada.

—Por fin lo lograron —dijo el joven herrero.

—¿Tendrán queso? —inquirió el capitán Sparrow.

Elizabeth y Will lo miraron un tanto fastidiados.

A los huidos les tomó cinco minutos abordar el /Perla/, y pusieron al
tanto de lo que pasaba a nuestros cuatro protagonistas, alarmándolos
muchísimo por los extraños enemigos que los habían emboscado y el
aparente poder oculto de Jade. Y mientras Jack le preguntaba a cado uno
de los recién llegados si tenían algo de queso, dejándolos obviamente
desconcertados, Will se acercó a Tía Dalma, evidentemente muy preocupado
por el destino de todos.

—¿Qué haremos? Si llega a ser cierto que sólo tenemos menos de cinco
minutos para escapar de aquí antes de que el resto del enemigo nos
alcance, no tendremos el tiempo suficiente para reparar el barco.

—Navío. Se dice "navío", joven Turner; no barco —intervino el inoportuno
y aparentemente despreocupado capitán.

—Eso no viene al caso, Jack.

—Claro que sí. Es de mi querido /Perla/ del que se está hablando
—replicó fresco como una lechuga.

Fastidiado, William bufó mientras se llevaba las manos a la cabeza. Era
imposible sostener una conversación coherente con aquel hombre.

—He notado que tienes unos compañeros bastante inusuales, Jack
—intervino la pitonisa con una media sonrisa.

Éste se le quedó mirando bastante desconcertado.

—¿Te refieres al joven Turner y compañía o a esos odiosos bichos de
porquería? —señaló por sobre su hombro hacia un basto grupo de cangrejos
negros que merodeaban la embarcación y la playa.

—Ésos últimos.

—¡Ah! Pues en un principio creí que eran parte de mis pesadillas, pero
ahora creo que también forman parte de esta pesadilla… Aunque también
creo que podía formar parte de mi dieta… —finalizó afirmándose a la
balaustrada para poder admirar con verdadero apetito a aquellos crustáceos.

—Fíjense en esto —les advirtió Tía Dalma, y sonriente sacó una pata de
cangrejo con varios orificios sobre su hueso de la bolsa que siempre
cargaba encima. Llevándosela a los labios, comenzó a tocarla como si
fuera una flauta, produciendo una extraña melodía que cautivó
inmediatamente a los crustáceos, quienes comenzaron a subir por el casco
del barco para repararlo con sus patas, utilizando sus propios cuerpos
como parte del material.

—¡Asombroso! —exclamó Elizabeth, mirando todo desde la balaustrada, como
los demás.

—¿No podrías decirle a alguno de ellos que suba para servirme de cena?
—sugirió el famélico Jack Sparrow a la pitonisa sin sacarle la vista de
encima a los cangrejos

—A este paso podremos hacernos a la mar muy pronto —murmuró Will,
sintiendo que la esperanza volvía a nacer en su corazón.

Ajena a todo eso, la hija de Sao Feng estaba a punto de realizar su
último ataque sobre los pocos enemigos que quedaban. Cruzando los sables
sobre su pecho, la decidida jovencita extendió los brazos como si fuera
una cruz y gritó:

—¡GRAN TEMPESTAD YIN YAAANG!

E inmediatamente comenzó a girar como si fuera un verdadero torbellino,
barriendo y eliminando al resto del enemigo en un santiamén. Aquel era
el poder más fuerte que ella podía efectuar, y también el último, puesto
que cuando se detuvo, cayó pesadamente de espaldas al suelo,
completamente inconsciente.

—¡Ama Jade! —gritó la esclava Wai, y corrió desesperada a su lado junto
con Su Shi.

En cambio, el capitán Barbossa miró a su alrededor, sorprendido de que
ningún enemigo había sobrevivido a semejante ataque.

—No puedo creer que una niñita así tenga tanto poder… —murmuró, poniendo
los brazos en jarra.

Pero lamentablemente no tuvo más tiempo para asombrarse, pues con horror
notó que nuevos enemigos comenzaron a surgir de las profundidades de la
arena. Esta vez eran los esqueletos descarnados de antiguos maldecidos
por Davy Jones que aún portaban sus sables.

