Mundo Star Wars: Aprendiz de Jedi Volumen 4. LA MARCA DE LA CORONA -Capítulo 15-

                                       



La reina del planeta Gata agoniza y Obi-Wan Kenobi y su maestro Qui-Gon Jinn deben preservar la paz planetaria y encontrar otro heredero antes de que el príncipe Beju, al que no el importa producir una guerra con tal de tomar el poder.


Capítulo 15

El brillante color verde de las hojas del árbol lindemor le deslumbró. Obi-Wan se agarró a la Fuerza de la vida de las cosas que le rodeaban, concentrándola para sí mismo. Según iba descendiendo, logró agarrarse a una de las ramas del árbol. Los dedos de una de sus manos se aferraron con fuerza en una rama y con la otra mano pudo agarrarse a otra rama que había debajo. Así, agarrándose a las ramas, pudo llegar hasta un punto en el que alcanzó el suelo dando un pequeño salto.
No se molestó en mirar hacia arriba. Seguramente Giba habría ya llamado a la guardia real para que le buscaran. Tendría que llegar hasta la Cámara del Consejo sin ser visto.
Obi-Wan se deslizó por las cocinas. Pasó corriendo entre los sorprendidos cocineros, se metió por las despensas, atravesó las zonas destinadas a comedores y encontró el pasillo que llevaba al ala del palacio destinada para el Consejo de Ministros.
Los pasillos estaban desiertos. Obi-Wan corrió a través del pasillo de piedra, echando de menos su sable láser. Oyó el sonido de pasos de dos personas que se aproximaban. Se metió en la primera habitación que vio.
Cerró la puerta tras él y se apoyó contra ella. Oyó cómo pasaban de largo. Soltó un resoplido de alivio. Salvado. Por el momento.
Se encontró que estaba en una especie de habitación real de recepción. Un banco ornamental se situaba en una plataforma en uno de los extremos de la habitación. Tenía enfrente filas de sillas. Tapetes brillantes adornaban las paredes. Detrás del banco había armas antiguas.
Había otra puerta justo en el extremo contrario de la habitación. Obi-Wan se dirigió a ella. Bajó el tirador lentamente y empezó a tirar para intentar abrirla con cuidado. Aun así, notó un empujón desde el otro lado de la puerta. Debido a la combinación de fuerzas de los dos lados de la puerta, se abrió con fuerza y entró tambaleándose en la estancia el príncipe Beju.
Recuperó su posición normal en un momento y miró con ojos centelleantes a Obi-Wan.
—Estabas escondiéndote como un cobarde, ¿no? No te valdrá de nada. Los guardias están por todas partes. De hecho estarán aquí en un segundo.
El príncipe Beju se dirigió hacia las series de tubos colgantes que se usaban en palacio para llamar a los guardias y a los sirvientes. Se aproximó a un tubo rojo.
¿Y eres tú quién habla de cobardía? —comentó Obi-Wan fríamente, intentando ocultar su desesperación. Si el príncipe Beju tocaba ese tubo estaba perdido. Y también estaría perdida la Reina—. ¿Por qué llamas a la guardia?
El príncipe Beju dudó.
¿Me estás llamando cobarde, Jedi?
 
