Fanfic Piratas del Caribe -Bajo la Espada de Odìn- *Capítulo 23: ¿Cómo Regresaremos a Nuestro Mundo?*

                     Resumen de la historia: El capitán Jack Sparrow comete el gran error de ponerse un anillo maldito que lo transformará en mujer y le traerá un sin fin de problemas tanto a él como a quienes lo rodean, amigos y enemigos. Una elección que cambiará la vida y los destinos de todos, en especial del Comodoro James Norrington y el mismo Jack. Esta historia está ambientada después de la primera película y desarrollada durante la segunda y tercera película. Una historia larguísima pero muy entretenida, con drama, humor, acción y romance. ¡Que la disfruten!



*PIRATAS DEL CARIBE: BAJO LA ESPADA DE ODÍN*

LIBRO SEGUNDO: EN EL FIN DEL MUNDO

SEGUNDA PARTE: RESCATANDO AL CAPITÁN SPARROW


Beckett quiere gobernar el mundo;Morgan quiere asesinar a todos;Jack y jacky quieren ser uno solo;Will quiere liberar a su padre;Isabel quiere vengar a sus padres;James quiere encontrar el perdón. ¿Quién lo logrará?Cont de El Libro del Destino. EL FINAL

Género: drama, amistad, acción, suspenso, humor, romance, violencia, aventura, fantasía, erotismo
Pareja: Jacky Sparrow/James Norrington. Elizabeth Swan/Will Turner
Personajes: Jack Sparrow/Jacky Sparrow, James Norringon, Elizabeth Swan, Will Turner, Hector Barbossa ¡y muchos más!
Calificación: para mayores de 18 años
Cantidad de palabras: variable
Duración: 67 capítulos la primera parte, 57 la segunda parte y 51 la última parte.
Estado: finalizado (Publicada en Fanfiction el 17 de Agosto del 2009 hasta el 21 de Marzo del 2011)
Escritora: Gabriella Yu
Mi estilo: estoy influenciada tanto por el anime, los dramas asiáticos y la literatura universal. Me gusta hacer pasar a los personajes por duras pruebas.
Aclaraciones: Esta historia la escribí hace más de 10 años, es muy entretenida, no se arrepentirán de haber perdido el tiempo en leerla. Le tengo mucho cariño porque fue una rara mezcla que logré hacer con el drama, humor y acción. 
IMPORTANTE: contiene escenas subidas de tono XD


*Capítulo 23: ¿Cómo Regresaremos a Nuestro Mundo?*


Si alguien de la tripulación había pensado que las cosas a bordo del
/Perla Negra/ no iban a empeorar más, pronto se dio cuenta de que no
sería así, pues cuando apenas se adentraron al mar, se reanudó
inmediatamente el terrible conflicto de liderazgo y el derecho de
propiedad que sentían los capitanes Jack Sparrow y Hector Barbossa sobre
el barco y su tripulación. Ambos capitanes trataban de dar frenéticas
órdenes al mismo tiempo a una tripulación muy atareada pero también muy
confundida. Lo que decía uno, el otro lo repetía testarudamente:

—¡Arríen las velas! —ordenó Barbossa con su poderosa voz.

—¡Arríen las velas! —repitió Jack de inmediato. Ambos iban y venían por
la cubierta principal, tratándolo de controlarlo todo y a todos.

—¡Eleven al viento las brazas y escotas!

—¡Eleven al viento las brazas y escotas!

—¡Echen más las jarcias!

—¡Echen más las jarcias!

—¿¡Qué estás haciendo! —lo enfrentó Barbossa cara a cara, furioso.

—¡Tú qué estás haciendo! —Jack le replicó de inmediato, tan furioso como
su compañero.

—¡No! ¡Tú qué estás haciendo!

—¡Tú qué estás haciendo!

—¡No! ¡Tú qué estás haciendo!

—¡Tú qué estás haciendo! —Jack decidió cambiar de táctica, utilizando la
lógica—. El capitán de la nave es quien debe dar las órdenes.

—¡El capitán de la nave /ya/ está dando las órdenes! —Hector le rebatió
enseguida con la misma viveza, dejando al pobre de Jack bastante
confundido, por lo que tuvo que pensar en otra estrategia:

—Es mi nave y eso me hace el capitán.

