Fanfic Piratas del Caribe -Bajo la Espada de Odìn- *Capítulo 21: Jack se Despierta y Jade Habla de Más*

                   Resumen de la historia: El capitán Jack Sparrow comete el gran error de ponerse un anillo maldito que lo transformará en mujer y le traerá un sin fin de problemas tanto a él como a quienes lo rodean, amigos y enemigos. Una elección que cambiará la vida y los destinos de todos, en especial del Comodoro James Norrington y el mismo Jack. Esta historia está ambientada después de la primera película y desarrollada durante la segunda y tercera película. Una historia larguísima pero muy entretenida, con drama, humor, acción y romance. ¡Que la disfruten!



*PIRATAS DEL CARIBE: BAJO LA ESPADA DE ODÍN*

LIBRO SEGUNDO: EN EL FIN DEL MUNDO

SEGUNDA PARTE: RESCATANDO AL CAPITÁN SPARROW


Beckett quiere gobernar el mundo;Morgan quiere asesinar a todos;Jack y jacky quieren ser uno solo;Will quiere liberar a su padre;Isabel quiere vengar a sus padres;James quiere encontrar el perdón. ¿Quién lo logrará?Cont de El Libro del Destino. EL FINAL

Género: drama, amistad, acción, suspenso, humor, romance, violencia, aventura, fantasía, erotismo
Pareja: Jacky Sparrow/James Norrington. Elizabeth Swan/Will Turner
Personajes: Jack Sparrow/Jacky Sparrow, James Norringon, Elizabeth Swan, Will Turner, Hector Barbossa ¡y muchos más!
Calificación: para mayores de 18 años
Cantidad de palabras: variable
Duración: 67 capítulos la primera parte, 57 la segunda parte y 51 la última parte.
Estado: finalizado (Publicada en Fanfiction el 17 de Agosto del 2009 hasta el 21 de Marzo del 2011)
Escritora: Gabriella Yu
Mi estilo: estoy influenciada tanto por el anime, los dramas asiáticos y la literatura universal. Me gusta hacer pasar a los personajes por duras pruebas.
Aclaraciones: Esta historia la escribí hace más de 10 años, es muy entretenida, no se arrepentirán de haber perdido el tiempo en leerla. Le tengo mucho cariño porque fue una rara mezcla que logré hacer con el drama, humor y acción. 
IMPORTANTE: contiene escenas subidas de tono XD


*Capítulo 21: Jack se Despierta y Jade Habla de Más*


Mientras Elizabeth y Jade seguían con su ardua tarea de despertar al
durmiente Jack Sparrow de su profundo sueño, pues roncaba a más no
poder, Will Turner y Tía Dalma se hallaban oteando persistentemente el
horizonte en busca de algún acontecimiento extraño. Aunque no lograban
divisar nada, podían sentir que los rodeaba una especie de tenebrosa
atmósfera que ponía la piel de gallina a cualquiera.

—¡Escuchen, es el lorito de Cotton! —exclamó Jade de repente, poniéndose
de pie y mirando a su alrededor con insistencia, buscando al animalito.

—¿El loro de Cotton? —repitió Will, preocupándose aún más, pues sabía
que cuando el ave se separaba de su dueño, era porque existía un gran
peligro.

—¡Allí viene! —anunció la niña, corriendo llena de alegría hacia el
castillo de popa para recibir al animalito entre sus manos.

—Hola, ¿cómo estás? —lo saludó mientras éste trepaba a su hombro.

Entonces, se escuchó el chillido de un pequeño mono y, segundos después,
fue el peludo Jack el que saltó a los brazos de la jovencita, temblando
de miedo y acurrucándose en ellos.

—¡Eh! ¿Qué te pasa? ¿Por qué tiemblas así? ¿Estás asustado? —inquirió
desconcertada.

—¡Nos vamos a pique! ¡Nos vamos a pique! ¡Wah! —explicó el loro a su manera.

—Algo malo pasa con Barbossa… —murmuró el joven herrero, y se volvió
hacia la pitonisa, mucho más afligido que antes—. ¡Debemos ir a ayudarlo
de inmediato!

—¿Y cómo? —replicó la mujer—. ¿Tienes idea de cómo hacerlo? Porque yo no
la tengo, jovencito. Si vamos así sin más, podríamos perecer bajo el
poder de Jones.

—¡Pero usted puede usar alguno de sus hechizos! —insistió.

—Estamos en los dominios de Davy Jones, mis poderes aquí son casi inútiles.