—¡Demonios! —rugió el pirata y, sin pérdida de tiempo, corrió hacia el
lugar en donde se encontraban Jade y sus sirvientes y la alzó entre sus
brazos como si fuera una pluma—. ¡Tenemos que marcharnos de aquí antes
de que nos rodeen!

—¡Trae las espadas sagradas, Su Shi! —le pidió Wai mientras comenzaba a
correr por detrás de Barbossa.

El muchacho, tomado por sorpresa, se quedó mirando unos instantes a esas
armas. Era un honor tener en sus manos algo tan sagrado y él no se
sentía merecedor de semejante responsabilidad… Además, siempre había
corrido el rumor de que esas espadas podían sacar lo mejor y lo peor de
cada persona cuando era utilizada y de que sus poderes eran diferentes
según quién las utilizara…

—¡Oye, chino estúpido! ¿Qué demonios estás haciendo? —le gritó el
capitán, deteniéndose unos momentos para azuzarlo—. ¡Más te vale que
traigas esos sables antes de que te desuelle vivo!

—¡S-sí! —asintió con un susurro, y alzó las armas tratando de no pensar
en nada y salió corriendo por detrás de sus compañeros con los enemigos
pisándole los talones.

Mientras los perseguían, las calaveras proferían gritos espeluznantes, y
aunque corrían con torpeza, blandían amenazantes sus espadas en contra
ellos.

Para cuando los tres perseguidos lograron llegar cerca del barco pirata,
se asombraron al ver a un inmenso grupo de cangrejos cubriendo en su
totalidad el casco de la embarcación.

—¡Están atacando a mi /Perla/! —rugió furioso Hector Barbossa.

—¿Y ahora qué haremos? —gimió la llorosa Wai, tomándose del brazo del
felicísimo Su Shi—. ¡No tenemos para dónde escapar!

—¡OOOEEEEEH! ¿¡POR QUÉ NO SUBEN DE UNA VEZ! —los sorprendió la voz de
William Turner que gritaba desde el /Perla Negra/—. ¡SUBAN ANTES DE QUE
LOS ALZANCEN!

—¡ESO YA LO SABEMOS, JOVEN TURNER! —replicó Barbossa bastante enfadado—.
¡ES A NOSOTROS A QUIENES ESTÁN PERSIGUIENDO!

Y luego de este cruce de opiniones, los tres fugitivos siguieron
corriendo hacia su salvación.

A una orden de Ana María, Cotton lanzó una escalera de soga sobre el
casco por donde Barbossa y los demás subieron en un santiamén hasta
llegar a salvo sobre la cabina principal. Uno de los esqueletos que los
perseguía quiso subir también, pero la pirata cortó la escalera con un
cuchillo y éste cayó pesadamente sobre sus compañeros. Pero los
esqueletos no se daban por vencidos y comenzaron a trepar por el casco
utilizando a los cangrejos como si fueran una especie de escalones,
dando horribles alaridos de guerra mientras trepaban.

—¿Y bien? ¿Qué va a pasar ahora? ¿Seremos las victimas de éstos
monstruos? —se quejó Barbossa en cuanto se reunió con Tía Dalma y Jack
Sparrow después de dejar a Jade bajo el cuidado de su gente y haberse
asegurado de que ella pronto estaría bien.

—Pues pronto lo verás —sentenció la pitonisa, dedicándole un pícaro
guiño y una media sonrisa y enseguida volvió a tocar la extraña flauta.

Tan pronto como recibieron la nueva orden, la oscura comunidad de
cangrejos comenzaron a mover el enorme navío, transportándolo sobre sus
lomos, otros se dedicaron a desprenderse del casco junto con el enemigo,
cayendo juntos al mar.

La tripulación, asombrada, se dedicó a contemplar todo aquel extraño
espectáculo desde la seguridad de la balaustrada de la cubierta
principal. Poco a poco, la costa de aquella isla extraña y sus peligros
comenzaban a alejarse de su vista a medida que iban adentrándose cada
vez más y más en las misteriosas aguas del mar del peligroso universo de
Davy Jones.

