Mundo Star Wars: Aprendiz de Jedi Volumen 4. LA MARCA DE LA CORONA -Capítulo 6-

                                    



La reina del planeta Gata agoniza y Obi-Wan Kenobi y su maestro Qui-Gon Jinn deben preservar la paz planetaria y encontrar otro heredero antes de que el príncipe Beju, al que no el importa producir una guerra con tal de tomar el poder.


Capítulo 6

Obi-Wan no dudó. Si sus sospechas eran ciertas, no había tiempo que perder. Rápidamente corrió a través de los jardines. Espió a un anciano vestido con las ropas plateadas de los miembros del Consejo que daba vueltas entre los árboles, posando ocasionalmente su mano en la corteza a modo de apoyo. Sus lechosos ojos azules estaban vueltos hacia la luna. Obi-Wan retrocedió antes de ser visto. No quería llamar la atención de nadie.
Corrió sin hacer ruido a través de los pasillos de palacio hasta la estancia de la Reina. Llamó suavemente a la puerta.
—Soy Obi-Wan —anunció. Jono abrió la puerta.
—La Reina está tomando su refrigerio nocturno —dijo.
¿Quién lo trae? —preguntó Obi-Wan.
Cuando vio la cara extrañada de Jono añadió rápidamente:
—Me estaba preguntando si podría pedir un té y algo de comer esta noche.
—Los sirvientes de la cocina lo preparan —contestó Jono—. Les diré que te hagan uno. —Sonrió abiertamente—. Me encargaré de conseguirte los mejores dulces que haya en la cocina.
¿Podría ver a la Reina? —preguntó Obi-Wan—. Sólo necesito decirle un par de palabras.
Jono asintió y se retiró a una habitación interior. Después de un momento, la puerta se abrió y condujo a Obi-Wan al interior.
La Reina estaba reclinada sobre un diván, con una bandeja que tenía una taza de té, un plato con frutas y dulces, situada cerca de una mesa. Un pequeño jarrón con flores estaba situado cerca de ella.
—Quería asegurarme de que estaba bien—dijo Obi-Wan acercándose—.
Parecía cansada en el huerto.
—Qué amable —la Reina le dedicó una sonrisa triste—. Estoy un poco más cansada de lo habitual, me temo. Pero no te preocupes por mí, Obi-Wan Kenobi. Tienes cosas más importantes de qué ocuparte.
—Creo que no —afirmó gentilmente—. Su bienestar es muy importante para mí, reina Veda.
Alargó la mano hacia abajo y cogió la taza de té. Quedaba muy poco.
—Su té está frío. ¿Quiere que le traiga otro? La Reina cerró los ojos con dulzura.
—No quiero más —dijo suavemente—. Puedes decirle a Jono que lo retire.
—Descanse ahora —dijo gentilmente Obi-Wan.
 
Cogió la bandeja y se dirigió hacia la puerta. Cuando la traspasó, la habitación exterior estaba vacía. Bien. No quería involucrar a Jono en sus planes.
Rápidamente, se llevó la bandeja a su habitación. Allí echó el té en un tubo de su maletín médico medpac. Después colocó el tubo y el resto de los dulces en una bolsa y se lo guardó en un bolsillo de su túnica. Luego llevó la bandeja de vuelta a las cocinas.
Mañana tendría que analizar la comida. Y lo haría sin contar con Jono.
***
—Estoy preocupado por mi Reina —le comentó Jono cuando caminaban al día siguiente por las calles de Galu—. La veo más débil cada día que pasa. Los médicos no pueden hacer nada por ella. Nada.
—Estás cerca de ella —observó Obi-Wan.
Había notado el afecto con el que la Reina trataba a Jono. Había más calor que el que demostraba Qui-Gon con Obi-Wan. Pero en ese momento, Jono llevaba sir- viéndola ya ocho años.
Jono se mordió los labios. Asintió.
—Es muy duro. El príncipe Beju no viene a verla. Está enfadado con ella. Y dice que le duele verla tan enferma. Necesita concentrarse en las elecciones. ¿Cómo puede ser tan cruel? ¡Sólo se preocupa de sí mismo!
Pararon en el exterior de una zona de votación que había sido habilitada dentro de un espacio comunitario. Obi-Wan había visitado varias áreas como ésta en Galu, hablando con los encargados de llevar a los votantes a las terminales de datos privadas donde podían depositar sus votos. Había comprobado que los aparatos funcionasen correctamente. Pero sentía que su esfuerzo era inútil. Él no era un experto en procesos electorales.
Tras su primera salida, había contactado con Qui-Gon para decirle cuan inútil se sentía. Qui-Gon no le había compadecido.
—Tu presencia es suficiente —le dijo brevemente—. Tienen que pensar que el proceso electoral está siendo vigilado por una fuerza exterior. Eso dará a la gente confianza en el sistema.
Obi-Wan se volvió hacia Jono.
—Jono, ¿te importaría esperar fuera? Creo que sería mejor. Después de todo, la gente sabe que eres un representante de palacio. Tengo que parecer neutral o ellos no se fiarán en el proceso de votación.
—Es verdad —dijo Jono dubitativo—. Pero se supone que yo tengo que estar todo el tiempo a tu lado... —Su voz era cada vez más baja, pero sonrió—. Por supuesto que tienes razón, Obi-Wan. No quiero poner en peligro las elecciones. Te esperaré allí, en la plaza.
Obi-Wan se lo agradeció y entró en el centro comunitario. Se sentía culpable por haber mentido a Jono. Pero no podía involucrarle en lo que iba a hacer a
 