—¡Las cartas son mías! —replicó, mostrándoselas. Sin ellas, no podrían
salir del armario de Jones y eso le otorgaba cierta importancia… Pero
del capitán Sparrow no se iba a dejar vencer tan fácil…

—Pues eso te convierte en… ¡un cartero!

—¡No! —intervino Jade de repente, interponiéndose entre ellos dos, muy
molesta—. ¡Esas son mis cartas y eso me convierte a mí en la capitana de
ésta tripulación! —y le arrebató los mapas robados al sorprendido Hector
Barbossa.

Entonces los tres se quedaron mirándose entre sí, desafiándose
ferozmente y dispuestos a luchar por la soberanía del /Perla Negra/.

—¡Yo soy el capitán de esta nave! —comenzó Jack.

—¡No! ¡Yo soy el capitán! —objetó Barbossa.

—¡No! ¡Yo soy la capitana!

—¡No! ¡Yo soy el capitán!

—¡No! ¡Yo soy el capitán!

—¡No! ¡Yo soy la capitana!

—¿Tienen queso? —fue la inesperada pregunta de Jack Sparrow, sonriéndole
estúpidamente a los dos. Jade y Barbossa no pudieron hacer otra cosa que
llevarse la mano a la frente y dar un bufido de fastidio.

—¡YA CÁLLENSE! —les gritó Pintel, furioso—. ¡NO QUIERO OIRLOS MÁS! ¡YA
ME CANSARON! ¡ES UNA ÓRDEN! ¿¡ENTENDIERON! ¿¡HA QUEDADO CLARO!

Toda la tripulación se le quedó mirando, sorprendida. Furiosos, los tres
capitanes lo fulminaron con la mirada, por lo que el pobre tonto
comprendió la torpeza de su acto y perdió el valor en un santiamén,
empequeñeciéndose.

—Lo siento —comenzó a decir con una sonrisa nerviosa, temiendo a que lo
mandaran a caminar por la tabla—, es que creí que como el puesto de
capitán estaba en duda, mi nombre sería considerado en candidatura… Lo
siento.

No queriendo perder el tiempo con un simplón como Pintel, Jack, Hector y
Jade decidieron ignorarlo y se dirigieron a los empujones hacia el
castillo de popa. El desventurado pirata no pudo evitar dar un suspiro
de alivio.

—Yo votaría por ti —le dijo su amigo Ragetti, acercándosele.

—¿En serio? —lo miró entre agradecido y asustado. Igualmente jamás
volvería a atreverse a enfrentarse a tres capitanes al mismo tiempo… Ni
siquiera a uno.

Ya en el castillo de popa, el capitán Barbossa sacó su catalejo y lo
extendió cuan largo era para poder observar el horizonte, obviamente
haciendo gala de su "tamaño" ante los otros capitanes, en especial, ante
su compañero masculino. Jack observó aquel catalejo con una sonrisita de
burla y él también sacó su propio catalejo y procedió a extenderlo… sólo
para descubrir que éste era obviamente mucho más corto que el de su
contrincante…

Luego de varios intentos inútiles de alargarlo, Jack se fue derrotado
ante la mirada triunfal de su compañero. La pobre Jade se había quedado
paradita detrás de ellos, rascándose la cabeza en un vano intento de
comprender el verdadero significado de aquella extraña muestra de
dimensiones de los catalejos.

Mientras la ridícula pelea de liderazgo seguía su rumbo sobre la
cubierta principal, el joven Will Turner había estado buscando a su
prometida por todo el barco, encontrándola por fin en la oscura bodega,
sentada sobre los escalones de la escalera, tristemente ensimismada, con
la mirada perdida en la oscuridad de aquel pequeño cuarto.

—Lo entregaste al Kraken —le dijo éste en cuanto ella se percató de su
presencia.

Elizabeth le desvió la mirada, aún avergonzada por lo que había hecho.

—Eso ya quedó atrás, ya lo hemos rescatado. Olvídalo, se acabó —le dijo,
visiblemente incomodada.

Cuando ella lo miró, éste le dio la espalda, claramente molesto.

—Will, no tenía elección —trató de explicarle la chica, poniéndose de
pie, afligida por la fría actitud de su prometido.

—Y elegiste no decírmelo —replicó éste.

—No podía. No era justo. No era tu pena, sino la mía. Esa carga no te
correspondía.