—¿Nos resultará fácil regresar a nuestro mundo? —le preguntó Elizabeth a
Tía Dalma.

—Será como en una prisión —respondió—: resulta fácil entrar a ella, pero
difícil salir.

—Qué esperanzador… —se quejó Pintel mientras Ragetty ponía los ojos en
blanco.

Ajena a esa deprimente conversación, la joven Ana María se encontraba
revisando los aparejos de la nave para constatar que todo estuviera en
orden para navegar con seguridad.

—¡Ana María! ¡Felices los ojos que te ven, querida! —la saludó un
capitán Sparrow exageradamente efusivo, abrazándola de una manera
"demasiado" cariñosa.

—¡No me toques el trasero, idiota! —replicó furiosa, dándole una buena
cachetada—. ¡Además, ya me saludaste antes cuando subí a bordo, imbécil!

—¡Ah! Pero no había saludado tu hermoso trasero —objetó, fresco como una
lechuga.

—¡Agh! ¡Y yo que me había preocupado por ti! —dio un furibundo taconazo
al suelo.

—¿En serio te preocupaste por mí? —inquirió con voz dulzona, acercándose
de lado a ella, con claras intenciones de seducirla.

Torciendo el gesto, Ana María lo rechazó con una sola mano, apartándolo.

—¿Y qué es lo que te pasa ahora, Jack? Te estás comportando mucho más
idiota de lo normal.

—No dirías eso si fueras hombre y hubieras pasado varios meses de
abstinencia… Ya sabes a lo que me refiero.

—¿Y por qué no vas a molestar a la niña rica? ¿Qué no te gustaba?

Jack miró hacia donde se encontraba Elizabeth y puso cara de asco.

—Pues debo de haber tenido un pésimo gusto si antes me gustaba esa
mujer… —se volvió hacia su extrañada compañera—. No hablemos de gente
despreciable, prefiero hablar de queso.

—¿De queso? —ahora sí que estaba realmente confundida—. ¿Por qué quieres
hablar de queso?

—¿Qué por qué quiero hablar de queso? ¿Es que acaso hay algo mejor para
hablar que no sea el queso? ¿Qué tienes en contra el queso, eh? ¿Te hizo
algo el queso? ¿Eh? —replicó molesto con los brazos en jarra.

—Jack Sparrow —lo saludó el capitán Barbossa, acercándose a él.

—¡Oh, Hector! Cuánto tiempo, ¿verdad? —lo saludó con aparente alegría.

—Sí. En Port Royal, ¿recuerdas? Me abandonaste —replicó con tono rencoroso.

El aludido asintió vagamente. Después de todo, no le convenía recordarlo.

—No lo recuerdo… ¿Tienes queso?

—¿Cómo? ¿Queso? ¿Y qué tiene que ver el queso con todo esto? —inquirió
fastidiado.

—¿Qué qué tiene que ver? ¡Mucho!

—Escucha, Jack —intervino Will, acercándose junto con su prometida. Su
voz denotaba la gran preocupación que lo embargaba—, Cutler Beckett
tiene el corazón de Davy Jones, controla su barco y la tripulación.

—Se adueñó del océano y tomó prisionera a tu hermana Jacky —agregó
Elizabeth.

—La canción ya fue cantada. La Corte de la Hermandad ha sido convocada
—le informó Tía Dalma.

—Los dejo un minuto solos y ya ven lo que pasa… ¡Ya metieron la pata!
¡Todo se fue por la borda! —se quejó el pobre hombre y, girando sobre
sus pies, intentó huir de ellos y sus problemas.

—¡Sí, Jack! ¡Todos te necesitamos de vuelta! ¡A ti y a tu hermana!
—insistió Gibbs.

—¡Jack! ¡Regresa con nosotros! ¡Yo también los necesito! —exclamó
Elizabeth, con lágrimas de desesperación en los ojos.