continuación. Si la Reina estaba siendo envenenada, nadie en palacio debería enterarse de que lo sabía. Tenía que desenmascarar al envenenador. Si necesitaba la ayuda de Jono después, ya se la pediría. Primero necesitaba consultar con Qui-Gon.
Obi-Wan se encaminó por el centro comunitario y salió por una puerta lateral. Rápidamente bajó por una callejuela hasta una calle lateral. Después dobló en dirección contraria.
De camino al centro, Obi-Wan se había fijado en unas cabinas de información. Estaban repartidas por Galu, y los ciudadanos las utilizaban para buscar datos o servicios disponibles en la capital. Sólo estaba a unas pocas manzanas del centro.
La reluciente luz verde situada encima de la cabina brillaba para indicar que estaba libre. Rápidamente Obi-Wan se introdujo en el interior. Tecleó "analizador de sustancias" en el tablero. En unos segundos la pantalla mostró varios nombres. Obi-Wan accedió a un mapa de la ciudad en el que se marcaba dónde podía encontrar cada analizador. Uno de estos nombres, Mali Errat, estaba cerca de donde él estaba situado. Tocó la pantalla y un camino verde luminoso le marcó el camino.
Obi-Wan corrió por las calles abarrotadas. Jono empezaría pronto a preguntarse por qué tardaba tanto. El chico conocía bien las calles de Galu y podría encontrarle.
No obtuvo respuesta a su llamada en la puerta, y no había ningún signo en el exterior. Obi-Wan empujó la puerta con cuidado y se encontró en una pequeña y desordenada habitación. Una larga y resistente mesa de acero cruzaba la estancia, yendo de una pared a otra. La mesa estaba llena de materiales: tubos, probetas, circuitos, chips, instrumentos de medida y ficheros. Cajas de metal llenaban el suelo, algunas apiladas en precario equilibrio, otras casi tan altas que llegaban al techo. Papeles llenos de datos cubrían también el suelo.
¿Eso era un laboratorio o una zona de almacenamiento de los trastos de un lunático?
¿Hola? —preguntó Obi-Wan.
¿Quién es?
Una cabeza surgió detrás de un montón de cajas. Era un viejo galaciano.
Hebras de pelo platino cubrían su cabeza calva y sus ojos gris claro bizqueaban.
¿Qué quieres?, vamos —dijo con impaciencia y haciendo chasquear sus dedos—. Cuéntame qué quieres.
Obi-Wan se acercó y ojeó alrededor de las cajas. El hombre estaba sentado en el suelo. Rollos de papel impresos con datos estaban esparcidos alrededor de él y colgaban de sus rodillas.
—Estoy buscando a Mali Errat...
¡Habla alto, chico, no susurres!
—Mali Errat —repitió Obi-Wan, esta vez en voz más alta.
 