—¿Entonces qué haremos? ¿Quedarnos aquí y dejarlos morir? ¡Eso no es
justo! —intervino Elizabeth sin atreverse a abandonar al "bello
durmiente", quien se encontraba recostado sobre la cubierta con la
cabeza descansando cómodamente sobre su regazo.

—¡Yo los ayudaré! —declaró decidida la hija se Sao Feng.

Y antes de que sus compañeros reaccionaran a sus palabras, la chica se
sacó de encima a las temerosas mascotas y, con una agilidad
sorprendente, corrió velozmente hacia la balaustrada de estribor y la
sorteó de un salto, cayendo de pie sobre la arena a varios metros de
altura, dejando a sus compañeros con la boca y los ojos bien abiertos.

—¡Jade! ¿Te volviste loca? ¡No sabemos lo que está pasando! —le gritó
Will desde arriba, asomado a la balaustrada junto a Tía Dalma y Elizabeth.

—¡Regresa, por favor! —pidió la afligida hija del ex gobernador.

—No se preocupen por mí —les sonrió Jade, girando hacia ellos, —. Sé muy
bien lo que hago. Además, nunca me atrevería a dejar desprotegidos a Wai
y mis hombres, ni tampoco al señor Barbossa y a sus hombres.

Y poniéndose seria, salió corriendo en dirección hacia el lugar en donde
se encontraban Barbossa y los demás… sólo para tropezar más allá con un
pedazo de madera y caer de cara a la arena. Avergonzada, la jovencita
china se levantó lentamente y miró hacia el /Perla Negra/ en donde Will
y las dos mujeres la miraban con cara de preocupación y desconcierto.
Tragando saliva, la chica se despidió con una tímida sonrisa y
nuevamente emprendió su camino.

—No podemos dejar que se vaya sola. Yo la acompañaré —declaró William
sin quitarle la vista de encima a la figurilla que comenzaba a
desaparecer en la lejanía.

—Yo también iré contigo —dijo la decidida Elizabeth.

—Y yo también —declaró Jack Sparrow, parado muy campante detrás de ellos
como si nada pasara.

—¡JACK! —gritaron ambos jóvenes, sobresaltados—. ¡Despertaste!

—Y no gracias a ustedes, por cierto… —replicó con su habitual sarcasmo,
pero enseguida puso cara de desconcierto—. Momento… ¿estaba dormido?

—Estabas soñando la pesadilla eterna, Jack —le contestó Tía Dalma a sus
espaldas.

—¡AH! —gritó el asustadísimo pirata, que de un brinco quedó en medio de
Elizabeth y Will, mirando a la pitonisa con ojos tan grandes como
platos, hasta que la reconoció.

—¡Tía Dalma! —sonrió de oreja a oreja, acercándose a ella con su
acostumbrado andar tambaleante—. ¡Felices los ojos que te ven! ¿Vienes
de paseo? Tú le das un agradable sentido macabro a cualquier delirio.

Ante aquellas palabras tan ambiguas, la mujer no pudo hacer otra cosa
que sonreír a medias.

—Nos cree una alucinación —opinó el joven herrero, decepcionado.

El capitán Sparrow se volvió hacia él sin perder la sonrisa a pesar de
haberse molestado con aquel comentario desdeñoso.

—William, dime algo: ¿no has venido a pedirme ayuda para salvar a una
damisela en peligro o… ¿la peligrosa es ella? Lo que sea —concluyó su
sarcasmo con un alzamiento de hombros.

—Claro que no.

—No tienes a qué venir entonces. De hecho, no puedes. ¡Tú no estás aquí!
—replicó sonriendo.

—Jack —intervino Elizabeth, preocupada, no podía creer que él había
perdido la razón—, esto no es una ilusión, es real.

Para sorpresa de la joven, éste se le quedó mirando como si ella fuera
una aparición espectral, como si fuera parte de los horrores que él
había experimentado en sus pesadillas.

Sin poder formular palabra alguna, el angustiado pirata se acercó a Tía
Dalma en busca de alguna buena explicación para el caso.

—¿Qué es lo que está pasando aquí?

—¿Es que no te acuerdas, mi querido Jack, que fuiste devorado por el Kraken?

El aludido alzó una ceja, sinceramente confundido. Su mente no lograba
aclararse del todo, sus recuerdos y su memoria se encontraban en un
completo caos.

—¿Me confundió con una carnada?

La pitonisa sonrió.

—Algo por el estilo. Ahora estás en los dominios de Davy Jones: en el fondo.