—Pero al final cargué con ella, ¿verdad? —se volvió y se acercó a ella,
mirándola directamente a los ojos—. Aunque no tenía idea de lo que era…
Creí que…

—¿Creíste que lo amaba? —Elizabeth completó la oración, herida por la
desconfianza de su novio. ¿Cómo podía haber pensado en eso cuando ella
le había entregado su corazón?

Ofendida, trató de marcharse, pero Will la detuvo tomándola fuertemente
por los hombros, obligándola a enfrentarse a él.

Hacía ya mucho tiempo que no estaban tan cerca ni tan solos como ahora,
la atracción que sentían el uno por el otro era aún muy fuerte a pesar
de los malentendidos… Por un momento sintieron el impulso de besarse,
pero el abismo que se había abierto entre ellos dos durante aquellos
meses de separación e incomunicación, había hecho mella de alguna forma
en su relación.

—Tomas sola tus decisiones, ¿cómo puedo confiar en tí? —Will le dijo al
fin y a Elizabeth se le rompió el corazón.

—No lo hagas, ya no puedes… —ella le aconsejó, y huyó por las escaleras,
tratando de alejarse de él y el dolor que le provocaba la forma en que
él la miraba.

El pobre muchacho se quedó solo en la bodega, preguntándose por qué
debían lastimarse de esa manera si aún se amaban con locura. ¿Cómo podía
él atreverse a herirla así? ¿Lograrían alguna vez reconciliarse o estaba
ya todo perdido para ellos?

Era ya de noche, y aunque las oscuras aguas se habían calmado, era una
calma tensa, poblada de incertidumbre en un mundo desconocido y
peligroso en el que ahora se encontraban navegando bajo un cielo teñido
de rojo sangre. Nada podía asegurarles un destino seguro hasta que
lograran regresar a su mundo.

Mientras el /Perla Negra/ se dejaba mecer por la marea envuelto en una
espesa niebla, Pintel y Ragetti se encontraban observando el horizonte.
Estaban sentados sobre la balaustrada de proa, cerca del bauprés, cuando
vieron, horrorizados, a una gran cantidad de espectros dejándose llevar
por la marea, nadando en las aguas del mar y emitiendo escalofriantes
aullidos. Vestían ropas largas hechas jirones. Eran muchos, cientos de
ellos. Eran las almas de los pobres desgraciados que habían muerto
ahogados en el mar.

—¡Qué espanto! ¡Estremecedor! —exclamó Pintel, temblando de pies a
cabeza—. ¡Esto es algo totalmente macabro!

—¿Qué crees que les pasaría si de pronto les soltáramos una bala de
cañón encima? —inquirió Ragetti, menos impresionado que su compañero
pero sí mucho más malicioso.

Ante esta idea malvada, los dos compañeros se miraron, curiosos por
saber lo que pasaría si lo hacían. Minutos después, riendo ante
semejante travesura, cada uno de los dos volvieron con una pesada bala
de cañón en sus manos. Pero grande fue su sorpresa cuando se encontraron
con la mismísima Tía Dalma, quien se hallaba en el mismo sitio en donde
ellos habían estado antes, observando ella también el lastimero desfile
de espectros.

Al volverse, Tía Dalma les dedicó una terrible mirada de advertencia y
los dos bolaños cayeron sobre la cubierta, rodando entre los pies de los
traviesos compañeros.

—Sería una falta de respeto, ¿verdad? Muy irrespetuoso, quizá. —terminó
diciendo Pintel a su amigo. No convenía enfurecer a la poderosa pitonisa.

—Estas pobres almas deberían estar al cuidado de Davy Jones —comenzó a
contarles la extraña mujer, luego se volvió y siguió observando aquella
macabra danza espectral. Pintel y Reagetti se le acercaron poco a poco—.
Esa fue la tarea que le fue encomendada por la diosa Calipso:
transportar al otro lado a aquellos que perecieron en el mar.

Giró su cabeza hacia ellos, un brillo misterioso se encendió en sus ojos
oscuros y sonrió.

—Y cada diez años él podría desembarcar en la costa para visitar a quien
lo amaba tanto de corazón… —su sonrisa desapareció y ella volvió su
ahora triste mirada hacia aquellas almas errantes—… Pero ese hombre se
ha convertido en un monstruo…

—Entonces, antes no tenía… ¿tentáculos? —inquirió Ragetti, imitando
aquellas extremidades con los dedos de su mano apoyada bajo su barbilla,

—No —Tía Dalma negó con la cabeza. Sus ojos volvieron a brillar, esta
vez por la añoranza y el recuerdo de cosas pasadas—. Él era un hombre
tiempo atrás… —y acarició un medallón de plata que siempre llevaba
colgado del cuello, uno que era sorprendentemente parecido a la tapa de
la cajita musical de Davy Jones.