¡No grites! Yo soy Mali. Pareces sorprendido de encontrarme en mi laboratorio, chico. Bueno, ¿qué quieres?
—Tengo algo que necesito analizar —comenzó a decir Obi-Wan. Mali le interrumpió de nuevo.
—Es sorprendente. Estás en un laboratorio que se dedica a analizar sustancias. Por supuesto que sé que quieres que analice algo. Obviamente soy más listo de lo que parezco.
El anciano se rió entre dientes.
Obi-Wan miró el desorden reinante en el laboratorio, con los rollos de papel tirados por el suelo como serpientes.
—Quizá esté muy ocupado...
—Es cierto —Mali dijo repentinamente—. Así que no malgastes mi tiempo.
Muéstrame lo que traes.
No tenía elección. No había tiempo para buscar un científico más convencional.
O uno más educado. Obi-Wan sacó la bolsa de su túnica. Se la dio a Mali.
El viejo sacó la probeta con el té y los pequeños dulces redondos.
¿Quieres que analice tu comida? Obi-Wan estiró la mano.
—Puedo ir a otro sitio.
—Joven susceptible... —murmuró Mali—. ¿Cuándo necesitas los resultados?
—Ahora mismo —dijo Obi-Wan.
—Te costará caro —le advirtió Mali.
—Tengo dinero —dijo Obi-Wan mostrándoselo. Mali tomó algunos créditos de su mano.
—Esto bastará. Vale.
Se puso de pie. Era un hombre pequeño pero ágil, y Obi-Wan se dio cuenta cuando Mali se dobló por encima de una pila de cajas y acercó un taburete a la mesa de acero.
Silbando entre dientes, Mali tomó primero algunas migas de los pasteles y las introdujo en un escáner de rayos.
—Pastel —dijo pasado un momento, leyendo los resultados—. Endulzador, muja, carne, levadura...
¿Nada más? —preguntó Obi-Wan.
Mali sorbió los residuos que habían quedado en sus dedos.
—Delicioso.
Metió el resto en su boca.
 
Obi-Wan suspiró.
—Pruebe con el líquido.
Mali vertió una gota del frasco dentro del escáner.
Segundos más tarde, el aparato se iluminó y expulsó un papel con gráficos llenos de números y símbolos.
—Ah —murmuró Mali—. Fascinante.
¿Qué hay? —preguntó Obi-Wan echándose hacia delante.
—Té—dijo Mali.
¿Y? —interrumpió Obi-Wan.
—Agua —contestó Mali.
¿Y? —volvió a preguntar Obi-Wan. Mali le miró de reojo.
—Joven impaciente. Deberías decirme qué es lo que estoy buscando. Hay algunos componentes de hierbas aquí, algunos ácidos y algunos colorantes. Pero nada fuera de lo normal. A menos que me digas qué es lo que sospechas que puede haber.
—Veneno —dijo Obi-Wan de mala gana.
—Bien, ¡eso era! Es mejor decirlo al principio. De otra manera perdemos el tiempo. No hay veneno en el pastel. Qué bien, ¿no? ¡Me lo he comido!
Tarareando una canción, Mali miró al gráfico otra vez. Presionó unos cuantos botones del analizador. Apareció otro gráfico, y después una tira de números y símbolos.
¿Y bien? —preguntó Obi-Wan.
—Interesante —comentó Mali—. Hay una sustancia que no puede identificarse.
¿Eso es habitual? —preguntó Obi-Wan. Se encogió de hombros.
—Sí y no. Es cuestión de buscar otros campos de información, localizando componentes químicos que tengan la misma estructura. Pero eso requiere tiempo.
—No tengo tiempo —dijo Obi-Wan con tristeza.
Mali miró el frasco. Dejó escapar un silbido entre sus dientes.
—Ah, ya veo. Tengo que buscar, joven impaciente. Pero por otro crédito, la búsqueda será más rápida.
Obi-Wan le dio el dinero. Se fue hacia la puerta y después se volvió.
¿Podría decirme solamente si eso podría ser veneno? —preguntó—, como una de sus hipótesis acertadas.
—Es posible —admitió Mali—. Lo que sí puedo decirte, joven, es que, sea lo
 
que sea, no pertenece al té.
***
Antes de encontrarse con Jono, Obi-Wan encontró un callejón apartado en el que comunicarse con Qui-Gon. No quería arriesgarse a hacerlo en público. Y se sentía mejor fuera de las paredes del palacio.
Esperó durante unos minutos. Pero Qui-Gon no respondió. Estaba fuera de contacto.
Obi-Wan estaba solo.
Volvió al centro comunitario. Jono estaba sentado encima de la pared que rodeaba la plaza. Tenía los ojos cerrados y con la cara vuelta hacia el sol, que brillaba tan pocos momentos durante el día galaciano que los ciudadanos aprovechaban cualquier rayo para tomarlo.
—Siento haber tardado tanto —le dijo Obi-Wan a Jono—. Me he encontrado con algunas dificultades. Nada serio.
Jono saltó de su asiento.
—Sabía que regresarías. No pasa nada. Estoy acostumbrado a esperar. Llevo esperando mucho tiempo para tener un amigo, Obi-Wan.






También te podría interesar...
ÚLTIMAS ENTRADAS PUBLICADAS

Comentarios

X Queridos visitantes: Únanse a las redes sociales del blog para estar en contacto si algún día es eliminado de nuevo.