Jack movió de aquí para allá sus ojos oscuros, nervioso y sorprendido.

—Ya lo sé. Sé en dónde estoy. No creas que no lo sé —rebatió con un dejo
de duda en su voz pero sin intención alguna de demostrarlo—… ¿Tienes queso?

—¿Cómo? ¿Queso? —repitió, desconcertada.

—Sí, queso. ¿Acaso no lo conoces? Es el producto de la cuajada de la
leche, que puede ser leche de cabra, de vaca…, de burra…

—¡Jack, venimos a rescatarte! —insistió Elizabeth—. ¿Acaso no era esto
parte de tu plan? ¿No lo recuerdas?

El capitán del /Perla Negra/ giró hacia ella e inclinó la cabeza.

—¿De verdad? Se los agradezco —replicó con marcado tono irónico,
aproximándose a ella con su clásico contoneo…

Había algo en él que lograba atemorizarla, tal vez era… ¿un rencor tan
grande y frío como un témpano?

Jack se detuvo y miró a su alrededor.

—.Me parece que ustedes ya no tienen una nave, ¿verdad? —aventuró,
acercándose un poco más—. Pero como yo sí poseo una y ustedes no,
ustedes son los que necesitan rescate, y la verdad no estoy de buen
humor ahora.

—Escucha, Jack —lo interrumpió el joven William Turner—. No tenemos
tiempo para dar explicaciones. Barbossa y los demás están en peligro,
¿entiendes? Y la hija de Sao Feng acaba de irse para ayudarlos. Ahora
nosotros debemos ir tras ella y ayudarlos también.

—¿La hija de Sao Feng está aquí con ustedes? —inquirió entre
sorprendido—. ¡Pero cómo se le ocurre meterse en semejante nido de
víboras a esa niña! De todos modos parece que no pueden dejar de meterse
en problemas sin mí… ¡vamos a ayudarlos! —declaró con su característica
impetuosidad, pero cuando apenas dio un paso, cayó de bruces al suelo.

—¡Jack! ¿Qué te pasa? —le preguntó Will muy afligido mientras lo ayudaba
a ponerse de pie. Elizabeth también quiso ayudarlo, pero el pirata la
rechazó con un silencioso empujón. Fulminándola con la mirada.

La pobre chica se quedó de una sola pieza, con el corazón rebosante de
dolor por aquel desprecio.

—¡Me muero de hambre y de sed! —declaró desfallecido—. Es como si no
hubiera probado bocado en meses… Ni ron…

—Es porque en verdad no has probado bocado en meses —le dijo Tía Dalma.

—¡Oh! ¿Pasé meses sin tomar una sola gota de mi amado rona? —fue lo
único que atinó a decir el famélico capitán Sparrow, quedándose un
momento con la mirada fija en el vacío, tratando de razonar aquella
increíble información—. Por causalidad… ¿no tendrán queso?

—¿¡Otra vez con lo del queso, Jack! ¡Estamos metidos en un buen lío!
¡Olvídate del queso! —protestó el muchacho, exasperado.

—¿Entonces no tienen queso? ¿Ni un pedacito?

—¡NO!

—Ah, bueno… —asintió un tanto desilusionado—. Supongo que si hubieran
tenido queso, me habrían dado el queso cuando les pedí el queso; pero
como no tienen queso, no pueden darme el queso cuando les pido el queso,
¿no?

—¡Y sigue con el queso! —suspiró de mala gana el aprendiz de herrero.

—¡Jack! ¡Debemos ayudar a Jade y a los demás antes de que sea demasiado
tarde! —le pidió Elizabeth.

—¿Y cómo piensas ayudarlos, eh? —rebatió el aludido—. Sea lo que sea que
los esté atacando, estoy seguro de que ustedes no harán ninguna
diferencia, ¿saben?

—Pero…

—¿Por qué no se lo dejan a la pequeña Jade? —les aconsejó con una gran
sonrisa.

—¿A Jade? ¡Pero es una niña muy torpe! ¡La asesinarán! —replicó Will muy
enfadado—. ¡Estás loco si piensas que me quedaré aquí sin hacer nada y
dejarle todo el trabajo a una niña!

Y dicho esto, se dirigió hacia la escalinata, pero no pudo ir más allá,
puesto que Jack Sparrow le colocó el filo de su espada en el cuello,
deteniéndolo.