Obi-Wan se encogió de hombros.
—Sólo estoy sacando una conclusión. Desde que he llegado aquí me has tratado como si fuese un cobarde. Pero siempre que lo decías tenías a un guardia a tu lado. ¿Qué valen las palabras cuando los actos las contradicen? Yo siempre he dado la cara solo, mientras que tú te has presentado con otros que tendrían que luchar por ti. ¿Y soy yo el cobarde?
El príncipe Beju enrojeció de ira. Su mano soltó el tubo. Se dirigió a la vitrina que contenía las armas antiguas. Levantó la tapa y sacó una afuera.
¿Sabes lo que es esto, Obi-Wan Kenobi? —preguntó, enseñándole lo que había cogido.
—Es una espada —contestó Obi-Wan.
Nunca había usado ese arma, pero había visto pinturas en el Templo Jedi. Era como el sable láser, sólo que hecho de metal.
El príncipe Beju levantó la espada, y después pasó el filo a través de un tapete.
Se partió en dos.
—Las mantenemos afiladas —dijo—. Estudié esgrima como parte de mi formación. Mi padre insistió en que lo hiciera.
Realizó un movimiento con el arma delante de Obi-Wan, que no se movió de su sitio.
¿Crees que sabrías manejar una? —preguntó el príncipe Beju—. ¿O es que los Jedi sólo lucháis con las vuestras? De esa manera, siempre tenéis ventaja.
Sus dientes brillaban al sonreír tentadoramente a Obi-Wan.
¿Por qué no lo averiguamos? —preguntó Obi-Wan manteniendo un tono neutral de voz.
Tenía que mantener su mente preparada y concentrada en la batalla que le esperaba. No podía dejar que las pullas del Príncipe le afectaran.
Beju sacó otra espada de la vitrina y se la lanzó a Obi-Wan. Antes de que hubiese agarrado correctamente la empuñadura, el príncipe Beju ya había lanzado su primer golpe de ataque. Obi-Wan tuvo el tiempo suficiente de esquivarlo, pero el filo de la espada le alcanzó y le rasgó la túnica. Sintió como la sangre corría a lo largo de su brazo.
¿Has tenido suficiente? —preguntó Beju en tono de mofa.
Como contestación, Obi-Wan se lanzó hacia delante. El sonido del metal restalló en el aire cuando Beju logró detener su ataque. Beju empujó hacia él. Obi- Wan se sorprendió de lo fuerte que era el chico. Estaba en mejor forma de lo que Obi-Wan había previsto.
Beju seguía atacando, rozando a Obi-Wan, que seguía parando todos los golpes. Su entrenamiento con el sable láser le ayudaba en el combate, pero no estaba acostumbrado a tener que levantar su brazo cada vez que las espadas quedaban enganchadas. La espada pesaba más que el sable láser, de manera
 
que sus artes de batalla no le servían de mucho. Beju se aprovechaba de esta ventaja, yéndose hacia delante, con su espada reluciendo al moverse en el aire. Por primera vez, Obi-Wan tuvo dudas de que pudiese ganar al Príncipe jugando en su terreno.
Las dudas en la batalla, existir no pueden.
Siempre, en los momentos de dificultad, las enseñanzas de Yoda venían a su mente. Confianza, existir debe. Confianza en la Fuerza. Alcanzarla, tú puedes.
Sí, tenía una ventaja de la que Beju no disponía. Obi-Wan intentó concentrar la Fuerza. La notó alrededor de él. Las dudas desaparecieron. La confianza creció en él. Ganaría porque tenía que ganar.
De repente, la espada le pareció familiar en su mano. Su peso y su medida ya no le eran extraños. Saltó encima del banco real y cayó después hacia Beju, con la espada en alto, después hacia abajo, moviendo la espada en el aire y sorprendiendo al príncipe Beju. Beju dio un paso hacia atrás, poniendo su arma en posición defensiva, intentando evitar la potencia del ataque de Obi-Wan.
La mente de Obi-Wan se aclaró. No tenía nubes de odio o amargura.
Necesitaba parar a Beju. Volvió a atacar, intentando que Beju soltara la espada.
Pero el Príncipe logró defenderse. La ira le dominaba, y la ira como apoyo a un buen entrenamiento puede ser un aliado poderoso. Beju lanzó una ofensiva a Obi- Wan. Golpeaba una y otra vez mientras Obi-Wan repelía todos los embistes, sintiendo la potencia de los golpes de Beju en todo su brazo, que empezó a dolerle.
El sudor empapaba la cara de Obi-Wan. Beju perdió el equilibrio y se tambaleó. Llevaban ya bastante tiempo luchando. La cara del príncipe Beju estaba roja de agotamiento. Obi-Wan podía sentir el cansancio de su enemigo. Esperaba que eso le hiciese cometer algún error.
Se lanzó hacia Beju otra vez. Obi-Wan consiguió llevárselo a una esquina. Ahora Beju estaba encerrado, no podía evadir sus ataques. Con un golpe realizado desde abajo, Obi-Wan consiguió hacer que Beju tuviera que soltar la espada. El Príncipe se lanzó a por ella, intentando coger la empuñadura con ambas manos, mientras que Obi-Wan se subía de un salto a una silla para defenderse del próximo ataque.
Una voz que retumbó detrás de ellos rompió el silencio.
¡Es suficiente!
Una figura encapuchada se movía hacia ellos. Vestía los atuendos plateados de los Ministros del Consejo. Obi-Wan reconoció al anciano que había visto aparecer y desaparecer misteriosamente en los jardines.
—Perderás, Príncipe. Cualquiera puede verlo.
¡No perderé! —gritó el Príncipe, justo en el momento en que el pie de Obi- Wan caía sobre su muñeca, impidiéndole recuperar la espada.
—Además, Viso —gruñó Beju—, ¿cómo puedes decir que voy a perder? ¡Eres
 
