Mundo Star Wars: Aprendiz de Jedi Volumen 4. LA MARCA DE LA CORONA -Capítulo 10-

                                     



La reina del planeta Gata agoniza y Obi-Wan Kenobi y su maestro Qui-Gon Jinn deben preservar la paz planetaria y encontrar otro heredero antes de que el príncipe Beju, al que no el importa producir una guerra con tal de tomar el poder.


Capítulo 10

Obi-Wan había adivinado que la Reina estaba siendo envenenada a través de la bandeja de la cena, pero no podía estar absolutamente seguro. No tenía manera de averiguar en cuánto tiempo actuaba el veneno. No podía jugar con la vida de la Reina.
Fue corriendo a las estancias de la Reina. Estaba sentada en la habitación exterior vestida con su traje de mañana. Tenía sombras negras debajo de sus ojos y el pelo largo caía a lo largo de su espalda. La mesa estaba preparada para el desayuno: té, fruta y un proteínico pastel. Estaba justamente llevando la taza a sus labios con una temblorosa mano...
¡No! —gritó Obi-Wan.
Se lanzó sobre ella y tiró la taza. Se hizo añicos en el suelo.
La Reina se volvió despacio hacia él y se le quedó mirando fijamente.
—Eso era parte de mi desayuno —dijo.
—Creo que la están envenenando, reina Veda —soltó de repente Obi-Wan. La Reina movió su cabeza con dificultad. Le miró fijamente a los ojos
¿Qué has dicho?
—No sé quién es el responsable —dijo Obi-Wan desesperadamente—. No tengo pruebas, todavía no. Pero es verdad, no debe beber o comer nada que le preparen.
—Eso es imposible —susurró la Reina.
—Imposible —anunció el príncipe Beju, entrando con grandes zancadas. Giba seguía los pasos de Beju—. ¡El Jedi miente!
¿Por qué va a mentir, hijo? —preguntó la Reina sin fuerzas.
—Para ensuciar el buen nombre del palacio —contestó el príncipe Beju—. O por alguna otra razón que todavía no hemos descubierto. ¡No me fío de ninguno de los dos, madre!
¿Y dónde está el otro? —preguntó Giba sibilinamente—. Una y otra vez he intentando verle y siempre me han dicho que está descansando o caminando solo por los jardines. ¡No me lo creo! Creo que este Jedi ya nos ha mentido. ¿Por qué no habría de mentirnos otra vez?
—Los dos no habéis hecho otra cosa que acusarme. Me resulta extraño que ni siquiera me habéis concedido la posibilidad de que lo que esté diciendo sea ver- dad —señaló Obi-Wan—. Si lo que digo fuera verdad, os afectaría. Mirad a la Reina. Cada día está más débil.
El Príncipe se volvió hacia su madre. Su rostro enfadado se relajó un momento y avanzó un paso hacia ella. Después se recobró y se volvió hacia Obi-Wan.
—La enfermedad de mi madre no es asunto tuyo. Y el andar diciendo mentiras
 
por ahí no la ayuda. ¡Sólo logras que se preocupe! Puede que Qui-Gon Jinn esté metido en este lío de envenenamientos del que hablas. Giba tiene razón. Es extraño que no le hayamos visto. Primero pareció aceptar nuestras condiciones y después rompió su compromiso. ¡Es capaz de hacer cualquier cosa!
—Qui-Gon ha ido a las montañas para tratar de convencer a Elan y que traiga a su gente a votar —dijo Obi-Wan.
Era una media verdad, pero al menos daba una explicación a su desaparición.
No podía revelar el secreto de la Reina.
¡Qué historia tan ridícula! —se mofó el príncipe Beju—. ¿Por qué podría ser importante la opinión de la gente de las montañas? ¿Por qué nos tiene que preocupar lo que piensen? Obviamente, estás mintiendo otra vez.
La Reina se inclinó para intentar ponerse de pie. Parecía que realizar ese movimiento le costaba un gran esfuerzo.
—No miente, Beju —dijo—. Lo sé. Yo le pedí a Qui-Gon que encontrara a Elan.
Lo hizo por mí.
—Pero, ¿por qué? —preguntó el príncipe Beju mirando a la cara de su madre.
—Porque es tu hermanastra —contestó la Reina—. Es el momento de que lo sepas. Tu padre tuvo una hija de un matrimonio anterior al mío. Se divorció de su mujer y abandonó a su hija. Fue una dura decisión...
¡No me lo creo! —negó el príncipe Beju con la cabeza—. Ahora eres tú la que estás mintiendo. Mi padre no pudo hacer algo tan poco honorable. La familia es la piedra angular de la vida en Gala. Él lo repetía a menudo.
Él no deshonraría el nombre de los Tallah casándose con una persona de las montañas. ¡Y nunca abandonaría a un hijo! ¡Y tú lo sabes!
—Siento haber tenido que contarte esto, Beju —dijo la reina Veda con cariño—.
Es verdad. El se arrepintió. Le hubiera gustado hacerlo bien.
—Estás manchando la memoria de mi padre —susurró horrorizado el príncipe Beju—. ¿Vas a seguir avergonzándome?
La Reina se volvió hacia Giba.
—Díselo tú —suplicó—. Tú estabas allí. Sabes que es verdad. Giba negó con la cabeza.
—Lo siento, Reina. Yo haría cualquier cosa por su majestad. Excepto mentir. La Reina se cayó hacia atrás. Obi-Wan corrió a sujetarla.
—Ya veo lo que pasa —bramó el príncipe Beju—. Estás compinchada con los Jedi. Habéis conspirado en mi contra. Harás lo que sea necesario para que no sea Rey.
—No, Beju, hijo —dijo la Reina con voz débil—. No...
—Voy a llamar a los guardias —dijo firmemente el príncipe Beju.
 
Se movió hacia los tubos que colgaban de la pared.
Obi-Wan todavía estaba sujetando los brazos de la Reina. Podía sentir cómo temblaba. Estaba a punto de desmayarse. De repente, con un arranque de fuerza se separó de Obi-Wan. Tuvo tiempo de lanzarle una mirada que significaba que corriera. Después dio un paso hacia delante y se desmayó en los brazos de su hijo.
El príncipe Beju perdió el equilibrio. Agarró a su madre para que no cayera.
Giba fue a ayudarle.
En ese momento Obi-Wan salió corriendo por la puerta.






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