—Quietito ahí, potrillo desbocado. Si te digo que dejes a esa niña torpe
e idealista hacer sola el trabajo, es porque sé muy bien lo que hago,
/savvy?/

—¡Pero, Jack! —se quejó Elizabeth, acercándose a ellos.

—¡Ah, ah! —la detuvo apuntándola con el dedo de la otra mano—. Confía en
mí en la medida de lo que no confío en ti y verás que tengo toda la razón.

Elizabeth, desconcertada, no supo cómo interpretar aquella extraña
sentencia.

—Mi querida Tía Dalma —volvió a hablar el pirata, sonriendo de oreja a
oreja—, creo que deberías encontrar la manera de reparar mi amado navío
lo más rápido posible. Solamente dispondremos de muy poco tiempo para
hacernos a la mar después del ataque de Jade.

A diferencia de los dos jóvenes, Tía Dalma comprendió claramente al
capitán Sparrow y se acercó a la balaustrada de babor y se quedó mirando
en la dirección en donde se encontraban Barbossa y su tripulación, lugar
a donde iba la hija de Sao Feng.

—Así que la pequeña jovencita guarda una carta bajo la manga…

Para el horror y la desesperación de los piratas, los muertos vivos eran
prácticamente interminables; cuando acababan con uno, siempre aparecía
otro por detrás. La tripulación del desaparecido /Hai Pang/ se había
reducido a un pequeño grupo de piratas occidentales y orientales gracias
al frenético y violento ataque se aquellos seres sin voluntad que eran
manipulados por la maldad y el hechizo del capitán Davy Jones. Rodeados
como estaban, los piratas no parecían tener ni una pizca de posibilidad
se salir vivos de aquella isla.

—¡Maldita sea! ¡Éste es el cuento de nunca acabar! ¡Corran hacia el
/Perla Negra/ y llévense lo que puedan! —gritó el capitán Barbossa a los
suyos mientras seguía combatiendo valientemente contra dos de sus enemigos.

—No me lo repetirán dos veces —declaró el contramaestre Gibbs, pero en
cuanto quiso poner en práctica lo ordenado, más de esos seres
sobrenaturales emergieron de las oscuras arenas para atacarlo a muerte.

—¡No te separes de mí, Wai! —le pidió el joven Su Shi a la aterrorizada
muchacha que se mantenía escondida detrás de él.

El chico era de la misma edad de Will, y aunque no tenía el mismo valor
y arrojo que nuestro querido herrero, era los suficiente noble y leal
como para dar su vida por las personas a las que amaba o servía.

—E-este es el fin, compañero… —dijo el tembloroso Pintel, espalada con
espalda con su compañero.

—Fu-fue un gusto conocerte, compañero… —gimió el lloroso Ragetti,
tomándose de la mano de su amigo a modo de despedida.

Pero justo en el momento en que uno se los sables de los enemigos estaba
a punto de cercenar la cabeza de Cotton, apareció la valerosa Jade.

—¡Quietos ahí, esbirros de mal! —gritó dese lo alto del acantilado. Todo
el mundo se detuvo y se le quedó mirando, muy extrañados.

Notando con orgullo que todos habían reparado en su presencia, la
jovencita siguió con su discurso de presentación:

—¿¡Cómo se atreven a atacar a unos pobres piratas que llegaron a esta
tenebrosa isla con el único y noble propósito de salvar a una persona
querida! ¡Nunca les perdonaré el haberse entrometido entre la amistad y
el amor! —los apuntó con uno de sus espadas gemelas—. ¡Yo los castigaré
en el nombre de Confucio y sus enseñanzas!

Ni una mosca se escuchó luego de aquella retahíla de palabras
empalagosas, todos, absolutamente todos se quedaron con la boca bien
abierta.

—¡Demonios! —se quejó Hector Barbossa, dándose un golpe en la frente con
la palma de la mano—. ¡Que el diablo me ahorque y me mande a lo más
profundo del averno si tengo que ser rescatado por esta mocosa
horrorosamente cursi! ¡Yo no vine aquí con el "noble" propósito de
salvar la vida de una persona "querida"!

—Creo que con eso de "haberse entrometido entre la amistad y el amor"
fue demasiado exagerado… y cursi —comentó Ana María.

—Siempre mete a Confucio en cosas como éstas… —murmuró la avergonzada Wai.

Al ver que todos comenzaban a murmurar entre ellos, criticándola, la
chica se puso furiosa e infló las mejillas, poniéndose toda colorada.