ciego! No puedes ver ni tu propia mano aunque te la pusieras delante de tus ojos.
Obi-Wan se fijó más a fondo en el anciano. Se dio cuenta por primera vez de que sus ojos azul lechoso no podían ver. Con un rápido movimiento, Obi-Wan se agachó y recogió la espada del Príncipe del suelo.
—Vi que ibas a perder hace tiempo —continuó diciendo Viso tranquilamente—. No me refiero a esta batalla. Has faltado a la verdad demasiado tiempo. Cuando un hombre hace eso, termina perdiendo.
—Deja de hablar con circunloquios, anciano —dijo el príncipe Beju retorciéndose y poniéndose en pie—. Tus historias siempre me han aburrido.
—La reina Veda no te ha mentido, Príncipe mío —replicó Viso con tranquilidad que contrastaba con la rudeza de la de Beju—. Pero tu padre sí que lo hizo. Y Giba también. Los hombres a quien admiras también. Pero tu madre, que te aburre, no.
¡Fuera! —gritó el Príncipe—. ¡Haré que los guardias te encierren por mentiroso!
—Entonces tendrás que probar que miento. ¿No quieres ver mis pruebas antes? ¿Eres lo suficientemente valiente para enfrentarte a ello? —preguntó Viso en el mismo tono calmado.
Obi-Wan miró a Beju. Vio que el Príncipe no podía dar marcha atrás. Viso le había llevado hacia una emboscada de la misma manera que él lo había hecho durante la batalla.
—Bien, anciano —dijo el Príncipe con una sonrisa de desprecio—. Muéstrame eso que tú llamas pruebas. Y después me daré una gran satisfacción enviándote a la cárcel de la torre.
Viso hizo una reverencia. Hizo un gesto para indicarles que le siguieran. Les condujo fuera de la habitación, a través de otra gran sala de reuniones. Les introdujo en una antecámara pequeña que había detrás.
La habitación estaba completamente vacía. Las paredes y el suelo eran de piedra azul clara. En el suelo había sido trazado un intrincado diseño de hilos de plata que cruzaban de esquina a esquina de la estancia.
—Quédate de pie en el cuadrado que hay dibujado en el centro, por favor, príncipe Beju —dijo Viso.
De repente el príncipe Beju parecía nervioso.
—El cuadrado dentro del cuadrado —dijo—. Mi padre me habló de esto. Nunca me lo explicó. Él decía que... él decía que cuando fuese lo suficientemente fuerte para enfrentarme a esto significaba que ya estaba preparado.
¿Y ahora eres lo suficientemente fuerte? —preguntó Viso.
El príncipe Beju se situó en el centro del cuadrado. Tan pronto como sus pies tocaron el cuadrado, las paredes empezaron a brillar. Obi-Wan observó sorprendido cómo de repente rayos de luz dorados rodeaban al príncipe Beju
 
formando diversos dibujos en el aire. No podía identificar de dónde provenían. Parecían surgir del aire.
Entonces Obi-Wan se dio cuenta de que aunque los rayos dorados proyectaban sombras sobre el suelo y las paredes, no hacían sombra o marca alguna sobre Beju.
—Ya lo ves —comentó Viso tranquilamente—. No tienes la marca de la corona, mi Príncipe. Le pertenece a otro. No eres el legítimo heredero.
El Príncipe dio un paso fuera del cuadrado. Los rayos de luz desaparecieron inmediatamente.
Obi-Wan esperaba que el Príncipe estallara de rabia, o que dijera que eso no significaba nada. Esperaba que se encarara con Viso y que llamara al anciano loco o mentiroso. Pero el Príncipe no hizo ninguna de esas cosas.
Lentamente se agachó sobre las rodillas. Ocultó la cabeza entre las manos.
Obi-Wan vio que sus hombros se agitaban.
Viso se acercó y se quedó de pie apoyado en el hombro de Obi-Wan.
—Acaba de perder todo lo que creía saber —murmuró—. Debes ayudarle, Obi- Wan.
Después Viso se fue, dejando a Obi-Wan con el Príncipe llorando.





También te podría interesar...
ÚLTIMAS ENTRADAS PUBLICADAS

Comentarios

X Queridos visitantes: Únanse a las redes sociales del blog para estar en contacto si algún día es eliminado de nuevo.