El pirata se detuvo, quedándose como clavado en el suelo, sorprendido
por aquellas palabras tan sinceras por parte de la mujer que lo había
traicionado cruelmente y que él tanto había admirado y amado pero que
ahora odiaba con todo su corazón.

Will se había quedado mirando a su prometida, impresionado por su
súplica, pero pronto se repuso y se acordó del verdadero motivo por el
que él estaba allí: su padre. Debía sobreponerse a los celos.

—Jack, no tienes una tripulación y ya una te está esperando —le dijo..

El capitán Sparrow se volvió hacia ellos.

—¿Por qué debería querer navegar con alguno de ustedes? —declaró un
tanto molesto—. Cuatro de ustedes intentaron matarme en el pasado, y una
ya lo ha logrado… —Y miró fijamente hacia la acusada y ésta se puso muy
nerviosa ante la mirada atónita de los demás.

Anonadado, Will se volvió hacia su prometida, quien no pudo sostenerle
la mirada.

—¡Ah! ¿No te lo ha contado aún? —preguntó el pirata con un marcado tono
de sarcasmo, acercándose a ellos y gozando con lo que había provocado—,
entonces tendrán mucho para conversar mientras estén aquí… —Olvidándose
por completo de ellos, giró hacia la pitonisa—. Y en cuanto a ti…

—Vamos, Jack, no me digas que no lo disfrutaste aquella vez —lo
interrumpió, sonriéndole sensualmente, acariciando su enmarañado cabello.

Entonces el aludido asintió con una resplandeciente sonrisa al recordar
aquel inolvidable momento.

—Sí, tienes razón. Estás adentro —y prosiguió con la lista de
enrolamiento, parando frente a cada uno de los miembros de la tripulación.

—No te quiero, me asustas —le dijo a Ragetty, desmoralizándolo.

—Gibbs, puedes venir... Marty, tú también... ¡Huggg! —Fue todo lo que
pudo opinar del pobre de Pintel.

—Cotton…—y se detuvo ante el dueño del ave traductora, quedándosele
mirando un tanto dubitativo—. No su perico, no me convence… Aunque debo
pensarlo, porque… no tendría con quién conversar…

Caminó un poco más hasta que se topó con los piratas de origen chino.

—¿Quiénes son ustedes? —preguntó sorprendido.

—Yo soy Tae Wong. Ellos son mis hombres —respondió sosegadamente el
contramaestre.

—¿Y de quién eres aliado?

—Del mejor postor.

—Tengo una nave —sonrió triunfalmente.

—Y mi lealtad será para usted… —sonrió también.

—Buen hombre —replicó complacido.

—Ésa sería mi respuesta si no fuera porque ahora le debo mi lealtad a mi
gran ama Jade, la hija de nuestro gran amo y señor Sao Feng —rebatió el
pirata.

—¡Ups! Eso es un gran impedimento, ¿verdad? Lo había olvidado…

—Así es.

—Bien, en ese caso… —caminó un tanto pensativo con las manos en la
espalda, luego se detuvo y se volvió hacia ellos—. ¿No tendrán algo de
queso?

—¿Queso? —repitió el pirata y miró a sus compañeros, quienes negaron con
la cabeza y se alzaban de hombros, muy extrañados ante ese inesperado
requerimiento—. Pues, no.

—¿No? ¿Ni un poquito? Bueno, no importa. Con que lleguemos a algún lugar
donde haya queso… — y, esperanzado, sacó su brújula para fijar el rumbo
hacia algún lugar en donde hubiera tan ansiado alimento, pero grande fue
su desconcierto y preocupación cuando notó que la aguja giraba como loca
sin detenerse.

—Oye, Jack —lo interrumpió el sonriente capitán Barbossa con las cartas
de navegación en sus manos, a las que previamente le había arrebatado al
anciano oriental—, ¿por qué no te olvidas de ese condenado queso y nos
dices hacia dónde quieres ir? ¿Tienes idea de cómo salir de este lugar?

El capitán Sparrow frunció la boca, ¿cómo demonios podrían salir con
vida del armario de Davy Jones?



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