De pie al lado del palo trinquete, se encontraba la joven e
impresionable Jade, inmersa en un mar de silenciosas lágrimas, llorando
la desgracia de aquel hombre enamorado que se había convertido en un
monstruo. Ella había escuchado todo sin querer.

Pintel y Ragetti se acercaron a la balaustrada, parándose al lado de la
pitonisa, observando con los ojos bien abiertos la próxima escena que se
aproximaba a ellos.

—Y ahora vienen los botes… —dijo el impresionado y flacucho Ragetti.

Y tal como él había dicho, una gran cantidad de botes tripulados por un
espectro, llevando consigo una farola de luz mala para iluminar su
camino. Estas eran las almas de las personas que habían muerto a bordo
de las embarcaciones.

Alarmados, los demás tripulantes del barco pirata comenzaron a aparecer
sobre la cubierta para observar aquella espantosa escena. Gibbs comenzó
a cargar su mosquete preparándose para defenderse, pero Will lo detuvo.

—Ellos no nos temen. Creo que no son ninguna amenaza… —le dijo,
obligándolo a desistir. Pero él tampoco estaba muy seguro de sus propias
palabras—. ¿No es verdad? —le preguntó a Tía Dalma.

—Para ellos solo somos fantasmas —le respondió ésta.

—Es mejor que no los molesten. Hay que dejarlos en paz —les aconsejó el
capitán Barbossa.

—¿Tendrán queso? —se preguntó Jack e inmediatamente recibió un buen
golpe en la nuca, cortesía de la fastidiada Ana María.

—¡Qué bestia eres! —se quejó ésta.

Poco a poco aquellos botes comenzaron a cruzar a ambos lados del barco
pirata, siguiendo su lúgubre viaje hacia un destino desconocido.

—¿Podremos volver a convertir en hombre a ese Davy Jones? —inquirió la
siempre sentimental Jade.

La pitonisa la miró llena de ternura.

—Me temo que no, querida.

—¿Y habrá alguna manera de derrotarlo además de apuñalar su corazón?
—quiso saber Will Turner.

—No, pero tampoco es así de fácil —le advirtió la mujer en un tono muy
serio—. Aquel que apuñale el corazón del capitán del /Holandés Errante/,
el suyo deberá sustituir el lugar de éste y pasar la eternidad surcando
los mares. El /Holandés/ siempre debe tener un capitán.

Aquella información les pareció muy valiosa tanto a Jack Sparrow como a
William Turner.

Nada más se dijo, todos permanecieron en completo silencio, uno al lado
del otro, contemplando aquella macabra escena.

Ante la presencia de Elizabeth, Tía Dalma no pudo evitar sentirse algo
desconcertada, pues intuía que había algo que no encajaba allí, algo que…

—Aquí hay algo que falta… Lo presiento… —murmuró.

—Tal vez sea el queso —intervino Jack con su jerga incomprensible—. He
visto que ninguno de esos fantasmas lleva siquiera un poquito de queso.

La pitonisa lo miró de reojo.

—Ése trastorno tuyo acerca del queso ya comienza a preocuparme, Jack.

—¿Dices estar preocupada? Yo en cambio siento que esta falta de queso ya
comienza a preocuparme, /savvy?/

—Voy a matarlo un día de éstos… —murmuro la pobre Ana María.

Al atardecer del día siguiente del viaje, cuando las almas los habían
dejado hacía ya mucho tiempo y el sol rojizo comenzaba a ocultarse de
nuevo en el horizonte, todos los piratas se encontraban muy preocupados
al no tener un rumbo fijo qué seguir para poder salir de aquel horrible
lugar… Agregando el hecho de que los pocos víveres que tenían comenzaban
a escasear.

—No hay agua… —se quejó el sediento Pintel cuando intentó en vano beber
algo de aquel líquido de su vacía cantimplora—. "No se nota, pero el ron
se agota…" —repitió el dicho favorito de Jack Sparrow.