—¡Bueno! ¡Se acabo! ¡Sólo vine a ayudarlos! —Y para el asombro de ambos
bandos, Jade se lanzó desde lo alto del acantilado y cayó de pie ente
ellos, y apuntando majestuosamente al enemigo con una de sus armas, declaró:

—¡Yo sola acabaré con todos ustedes!

…...

Mientras tanto, momentos antes de que el /Holandés Errante /y el
/Endeavour/ tomaran rutas diferentes, el despiadado Lord Cutler Beckett
había mandado a llamar de inmediato al almirante Norrington para aclarar
algunos incidentes ocurridos hacía poco a bordo del barco insignia.

Suponiendo ya que Beckett había descubierto su participación en la fuga
del gobernador Swann, el oficial se dirigió hacia su oficina dispuesto a
soportar lo mejor que pudiera las represalias.

—¿Me mandó a llamar, Lord Beckett? —preguntó con frialdad. Despreciaba
con todo su ser a aquel hombre cruel y manipulador.

Sentado frente a su escritorio, firmando algunos papeles, el mencionado
hombrecillo apenas le prestó atención, su pálido rostro inexpresivo no
reveló absolutamente nada de lo que estaba pensando.

—Usted sabe que la traición no tiene cabida en la armada, ¿no es así,
almirante? —le respondió sin alzar la mirada, la insensibilidad de su
voz era realmente alarmante.

—Sí, señor.

—Y el castigo por cometer traición es la pena de muerte, ¿verdad?

—Sí, señor.

Beckett alzó la vista y le sonrió. Era una sonrisa siniestra.

—Bien. Creo que ambos estamos de acuerdo con eso, ¿no? —volvió a dirigir
su atención a sus papeles—. Procedan.

Y desde las penumbras de la cabina, justo detrás del desconcertado
Norrington, emergieron dos hombres enormes para tomarlo prisionero,
sujetándolo fuertemente por ambos brazos. Mercer, el malvado esbirro de
Beckett, también estaba allí. El prisionero ni siquiera se resistió,
seguía mirando con desprecio a su captor.

—Como usted se habrá dado cuenta, almirante Norrington, estamos muy bien
enterados de que fue usted el que ayudó al gobernador Swann y a ese
mocoso sordo a escapar —dijo Cutler, levantándose de su escritorio con
aparente tranquilidad—. ¿Acaso creyó que éramos tan tontos como para no
darnos cuenta que usted estaba implicado?

—No, señor. Si el gobernador Swann hubiera desaparecido él solo, no
habría suficiente evidencia en contra mía, pero con la desaparición del
joven Billy, cualquiera habría adivinado mi implicación en la fuga
—respondió con un marcado tono de sarcasmo.

El poderoso hombre de las Indias Orientales lo fulminó con la mirada,
furioso.

—¿Por qué demonios sigue aquí? ¿Por qué no huyó con ese patético gordo
cobarde?

—¿No sabe usted acaso el dicho que reza más o menos así: "Mantén a tus
amigos cerca y a tus enemigos aún más cerca?".

—Así que me tiene como a su enemigo luego de que le otorgué el título de
Almirante.

—Un título ganado con la sangre de inocentes no tiene por qué ser
agradecido.

Cutler Beckett sonrió otra vez y caminó tranquilamente hacia el flamante
oficial, contendiendo a dura penas la ira que sentía ante el desafío de
aquel hombre que ya no se dejaba manipular ni por sus debilidades ni por
nadie.

—Usted está esperando el momento justo para traicionarme, ¿verdad? Es
por eso que no se marchó con los demás, está dispuesto a dar su vida con
tal que quitarme de en medio y resarcirse de sus… ¿cómo se llaman? ¿Pecados?

James sonrió despectivamente a modo de respuesta. Ambos hombres de
férrea voluntad estaban enfrentados cara a cara a unos cuantos
centímetros de distancia.

—Entonces, no tendrá objeción con que debe recibir un castigo ejemplar
por su traición.

—Ninguna. Siempre estoy listo para ver la muerte a la cara.

—¿Y quién dijo que lo castigaré con la muerte? —replicó sonriendo
macabramente.

—¿Cómo? ¿Qué quiere decir con eso? —James se alarmó, temeroso de lo
peor, temeroso de que Jacky hubiera caído en manos de Beckett.

—Que usted debe recibir un castigo ejemplar, almirante… Uno muy
especial. Uno que ni se lo imagina…

El tono de su voz sonó realmente alarmante y terrorífica.

—Jacky… —susurró Norrington, desolado. Ella era su única debilidad.



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