Mundo Star Wars: Aprendiz de Jedi Volumen 4. LA MARCA DE LA CORONA -Capítulo 3-

                                   



La reina del planeta Gata agoniza y Obi-Wan Kenobi y su maestro Qui-Gon Jinn deben preservar la paz planetaria y encontrar otro heredero antes de que el príncipe Beju, al que no el importa producir una guerra con tal de tomar el poder.


Capítulo 3

La Reina se puso de pie. —Beju, explícate —le ordenó, y su voz denotaba enfado.
Beju empezó a dar vueltas lentamente alrededor de los Jedi con una mirada de desprecio. Era un joven de cuerpo sólido, de altura y peso aproximado al de Obi- Wan, pero con el pelo a la altura de los hombros que era de un color tan claro que parecía blanco. Los ojos eran del mismo color azul hielo que los de su madre.
En su breve encuentro con el Príncipe, Obi-Wan había tenido tiempo de hacerse una idea completa de la arrogancia del chico. Mantuvo su propia mirada inteligente pero neutral. Qui-Gon tenía razón. No deberían enemistarse mucho más con el Príncipe.
—Se autodenominan Jedi, pero no hacen más que crear problemas —espetó el príncipe Beju—. ¿Has oído hablar de lo que hicieron en Phindar? Se entrometieron y sembraron la discordia. Hubo una gran batalla como con- secuencia de sus actos, causando muchos muertos. ¿Quieres que eso pase en Gala, madre?
—Lo que hicieron fue acabar con una organización
criminal que se había establecido en el planeta —replicó calmadamente la reina Veda—. Los habitantes de Phindar son libres. Y además nos han traído bacta para ayudarnos con nuestra escasez.
El Príncipe se ruborizó.
—Un regalo —comentó despectivo—. Fui yo quien estuvo en Phindar para negociar el bloqueo del bacta. ¡Gracias a los Jedi, los rebeldes de Phindar descargaron el bacta de mi nave! No hay duda de que los Jedi les ordenaron que lo hicieran. ¿Y ahora ellos traen mi bacta como un regalo? ¡Debe ser una broma!
Obi-Wan se estiró con rabia. ¿Por qué Qui-Gon no hablaba? El Príncipe estaba dando su propia versión de lo que había sucedido en Phindar. Y estaba llena de mentiras. El príncipe Beju sabía que los Jedi no tenían pruebas de que el Príncipe quisiera causar algún daño a Gala. Obi-Wan se dio cuenta de lo inteligente que era. Pero, ¿por qué Qui-Gon no le contaba la verdad a la reina Veda?
El delicado hombre calvo situado al lado de Beju se giró hacia los Jedi.
¿Qué tenéis que decir a eso?
—Este es Lonnag Giba —dijo la reina Veda, volviéndose hacia los Jedi—. Es el presidente del Consejo de Ministros, que aprobó gustosamente vuestra visita.
—Eso fue antes de que oyera las acusaciones del príncipe Beju —dijo Giba seriamente—. Os lo pregunto otra vez, Jedi, ¿qué tenéis que decir?
—Nuestra versión sobre lo que pasó en Phindar difiere de la del Príncipe — replicó Qui-Gon. Su voz no demostraba irritación o disgusto por las acusaciones del Príncipe—. Pero no tiene sentido discutir. Nosotros somos invitados aquí. ¿Por qué deberíamos defendernos? Si quiere que nos vayamos de su planeta, nos
 