—Ya se agotó el ron —afirmó Gibbs, espalda con espalda con su
subordinado, contemplando tristemente la botella vacía.

Jade se encontraba dando vueltas por allí, preocupada por el destino de
todos hasta que se topó con la triste Elizabeth, sentada en la escalera
del castillo de popa. Sintiendo compasión por ella, la niña se sentó a
su lado dispuesta a consolarla.

—¿Por qué no le dices de una vez que lo hiciste por él? —le propuso con
una gran sonrisa.

La joven la miró entre sorprendida y abatida.

—¿Cómo lo sabes?

—Es fácil —se alzó de hombros—. Sólo una persona que esté muy enamorada
o muy desquiciada puede mandar a alguien a la muerte… Y yo dudo que seas
de esas últimas.

Elizabeth volvió a poner su mentón sobre las rodillas.

—Will creyó todo este tiempo que yo estaba enamorada de Jack… ¿Por qué
tuvo que desconfiar de esa manera de mí cuando todo lo que hice fue por
él? —Los ojos se le llenaron de lágrimas—. Tuve que traicionar a Jack,
no tenía otra opción… Le rompí el corazón… Lo leí en sus ojos… Vendí mi
alma al diablo por Will y traicioné al pobre de Jack que confiaba tanto
en mí… ¿Cómo podré seguir con todo este peso que llevo encima? Ni
siquiera sé si ellos me perdonarán alguna vez…

—¿Y por qué no eres sincera y le cuentas todo lo que sientes? Es la
mejor manera de aclarar los malentendidos.

—Eso no es tan fácil de hacer —replicó, alzando la vista hacia la niña.
¡Qué ingenuo podía ser uno a esa edad!

—¿Y por qué no? —la chica volvió a alzarse de hombros—. Sólo ve y
cuéntales todo.

Y se levantó y se fue hacia el lugar en donde se encontraba Jack Sparrow
para ayudarlo a descifrar las cartas. Elizabeth no pudo evitar sentirse
impresionada por la sencillez y gran energía de aquella niña.

Volvió a posar su barbilla sobre las rodillas. ¿Realmente tendría el
valor de sincerarse ante su prometido y Jack?

Will, luego de contemplar a lo lejos a su triste novia sin siquiera
percatarse de lo que pasaba por su mente, volvió su pensativa mirada
hacia el mar, parado al lado de Tía Dalma, los dos apoyados sobre la
balaustrada de babor.

—Si no dejamos esta zona de calmas ecuatoriales antes de que anochezca,
temo que vagaremos sin rumbo fijo en este océano inexplorado entre ambos
mundos, condenados por siempre —la pitonisa concluyó su severa y
preocupante sentencia sin apartar la vista del sol poniente.

—Si seguimos sin agua, "por siempre" será mucho más pronto de lo que
creo —opinó Gibbs, parándose al lado de Tía Dalma.

Angustiado, William caminó por la cubierta hasta detenerse frente al
castillo de proa, en donde se encontraba el capitán Barbossa
contemplando seriamente hacia estribor mientras Ragetti perseguía al
mono que le había robado su ojo de madera.

—¿Por qué él no hace nada todavía? —murmuró el muchacho.

Momentos después, él y Gibbs se encontraban dando vueltas por la
cubierta, tratando de descifrar el misterio de las cartas chinas.

—No tiene lógica —dijo el contramaestre.

—"El destello se ve al anochecer, no al salir el sol" —el muchacho
recitó la frase escrita en las cartas, deteniéndose junto a su compañero
para mirar hacia el lugar en donde se encontraban Jack y Jade, quienes
estaban estudiando concienzudamente dichas cartas.

—"Caer por el borde"… ¡Bueno! ¡Yo soy el que está al borde de la
locura!—se quejó Gibbs, acerca de lo leído en las cartas según la
interpretación de la capitana Jade—. "Las mañanas no anochecen", ¿qué
diablos significa eso? ¡No tiene sentido!

—Nada de esto tiene sentido alguno —replicó el muchacho—. Ni siquiera
este mundo tiene sentido… —Se volvió hacia su prometida, pero ésta no
dijo una sola palabra, seguía sentada en la escalera, con la misma
mirada triste y perdida.

Mientras tanto, los dos capitanes se quemaban los sesos tratando de
descifrar las extrañas y casi inteligibles frases de las cartas haciendo
girar una y otra vez sus partes circulares.

