Mundo Star Wars: Aprendiz de Jedi Volumen 4. LA MARCA DE LA CORONA -Capítulo 17-

                                        



La reina del planeta Gata agoniza y Obi-Wan Kenobi y su maestro Qui-Gon Jinn deben preservar la paz planetaria y encontrar otro heredero antes de que el príncipe Beju, al que no el importa producir una guerra con tal de tomar el poder.


Capítulo 17

Qui-Gon se encontró a Obi-Wan esperándole en las puertas de palacio. Se animó al ver a su padawan.
—Intenté contactar contigo con el comunicador — le dijo.
—Estuve involuntariamente retenido en una cámara frigorífica —contó Obi-Wan con una sonrisa de medio lado—. Veo que has convencido a Elan después de todo.
Qui-Gon asintió.
—Cuando la guardia real atacó, se dio cuenta de que se la necesitaba aquí.
¿Dónde está Giba?
Obi-Wan condujo a Qui-Gon dentro de palacio.
—El príncipe Beju ha dictado una orden de arresto. No podrá escaparse de los guardias por mucho tiempo más.
¿El príncipe Beju? —preguntó extrañado Qui-Gon.
No esperaba que el Príncipe se volviera en contra de su aliado.
—Se dio cuenta de que no podía confiar en él —explicó Obi-Wan, frunciendo el ceño—. Espero que no sea demasiado tarde para la Reina. Mandé a un médico con el antídoto, pero está muy débil.
—Has estado muy ocupado, padawan —le dijo Qui-Gon, haciéndole un gesto de aprobación.
Se había cuestionado las habilidades de Obi-Wan para solucionar los problemas que había en palacio. Cuando no pudo comunicarse con él, se preocupó al pensar que había dejado solo al joven padawan con una situación que le iba grande. Obviamente, Obi-Wan se había encontrado con problemas y obstáculos, pero los había logrado superar.
—Tenías razón respecto de Jono —dijo Obi-Wan. Qui-Gon le puso una mano en el hombro.
—Siento que fuera así.
Entraron en la zona de recepción de la Reina. El príncipe Beju estaba de pie esperándoles.
¿Está Elan contigo? —preguntó a Qui-Gon. Qui-Gon negó con la cabeza.
—Se ha ido a ver a Wila Prammi. Puedo concertaros una cita, si quieres. El Príncipe frunció el ceño.
—Todavía no lo sé —dijo dubitativo-—. Primero, debo ver cómo van las cosas aquí. Mientras hablamos, Giba está siendo arrestado.
¡Yo creo que no! —dijo Giba irrumpiendo en la habitación. Ondeaba en el
 
aire con una mano una hoja que contenía su orden de arresto—. Esto viene firmado por el príncipe Beju. No tiene validez. Tú no gobiernas Gala, Príncipe. — Giba le dirigió una cortante sonrisa—. Y nunca lo harás. Cuando muera la Reina, otra ocupará su lugar. Pero no tú.
—Todavía no estoy muerta. —La Reina estaba de pie en el hueco de la puerta. Tenía que apoyarse en las manos, pero permanecía erguida, con la cabeza alta—.
¡Guardias! —llamó con voz apagada a los dos guardias que la flanqueaban—.
¡Arrestadle!
De entre sus ropas, Giba sacó el sable láser de Obi-Wan. Qui-Gon se quedó sorprendido, pero en un segundo ya había activado el suyo.
—Creo que no es muy recomendable enfrentarse a un Jedi con ese arma —le dijo con agrado a Giba.
—No me importa tu opinión —le contestó Giba acercándose a él.
El sable láser de Qui-Gon fue un chorro de luz verde borroso cuando expertamente rechazó el golpe torpe de Giba, giró y acertó de pleno en la muñeca de Giba. El ministro estaba desarmado y en el suelo antes de que nadie pudiese ni darse cuenta.
Qui-Gon alcanzó el arma de Obi-Wan y se la entregó de vuelta. Los guardias se dirigieron hacia él para arrestar a Giba.
—Esperad —dijo Giba a la desesperada—. No tenéis que acatar las órdenes de la Reina. Durante años habéis obedecido mis órdenes. Obviamente, la casa real ha perdido el control. ¿No habéis visto lo que ha pasado? ¡Elan ha llegado con un ejército! La guerra civil va a estallar de un momento a otro. Sólo hay una esperanza. Debemos apostar y fiarnos de Deca Brun. Es demasiado tarde para que se celebren unas elecciones. Si me dejáis marchar, lo traeré aquí.
¿Y por qué te iba a escuchar Deca Brun, Giba? —preguntó el príncipe Beju.
—Porque soy un sabio y reconocido Ministro del Consejo, dedicado a mi adorada Gala —contestó Giba.
¿Dónde conseguiste ese sable láser, Giba? —preguntó Obi-Wan.
—Lo encontré en palacio, por supuesto —contestó Giba—. Se te cayó cuando escapabas de los guardias.
—Eso no es verdad —dijo Obi-Wan—. Un Jedi no deja caer su sable. Me lo quitaron los hombres de Deca Brun.
¡Yo no sabía nada de eso! —replicó Giba—. Y ahora no sé de qué me estás acusando.
—De estar compinchado con Deca Brun —contestó Obi-Wan con un tono de voz firme.
Qui-Gon le miró sorprendido. ¿Era un farol de Obi-Wan o tenía pruebas de ello? Nadie se dio cuenta de que Jono se había colado en la habitación.
 
—Es verdad —empezó a hablar a media voz—. Giba tenía miedo de que el Príncipe perdiera las elecciones. Hizo un trato con Deca Brun. Le encontraría dinero y apoyo desde el exterior de Gala.
—Offworld —dijo Obi-Wan—. Vi las grabaciones en la oficina de Deca. Qui-Gon se volvió hacia Obi-Wan sorprendido de nuevo.
—Sí que has tenido que estar muy ocupado —murmuró.
—A cambio, Deca le encontraría un lugar en su nuevo gobierno —concluyó Jono—. Giba no quería perder su poder de ninguna de las maneras.
—Arrestadle —repitió la Reina sin muchas fuerzas.
Los guardias pusieron rayos de luz alrededor de sus muñecas y se lo llevaron.
—Se acabó todo —dijo la Reina.
Beju cruzó la estancia y se dirigió hacia ella. Pasó un brazo encima de sus hombros para ayudarla a sujetarse.
—Excepto la votación —dijo—. Dejemos que la gente decida.




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