iremos.
¡No! —exclamó la reina Veda.
—Sí, madre —dijo el príncipe Beju, echándose la capa hacia atrás a la vez que se giraba para situarse cara a cara con la Reina—. Déjales que se vayan. No son más que entrometidos haciéndose pasar por débiles guardianes disfrazados de Caballeros.
La Reina suspiró.
—Basta, Beju —dijo—. Ya has dado a conocer tu versión. Pero Qui-Gon Jinn tiene razón. Los Jedi han sido invitados como Guardianes de la Paz. Y queremos que las elecciones se desarrollen en un ambiente de tranquilidad, ¿no?
—No queremos elecciones en absoluto —replicó el Príncipe malhumorado—. Soy el verdadero Rey de Gala. Mi padre quería que fuese así y tú lo sabes bien. Si yo mandara en Gala, enviaría a estos creadores de problemas en el primer transporte de vuelta a su maldito Templo.
—Todavía soy yo quien manda en este planeta —dijo con suavidad la Reina—.
Y ordeno que se queden.
—Por supuesto —añadió el Príncipe amargamente—. Me niegas la corona.
¿Por qué no negarme todo lo demás?
—Puede que haya una manera de llegar a un acuerdo —interrumpió suavemente Giba—. Los Jedi pueden continuar en Gala. Pero no podrán abandonar el palacio sin escolta. Mandaremos a alguien con ellos. Alguien que conozca bien la ciudad. —Se volvió hacia los Jedi—. Es por vuestra protección, también. La ciudad ahora es un sitio peligroso. Hay muchos disturbios. Necesitaréis un guía.
Giba hablaba con diplomacia, pero Obi-Wan no se creyó ni una sola palabra. El anciano sabía que los Jedi no necesitan ayuda para defenderse. Era sólo una manera de hacerles aceptar un espía que le informaría de cada uno de sus movimientos.
Obi-Wan esperó la queja de Qui-Gon. Pero, de nuevo, el Jedi no dijo palabra.
¿Por qué aceptaba ese acuerdo con esos términos tan humillantes?
La mirada de la reina Veda se detuvo por un momento en su hijo. Tenía aspecto de estar cansada, muy cansada.
—Como quieras, Beju —dijo apagadamente—. Es verdad. No te lo puedo negar todo. —Agarró con su mano un brillante bastón que colgaba de una pared. Cambió de color y adquirió un tono azul apagado—. Jono Dunn escoltará a los Jedi.
Un momento después la puerta de metal se abrió. Un chico que tendría aproximadamente la misma edad que Obi-Wan estaba parado de pie, vestido con pantalón y chaqueta de uniforme.
—Jono Dunn, ven aquí—dijo la Reina—. Éstos son los Jedi enviados a Gala para vigilar las elecciones. Se llaman Qui-Gon Jinn y Obi-Wan Kenobi. Serás su
 
escolta durante su estancia en el planeta.
—No se les está permitido salir de palacio sin tu compañía —se apresuró a decir el príncipe Beju.
¿Aceptas el trato, Qui-Gon? —preguntó la reina Veda. Sus ojos le suplicaban que lo hiciese.
Qui-Gon asintió.
—Gracias por la ayuda, reina Veda —comentó tranquilamente.
Obi-Wan no podía creérselo. ¡Qui-Gon no solamente aceptaba un guardián, sino que encima le daba las gracias a la Reina!
Qui-Gon dirigió a Giba su inteligente mirada azul.
—Y gracias a ti también, Giba. Estoy seguro que nuestro guardián nos protegerá de los peligros de las calles de Galu.
Qui-Gon puso una mano sobre el hombro de Jono Dunn y lo situó entre él y Obi-Wan. Grande y fuerte, Qui-Gon sobresalía por encima del delgado muchacho. Aunque parecía tener los mismos años que Obi-Wan, el tamaño y la fuerza de este último hacían que el guardián pareciera aún más pequeño. Sin ningún esfuerzo, Qui-Gon había logrado que el ofrecimiento de Giba pareciese absurdo. Jono no podía proporcionar protección a los Jedi. Era sólo un peón del juego.
La Reina esbozó una sonrisa. La estrecha cara de Giba relucía roja de ira.
Apretó sus finos labios.
—Disfrutad vuestra estancia —dijo entre dientes.
—Estoy seguro de que así será —respondió Qui-Gon.
Qui-Gon hizo una reverencia y abandonó la habitación. Obi-Wan le siguió un segundo después. Cuando llegó al pasillo, su Maestro ya se había ido.
 





También te podría interesar...
ÚLTIMAS ENTRADAS PUBLICADAS

Comentarios

X Queridos visitantes: Únanse a las redes sociales del blog para estar en contacto si algún día es eliminado de nuevo.