—"Arriba es abajo" —descifró la joven Jade una vez que hizo girar las
piezas del mapa.

—Totalmente inservible y exasperante —opinó Jack muy decepcionado y
confundido—. Sobre todo si no te dice cómo encontrar queso… ¿Por qué
nunca hablan claro?

La hija se Sao Feng lo miró bastante desconcertada. La jerga de Jack
Sparrow aún le resultaba muy confusa. Nunca sabía si él estaba hablando
en serio o no.

Ignorando aquella mirada, Jack suspiró un tanto cansado y se dedicó a
divagar en su interior, conversando con su yo interior acerca del
destino que le aguardaba.

"¡Déjate de dudas y apuñala el corazón!", pensó, "¡No lo hagas!", se
contradijo, "El /Holandés/ debe tener siempre un capitán". "Eso es más
inútil todavía", asintió de mala gana, pero nuevamente comenzó a
replicarse a sí mismo: "Surcarías el océano para siempre". Abrió los
ojos cuán grande pudo, esa idea sí que le había gustado mucho. "Amo el
océano", pensó sonriente, "estar rodeado de agua". Jade lo observaba muy
extrañada. Él siguió consumido en sus pensamientos, decidiendo qué hacer.

"¿Y amas el puerto?", se preguntó, "Prefiero el ron y el queso. Sí, me
gustan.", se contestó a sí mismo, "Tocar puerto para conseguir ron y
queso…, y también mujeres picantes cada diez años", pensó, completando
su propia oración. "Pero diez años en un laaargo tiempo", puso cara de
preocupación, "… y más cuando escasea el ron…". "Pero más larga es la
eternidad" se contradijo enseguida, abriendo nuevas perspectivas ante
él. "¿Y cómo la pasaría? ¿Muerto? O no… ¡Sería el inmortal capitán Jack
Sparrow!".

—¡Ah! ¡Qué lindo suena! —exclamó alegremente en voz alta, Jade volvió a
mirarlo muy extrañada.

—Pero al anochecer ya no importará si estoy muerto… —volvió a murmurar
el pirata, bajando la mirada hacia el mapa.

—Claro que sí — le explicó la muchacha, sacándolo de sus divagaciones —.
Esto hay que descifrarlo con los ojos de la mente y el corazón.

—¿Los ojos de la mente y el corazón? —repitió él con tono irónico—. Pues
lamentablemente mi estadía en aquella condenada isla dejó en muy malas
condiciones mi mente y corazón —Se alzó de hombros—. No consigo pensar
en otra cosa más que en el queso… Espero que a Jacky le vaya mejor… o
peor. Después de todo, ella y yo somos uno y para eso le patee el
trasero para salvarle la vida y tener yo una chance de salvar mi pellejo.

—¡Eso es! —exclamó de repente Tía Dalma, sobresaltando a todo el mundo.
Su rostro se había iluminado por la alegría y la esperanza—. ¡Ya sé cómo
podremos regresar a nuestro mundo!

—¿Cómo lo harás? —quiso saber Will.

Y, para el susto y gran preocupación de Jack, ésta se le quedó mirando
detenidamente con una expresión maliciosa en su rostro moreno.

—Solamente necesitamos un poderoso nexo entre este mundo y el otro… ¿Y
saben qué? Ya tenemos ese nexo.

—¡Ajá…! —asintió el joven aprendiz de herrero, comprendiendo de
inmediato las palabras de la pitonisa, volviéndose para mirar fijamente
al nervioso capitán Jack—. Ya tenemos /un/ Sparrow, sólo nos falta la
/otra/ Sparrow, ¿no es así?

—Estás en lo correcto, muchacho —asintió la mujer.

Toda la tripulación del /Perla /Negra se volteó hacia el pobre Jack
Sparrow y también se le quedó mirando, poniéndolo muy nervioso.
Entonces, todos empezaron a reírse maliciosamente y Jack no pudo hacer
otra cosa que comenzar a reírse también.

—¿Qué pretenden hacer conmigo? —preguntó al fin, borrándosele la sonrisa.

Tía Dalma se le acercó con un contonear muy sexy y se detuvo frente a
él, sonriéndole pícaramente.

—Sólo espera y verás, Jack, sólo espera y veras…

Y el pobre capitán del /Perla/ no pudo hacer otra cosa que sonreír
forzadamente y tragar saliva.



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